Darker than Black, Brighter than White
Abro los ojos y ladeo la cabeza. La visión de las sábanas, blancas bajo mi relajada mano, me saluda vagamente. Contrastan con mi cuerpo desnudo sobre ellas. Las paredes son también de ese inmaculado color, y las cortinas se agitan, como si la brisa veraniega que entra por la ventana abierta las molestara en medio del sopor de la tarde. Noto como, bajo mi cabeza, algo susurra; algo se mueve, algo que me alimenta y me llena de energía, algo que, si en su ausencia me encontrara, me privaría de vida. Cierro los ojos y cambio de nuevo de postura, sintiendo los firmes músculos de tu pecho en mi rostro. Cómo no me di cuenta antes, pienso, mi mente aún borrosa. ¿Cómo puedo haber tardado la infame cantidad de 6 segundos en darme cuenta de que es tu corazón el que me susurra al oído?Acaricio tu pelo. Ha crecido bastante ya. Negro, azabache desbocado, esparcido por la almohada. Todo es blanco, todo es luz. Y tú, y yo, acompasando nuestra respiración con el ritmo del mundo veraniego que nos espía por la ventana y nos envidia, sediento de un amor como el nuestro, ahogado en su propia agonía. No puedo evitarlo; no quiero despertarte, pero mi admiración es más fuerte que mi voluntad y me vence, obligándome a deslizar la punta de un dedo índice por la línea de tu mandíbula. Resbala por la dorada piel de tu cuello, marca la masculina nuez, se desvía para abarcar la anchura de tu hombro izquierdo. No se si por mi dedo o por mi suspiro, pero abres los ojos, y si lo anterior me parecía luz, lo que me envuelve ahora es tan luminoso, tan cálido, tan sobrecogedor, que se adelanta al mismo verano y casi suprime todo lo que a mi alrededor se encuentra. Hace ya tiempo que estás a mi lado, pero es curioso ver como cuando me sonríes parece que lo hagas por primera vez, y es curioso sentir ese escalofrío recorriendo mi espalda. Se turba la luz del verde azulado casi líquido de tus ojos, casi transparente, tan claro, en tez morena de cabello más oscuro que el negro, y percibo entre destellos de felicidad la profundidad de tu voz preguntándome si es que acaso tengo frío. Y reprimo una carcajada. Amo, luego existo. No hallará nadie forma humana de tener frío a tu lado, y niego suavemente con la cabeza mientras, confundido, frunces el ceño y me rodeas con tu fuerte brazo. Sigues siendo como al principio. Con alma de chaval de quince años, cuerpo de hombre rebosante de vitalidad, y mente de genio que a pesar de iluminar misterios es incapaz de sentir algo tan obvio como mis sentimientos. Te beso la piel desnuda; te sello un te quiero mudo en el pecho antes de cerrar los ojos y dormirme de nuevo. Mientras, a mi alrededor, se mezcla con el blanco la luz más oscura que jamás he visto.KnY