AÑO 845 d. C.
SUJETO PODEROSO 1: Demonio Nagasu, demonio de sangre, has quebrantado ya varias reglas de este mundo de espíritus, por lo que... (no terminó la poderosa voz de un ser oculto en las sombras de un elegante y amplio salón)
SUJETO PODEROSO 2: el consejo ha llegado a la decición de castigarte con las dos últimas condenas que podemos darte.
SUJETO PODEROSO 3: Demonio Nagasu, se te condena a caer en el mundo de los humanos haciendote pasar como uno, será en él donde cumplirás tu condena de inmortalidad, caminando entre esas criaturas y obligado a llevar el mismo modo de vida que ellos.
SUJETO PODEROSO 4: además de que ya no te podrás considerar bajo nuestro yugo y protección, estás condenado a la soledad hasta que termines de pagar tus pecados.
SUJETO PODEROSO 5: y para que asegurarnos de que no causarás problemas aún estando en ese mundo, oculotaremos tus alas para que no puedan ser vistas por lo humanos que se dejen llevar por la otra condena que te asignaremos.
NAGASU: ¿cuál será esa segunda condena? (pregunta con una voz deprimida y molesto)
SUJETO PODEROSO 6: sabrás de ella cuando se manifieste ante ti (habiendo dicho esto, las seis siluetas ocultas en las sombras de ese elegante salón rodearon a Nagasu, quien sin poner resistencia dejó que hicieran lo que tuvieran que hacer. Los seis sujetos estendieron sus manos en dirección a Nagasu y en cuestión de segundos las suaves y grises alas que ostentaba su espalda explotaron en centenas de ligeras plumas que cayeron al piso, tal acto, arrancó de Nagasu un desesperado grito de dolor)
SEIS SUJETOS A UNÍSONO: has dejado de estar bajo nuestro cuidado, podrás conciderarte ahora como Nagasu, el demonio de sangre olvidado de los dioses (fue lo último que escuchó de esas siluetas luego de despertar bajo la sombra de un frondoso árbol en un ligero bosque)
Debajo de ese árbol Nagasu había quedado dormido, y este sueño vino a su mente de nuevo.
Nagasu: otra vez este sueño ¿no? ya me está hartando (dijo con un cansado suspiro y poniendose de pie para ver con un mejor ángulo la puesta del sol que se dejaba notar tras una pronunciada colina qu se teñia de rojo con el crepuscular sol) será mejor que busque un lugar donde dormir, esta noche parece que será fría (se fue de allí)
Nagasu llevaba prendas que ya se dejaban ver desgastadas, prendas dignas de un simple viajero de aquella época media. tenía un cabello lasio y negro que casi tocaba sus caderas, era conciderablemente alto de estatura y un tanto delgado con una pálida piel que semejaba al color de una concha marina desgastada, traía siempre un sombrero que ocultaba sus ojos, mismos que nadie que dijera haberlo conocido había visto jamás. Con tan sólo describir su apariencia ya habrán logrado deducir que era un viajero, un vagabundo dedicado simplemente a sobrevivir de una o cualquier forma, y si no lo lograron deducir, pues ya se los he dicho.
Estaba callendo la noche, y Nagasu caminaba entre las ya solitarias calles de Londres, Inglaterra.
NAGASU: ahh dormir tanto bajo ese árbol me dejó cansado, tengo que encontrar un lugar donde dormir esta noche (se dijo para sí mismo)
SAIGO: mientras no se te ocurra dormir nuevamente en la catedral, odio el incienso que prenden en las noches (dijo una curiosa criatura que salió de la alforja que llevaba Nagasu colgada en su hombro)
NAGASU: descuida, a mí también me desagradó ese aroma, además las estatuas parecían estar mirándonos ¿no crees?
SAIGO: si, en verdad se veían amenazantes (afirmó trapando hasta su hombro y sentandose en él. Saigo era una extraña criatura con forma humanoide, y con forma humanoide me refiero a piernas, brazos y cabeza, pues tenía una piel suave y en una coloración azul pálido cuando sus emociones se encontraban estables, pero cuando sufría algún percanse se tornaba en diferentes colores según la emoción. Era un diablillo, un diablillo que se encontraba al servicio de Nagasu, pero más que su servidora él la vaía como a una amiga, vestía con ligeras y suavez telas blancas que cubrían en mínima parte su pequeño pero escultural cuerpo, tenía una pequeñas manos con garras muy bien pronunciadas, y un cabellos largos marcados en unos rizos blancos, unos bellos y blancos rizos, sus ojos eran bastante grandes con relación a su fino rostro, dos ojos bellamente azul turqueza, tenía también en su espalda dos pequeñas alas pero estas no se conformaban de plumas, sino que se formaban directamente su su azúl piel. Esa era Saigo.)
NAGASU: mira, ¿qué te parece ahí?
SAIGO: ¿un cementerio?, y te quejabas de que las estatuas de la catedral eran tetricas (dijo a manera de busrla)
NAGASU: bueno, los muertos están bajo tierra y ya no nos pueden hacer nada, y las estatuas tienen ojos de piedra amenazantes.
SAIGO: concuerdo contigo, durmamos entonces en el cementerio (Nagasu se dirigió en dirección al tétrico cementerio, donde entraron en un viejo aunque extrañamente bello mausoleo y ahí encontraron refugio de una noche que se prometía crudamente fría.)
SAIGO: oye Nagasu...
NAGASU (con voz casi dormida): ¿qué pasa?
SAIGO: tengo hambre.
NAGASU: ¡¿eh?! pero si comiste mucho en la tarde (se sorprendio)
SAIGO: bueno... no es hambre, es más bien ansias de comer.
NAGASU: ¿como un antojo?
SAIGO: ¡si! un antojo
NAGASU: pues revisa en la alforja a ver si quedó un poco de carne (Saigo hizo lo que el otro le sugirió y sacó de la alforja una pequeña mano levente ensangrentada, la manita de un bebé, así con la mano entre sus brazos, y esque era un poco grande para ella apesar de ser la mano de un bebé, la comenzó a comer)
SAIGO: ¿no quieres un poco? Nagasu
NAGASU: no gracias, terminatela tú si quieres, mañana conseguiremos más (le respondió echandose el sobrero sobre el rostro para así quedar dormido)
SAIGO: oye Nagasu... (volvió a hablar la diablilla)
NAGASU:¿queé? (respondió al llamado con la voz cansada)
SAIGO: ayer por la noche soñé con eso otra vez.
NAGASU: no te preocupes, yo te protejo ante todo (le contestó casi quedando dormido)
SAIGO: oye Nagasu...
NAGASU: Saigo.
SAIGO: ¿si? dime.
NAGASU: come, calláte y duermete (le dijo finalmente)
SAIGO: qué grocero eres maldito demonio (refunfuñó llenando de carne su boquita)
NAGASU: pero soy el maldito demonio grocero al que quieres tanto (le dijo con una ligera risa)
SAIGO: jiji, así es, que duermas bien Nagasu.
NAGASU: igual tú Saigo.
Así sin decir otra palabra Nagasu quedó dormido en la comodidad del cálido suelo del mausoleo mientras Saigo terminaba de comer esa mano infantil para luego también quedar dormida.