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Rosa de Cristal por Dayna Kon

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Notas del capitulo:

Me disculpo por no haber públicado cuando lo prometí (tuve ciertos inconvenientes u.u)

Bien...este capítulo va con agradecimiento al señor Paolo (que jamás leera esto porque es un adulto) porque fue de gran ayuda para la caracterización Italiana en laingüística del personaje "Giancarlo". n.n

Sin más...lean y conozcan a los personajes extras que participaran en está historia n.n

 

Eran los principios de la mañana, tenues rayos del sol se veían por el oeste, la figura de la luna empezaba a desaparecer compartiendo la débil imagen del sol apunto de surgir entre la oscuridad que dejaba de reinar el firmamento. No hacia mucho frío como en mañanas anteriores, no existía señal de que hubiese caído más nieve sobre el manto helado que todavía cubría gran parte de las calles.

 

Yumiko estaba fuera de la habitación que ahora pertenecía a Sunao, tocaba la puerta con impaciencia que terminaría por volverse constante la mayoría de las mañanas.  El molesto golpeteo sólo provocaba que Sunao se ungiera más entre las sabanas. Harta de no obtener respuesta, Yumiko entró a la alcoba.

 

-Sunao-kun, despierta, despierta- dijo, sacudiendo un poco al muchacho- despierta, Sunao-kun.

-...Cinco minutos más- fue lo que respondió Sunao todo adormecido y tratando de ocultarse bajo el cobertor.

-Dios mío dame paciencia. ¿Por qué todos los adolescentes tienen que ser así? No hay duda: Dios los crea y ellos solitos se arruinan. Ya despierta, tienes que ducharte.- lo sacudió un poco más fuerte.

Sunao abrió sus ojos de golpe, clavándose en los de la mujer, que lo miraban con curiosidad.

-Oye, ¿te han dicho que tienes unos bonitos ojos?

-...Gracias.- se incorporo lentamente sobre la cama y continuó -: Buenos días, Yumiko-san.   

-Buenos días, Sunao-kun. ¿Cómo dormiste?

-Muy bien, gracias.

-Que bueno. Ahora ve a ducharte y cepilla tus dientes. Te espera un largo primer día.

-¿Por donde queda el baño?

-Al final del corredor; quinta puerta del lado izquierdo. La quinta puerta de la derecha es el baño de mujeres. Créeme, ni por error entres ahí.

-Gracias. Y... tomare lo ultimo en cuenta.- Se levantó de la cama, colocando sus pantuflas a sus pies, y de una de sus maletas sacó una toalla y objetos personales de baño -¿Me podrías dar mi uniforme, por favor?

-No puedo.

-¿Por qué no?

-Es qué... todavía debo plancharlo. Tuve ciertas dificultades para arreglarlo según tus medidas.

-¿Y cómo supiste mis medidas?

-...¿Qué?, ¿haces una encuesta? Apresúrate, tienes quince minutos antes de que empiecen a despertarse los demás.

-¿Quieres decir que debo caminar desnudo hasta acá por todo el pasillo?- preguntó, no le agradaba en nada lo que estaba preguntando.

-No, con una toalla, nadie te vera si te apresuras. Y despreocúpate, será sólo por hoy.

 

Nao llegó hasta un baño de paredes verde suave. Lo primero que hizo fue cepillar sus dientes. Después se despojo de su pijama y entró a la ducha.

Giró la perilla de la regadera, dejando caer el agua templada sobre sí mismo, mojando la totalidad de su largo cabello y todo su frágil cuerpo.

Era un baño bastante relajante y más aun después de los días que había tenido.

Se enjabono con bastante dedicación, distribuyendo una generosa cantidad de espuma sobre su rosada cabellera y sobre su pálida piel.

Detuvo el caer del agua para salir de la regadera, secó su cabello y recogió todas sus cosas.

Dio una mirada hacía el pasillo, para asegurarse de que no viniese nadie. Caminó hasta su habitación, bastante aliviado de no haber sido visto, diviso sobre la cama unas ropas de color azul oscuro, ese debía ser su uniforme.

 

Se vistió sin si quiera preocuparse de lo que se ponía. Se miró al espejo para apreciar su apariencia y descubrir que  su uniforme era bastante peculiar; un pantalón corto, hasta debajo de sus rodillas, una camisa de mangas largas blancas que finalizaban con unos grandes holanes en el área de las muñecas, sobre ella tenia un chaleco azul oscuro, que decoraba su cuello con un delgado moño y holanes que cubrían bajo sus hombros, zapatos negros de cordón y tobilleras blancas con un decorativo botón negro. Un uniforme al más basto estilo holandés en la cumbre de la época victoriana. "Una prenda bastante extraña", era lo que pensaba.

Sin remedió que pudiese ayudarle, cepilló su cabello y lo peino con su listón rojo.

 

Cruzó los pasillos, donde los rayos del sol comenzaban a intensificar su luminosidad y se abrían paso a través de los ventanales. Por el pasillo donde se encontraba su alcoba pudo ver jovencitas y algunos muchachos salir de sus habitaciones hacía las duchas, otros regresando a sus habitaciones con interesantes uniformes y por un instante se imagino la vergüenza que habría pasado si hubiese tardado un poco más en la ducha. Finalmente, logro llegar al comedor, donde Yumiko arreglaba la mesa para esperar recibir a los jóvenes habitantes del castillo.

 

-¿En qué puedo ayudar?- preguntó Sunao a la ama de llaves.

-Ya voy a terminar, no te preocupes.- lo miró -Te ves precioso, Sunao-kun, pareces una muñequita de porcelana...con pantalones cortos.

Las mejillas de Nao se sonrosaron levemente -¿Enserio?

-Sí.

-Yo pensaba que me veía ridículo.

-Para nada, te ves adorable.

-Gracias. Oye, tengo curiosidad...

-¿El porque todos utilizan diferentes diseños de uniformes?- supuso como si le hubiera leído el pensamiento.

-Exacto.

-Como ya te lo explique anteriormente, en este castillo somos cuatro guardias, dos jardineros, dos cocheros, un cocinero, un paje, diez sirvientes y una ama de llaves.

-Sí, lo sé.

-Pues aquí todo se distribuye de esa manera; los cuartos se comparten según el rango y género de los empleados, así como la ropa: los jardineros usan una ropa de tirantes de color azul oscuro, los cocheros unos trajes de etiqueta de color gris con toques azules oscuro, el cocinero usa un típico uniforme blanco de chef, el paje una ropa blanca, los guardias usan uniformes parecidos a los que los guardias británicos, nueve de los diez sirvientes usan el mismo uniforme que yo pero de color azul oscuro y sin mi lindo gorro, tú como el décimo sirviente, y único hombre, usas ese uniforme.

-No necesitabas una explicación tan extensa.

-Perdón. Me siento orgullosa de haber diseñado y hecho uniformes, que si puedo presumir, son tan bonitos.

-¿Tú los hiciste?- cuestionó, quería confirmar lo oído.

-Sí- afirmó simplemente.

-Son muy bonitos, al menos los que pude ver me gustaron. Tienes talento.

-Gracias, hago lo que puedo.- pausa -Ya que yo respondí tu curiosidad, ¿puedes tú responderme una?

-Claro.

-¿Eres tú la dichosa "doncella de los cabellos rosados"?

Suspiró incomodo -Sí, soy yo.

-Por eso es que me parecías conocido.- exclamó -Todos los sirvientes te vimos en el funeral de Aoyama-sama.

-¿Enserio llamé tanto la atención?

-Tanto como que eso se ha comentado entre los diecinueve sirvientes.

-Veinte- corrigió un muchacho de cabellos lila pálido y uso brillantes ojos ámbar, la manera en que caminaba hacían denotar un cierto grado de superioridad propia.

-Ah, sí, no sé como es que pude olvidarme de ti- dijo sarcástica -¿Vendría siendo el hecho de que no importas mucho?

-Muy graciosa, Hanasaki- le respondió con algo de indignación.

Sunao miró al chico, era bastante atractivo y su uniforme le hacia lucir bastante bien; era una especie de bata larga y blanca que llegaba hasta debajo de sus rodillas, parecía quedarle grande desde el ángulo que se le viese, ya que sus mangas eran largas y de abertura anchas y llegaban bajo sus codos, tal y como la ancha abertura en el cuello que le hacía detenerse en los hombros. Tenia, tambien, otra larga abertura desde el lado derecho del pecho hasta donde terminaba la prensa, sólo era unid por un botón .Bajo la camisa llevaba puesta una playera y un pantalón, hasta los tobillos, de color gris, las prendas quedaban justas a su cuerpo y usaba unos zapatos cerrados blancos.

-Escuche los rumores de que había una nueva sirvienta...- continúo con su voz tranquila y seductoramente natural de siempre -Mas no tenia idea de que pudiese tratarse  de una chica tan linda; pero, después de todo, ¿qué se podía esperar de la doncella de los cabellos rosados? ¿Cómo te llamas, bombón?

-Fu...Fujimori Sunao. Y no soy mujer, soy hombre- aclaró frustrado, ¿acaso ese apodo se volvería su maldición?

-Disculpa- dijo con pena falsa -pero bien es dicho: para que a un hombre se le confunda con una mujer, este debe ser muy bello; y vaya que lo eres. Mucho gusto es el conocerte, soy Utsunomiya Aki.

-M-Mucho gusto- respondió ligeramente nervioso; el joven no sólo le había parecido guapo sino tambien un encanto. -otoño. Ese es un bonito significado para un nombre.

-Gracias.

-Utsunomiya- interrumpió Yumiko -¿No tienes un caballo que alimentar o cosas de paje qué hacer?, digo, en lugar de estar con tus cursilerías.

-Por primera vez en tu entrometida vida tienes razón.- confirmó. Después miró a Nao y dijo -:Nos veremos después, bombón.- Finalizó saliendo del lugar.

-No lo soporto.- se quejó para sí, entre dientes.

-A mí me pareció bastante simpático.

-Esa es  siempre su primera impresión para los demás, pero yo lo conozco muy bien.

-¿A qué te refieres?

-Empezare por lo básico: su nombre es Utsunomiya Aki, tiene veintiún años, viene de Ciudad Alcatraz, lleva dos años siendo el paje de Sora-san. Ahora lo importante: es un engreído, altanero, irrespetuoso, quiere hacerle creer a todo el mundo que es la ultima flor del jardín del Edén; pero no es nada de lo que aparenta.

-¿Por qué?

-Utsunomiya es la clase de hombre que usa a las personas como pañuelo desechable.

-No entiendo.

-Bueno, ya estas grandecito; la rata engatusa a cualquiera que le parezca bello o bella y sea más joven que él, para terminar llevándoselos a la cama.   

-No tenias que ser tan explicita.

-Pero es esa la realidad. Muchos se han ido de aquí por su causa.

-No me creo que Aki-san sea tan cruel. Preferiría hacerme mi propio criterio.

-Como quieras, sólo no confíes mucho en él, presiento que ya te tiene en la mira.

-No te preocupes por mí, no soy tan ingenuo.

-Muy bien- observó la intensidad del sol que se asomaba -sí mi cronometro interno no me falla, en cualquier momento Matsuri-san ira a despertar a Sora-san. Veré si el cocinero ya empezó a hacer el desayuno.

-Mientras llegan, ¿podría subir a arreglar mis cosas?

-Claro, Sunao-kun.- accedió sin problema y el pelirrosa regresó a su alcoba.

 

Matsuri iba en camino hacía otra ala del castillo, en los pisos altos, donde se encontraba la habitación del príncipe heredero y donde despertaría a Sora de su letargo.

-¡Good morning!- gritó el rubio al abrir de golpe la puerta de la alcoba ajena.

Sora cayó de la cama asustado.

-¡Matsuri!, ¡¿acaso piensas matarme de un pro cardiaco?!- Evidentemente estaba furioso de la manera en que a Matsuri le era normal entrar cada mañana.

-No, no me conviene- le ofreció la mano para ayudarle.

-Claro, ya no tendrías a quien tomarle fotografías que vender- tomó la mano ofrecida y se levanto del suelo.

-Apresúrate a ducharte y cambiarte de ropa- dijo abriendo las cortinas para abrirle paso a la luz solar -Hoy es un día fresco y despejado, el sol brilla, los pájaros cantan...y el heredero de Barasuishou no sabe más que estar tirado en la cama.

-En primer lugar no estaba tirado en la cama, estaba durmiendo; en segundo lugar son vacaciones, Penbar-sensei regresa hasta el quince de enero; y en tercer lugar ¿no se supone que la mayoría de los pájaros vuelven después de invierno?

-¿Cuál es tu punto metiéndote con los pájaros?

-Ninguno. El punto es que estamos a siete de enero y no he podido levantarme tarde todas las vacaciones por culpa tuya.

-Deberías agradecerme que no te permito ser tan holgazán.

-Lo que digas.- entró a una puerta que le conectaba al baño privado de su habitación.

 

Pasada una media hora después, Sora y Matsuri se sentaron en el comedor de caoba para tomar sus desayunos.

-No puedo creer que te hayas quedado dormido en la tina- le recordó Matsuri, fingiéndose enojado.

-Y yo no puedo creer que hayas entrado al baño mientras me bañaba- dijo Sora, él sí estaba  molesto.

-Eso te enseñara a no ser tan holgazán.

-Eres un explotador de menores. Debería demandarte. 

-Sora... no tienes idea de cómo se demanda a alguien.

-Ese no es el punto.

-¿Y cuál es?

-Que eres muy molesto- le sacó la lengua.

Mientras los dos magistrados "discutían", Nao caminó con sigilo y con el deseo de no ser visto y llegar a salvo a la cocina. Justo cuando estaba por lograr su objetivo, Yumiko abrió la puerta con una bandeja de desayuno en la mano.

-Que bueno que llegas. Dales esto- le entregó la bandeja y regresó a la cocina.

Sunao ya no tenia manera de escapar, los dos muchachos lo vieron al oír a Yumiko hablar.

-Buenos días Nao-kun- saludó Matsuri.

-Buenos días, Matsuri-chan, príncipe Hashiba- se acercó hasta ellos.

-¿Qué haya para desayunar?- preguntó Sora.

-...- Sunao miró los dos cuencos; resultado de la mezcla de pollo, huevo, salsa y arroz -oyaku-domburi- respondió, y los sirvió sobre la mesa.

-Gracias- agradeció Matsuri.

-Buenos días, Sora-niichan, Matsuri-chan, Yumi...- Sei se detuvo al observar detenidamente quien era la tercer persona -¡Nao-chan, te ves adorable con ese uniforme!- exclamó emocionado, sentándose en su silla de siempre.

El ultimo comentario del príncipito llamó la atención de los mayores.

-Sei-kun tiene razón, te ves adorable, Nao-kun. Pareces una muñequita viviente. ¿verdad, Sora?

Sora apreció el físico de Nao detenidamente, por su mente no pasó ninguna idea vulgar más que un solo "precioso".

Por su lado a Nao no le gustaba que Sora lo mirara, sin saber por qué, eso le hacia  sentirse  nervioso.

-No se ve mal- fue lo único que Sora dijo.

-Eh...gra...gracias...Yo...enseguida traigo su té y el desayuno de Sei-kun.

-Ya los traigo yo, ve tú a desayunar- irrumpió Yumiko llevando en una bandeja lo que hacia falta.

 

Sunao entró a la cocina emitiendo un leve suspiro de alivio. Levantó la mirada y se topo con un hombre de cabellos negro, de complexión robusta y algo pasada de peso, bajo su pequeña nariz descansaba un poblado bigote, usaba un uniforme de cual típico chef.

-Buenos días- saludó tímidamente el pelirrosa.

-Buon giorno.- Elevó la vista, dejando apreciar sus redondos y brillantes ojos oscuros -Oh, que beia ragazza tenemos aquí- el hombre poseía un acento italiano, y por algunas de las palabras que usaba, terminaba por confirmar su origen.

A Nao no le fue complicado entender lo dicho por el cocinero; en Ciudad Orquídea un cliente frecuente de su padre era Italiano, de manera que debió aprender ciertas palabras básicas.  

-No- negó el muchacho -yo no soy una "jovencita"; soy hombre.

-Scusi, por favore- se disculpo el chef.

-No hay problema; no es el primero, ni el ultimo que me confunde con una mujer. Mi nombre es Sunao, Fujimori Sunao.

-Muchio gusto el conocerle, mie nome es Giancarlo, Tornatore Giancarlo. 

-Un placer, Tornatore-san.

-Preferiría Giancarlo.

-Como usted diga, Giancarlo-san.

-Veo que ya se conocieron- dijo Yumiko, entrando a la cocina.

-Entonces este rigazzu debei ser tu nuevo asistente, Yumiko-chan.

-Sí- asintió -Giancarlo-han, él es Fujimori Sunao-kun; tiene diecisiete años, viene de Ciudad Orquídea y desempeñara el papel de sirviente domestico y asistente de la ama de llaves. Sunao-kun, él es Tornatore Giancarlo-han, tiene cuarenta y dos años, es el cocinero del castillo. Vino de Italia hace veintitrés años. Su esposa es Tornatore Noriko-han, la encargada de la lavandería. Tienen una preciosa hija de veinte años, Tornatore Kurumi-chan. Ellos han sido para mí como mi familia.

-Sí, recuerdo que en esi entonces io tenia treinta y dos añios, la mía fligia tenia diez años, después llegó la beia Yumiko-chan, a sus catorce añios. Al escaso tiempo se convirtió en una fligia más para mí y la mía moglie, para Kurumi se volvió su hermanitsa maiore.

-¿Su hija trabaja aquí?- preguntó el pelirrosa, con interés en la historia.

-No. La mía fligia se fue a estudiar arte la universidad a Italia, hace como dos añios. Esta ser la mía fligia.- Le mostró la fotografía de una muchacha de cabellera corta, de un rubio oscurecido; herencia de su madre, y ojos negros, herencia de su padre.

-Es linda.

-Lo es.- afirmó Yumiko -Pero no la hemos visto desde que comenzó la universidad.

-¿Por qué?

-Debido a la guerra Giancarlo-han y Nori-han le tienen prohibido regresar a Barasuishou.

-Eso es triste- la voz de Nao disminuyó de tono.

-Pero no importate- dijo el chef tratando de animarle -Pese a la guerria, nos ire molto biene, no hay tantos problemillas por esta zona. Ahora, tomen los suyos desayunos antes de que se leis enfríen, esperarles un largo día.

-Gracie.- Agradeció Sunao tomando uno de los cuencos.

-Oh, le rigazzu parle italiano, ¡pravo!

 

Después de que todos los sirvientes tomaran sus desayunos, cada quien sabia perfectamente con que labor debía continuar. Pero como era costumbre de Yumiko reunió a las sirvientas domesticas para reorganizar la distribución de labores debido a la presencia de Sunao.

-Como primer encargo del día deberán limpiar las alcobas de los magistrados- anunció a las cuatro sirvientas que aún faltaban, sin contar claro a Sunao.- Déjenme ver...- revisó una pequeña libreta color verde que siempre llevaba consigo y después continuó-: Yuri-han; tú limpiaras la alcoba de Minato-san, Midori-han; tú limpiaras la alcoba de Matsuri-san, Purin-han; tú limpiaras la habitación de Sei-san, Kaoru-han; tú limpiaras habitación de Kasumi-sama.

Las cuatro sirvientas asintieron y subieron a las habitaciones con sus herramientas de limpieza.                

-¿Y qué debo limpiar yo?- preguntó Sunao, esperando cumplir correctamente su primera labor.

-Pues...- volvió a revisar la libretilla -No sé si sea muy buena idea que limpies algo tú solo siendo tu primer día.

-No tienes de que preocuparte; he limpiado casas enteras yo solo.

-Esta bien. Limpiaras la alcoba de Sora-san. Más tarde iré a revisar tu trabajo- advirtió la ama de llaves y salió rumbo al jardín delantero.

-No puede ser verdad- se lamentó Sunao al subir las escaleras con sus herramientas de limpieza, seguro de que Yumiko se había ido- ¿Por qué de todas las habitaciones tenia que dar a parar en la del príncipe más idiota del mundo? Pero claro, eso me pasa por abrir la bocota- suspiró -debo aprender a ser un poco más prudente, me falta madurar.

 

Sunao recorrió los pasillos hasta llegar a la habitación del príncipe heredero. Entró cuidadoso a la alcoba; esperaba no tener el infortunio de encontrarse con Sora mientras limpiaba.

Cuando entro se quedo sorprendido al ver un dormitorio tan amplio, sencillamente elegante como aquél. Nao jamás había visto en persona muebles estilo victoriano renacentista o un balconcillo de detalles tan finos y elaborados.

 

Por su parte, Matsuri y Sora habían salido al jardín trasero para entretenerse un poco y despejar sus mentes antes de que se les ocurriera aparecer al resto de sus amigos. El césped era un sitio reconfortante e ideal para recostarse a tomar un descanso después de tantos atareos.

-¿Y que planes tenemos para hoy?- preguntó Matsuri, sentándose en la hierva fresca recién humedecida por el rocío de las mañanas.

-No lo se. Pensaba que quizás hoy podríamos empezar a buscarme esposa.

-Empiezas a tomarte éste asunto con seriedad, me enorgulleces.

-Sí. Pero sinceramente todavía no me gusta esto; no me gusta pensar que tan sólo tengo cuatro meses para buscar una chica con la que he de compartir el resto de mi vida, con la que deberé tener un bebé, y que si no la encuentro tendré que casarme con una princesa que ni conozco, y es con ella con quién tendré un hijo.

-¿No has pensado que quizás es el destino? Talvez es ella con quién debes estar, ó que podrías conocer a alguien que ames en ese tiempo.

-Talvez; pero no quiero creer lo primero.

-Descuida, pasara lo que deba pasar. Y bueno ó malo...- sacó su cámara -¡Yo estaré ahí para tomar las fotografías de tu boda y de mis futuros sobrinos políticos!

-...Gracias por tu apoyo- le dijo, sarcástico.

-Pero, en verdad- siguió con una sonrisa, dándole seriedad al asunto- pase lo que pase, estaré contigo, como los mejores amigos que siempre hemos sido.

-Gracias, eso esta mucho mejor. Puedes ser muy útil cuando te lo propones.

-¿Sabes?...cualquier otro en mi lugar tomaría eso como una ofensa- pausa -¿Notaste que Nao-kun estaba algo nervioso?

-¿Enserio?

-Sí, no quería ni mirarnos a los ojos.

-¿A qué crees que se deba?

-No lo se, supongo que le es incomodo estar en un lugar de la magnitud de un castillo donde vive la propia reina y el príncipe heredero.

-¿Y qué tengo que ver yo en todo esto?

-Bueno, ustedes no comenzaron muy bien, y la verdad es que se nota el hecho de que no le agradas mucho.

-Ni él a mí.

-A mí no me parece eso del todo cierto- corrigió, con una sonrisa cómplice.

-¿A qué te refieres?

-¡Al hecho de que aquí se ven adorables!- exclamó, mostrándole la imagen que su cámara había capturado en la catedral.

-¡Ey!- se sentó en un sobresalto -¡Eso fue un accidente!

-Este tipo de cosas siempre son por accidente al principio. Sólo es cuestión de mover las cosas un poco y para fin de mes ustedes podrían ser la pareja del año.   

-¡Ya déjate de decir idioteces!- lo tomó de la camisa, molesto.

-Tranquilo, no me lastimes.

-¡No intentes nada sobre eso o te juro que sí te lastimare!

-¿Intentar qué cosa?- preguntó la reina, con su curiosidad innata mientras se acercaba hasta ellos.

-¡Mamá!- gritó, exaltado.

-¿Te ocurre algo, hijo?, ¿por qué estas tan alterado?

-Por nada; son Matsuri y sus tonterías, ya los conoces- aseguró, poniéndose de pie junto con el rubio. 

-Ya veo. Sora, necesitamos hablar de algo importante.

-¿De qué?

-Es sobre el asunto de los cuatro meses.

-No me digas que ya te arrepentiste y tengo que casarme con la princesa Sakura.

-No- pausa -hable con Tamaki-san y dijo que el parlamento y él, como presidente de éste, llegaron  una propuesta.

-¿Qué clase de propuesta?- preguntó, ni a él, ni a Matsuri les agradaba por donde iba el asunto.  

-Me fue presentada la propuesta de un baile.

-Bromeas, ¿verdad?

-No. Esto te facilitara la búsqueda de una esposa, cariño.

-Mamá, no quiero ir a un estúpido baile. Ya conozco a todas las molestas hijas de aristócratas.

-No irán sólo ellas. Invitamos algunas princesas y jóvenes doncellas de Ciudad Cristal.

-Pero si traes muchachas de la ciudad, Matsuri y yo no podremos salir a las calles sin ser detectados.

-Sora...- reprendió la madre, indirectamente.

-Esta bien- accedió, resignado -¿cuándo?

-En dos días.

-Pero ese es muy poco tiempo. ¿No piensas que si conozco a todas esas doncellas de la ciudad, y no me gusta ninguna, ya no me va a quedar ninguna opción?

-No creo que logres conocer a todas, y velo de esta forma: ¿qué tan probable es que no conozcas a una que te guste?

-Ese es un buen punto.

-Además, Ciudad Cristal no es la única ciudad que existe en Barasuishou.

Sora analizó lo dicho y remarcó en cuestión -:¿Me dejarías salir de la ciudad?- de los azules ojos brotó un destello de esperanza; eran casi ya cinco años desde la ultima vez que salió de su ciudad natal.

-Dada la situación, sí.

-Al fin algo bueno de todo esto.

-Sí- afirmó Matsuri -Podemos salir otra vez y tomare muchas fotografías de ti en el baile.

-Si te atreves a tomar algo fuera de lugar te pateare el trasero.

-Sabes que de todas maneras lo are.

-Sí, no sé para que me esfuerzo.

-Ahora que lo pienso; esta es la primera vez que vienen doncellas, que no sean amigas, al palacio.

-Todo sea por el reino- sonrió Kasumi y regresó al interior del castillo.

-Esto es molesto, es muy molesto- calificó Sora, a los instantes.

-Vele el lado positivo- dijo Honjou, con una sonrisa.

-¿Y cuál es?

-Que al menos no me esta pasando a mí.

-Si tuviera ánimos te patearía.

-Pero no los tienes. Pienso que debes descansar un poco.

-¿No te aburrirías mucho sin mí?

-No, puedo jugar con Sei-kun hasta que regresen los demás. Yo iré a avisarte, tú tranquilo.

-Esta bien, gracias.

-De nada- le sonrió, con afecto.

Sora entró de nuevo al castillo.

 

En la alcoba del príncipe heredero, Nao terminaba de limpiar, le fue un poco complicado mover los pesados muebles asegurándose de que ninguno fuese a arruinarse, ó, equivocarse con algún producto que pudiese dañarlos, le fue exhaustivo pulir las baldosas, la tina, el retrete y el lavamanos del baño, debido a las molduras delicadas que se les veía a las tuberías y bordes. Su única preocupación era terminar de arreglar la cama.

-Este juego de cama esta hecho de un material muy bonito- se dijo Nao a sí mismo, al extender el cobertor sobre el colchón. Al momento en que este se aplacó un poco sobre la superficie, se dejo caer un pequeño bulto rosado. Se agachó a recogerlo y averiguar lo que era. -Parece... parece un elefante de peluche. Pero, ¿qué hace esto aquí?- se pregunto , curioso, inspeccionando el animalito de felpa.

De pronto se escucho la puerta de la habitación abrirse. Sunao no pretendía ser visto, así que se cubrió de la vista tras el borde derecho de la cama.  

Unos cuantos pasos se escucharon golpetear contra el suelo.

El pelirrosa asomó un poco la mirada para ver que se trataba de Sora; la persona que Sunao menos deseaba ver dado su desagrado y su motivo semí-personal.

-Este tipo de cosas sólo pueden pasarme a mí- suspiró el peliazul recostándose boca arriba sobre la cama, mirando el un punto muerto en el techo. -A veces pienso que Dios lo hace sólo para fastidiarme. Pero, ¿qué podría pasar si no acepto?, ¿qué podría pasar si simplemente soy rey por cuenta propia?- Sora se detuvo a pensar un instante -:Nagase. Para él seria más sencillo y menos complicado tener a merced a Barasuishou sabiendo que no hay un heredero al trono. Más importante, lo que quiero es cumplir a mi padre y llenar las expectativas de mi madre, pero lo que en verdad me importa es proteger a mi...- se detuvo, al inspeccionar la longitud de la cama, dándose cuenta de que faltaba algo -¿Toshizou?

Sunao se inquieto, dirigió su mirada hacía el animalito de felpa y para sus adentros pensó lo más obvio -:¿Toshizou?, ¿estará hablando de esta cosa?

-¿Toshizou?, ¿Toshizou?- repetía Sora una y otra vez, inspeccionando la amplitud de su dormitorio, era como sí realmente creyera que un juguete le llegaría a responder.

-Disculpe... ¿busca esto?- preguntó Sunao, levantándose de su "escondite", con algo de nerviosismo.

Sora lo miró curioso, no fue como la ultima vez, esta vez lo tenia de cerca y podía apreciar mejor su apariencia, la manera en que lucia ese uniforme azul oscuro sobre ese frágil y delicado cuerpo, la manera en que un tono oscurecido resaltaba la claridad de su piel, de su cabellera y de esos preciosos cristales rosados, la manera en que lo hacia verse como una muñequita de porcelana.

-¿Busca esto?- insistió Sunao.

El peliazul asintió con la cabeza -Sí, ¿de donde saliste, Fujimori?

-Eh...yo...buscaba si no había nada bajo la cama. Y encontré esto.- dijo refiriéndose al peluche.

-Me pregunto que haría Toshizou ahí abajo, no recuerdo haberle dejado caer en la mañana.    

-N-No... creo que e-eso tenga i-importancia- tartamudeó inseguro -b-bueno...t-tome- le entregó el elefante rosado.

-Gracias.

-Eh...,si me lo permite, ¿podría terminar de arreglar su cama?

-No hay problema, déjala así.

-G-Gracias...yo...me voy.

-Oye- le detuvo, con solo hablar.

Nao tragó saliva -¿Sí?

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Sólo si yo pudiese hacerle una- propuso, más confiado.

-Bien. ¿Qué te parece tu trabajo hasta ahora?

-No llevo mucho pero me gusta; Yumiko-san y Giancarlo-san son muy buenas personas. Kasumi-sama es una buena mujer, el castillo es precioso. Ahora, supongo que fui un poco testarudo al evitarlo a usted y a sus amigos cuando trataban de convencerme. Le agradezco su insistencia.

-Me alegra escuchar eso, creo. Ahora pregúntame tú.

-...Bueno...¿no se molestara?

-Lo prometo.

-Usted... ¿de verdad duerme con ese elefante de peluche rosa?

-Eh...pues...digamos que sí. Lo tengo desde los ocho años, fue un obsequio de mi padre, por eso no pretendo separarme de él- abrazó a su elefante con fuerza y le dijo -:¿verdad que sí, Toshizou?

-Oh...ya veo. Tengo que irme.- Fue lo ultimo que dijo antes de salir de la alcoba. El cariño que tenia Sora asía un simple peluche le recordó a lo que Kano sentía por el conejo rosado de Ayano, le resultaba patético en un adolescente. Pero venia siendo la misma razón por la que Kano traía a ese conejo a todos lados; ambos extrañaban a sus padres, y ese era, tal vez, el pequeño detalle que le parecía tan dulce en Sora.

 

El pelirrosa tomo los productos de limpieza que había dejado junto a la puerta, ya dispuesto a irse se topo con la ama de llaves.

-Sunao-kun, ¿ya terminaste?- preguntó.

-Sí.

-Fuiste rápido, para ser tu primer día.

-¿Ibas a entrar a la alcoba del príncipe Hashiba?

-Es ese mi trabajo.

-Es que el príncipe Hashiba esta dentro, y por lo que escuche creo que esta descansando.

-De ser así, te revisare más tarde. Sunao-kun, tengo que revisar todavía la alcoba de Kasumi-sama y de Matsuri-san. Y, ya que res mi asistente... ¿podridas ir a revisar a Utsunomiya?

-¿A Aki-san?

-Sí- afirmó apática -Sinceramente no me agrada mucho la idea de que te le acerques; pero de verdad me ayudarías.

-Por supuesto, ¿Dónde esta?

-Debería estar en los establos y debería estar aseando el caballo de Sora-san, y el suyo.- suspiró -Espero que no este durmiendo otra vez.

-No deberías ser tan dura con él. A mí me parece agradable.

-Ya te lo explique; no te confíes mucho- finalizó dirigiéndose a la alcoba que ahora era sólo de la reina.

Sunao esbozó una pequeña sonrisa que dejaba denotar un aire de gracia. No dudaba que Aki no sentía la más mínima pena de acercarse a una persona e insinuársele deliberadamente; pero tal cosa no lo podía hacer creer que alguien pudiera ser tan malo como lo describía Yumiko.

 

Dejó los productos de limpieza en el armario de donde los había sacado y salió para caminar en la inmensidad del jardín trasero hasta el área de los establos. Se asomó inseguro por la baya de la entrada y al no ver a nadie se decidió a entrar para buscarle.      

-¿Aki-san?, ¿Aki-san?, ¿esta aquí?- llamaba Sunao, internándose cada vez más al establo dada la falta de respuesta.

Se detuvo para contemplar un caballo de pelaje negro y mechones grisáceos.

-Eres un bonito caballo- le dijo de frente a la criatura, mientras le acariciaba la mejilla izquierda. El animal parecía ser dócil, pues no dudo en entregarse al tacto del pelirrosa.

-Veo que te gustan los caballos- irrumpió el paje de cabellos lila pálido, con una sonrisa suave, propia de su persona.

-Sí- sonrió.

-Parece que le agradaste.

-¿Lo dice por algo en especial?

-Sí, ese animal no se deja acariciar por cualquiera. Es muy poco cariñoso.

-¿De verdad?

-Sí.- confirmó simplemente, vaciando un pequeño balde de agua en una bebedera de madera.

-¿Usted se encarga del establo?- preguntó, al ver lo que el muchacho hacia.

-¿Por qué tanta formalidad?- le cuestionó, ignorando la pregunta que se le había hecho.

-¿A qué se refiere?

-A eso; ¿por qué me hablas de "usted"? Estamos en confianza, ¿ó no es así?

-S-Sí. Lo siento, Aki-chan.

-Eso suena mejor. A todo esto, ¿qué haces aquí, bombón?

-...Pues...vengo a...

-No me digas; te envió Hanasaki para revisarme- resolvió de inmediato.

Sunao se quedó callado, su silencio lo confirmaba todo.

-Parece que adivine.- añadió, levemente orgulloso.

-Sí. Lamento si te incomodo.

-Lo entiendo; eres el asistente de Hanasaki y debes hacer este tipo de cosas, no te culpo. Además, yo se perfectamente que no le agrado y, no voy a mentirte, ella a mí tampoco; le gusta molestarme. Y me viene bien una agradable y preciosa compañía como la tuya.

-¿La mía?- recalcó Sunao, el comentario de Aki había teñido sus mejillas de una minúscula longitud rosada; pero la palidez de su piel la hacia notar.

Asintió reiterando su comentario. -¿Sabes? El rosado le va bien a tus mejillas...- dijo, acariciando una de ellas. -te hace ver más adorable.

Sunao titubeó, el atrevimiento del joven le había provocado un rosado más intenso sobre sí.    

-Gra...Gracias.- respondió, simplemente.

-Ya que estas aquí, ¿por qué no me cuentas un poco sobre ti?

-¿Qué quieres saber?

-¿De donde vienes?, ¿qué edad tienes?, cosas así.

-Vengo de Ciudad Orquídea, tengo diecisiete años, curso el segundo grado de preparatoria.

-Ciudad Orquídea, es un lugar muy bonito. ¿Por qué te fuiste?

-Tengo mis razones.- respondió, secamente.

-No te preguntare al respecto. ¿Qué hay de tu vida sentimental? ¿Tienes novia ó...novio?

-...No.

-No me explico como es que un chico tan lindo como tú, no tenga una pareja. ¿Es por qué no quieres?

-Sí te refieres a una chica, todavía no he conocido a una que me guste mucho. Pero si te refieres a que sí me gustan los chicos, no es que no me gusten, es sólo que no encentro uno que no piense en algo más que no sea querer acostarse conmigo- se cubrió la boca, de pena; había dicho algo como eso sin pensar, mas que en los pocos chicos con los que había salido a lo largo de su adolescencia.

Aki rió, con serenidad. -Así son la mayoría de los hombres.- Y siguió por cepillar el pelaje del caballo.

-¿Tú eres quién se encarga de los caballos?- volvió a preguntar.

-Sólo de dos.

-¿Qué significa eso?

-El hecho de que soy el paje del príncipe Sora; mi obligación es protegerle de lo que sea, por tanto debo encargarme personalmente de su caballo y del mío, también de su espada, sable y katana; deben estar limpios y en perfecto estado.

-Debe ser una gran responsabilidad.

-Lo es.

-¿Quién te entreno en el uso de la espada?

-Mi tío es un comandante, él me enseño todo lo que se.

-Qué interesante.

-Oye, Aki, ¿ya terminaste con el caballo de Sora-sama?- preguntó un hombre joven que se acercaba hacía ellos. De grisáceo cabellera, así como lo eran el color de sus ojos.

-Sólo debo darle de comer.- respondió Aki.

-Apresúrate para que dejes de estorbar, tengo trabajo que hacer.- le dijo, en lo que parecía ser una broma por el tono que usó. No pudo evitar percatarse de la presencia de Sunao y, enfatizando, añadió -:No sabia que tenias compañía, una muy linda compañía. ¿Quién es la chica?

-No es una chica, estúpido. Es un chico, Fujimori Sunao. Nao, él es Miyako Kotaro, veinte años, es uno de los cocheros, también se encarga del establo; se alterna los días con su compañero: Ujie Takao.

-Mucho gusto, y disculpa el error, Nao-chan.- le dijo el joven. No traía puesto el traje descrito por Yumiko, llevaba una ropa informal y de color azul oscuro, ideal para trabajos de limpieza.

-Un placer, Kotaro-san. Y, descuide, ya me he acostumbrado, digo, con eso de "la doncella de los cabellos rosados".

-Era por eso que me parecías conocido. Te ves mucho más bonito en persona.

-Eh...yo...Gracias.

-Debo suponer que eres el nuevo asistente de Yumiko-senpai, ¿tengo razón?

-Sí.- sonrió. 

-Eres bastante lindo.

-Gracias. Creo que ya debo irme, Yumiko-san debe estar buscándome. Un placer conocerle, Kotaro-san. Mucho gusto volver a verte, Aki-chan.- se despidió, haciendo un gesto con la mano.

-Adiós, bombón.- le despidió, con una sonrisa.

-¿Bombón?- recalcó Kotaro -No me había tocado escucharte llamarle "bombón" a alguien; por lo general les dices "cariño". ¿Significa que estas muy interesado?

-Bastante.

-¿Eso significa que Kaoru-han ya quedo fuera de tu lista?

-Ella es bella, pero con todas las tonterías que se traía no llegamos muy lejos. Es muy empalagosa. Además, el chiquillo es todo un encanto, nunca habíamos tenido a alguien así por aquí.     

-Me doy cuenta, es precioso.- reiteró, con cierto toque de lujuria.

-Ni lo pienses, estúpido, él es mío.

-Tranquilo, se bien cuál es tu territorio. Espero que Yumiko-senpai no le diga muchas cosas malas de ti.

-Eso no me preocupa. No creo que Nao la escuche, y, de ser así, no creo que sea difícil contrarrestar lo que le diga.

-Eso lo veremos a cada paso que des.

 

Fujimori entró al castillo, con prisa. Eran las 11:00 de la mañana, y aún quedaban barias tareas por realizarse. Llegó hasta el recibidor donde vio a las demás sirvientas dispersarse, dejando sola a Yumiko; parecían haber tenido una reunión.

-Sunao-kun.- lo nombró la ama de llaves, al ver que no se aproximaba.

-¿Sí?- Nao se acercó hasta ella.

-¿Cómo te fue con Utsunomiya?

-Pues no estaba dormido, si es lo que piensas. ¿Puedo preguntar que hacían todas las demás sirvientas aquí?

-Distribución laboral.

-Bien... ¿qué me toca limpiar a mí?

-Limpiar estas escaleras.- señaló las escaleras, color mármol, del recibidor.

Sunao analizó visualmente el objetivo a limpiar. Seria complicado, pues más bien vendrían siendo dos y una escalinata.

-¿Hay algún problema?- preguntó, al notar la expresión en el rostro de Nao.

-N-No, yo puedo hacerlo.

-Bien, aquí tienes.- le entregó una cubeta repleta de agua jabonosa y un cepillo.

-Gracias.- suspiró, tomando los objetos ofrecidos.

-Si no te incomoda, me quedare aquí para supervisarte.

-No hay problema- aseguró. Y ambos subieron a los principios de las escaleras.

Arriba, Sunao se arrodilló sobre los escalones del lado derecho y comenzó lo que seria un pesado trabajo.

-Yumiko-chan- le llamó Sora, acercándose a donde estaban ella y su asistente.

-¿Se le ofrece algo, Sora-san?

-¿Dónde esta Matsuri?

-Me pareció verlo con Sei-san, estaban en el salón de baile. Hablaban algo sobre "el mejor ángulo para obtener buenas fotografías de Sora".

-Gracias.- dijo, bajando por las escaleras del lado izquierdo.

-¿Asumo que Matsuri-san vivirá para la cena?

-No cuentes con ello.- respondió el príncipe, dirigiéndose al lugar donde le daría su merecido al que se hacia llamar su mejor amigo. 

-No sabia que habrá un baile.- comentó Sunao.

-Yo me entere hace rato. Al parecer es para buscarle una esposa a Sora-san.

-Ah, ya veo.- respondió, simplemente, había algo en todo eso que no le gustaba.

Yumiko soltó una risita que trató de ocultar.

-¿Qué es tan gracioso?- quiso saber el muchacho.

-Es qué...por un segundo, sonó como sí estuvieras... celoso.

-¿Sabes?, "celoso" tiene un hermano y es: "cállate la boca".

-Perdona.- rió, otro poco, ante la "original" respuesta.

-¿Podríamos cambiar de tema?

-Cómo prefieras. Dime, ¿qué paso en los establos?

-Si me lo preguntas porque crees que paso algo entre él y yo, no, no paso nada de eso.

-No hablaba de ello, pero me alegro que no haya sucedido nada.

-Si quieres saberlo, te lo diré: fui a supervisar, encontré un caballo bonito, hable con Aki-chan, llegó Kotaro-san y después me fui. No paso nada más.

-…l es uno de los cocheros, pero se alterna los días con su compañero. Un día uno limpia los establos y el otro conduce y se encarga de los vehículos.

-Oh, Aki-chan sólo me mencionó que se alternaban los días.

-Sunao-kun, no quiero sonar como una madre regañona; pero te daré un consejo: no confíes mucho en Utsunomiya, no digo que no puedan ser amigos, sólo ponle limites. Pese a que es poco tiempo ya te estimo mucho, y no quisiera que termines yéndote.

-No te preocupes; Aki-chan es lindo, pero no es mi tipo.- pausa -¿Por qué lo juzgas de esa manera? Dudo que me adviertas por experiencia propia.

-Pues dudas bien. Lo digo por experiencias ajenas, de empleados que ya ni siquiera están aquí.

-Sea cierto ó no, la gente es usada porque se deja usar. Yo no soy así.

-Esta bien. Prométeme que no te confiaras.

-Se defenderme bien; conozco a Nanami-chan desde muy pequeño, y cada vez que él iba a Ciudad Orquídea, me daba "lecciones" de equitación, espada y defensa personal. Creo que es suficiente, ¿no?

-Supongo que sí.

 

El reloj marcaba las 2:00 de la tarde, anunciando la hora de la comida.

Trece de los sirvientes comían en una mesa de la cocina, debían continuar con sus labores tan pronto como les fuese posible. En la barra de la cocina, sólo se sentaron Yumiko y Sunao, acompañados por los señores Tornatore.

-Giancarlo y Yumiko-chan no exageraban, de verdad eres una preciosidad.- le dijo la encargada de la lavandería a Sunao, mientras pellizcaba las pálidas mejillas; era demasiado tentador para una mujer de su edad.

-Gracias, Noriko-san.- respondió, mientras apaciguaba el leve dolorcillo en su rostro.

-Es tal como te dije- argumentó la ama de llaves -Sunao-kun es adorable. ¿Verdad que ese uniforme lo hace verse como una muñequita?

-Que mejor manera de describirlo.- sonrió, dejando ver un brillo cautivante en sus ojos marrón.

La señora Tornatore parecía ser bastante interesante, tan vivaz como Yumiko. Un poco vanidosa, según lo que se le había contado al chico, pero eso no restaba para nada su esplendorosa forma de ser y sus buenos sentimientos. Era dos años menor que su esposo, aunque realmente se veía un poco más joven de lo que era, quizá, lo único notorio era el rubio oscuro de su cabellera, que ya venia opacándose por los años; eso sí, jamás disminuyendo su particular belleza.

-Y, dime, cariño. -le dijo a Sunao -¿Por qué entraste a trabajar aquí?

-Llameémosle insistencia de parte de unas personas.

-¿Tienes novia? Porque si no la tienes podrías conocer a mi hija. Es muy bonita, y si combinamos sus genes con los tuyos, tendría los nietos más bellos del mundo.

-¿Disculpe?- se sonrojó, ante tal atrevimiento.

-Ia, dejai empas al rigazzu. ¿No ves que ia esta bastante avergonzato?- irrumpió Giancarlo.

-No seas tan malhumorado, Giancarlo.- dijo Noriko -A mí me pareció esa una bonita idea. 

-Eso ahora no importate. Per favore, llieven la comida a donde la esperan.- pidió, cubriendo barios platos.

-Sí.- afirmó Yumiko, tomando dos bandejas y saliendo hacia al comedor.

Sunao hizo lo mismo.

 

Cuando ambos llegaron al comedor, vieron que había varios invitados: Gaku, Yoshihiro, Kitamura y Shina, además de contar con la presencia de Matsuri, Sora, Shinichiro y Sei; eso explicaba perfectamente los numerosos platos que les había entregado el cocinero.

 

-Buenas tardes.- desearon la ama de llaves y su asistente, a los presentes.

-Buenas tardes.- regresaron el deseo los ocho magistrados.

-Minato-san, no le había visto en todo el día. ¿Salió temprano?- preguntó Yumiko, cortésmente. mientras ella y Sunao repartían los platos.

-Salí de madrugada; había planos, estrategias y divisiones que revisar.- respondió Shinichiro, cruzado de brazos.

-¿También fuiste para ver a Nanami-chan, onii-chan?- preguntó Sei, sin malicia en sus palabras.

-Un niño como tú no debe estar preguntando esas cosas.

-¿Por qué?

-Olvídalo. ¿Qué hay para comer?- quiso saber, realmente para cambiar la conversación.

-"Minestra de dos colores", "pez espada a la parilla italiana" y de postre "pastel de moka italiano".

-Últimamente Giancarlo se ha superado bastante.- afirmó al ver el primer plato: una sopa en tonos verdes y amarillos.- miró a Sunao, y preguntó -:¿cómo ha sido tu primer día?

-Bien, gracias.- dijo, sintiéndose obligado a responder.

-Enseguida regreso.- dijo Yumiko, llevándose una bandeja de comida a donde se encontraba la reina de Barasuishou.

Sora suspiró, bajó la mirada y susurró -: ¿qué acaso mi madre ya no volverá a ser la misma?

Era evidente el hecho de que estaba preocupado y afligido. Ya eran tres días desde el entierro de su padre y era notorio el cambio en la viuda; no salía mucho de su alcoba, era una mujer fuerte y mostraba una pequeña sonrisa todo el tiempo; pero por más que lo intentara, no parecía lograr que su sonrisa y humor volvieran a ser tan radiantes como lo habían sido en el pasado. También parecía estar decidida a llevar esos pendientes de cristal negro en forma de rosa, por el resto de su vida. Si ese era el principio, ¿cómo seria todo al pasar del tiempo?

-Sora...- le llamó Matsuri, sacándole de sus pensamientos. Su voz le demostraba su apoyo.- No te deprimas.

Sora levantó la mirada y sonrió con un poco de nostalgia, que aún quedaba reflejada en su rostro.

Sunao se conmovió al ver las expresiones del príncipe. Sus ojos fueron invadidos por un sentimiento de ternura; ver a ese hombre, aún en el más patético de los momentos siempre le provocaba sentirse de esa manera.

Sora miró a Nao sin pensar, y no pudo evitar  percatarse de la forma en que lo veía.

El pelirrosa se avergonzó, alejando la vista del otro muchacho. Con un simple "sino necesitan nada más, me retiro" y una reverencia, regresó a la cocina.

 

La reina se había encontrado bastante ocupada arreglando detalles del baile en la mansión Honjou, con el propio presidente del parlamento aristocrático.

 Al volver, sólo se encerró en su habitación a contemplar la vista desde su balcón, recordando aquellas mañanas de invierno, esas tardes de primavera y esas noches de otoño que solía ver acompañada de su, ahora, difunto esposo. Le dolía, le dolía ya no tener cerca a la persona que amaba con todo el corazón, la persona con la que contó en el momento más difícil de su vida, le dolía no tener cerca de la persona con quien engendro a sus amados hijos, le dolía, le dolía saber que no volvería a verlo hasta que el señor de la creación decidiera llevarla a su lado. Lo único que le quedaba ahora, eran recuerdos, recuerdos que le habían hecho muy feliz, que provocaban pequeñas sonrisas en sus labios, pero que dejaban correr lagrimas solitarias al recordar la realidad de lo que ahora eran las cosas. 

 

Con el transcurso de las horas, el manto de la noche se dejo caer sobre las calles, Ciudad Cristal había sucumbido ante la oscuridad y el leve resplandor de los astros que adornaban el cielo. La nieve comenzó a caer sobre la ciudad, mas su caída no era brusca, era suave y bella en cualquier sentido.

En la alcoba del príncipe heredero, Sora no podía dejar de pensar en su madre, en su boda, en la guerra, en la trágica muerte de su padre que ni siquiera pudo terminar con la absurda pelea. Vestido por su pijama y cubierto por los cobertores de su cama, no podía conciliar el sueño, pensando en algo que por momentos le parecía estúpido:

Talvez su vida era como uno de los tantos copos de nieve que veía caer por la ventana: frágil, inesperada, un tanto bella, pero que cambiaba aún con el más ligero movimiento del viento, y que en cualquier momento cae. Tal y como es su destino, como un simple copo de nieve.
Notas finales:

...Y...pues...eso fue n_nu

Sí, ya sé que los personajes con patéticos y lamentables u////u pero los ame a cada uno cuando se le ocurrieron a mi mente infestada de azúcar (menos a Aki, a él lo deteste)

Disulpen mis faltas de ortografia, iran mejorando n.nu

En el siguiente capítulo...será el menos peor de los prímeros 7 (del 8 al 10 que he escrito son más pasables)

Cuidense n.n

NOTA: El uniforme que usa Aki, es la ropa que usó Nao en el capitulo 11 y 12 de sukisyo (ya saben, la camisota o bata grande con ropa negra abajo. Sólo que en el caso de Aki es gris n.n)

BY NAO


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