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ENEMIGO MÍO. por Elektra

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Cap1: Voces en el espacio.

 

Zacarías Adam Smith (Zac para amigos y familiares), hijo de republicanos, cristiano y americano, llevaba dos años en la Frontera. Todos los días, al final del primer ciclo, se levantaba de su litera, se enfundaba su mono reflectante y se iba al puente de mando de la estación para vigilar al Enemigo.

 

Con una taza de café, tomaba asiento en el sillón, apoyaba los pies sobre los paneles de control, procurando no tocar los que correspondían a las armas, y sus ojos oscuros se pendían de los lejanos puntos brillantes que, en realidad, eran enormes naves de guerra; alargadas, plateadas y mortíferas como lanzas.

 

Había ingresado en el cuerpo de de marines espaciales cuando la guerra ya llevaba cuatro años de apogeo. Se había criado en una granja y se hubiera dedicado al lucrativo negocio de los brotes trasgénicos y las lechugas clonadas. Una vida segura, larga y aburrida.

Pero las estrellas atrapado su imaginación y cuando había cumplido los diecinueve años, para desolación de su familia, había logrado pasar las duras pruebas de admisión del cuerpo. Después de todo, el Gobierno de la Tierra no se podía permitir tener a imbéciles como tripulantes de un crucero de guerra, a eso preferían reservarlos para el cuerpo de administrativos consulares.

 

Zac tenía grandes ambiciones, era trabajador e inteligente, pero si quería alcanzar el ansiado puesto de Capitán, tendría que pasar, como todos, cuatro años en la Frontera.

 

El hecho de viajar a otros planetas le había repercutido a la  humanidad grandes beneficios, como una plaga de langostas controladas por las grandes empresas privadas, se habían extendido por todo el sistema hasta que habían chocado con otra raza inteligente, con naves, armas y muy susceptibles, que no veían con buenos ojos sus ansias de expansión.

 

De la maravilla y alegría inicial por haber encontrado otra especie altamente evolucionada, se había pasado al desencanto e irritación, cuando los alienígenas dejaron en términos bien claros que no iban a permitir que los humanos colonizaran todo los que se les antojara y arrasaran con planetas enteros.

 

Y el intento de una conferencia dio paso a una agresión con armas y de ahí a una serie de escaramuzas durante cuatro años, hasta que los extraterrestres destruyeron con una de sus armas a Plutón reduciéndolo a un penoso cinturón de asteroides. Después de semejante despliegue de poder, el Gobierno hacía optado por un prudente alto el fuego y una tensa tregua. De tal forma que la Frontera era lo que quedaba de Plutón y sus lunas, y más allá estaba la flota de guerra de los alienígenas.

 

 

 

 

 

Zac tomó un sorbo de café, sus ojos vagaron por la pantalla de radar que solía sufrir numerosas interferencias por que las ondas rebotaban contra las grandes piedras que flotaban como pájaros heridos. A pesar de los años de guerra, todavía nadie había visto físicamente a ninguno de los extraterrestres, se elaboraban largas teorías de cómo podían ser  partir del complejo y laborioso diseño de sus naves, y debates sobre su inteligencia.

 

Al joven no le hacía falta leer nada acerca de estos discursos científicos, él ya sabía que el enemigo era muy perspicaz y curioso, el hecho estaba en que ya habían aprendido todos los idiomas de la tierra, incluido el usado a nivel planetario; el inglés, lo demostraba con creces. Y los humanos no habían ni podido interpretar ni una sola sílaba de su lengua.

 

De tal forma que no era raro que se pasaran horas insultándolos por la radio, transferencias y transferencias de burlas. Al principio Zac había optado por ignorarlos, pero después fue reconociendo entre las densas y líquidas voces, una en particular. Parecía que uno de los extraterrestres tenía guardias a la misma hora que él y siempre, siempre soltaba una ristra de chistes de lo que opinaba sobre la raza humana.

 

 El joven se había reído, el ingenio demostrado lo dejaba admirado, hasta tal punto que uno de los días abrió la comunicación y le había respondido, un silencio de varios minutos flotó en la cabina y continuación una risa fluida casi lo hizo saltar del sillón, después el Enemigo le había contestado y Zac a su vez había contraatacado, estuvieron cerca de dos horas manteniendo un duelo verbal.

 

Y lo que había empezado de forma casual se había convertido en una rutina, no se habían dicho sus nombres, se limitaba a saludarse y hablar, de las burlas habían pasado a conversaciones más largas e interesantes que llenaban el vacío frío del espacio.

 

Una luz parpadeó, Zac se inclinó y pulsó el botón, una enorme sonrisa afloró en sus labios.- Buenos días, pirata.- saludó.

 

De altavoz surgió una voz espesa y masculina, a Zac le había asombrado constatar que sonaba como la de un ser humano maduro, y, desde luego, de género masculino pero eso no significaba nada, ni aclaraba nada.- Buenos días, mono.

 

Desde que los alienígenas habían descubierto de que a partir de que mamífero había evolucionado la especie humana no habían parado de bautizarlos como chimpancés o monos en todas las comunicaciones. Aquéllos  extraterrestres tenían mucho sentido del humor y unos grandes cañones de plasma para respaldarlo.

 

Zac se recostó en el sillón adoptando una postura relajada y poco castrense.- Me he dado cuenta que habéis desplazado unos de vuestros navíos varios kilómetros hasta casi acercarlo al cinturón, ¿debo preocuparme?

 

- No.- la voz era suave pero no engañaba, no era humana.- Tuvimos problemas con algunos asteroides y tuvimos que desplazar la nave para poder reparar algunos daños. ¿Sabes?, he estado investigando otra vez.

 

Zac sonrió, Internet era una red basta y libre, los extraterrestres la habían convertido en su fuente de información, y a pesar de que los militares habían hecho lo posible por vetarles el acceso solo habían logrado que los extraterrestres se hicieran unos hakers aún más hábiles.

 

-  ¿Y?.- no sabía con que nuevo  y extravagante descubrimiento le podía salir.

 

 

- Leo.- Zac alzó las cejas y subió el volumen;

 

 

“No una rosa roja ni un corazón de satín.

 

Te doy una cebolla.

 

Es una luna envuelta en papel café.

Promete luz,

como el cuidadoso desnudo del amor.”


Zac se echó a reír.- ¡Eso es un poema  de amor!- dejó la taza a un lado y se inclinó hacía delante, con los ojos brillando.- ¿Te me estás insinuando?

 

Otra risa, fuerte y jubilosa correspondió a la suya.- Claro que no, lo encontré hoy, hay muchas páginas con esas cosas rojas …

 

- ¿Corazones?

 

- Eso, corazones y estrellitas, y felicitando, ponen: “Feliz San Valentín”

 

- Vaya, ni recordaba que hoy era catorce de febrero.- suspiró, cuando estabas en el espacio, sin días y sin noches, el tiempo se quedaba detenido en la Tierra, y todo se convertía en sucesión de ciclos de trabajo y sueño.

 

- Parece que padecéis una especie de fiebre, ¿estáis en celo?

 

Zac sonrió y pasó una mano por los oscuros y cortos cabellos, su perfilada mandíbula se encajó para no dejar escapar una estruendosa risa que atrajera a algunos de sus superiores.- No, ya te he dicho que nosotros estamos siempre en celo.- su labios se ensancharon aún más.

 

- Es cierto, entonces, ¿por qué tanto alboroto?

 

- Bueno, es más bien un día inventado pero la gente aprovecha para agasajar a su pareja o declararse.

 

- ¿Solo a las hembras?.- el tono era curioso y escondía una risa.

 

- No, con pareja quiero decir que puede ser alguien de tu mismo o distinto sexo. ¿Vosotros no sois de distinto sexo?.- frunció el ceño, estaba muy intrigado por aquélla cuestión.

 

Una carcajada plateada cruzó las estrellas y estalló en aquélla cabina.- Eso es información clasificada que no te puedo revelar.

 

Zac asintió y se encogió de hombros, él no era un científico ávido por diseccionar a uno de los extraterrestres, de hecho le dolía el pecho de solo pensar que alguien le pudiera  hacer aquello a su voz de seda.

 

- ¿Y tú, mono? ¿cuál es tu preferencia sexual?.- Zac se quedó pasmado, era una pregunta directa y atrevida. Su interlocutor dejaba sus educadas formas para asaltarlo sin contemplaciones.

 

- ¿La mía?

 

- Sí, me gustaría saberlo, mientras no sea información clasificada.

 

Zac sonrió, no se veía diciendo que la orientación sexual de un teniente de la flota fuera un secreto de estado.

 

- No sé, digamos que me he movido entre máquinas y mucha formalidad. No le he dedicado mucho a mis relaciones personales.

 

- Ah.- el suspiró flotó como una burbuja de colores.- He sido demasiado entrometido.

 

- No, no es eso. Solo que…- se interrumpió.

 

- ¿Has pensado en una tercera opción?

 

- ¿Tercera opción?.- dudó.

 

- Sí, pero me parece que aún es pronto para ti- su enemigo de notas coralinas parecía algo decepcionado.- Lo hablaremos dentro de un año.

 

- Pero…- Zac se moría por saber que había querido decir con aquello.

 

- Cambiemos de conversación. Dime, ¿por qué todavía os empeñáis en usar petróleo?

 

 

 

 

 

No volvieron a sacar el asunto de la orientación sexual y relegaron la conversación al olvido, pero Zac se descubrió, en sus períodos de descanso,  mirando al techo de su estrecho cubículo, notando como su corazón se aceleraba cada de que recordaba la denominada tercera opción. Todavía no acertaba a esclarecer que había querido decir su enemigo con ello. Los días y los meses volvieron a trascurrir con la misma rutina agobiante, solo aquellas conversaciones secretas lograban mantener el hastío lejos de él.

 

Se inclinó y pulsó le botón.- Buenos días, pirata.

 

- Buenos días, mono.- la voz era más dulce de lo habitual, no era humana, pero jamás, jamás sería desagradable.- “Su fiero beso permanecerá en tus labios”.- citó.

 

- ¿Qué?- Zac río.

 

- Feliz San Valentín.- gorgojeó.

 

El joven alzó las cejas, un año había pasado muy deprisa, quizás demasiado.- Feliz San Valentín.- aquélla situación de estar felicitando a su enemigo le pareció de lo más bizarra pero muy natural y encantadora.

 

- ¿Ya los has meditado?

 

- ¿El qué?

 

- La tercera opción.

 

- ¿Y es?.- jadeó sin darse cuenta, se inclinó hacía delante, mordiéndose los labios.

 

- ¿No es obvio?- el tono era divertido.

 

- Solo soy un pobre mono.- dejo escapar una risa nerviosa.- Sácame de la oscuridad.

 

- Yo.- susurró la voz.

 

Zac cerró los ojos como si le hubieran apuñalado, atravesándolo de parte a parte. Todo su cuerpo ardió por aquél susurro que se había colado en su cráneo y hecho hervir su sangre. Estaba asustado, estaba siendo tentado. Una frágil mariposa siendo atraída por una llama, deseando quemarse y era tan, tan fácil arder.

 

Se irguió para cerrar la comunicación.

 

- No hagas eso, Zac.- lo amonestó con un filo de acero en las palabras.

 

Detuvo la mano y su respiración se tornó dificultosa.- ¿Cómo sabes mi nombre?, nunca te lo he dicho.

 

- Sé muchas cosas.- la voz se volvió insidiosa e insinuante.- ¿No te gustaría saber más de mí?

 

- Yo, yo…- el sudor estaba comenzando a correr por su cuerpo.

 

- Sé que a veces te escapas de la estación y te dedicas a explorar los asteroides cercanos a nuestra flota, piensas que las rocas y el pequeño tamaño de tu caza te puede esconder de nuestros radares. Tienes curiosidad por nosotros.

 

- ¿Desde cuando lo sabéis?

 

- Oh, desde la primera vez que lo hiciste. Podíamos haberte destruido pero nos llamó la atención que te atrevieras a tanto y nos pareció hasta gracioso, así que te dejamos y observamos.

 

Zac se dejó caer en le sillón.- He sido un tonto.

 

- Solo un poco.- respondió con ternura su adversario.- Cuando supe que eras tú, ordené que te dejaran explorar a tus anchas y que no se abriera fuego.

 

- ¿Ordenaste?- Zac se puso alerta, había creído siempre que estaba conversando con alguien de un rango parecido al suyo.

 

- Sí, lo ordené.

 

- ¿A la flota entera?.- palideció.

 

- A la flota entera.- corroboró.

 

- ¿Quién eres?.- murmuró.

 

- Es demasiado complicado decir quién soy, somos una sociedad compleja con muchos estratos, títulos y estirpes.- la voz era clara y prístina.- Reitero mi oferta, ¿por qué no nos conocemos personalmente?

 

 

 

 


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