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Rosa de Cristal por Dayna Kon

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Notas del capitulo:

Éste capitulo va dedicado a mi pequeña y adorable hermanita de nueve años, amante del yaoi y eterna fan de Nagase. Va para ti, Honey-chan (Karla-chan n.n). No por qué realmente sea su favorito (ya le leí los diez capitulos que llevo y le gusto más el 8 y el 10 n///n)

Sin más preambulos, a traumar gente... 

 Era sábado por la mañana, el reloj marcaba las 8:00 y las labores de la servidumbre serian un tanto diferentes para ese día. Las sirvientas acarreaban la bajilla y los manteles más finos, para poder organizarlos en las mesas, el chef debía preparar una gran selección de alimentos y bocadillos para el evento que acontecería al anochecer, los jardineros debían hacer lucir el jardín delantero impecable y elaborar algunos adornos florales, seria un día bastante agotador. El salón de baile era una bella y amplia estancia estilo rococó francés, en tonos blanco opaco y columnas detalladas con vivos de oro, tal y como los detalles de las paredes y del techo de donde colgaban varios candelabros de cristal. Que para esta ocasión seria decorado al más puro estilo del ingles victoriano. Con el más simple propósito de convertirlo en un lugar perfecto para dar a bienvenida a los invitados al baile, donde el príncipe heredero buscaría una esposa. No debía ser tan difícil darle un toque de distinción a un lugar tan bello.    

-¿Dónde quieres que ponga esto, Yumiko-san?- preguntó Sunao, cargando con dificultad una pila de platos color perla y circunferencia dorada.

-Distribúyelos en cuatro pilas y organízalos en un pequeño espacio sobre la mesa principal.- respondió, tratando de seguir prestando atención a cada detalle de lo que hacia el resto de la servidumbre.

-No tenia idea de que organizar un baile fuera tan difícil.- comentó, al darse cuenta de lo alterada que estaba la ama de llaves.

-No es tanto, he organizado muchos bailes y fiestas aristocráticas; el problema es que nos dieron muy poco tiempo para organizar todo. Eso es lo que lo vuelve tan tedioso.

Sunao sonrió, con un poco de gracia.

-¡Escuchen!- llamó Yumiko, subiendo el tono de su voz para que todos los presentes le escuchasen. Enfatizando su voz, continuó. -:Tomemos un receso para desayunar. Terminando volveremos a las labores del baile y luego limpiaremos lo más básico del castillo.

Las sirvientas dejaron lo que estaban haciendo  lo que llevaban en las manos, para acatar lo dicho por Yumiko. No había motivo de discusión, la ama de llaves era la encargada de los sirvientes, y lo que ella decía debía acatarse con obediencia.

La mujer de los ojos esmeralda, dejó escapar un suspiro de cansancio; ese día se había levantado más temprano de lo usual, buscado a cada sirviente y organizado barias cosas. Sabia que si algo llegase a salir mal, la culpa debía caer sobre ella, y lo menos que deseaba era equivocarse frente a una mujer como Hashiba Kasumi, a quien admiraba con devoción.

-¿Estas bien, Yumiko-san?- preguntó Sunao, pese a que la respuesta era evidente.

-Después de esto necesitare recostarme.

-Todo esta quedando muy bonito.- calificó Matsuri, entrando al salón de baile junto con Sora.- Buenos días, Yumiko-san, Nao-kun. 

-Buenos días.- saludaron la ama de llaves y su asistente.

-Buenos días.- bostezó Sora, correspondiendo al saludo.

-¿Podría saber por qué Sora-san esta más cansado de lo usual?

-Lo desperté un poco más temprano. Pero ni siquiera el agua de la tina pudo despertarlo.- respondió Matsuri, con una vivaz sonrisa. -Es que yo quise venir a ver como estaba quedando el salón de baile. Se ve muy lindo.

-Gracias, Matsuri-san.

-No puedo esperar a que sea de noche para poder tomar fotografías. Va a ser muy divertido.

-Para ti lo será. Yo, por mi parte, odiare los bailes después de esto.- aseguró Sora.

-Relájate y trata de disfrutarlo; "al mar paso darle prisa".

-Eso no me anima.

-No te lo estoy diciendo para que te animes. Lo digo para que te tranquilices, pongas una sonrisa y no arruines las fotografías.

-Si me lo preguntan...yo creo que Matsuri tiene razón.- se les acercó Aki, desde la entrada del salón- trata de relajarte un poco, Sora.

-Para ti es sencillo decirlo, no eres tú el que tiene que buscar esposa.- refunfuñó el príncipe heredero.

-Cierto, no puedo imaginarme a mí mismo con esposa.

-Utsunomiya...- le nombró Yumiko, tratando de disimular la apatía que le provocaba tal visita. -dije claramente que todos debían ir a desayunar.

-No quieras hacerte la importante, Hanasaki. Además, yo ni siquiera estaba aquí cuando lo dijiste.

-Aki, ¿a qué viniste?- preguntó el ojiceleste, extrañado.

-Digamos que por motivos personales.- Dirigió su mirada hacía Sunao. -Buenos días, bombón.

-B-Buenos días, Aki-chan.- le saludó, algo apenado de que alguien más escuchara el "sobrenombre" con el que era frecuentemente llamado.

-Veo que ya se conocieron.- atravesó Sora, desaprobando la escena. Era bien sabida la reputación que tenia su paje; no era seguro que Aki fuese tan malo como para sólo utilizar a las personas; pero con pruebas o sin ellas no podían deshacerse de él; nunca había forzado a nadie a compartirle la cama una o barias noches.

-Sí.- sonrió Aki, con despreocupación ante lo que Sora pudiese hablar o pensar de él.

-¿Tienes algún otro asunto aquí, Utsunomiya?- preguntó Yumiko, con fastidio.

-Parece ser que a la señorita Hanasaki le incomoda mi presencia.- Su sarcasmo era evidente. -Nos vemos después, bombón.- se despidió del pelirrosa y fue directo a la cocina.

-No lo soporto.- murmuró Yumiko, más que asqueada por la hipocresía del paje frente al hijo del conde, el príncipe heredero y frente a su nuevo asistente; por lo general Aki solía ser grosero y altanero con ella. Regresando a su tono de amabilidad, sugirió a los magistrados -: Lo mejor era que desayunen, les espera una larga noche. Lo menos que necesitan es fastidiarse el día.

-Pienso lo mismo.- rió Matsuri, un poco -¿Quién sabe?, esta podría ser la noche en que Sora le consiga una nueva nuera a Kasumi-sama.

-Cállate Matsuri.- reprendió Hashiba, molesto.

 -Yo sólo decía...

-Mejor no digas nada y vamonos a desayunar.

-Cómo digas.

 

Velozmente el día termino, al paso de las horas el cielo iba volviéndose menos claro, hasta el momento en que no había rayos e sol ni nubes blancas, sólo la tenue presencia de la luz cenicienta de la luna y las estrellas. Eran, cuando mucho, las 8:00 de la noche.

Las rejas del Castillo de Cristal se abrieron para dar la bienvenida a las limosinas y carruajes que traían consigo a las futuras aristócratas, y una que otra princesa de reinos cercanos. De igual manera se les permitía el acceso a automóviles que permitían el pase de las jóvenes y encantadores doncellas de Ciudad Cristal. Todas acompañadas por sus padres y motivadas por el mismo propósito: conquistar el corazón del príncipe Hashiba Sora.   

 

El salón de baile estaba perfectamente decorado, la comida y la bebida eran deliciosas, la música era cautivante y todas las señoritas se veían deslumbrantes con sus coloridos vestidos, estéticos peinados, maquillaje intachable, aromas enervantes y cálidas sonrisas que adornaban sus delicados rostros.

La reina estaba sentada en uno de los tronos. Sonreía al ver a su primogénito desistir su atención ante las jovencitas que le hablaban. A su costado Nanami y Shinichiro, quienes portaban sus uniformes y que apenas podían contener leves risas al observar con gracia lo que para la reina formidable en el comportamiento del heredero al trono. Sora, según su perspectiva de las cosas, estaba rodeado de molestas y distintas conversaciones de nobles señoritas que ya conocía, y de doncellas que había visto en más de una ocasión caminar por la ciudad.

En cuanto a Matsuri; estaba más que encantado por las fotografías que conseguía, y con las que de seguro traería unos cuantos yenes y euros a sus bolsillos, ó, una simple satisfacción personal. 

-Me alegra ver que te estas divirtiendo.- comentó Sunao, al ver a Matsuri gastar el carrete de su cámara. En sus delicadas manos traía consigo una bandeja de plata repleta de bocadillos que ofrecer a los invitados.

-No puedo decir lo mismo de Sora- dijo, divertido -¿Qué me dices de ti, Nao-kun?

-Ser mesero no esta nada mal.

-Que bien.- Le tomó una fotografía. -Te ves adorable.

-...Gracias.

-Matsuri, cariño- llamó su atención un mujer rubia de ojos almendra y un bonito vestido verde jade. A su lado, un hombre alto, de ojos verdes y cabello negro, su traje era de un tono olivo.

-Mamá, papá, ¿qué hacen aquí?- quiso saber el muchacho.

-Venimos a supervisar el baile, cariño.

-Pero creí que ya estarían fuera de la ciudad.

-Deberíamos estar ya en Ciudad Tulipán.- continuó el conde Honjou -Pero siendo yo el presidente del parlamento aristocrático, tenia que quedarme para tratar sobré el plazo de los cuatro meses con el parlamento de Zirconia, y con el rey Munakata. Pero después vino una propuesta, de tu querida madre, sobré un baile para conseguirle esposa a Sora-kun. Y tu madre quiso que nos quedásemos para estar un poco más contigo.

-Vamos, Tamaki. Tú también querías quedarte al menos un día para estar con tu hijo.- comentó la mujer.

-No necesitas evidenciarme.

La condesa sonrió, con agrado al ver la mueca de disgusto dibujada en el rostro de sus esposo. Dirigió su mirada a la persona que yacía un lado de su hijo, persona que curiosamente no había notado anteriormente. Ante sus grandes ojos almendra veía a una adorable chica.

-Matsuri, cariño, ¿no vas a presentarnos a tu amiga?- preguntó -Parece ser simpática.

-Claro.- rió, en silencio -Mamá, papá, les presento a Fujimori Sunao-kun, "la doncella de los cabellos rosados".

-¿Sunao?, lindo nombre, aunque algo extraño para una chica. 

-No- rió, un poco más fuerte al darse cuenta de que su madre no había prestado atención a la expresión de respeto que uso para presentar a su nuevo amigo -,no es una chica. Es un chico y el nuevo sirviente del castillo

-Disculpa mi insolencia. Pero es que eres tan lindo y adorable que cualquiera podría confundirse- afirmó, acariciando uno de los mechones que cubría la frente de Nao -eres un encanto.

Sunao la miraba expectante; era una mujer vivaz, alegre y extrovertida. No había duda, era la madre de Matsuri.                                                                                        

-Puedes ignorarla si quieres.- sugirió el hombre adulto, al joven pelirrosa, recibiendo como respuesta un leve codazo de su cónyuge.

-Continuo antes de que empiece una pelea; Nao-kun, ellos son mis padres, Honjou Tamaki-san y Honjou Elizabeth-san, los condes Honjou.

-Un placer.- inclinó la cabeza, en señal de reverencia.

-Es tan adorable. Una esposa o un esposo como él te vendría muy bien, cariño.

-No lo creo. -sonrió Matsuri -Nao-kun me gusta más para Sora.

Sunao se mantuvo callado, por respeto; pero en verdad la idea no le agradaba en lo más mínimo.

-Ahora que lo dices, creo que quizá tengas razón...- continuó la condesa -Sora-kun y el lindo Nao-kun serian una pareja encantadora. Lastima que a Kasumi-chan no le gustaría esa idea, y que Sora-kun deba tener un hijo.

-Mejor vamonos a ver a Kasumi-san, antes de que sigas traumatizando al muchacho y avergonzando a tu hijo, Elizabeth.- dijo Tamaki, llevándose a su señora de la mano.

-Tus padres son bastante interesantes.- comentó Sunao, mientras los veía alejarse.

-Lo sé.

-Bien, tengo que seguir paseándome con esta bandeja. Nos vemos.- se despidió, para continuar caminando por todo el salón y Matsuri poder continuar con su sesión fotográfica.

Esta vez Sunao había podido controlarse a la perfección, aislando el desagrado que sentía el ver tanta gente noble en un sitio tan concurrido.

 

Pasaron un par de horas y la situación no cambiaba en absoluto; a los oídos de Sora no parecía entrar nada que no fuera: "eres lindo", ó, de forma indirecta, "seriamos una bonita pareja". Las sirvientas seguían atendiendo a los invitados, las doncellas y magistradas, que no entretenían con el príncipe, hablaban e diversos temas entre ellas.

-Esta fiesta es cada vez mejor.- se dijo el rubio a sí mismo, mientras revisaba las imágenes capturadas en ese día.

-Matsuri-kun...- le llamó una chica de coleta anaranjada y ojos verdes, quién estaba acompañada por dos chicas más.

Honjou se aproximó, al trío de señoritas e instintivamente las reconoció; quién le llamo era hija de un marques, Hikaru. La chica de cabello corto y castaño como sus ojos, era hija de un sargento, Sahara. La más joven, una joven de dos coletas aguamarina como sus ojos, Mikaze.

-Buenas noches.- saludó el futuro conde, ¿me necesitan para algo?

-Sí.- afirmó Hikaru -Es sobré una duda que tenemos.

-¿Cuál es?

-Ella...- señaló, con dirección a Sunao.

-¿Nao-kun?

-¿Nao? Que bonito nombre- calificó Mikaze. Parecía ser que las tres eran igual de consentidas y distraídas que ninguna había notado la expresión de respeto con la que se había referido al pelirrosa. Aparente mente la señora Honjou no era la única despistada en ese tipo de casos. -¿Es ella la "doncella de los cabellos rosados".

-Sí.

-Tu hermano tenia razón, Mikaze-chan.- le recordó Sahara- es linda.

-En efecto, lo es- interrumpió Matsuri, buscando sacarlas de su error -es muy linda, pero no es una chica. Es un chico.

Las tres señoritas miraron a Nao, sorprendidas; lucia demasiado femenino y adorable, con se uniforme parecía una muñequita de porcelana, era irreal pensar que una belleza tan irrepetible fuera posesión de un chico.

-¿Estas seguro, Matsuri-kun?- cuestionó Hikaru -Su cabello es muy largo, y el rosa no es un color muy masculino que digamos.

-Pero es un chico, parezca lo que parezca.

-Yo pienso que es lindísimo.- A Mikaze le brillaron los ojos al ver a una belleza tan divina en un hombre. -¿Sabes sí tiene novia?

-Hasta donde se, no.

-Ni lo pienses- interrumpió Sahara -yo lo vi primero.

-Pero yo pregunte primero.- le sacó la lengua, de manera infantil.

-No creo que deban pelear por algo así.- se atravesó Matsuri -Además, no creo que Nao-kun este buscando novia ahora.

Las tres se decepcionaron, pero ninguna se desilusiono. Inmediatamente la sonrisa de Hikaru regresó a su rostro.

-¿Cuál es su nombre completo?, ¿qué edad tiene?- comenzó a preguntar, cada vez más rápido -¿de donde viene?, ¿hace cuanto trabaja aquí?, ¿qué sabes de él?

-Fujimori Sunao-kun, diecisiete años, Ciudad Orquídea, hace dos días, lo que se de él: es muy inteligente, le gustan los animales, sus padres se llaman Suzume-san y Naoji-san, desde niño fue instruido en la equitación y el uso de espadas por Nanami-san, sabe algo de medicina, ayudó a Sora en un mini-accidente, es bueno con los niños, limpia muy bien, sabe de té y es d e lo más adorable.

Las señoritas no dijeron nada, pero sus ojos y sonrisas lo expresaron todo: encanto. Un chico sencillamente perfecto; dulce, inteligente, amable, carismático, de buen entrenamiento, delicado, atractivo y soltero. Un joven del total agrado de sus padres, quizá no de una posición social como las de ellas, pero eso era compensado por todo lo dicho.

-Es sencillamente precioso- sentenció Hikaru, por sus nueva obsesión. Sus ojos se posaron sobre la cámara de Matsuri. -¿Tienes fotos de él?

-Sí.- Les mostró unas pocas fotografías que tenia del pelirrosa.

-Adorable, las quiero.

-Yo también.

-Yo igual.

-No creo que a Nao-kun le agrade eso.

-Te las compro.- dijeron las tres en unísono, tras sacar de sus bolsos un poco de dinero. Era bien sabido por todos la debilidad que tenia Matsuri por el dinero que podía obtener a través de sus extrañas ideas y de lo que capturaba su cámara.

-Las revelare esta misma noche y serán todas suyas mañana.

Mientras Matsuri acordaba sus "futuras transacciones", Hano e Ichikawa disfrutaban de la compañía mutua y de la mesa de comida.

-Te dije que Honjou-senpai encontraría una forma de sacar dinero- comentó Ichikawa, después de servirse una generosa cantidad de golosinas en un plato.

-La verdad es que no me extraña- sonrió Yoshihiro, acomodándose sus anteojos- siempre hemos sabido que la mayoría de las hijas de aristócratas o de militares son consentidas, gastan el dinero en cualquier cosa que les parezca linda y se obsesionan fácilmente. Es sencillo usar eso a favor.

-Tienes razón. Pero Sora-senpai no párese divertirse- dijo Gaku, mirando hacía la, todavía, molesta situación de Sora, quién ya había tenido que bailar con varias invitadas.   

-Teniendo cerca a tantas chicas bonitas, Hashiba-senpai debería tratar de relajarse y pensar un poco en que debe casarse. Nagase-san no mantendrá la tregua del luto por mucho tiempo. 

-¿Tú, crees que Nagase-san pueda ser peor que el rey Aizawa? Hablo de que él pudiese llegar al punto de atacar más haya de la frontera, aquí en Ciudad Cristal.

-Espero que no, las veces que lo hemos visto no parecía ser peor que su padre.

-Sí...- Gaku bajó un poco la mirada, por sus mejillas surcó un muy leve color rojizo.

En todas sus vidas habían visto a Nagase Kai dos veces; la primera ocasión se dio cuando eran niños, y el rey Aizawa había retado al rey Aoyama a su primer combate privado. La segunda vez fue el año pasado, cuando e apareció en Barasuishou con su padre; aquélla fue la única ocasión en que el rey de Suigintou se atrevió a pelear con Aoyama, más haya dela frontera. 

Curiosamente, hubo algo en el príncipe que llamo la atención del joven Ichikawa, ese día.

-Tú...¿tú crees que Nagase-san tambien vaya a casarse?- preguntó, como sí Hano conociera la respuesta de esa pregunta.

-Gaku-chan... no me iras a decir que todavía has pensado en él.- dijo. Le era preocupante recibir un "sí" por parte de Gaku.

Yoshihiro era el mejor amigo de Ichikawa, y el único al que le había comentado sobré esa "llamada de atención" tan repentina. No pensaba muy seguido en eso, pero cuando alguien hablaba del príncipe de Suigintou, no podía evitar sentirse un poco apenado.

-Ya ha pasado un año, ¿no te parece que es demasiado, Gaku-chan?

-¿Qué dices? No pienso mucho en el.

-Pero piensas en él. Y no de una forma de odio, apatía ó desprecio después de todo lo que ha pasado.

-¿Quieres que lo odie?

-No, es sólo que me parece un poco raro.

-Ya sé. Pero no puedo evitarlo. A veces he llegado a pensar que me gusta o más que eso...Pero no se lo digas a nadie, quiero que lo sepan por mí hasta que este seguro.

-Será como tú quieras.

De instante a otro, ambos sintieron como se dejaba caer el peso de una persona sobre la mesa. Lo suficiente como para recargar los codos y reclinar su espalda sobre ella. 

-No voy a resistirlo más tiempo- jadeaba Sora, quien había logrado librarse de la manada de jovencitas que lo acosaba -Sólo hablan y hablan de cosas que a mí ni me importan.

-Si quieres mi consejo...- dijo Hano, con un tono amable, muy propio de su persona -al menos intenta ver más allá de sus platicas banales y conócelas mejor. Entre ellas podría haber al menos una que te agrade.  

-No te pedí tu consejo, Hano. De verdad, no quiero tener nada que ver con alguna de ellas.

-Entonces sigue mi consejo:- siguió Ichikawa -Tranquilízate e ignóralas, no tienes que escoger ni conocer a ninguna, de todas maneras ya tienes un princesa, que ni siquiera conoces, con la que vas a casarte.

-Eso no me anima.

-La idea es que te motivé a buscar una esposa, Sora-senpai.

-Sigues sin darme ánimos.

-No me sorprende, realmente no hay fuerza humana que te haga tratar- comentó Matsuri, con una sonrisa más alegre de la usual.

-No discutiré eso, sencillamente, yo no quiero casarme. No todavía.

-¿Y hasta cuándo quieres?

-Cuando sea un poco mayor o que encuentre a alguien que realmente valga el sacrificio.

-Pues no la encontraras quedándote aquí con nosotros.

-Matsuri, no me hagas lastimarte.

-Es tan fácil como casarte con Nao-chan- Se escuchó la voz de Sei, mas él no estaba cerca.

-Nao-chan y tú serian un buen matrimonio, Sora-chan.- argumentó Shina.

Los pequeños se oían cerca, pero no se les veía en proximidad.

Repentinamente a Matsuri se le ocurrió revisar debajo de la mesa, levantando el manto de ceda blanquecida. Ahí estaban cuatro pequeños de grandes ojos, quines habían "hurtado" un pastel para comerlo solos; eso era evidente al ver los considerables trozos que le faltaban al postre y que, curiosamente, habían dejado restos de migajas en el rostro de los niños. 

-¿Se puede saber qué hacen?- preguntó Yoshihiro, refiriéndose más a la razón que al hecho.

-Comiendo.- respondió Kitamura, llevándose un trozo de pastel a la boca.

-¿Por qué comen debajo de una mesa?

-Porque si comemos fuera de aquí, todas esas señoras estarían diciendo: "que indios niños". Y no podríamos acercarnos a la mesa de comida.

-Buena razón.- afirmó Matsuri -A nosotros nos pasaba lo mismo cuando éramos niños, ¿verdad, Sora?

-Jamás olvidare esas fiestas en que mis mejillas ya no podían soportar un pellizco más. Pero me importa muy poco que hagan ahí abajo. Lo importante es lo que ya les he dicho cientos de veces: no me casare con Fujimori.

-No seas tan malhumorado, Sora-niichan. Apuesto que nosotros tres no somos los únicos que piensan que Nao-chan y tú hacen una bonita pareja.- Sei dirigió una mirada acusadora a los tres amigos del príncipe. -Tú tambien estas de acuerdo, ¿cierto, Kano?

-...eh...sí- asintió el más pequeño.

Que Kano, un niño tan serio, se atreviera a dar una afirmativa sobre un asunto como ese sólo significaba que una pesadilla para Sora apenas comenzaba.

 

El sonido de un tintineo comenzó a inundar la habitación, provocando el silencio absoluto en la música y las platicas de los presentes.

El ruido era emitido por el golpeteo de una cuchara de plata contra una copa de cristal.

-¿Podrían, por favor, prestarme un poco de su atención?- solicitó la reina, la autora del dichoso tintinear de la copa y la cuchara. Todos se detuvieron por completo para escucharla -:Como ustedes saben, durante dieciocho años ha existido una rivalidad entre los reinos de Barasuishou y el reino de Suigintou. Rivalidad que trajo como consecuencia la muerte de los reyes de ambos reinos. Uno de ellos, mi amado esposo. Pensamos que con esa perdida la guerra al menos podría terminar, pero no fue así; el unigénito del rey Aizawa, Nagase Kai tiene decidido continuar la guerra. Hasta el momento siguen pequeñas guerrillas en la frontera, leves inconvenientes debido al llamado "pacto de luto" ; el cual estipula ninguna presentación de pelea mayoritaria hasta el paso de un periodo desde la muerte de los dos reyes, es por eso que han venido muchos de los honorables lideres militares a este baile. Y es por esa razón que con esta fiesta, buscamos a una jovencita que se case con mi hijo mayor y el sucesor al trono. Esto puede no ser fácil para él, pero tampoco lo es para mí. Soy madre, el hecho de pensar que mi hijo mayor pueda casarse en contra de lo que siente por el riesgo de morir en batalla, no es reconfortante, pero sabemos que esta es la única manera de no preocuparnos por el futuro de esta nación. Y, Sora, se que tu padre estaría orgulloso de ti, por este sacrificio que para ti implica la frase "ser un buen rey implica sacrificios".

Al sentir terminado el discurso de la reina, los presentes aplaudieron a las emotivas y conmovedoras palabras.

Sora no se movió, su rostro era serio y pensativo, lo dicho por su progenitora le había hecho dudar, ¿ir en contra de esa frase seria lo más digno por parte de un hijo de Hashiba Aoyama?

 

Cuando el bullicio comenzaba a retornar en el salón de baile, se escucharon unas cuantas palmadas, secas y, aunque breves, muy profundas. Los presentes, desconcertados, volvieron sus miradas hacía la entrada principal. Viendo ante sus expectantes ojos a un joven de cabello verde, ojos violeta ocultos tras unas sencillas gafas, con un porte que desbordaba elegancia, altanería y arrogancia, el heredero de Suigintou, acompañado por dos hombres de negro y armados por una espada.

-Encantador discurso, un poco cursi a mi parecer, pero muy motivador.

Nagase caminó por el salón, aproximándose con lentitud al trono de la reina. A cada paso que daba , los invitados, se apartaban de sus camino.

Shinichiro desenvainó su espada, como advertencia de que lo atacaría si se atrevía a intentar algo estúpido.

-Tranquilo, no vengo a pelear- aclaró el príncipe, con la mayor calma del mundo, que, al igual que su cínica sonrisa, siempre habían formado parte de él.

-¿Cómo pudiste entrar?- preguntó Kasumi, tras hacer una seña a Minato para que guardase sus espada.

-No es difícil entrar en un baile.

-¿A qué has venido?

-Si piensa que a pelear, se equivoca. Podré ser frívolo y todo lo que quiera, pero hasta yo se respetar un pacto de luto. No soy torpe como para atacar con dos hombres.

-Lo que sea que tengas que decir, puede ser por escrito.

-Me parece que las cosas importantes deben ser dichas y vistas en persona. ¿No le parece?- Nagase se acercó al príncipe de ojos celestes. -He venido a hablar con Hashiba Sora.

-¡Aléjate e él!- exclamó Kasumi, cual madre protectora.

-Le pediré a usted que por favor no se meta. Vengo a hablar con el heredero de Barasuishou, no con su anciana madre, de modo que no le importa.

-Eres un insolente.- El enojo de la mujer empezaba  hacerse notar.

-No sé porque vienes a buscarme  mí, pero no te voy a permitir que le hables a mi mamá de esa manera.

Nagase miró a Sora fruncir el entrecejo, dejando resaltar el fastidio que le provocaba verle. Que su presencia le incomodaba o no, realmente no le importaba al hijo de Aizawa.

-Muy osado, para ser tan sólo un chiquillo.

-Ya dime, ¿qué e s lo que quieres hablar conmigo, Nagase?- preguntó, con tono de orden.

-La realidad de esta guerra.

-No voy a permitir que vengas a mi reino de esta manera. Si quieres hablar con mi hijo, hablaran con diplomacia y en un lugar privado, lejos de oídos ajenos.- la reina bajo de la pequeña área donde estaban los tronos. -Vengan conmigo.

Sora, su paje, Nagase y sus dos hombres siguieron a Kasumi, instintivamente, Nanami y Shinichiro fueron con ellos hasta el estudio.

 

En lujoso estudio, Kasumi se sentó en la silla principal del escritorio, teniendo, como seguridad, a Nanami y Shinichiro a ambos costados de ella.

Sora y Aki veían con desconfianza a Nagase, quien entretenía la vista con las armas tras las vitrinas.

-Bonita colección, debo admitirlo.- Un pequeño espacio vacío en la vitrina principal llamó su atención. Estaban tres de las cuatro armas de la familia: la espada, el sable y la katana que eran heredadas al futuro gobernante de Barasuishou, pero no estaba la ultima pieza. -Por lo que veo no han encontrado la daga de Aoyama-san, ¿cierto?

-Ya dímelo.- dijo Sora, no pretendía darle una explicación a Nagase de algo que sencillamente no era su asunto -¿Qué quisiste decir con "la realidad de esta guerra"?

-Lo que dije; el rumbo que tomara esta guerra, es algo que ha de discutirse, Hashiba Sora.

-No veo la necesidad de ella. Nuestros padres murieron, el conflicto era entre ellos. Tú y yo apenas nos conocemos. No veo el caso de que peleemos por una absurda causa que ni siquiera conocemos. Piénsalo: sí detenemos esto, Barasuishou y Suigintou podrían estar en paz, una paz absoluta que nos se ha visto desde hace dieciocho años.

-La vida real no es un estúpido cuento de hadas. Y no vengo a escuchar tus absurdos ideales sobré paz, vengo a hablarte de algo que debes tener en mente: yo no soy como mi padre.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Yo no seré suave; mi padre peleaba con el tuyo y se detenían cuando era declarado un empate, eso lo llevo a encontrar su propia muerte en uno de esos tantos y estúpidos empates. Yo acabare contigo sin pensarlo un momento, en el instante que llegues a descuidarte durante una batalla, no me tocare el corazón para matarte.

-¿Es una amenaza?- Sora trataba de mostrarse indiferente ante Nagase, con una sonrisa y un tono de voz que presentaban ironía.

-Tómalo como quieras.

-No me importa realmente que es lo que digas. No voy a dejar que un imbécil como tú devaste mi reino. Así deba matarte durante combate.

-Ya veremos si actúas lo que hablas. En la primera oportunidad que tenga acabare contigo y entonces Barasuishou quedara a mi merced.

-Sobre mi cadáver.- soltó Kasumi, sin pensar.

-Usted, por favor no se meta, esto...- Pensó una manera de fastidiar -sobre su cadáver, ¿eh?...bien...puedo esperar cinco minutos más.

Kasumi no respondió, sabia que reprochar las insolencias de Nagase avivaría más la discusión, y no pretendía darle el gusto.

-Supongo que ya no hay más que decir.- Nagase y sus hombres dieron media vuelta, con intención de marcharse.

-Déjame entender esto; ¿viniste hasta Barasuishou sólo para decirme algo como esto?- le detuvo Sora.

Kai no volteo a confirmarle alguna mirada indigna que pudiese mostrarle el príncipe de ojos celestes.

-Como dije: las cosas importantes deben decirse y verse en persona. El futuro y la intimidación son parte de ellas.- finalizó, de la manera más cínica -No necesito la vigilancia de sus guardias; se perfectamente donde esta la salida.

Y Nagase salió del estudio.

Un silencio abrumador invadió la habitación. Una intimidación directa y dicha por el propio príncipe de Suigintou no se esperaba. La guerra tomaría un curso, talvez, peor que enfrentarse al rey Aizawa.

-Espero que ahora entiendas todo perfectamente.- dijo Kasumi a Sora, con una actitud firme y una voz considerablemente seria. -Nagase-kun acabara contigo si le das la oportunidad, no podemos descuidar cualquier detalle que nos haga vulnerables. Entre ellos tu matrimonio. Sí Nagase-kun dice poder ser peor que el mismo Aizawa, no podemos confiarnos demasiado; podría ser fatal para todo Barasuishou. Y el hecho de que tu padre no este aquí, no significa que este reino quede desprotegido. Pelearas por él, con la vida si es necesario.- sentenció, saliendo del estudio acompañada por Aki.

Nanami y Shinichiro dirigieron una mirada repleta de preocupación hacía el príncipe, evitando pronunciar palabra alguna. Esperaban ver la reacción del muchacho.

Sora se mantuvo quieto, pensativo: las palabras dichas por su progenitora le hicieron quedarse perplejo. Por primera vez había recordado, comprendido y analizado la frase que a sus oídos habían llegado tantas veces: "ser un buen rey implica sacrificios".

-¿Hashiba-kun?- dijo Nanami, al verle una mirada emanante de tristeza -¿te encuentras bien, Hashiba-kun?- insistió.

No hubo respuesta por parte del aludido.

-Espero que lo hallas entendido bien, Sora- advirtió Shinichiro, su voz era estricta -Es mejor que dejes de estar lloriqueando. A partir de ahora tendrás que madurar lo suficiente, a menos que tu deseo sea entregarle tu reino a Nagase.

-Shinichiro...- le reprendió el teniente coronel.

-Jamás...- murmuró Sora -Jamás dejare que un tipo como Nagase destruya Barasuishou.

-Creeré eso cuando hagas algo por detenerle.

El príncipe miró a Minato. Sus palabras era dominantes y estrictas; pero ciertas. Sin responder, salió del estudio.

-No debiste decirle eso- comentó Nanami -no de esa forma.

-Es la forma de hacerle entender. Sora es fuerte. Pero tú y yo sabemos que le falta madurar. Y si queremos que esta guerra termine de la mejor manera deberá hacerlo rápido.

-Pero...me preocupa; la muerte de su padre, la guerra, manejar un reino, casarse, tener un hijo y la presión que le ejercemos. Es demasiada y él es todavía muy joven.

-Sora ya no es un niño, Nanami. Sí el merece ser rey podrá manejarlo.

-Shinichiro...¿confías en qué podrá?

-Por supuesto, no tenemos de que preocuparnos.

 

En el recibidor se encontraban los amigos de Sora, esperaban verle bajar. Aún no habían visto a Nagase, evidentemente él todavía no salía del castillo. El "numerito" del príncipe de ojos violeta traía un sentimiento de incertidumbre a los presentes en el recibidor, a los invitados en el baile y a los mismos presentes en el estudio.

-¿Crees que Sora-niichan y los demás entes bien, Matsuri-chan?- le preguntó Sei, tirando de una de las finas mangas del mayor.

Matsuri vio a los cuatro pequeños; sus sonrisas habían sido cambiadas por muecas de tristeza, sus semblantes eran de preocupación y de sus grandes ojos amenazaban salir pequeñas lagrimas; la visita de Nagase era lo peor que se podía esperar tras saber que su padre fue el asesino del rey Aoyama.

-No se preocupen.- los tranquilizó el rubio- Alguien como Nagase-san no cometería la imprudencia de atacar en un castillo donde hay militares entrenados. Mucho menos si Shinichiro-san y Nanami-san están en el estudio. Así que ustedes tranquilos, ¿de acuerdo?

-Sí.- asintieron los pequeños, con una pequeña sonrisa de conformidad.

-Kano-kun.- llamó Sunao al pequeño, mientras se aproximaba hacía ellos -¿Estas bien?- le preguntó, preocupado.

El niño había desaparecido desde que llego a la fiesta, y Nao se sentía obligado a cuidar del pequeño cuando Nanami no estaba cerca.

-No te preocupes, Nao-kun. Kano-kun esta bien; ha estado jugando con los niños.- aclaró Matsuri.

-Muchas gracias por cuidar de él.- agradeció, un poco más tranquilo, alzando al infante en brazos.

Honjou sonrió, con ternura, al ver tal gesto. Y preguntó -:¿Tienes hermanos o primos menores?

-No, soy hijo único, y sólo tengo tres primos pero son mayores que yo, además no los veo seguido. ¿Por qué lo preguntas, Matsuri-chan?

-Por nada, sólo pensé que serias un buen hermano mayor.

-Gracias.- pausa -apropósito, ¿han sabido algo de Nanami-chan o del príncipe Hashiba?

-Nada- respondió Ichikawa -Sora-senpai y Nanami-san deben estar todavía en el estudio.

-Nao-chan...- nombró Sei -¿estas preocupado por Sora-niichan?

Sunao se pasmó, por un momento. -¿Por qué me preguntas eso?

-Porque preguntaste por él.

-Eh...bueno...es que...

-Nao-chan, ¿te gusta Sora-chan?- supuso Shina, ante el titubeo del pelirrosa.

-¿Qué?- cuestionó, refiriéndose a la "barbarica" pregunta.

-¡Entonces es verdad!- soltó Kitamura, por la falta de respuesta -¡a Nao-chan le gusta Sora-chan!

-¿Significa qué sí serás la bonita esposa de Sora-niichan?

-Eh...Sei-kun...yo.- Nao no sabia de que manera negárselo. Pero esos sólo les daba armas con las que los niños pudiesen seguir con el amor ficticio del "príncipe de los ojos azules" y la "doncella de los cabellos rosados".

-Niños, lo mejor es que regresemos al baile- dijo Hano -sus madres deben estar preguntándose donde están.

Yoshihiro tomó a Kano en brazos y se llevó a los otros tres pequeños, evitando la prolongación de aquel vergonzoso momento.

Fujimori suspiró aliviado. -Gracias a Dios.

-Son pequeños bastante entusiastas, ¿no?- comentó Chris, haciendo notar su presencia.

-Bastante, pero son muy dulces.- respondió Nao, para luego ver a la persona que había expresado ese comentario. -Chris-san, me da gusto volver a verte.

-Tambien a mí me da gusto volver a verte. ¿Cómo has estado en tu trabajo?

-Bastante bien. Y tú, ¿cómo has estado?

-Bien, no tengo mucha compañía además las personas que van al sermón religioso, a rezar o a confesarse, como si realmente decir lo que hicieron cuando no están arrepentidos limpiaran sus pecados. 

-No me sorprende que digas eso. Pero, ¿qué haces aquí?, no tenia idea de que el temporal representante de la iglesia católica vendría a una fiesta.

-Tiene que ver con un protocolo de bendición o algo así. Aunque Kasumi-sama no me invita con propósito religioso.

-Ya veo.

Gaku volvió a pensar un poco en la situación: Sora estaba en el estudio, hablando con Kasumi y Nagase. ¿Qué ten peligroso podría resultarles aquello?

-Me pregunto si Sora-senpai estará bien.- dijo -Llevan un buen rato ahí arriba.

-Lo mismo que le dije a los niños te lo digo a ti: "Nagase-san es inteligente, no atacaría con dos hombres y un castillo donde hay militares entrenados". No te preocupes, Ichikawa-kun.

-Supongo que tienes razón.  

-Y la tiene- argumentó una quinta voz, cuyo dueño bajaba por la escalera principal hacía el recibidor, Nagase Kai. -Nadie es tan estúpido como para atacar un lugar así con sólo dos hombres a su disposición.

Los cuatro lo miraron. Tenían frente a sí al príncipe del reino enemigo, al hijo del hombre que había iniciado esta guerra hace dieciocho años, el joven que, de la forma que fuese, planeaba derrumbar el país en el que vivían.

-Veo que a ustedes también les afecto mi presencia.- rió, con malicia -No me extraña viniendo de unos chiquillos como ustedes.

-¿Podría decirnos a lo qué vino?- preguntó Ichikawa, con algo de timidez.

-Si crees que a lastimar a su patético príncipe o a su madre, lo diré por tercera vez, te equivocas. Vine a divertirme un poco con ellos, ¿acaso no es una fiesta después de todo?- Las palabras de Nagase se dividieron entre el cinismo y el sarcasmo. -Lo que le dije a Hashiba Sora es algo simplemente irremediable.

Clavó su mirada directo a los ojos de Gaku. El sentimiento de Nagase era de indiferencia; pero el de Ichikawa era diferente, muy diferente a lo que Kai sentía por él al saber que era el hijo de un vizconde.

-¿Acaso no te dije que te fueras de mi castillo, Nagase-kun?- le cuestionó la reina, con indignación, mientras llegaba con el paje al recibidor.

-Sí, creo haberle escuchado.- recordó, sin el más mínimo respeto.

-Insolente.

Poco después Sora bajó al recibidor para, ante su sorprendida mirada, toparse con Nagase, todavía en el palacio de Cristal.

Kai obsequió una mirada retadora hacía el príncipe de ojos celeste, recibiendo como respuesta el fruncir de un entrecejo.

-¿Qué haces aquí todavía, Nagase?- quiso saber.

-Sólo me despedía de tus amigos.

-Lárgate.

-Veo que estas enfadado, ¿no es así, Hashiba?- dijo, con cinismo.

-Vete, por favor, Nagase-kun. No me hagas llamar a los guardias.- amenazó Kasumi.

-No será necesario.- pausa -Nos veremos pronto, Hashiba Sora.

-Te estaré esperando, idiota.

Sin responder a tal palabra, Nagase y sus hombres abandonaron el Castillo de Cristal.

Evitando tener que dar una explicación a los muchachos, la reina regresó al baile para tranquilizar a los invitados.

Una inmensa falta de sonido acudió a reinar en el ambiente, no sabían que decir o preguntar al príncipe.

-¿Sora?- La voz de Matsuri se escuchó insegura. Estaba más que deseoso por saber lo ocurrido, pero no estaba seguro de que fuese el momento- ¿estas bien?

-Sí. Y no te preocupes; no ocurrió nada malo, ni fue dicho algo que no temíamos antes- Trató de ser lo más inexplícito posible. -Lo mejor es que regrese al baile. 

Pese a lo ocurrido minutos antes, Sora volvió al salón. Con un ideal firme de lo que creía era su destino inevitable: "ser un buen rey implica sacrificios", aún incluso si eso significaba terminar casado con alguien que apenas le gustara o, en el peor de los casos, que no conocía, que no escogió y que talvez jamás llegaría a amar.

Esa noche dejaría nuevos sentimientos en cada uno: temor, preocupación, incertidumbre, inseguridad, y sólo en un corazón, por más burdo e ilógico que sonase, amor.

 

Pasaron un par de horas. Un jet privado descendió en la pista donde un elegante vehículo esperaba por el príncipe Nagase. Había sido una noche agitada, aunque muy satisfactoria a su parecer.

El vehículo lo traslado al "Castillo de Mercurio", una morada digna del gobernante de Suigintou. En el recibidor del palacio, una habitación bastante oscura que a esa hora sólo era alumbrada por velas y los rayos de luna que lograban pasar por la ventana, aguardaba por el joven, una mujer de al menos treinta y ocho años, de simples y elegantes ropajes franceses de color negro.

-Joven Nagase. ¿Se encuentra usted bien?- preguntó su nodriza, provocando que sus grisáceos ojos delataran su preocupación.

-Por supuesto. Sólo fui a arreglar unos pendientes.- respondió, entregándole un túnica oscura que uso para cubrirse del frío.

-Me alegra mucho escucharle eso. Estaba preocupada por usted.- comentó, peinando uno de sus mechones plateados tras su pequeña oreja.

-No me extraña. Siempre has sido muy exagerada, ¿cierto, Yukari?

-Fue usted quien le dio una "visita" a un reino enemigo. ¿Espera que no me preocupe?

Nagase la miró, parecía estar más calmada. -No debería.

Esos gestos que su nodriza tenia para con él, fueron los únicos buenos recuerdos de su niñez. Aizawa fue siempre un padre muy estricto y era evidente que le despreciaba como hijo, nunca tuvo el apoyo de su madre debido a que jamás pudo conocerla, era apenas un recién nacido cuando ella murió. Nagase era frío con todos, incluso con ella; pero era notorio el aprecio que le tenia; Kashigawa Yukari fue la única persona que durante toda su vida le había mostrado el afecto y calidez que podía brindar un ser humano.

Yukari era una mujer viuda, y vivía lejos de sus hijos, quienes habían hecho sus vidas en otras ciudades. Para ella Nagase siempre fue como otro más de sus hijos. Cuando niño Kai fue una criatura que apaciguaba su herido corazón ante la perdida de su esposo y la lejanía de sus hijos.

-¿Desea cenar algo antes de dormir?

-No. Puedes ir a descansar.- respondió, subiendo las escaleras hasta su alcoba. Sonriendo con malicia al pensar que había dejado intranquilo a todo un reino, que pensaba, muy pronto tendría a su merced
Notas finales:

Otra cosilla de porqueria (no se confundan, yo amo mi fic, sólo no discuto con quienes lo desprecian n.n). Espero les haya gustado u///u, y si no, de todas formas me gustaria saberlo.

Disculpen mi ortografía una vez más.

El próximo capitulo...lo veran hasta el 21 de octubre, dedicado a mi Mónica-chan y mi Marisol-chan (quien cumple 18 años ese día...¡felicitenla! los que opinen ese día, por favor n.n.

Nos vemos n.n

BY NAO


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