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Rosa de Cristal por Dayna Kon

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Notas del capitulo: el tercer capitulo...no me demanden por trauma -.-
 

Era de mañana en Ciudad cristal. Un joven rubio de ojos verdes, caminaba entre extensos pasillos de gran cantidad de puertas, luz opacada y ecos sonoros producidos por el roce de sus zapatos con contra el suelo pulido. Por fin termino por llegar a una habitación en particular: la alcoba del príncipe heredero.

-¡Good morning! -gritó su saludo Matsuri, cuando abrió de golpe la puerta. Revisó detenidamente la elegante, pero juvenil habitación, con la mirada, hasta divisar un bulto sobre la cama de cobertor azul celeste de tela holandesa, que cubría la cama de techo. -oye, Sora, despierta. Es un nuevo idea, ya son las 8:00 -abrió las cortinas, del mismo color del cobertor, para dejar pasar la luz solar. -Tenemos mucho que hacer hoy, príncipe holgazán.

Ante la falta de respuesta, descubrió el bulto, para sólo enterarse de que no era Sora, sino el enorme elefante rosado que tenia el peliazul desde los ocho años; Toshizou.

 

Matsuri salió a prisa de la alcoba; Sora no acostumbraba levantarse temprano a menos de que algo malo pasase o algo lo inquietara. Aquello era preocupante. El futuro conde le tomo mucho buscar, encontró al ojiceleste en el comedor desayunando solo. 

-Sora, al fin te encuentro -se sentó en la silla de al lado -¿Por qué te levantase tan temprano?, ¿Te volvió a pedir una audiencia privada Kasumi-san? 

-No -negó mientras daba vueltas a su cuchara dentro de un tazón de avena holandesa. Recargaba su mentón sobre la palma de su mano y sus ojos vagantes se posaban sobre el movimiento de la avena con miel.

-¿Te pasa algo?

-Nada.

-Buenos días, Matsuri-san, ¿desea desayunar? -irrumpió Yumiko, con un tazón de avena holandesa sobre una bandeja.

-Buenos días, Yumiko-san. Y...claro, me encantaría. 

La ama de llaves dejó el tazón sobre la mesa -Con permiso -hizo una reverencia y regresó a la cocina.

-Esa cara no es normal. No es triste, no es nostálgica, no es de preocupación; es, más bien, de inconformidad -miró a Sora y después sonrió- es por Nao-kun, ¿verdad?

-¿De veras te lo digo? -cuestionó pese al conocimiento de Matsuri sobre la respuesta.

-Sería formidable.

-Pensaba que podíamos ir a verlo, para tratar de que esta vez acepte. No quiero estar en deuda con él.

-Claro que iremos, después de desayunar.

-Buenos días, Matsuri-chan, Sora-niichan -saludó el pequeño Sei tomando asiento al  lado derecho de su hermano.

-Buenos días -devolvieron los mayores el saludo. 

-Buenos días, Sei-san -se le acercó la ama de llaves con otro tazón de avena en la misma bandeja.

-Buenos días, Yumiko-chan -regresó el saludo, el más joven.

-¿Desea desayunar, Sei-san?

-Sí, por favor.

Yumiko dejó el tazón de avena sobre la mesa.

-Con permiso -hizo su reverencia y salió del comedor, hacía el recibidor del palacio.

-Delicioso; avena holandesa con miel -pensó Sei en voz alta, pero después recordó lo que eso podía significar-: ¿quién pidió que hicieran esto de desayunar?

-Sora -aclaró Matsuri.

-Me lo temía -suspiró un poco desilusionado- cuando Sora-niichan pide precisamente esto para desayunar es porque algo malo le ocurre. ¿Qué paso con el chico de los cabellos rosados? -preguntó mientras revolvía la miel en la superficie de su avena.

-Digamos que no muy bien -Matsuri mostraba un poco su decepción. Después, más animado, añadió-: pero conseguí una hermosa fotografía -le mostró la bella imagen tomada el día anterior.  

-Wow, Sora-niichan se ve muy lindo con el chico de los cabellos rosados- los ojitos azules del príncipito brillaban al ver la encantadora imagen. Su idea seguía siendo la misma <>.

-¡Maldito Matsuri, dame eso! - las mejillas del heredero al trono se encendieron de un color carmín, mientras trataba de arrebatar la fotografía de las entrometidas manos del rubio, quien parecía no hacer un esfuerzo por esquivar los intentos de arrebato.

-Matsuri-chan -lo miró el menor de los Hashiba con una gran sonrisa- cuando vayan con el chico de los cabellos rosas, ¿Sei puede ir con ustedes?

-Claro que sí, Sei-kun -aceptó guardando la fotografía entre sus ropajes.

-¡Genial!, ¡Sei conocerá a la bonita esposa de Sora-niichan! -la alegría de Sei hizo que el rubor en las mejillas de Sora se intensificara.

-¡No va a ser mi esposa, Sei!

-¿Por qué? -cuestionó con una mueca de inocencia pura, como la de cualquier pequeño de diez años.

-Porque es hombre, porque no me agrada y porque me detesta.

-Jamás conseguirás una esposa más adorable que él.

-Sei, ya basta, no quiero hablar más del asunto -se cruzó de brazos dando por terminado el encuentro.

-Disculpen...-interrumpió la ama de llaves.

-¿Qué sucede, Yumiko-chan? -le preguntó el joven Hashiba.

-Kano-san ha venido a verles, y viene acompañado de una jovencita.

-¿Una jovencita? -Sora y Matsuri se miraron. En sus cabezas apareció un remoto pensamiento de quien podría ser.

-¿Los hago pasar? -preguntó Yumiko, algo dudosa ante la expresión de los muchachos. 

Sora asintió con la cabeza.

Yumiko hizo la reverencia y salió con dirección a las rejas del castillo.

-¿Creen que sea el chico de los cabellos rosados el qué viene con Kano? -les preguntó el más pequeño, pues se avía percatado de la mirada entre sus mayores.

-Pues Kano esta quedándose con Nanami-chan mientras Ayano-chan esta en la frontera. Fujimori tambien se esta quedando en casa de Nanami-chan, a si que seria lo más obvio -trató de explicarse el príncipe mayor, un tanto inquieto.

-En caso de que sea Nao-kun, tendré la cámara lista -sentenció el rubio con orgullo- eh... pero, Yumiko-san dijo que era una "jovencita". Y además, ¿Nao-kun no debería estar trabajando?

-Sí; pero todos confunden a Fujimori con una chica. Y, ¿quién podría ser además de él?

Matsuri y Sei se quedaron pensativos; era de las pocas veces en que una respuesta de Sora tenía lógica.

Yumiko hizo una seña al portero de la reja que dejase pasar a Kano y a su acompañante. Los tres caminaron a través del amplío y hermoso jardín delantero del castillo hasta llegar a las grandes puertas de la construcción. Abriéndolas les permitió el pase al interior del palacio.

-Esperen un momento por favor, enseguida llamare a mis señores -indicó la mujer al dirigirse de nuevo al comedor.

-Parece que ese príncipe idiota nos ara esperar -le dijo el pelirrosa a Kano, aunque realmente parecía que quería repetirse aquello a sí mismo.

 

Nao dejo de pensar en ello para concentrarse en su alrededor: un recibidor de fachada gótica italiana; una alfombra larga y roja que se extendía desde la entrada hasta una escalinata de color mármol, como el piso. La escalinata unía dos escaleras que subían por los brazos de la habitación, como un pasamanos chapado en oro. Sobre el descanso de la escalinata había, en el techo, un candelabro de cristal y piedras preciosas. Lo más llamativo del recibidor era una representación de tres escenas que decoraban el techo de la capilla Sixtina en Italia: "la creación", "la unión del hijo con el espíritu santo" y "el juicio final", la magnifica obra del difunto Miguel Ángel Buonarroti.

-Es magnifico -calificó el ojirrosa maravillado de lo que sus ojos veían- si así es el recibidor, no puedo ni imaginar como será el resto del castillo.  

-Disculpen -llamó su atención Yumiko, quien avía regresado en compañía de los magistrados solicitados- los jóvenes aceptaron verles.

-Buenos días -saludó Sunao, haciendo una reverencia junto con Kano.

-Buenos días -saludaron en unísono el hijo del conde y los dos príncipes.  

-Ya puedes retirarte, Yumiko-chan -indicó el hermanos mayor de los Hashiba.

La ama de llaves siguió la orden tras repetir la acción de Fujimori.

-Hola, Nao-kun -se le acercó el rubio, esperando que así el nombrado se sintiera más cómodo -entonces sí eras tú el que venía con Kano-kun -se puso a la altura del niño para saludarle.

El infante se oculto tras el pelirrosa. No había pasado mucho, pero Kano había tomado una gran cariño y confianza por él.  

-Wow, ¡que chico tan adorable! -exclamó Sei tras ver a la visita de arriba a bajo. -eres muy lindo. ¿Cómo te llamas?, ¿vives con Nanami-chan?, ¿de donde vienes?, ¿cuántos años tienes?, ¿usas pupilentes?, ¿ese es tu color natural de cabello?, ¿quieres ser la esposa de Sora-niichan? 

Sunao suspiró tratando de no desquiciarse ante la ultima pregunta -mi nombre es Fujimori Sunao, sí, Ciudad Orquídea, diecisiete años, no, sí, jamás.

-¡Sei, deja de decir tantas tonterías! -reprendió el peliazul más molesto que sonrojado.

-No me culpes, sólo digo lo que quiero, Sora-niichan.

-Oh cállate, Sei.

-Eres grosero, Sora-niichan. A todo esto, mucho gusto, Nao-chan, yo soy Hashiba Sei -abrazó al muchacho de golpe, cosa que sorprendió a Sunao un poco.

-No te preocupes, Nao-kun; Sei-kun es así de cariñoso con la gente linda -le aclaró Matsuri entendiendo la situación de Nao con total perfección.

Fujimori sonrió dando a entender que comprendía la situación.

-Como quisiera que Shina y Kitamura estuvieran aquí para verte, Nao-chan -separó su cabeza del cuerpo del mayor con una enorme sonrisa.

En aquel instante, Yumiko cruzo el recibidor hasta la entrada del castillo, parecía ir a la reja de la entrada. A los tres magistrados les pareció algo extraño que pasara por el recibidor sin ser llamada. Sus dudas se despejaron cuando regresó al recibidor acompañada de Yoshihiro, Gaku, Shina y  Kitamura; no había necesidad de anunciarlos, a ella y a él portero les era muy claro que debían hacer al ver llegar a esas visitas.    

-¿Necesitan algo más? -preguntó la mujer de los ojos verdosos, con una sonrisa bastante atractiva.

-No, gracias. -respondió Sora.

Yumiko volvió a hacer una reverencia para después subir las escaleras; un largo día de trabajo estaba por comenzar.

-Buenos días -saludaron los recién llegados a la vez.

-Buenos días, chicos -saludó Matsuri por parte de todos.

-Wow -pronunció Sei atónito- debo usar este poder para el bien -dijo refiriéndose a lo ultimo que avía dicho antes de llegadas las visitas.

Matsuri y Sora rieron, siendo de los únicos que sabían lo que avía dicho.

-¡Shina!, ¡Kitamura! -tomó a Sunao de la mano llevándolo hasta ellos- miren, este es el chico de los cabellos rosados; Nao-chan.

-Es muy lindo, parece una chica -el pelirrojo se fijo más en los colores naturales del muchacho, que en los detalles que lo asían distinguirse de una mujer. -hola, soy Fuuta Kitamura.

-Mi nombre es Ren Shina, mucho gusto -se presentó el más bajo de los tres.

-Un placer. Yo soy Fujimori Sunao -siendo pocos los instantes, Nao pudo notar las diferencias y similitudes de los infantes; se veía que cada uno era un poco más tranquilo que el anterior; pero, con tan solo observar sus rostro alegres y llenos de vida, se podía entender que los tres eran traviesos, felices, inocente y amantes de los problemas.

-A si que este es el chico que ayudo a Sora-senpai -dijo Gaku mirando al ojirrosa con interés.

La sonrisa de Sunao fue cambiada por un seño fruncido y un entrecejo levemente arrugado -¿quiénes son ustedes? -su pregunta se dirigió a los que faltaban de presentarse.

-Ichikawa Gaku.

-Hano Yoshihiro, mucho gusto.

-Esos apellidos...son de vizcondes, ¿verdad?

-Así es -afirmó Shina, sin percatarse en la indiferencia proveniente de las palabras del pelilargo- ellos son Gaku-chan; hijo del vizconde y la vizcondesa Ichikawa.

-Y el otro es mi hermanastro; Yoshihiro-chan -le siguió Kitamura- hijo del vizconde Hano y ahora hijo de mi mamá; la vizcondesa Fuuta, aunque creo que ahora es la vizcondesa Hano, o algo por el estilo...bueno, ustedes me entienden.

-Entonces ellos no son vizcondes actuales -recalcó Sunao, inseguro.

-Al menos no hasta que sus padres se retiren.

-Ya veo -suspiró después de escuchar la confirmación de Fuuta. Instantáneamente, volvió a sonreír- de ser así...mi nombre es Fujimori Sunao, encantado de conocerles, Ichikawa-san, Hano-san, Fuuta-san, Hashiba-san, Ren-san.

-Eso suena muy feo, Nao-chan -el príncipito se cruzó de brazos-  si vamos a ser amigos, llámanos por nuestros nombres, ó, ¿no quieres ser nuestro amigo?

-Me encantaría -sonrió argumentando su respuesta.  

-También vino Kano -Shina hizo notar la presencia del más pequeño de todos.

-¿Quieres jugar con nosotros Kano? -preguntó Sei.

Kano asintió tímidamente mientras se aferraba un poco a su conejito de felpa. 

-Entonces juguemos en el jardín -Sei tomó a Kano de la mano y los cuatro pequeños salieron corriendo al lugar nombrado.

-¿Qué les parece si salimos a tomar té al jardín?. Sirve de que conozcamos un poco mejor a Nao-kun -sugirió el rubio de ojos verdes.

-Eso sería genial, ¿no lo crees, Fujimori-senpai? -preguntó Ichikawa buscando una afirmativa por parte de Nao.

-Por mí no hay problema, tengo trabajo hasta más tarde. Además me vendría bien una taza de té.

 

Los muchachos salieron al jardín del palacio. Había menos nieve que el día anterior, dentro de unos cuantos meses pasaría la temporada de nevadas y volverían a florecer los cerezos. Se sentaron en un juego de mesas y sillas color blanco algo opacado por los años. Tan sólo unos minutos después otra sirvienta tajó una bandejita de panecillos y les sirvió la esperada bebida en un juego de té victoriano, "Foley", color jade, de bordes dorados y textura liza.

-Gracias, Kaoru-chan -agradeció a la sirvienta, quien usaba un uniforme diferente al de Yumiko; era de color azul cielo y sin el encantador gorro-pañuelo de color arena.

La sirvienta de ojos y cabello oscuro izó una reverencia y regresó al interior del castillo.

Los mayores tomaron una taza entre sus manos.

-Té negro -afirmó Sunao al percibir la esencia que despedía el liquido desde la taza que sostenían sus delicados dedos. Le dio un sorbo y añadió-: con un toque de jazmín, sabe muy bien.

-¿Cómo puedes saber eso con solo olerlo? Yo reconozco el tipo tras saborearlo un par de veces -dijo Ichikawa sorprendido.

-Eso es porque mi padre fue dueño de unas tierras en Ciudad Orquídea. En esos terrenos se cosechaban distintas clases de hiervas utilizadas en la elaboración de té. -explicó, mientras sus ojos se dedicaban a divisar el humo que despedía el liquido oscurecido.  

-¿Vienes de Ciudad Orquídea? -preguntaron Hano y Gaku con un brillo de maravilla en los ojos.   

Sunao asintió con la cabeza.

-Eso es genial. He escuchado mucho de Ciudad Orquídea -seguía Gaku. Debido a ala guerra no salía mucho de lo limites de Ciudad Cristal. Y por más majestuosa que fuera Ciudad orquídea, tambien era un lugar peligroso; se encontraba en los limites de Barasuishou, a la frontera con Suigintou- ahora que estas viviendo en Ciudad Cristal, ¿dónde estudiaras este semestre?

-En ningún lado. Cuando me vine a Ciudad Cristal traje conmigo libros de onceavo grado. Estudio solo de todos ellos.

-Pareces ser un chico muy dedicado, Nao-kun.

-Eso es realmente interesante, Fujimori-senpai -le siguió Hano a Matsuri- ¿quiénes son tus padres, ¿en que trabajan?

-Mis padres son Fujimori Naoji y Fujimori Suiseki. Como ya dije: mi padre tenia tierras donde cultivaba hierva para té. Mi madre es educadora en un jardín de niños y ama de casa.

-¿Qué quieres decir con "era"?, ¿tu papá ya no trabaja en eso?

-No -negó con un murmullo. Parecía ser que aquello le incomodaba bastante.

-Volvamos al hecho de que vivías en Ciudad Orquídea -remarcó Ichikawa llevándose un panecillo de fresa a la boca. -He escuchado mucho y visto muchas fotografías de esa ciudad. Crecen orquídeas y rosas preciosas, todo esta muy bien cuidado, y la construcción de las casas es de fachada exterior holandesa. ¿cómo es vivir en un lugar tan bonito como ese? 

-No era diferente a como lo describes; todo era hermoso, ordenado, alegre, pacifico, todos eran amables, todo era perfecto -su voz se torno nostálgica; pero no parecía ser únicamente por haber dejado atrás su lugar de nacimiento.

-Suena increíble ¿Por qué te fuste de un lugar así?

Sunao abrió los ojos de golpe, provocando una ligera dilatación en sus pupilas. A su mente volvían esos horribles recuerdos y feas razones que lo avían llevado  a irse lejos de la ciudad que lo vio nacer, que lo vio crecer. De sus ojos se asomaron pequeñas lagrimas que no quería dejar salir; el dolor era demasiado. 

-Me...me tengo que ir -el pelirrosa se levantó de la silla, evitando a toda costa que su mirada chocara con la de alguno de los presentes- vamonos, Kano-kun -le extendió los brazos.

El niño corrió hacías Nao auque eso significara dejar inconclusa una guerra de bola de nieve.

Sunao incorporó al pequeño en uno de sus brazos.

-No te vayas, Nao-kun. Quédate un poco más -pidió Matsuri.

-De verdad, tengo que irme -replicó en un tono de escasa desesperación.- muchas gracias por todo, aprecio su amabilidad.

-¿Qué te ocurre, Fujimori? -le preguntó Sora.

-No es algo que le incumba -finalizó secamente al regresar al castillo; el sabría como hacer para poder salir de ese enorme lugar.

-¿Qué paso?, ¿dije algo malo? -preguntó Ichikawa, incrédulo de la extraña actitud del pelirrosa.

-La reacción de Nao-kun fue bastante extraña cuando le preguntaste la razón de que se hubiera ido de Ciudad orquídea. -Matsuri pensó un momento- ¿creen que haya pasado algo malo?

El resto de los muchachos guardaron silencio, no tenían la más mínima idea de que decir o pensar de la actitud que había tomado el ojirrosa ante los apellidos, ante las identidades, y ante las preguntas.

-¿A dónde fueron Nao-chan y Kano-kun? -les preguntó Shina, acercándose a la mesa junto con sus amigos. 

-Ya regresaron a casa de Nanami-chan -explicó Sora.

-¿Qué le hiciste a Nao-chan, Sora-niichan? -preguntó Sei, pues conocía perfectamente el desagrado de su hermano hacía Sunao.

-Yo no le hice nada -respondió indignado.

-¿Seguro?

-Sí, yo no le dije nada malo a Fujimori.

-Eso espero, Sora-niichan -Sei lo incriminaba con la mirada, aún sabiendo que Sora no se hubiese atrevido a correr a Sunao del castillo; simplemente le era divertido casar de quicio al príncipe heredero.

 

Sunao y Kano caminaban por las, ligeramente, nevadas calles de Ciudad Cristal. Al mayor de ambos le era muy incomodo aquello a causa de las acosadoras miradas que recibía por parte de los jóvenes habitantes desde que avía llegado a esa gran ciudad. Pocos sabían que él era un chico, pero aún de esa manera, esa misma gente no podía dejar de mirarlo con lujuria e inconscientes fantasías.

-Detesto llamar la atención de esta forma -Nao enfocaba su vista hacía la blanca capa en el suelo, trataba de esquivar los numerosos ojos acosadores.

-Nao-chan -lo nombró Kano deteniendo su caminar, con un poco de fuerza en la manita que tomaba la del muchacho.

-¿Qué te sucede, Kano-kun? -preguntó mirando los grandes ojos de la criatura que abrazaba tiernamente a su conejo rosado.

-¿Por qué nos fuimos? Yo me divertía -preguntó, quizá aquella era la oración más larga que le avía escuchado en su vida.

-Es que tengo trabajo que hacer -siguieron caminando, en unos momentos de silencio.

-Dijiste más tarde.

Sunao entendió a lo que se refería -es que... decidí adelantarme...

-¿Por qué?

-Eh...no, por nada en especial ¿Quieres que te lleve en mis hombros? -le extendió los brazos tratando de que el menor olvidara el asunto.

Kano asintió con la cabeza, acercándose al chico.

Sunao sentó al niño en sus hombros.

Caminaron hasta llegar a la entrada a casa de Nanami. Donde el susodicho barría el área usando su adorable suéter anaranjado.

-Hola otra vez, Nanami-chan -se le aproximó el pelirrosa, bajando al niño en al suelo.

-Fujimori-kun -pronunció algo desconcertado al mirar a través de la entrada al consultorio; sus ojos se avían posado en las manecillas de un reloj que marcaba las 10:00 de la mañana- ¿por qué volvieron tan pronto?

-...-Sunao miró el mismo reloj. Y era cierto; llegó al castillo a eso de las 9:35. La conversación le avía traído esos recuerdos y no podía seguir en ese lugar. -es que pensé que sería mejor empezar mis trabajos más temprano. Además Kano-kun ya debería haber desayunado -le dio al niño de la mano.

-¿No te quedas a desayunar algo?

-No, gracias, debo irme -entró al consultorio y salió con su mochila negra en la espalda- nos veremos más tarde, Nanami-chan, Kano-kun. -Sunao se despidió con la mano y una sonrisa forzada en los labios, les dio la espalda  se fue con dirección a su primer trabajo.

 

En el amplio jardín del esplendoroso Castillo de cristal. El pequeño grupo de magistrados se avía separado. Cada uno regresó a sus respectivas mansiones, para desayunar; ninguno de sus nobles padres sabían que sus hijos avían salido de casa, y mucho menos que avían ido de visita al palacio. 

-¿Qué vamos a hacer? -preguntó Sora, reclinándose en su silla.- hay que buscar la forma de hablar con Fujimori sin que me diga: "no le incumbe", o sin que se altere por cualquier comentario.

-¿Cómo piensas hacer eso, Sora-niichan? -cuestionó Sei, mordisqueando un panecillo de chocolate.- No parece que a Nao-chan le agrades mucho.

-Sei-kun tiene razón; la apatía entre ustedes nos dificulta nuestra misión -Matsuri intentaba buscar una solución al simple pero frustrante dilema. 

-Esta vez no fue culpa mía, fue de Ichikawa -Sora arrugó el entrecejo, dejando evidente su desagrado por el comentario.

-Es cierto -dijo el rubio, reaccionando ante lo ultimo dicho.- Me pregunto que habrá sucedido en Ciudad Orquídea como para que Nao-kun reaccionara de esa manera.

-Matsuri, ya te lo he dicho, sobre varios temas: "no es tu asunto". Si quieres saberlo, pregúntaselo al que lo sabe. En este caso, te pido que cuando menos esperes hasta que logremos convencer a Fujimori.

-¿Y cómo haremos eso?

-Tú eres el de las ideas.

-Sí, pero, por extraño que se escuche, no se me ocurre nada.

-A mí se me ocurre... conseguir a alguien que nos ayude, alguien que tenga la suficiente influencia y delicadeza como para convencer a Fujimori.

-¿Hablas de Nanami-san?

-No creo que sea lo suficientemente insistente como para convencer a Sunao -interrumpió el general de división absoluta, sentándose en una de las sillas, tras escuchar la suposición de Matsuri.

-Buenos días -le saludaron los menores de edad.

-Buenos días -regresó el saludo.

-¿Qué quisiste decir con que Nanami-chan no es lo suficientemente insistente? -le preguntó Sora.

-Conozco a Nanami desde que éramos unos niños; él es demasiado sensible y dulce como para ocultar su preocupación y tristeza bajo una mascara de insistencia y dureza.

-Sí -asintió el príncipito- Nanami-chan es muy buena persona.

-¿Y qué se supone que hagamos con Fujimori, si no podemos recurrir a quien es su madre suplente? -recalcó el príncipe heredero.

-Eso ya lo pensé -Shinichiro sonaba convencido y despreocupado- hable con Kasumi respecto al caso de Sunao y la propuesta que le hicieron. Esta interesada.

-Kasumi-san es la persona perfecta -exclamó Matsuri.

-¡Sí!, mi mamá es bastante sutil y puede convencer a quién sea de lo qué sea -siguió Sora- sólo es cosa de convencer a Fujimori de venir al castillo otra vez.

-¡Sei quiere ir, Sei quiere ir! -gritó emocionado el menor.

-No puedes venir, Sei -negó el ojiceleste, levantándose junto con Matsuri. -Te quedaras aquí a esperarnos.

-No. Sei no quiere quedarse, Sei quiere ir. Matsuri-chan lo prometió durante el desayuno. Además, yo se a dónde fue Nao-chan, para su primer trabajo.

-¿Cómo puedes saber eso? -Sora no estaba muy convencido.

-Fácil...-se levanto de un salto- Kano me lo dijo.

-Entonces dínoslo.

-Sólo si llevan a Sei con ustedes.

A Sora no le agradaba en absoluto el hecho de que su hermano menor fuese lo suficientemente astuto para manipularlo de esa manera.

-Ustedes encárguense de traerlo y yo de lo demás finalizó Minato, internándose en el castillo.

-Ahora dinos: ¿dónde está Nao-kun?- pregunto Matsuri a Sei.

-Sencillo: en la Catedral de Cristal.     

 

La nieve que había caído durante la noche, debía ser retirada de la escalinata de la catedral. Pero el trabajo principal de ese día sería el pulir las chimeneas del órgano de la iglesia. El pelirrosa estaba en el pequeño balconcillo superior, exclusivo del voluptuoso instrumento.

-¿Por qué?...¿por qué tenían que hablar de ciudad orquídea? -se preguntaba para sí mismo en un ligero murmuro- ¿es que acaso el haberlo vivido no es suficiente tortura?, ¿cuánto tiempo más voy a recordarlo?,  ¿no puede simplemente desparecer de mi mente? Todas esas personas, sus vidas.

Nao se lamentaba con el menor ruido posible que pudiesen emitir sus cuerdas vocales, mientras frotaba una franela cubierta de aceite abrillantador, sobre las chimeneas bañadas de plata.

-Sunao-kun- nombró Chris, tras subir las escaleras hasta el balconcillo -¿ya terminaste de... ¿te ocurre algo? -la primera pregunta del joven obispo se vio interrumpida, al percatarse de la nostálgica expresión en el rostro del chico.

-...No me ocurre nada- sonrió forzado.

-¿Estas seguro?- insistió Chris. Podría ser un adolescente, pero el hecho de escuchar confesiones y dar consejos, había agudizado su percepción emocional de una forma incomparable.

-¿Qué ibas a preguntarme primero, Chris-san?

-...- lo miró inconforme, mas Chris no estaba dispuesto a forzar a Nao a contarle algo que, visualmente notorio, le incomodaba -iba a preguntarte que sí ya habías terminado con la escalinata.

-Sí.

-Eres muy rápido.

-No es nada, simplemente use menos jabón, y basto con una cubeta de agua.   

-Eso es de utilidad. ¿Necesitas ayuda?

-No, gracias. Este es mi trabajo. No quiero tener que ser la carga de otra persona más.

-Escucha, se que te prometí no hablar de esto, a menos que tu iniciaras la conversación. Me hablaste de lo que ocurrió en Ciudad Orquídea, el motivo que te trajo a Ciudad Cristal, y puedo suponer lo difícil de la situación, pero quiero que sepas...

-Te lo dije como secreto de confesión porque necesitaba desahogarme -bajó la mirada, y con una voz entrecortada continuó-: paso hace seis meses, ¿cuánto más tendré que sufrir al recordarlo? No necesito hablas más de esto, no necesito seguir dependiendo de otros para superarlo, no necesito pensar más en esto. No fui el único afectado y no quiero hacerme ver la victima de todo el asunto, siendo que muchos tuvieron un destino peor, destrozando a personas que los amaban. Siempre a sido igual; la gente cree que porque me veo frágil necesito de la lástima y protección de otros, pues no es así.

-Lo entiendo. Perdona mi imprudencia.

-Descuida. Si hablaste de esto, es porque estas preocupado por mí -levantó la mirada para ver las chimeneas que pulía.

-Quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites -Chris intensificó esa delicadamente bella, pero tétrica sonrisa que siempre ha estado grabada en su pálido rostro.

-Gracias- lo miró con una sonrisa un poco menos forzada.

-Sunao-kun, ¿puedo preguntarte algo?

-Claro.

-Tú y Sora-san no se agradan mucho, ¿verdad?

-¿Lo notaste? -dijo sarcástico. Siquiera pensar en Sora lo molestaba.

-¿Qué paso entre ustedes para llevarse mal? Tengo entendido que apenas lo conociste hace dos días.

-No paso nada importante.

-Pues no creo que para que te desagrade alguien que conociste durante unos minutos, no halla pasado algo trascendental. ¿Es por eso de que te dijo "chica".

-No, tengo un motivo más personal.

-Comprendo- suspiró- Si me necesitas estaré frente al altar; necesito revisar los pasajes del sermón de hoy. -el hijo del cardenal bajó cuidadosamente las escaleras.

 

Chris llegó a la parte inferior de la catedral, la catedral de Cristal era uno de los monumentos arquitectónicos más hermosos de todo Barasuishou. Interior y exteriormente era esplendorosa; tras el atrio de la entrada, había dos filas de bancas que se extendían hasta el altar principal, dejando entre medio un gran pasillo. Entre las sombras se divisaba una interesante variedad y distribución de estatuas religiosas de color negro opaco; esos santos y personajes bíblicos destacados representándose de manera muy humana, el balconcillo del órgano,  un confesionario de roble negro, el sólo pensar en entrar a él provocaba el miedo de cualquiera. Por los techos surcaba una bóveda de crucerías y arbotantes chapados en oro, de gran profusión y elaboración de molduras que terminaban en llaves talladas con maravillosa finura, de las que colgaban candelabros hechos de cristal blanco. Columnas y arcos recubiertos con una decoración cargada. Las decoradas vidrieras permitían el paso de una escasa cantidad de luz a través de los rosetones y cristales de colores  que terminaban por crear un ambiente de misterio y solemnidad. No se permitía una gran cantidad de luz a modo que sólo existía la iluminación natural traspasante por los cristales y las pocas velas que alumbraban el sitio, pero sí permitía el suficiente vacío hacía el techo para ser escuchados los ecos de cualquier clase de sonido. Lo menos notorio era una puerta de caoba, cercana al altar; aquella puerta conducía a las torres del campanario. El sitio era bastante tenebroso, sobre todo de noche, quizá era esa la justa razón por la cual a Chris le encantaba pasar la mayor parte de su tiempo dentro.

 

El muchacho empezó a revisar los pasajes bíblicos que había elegido para el sermón religioso de ese día. Más que pensar que no era del todo buena idea mezclar pasajes del libro de génesis con pasajes del libro de Deuteronomio, su mente se fijaba en Sunao. Le sorprendía bastante ver al pelirrosa en una actitud tan atenta, dedicada y casi siempre con una motivadora sonrisa en los labios; tras haber vivido algo tan duro para cualquier persona. Su caso era un claro ejemplo de fortaleza.

 

Se escucho el débil eco de unos cuantos pasos entrar a la catedral. Los ojos violeta de Chris, se toparon con la imagen de tres jóvenes magistrados asomar sus cabezas por  el lado izquierdo del atrio. Se quedaron mirándolo hasta que Matsuri se decidió por dejar ver un poco más su persona.

-Buenos días, Chris-kun- saludó.

-Buenos días- simplemente, regresó el saludo.

-¿Podemos pasar?

-Por supuesto, eso no se pregunta- el pelinegro se levanto de los escalones al altar, para poder recibirlos.

Los tres usaban para cubrirse, ropas informales adecuadas para la temporada. Se acercaron hasta Chris para verle más de cerca.

-¡Hola, Chris-chan! -gritó Sei do de ver al joven obispo.

-Hola, Sei-kun, Sora-san, Matsuri-san.

-¿Cómo estas?- preguntó Sora.

-Como siempre; ajetreo, falta de tiempo, hablar de una nueva historia para alimentar la fe de las personas en un libro inexacto, con el simple fin de hacer feliz a mi padre. -pausa- pero... ustedes no vienen a ver como estoy, ¿cierto? Ni siquiera vienen a verme a mí- los tres magistrados no dijeron nada, sólo lo miraban expectantes- ¿me equivoco?

-¿Cómo sabes eso?

-Digamos que tengo un sexto sentido para percibir cosas. Y si mi sexto sentido no me falla, vienen a hablar con Sunao-kun.

-Vaya, admiro tu sexto sentido, Chris.- sonrió el peliazul.

Ese era uno de los tantos rumores que rodeaban a Chris: "un sexto sentido", heredado por su madre, una bruja. Claro que a veces parecía extraño que Chris supiera cosas que no eran contadas con exactitud, pero hay de coincidencias a inteligencia. A muchas personas les gustaba tomar simples sucesos para  molestar al hijo "mal nacido" del cardenal.

-¿Nao-kun esta aquí? -preguntó el rubio aún cuando la respuesta parecía ser obvia.

-Sí, esta puliendo el órgano- señaló el balconcillo, sobre el área del atrio.

Los tres voltearon la mirada hacía el instrumento musical, mas Sunao no estaba ahí; se había ocultado tras el órgano.

El pelirrosa había escuchado todo; desde el momento en que fueron producidos lo ecos de los tenis al entrar a la construcción, hasta el momento en que dijeron que venían buscándolo.

-No quiere vernos- susurró Matsuri, al oído de Sora.

-Yo me encargo- respondió con el mismo método.

 

Sora se acercó cuidadosamente hasta la escalera. Subió cada escalón de la misma manera, hasta llegar al balconcillo del órgano.

Nao estaba sentado sobre el piso de madera, tras el instrumento, se abrazaba a sus piernas y recostaba su cabeza contra sus rodillas, daba la sensación de que trataba de ocultarse del mundo.

-Fujimori -lo nombró Sora sentándose a un lado de él.

-Váyase -dijo aferrando sus brazos a su pantalón y enterrando su cabeza en sus rodillas. Su voz era de rechazo instintivo.

-¿Qué es lo que te pasa?

-No le importa.

-Sí me importa -Sunao levantó su cabeza y miró los deslumbrantes ojos azules de su alteza- lo único que quiero es hablar.

-¿Qué quiere?- desvió su mirada hacía un punto muerto en el suelo.

-Se que tú y yo no nos llevamos muy bien, pero tambien se que me ayudaste y que ahora tú necesitas de mi ayuda.

-¿Qué le hace pensar eso?

-El mismo Nanami-chan- dijo con una voz dulce y comprensiva, poco común en él.

Sunao no sabía que responder.

Sora se levantó del suelo, captando la atención del pelirrosa. -¿Qué te parece si vienes con nosotros al Castillo de Cristal, y luego decides que hacer?- le ofreció la mano.

El ojirrosa calló, no sabía que hacer o decir. Miró los ojos del príncipe y sin pensarlo aceptó la mano ofrecida. 

-Esta bien- dijo por fin -pero debo terminar de trabajar.

-Ese no es problema; yo te ayudo -sonrió satisfecho.

El pelirrosa tomó el líquido pulidor de plata y derramo un poco en la franela.

-¿Qué harás con eso, Fujimori? -preguntó Sora, como si todavía fuese un pequeño niño curioso, era evidente que él no hacia esa clase de labores.

-Pulir la parte superior de las tres chimeneas principales. ¿Puede pasarme la silla, por favor?- pidió señalando el objeto mencionado.

Sora lo analizó un momento. Se inclinó hasta el suelo, y de repente levanto a Nao en hombros.

-Creo que así es más fácil -argumentó su acción el peliazul, sin darse cuenta del ligero sonroso en las mejillas del más bajo.

-P-Por favor, bájeme -Nao se aferró a la cabeza de Hashiba, temía caerse.

-Descuida, no dejare que te pase nada.

-E-Esta bien- tragó saliva  -sólo, p-por favor, no me tire.

-No te preocupes.

Fujimori empezó a frotar el trozo de tela sobre las chimeneas, temiendo de caerse. No podía creer que de verdad estaba confiándole su seguridad a alguien que ni siquiera le agradaba.

Tras unos cuantos minutos, y dejando unas chimeneas relucientes, Fujimori avisó un poco apenado-: ya termine.

-Eres rápido, ahora hay que bajarte.

Sora empezó a descender  buscando quedar a la altura de la silla, para que Nao pudiese bajar.

Justo cuando el pelirrosa bajaba de los hombros del principie, un mal paso los hizo caer sobre el cuerpo del ojiceleste, cayendo ambos al suelo.

Sora evitó emitir algún sonido del escaso dolor en su espalda, estaba más preocupado de que el otro se hubiese lastimado; como cualquiera que conocía mayormente a Nao, por físico, se le veía como una criatura bastante frágil.

-¿Estas bien, Fujimori?

Sunao no respondió.

-¿Fujimori? -levantó la mirada para averiguar porque razón el aludido no le respondía.

Tan de repente como esos zafiros azules se posaron sobre sus ojos, le hizo sentir un cosquilleo por dentro; sin duda poseían algo especial, algo que lo hacia sentirse extraño y a la vez tan confortado, tan satisfecho, como si mirar esos ojos fuese lo único que necesitara.

Sora se sentía de una forma parecida; esos cristales rosados y la belleza de Sunao, pese a tratarse de un chico, seguían pareciéndole impactantes. Pero no, no podía verle de esa manera, no era correcto, no era una mujer, no podía ser posible que pensara algo como eso.

-Eh...podrí...podrías...-el príncipe trataba de articular su petición, pero aquella situación no se lo permitía, sólo intensificaba el color que se apoderaba de las mejillas de ambos. 

Se escucho el entrometido flacheo de una cámara.

-Creo que puedo presumirlo: esta es tu mejor fotografía, Sora. -comentó Matsuri quien terminaba de subir las escaleras al balconcillo.

-¡Matsuri!- gritó Sora furioso, mientras Nao se retiraba de encima suyo -¡¿por qué tomaste esa fotografía?! -se levantó del suelo y se le acercó amenazante.

-Pues...era una bonita escena.

-¡Yo te daré tu bonita escena!

-No tiene porque ponerse así; no ocurrió nada entre nosotros -lo tranquilizó el pelirrosa, fingía que aquello no le incomodaba en lo más mínimo.

-¡Nao-chan!- exclamó Sei, inmediatamente después de haber llegado al balconcillo, abrazándose a la cintura del chico. -Nao-chan, ¿iras al castillo?

-Eh...s-sí.

-¿Y te quedaras a trabajar ahí?

-...No losé.

-¿Por qué?

-Debo pensarlo bien.

-Piénsalo cuando estemos halla- dijo Sora.

-No puedo irme todavía- se negó Sunao -tengo mucho que hacer: debo pulir el tatami de tres casas, encerar las dos campanas principales de la catedral, podar dos jardines, apalear nieve de cuatro entradas, comprar víveres...

-Bien, bien, ya entendimos- lo detuvo el ojiceleste; le mareaba el sólo pensar que una persona hiciera tantos trabajos -¿cuándo iras al castillo?

-...A eso de las 9:00 de la noche.

-¿Seguro?

-Sí.

Más cómodos de haber conseguido un "sí" por parte de Nao, bajaron hasta la entrada de la catedral.

-Entonces nos veremos más tarde, Nao-kun.

-Por supuesto- confirmó el aludido a Matsuri.

-Cuando trabajes en el castillo podrás jugar conmigo, Shina y Kitamura- dijo Sei con una sonrisa de oreja a oreja.

-Eso seria muy divertido.

-Espero que sí te aparezcas, Fujimori- recalcó Sora asiéndose sonar exigente.

-Lo escuche la primera vez. ¿A caso no tiene algo que hacer, no lo sé, algo que le impida estar aquí, talvez? -dijo con indignación.

-¿Qué se supone que signifique eso?

-Lo que oyó. ¿Debo repetírselo?

-Tranquilos...- los separó Matsuri -me gusto verlos, Nao-kun, Chris-kun.

-Regresen cuando deseen- les despidió Chris, viendo a los tres magistrados salir de la catedral. -Si no te agrada, ¿por qué irás?- quiso saber la razón de Sunao.

-Porque es lo mejor; Nanami-chan esta preocupado por mí, supongo que tener un trabajo estable será la mejor manera de tranquilizarle.

-¿Aceptaras el trabajo?

-No losé.

Chris dio media vuelta para dirigirse con calma al altar, sonrió para sí mismo y con una voz tranquila y segura dijo -: Extrañare tu compañía. Pero tienes razón; es lo mejor.

-¿Qué quieres decir?

El joven obispo volvió la cabeza hacía el pelirrosa, y con esa misma tranquila sonrisa de ojos cerrados respondió -: Nada en especial.

 

Horas más tarde en el Castillo de Cristal, el príncipe heredero y el hijo del conde aguardaban la llegada de Sunao en esplendoroso recibidor.

-¿Crees que vaya a venir?- preguntó Sora, como si Matsuri conociera la respuesta.

-No creo que falte, pero en este caso mi respuesta es: "talvez".

-¿Cómo que en este caso?

-Pues...me refiero a la forma en que le recordaste que tenia que venir, cuando salimos de la catedral.

-¿Qué insinúas?

-Que eres un imprudente.

-Matsuri, eres un...

Una mano femenina cubrió, delicadamente, la boca de Sora.

-No creo que a su madre le gustaría escuchar una palabra altisonante salir de su boca, Sora-san- comentó Yumiko descubriendo la cavidad bucal del ojiceleste.

-Matsuri me provoco.

-Es esa siempre su respuesta.- la ama de llaves salió de la construcción.

-¿A dónde va?- preguntó Matsuri, esperaba que Sora supiese algo.

-No sé.

Tras la espera de un par de minutos, Yumiko regresó al recibidor, acompañada por el ojirrosa.

-Si no se les ofrece algo más, con su permiso, me retiro- hizo una reverencia y se dirigió a la cocina.

Sunao se inmutó un momento, no sabia si saludar o esperar a ser saludado.

-Hola, Nao-kun- le saludó Honjou, entendía perfectamente lo complicada que se tornaba la situación para su nuevo amigo.    

-Buenas noches, Matsuri-chan, príncipe Hashiba.

-Lo mejor será que nos apuremos, Nao-kun, ya nos están esperando.

Matsuri y Sora tomaron cada uno un brazo de Sunao. Llevándolo, prácticamente sin su consentimiento, escaleras arriba.

-¿A dónde me llevan?- preguntó incrédulo, mas no opuso resistencia.

-Sólo cállate, Fujimori- dijo Sora.

Los dos jóvenes magistrados "arrastraron" a Fujimori hasta el estudio del palacio, donde los esperaba el general de división absoluta.

-Chicos- dijo Shinichiro al verlos entrar -buenas noches, Sunao.

-Buenas noches, Minato-san- saludó con algo de indiferencia en el sentir de sus palabras.

-Me alegro de ver que hayas decidido venir.

-No tenia muchas alternativas.- Sunao se giró hacía Sora y Matsuri -¿Por qué me trajeron aquí?

Los dos muchachos se quedaron callados. Nao estaba notoriamente inconforme.

-Yo se los pedí- aclaró Minato.

Sunao apartaba sus ojos de la mirada del general, prefería ver el uniforme de Minato; un pantalón blanco metido en las botas negras de batalla, del cinturón negro y hebilla resplandeciente se sostenían una espada y un arma de fuego. Guantes blancos, la parte superior del uniforme tenia mangas negras, hombros con las usuales hombreras doradas y el pecho rojo adornado con medallas. Idéntico al uniforme que usaba Nanami, sólo que el lo que el pecho era de un color azul oscuro, color representativo de su rango militar, y poseía menos medallas que lo adornaran. Shinichiro acostumbraba usar su uniforme la mayor parte del tiempo, a diferencia del teniente coronel.

-¿Por qué?- preguntó finalmente.

-Permite que sea yo quien te responda eso, jovencito- irrumpió la reina entrando a la habitación.

-Mamá- le nombró el príncipe heredero -pensamos que no aparecerías antes de que Fujimori se fuera.

-Tuve que arreglar el acuerdo de los cuatro meses con el presidente del parlamento, y termine discutiendo con todo el parlamento.

-¿Qué significa para eso de los cuatro meses?

-Descuida, Sora; mami ya lo arregló todo. Hablando del presidente del parlamento, tu padre dijo que se quedaría unos días para arreglar eso con el rey Munakata, Matsuri.

-¿Y mi mamá le dijo algo?

-Que le llamaras, te cepillaras los dientes y te cambiaras los "ya sabes qué" todos los días.

-Siempre dice lo mismo -Matsuri sonrió satisfecho.

-Y ahora a lo que vine- Kasumi se sentó frente a la mesita de té, secundada por Shinichiro y los dos magistrados. -¿Ocurre algo- preguntó al pelirrosa al darse cuenta que no se sentaba.

Sunao no sabia que hacer ni que responder.

-Siéntate - le susurró Matsuri.

Sunao se sentó sintiéndose algo torpe.

-Para comenzar, permíteme presentarme: Soy Hashiba Kasumi, reina de Barasuishou, madre de Hashiba Sei y Hashiba Sora y viuda del rey Hashiba Aoyama. 

-M-Mucho gusto, s-soy Fujimori Sunao, su majestad- Nao estaba notoriamente nervioso de tener frente a él a la máxima autoridad del país.

-Sunao...ese es un bonito nombre, ¿quién te lo puso?

-M-MI madre, su nombre es Suzume y el de mi padre es Naoji. Tomó las primeras dos letras de su nombre y las primeras tres letras del nombre de mi padre para llamarme "Sunao".

-"Gorrión", el nombre de tu madre es lindo. El gorrión tiene una belleza particular, muy pocas veces apreciada. 

-G-Gracias. El de u-usted e-es t-también es l-lindo: "niebla" - Sunao no apartaba la mirada de sus propias manos que estaban sobre sus rodillas. Temía cometer alguna indiscreción.

-No hay razón por la cuál estar nervioso; nadie te hará nada, Sunao-kun.

Sunao levantó la mirada y asintió tímidamente -¿podría decirme la razón de que este aquí con usted, su majestad?  

-Por supuesto. Estas aquí porque quiero ser yo misma la que te convenza de trabajar en el castillo. Shinichiro me contó sobre lo que hiciste por Sora cuando se cayo del caballo, cosa que hablare con él más tarde, también me hablo un poco por lo que estas pasando ahora. Me intriga bastante lo que me ha sido contado de ti. 

-¿Disculpe? 

-Se que escapaste de tu ciudad natal. No te preguntare la razón; sencillamente ese no es mi asunto. Se que desde que llegaste a Ciudad Cristal te hospedas en casa de Kai Nanami y que realizas trabajos variados por una módica paga, te preocupa el bienestar de tus padres y de que se sienta bien la gente que te rodea. Eres un muchacho inteligente, dedicado, responsable y maduro para tu edad, ó, ¿me equivoco?

Nao evitó responder; si su respuesta fuese un "sí", se estaría menospreciando; pero si su respuesta fuese un "no", ¿parecería un engreído?

-No necesitas responder- dijo Kasumi -supongo bien que todos los presentes aquí conocemos la respuesta a lo dicho. En este mundo plagado de vicios y conflictos, no es muy sencillo conocer jovencitos con tus características.

-Gracias, no creo realmente que sea la gran cosa.

-No te menosprecies. He conocidos muchas personas a lo largo de mi vida. No sólo aquí, sino también cuando era princesa del país Yushiko. Creo saber de que es de lo que estoy hablando. 

-Gracias...- respondió simplemente.

-Dime; ¿Qué edad tienes?

-Diecisiete años.

-¿Hasta que año estudiaste?

-Supongo que lo sabe, pero llegue a terminar el primer semestre de segundo de preparatoria. 

-Que termines la preparatoria puede solucionarse.

-¿Qué quiere decir?

-Si entraras a trabajar al castillo, me seria más fácil hacerte la propuesta que le hago a quienes entran. No muchos la aceptan, pero se que tu sabrías aprovecharla.

-¿Disculpe?

-Yo pienso que la posición de una persona no tiene nada que ver para un futuro, y que aquel que desea estudiar tiene el derecho de hacerlo. Estoy segura de que Isaac-san estaría encantado de enseñarte junto con Sora y Matsuri. 

-Esa es una muy buena idea- comentó Matsuri -Nao-kun aprendería fácilmente con Penbar-sensei.

-Sí- asintió Sora -es cosa de que dejes tu orgullo a un lado y aceptes, Fujimori.

-Claro que además de eso tendrías un lugar donde dormir, comida y una paga merecida.

-Me siento halagado... pero no creo poder aceptar, su majestad, no quiero vivir de la caridad de otros.- Sunao se levantó de la silla.

-Con qué ese es el problema. Para ser como eres me sorprende tu prejuicio sobre un acto de buena fe- comentó la reina, provocando detener la ida de Fujimori. -Este tipo de actos no se hacen por lastima, si eso es lo que piensas que es.

-Sea o no, no quiero sentir que me son propuestas estas cosas porque quieren ayudarme, siendo que alguien más podría merecer este trabajo.- dio unos pasos hacía adelante, puso la mano sobre la perilla amenazando con abrir la puerta en cualquier instante. Después añadió -: No puedo aceptarlo.

-¿Ni siquiera por Nanami?

Sunao se congeló ante tal comentario. Lentamente se giró para ver a los celestes ojos de ella.

-¿Qué quiere decir?- preguntó.

-No pretendía decírtelo. Pero hable con Nanami sobre esto, y, por lo que pude ver, él esta muy preocupado por ti.- le dijo la mujer con un leve semblante de inconformidad.

Nao se mantuvo callado. Recordó lo qué había escuchado la noche anterior; aquel sentimiento de culpa y de inseguridad regresó a nublar su mente.

-No pretendemos que te sientas culpable; porque no lo eres- continuó el genera -No podemos obligarte, la decisión es tuya. Piensan un momento en lo que es mejor para ti, y, si no buscas tu satisfacción, piensa en Nanami. Se que no te gusta verle preocupado.

Sunao guardó silencio, era una decisión un tanto complicada; pero la tranquilidad de Nanami estaba de por medio.

-Yo...yo...a-acepto.

-Me alegra mucho escuchar eso- sonrió Kasumi satisfecha.

-Genial- afirmó Honjou- a los niños les encantara que te quedes.

-Yumiko-han- la llamó Kasumi, sabiendo que la ama de llaves aguardaba fuera de la habitación.

-¿Se lo ofrece algo, su alteza?- entró la muchacha al estudio.

-Por favor, lleva a Sunao-kun a su nueva alcoba; necesitara descansar, le espera un arduo trabajo mañana.

-Como usted diga.

-P-Pero no puedo quedarme esta noche; tengo que avisarle a Nanami-chan, traer mis cosas, ni siquiera tengo ropa con que dormir- detuvo Nao un poco inquieto, todo estaba pasando muy rápido.             

-Yo le avisare a Nanami y por tus cosas, no te preocupes: ya están en tu habitación.

-Pero... ¿cómo?- quiso saber.

-Tras hablar con Shinichiro y Nanami saque mis propias conclusiones de que terminarías por acceder. La belleza no opaca la inteligencia. -aclaró orgullosa de sí misma y de su, poca frecuente, vanidad.

-¿De veras soy tan predecible?

-No, sólo una buena persona. Ahora, ve a descansar.

-Muchas gracias, su majestad.

-No hay nada que agradecer.- volvió la mirada hacía su primogénito, con el seño fruncido -Ahora quiero que tú mismo me digas de tu accidente, Hashiba Sora.

 

Yumiko sacó a Sunao del estudio. Ella, lo llevó a través de extensos pasillos, de pareces repletas de puertas, retratos, pinturas, todo ese interesante e inmenso lugar que era cubierto de una luz tenue y los ecos que provocaban el más ligero roce del calzado sobre el piso.

Sunao pensaba más en la reina; su manera de actuar para con él le impidió juzgarla de mala manera como lo había hecho con bastantes personas desde su llegada a Ciudad Cristal.   

Finalmente llegaron al primer pasillo del primer piso, al costado derecho del elegante recibidor; era un pasillo un poco más oscuro, en la pared izquierda había una hilera de cinco puertas, en la pared derecha había otra hilera de seis puertas. Ambos se detuvieron frente a la segunda puerta del lado derecho.

Era una alcoba bastante cómoda; el suelo tenia una cobertura de color blanquecido, las paredes tenían un suave tono color salmón, una ventana que daba al jardín delantero, una cama de sabanas claras, un pequeño tocador con cajones para sus prendas y un modesto escritorio. Una habitación simple, pero cómoda.

-¿Qué te parece?- preguntó la ama de llaves, pese aún cuando la sonrisa de Sunao revelaba la respuesta.  

-Me encanta. - Sunao vio sus dos maletas junto a la cama. -Por lo que veo, Kasumi-sama es una mujer muy precavida. 

-Y muy buena.

-Lo sé.

-Bien te he visto un par de veces, pero no he tenido la oportunidad de presentarme; mi nombre es Hanasaki Yumiko, tengo veinticuatro años y soy la ama de llaves.

-Debe llevar trabajando mucho tiempo aquí para ser la ama de llaves aun siendo muy joven.

-Efectivamente. Trabajo aquí desde hace diez años.

-¿Trabaja aquí desde los catorce años?- preguntó sorprendido.

-Sí. Yo vengo de Ciudad Amapola, mi padre fue un soldado raso en el ejercito, murió. Después de eso, mi madre, mi abuela paterna y yo vinimos a vivir a Ciudad Cristal, en ese entonces yo tenia trece años. Meses después mi mamá  murió de una enfermedad y mi habuela terminó siendo enviada a la aldea del exilio por razónes que yo apenas conozco.- los ánimos de Yumiko se desvanecieron un poco -Necesitando donde quedarme, entre a trabajar al castillo como una sirvienta y la niñera de Sora-san y Sei-san, con el paso del tiempo me convertí en la encargada del resto de los sirvientes.    

-Lamento haberle recordado eso.- se disculpó, algo melancólico.

-No tengo nada que perdonar; fui yo quien te lo contó. Además la muerte es algo natural.- dijo Yumiko ,sonriente.

Sunao se sorprendió de la calma y la vivaz actitud de la mujer ante la desgracia. 

-¿Y qué me dices de ti, pequeño?

-Mi nombre es Fujimori Sunao, tengo diecisiete años, fui o soy estudiante de segundo grado de preparatoria. Llegue aquí hace una semana, y vengo de Ciudad Orquídea.

-Que interesante, Sunao-kun.

-¿Puedo preguntarle cuál será mi trabajo?

-¿Sabes?, me agradas. Y como siendo la ama de llaves soy quién debe darte un puesto serás... mi asistente. ¿Te parece?

-Por supuesto.

-Estoy segura de que no tendrás ningún problema de relacionarte con los demás empleados.

Sunao calló -¿De verdad dormiré solo en este cuarto?

-Sí. Veras, en este pasillo tenemos un total de once habitaciones, ocho de ellas se dividen por puesto.

-¿Y eso que significa?

-Somos un total de veintiún empleados: dos jardineros; cada uno se hace cargo del mantenimiento de un jardín, dos cocheros; que se encargan de los caballos y los vehículos, cuatro guardias; dos para la entrada y dos para el interior del castillo, un cocinero, diez sirvientas; nueve se encargan de la limpieza y de conseguir lo que falte en el palacio, una de ellas se hace cargo de la lavandería, luego esta el paje del príncipe Sora-san; él duerme en el piso de arriba por si algo ocurre, y yo superviso, organizo, y esas cosas. De los once cuartos del pasillo, ocho son alcobas: uno es para los guardias, otro es para los cocheros, otro es para los jardineros, otro es para mí, dos están divididos entre nueve sirvientas, otro es para el cocinero y su esposa, y el restante es para ti.

-Eso significa que seré el único sirviente hombre.

-Sí. Periódicamente hay hombre que se aventuran en este trabajo, no muchos lo ansían. Por algún motivo no les parece muy masculino, bueno, ya sabes como son los hombres. Sin ofender.

-Descuide.

-Ya viene siendo hora de que descanses. Vendré a despertarte a las 5:30 de la mañana, y te traeré tu uniforme.

-Parece tener todo planificado.

-Por supuesto. Buenas noches, que descanses.

-Buenas noches, Hanasaki-san.

-Una cosa más.- detuvo su ida -No me trates de usted, ¿de acuerdo?

-De acuerdo, Yumiko-san.- sonrió, con tan sólo decir el nombre. -"niña del arco" es un interesante significado para un nombre tan encantador.

Con una bella sonrisa, la mujer salió de la alcoba.

Sunao se puso su pijama, apago la luz y se acerco a la ventana para contemplar la medialuna llenar acompañada por las estrellas en lo alto del oscuro firmamento, rodeándose a sí mismas de una tenue luz emblanquecida. "Mañana acomodare mis cosas", se dijo a sí mismo. Se recostó sobre la cama, cubriéndose con las sabanas, y lentamente fue quedándose dormido.

Notas finales:

fue una porqueria -.-u

proximo cápitulo.... veremos el primer día de Nao en el castillo, sólo para que vayan conociendo a los personajes n.n

BY NAO


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