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Mi sangre. por Iri20

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Tumbado sobre el frío suelo de baldosas notaba cómo su sangre fluía abundantemente. No le importaba verterla, le habían educado para sentir que el brotar de su sangre era el mejor regalo que su Diosa podía otorgarle. No obstante en aquella ocasión no sentía nada más lejano que el gozo de sangrar por algo. La cabeza le daba vueltas, en parte por la pérdida del vital líquido y por otra por el alcohol ingerido que hacía que todo le oliese igual que una botella de wodka del malo.



El suelo gris se había teñido de carmesí. Sus lágrimas amargas rodaban veloces y constantes por sus níveas mejillas y en su cabeza una imagen. Unos ojos verdes que removían sus entrañas hasta lo más profundo. Esa mirada tan igual que sin embargo marcaba la diferencia entre él y quien hubiera deseado poder sentir suyo. El descaro y la seriedad, la responsabilidad y la fiesta, el amor y el resentimiento. Ese último pensamiento era lo que le quemaba, porque en su pecho se albergaba una ilusión que no por el pasar de los años se había mitigado o extinguido. La esperanza que le había vuelto loco una vez y que volvería a hacerlo de permitírselo a su estúpida alma.



Sintió una cálida mano posarse en su espalda para darle la vuelta, notó su cabeza caer hacia atrás y la misma sensación de calor al darle unas pequeñas palmadas en la cara. Entonces, entre las brumas de la inconsciencia, le oyó.... su voz fuerte, más grave de lo que la recordaba pero conservando aquel dejo de dulzura al pronunciar su nombre.



- Saga...



Le llamaba a través de las sombras, entonces concluyó que quería morir allí mismo porque finalmente habría abandonado la existencia en lo brazos de su amor prohibido, de su perdición, de aquel que le había hecho sobrepasar el límite de la locura.



Apenas en un susurro ante el Pilar del Atlántico Norte Saga pudo musitar el nombre que tanto anhelaba.... Kanon...





Fue como caer por un acantilado pero sin llegar jamás a las rocas, podía ver el fondo, veía claramente que se mataría y sin embargo el golpe fatal no llegaba. Normal teniendo en cuenta que no estaba escrito que aquel fuese su final.



No supo cuanto tiempo ni donde estuvo cuando un sonido sordo le devolvió a la vida. Pudo ver al fin las perfumadas sábanas que le habían acogido, la pequeña habitación que permanecía a oscuras, la ventana opacada por una pesada cortina marrón. En una mesita de madera que estaba en el centro de la habitación vio unas vendas desparramadas junto a una botella medio vacía de cerveza una barrita de neón de las que reparten en algunas discotecas. Aquel era el sello indiscutible de su gemelo. La hombría y el desfase. Le parecía ver saltar a su hermano entre la muchedumbre con la barrita verde fosforescente cantando a todo pulmón, o sentado en un escalón besando la boca de aquella perlada cerveza mientras daba órdenes. Todo lo que había allí tenía el sello y el aroma que tan adictivo le resultaba.



Otra vez aquel sonido llegó a sus oídos, era alguien en la cocina. Era Kanon, lo sabía, tenía que ser su hermano. Seguramente pronto iría a verle, a mirar como se encontraba y descubriría que había despertado. Entonces preguntaría que había pasado, a qué había ido a molestarle, cómo se atrevía a buscarle después de lo que intentó hacer. En su memoria la mirada furibunda tras la rejas le atemorizaba.



Cuando falsamente se aliaron con Hades su hermano le miró a los ojos ante la Diosa, no supo que había dentro de esos océanos verdes, pero su gemelo no le tocó, no le habló, ni siquiera intentó golpearle, lastimarle de alguna manera... lo hubiera preferido porque si al menos le quedaba rabia era porque el seguía en su pecho, doliéndole pero con una pequeña posibilidad de restablecer lo perdido.



Al menos hubiera podido hablarle, abrazarle, aunque sus labios le fuesen por siempre prohibidos, sabiendo que estaba enfermo, que su cabeza nunca había marchado bien. Nunca desvelaría su pasión sin embargo deseaba compartir algo con Kanon, aunque fuese como buenos hermanos, se conformaba con estar a su lado, poder verle mientras cargaba su dolorosa cruz en solitario.





Sintió la necesidad de huir pero analizando la situación dedujo que le sería imposible a menos que su gemelo se lo permitiera. Tenía que afrontar la situación, no le quedaba más remedio.



Se incorporó y fue descalzo hasta el umbral de la puerta de la cocina. Allí le vio de espaldas, atendiendo a una tartera gris metálico sin moverse. Tan sólo ver su espalda, su espesa melena azul le inquietaba.



- No deberías estar levantado, perdiste mucha sangre.



No se había girado, ni podía haberle visto de ninguna manera, tampoco podía haberle oído caminar y había camuflado su cosmos. Aquello formaba parte del misterio de Kanon, el parecer saberlo todo.



No sabía que decir, aquella orden no daba mucho margen a queja alguna, su tono firme y frío delataba el resentimiento de ella. No preguntaba por su estado, por los motivos de su llegada, nada. Sólo hacía lo que creyó era su obligación, de hecho unos años antes se hubiera quedado a verle morir desangrado en la entrada de su Pilar. Si al menos su irreverente mirada, que solía delatar lo que sus labios se negaban a decir, le obsequiase con un atisbo de preocupación hubiera dado por bien pagado el mal momento.



- Me siento bien, no te preocupes.



- Sabes que lo último que tu me inspiras es preocupación.



Entonces se giró, para salir de allí sin permitirle ver aquellos ojos con los que había soñado desde siempre. …l se quedó apoyado en la puerta mientras a unos milímetros había pasado su perdición pero no hizo ni dijo nada para detenerle, apenas tuvo fuerzas suficientes para contener las lágrimas.



- Me voy, más te vale no intentar salir de mi casa hasta que yo te de la orden, sería el colmo que me acusasen de haber intentado matarte.



Cierto, había sido al revés. Le encerró como a una rata para que pereciese ahogado, pasó hambre, aun rodeado de tanta agua no podía calmar la sed, tuvo frío, sueño, la sal le habría provocado incontables heridas que escocerían con cada movimiento, los músculos debieron llegar al límite de su resistencia de tanto aferrarse a la vida. Su gemelo pese a no haber ganado la armadura y ser peor considerado que su hermano mayor jamás se planteó traicionarle a él, porque cuando decidió abandonarle a su suerte su réplica le era más leal a Saga que a cualquier Dios del Olimpo. Hubiera compartido la gloria y el poder, Kanon ni siquiera deseaba ser Patriarca, sólo caballero, el puesto principal se lo ofreció a él... para comprarle pero de haberle matado como intentó Saga hubiera podido hacerlo solo.



Quiso hablar, decirle lo que llevaba dentro, lo que le estaba quemando, sin embargo cuando miró hacia donde estaba su hermano el lugar estaba vacío. Se había ido como en las innumerables mañanas en las que se esfumaba entre sus sueños. Caminó por aquel lugar en el medio de la nada. Observando cada rincón, oliendo el aroma que impregnaba el ser de su hermano... de su amado. La palabra amor le dolía, no sólo por lo prohibido sino por el daño causado.



Volvió a acostarse, se escondió entre aquellas sábanas que inevitablemente le recordaban a él. Deseó que aquellos fueran sus brazos, que le aprisionase fuerte contra su pecho pero eso jamás ocurriría. Le recordaban tanto a él que incluso pudo imaginarle acostado a su lado revolviendo sus cabellos.



Las lágrimas fluían libres por sus mejillas, a esas alturas ya no le interesaba ocultarse a si mismo su propia debilidad, ya no era un chiquillo intentando demostrar que era el más macho, maricón para el ya ni siquiera significaba un insulto aunque la palabra incesto e imposible se levantasen ante él como murallas de piedra. Rogaba a su Diosa, oraba con todas sus fuerzas por el perdón, por su amor, por volver a ser un niño que jugaba inocentemente con su hermano, rogaba por arrancarse el corazón del pecho y no volver a sentir. Si al menos el le preguntara el motivo de su visita podría hacer acopio de valor, podría... si el quisiera....



Finalmente el sueño le venció, por muy caballero de Athena que fuese seguía necesitando reposo. Ni si quiera despertó cuando a la hora de comer su hermano volvió y se sentó en un extremo de la cama que Saga ocupaba para no solamente acariciar sus cabellos sino para depositar un suave beso en su frente antes de agitarle levemente y decirle que se levantara a comer algo.





A Saga le sorprendió verle allí, sentado y recostado contra él sin embargo no dijo nada, se levantó y se sentó a la mesa.



Comieron en fúnebre silencio, esperando a que alguno dijese algo, que la evidente pregunta brotase de la boca de Kanon o la respuesta de los de Saga. Hasta que el mayor no pudo más y decidió que ese silencio no le evitaría sufrimiento sino que le ponía de los nervios.





- Gracias... por rescatarme...



- Uhhff...



- ¿ Qué viene a significar ese bufido?



- Significa “ no me jodas, Saga”



- Ah... hubiera preferido un “ de nada”





Kanon volvió a bufar.





- Consideré necesario decirlo, de no haberme recogido hubiera muerto desangrado.



Le miró furioso a los ojos.



- Yo no soy capaz de dejar morir a mi hermano ante mis ojos.



- Lo se... se que no somos iguales aunque podamos parecerlo.



Kanon volvió a fijar sus ojos en el plato antes de hacer una pregunta que le atormentaba.



-¿ Porqué?



- ¿Porqué vine a verte? Pues no lo se... supongo que necesitaba pedirte perdón por todo.



- ¿Y muriendo ante la puerta de mi Pilar te pareció buena idea?



- Cuando decidí venir no estaba herido, lo que si estaba bebido y entonces no se como me corté...



- Que curioso que te hicieras una incisión profunda en una muñeca. Me juego algo a que de no ser tan profunda y haber podido agarrar algo con esa mano tendrías dos tajazos en lugar de uno. Uno por muñeca. No se de que me extraño, no tenías a mano el Niké. ¿ Pretendías que me sintiera culpable? ¿ Qué te llorase? Pues te jodes porque no mereces ninguna lágrima, desangrándote frente a mi Pilar no repararás nada…





- Kanon...no pretendía nada, y no es lo que tu piensas. De hecho sabía que no querrías siquiera escucharme pero tenía que intentarlo.



Le fastidiaba negar lo que había hecho, era cierto, al llegar y ver que no estaba se desesperó y rompiendo la botella que llevaba se cortó apropósito. En el momento le pareció que de esa forma su gemelo podría perdonarle. Sin embargo nada despreciaba más su hermano que los cobardes.



- El caso es, Kanon, que aunque pida disculpas, me sienta culpable el resto de mi vida e intente hacer algo que arregle las cosas jamás nada va a reparar el daño que hice. Puede que para Athena sea fácil perdonarme, es una Diosa pero comprendo que tu no me perdones jamás. No tengo justificación, en aquel momento preferí verte muerto a que te convirtieses en un traidor despreciado por siempre y castigado por los Dioses. Nunca imaginé que me doliera tanto perderte.





- ¿Has venido hasta aquí para contarme una sarta de mentiras?



Aquello le sorprendió. No esperaba una respuesta tan tajante por parte de su hermano en ese tema.



- No lo digo sólo por el trozo de vidrio manchado de sangre y tu herida. Aunque nunca se dijo los dos sabemos el porqué de mi encierro en Cabo Sunión. No querías ser un traidor, no me ayudarías ni permitirías que lastimara a la Diosa, tampoco me hubieras delatado y yo me hubiera largado de allí odiándote... no soportabas la idea de que me fuese... no soportabas la idea de que te odiase. Me preferías muerto antes de saber que podía tener una vida lejos de ti.







- No es eso... mi obligación era delatarte, informar de tu traición. No sólo te hubieran matado sino que tu nombre hubiera quedado manchado por siempre. No podía salvar tu vida pero si tu recuerdo y tu honor. Podrías no ser tan...duro... al final aunque no salvaste la honra si salvaste la vida. ¿ Preferirías que te hubiera delatado? ¿ Qué hubiéramos matado a la Diosa?



- Hubiera preferido que antes de encerrarme para morir ahogado hubieses intentado disuadirme. Que me encerraras, tal vez, pero no para matarme. Confiaba en ti, creía que tu jamás me lastimarías, que siempre estarías a mi lado.





En aquel momento una lágrima rodó por la mejilla del gemelo menor. Saga la miró pasmado estrellarse contra el plato. No esperaba ver llorar a su hermano, no por él ni por aquello. Habían pasado trece años y sin embargo a una pequeña parte de Kanon todavía le dolía, todavía era alguien para él.



No supo como ni cuando pero se descubrió rodeando a Kanon con los brazos, apretándolo fuerte contra si como deseaba que hiciera el otro. Siempre había sabido que bajo el exterior duro de su hermano se escondía un buen muchacho que lejos de ser de acero sentía con una intensidad tremenda y se guardaba todo dentro.



El gemelo menor le devolvió el abrazo con tanta fuerza que casi no le dejaba respirar. Se acurrucaba en su pecho intentando alejar todo lo que se había arremolinado en sus pensamientos.



- Saga...¿alguna vez has deseado con toda tu alma algo que sabías que era imposible y además sabías que estaba mal?



- Matar al Patriarca y hacerme con su lugar.



- Eso no era imposible.



- ¿ Qué podría parecer más imposible que eso?



No creía necesitar la respuesta, sabía que Kanon pensaba que eso era perdonarle.



- Kanon, no te pido que me perdones de repente y sin más, te pido la oportunidad de demostrarte que puedo ser el hermano que tu pensabas que jamás te iba a fallar.





- No lo entiendes... yo no quiero que seas mi hermano...



En ese momento el menor se separó del abrazo y torció la cabeza hacia el lado opuesto del lugar.



No alcanzaba a comprender aquellas palabras, ¿ A qué se refería? ¿ A que no quería perdonarle o... a qué?



Tomando con una mano su rostro le obligó a mirarle una vez más. No vio odio, ni rabia, no pudo discernir lo que pasaba por la cabeza de su hermano pero sabía que no había resentimiento como para decirle que no le perdonaría más. Veía cariño, como siempre sus esmeraldas le traicionaban. Sus labios temblorosos le llamaban, rojos como el carmín.



Estando demasiado cerca de ellos pronunció las palabras más dolorosas de su vida.



- ¿ De verdad no puedes perdonarme?





Kanon titubeó un segundo.



- Es que ya te he perdonado, a veces puedes amar y odiar a alguien al mismo tiempo pero basta un hecho que te recuerde porqué le amabas para que todo vuelva al principio y yo te quiero demasiado, tanto que no es sano quererte así.



¿Kanon quería decir lo que el pensaba? ¿ Acaso los dos habían estado sufriendo por lo mismo? No podía ser, no podría creerse que los dos estuvieran totalmente enfermos.

Si interpretaba bien aquellas palabras y su hermano sentía lo mismo se quitaría al fin aquella cruz, si no era eso lo que había querido decir le sacaría de su Pilar a hostia limpia y jamás le volvería a dirigir la palabra.



Acarició su mejilla suavemente, no estaba en absoluto seguro de nada pero aún así posó sus labios suavemente sobre los suyos, probando al fin el sabor de aquellas apetecibles fresas. La reacción no se hizo esperar, Kanon se echó rápidamente hacia atrás apartándose de aquel contacto.



“ Ya está, la he cagado y va a matarme”



No, no fue así. Su hermano seguía mirándole espantado aunque sin decir nada. En unos segundos relajó sus músculos y acercándose le devolvió el beso. Lo que de principio había sido un tímido beso pronto se convirtió en una apasionada caricia que les hizo arder. No sólo los besos sino también la ropa voló en aquella cocina dejando por fin al descubierto no sólo sus cuerpo sino sus almas y el amor torturante que llevaban dentro.







La mañana siguiente arropado por los brazos de Kanon, notando al fin el olor de la persona que amaba impregnando su piel se dijo a si mismo que el pasado al fin había quedado atrás y que nunca en su vida había sido tan feliz.

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