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L.A. por chokomagedon

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Notas del fanfic:

¿Crossover de Death Note y Gravitation sin alterar demasiado ninguna de las dos historias? Impossible is nothing...

Advertencia: Este fanfic es... un fanfic(crack), por lo que cualquier diferencia con la no-realidad(también conocido como OOC) es pura... ¿no-casualidad?

 

La Apuesta

 

Era un día como cualquier otro en Los Ángeles, cuando un rubio sexy ingresaba al aeropuerto luego de descender de su avión, y a su paso todas las chicas se le quedaban viendo con ojos en forma de corazón, encantadas por su lindura. Pero no existía nada sobre la Tierra que pudiera quitarle el mal humor que el rubio tenía encima. No era sólo el hecho de que las mujeres en general le resultaban fastidiosas, en especial tratándose él de un tan famoso escritor de novelas románticas. Yuki Eiri era su nombre, pero a pesar de su fama a nivel mundial y su reputación, alguien se había atrevido a desafiarlo. Y era precisamente por eso que ese bello día soleado era el peor de toda su vida.

 

Refunfuñando, el talentoso escritor se subió a uno de los taxis que aguardaban en la acera del aeropuerto y le indicó la dirección del hotel en donde se alojaría durante los siguientes diez meses. Observó con indiferencia a través de la ventana cómo los altos edificios se iban transformando poco a poco en viviendas humildes y de aspecto poco agradable, mientras se acomodaba los anteojos de sol sobre la cabeza y recordaba con disgusto cómo había terminado en un sitio semejante…

 Un mes atrás… 

—¡¿Cómo que olvidaste de nuevo pagar la cuenta de luz?!— gritaba un muy encabronado Yuki, mientras su hermano no le prestaba mucha atención, demasiado concentrado en una revista del grupo musical Nittle Grasper. —¡Hey, ¿me estás escuchando?!

 

Tatsuha, sin levantar los ojos de su amada revista, respondió vagamente: —No fue mi culpa. Tú olvidaste darme el dinero… y yo no tengo un centavo.

 

El rubio, ahora más enojado que antes, arrancó la revista de las manos de su otouto para aventarla por la ventana, y tomó al morocho bruscamente del cuello de su suéter. —¡Yo mismo te entregué el dinero, maldito vago, bueno para nada! ¿Cuándo piensas dejar de vivir de los demás y conseguirte un trabajo?

 

Pero en vez de ofenderse por semejantes insultos, Tatsuha se deshizo del agarre, se puso de pie tranquilamente y fue en búsqueda de otra revista, riendo.

 

—¿De qué demonios te ríes?—le preguntó Yuki con cara de pocos amigos.

 

—Me río de que alguien cuya única habilidad es escribir novelitas rosas sea capaz de reclamarme algo—contestó, risueño.

 

Yuki enrojeció de pies a cabeza a causa de la ira que aquel comentario le hizo sentir. ¿Cómo alguien había osado llamarle escritor mediocre? El rubio apretó los puños y observó al otro con ojos de asesino.

 

—¡Oh, por Dios! ¡Esos ojos…! ¡Pero yo tengo razón! Cualquiera puede hacer lo que haces, sólo que tú tienes suerte porque eres popular entre las mujeres…

 

—Tatsuha…

 

—Estoy seguro que vas frito si te sales de tu género cursi.

 

El escritor, con el ego profundamente herido, continuó clavándole la mirada y replicó. —Te apuesto cualquier cosa a que puedo escribir el género que me pidas y se convertirá en un best seller.

 

Tatsuha sonrió de oreja a oreja, entusiasmado por la idea de la apuesta. —Bien—dijo. — Si tú ganas, me conseguiré un trabajo enseguida y me iré a vivir a otra parte. Pero si yo gano… me mantendrás de por vida.

 

—¿¿De por vida?? ¿Estás loco?

 

—¿Tan poca fe te tienes, hermano? Puedes negarte y ya, pero no te quejes cuando te siga diciendo que eres un escritor cursi.

 

—¡Claro que no me negaré! ¡Te demostraré lo bueno que puedo ser!

 

—Perfecto—dijo Tatsuha, y continuó mirando la revista que tenía en sus manos.

 

—¿Y bien? ¿Qué tengo que escribir?

 

El morocho entornó los ojos y señaló con el dedo una página donde aparecía la publicidad de la película Seven. Yuki se asomó a observar lo que le mostraba, curioso.

 

—Esto es…

 

—Sí. Escribe una novela policial en un año y no tendrás que volver a prestarme dinero. ¿Qué te parece?

 

Incorporándose, el mayor le dirigió una brillante sonrisa de entusiasmo.

 

—En un año encontrarás mi exitosa novela policial en todas las librerías de Japón.

  

 

Y así fue como Yuki había aceptado semejante apuesta para demostrar que podría ser bueno escribiendo cualquier tipo de género. Al principio, la idea en verdad lo había entusiasmado, especialmente porque también le serviría para deshacerse del pesado de su hermano. Sin embargo, un mal presentimiento lo fue invadiendo a medida que veía con sus propios ojos el sitio que había elegido como “fuente de inspiración”. Porque ¿qué mejor lugar para escribir un policial que Los Ángeles? Delincuentes, pandilleros, prostitutas y mafiosos. Todo eso estaba allí(y en buena cantidad). Claro que al descender del taxi y notar el estado deplorable del hotel, lo último que sintió fue entusiasmo.

 

—¿Está seguro que…?

 

Antes de que pudiera preguntarle al taxista si no se había confundido de dirección, éste ya había arrancado a toda velocidad y se había perdido a la distancia. Allí estaba él, Yuki Eiri, 20 años de edad, famoso escritor japonés, a punto de hospedarse en el peor hotel del barrio más peligroso de la ciudad con el mayor índice de delincuencia de los Estados Unidos.

 

Haciéndose de valor, entró a la lúgubre y húmeda recepción, donde un viejo de mal aspecto le tomó algunos datos y luego le ayudó a llevar su equipaje escaleras arriba(ni hablar de ascensores o cosas por el estilo). Una vez que llegaron a la habitación, Yuki, pensando que ya nada podría sorprenderlo, observó con asco el antiguo papel tapiz que se desprendía de las altas paredes húmedas y agujereadas, el piso de madera podrida, a punto de hundirse en la esquina donde se apoyaba un destartalado sillón de cuero, y, especialmente, la diminuta y aparentemente incomodísima cama que de seguro le causaría mas de un dolor de espalda.

 

Cuando el hombre se hubo retirado, abrió su valija, dispuesto a desempacar su ropa, aunque decidió dejarla allí dentro al comprobar el estado del armario y la población de polillas que lo habitaba.

 

—Maldito seas, Tatsuha… Mira lo que me haces hacer…—refunfuñó mientras intentaba acomodar su laptop sobre una tambaleante mesita de madera.

 

Se acercó a la ventana de vidrios turbios y mugrosos y divisó una pequeña tienda en la esquina opuesta. “Será mejor que vaya ahora a comprar algo de comer. Quién sabe qué pueda llegar a ocurrirme si salgo una vez que se haga de noche. Además, quizás encuentre algo interesante con lo que inspirarme” pensó.

 

Así que, colocándose sus anteojos de sol y tomando algo de dinero(el resto se había encargado de esconderlo estratégicamente en uno de los agujeros del sillón), se dirigió a la tienda para comprar algo de cenar.

 

Tal y como esperaba, durante su excursión a la tienda encontró “detalles” interesantes que tal vez, sólo tal vez, serían un buen condimento para su futura novela: un par de féminas recorriendo despreocupadamente los pasillos del hotel en paños menores, el viejo recepcionista moliendo a golpes a otro hombre, etc., etc. Cuando regresase a su habitación se ocuparía de tomar nota de aquello. Lo que no imaginó es que cabía la posibilidad de que no viviera para tomar nota de nada, porque al llegar a la tienda y ver entrar dos tipos enormes y musculosos con pinta de matones y evidentes armas de fuego colgando de sus caderas, lo primero que pensó es que matarían al pobre ancianito que se encontraba detrás del mostrador y a todos los clientes(o sea, sólo a él), y luego robarían el dinero. Se mantuvo inmóvil, sin saber si lo mejor era huir cobardemente o estarse quieto, hasta que se dio cuenta que no ocurriría ningún robo ni matanza, pues los matones no hicieron otra cosa que llenar dos enormes bolsas con toda la góndola de chocolates y pagar su correspondiente precio al ancianito.

 

Yuki suspiró, aliviado. Definitivamente, tendría que acostumbrarse a ver cosas semejantes sin alarmarse tanto, por más perturbadoras(y extrañas) que parecieran.

 

—¡Bien!—exclamó, una vez de regreso. —Tengo menos de un año para hacer esto. No puede ser tan difícil escribir un maldito policial...

 

Difícil o no, a pesar del supuesto ambiente inspirador, los gritos, sonidos extraños y demás, entorpecían el trabajo del escritor, además de que no tenía ni la más mínima idea acerca de qué trataría su historia. No quería que el argumento fuese demasiado trillado, como solía suceder en los policiales. Pretendía escribir algo revelador, novedoso, que obligase a la gente a reconocer su talento. Porque él era talentoso, de eso no tenía dudas.

 

“Me pregunto para qué los matones querrían comprar tanto chocolate...” pensó de pronto.

 

—¡Demonios, Yuki! ¡No te distraigas! Una historia... necesitas una puta historia...

 

Pero la historia no salía. Al parecer, necesitaría algo más que un barrio peligroso y personas decadentes para ello. Intentó no desanimarse, teniendo en cuenta que era su primer día en Los Ángeles, y se dispuso a preparar la sopa instantánea que acababa de comprar. Con el paso de los días se le ocurriría algo qué escribir(o eso esperaba).

 

Fue mientras buscaba en su maleta los cubiertos descartables que le habían sobrado del avión(pues los del hotel estaban demasiado oxidados) que le pareció oír unas voces demasiado claras, incluso teniendo en cuenta lo finas que eran las paredes. No tardó en notar que dicho sonido provenía de detrás del sofá donde, una vez corrido el mueble, descubrió un agujero de considerable tamaño que daba a la habitación de al lado.

 

Eso era lo único que faltaba. No sólo debía oír los gemidos de las prostitutas que atendían clientes en los cuartos vecinos, sino que ahora tenía asiento en primera fila y, seguramente, aquello le traería problemas para dormir. Estaba decidido a levantarse e ir a pedirle al recepcionista que arreglase su pared, cuando un claro fragmento de conversación le llegó al oído:

 

—¿Habrá logrado Jonás cumplir con el trato, o lo habrán matado? Ya me estoy cansando de tanto esperar.

 

—Sé paciente. Ya llegará.

 

—Más le vale que se apresure. Mello se impacientará también si no le llevamos enseguida su “pedido”. Debe estar furioso.

 

Yuki sintió cómo el pulso se le aceleraba. ¿Trato? ¿Muerte? ¿Un sospechoso pedido? ¡Ese agujero en la pared era un milagro! Sin embargo, no era suficiente. Había encontrado algo interesantísimo y necesitaba saber más. La pregunta era ¿cómo?.

 

Toc toc.

 

Un par de golpes a su puerta lo sobresaltaron. Nervioso, el rubio colocó rápidamente el sofá en su lugar y se puso de pie, dirigiéndose hacia la entrada. Entreabrió la puerta, esperando ver al encargado o a alguna mujerzuela ofreciéndole sus servicios, pero, en lugar de ello, se encontró con un hombre alto de piel arrugada y largo cabello canoso que vestía un sobretodo negro y un par de lentes oscuras y redondas.

 

—Disculpa la demora—dijo el singular sujeto, casi en un balbuceo, entrando tambaleante a la habitación y sentándose torpemente sobre la cama. —Tuve algunas dificultades para cumplir con el trato. Me vi obligado a drogarme para que los malditos confiaran en mí, pero logré cumplir con mi trabajo después de todo. Tony y su banda están liquidados. ¡Je! Hicieron bien en encomendarle todo al gran Jonás. De hecho, considérense afortunados, pues tú y tu jefe serán los primeros en ver mi rostro que podrán vivir para contarlo...

 

Luego de semejante monólogo, apenas inteligible por el estado en que se encontraba, el hombre cerró los ojos y se desplomó sobre el colchón, inconsciente. Yuki se le quedó mirando, petrificado. ¿Jonás? ¿No era esa la persona que los de al lado estaban esperando? Pero... ¿por qué había entrado a su habitación? Y, más importante aún: ¿Por qué le había dicho todo eso? No resultaba factible que debido al efecto de las drogas hubiese confundido su rostro por el de otro. Entonces, ¿sería cierto que nunca se habían visto personalmente? Tal vez, lo único que el sujeto había confundido era el número de habitación.

 

Sea el motivo que fuere, la cuestión era que el tal Jonás se encontraba enfrente suyo, desmayado, y acababa de decirle algo que no debía haber oído. Y Yuki no era estúpido. No podía ir como si nada a comentarles acerca de la pequeña confusión a un grupo de supuestos... mafiosos, o lo que fueran. ¿Qué tal si lo mataban por saber demasiado? Además, si no lo mataban los hombres de al lado, lo haría el mismo Jonás al descubrir el error cometido.

 

—¿Qué haré?—se preguntó el rubio, sin quitar los ojos del cuerpo inmóvil que yacía sobre su cama.

 

Fue entonces cuando un plan le vino a la mente, haciendo que se sintiera un genio, pues llevándolo a cabo podría resolver tanto sus problemas de supervivencia como los de inspiración... Hasta que se dio cuenta que se trataba más de un plan suicida que de una brillante idea. Era una lástima que fuese demasiado tarde como para arrepentirse, pues ya se encontraba en medio del pasillo y acababa de llamar a la puerta de la habitación contigua.

 

—¿Quién es?—preguntó una voz masculina.

 

—Jo... Jonás.

 

La puerta se abrió de inmediato y Yuki finalmente pudo ver a quién pertenecía la voz que había estado oyendo desde el agujero de su pared. Tragó saliva al advertir que se trataba de uno de los matones que había visto durante la tarde en la tienda...

 

CONTINUARÁ...

 

Notas finales: D:

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