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Rosa de Cristal por Dayna Kon

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Notas del capitulo:

Iba a públicar el capitulo el 12; pero fue mi cumpleaños y no tuve nada de tiempo de subir el capitulo n_nu. Desués estuvo eso de que la página estuvo cerrada y luego que mi computadora no queria prender -.-u

Bueno, más vale tarde que nunca...

Este capitulo va dedicado a Makoto Momomiya porque el 9 de diciembre fue su cumpleaños. Y a mí n///n porque el 12 de diciembre fue mi cumpleaños y odio a Aki.

Espero les guste y dejen reviews...

Sábado por la mañana, ese día no hay clases, se supone que debería poder levantarse un poco tarde; pero con un amigo como Matsuri no le seria muy posible. El rubio tenia la mala costumbre de despertarle temprano, a veces hasta en horas inhumanas; y sí, discutían sobré ello, pero el joven Honjou siempre salía victorioso en esa clase de aspectos.
-¡Good morning!- gritó Matsuri al entrar azotando la puerta de Sora.
-...Buenos días.- respondió Sora, pesadamente. Por esta vez, no discutiría con él.
-Vaya, autocontrol...cada día me sorprendes.- comentó el rubio cruzado de brazos.
-...¿Qué horas son?
-Las 7:30 de la mañana.
-Eres un abusivo...
-Te deje dormir media hora más. Anda ya, apresúrate a vestirte.- le sonrió como siempre.
-¿Cuál s tu necesidad de levantarnos tan temprano?
-Más tiempo, más cosas por hacer.
-Por si no lo habías notado, no haya nada que hacer.- insistió.
-Claro que sí. Cada momento equivale...- le tomó una fotografía -a la posibilidad de una nueva foto a la que sacarle dinero.
-Contigo todo tiene que ver con el dinero.
-Sí.- asintió -Debemos prepararnos, el inicio de los maestros de todo esta muy cerca.
-Eres tan...¿Qué? ¿Cómo convenciste a Fujimori?, no, espera, ¿cómo es qué yo formo parte de todo esto sin saberlo?
-Porque inconscientemente has aprendido una lección de la vida: "si no quieres ser vencido, jamás discutas con Honjou Matsuri".- finalizó, saliendo de la habitación del príncipe heredero.
-A veces me lo pregunto: ¿por qué demonios seguimos siendo amigos?- suspiró Sora, levantándose de la cama para dirigirse a su baño privado.

Terminó de asearse y de vestirse. No tenia la más mínima idea de la forma en que Matsuri comenzaría el famoso negocio. Como fuese, realmente no le importaba, por el momento. Bajó por las escaleras hacía el recibidor donde Honjou y el pequeño Sei le esperaban para desayunar juntos.
-Buenos días, Sora-niichan.- saludó Sei, dándole un corto abrazo.
-Hola, Sei.- dijo, revolviendo los cabellos del infante con una caricia.- Así que Matsuri también fue a despertarte...- pausa -Eres un abusador.
-Matsuri-chan no ha ido a despertarme. Sei se despertó solito, no hay razón para arruinar un lindo día durmiendo toda la mañana
-Tú no puedes ser hermano mío...- Le dijo Sora, después de oír una leve risa triunfante salir de los labios del rubio.
-¿Qué te parece si nos atenemos a dejar de discutir desayunamos?- Comentó Matsuri, tomándole de los hombros para llevarle al recibidor.
Para sorpresa de los tres magistrados, ahí estaba Minato; sentado a la mesa, cruzado de brazos y con ese semblante de autoridad con que lo veía el mundo.
-Buenos días.- le saludaron los muchachos. Recibiendo como respuesta un movimiento de cabeza, proveniente de Shinichiro.
-Me sorprende que desayunes con nosotros, nii-chan.- siguió hablando el peliazul.
-Sólo desperté con algo de hambre.- respondió, antes de que se le atreviera a presentársele un insistencia.
-Ya veo...
Casi seguidamente de que los hijos de aristócratas tomaran sus asientos, Yumiko y Sunao salieron de la cocina para entregarles sus desayunos.
-Buenos días.- desearon los sirvientes, inclinándose con respeto.
-Buenos días.- dirigieron los magistrados al unísono, mientras les eran servidos sus platos.
Repentinamente, Sora recordó una incógnita al ver a Sunao. -Nii-chan...¿Qué fue lo que le dijiste a Nanami-chan cuando te obligo a quedarte en su casa hasta que le explicaras tus razones para haber estado ahí con nosotros?
Sunao se detuvo un momento, preocupado de que Minato pudiese a decir algo referente a Isaac en presencia de la ama de llaves.
-No dije nada que sonase sospechoso, si eso es de lo que hablas. Sólo le dije que ustedes me arrastraron hasta ahí.
-Claro, perjudícanos a nosotros...
-Fue culpa suya que yo terminara en ese problema.
-Disculpe si sueno mal Shinichiro-san,- interrumpió Matsuri, mientras acomodaba la servilleta de tela en el cuello de su camisa -pero, nosotros jamás le obligamos a ir con nosotros.
-Ya cállate.- reprendió Minato.
-Entonces, ¿no le dijiste a Nanami-chan qué se casara contigo, onii-chan?- soltó Sei, con sus dulces imprudencias tan notorias de él.
-¡¿Qué estas diciendo, mocoso?!- se exaltó el general.
-Que si no le habías pedido a Nan...- Las palabras que de su boca estuvieron por salir, fueron calladas por las manos de su hermano mayor. Por quien escucho un sonido inaudible para aquellos que ,les rodeaban: "si quieres crecer, con una infancia normal, no vayas a abrir la boca cuando te suelte". Sora sabia bien que los comentarios de Sei jamás traían malicia entre palabras o deseo; pero eso era algo que Shinichiro no entendía. Sei asintió, entendiendo la idea.
-Con sus permisos.- dijeron Yumiko y Nao, acompañados por una reverencia. Ya, sin más, entraron a la cocina.
En el interior de la fina y galardonada cocina, ambos sirvientes se sentaron en la barra de servicio, al lado de Noriko y delante de Giancarlo; quien todavía se encontraba ocupado frente a la estufa cromada, terminando de prepararles el desayuno.
-Díganme, ¿hay novedades que contar?- preguntó la señora Tornatore a los recién sentados, con su libretilla rosada en manos y una pluma de tinta roja, preparada para alguna noticia que fuese a salir de sus dos amigos.
-Nada de lo que debas o puedas propagar como chisme.- respondió Yumiko, tal y como se le había hecho costumbre decir la misma respuesta cada vez que su madre sustituta le hacía esa clase de preguntas por la mañana.
-Sip, Nori, dejate de hostigar a Yumiko-chan y al rigazzu Sunao, con etas banales preguntas tuias.- reprendió Giancarlo, después de servir cuatro platos de desayuno sobre la barra.
-Son muy malos los dos conmigo.- les calificó, cruzada de brazos y con ese conmovedor puchero de falsa molestia.
-Sunao-kun...- nombró de repente la ama de llaves, al notarle tan pensativo.
-¿Sí?- La miró el aludido.
-Tú sabes de lo que hablaban en el comedor, ¿cierto?
Sunao se atragantó con un panecillo y comenzó a golpearse el pecho tratando de deshacerse de él. Dio un gran trago de leche a la rosada taza de plástico que le había obsequiado Giancarlo, y temeroso dijo -:¿P-Por qué m-me preguntas e-eso?
-Por la forma en que te quedaste callado cuando le preguntaron a Minato-san sobré Nanami-san.
-Eh...pues...tú sabes el desagrado que siento por Minato-san y el aprecio que le tengo a Nanami-chan. Y claro que para mí ha sido más que obvio lo que Minato-san siente por Nanami-chan. No me gusto que hablaran de algo así, eso es todo.
-¿Enserio?- Yumiko arqueó una de sus perfectamente delineadas cejas, y con un ese tono de duda le dio a saber que no le creía.
-¿Qué?, ¿acaso dudas de mí?, ¿de tu pequeño hermano adoptivo?- preguntó con un rostro y una voz repleta de dulce inocencia.
Yumiko sonrió con divertida ternura, posó con cariño su mano sobre la cabeza de Sunao y simplemente respondió -: Sí.
-No tenias que ser tan franca.- suspiró, derrotado. -Esta bien, te lo diré. Pero no en este momento.- Con sus ojos señaló a Noriko, la causa del impedimento.
-Claro, te entiendo perfectamente.- dijo, revolviendo un poco los rosados cabellos del muchacho.

Se escuchaba el potente estruendo de el gran y antiguo reloj de péndulo, hecho de roble, recubierto con varias capas de fresco barniz aplicadas a lo largo de su existencia. Sus gruesas y elaboradas manecillas daban a conocer, ante los ojos que se detenían a mirarle, la hora exacta: 4:00 de la tarde.
A esas horas lo único que en el castillo se sabia era que la reina Kasumi se encontraba en la mansión de los vizcondes Fuuta, acompañada por Minato y el pequeño Sei, quien ahí se encontraría con Shina y Kitamura. Por lo que se había escuchado ser comentado en la habitación del príncipe, Matsuri y Sora saldrían a Ciudad Cristal, buscando la mejor oportunidad de conocer alguna señorita para cumplir con la llamada "búsqueda de la esposa".
A esas horas, Yumiko y Nao ocupaban su tiempo en la limpieza de uno de los tantos pasillos en el ala este del primer piso.
-A ver, déjame ver si te entendí;- dijo Yumiko presionando el puente de su nariz respingada, tratando de reprimir su disgusto -¿tú le pediste a Sora-san y a Matsuri-san que te ayudaran a espiar a Isaac-san?
-Entendiste muy bien.- afirmó Sunao, con una sonrisa burlesca, mientras sacudía la parte trasera de uno de los cuadros que colgaban de las paredes.
-Sabes que seguir y espiar a una persona es ilegal, ¿verdad?
-Sí.
-Y sabes que debería darte una patada por la soberana tontería que hiciste y por la razón que lo hiciste, ¿verdad?
-Lo hice por ti. Tenia que averiguar si Nanami-chan y Penbar-sensei tenían alguna relación.
La joven mujer suspiró tranquila, al parecer había logrado desvanecer su molestia. -Sunao-kun...
-Dime.
-Te agradezco tu esfuerzo.
-Cuando quieras, yo...
-Pero...- le calló -pero tú sabes que espiar a Isaac, incluso descubrir que lo que siente por Nanami-san no es lo que yo pensaba, no cambia ni sus sentimientos, ni...ni lo que somos él y yo.
-¿Sigues pensando en eso todavía?- El tono de Nao se escucho expresar en un poco de fastidio. -Tú no eres menos que nadie.
-Ese no es el punto.
-Entonces, ¿cuál es?
-Escucha, voy a pedirte que por favor no vuelvas a cometer una imprudencia como esa.
-Discúlpame, no sabía que era malo preocuparme por otras personas.- respondió, alzando su voz, lo que vino a provocar que Yumiko lo hiciera por igual.
-No me hables de esa manera.
-Sino puedes valorarte a ti misma como más que una sirvienta, tampoco puedes decirme como voy a hablar.
-No estés de insolente.
-Y tú deja de comportarte tan patéticamente.
-¡Ya basta! No eres un niño, por el amor de Dios.
-Exacto. No soy un niño, creo saber perfectamente que es lo que hago.
-Espiar a la gente y darle tantas confianzas a una persona del espantoso calibre de Utsunomiya; me deja perfectamente claro que no sabes lo que haces.
-¿Qué demonios tiene que ver Aki-chan en esto?
-Es el ejemplo perfecto de que no has terminado de crecer.
-¿No quieres que me meta en tus asuntos?, bien, no te metas tú en los míos. Se cuidarme solo, no necesito que todo el mundo este detrás de mí como si fuera una niña que necesita de compañía, entre ellas la tuya.
-Será como tú quieras.- finalizó, dándole la espalda y dispuesta alejarse lo más posible de él.

Había pasado una hora y media, cuando menos. Sunao no había sabido de la ama de llaves desde su discusión y realmente en ese momento no quería verla. Para esos momentos, el pelirrosa se dirigía al cuarto de lavandería para que le fuese preparado el juego de cama con el que cubriría la cama del príncipe el día de mañana. Esta por entrar a la habitación cuando vio salir a la señora Tornatore.
-Noriko-san- le llamó Sunao, al ver que se iba algo apurada.
-Hola, Nao-chan. ¿Qué haces por aquí?
-Venia a dejarte este juego de cama para la alcoba del príncipe Hashiba.
-Déjalos sobré la mesa larga. Tengo algo de prisa.
-Si estas muy ocupada, yo los dejo lavando.- ofreció.
-En verdad te lo agradecería mucho. Es que Giancarlo me acaba de decir que mi hija esta al teléfono.
-Que gusto por ti.- sonrió -Sólo dime como poner a lavar esto.
-Elige el ciclo suave de agua fría. No los revuelvas con otra ropa, el cubre-camas debe ser lavado a mano. Usas el suavizante de botella azul con el detergente rosa.
-Esta bien, gracias.
-Nao-chan...- Lo detuvo, justo antes de que cruzara a la lavandería. Había un asunto que le intrigaba.
-¿Sí?
-¿Por qué peleaste con Yumiko-chan?- le preguntó. Por primera vez, desde su llegada al castillo, Nao la escuchaba hablar con seriedad.
-¿Ella te lo dijo?- evitó responder.
-No. Me dirigía a la lavandería y los escuche gritarse. Mi pregunta va dirigida a saber el impulso, no la razón de su pelea. Eso me quedo ya muy claro.
Sunao giró medio cuerpo hacía la derecha, perdiendo su vista sobre el pequeño candelabro dorado en la pared, al lado de la entrada. Ni siquiera él mismo se explicaba la razón de haberse molestado de esa manera; por lo general no perdía la paciencia tan rápido con las personas que le agradaban.
-Nao-chan...- insistió, sacándolo de sus pensamientos.
Sunao levantó la mirada hasta con la mujer mayor, y disimuladamente recordó -:¿No tenias un teléfono que contestar?
-Oh, es cierto. Hablaremos de esto después.- Se marchó.
El pelirrosa suspiró desanimado. Amaba a Yumiko con todo el corazón, como amaría a cualquier hermana. El tiempo de conocerse no era mucho, mas él sentía conocerla de toda su vida. Pero no era culpa suya, ambos solían tener sus temperamentos y el cariño que le tenia le asía despreciar que se valiera menos a sí misma. No sabía realmente si era ella quien debía una disculpa, pero estaba convencido de que él no la daría.

Introdujo lentamente los cobertores y los cubre-almohadas por la cavidad de una de las enormes lavadoras de metal pintado; no era que tuviese cuidado sencillamente, su mente pensaba en otras cosas.
-Supe que te peleaste con Hanasaki.- se escuchó una voz tranquila y de petulancia delatora.
Nao se volvió, para encontrarse con la figura del paje; cruzados de brazos, recargado en el marco de la puerta y en compañía de su seductora sonrisa. Una pose que reflejaba muy bien sus atributos.
-Hola, Aki-chan.- saludó, evadiendo por completo el comentario.
-¿Es verdad lo que hablaste con Noriko o no?
-Sí.- respondió, mientras activaba la lavadora.
-¿Qué paso?
-Escucha, no quiero hablar de eso ahora.
-Te entiendo.
Sunao tomó el cubre-cama y se dirigió por un diminuto pasillo en el interior de la lavandería, el cual venia a quedar fuera de la vista de quien mirara por la ventanilla circular de plástico en la puerta. Unos cortos minutos después Utsunomiya lo siguió.
-Y...- continuó el paje -por lo que veo te afecto en algo tu pelea con Hanasaki, ¿cierto?
-Un poco, es que...ella es tan...tan...tan testaruda.- respondió, mientras hacia un doblez en sus mangas, para no empaparlas mientras se encargara del cubre-cama.
-Siempre lo he dicho, Hanasaki es una persona indeseable y muy molesta.
-No, no lo es. Yumiko-san es una mujer muy dulce, y buena y se preocupa por mí. Quizá fui yo el que debió mantener la boca cerrada.
-Si la hubieras dejado hablar se hubiera puesto más agresiva.
Fujimori dejó pasar unos minutos, escuchaba que Aki decía algo pero no lograba ni le interesaba analizar lo que fuera, estaba más ocupado entre lavar el cubre-cama y sus propios pensamientos; pensándolo con detenimiento, talvez era él quien debía disculparse.
Cuando hubo terminado, exprimió el resto de agua que quedaba en la tela y lo extendió en una tendera de alambre, dejándolo destilar para que fuese más sencillo meterlo a la secadora.
-Creo saber como animarte, bombón.
-¿Cómo?
-Primero respóndeme; ¿encargarte del juego de cama de Sora era tu ultima labor?
-Sí.
-Eso es perfecto. Entonces. ¿qué te parece si salimos solos tú y yo?
-No, gracias. Ya te lo he dicho, no estoy interesado en tener citas o en tener un novio. Lo siento, sólo te pido que lo entiendas.
-¿P-Pero dime que tengo yo de malo?
-Nada, eres encantador, pero...
-Entonces, ¿cuál es el problema?- Aki comenzaba a impacientarse.
-No me interesas como algo más que sólo un amigo; pero te agradezco la invitación.- culminó, con una sonrisa dulce, que no mostraba más que sólo agrado.
Cuando estuvo por marcharse, Aki lo tomó de la muñeca bruscamente.
-Por favor, suéltame.- exigió, de la manera más cortes que pudo, revelando el desagrado del agarre en sus ojos.
-No. Ya me tienes cansado.- respondió, aplicando presión en la mano que tomaba a la del ojirrosa.
-Me estas lastimando.- Sunao comenzó a forcejear.
-He esperado bastante para esto.- comentó, arrinconando a Nao en la pared, colocando sus manos sobre las del pelirrosa y llevándolas a los costados de su cabeza. Acercó su rostro al pálido cuello, aspirando el dulce aroma natural que desprendía aquél frágil cuerpo.
-Q-Quítame l-las manos de... encima...
-No te voy a soltar, mocoso. Espere demasiado a que esa bruja de Hanasaki se mantuviera a distancia de ti.- pausa -Si hubieses aceptado mis ofrecimientos esto seria más fácil para ambos.
Sunao le miró a los ojos; de la mirada de Aki emanaba el disgusto y el deseo vulgar que corría por los pasajes de su mente. Un deseo que de sólo pensarlo le provocaba sentir un escalofrío recorrer todo su ser.
Sin dudarlo, Aki besó los labios del ojirrosa, con la menor delicadeza posible. Nao sentía la horrible presión y la fuerza de la lengua del paje tratar de entrar a su boca; hizo lo único que podía hacer: interponer un muro de dientes entre ese contacto. Utsunomiya mordió el labio inferior de Nao, como respuesta ante la negación.
-¡Suéltame!- Le empujó, con las fuerzas que pudo transmitir a sus brazos y comenzó a correr por el diminuto pasillo.
Aki arrojó el peso de su cuerpo sobre Sunao, haciéndoles caer al suelo.
-Sigue mi consejo; haz exactamente lo que te diga y te prometo que haré lo posible para no lastimarte mucho.
La sonrisa de Aki desbordaba una satisfacción cínica, mientras tomaba posición sobre el frágil cuerpo bajo de él, impidiendo casi en totalidad su movilidad.
Sunao estaba asustado, trataba de forcejear pero no lograba liberarse. No sabía que era lo que iba a seguir. La mano de Aki le sujetaba las dos suyas desde las muñecas, el peso le impedía huir, de repente empezó a sentir como la otra mano del paje exploraba bajo su camisa. Su cuerpo se estremecía sin voluntad, no sentía deseo, aquello le producía un sentimiento de desprecio. Ahora lo entendía; debió escuchara Yumiko.
-Suéltame, por favor..- suplicaba el pelirrosa una y otra vez. Pero era evidente que al ojiambarino no le interesaba.

Yumiko caminaba por los pasillos, estaba algo molesta desde la tarde, su pelea con Sunao también le había afectado. Pero no podía permitir que su estado de animo repercutiera en su trabajo. Todavía debía ir a la lavandería para supervisar el trabajo de Noriko.
Llegó a la puerta y la empujo, mas esta no se movió.

La lujuriosa lengua del paje comenzó a recorrer el cuello de Sunao, succionaba la piel dejando algunas marcas rojizas, visibles en notoriedad debido a la palidez del muchacho bajo de él. Subió su rostro a la altura del de Nao, le miró a los ojos con una malicia infinita. Acercó sus labios a los del ojirrosa, quien desvió al agresor hacía su mejilla.
-Nori-han, Nori-han- se escuchaba la voz de Yumiko, desde el exterior de la lavandería, golpeteando la puerta una y otra vez.
-¡Yumiko-san!- gritó Nao.
-Sunao-kun, Sunao-kun, ¿¡eres tú!?- reaccionó ante la voz que había expresado desesperación.
-¡Yumi...
El pelilila cubrió la boca de Nao, evitando que este terminara su llamado de auxilio. -Cierra la boca de una maldita vez, mocoso.
Sunao, como único movimiento que podía hacer, mordió la mano que cubría su boca. Aprovechándose del dolor que le había otorgado al paje, se lo quitó de encima y trató de correr tanto como sus piernas se lo permitían.
Cuando estuvo a distancia considerable de la entrada, se dio cuenta de que habían objetos atascando la puerta, la razón por la que Aki se había tardado en seguirle.
-¡Sunao-kun! ¡Sunao-kun!, ¡¿eres tú?!- se volvió a escuchar la voz de Yumiko.
-¡Yumiko-san! ¡Yumiko-san, ayúdame!- suplicó Nao.
-¡Te he dicho que cierres la boca!- Le gritó Aki al muchacho, sin pensarlo le golpeo brutalmente en el vientre.
La ama de llaves escuchó un corto grito desgarrado escapar de los labios de Sunao. Se asomó por la redonda ventanilla de la puerta. Vio a Utsunomiya tomar a Nao por el cabello y arrojarlo contra el suelo, vio la forma en que se posesionaba sobre él, como sus manos comenzaban a desgarrar la camisa del menor, quien en vano se sacudía tratando de escapar.
-¡Utsunomiya, suéltalo!- comenzó a gritarle -¡Suéltalo ya! ¡Es sólo un niño! ¡Maldito bastardo, es sólo un niño! ¡Déjalo, por favor!
Lagrimas comenzaron a agolparse en sus ojos color esmeralda, cada vez golpeaba la puerta con más desesperación, cada vez aumentaba más la intensidad de sus gritos. Lo que menos deseaba desde que Fujimori llegó al Castillo de Cristal estaba por suceder, y de la peor manera.
-¿Yumiko-chan?- dijo Noriko -¿Qué te pasa? ¿Qué sucede?- quiso saber, el tan sólo verla y escucharla la hizo alterarse.
-Nori-han, busca ayuda, por favor.- rogó. Las lagrimas no dudaron en comenzar a fluir.
-¡¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasa?!
-Sunao-kun...él necesita...¡BUSCA AYUDA YA!
Noriko no sabía bien lo que pasaba; pero oír esas palabras le basto para salir corriendo en busca de alguien que pudiese socorrer a la petición de Yumiko.

Matsuri y Sora regresaban de su "búsqueda", no con buenos resultados. Desde siempre habían sido bien vistos ante las coquetas miradas de las jóvenes doncellas de la ciudad debido a el atractivo de ambos muchachos; pero ahora que se sabía que eran futuros aristócratas, ya no se limitaba todo a unas sencillas miradas.
-Pues..parece que hoy no fue nuestro día. Mala suerte , supongo.- comentó Matsuri.
-¿Mala suerte? ¡Eso no fue mala suerte, fue una desgracia! ¿Quién diría que las chicas pueden ser tan odiosas?
-No seas tan malo. No todas son así.
-Sólo todas las que vimos el día de hoy.
La señora Tornatore llegó corriendo hasta el recibidor, esperando ver a alguien que les ayudara.
-Noriko-chan, ¿qué te pasa?- le preguntó Sora, al verle tan alterada.
-¡So...ra-san!, ¡Matsu...ri-san!- jadeó -¡Por favor, necesito su...necesito su ayuda!
-¿Qué sucede, Noriko-san?- preguntó Honjou.
-¡Es...es Nao-chan! ¡E...Esta en problemas!

Sunao lloraba, tenia miedo, se sentía culpable de no haber escuchado las palabras de Yumiko. Aki era cada vez más brusco, le soltaba golpes cada que trataba de soltarse, comenzaba a destrozar sus ropas y el listoncillo rojo de su cabello con una daga de protección que siempre llevaba consigo. Tocaba su cuerpo, le besaba el cuello, el pecho y el rostro a la fuerza y sin el más mínimo consentimiento.

Sora y Matsuri llegaron, acompañados de Noriko, a la entrada de la lavandería; donde vieron a Yumiko embestir la puerta, sin importarle golpear su propio brazo en el intento. Su fuerza no era suficiente.
-¡Déjalo, por favor! ¡Es sólo un niño!, es un niño...- Con ese murmuro, se desmorono sobre el suelo, entre sollozos. Su brazo ya no iba a resistir otro golpe, sus piernas no podían soportar el peso de su cuerpo doblegado al pensar en como Aki terminaría ese espantoso encuentro.
-Yumiko-san, ¿qué esta pasando?, ¿qué le sucede a Nao-kun?- preguntó Matsuri, acercándose a la joven mujer, estaba tan alterado como ahora lo estaba Sora.
-Utsunomiya...ese infeliz...¡va a abusar de Sunao-kun!
Sora y Matsuri se asomaron por la ventanilla.
-Matsuri, ayúdame.- le dijo Sora. Y con tan sólo una mirada le dio a entender su idea.
Ambos comenzaron a embestir la puerta, tal como Yumiko lo estaba haciendo hace unos cuantos instantes.
-La puerta esta atorada.- avisó Matsuri, al divisar las sombras que reflejaban los obstáculos, sobre la baldosa de la habitación.
Sora se mordió el labio inferior, sino hacían algo pronto jamás se perdonaría a sí mismo. Miró a su alrededor, buscando algo que pudiese servirles, terminó por encontrarse con un pequeño candelabro al lado de la puerta. Con el objeto dorado entre las manos, siguió por golpear la ventanilla de plástico; un golpe no bastaría para romperla. Golpeó tantas veces y tan fuerte como pudo, mas parecía ser que el plástico jamás desistiría. Cuando escucho otra suplica del pelirrosa, por ser ayudado, golpeó la ventanilla una ultima vez, rompiéndola lo suficiente como para introducir su brazo y empujar algunos de los objetos que obstruían la puerta.
Logrando derribar la puerta, Sora se dejó dominar por la rabia que le invadía y se arrojó sobre Aki, soltándole puñetazos en el rostro.
El resto de los individuos enteraron corriendo al interior de la habitación y se acercaron hasta el cuerpo desnudo e inerte del pelirrosa, sobre las baldosas del suelo.
-Sunao-kun, Sunao-kun, ¿estas bien?- preguntaba Yumiko al pequeño que estrechaba entre sus brazos.
-Yu...Yumiko-san...- Logro articular, con un tono de voz apenas audible. Y perdió la conciencia en los brazos de la mujer.
La ama de llaves se destrozó en ese instante; Sunao estaba herido, tenia marcas rojizas por la mayor parte de su cuerpo, de sus finos labios escurría un poco de sangre, su expresión, su voz y la mirada perdida que había en él, antes de desmayarse, delataba la debilidad que sentía en ese momentos.
-¡Sunao-kun!- Se aferró al muchacho. Lloraba, lograron salvarle antes de que le sucediera algo imperdonable; pero se sentía culpable de no haber podido protegerle antes.
Noriko le extendió una frazada amarilla que había entre la ropa recién lavada. Ella también lloraba.
Hanasaki tomó la frazada de algodón y la enredó en el cuerpo de Nao. Le miró con dolor, aquel pequeño tan dulce, tan frágil y tan querido para ella estaba terriblemente herido. Levantó una mirada de odio para encarar al agresor, que había sido dejado de golpear por el príncipe.
-¡BASTARDO INFELIZ MAL NACIDO!- gritó Yumiko, tan fuerte que sentía que se le desgarraría la garganta, eso no le importo. -¡ERES UNA ESCORIA! ¡¿CÓMO PUDISTE TRATAR DE ABUSAR DE UN NIÑO?! ¡JAMÁS HABÍAS CAÍDO TAN BAJO! ¡ES SÓLO UN NIÑO!
Una sonrisa cínica se dibujó en el rostro de Aki. -Si hubieran llegado un poco más tarde, créeme, yo me hubiera encargado de que dejara de ser un niño.- comentó, limpiándose, con el dorso de la mano, la sangre que habían dejado como marca los puños de Sora.
-¡ERES UN MALDITO DEGENERADO!
-No puedo creer que hayas tratado de abusar de Fujimori- dijo Sora, la ira que sentía era infinita.
-No es por ser grosero contigo, el príncipe. Pero, ¿no deberías meterte en tus propios asuntos?, digo, ¿qué demonios te importa lo que pase con un mocoso como él?
-Me importa y punto. Eres la peor de las basuras, Aki.
El paje rió, con cinismo. -Como quieras. Bien, me he divertido por hoy, así que me regreso a mi habitación.
-Disfrútalo mientras puedas, infeliz. Cuando llegue mi madre me encargare de ser yo mismo el que te saque a la calle.
-¿Es esa una amenaza?
-Considéralo una sentencia. Y no quiero que te acerques a Fujimori mientras ella regresa, porque no esperare a la llegada de mi madre para darte lo que te mereces.
-Como digas.- respondió, con absoluta calma -Nos vemos mañana, que pasen buenas noches.- se despidió, al salir por la puerta.

Abrió sus párpados, pesadamente. Se sentía un poco mareado; tal vez era por la terrible adrenalina que corrió por su cuerpo durante su ataque en la lavandería o el golpe en su cabeza cuando Aki lo arrojo contra el suelo de baldosas. Realmente no lo sabia.
-Yu...Yumiko-san...- murmuró Sunao, al ver a la mujer sentada en una silla al lado de su cama. Al parecer tejía algo de color rosado.
-Que bueno que ya despertaste- dijo la aludida, acompañada por esa dulce sonrisa maternal que tanta calma desprendía.
-¿D-Donde estoy?
-En tu habitación. ¿Ya te sientes mejor?
-Me duele un poco el cuerpo.
-Dijo Nanami-san que eso seria normal. Hay varias marcas en tu cuerpo; pero ninguna es permanente ni durara más de cuatro días en borrarse.
-¿Nanami-chan estuvo aquí?- se sentó en la cama, con dificultad. Trinando por darse cuenta de que traia su pijama aguamarina puesta.
-Sí. Después de ayudarte y de cargarte hasta aquí, Sora-san fue a buscarlo personalmente para que viniera a verte. Nanami-san no pudo quedarse porque al parecer tenia citas por atender en el consultorio.
-¿El príncipe Hashiba?- recalcó, un poco sorprendido.
-Así es. Él te trajo hasta tu habitación, te recostó él mismo y, lo diré aunque pueda provocarte pena, él fue quien te vistió.
-¿Qué?
-Bueno, hubiese sido muy poco apropiado si Nori-han o yo te hubiésemos vestido.
Suna se sonrosó. En su cabeza repasó los últimos sucesos antes de perder el conocimiento; cuando el peso de Aki fue retirado de enzima suyo, ese era Sora protegiéndole de su agresor. Unos finos brazos que lo aferraban a su pecho; en ese momento no tuvo la fuerza para encarar a la persona que le sostenía, pero el aroma natural a claveles que despedía su pecho le hizo saber que era Yumiko. Le pareció caer inconsciente; pero todavía podía escuchar los que parecían ser reclamos príncipe y la ama de llaves.
Lo recordó todo; los golpes, los repugnantes besos robados, el peso que le aplastaba impidiendo su escape, las manos que recorrieron su cuerpo desnudo, la lengua que le hizo retorcerse de desprecio, cuando esta intentaba satisfacer los vulgares deseos de su dueño. Pensar en ello le asía sentirse como el mayor de los estúpidos, si así estaba en ese momento no quería saber como estaría si Aki lo hubiese marcado de forma eterna.
-Trataremos de que tu trabajo no sea muy pesado. Y te prometo que no me apartare de ti hasta que se arregle lo de Utsunomiya. ¿De acuerdo?
Sunao la miró; en sus verdes ojos aún existía el rastro de las lagrimas y de la tristeza desesperada, mas su sonrisa era tan perfecta y repleta de amor como siempre.
Lo que ocurrió ese día le hizo argumentar lo que toda su vida se había hecho creer. No pudo evitarlo, tenia que llorar.
-¿Sunao-kun?- pronunció, al ver esos preciosos cristales rosados derramar gotas saladas.
No pudo contenerse, abrazó a Yumiko, se aferró a ella tan fuerte como se lo permitían las fuerzas que le quedaban. Sollozó en su pecho, tal vez no era correcto tener se contacto con una mujer, pero necesitaba desahogarse.
Yumiko rodeó al menor, con sus brazos, no entendía porque lloraba de esa manera; era cierto, aquello debió ser una pésima experiencia. Pero no era motivo para llorar de esa manera.
-Yo...¡Yo debí escucharte! ¡Fui un estúpido! ¡Por favor perdóname! ¡No pensé que él se atrevería a tratar de... de...- le causaba remordimiento el sólo pensar en la palabra. -¿Por qué debe ser así siempre?
-¿Sunao-kun?
-Después de todo..después de todo...sí era cierto- siguió sollozando, trataba con toda su conciencia de no decir algo que no deseaba recordar- ¿De verdad... ¿De verdad soy tan inútil? ¿Tan débil?...¿por qué debe ser siempre así? ¡¿Por qué debo depender siempre de los otros?!
Se escuchó un golpeteo tras la puerta.
-¿Quién?- preguntó Yumiko, temerosa de averiguar quien pudiera querer entrar a la habitación.
-Soy yo: Noriko- respondió -¿puedo pasar?
Suspiró aliviada. -Puedes pasar, Nori-han.
La señora Tornatore cruzó la puerta. Vio al pelirrosa abrazarse a la ama de llaves, lloraba. Ese no era el mejor momento para interrumpir, pero ordenes eran ordenes.
-Kasumi-sama esta convocando una audiencia privada, quiere ver a Nao-chan. Sora-san quiere que tú estés presente, Yumiko-chan.
-Enseguida vamos.- aseguró Yumiko.
Y así Noriko se retiró a la habitación que compartía con su esposo. Esa noche le había destrozado los nervios. Quería saber lo que ocurriría, desgraciadamente, y aunque no lo pareciera, su corazón ya no estaba en años de aceptar tanto estrés.
-Ahora quiero que me escuches, Sunao-kun.
El aludido levantó la mirada, hacía unos ojos llenos de decisión.
-Quiero que digas la verdad, todo lo que paso- siguió por explicarse Yumiko. -No permitas que Utsunomiya te intimide; no importa la manera en que te vea, las mentiras que diga y las amenazas que le escuches. Quiero que digas la verdad, es la única forma de hacerle pagar a ese bastardo la bajeza que estuvo por hacerte. ¿Entendiste?
-Sí.- respondió simplemente.
Los dos sirvientes salieron rumbo al estudio privado, donde fueron recibidos por el príncipe heredero, el futuro conde y las imponentes presencias de la reina y el general de división absoluta.
-Buenas noches.- Hicieron una reverencia los dos empleados.
-Buenas noches.- respondieron los magistrados con la cortesía que siempre había sido distinción de sus estatus sociales.
Yumiko y Sunao no se sentaron, al menos sabían perfectamente que en una audiencia privada, que involucra a más de dos personas, sólo el ser de cargo máximo podía sentarse.
Se escucharon los llamaras tras las puertas de roble. Era momento de confrontar los sucesos.
-Adelante.- permitió la reina.
Una de las dos puertas se abrió, dejando a la vista a una muchacha de oscura cabellera en compañía del paje.
-Kasumi-sama, he traido a Aki.- avisó Kaoru.
-Muchas gracias, Kaoru-han. Por favor, retírate.
Su permiso.- Hizo una reverencia y dejó al paje ante el resto de los individuos.
-Bunas noches.- saludó Aki como si nada hubiese pasado.
-Buenas noches.- Kasumi y Minato fueron los únicos en responder.
-Y...supongo que mi bomboncito...- tomó a Sunao por la barbilla, haciéndolo que le mirara a los ojos -ya fue con el chisme.
-Quítale tus mugrientas manos de encima- ordenó Sora al instante de soltar un golpe en la mano inquieta.
-No tienes que alterarte tanto. No haré nada malo... no ahora.
Sora se contuvo de responder, no podía usar el vocabulario llegado a su mente, por respeto a la presencia de su madre.
-Apreciaría que ustedes dos se dejaran de estas cosas. Se me cito aquí por, según palabras de Matsuri, un asunto delicado. Quiero saber de que se trata y porque es que viene a involucrar a todos ustedes.- miró al pelirrosa -¿Puedes decirme lo qué sucede? Tengo entendido que todo engloba en ti, Sunao-kun.
-Yo...vera...lo que paso fue....- Sunao vio al paje; esa mirada maliciosa, esa sonrisa burlona, ese cinismo que ahora bien sabia era parte de su persona, todo lo que ocultaba tras un sutil disfraz de encanto e hipocresía.
-¿Sunao-kun?- insistió la reina, ante la falta de respuesta.
Nao tragó saliva, no tenia idea de cómo confesar lo ocurrido sin sentirse aprisionado contra una pared de temor.
-Si me otorgas el permiso...- interrumpió el peliazul, le era más que claro que el muchachito no hablaría. -yo podría explicar lo que paso. Seré breve.
Kasumi hizo una seña que dio a entender que la sugerencia estaba permitida.
-Este infeliz degenerado- dijo señalando a Aki -trató y estuvo apunto de hacerle a Fujimori lo más bajo y degradante que se le puede hacer a un ser humano; quiso abusar de él de la forma más despreciable y ruin.- Le hervía la sangre de sólo pensarlo; pensar en que alguien tan despreciable pudiese ponerle la mano encima a una criatura tan delicada.
-¿Qué estas diciendo, Sora?- cuestionó alarmada.
-Lo que piensas. El degenerado de Aki quiso violar a Fujimori.
La reina dirigió una mirada indigna sobre el paje. Aquello le sorprendió y le hizo comprender el sentimiento de furia que en ese instante sentía su primogénito. -¡¿Puedo, no, exijo saber por qué hiciste esa maldita bajeza?!- preguntó entre dientes. A Sora no le agradaba Nao, ella lo sabia, jamás mentiría sobre algo como ello.
-Si su pregunta viene a un "¡lo hiciste?". No veo por qué complicar mi existencia. Sí, trate.- respondió Utsunomiya sin el más mínimo rastro de vergüenza.
-Eres un cínico. No necesito escuchar más. Quiero que vayas a tu alcoba, dejes tu uniforme, recojas todas tus cosas, salgas de mi castillo y no regreses nunca. Tratar de abusar sexualmente de un ser humano y peor aún de un niño es ser la peor de las escorias. Lárgate de mi vista.
Justo cuando la satisfacción comenzaba a verse reflejada en los rostros de los presentes, Aki decidió jugar a lo que él llamó "carta de triunfo":
-Yo lo pensaría dos veces primero, su majestad.
-¿Estas amenazándome?
-No. Considérelo una sugerencia, por el bien de su hijo.
-¿Qué se supone que significa eso?
-En épocas de guerra que un príncipe, heredero de toda una nación, se quede sin paje no es muy sensato. Sí, yo trate de hacerle algo a Nao, pero, ¿qué es un sirviente comparado con un futuro rey? ¿De verdad piensa arriesgar el reino de su difunto esposo al anteponer a un chiquillo que a su hijo, el príncipe de Barasuishou? No es muy inteligente por parte de una mujer tan sabia como lo es usted.
Kasumi lo pensó.
Un silencio desconcertante invadió la habitación; ¿qué hacer?, ¿qué decir?
-Yo me las arreglare.- exclamó Sora -Sinceramente no me importa no tener un paje, no mientras sea una bacteria como tú.
-¿Eso piensas?- retó el otro.
-Sí, eso pienso.
-Sora...- nombró la madre, con voz derrotada. -Odio decirlo, de verdad que lo odio, pero Aki-kun tiene razón. Eres el príncipe, no puedes quedarte sin protección. Hay mucha gente, un reino entero, que depende de tu seguridad. Encontrar a Aki-kun la primera vez nos fue muy difícil, ¿tienes idea de lo complicado que nos será buscar a otro muchacho con experiencia en la esgrima y el uso de espada? No podemos tomar a nadie de las fuerzas militares; se les necesita en el campo de batalla, Shinichiro es el general de división absoluta; esta al cargo de toda las fuerzas militares, ni siquiera podemos involucrar a Nanami en esto; contando con la advertencia de Nagase-kun se les necesitara a ellos dos en la frontera.
-No puedes hablar enserio, mamá.
-Sí, hablo enserio. Créeme que no quiero, pero este es un momento critico, y tú mejor que nadie sabes que el pacto de luto no se alargara por mucho tiempo.
-¿Y qué se supone que va a pasarle a Fujimori?
-No nos queda más que una restricción.- vio al pelilila y dijo -: Aki-kun, te lo advierto, si vuelvo a verte cerca de Sunao-kun, tendrás tu castigo.
-Como usted diga.- respondió sin preocupación.
-¡Él no cumplirá con eso, se le ve la cara de mentiroso!- rugió Sora.
-Por ahora, nada más puedo hacer. Doy por concluida la audiencia- declaró la reina levantándose del escritorio.
-Es que no puedes hacerle esto a Fujimori, mamá.
-No hay opción, Sora, entiende. Buscare como arreglarlo.
Matsuri y Sora se miraron. Si el futuro conde no había tenido como articular un comentario, mucho menos un reclamo.
Vieron al paje dirigirse a las puertas con orgullo, una vez más había obtenido lo que quería.
-Kasumi-sama, por favor, aguarde.- le detuvo Yumiko. Una esperanza basada en una idea había aparecido en su cabeza.
-¿Ocurre algo, Yumiko-han?- preguntó la reina.
-¿Usted dice que la única forma en que Utsunomiya salga del castillo es conseguir a un joven instruido con un conocimiento superior al de un teniente, en el uso de la espada y el arte del esgrima? Pues, sino me equivoco, Utsunomiya fue preparado por su tío, un teniente de la fuerza militar.
-Sí. Necesitaríamos a alguien con mayores capacidades a esa enseñanza.- respondió, inocente a la pregunta.
-No sé mucho del orden jerárquico militar pero...¿un teniente coronel no es de nivel y entrenamiento superior al de un teniente?
Aki rabió, no sabia de que era lo que hablaba Yumiko en realidad, fuera lo que fuera no le agradaba el paso que se abrían esas preguntas.
-Sí, lo es. De hecho, un teniente coronel sólo es superado por los coroneles y los generales.- respondió Matsuri. Él mucho menos sabia el plan de Yumiko, pero estaba dispuesta a apoyarla.
-¿Tus preguntas llevan a algo, Hanasaki?- cuestionó Aki.
-Que bueno que lo preguntas. Es algo que se deshará de ti de una vez y para siempre.
-No te metas en lo que no te importa.
-Sunao-kun es algo que a mí me importa.
-Pero no es tu asunto, bruja. Su majestad, no aceptara la osadía de una simple criada ¿o sí?
-Silencio.- le ordenó Kasumi al paje -Lo que no voy a aceptar es tu falta de respeto hacía una mujer. Yumiko-han, ¿a qué viene todo esto?
-Que Sunao-kun se lo diga.
-¿Quién? ¿Yo?- cuestionó Nao.
-Anda, no seas tímido y diles que tú fuiste instruido por el mismo Nanami-san.
-¿A qué quieres llegar con eso?- le musitó el pelirrosa a la ama de llaves. -No te lo conté para que lo divulgaras.
-Confía en mí. Es la única forma de deshacernos de Utsunomiya.- regresó la respuesta con un susurro. -No permitiré que vuelva a ponerte la mano encima.
-¿Eso es cierto, Sunao-kun?- quiso saber la señora Hashiba.
El pelirrosa bajó su vista. Era verdad, mas, ¿cómo decirlo?
-Déjate de estupideces, Hanasaki. ¿Nao un paje?, por favor, ni siquiera pudo hacerme nada o tratar de defenderse. ¿crees que podría enfrentarse a alguien o cuando menos ondear una espada?- burló el ojiambarino.
-Yo sé que él podría y mucho mejor que tú.
-No hay duda, la gente imbésil como tú dice cosas estúpidas como esa. Explica de maravilla porque Isaac nunca se ha fijado en tu patética existencia.
Sunao reacciono y, casi por fuerza inercial, soltó un brutal bofetada en la mejilla del pelilila.
-¡Maldito bastardo!, ¡si vuelves a hablarle a Yumiko-san de esa manera, te juro que yo mismo haré que te arrepientas!- amenazó. Sus ojos explotaban de furia.
Aki se inmutó un instante, esos ojos rosados le provocaron intriga, pero su orgullo no dejaría nada así.
-¡Mocoso estúpido!- Levantó su puño en el aire, amenazando con dar un golpe a respuesta de la bofetada.
Sin analizarlo, Nao tomó el brazo del paje y lo llevó tras la espalda ajena.
Utsunomiya se retorció con dolor. Alzó su otro puño buscando liberarse al golpear el menor. Nao tomó el segundo puño con su mano y tiró al muchacho contra el suelo, sentándose sobre el pecho comenzó a soltarle una serie de bofetadas.
-¡A mí no vuelves a tocarme, idiota!- le decía Fujimori al intensificar el impacto de sus golpes.
El príncipe tomó a Sunao, pasando sus brazos por las concavidades bajo los hombros del pelirrosa, para apresarle y de esa forma retirar el frágil cuerpo de encima del paje.
-¡Suélteme!- Forcejeó el menor.
-Cálmate. La idea era que le dieras su merecido no que lo mates.- comentó Hashiba, buscando el tranquilizarlo.
-Miserable.- dijo el paje mientras llevaba la mano izquierda a una de sus mejillas que ahora se volvían rojizas.
-Creo que no necesito ver más. Sunao-kun, ¿aceptarías ser el paje del príncipe?
Calmado lo pensó; un paje ganaba un poco más que un sirviente, eso vendría a ser un poco más de dinero que enviar a sus padres y para él mismo. Semejante puesto no era algo que deseaba, jamás lo pensó ni le importaba considerarlo. Pero la madurez residía en tomar una decisión sobre lo personal.
-...Yo- volvió a considerarlo, talvez lo que había decidido no era lo mejor. No supo porque pero volteó su vista hacía Sora. -Yo...- pausa -acepto.
-Perfecto.- sonrió Kasumi. -Utsunomiya Aki, desde hoy te relevo de tus derechos antes impuestos, de tu paga y tu actual cargo. Te pido de la manera más atenta que retires tus pertenencias, entregues tu uniforme y te vayas de mi castillo. Y, por favor, no regreses; porque si te atrapo cerca, te exiliaré de Ciudad Cristal devolviéndote a Ciudad Alcatraz.
-P-Pero no...no puede hacerme esto...yo...- tartamudeó buscando una excusa con la que salvarse.
-Me parece que la reina te ha dado una orden, mocoso.- recordó Shinichiro, acompañado por esa autoritaria mirada e imponente presencia. Las palabras se atascaron en la garganta del muchacho.
-Escúchame.- irrumpió Kasumi. No ansiaba saber de lo que era capas Minato si dejaba guiarse por su ira. -Podemos hacer esto de la mejor manera; salva la poca dignidad que te queda y cruza la reja a voluntad propia o me permitiré que sea Shinichiro quien te arroje a la calle.
El pensar que se trataba de la soberana de Barasuishou y de el general de división absoluta le impidió decir todo lo que a su mente había llegado. Era demasiado peligroso para él.

Pasó una hora. Kaoru esperaba en el recibidor, no sabia que era lo que sucedería son Aki. Según hasta de lo que pudo percatarse y de los golpes que tuvo que atender al muchacho propinados por el príncipe (al menos fue eso lo que comprendió porque ese nombre era el que maldecía) todo llevaba a ser un problema grave.
Vio al antiguo paje bajar por las escaleras; sus ojos ardían delatando una ira incontrolable y su rostro dejaba ver un semblante de indignación que verdaderamente no le correspondía. No le veía usar la gran camisa blanca que representaba la profesión que con tanto orgullo y altanería le gustaba presumir.
-¿Qué paso, Aki?- preguntó la sirvienta temiendo la respuesta.
-¿Tú qué crees que paso, tonta?- respondió furioso, al mostrarle las dos grandes valijas con las que había llegado hace dos años.
-¿Te corrieron?
-No. Estoy sacando a pasear las valijas porque estaban muy aburridas en mi armario.- dijo sarcástico. En ese instante cualquier pequeñez dejaba ver su coraje.
-Yo te lo dije; ese chiquillo idiota no te convenía, pero de todas formas no me escuchaste. Debiste quedarte conmigo. Yo te quiero.
-Una risa sádica emanó del jovenzuelo. -Kaoru, mi pequeña y estúpida Kaoru. ¿De verdad crees que yo te amaba? Era algo tan sencillo como tu belleza por encima de la de las demás muchachas que trabajan aquí. Yo no amo a nadie y mucho menos a una criada cualquiera como tú.- se detuvo para ver la reacción que poco a poco aparecía en el rostro de la sirvienta. -Si Nao no hubiera llegado, tarde o temprano hubiese llegado una chica o chico con belleza superior a la tuya y de cualquier manera me habría desecho de ti.
-¿Sigues aquí, Utsunomiya?- exclamó Yumiko, molesta por la desagradable presencia en el recibidor.
Aki dirigió su mirada al inicio de la escalinata; ahí estaban Sunao y la ama de llaves. Pero más por encima, arriba de la enorme representación del artista Miguel Ángel, estaba Minato quien cruzaba hacía otra ala superior del castillo. Utsunomiya omitió palabras, el hablar sólo empeoraría su situación. Salió del castillo al que sabia jamás volvería a entrar.
-¿Estas bien, Kaoru-han?- le preguntó la joven mujer. La mirada de la aludida expresaba un sentimiento que no podían descifrar con exactitud.
-Sí.- respondió secamente.
Los otros dos sirvientes se retiraron a las habitaciones para empleados, no conocían lo suficiente a Kaoru como para saber si mentía.
Y ahí quedo en ese momento, sola. No pudo evitar dirigir su vista hacía la silueta del pelirrosa mientras se desvanecía entre la oscuridad del pasillo. Un sentimiento de desprecio e ira se apodero de su mente. Ese mocoso era el responsable de todos sus problemas. No sabia si Aki había dejado de quererla o si de verdad nunca la quiso. Pero de lo que sí estaba segura era de pensar que Fujimori Sunao era el culpable.
Notas finales: Espero les haya gustado mi porquerillera n///n

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