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L.A. por chokomagedon

[Reviews - 27]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del capitulo: Gracias a las personas que dejaron reviews. Aquí continúa la historia ;D

 

La Curiosidad no sólo Mató al Gato 

 

Yuki quedó estupefacto ante la poco fortuita suerte que lo había hecho encontrar nuevamente con uno de los hombres que tanta mala espina le había causado. Permaneció inmóvil en la entrada durante tres segundos que le parecieron siglos, sin saber qué hacer ni decir, recriminándose lo inconsciente que había sido por aventurarse a hacer semejante cosa.

 

—¡Oye!—dijo alguien desde adentro de la habitación a quien aún no había visto. Como no podía ser de otra manera, era el matón que faltaba.—¿No es éste el rubio que vimos cuando fuimos a comprar el “pedido”?

 

El primer matón volvió la vista hacia Yuki, provocándole escalofríos que el escritor apenas pudo disimular.

 

—Mh... ¡Es verdad!—exclamó, haciendo un movimiento con la cabeza en señal de que entrara, y cerró la puerta con el seguro.—¡¿Acaso nos estabas espiando antes del encuentro?! ¡Creí que este encuentro significaba finalmente una demostración de confianza, pero veo que es todo lo contrario!

 

Una gota de frío sudor se deslizó por la frente de Yuki, cuyo corazón latía rápidamente dentro de su pecho, amenazando con explotar en cualquier momento. Fue entonces cuando realmente se dio cuenta del peligro que corría su vida, y que se encontraba entre la espada y la pared.

 

—No digas tonterías—pronunció en un tono muy serio, clavando su mirada en los ojos del matón.—En nuestro trabajo no existe la palabra “confianza”. He venido a reunirme con ustedes ahora que Tony y su banda han sido liquidados. Pero no puedo dejar de tomar las precauciones que gente como nosotros toma cada día. Sino, explíquenme por qué su jefe los ha enviado a ustedes y no ha venido él mismo en persona, ¿eh? Pero lo comprendo. No nos detengamos en boberías.

 

Los dos musculosos, guardando silencio, se miraron entre sí, esbozando una expresión indescifrable. Yuki, por su parte, apretó los puños y contuvo el aliento. ¿Desde cuándo era tan buen embustero? Probablemente, había sacado cada una de las frases que acababa de mencionar de los cientos de libros que alguna vez leyó. Pero no había tiempo para vanagloriarse. El rostro de los hombres lo tenía preocupado. De seguro había hablado de más y metido la pata.

 

—Bien—dijo el matón que se encontraba más lejos.—No podíamos esperar menos del efectivo Jonás. Tienes razón; lo mejor será darnos prisa e ir a reunirnos con el jefe. Está ansioso por conocerte.

 

El rubio exhaló un suspiro inaudible. De manera increíble acababa de convencer a dos mafiosos que él era uno de ellos, contando con casi nada de información. En verdad ignoraba que tuviese dicha habilidad, y no es que anteriormente hubiese tenido oportunidad de ponerla en práctica.

 

Todavía asombrado por lo bien que le había salido la jugada, Yuki observó cómo los hombres tomaban sus escasas pertenencias(entre ellas, las dos bolsas llenas de chocolate), y juntos se largaron de aquella habitación que, al igual que las del resto del hotel, se caía a pedazos. Un último vistazo a la puerta de su cuarto, dentro del cual se encontraría aún durmiendo el verdadero Jonás, le bastó al rubio para terminar de entender que se encontraba con la soga al cuello.

  

Moría la tarde en Los Ángeles, cuyas luces poco a poco se iban encendiendo, tanto los postes de la calle como los coloridos tubos de neón que adornaban algún que otro antro, mientras tres personas en un espacioso vehículo negro modelo ochentoso se alejaban del barrio donde se ubicaba aquél hotel decrépito y se adentraban a zonas algo más decentes. Yuki Eiri era uno de ellos. Siempre serio, realista y de actitud fría, aunque en ese momento se estuviese comiendo cada uña de sus dedos, preguntándose si su hermano llegaría a sentirse culpable de su muerte cercana.

 

Luego de aproximadamente treinta minutos de conducir y soportar el tráfico, estacionaron frente a un pequeño bar bastante apartado de las zonas céntricas, pero amplio y con un decorado un poco excéntrico. Una vez dentro, se dirigieron al fondo del bar, donde otro tipo musculoso completamente vestido de negro y con gafas de sol los saludó y les abrió la puerta a un salón aparentemente cerrado para aquellos ajenos al lugar. La música sonaba lenta y distante en ese sector desde donde se podía observar a través de un ventanal de vidrios oscuros a las pocas personas que conversaban y bebían del lado público. Apenas eran las nueve de la noche, por lo que no había habido tiempo de que siquiera la mitad de las mesas se ocuparan.

 

—Ya era hora—comentó un hombre de mediana edad que se encontraba sentado sobre un gran sofá de cuero bordó, bebiendo whisky y fumando un habano mientras sus pies descansaban sobre una mesa ratona de cristal. —Al fin nos conocemos.

 

Yuki dio un paso al frente, adelantándose a sus dos fornidos acompañantes. No sabía si saludarlo desde lejos, darle la mano o hacer otro gesto, pues desconocía por completo las costumbres típicas de la mafia(si existía tal cosa). Peor aún era que no tenía idea de qué demonios responder, ya que algo le decía que se encontraba frente a alguien muy importante y ni siquiera sabía su nombre. Afortunadamente para él, el momento en que se supone debía actuar o hablar fue interrumpido por alguien entrando al salón. El escritor giró sobre sus talones y observó cómo la puerta se cerraba detrás de un cuerpo delgado y no demasiado alto, muy diferente al resto de los demás presentes. Se trataba de un muchachito de lustroso cabello rubio por los hombros, quien llevaba una chaqueta y un pantalón negro, ambos de cuero, y lo miraba de una manera, ¿cómo decirlo?, perturbadora.

 

—José, Eddie—dijo el joven, dirigiéndose a los matones que habían llevado a Yuki hasta allí, quienes le entregaron las dos bolsas con los chocolates. Luego, abriendo una de las barras de dicha golosina, tomó asiento en el sofá y volvió a clavar la mirada sobre el otro rubio.—Jonás, ¿eh? Si estás vivo, supongo que es porque Tony está erradicado.

 

—Exactamente—respondió antes de sentarse frente a él en otro sillón, aún amedrentado.

 

—Perfecto. Algo menos de lo que preocuparnos, ¿verdad, Rod?

 

Rod... Ahora ya conocía el nombre de quien parecía ser el jefe de todos ellos. Y eso era información más que valiosa. Una suerte fue que nadie preguntara por detalles. El hecho de que ese tal Tony(quien quiera que fuese) estuviese muerto suponía ser suficiente y ya, así que no se habló nada sobre el tema. Y como no parecía que Jonás y estos mafiosos se conocieran demasiado realmente, no había mucho que Yuki necesitase saber para hacerse pasar por él. ¿Cabría acaso la posibilidad de que sobreviviera a esta “aventura”? En ese caso, su improvisado y peligrosísimo  plan no había resultado ser tan malo después de todo, ¿no?

 

—Qué extraño...—comentó el joven rubio mientras los demás estaban algo ocupados ordenando bebidas a la sexy camarera, su mirada una vez más fija en Yuki.—Me había dado la impresión, por las veces que hablamos, que Jonás tendría como mínimo treinta y cinco años.

 

Yuki profirió una arrogante carcajada, procurando ocultar lo desorientado que se encontraba por aquellas palabras.

 

—Es verdad, varios me han dicho lo mismo. Además, me gusta que crean que soy mayor para despistar mejor a la gente.

 

El muchachito entornó los ojos, al tiempo que su boca se torcía en una especie de sonrisa. —No. De verdad me había dado esa impresión.

 

El crack de un trozo de chocolate siendo mordido y su saliva bajando dificultosamente por su garganta fueron los únicos dos sonidos que Yuki oyó en ese momento. ¿Por qué lo inquietaba tanto esa mirada? No, no era la mirada únicamente. Eran sus ojos y su sonrisa, exhibidores de cierta locura pero también de inteligencia, ese cabello, brillante y perfectamente peinado, enmarcando un rostro de piel pálida y aparentemente suave. No debía tener más de veinte años. ¿Qué hacía alguien como él metido en la mafia? Y, además de ese tipo de interrogantes, otra cosa que llamaba terriblemente la atención del escritor era la forma en que devoraba la tableta de chocolate como si de la droga más adictiva se tratase. Apenas lo acababa de conocer y ya le parecía una persona interesantísima. Quería saber más de él. Quería...

 

Ring-ring...

 

—Oh, discúlpame un momento—dijo el joven, tomando un teléfono móvil del bolsillo de su chaqueta. Apoyó la espalda sobre el respaldo del sillón y se cruzó de piernas, en una posición bastante... relajada. —¿Hola? ... Sí. ... Sí. ... De acuerdo. ... Entiendo. ... Adiós.

 

—¿Quién era?—cuestionó Rod, una vez que la camarera se retiró.

 

—Nadie importante, no te preocupes—le respondió, guardando el móvil nuevamente en su bolsillo y poniéndose de pie, exhalando un suspiro. —Creo que ya es hora de que nos vayamos, ¿no?

 

El jefe asintió con la cabeza, pero no se movió. De hecho, ninguno de los presentes se inmutó, excepto el joven rubio, quien, haciéndole una seña a Yuki para que lo siguiera, se retiró del salón.

 

—¿A... adónde vamos?—le preguntó Yuki una vez fuera, intentando seguir el rápido andar del otro. Sin embargo, no recibió respuesta alguna, sino que ambos continuaron caminando hasta doblar en lo que resultó ser un oscuro callejón sin salida. El corazón del escritor dio un vuelco al imaginar la razón por la cual lo llevarían a un lugar así, mientras el muchacho lo observaba fijamente sin decir nada. “Me descubrieron” pensó, “Me matarán”.

 

—Supongo que estarás interesado en nuestros planes ahora que eres parte del grupo, ¿verdad?—la voz del joven, seguido del sonido de una barra de chocolate siendo abierta, interrumpió los nefastos pensamientos de Yuki. —Estamos tras el caso Kira.

 

¿Kira? Algunos difusos recuerdos de portadas de periódicos y noticias televisivas llegaron a la mente del escritor. No es que fuese demasiado conocedor de actualidad ni nada por el estilo, pero en ese momento no le quedó otra opción más que fingir completo entendimiento.

 

—Por ahora no puedo darte más detalles, pero ese es básicamente nuestro mayor objetivo. No te preocupes, con el tiempo te diré de qué se trata todo esto. Por lo pronto, ve mañana temprano a este sitio.

 

Un pequeño trozo de papel con una dirección escrita en él fue entregado a Yuki, quien suspiraba, tranquilo, pensando que, al menos por el momento, nadie intentaría matarlo. Se guardó el papel en el bolsillo de su camisa y comenzó a dirigirse hacia la calle, siguiendo al otro rubio, que probablemente regresaría al bar con los otros hombres de la banda.

 

—Ah, Jonás—escuchó que lo llamaban. El joven, masticando un trozo de chocolate, aún lo observaba con aquellos penetrantes ojos azules.—Te veo mañana, ¿eh?

 

Yuki asintió, procurando que su sonrisa no pareciera demasiado fingida. Apenas el rubio desapareció de su vista, frenó un taxi y se arrojó sobre el asiento trasero, indicando rápidamente la dirección de su hotel, como si su vida dependiera de ello.

 

“Mierda, mierda, mierda...” pensaba, aunque en un momento le pareció que lo decía en voz alta, pues el conductor del taxi lo miraba extrañado. ¿Qué demonios había hecho? No terminaba de entenderlo, pero lo que sí sabía era lo que haría a continuación: tomaría sus pertenencias a la velocidad de un rayo y regresaría a Japón. Luego, se iría a vivir al campo y nadie más sabría acerca del escritor Yuki Eiri. No, aquello no sería suficiente. Se cambiaría el nombre. Sí, eso haría.

 

—Eh... señor—le habló el taxista.

 

—¿Qué ocurre?

 

—¿Es ésta la dirección a la que me pidió que lo trajera?

 

De pronto, los planes de Yuki se vinieron abajo en picada. Sus ojos se abrieron como platos y su rostro empalideció cuando vio que en el lugar donde se ubicaba su hotel no había más que una masa de llamas y humo. Blanco como un muerto, descendió del vehículo, no pudiendo dar crédito a lo que veía. Su dinero, su identificación, su pasaporte. ¡Todo perdido! ¿Cómo podría regresar a Japón ahora?

 

—¡Una bomba! ¡Fue una bomba!—oyó que una mujer gritaba.

 

No necesitaba ese dato para deducir quién lo había hecho. En realidad, no necesitaba ningún dato. Las llamas acababan de devorar todo lo que tenía, y Yuki no podía hacer otra cosa más que presenciar semejante espectáculo, boquiabierto, inmóvil, como si sus pies estuviese clavados al suelo. Permaneció unos cuantos instantes paralizado por el terror, hasta que la necesidad de huir fue lo suficientemente poderosa como para despertar los músculos de sus piernas. Eso era lo único que entendía: debía correr, alejarse de allí cuanto antes, distanciarse de toda persona, pues cualquiera era sospechoso de ser su futuro verdugo. Y eso hizo. Comenzó a correr como nunca lo había hecho, poseído por la desesperación, completamente ciego y sin saber adónde dirigirse. Las casas y personas y automóviles se sucedían a sus costados como una película en cámara rápida. Corría, no podía hacer otra cosa más que correr... hasta que la conmoción que sentía y la velocidad que había adquirido su cuerpo no le permitieron reaccionar a tiempo cuando una motocicleta lo envistió y lo hizo rodar varios metros por el áspero pavimento. Lo último que Yuki vio fue una melena dorada contrastando con el negro cielo de Los Ángeles, y luego perdió el conocimiento.

 

CONTINUARÁ...

 

Notas finales: Dejen reviews... si no quieren que Yuki muera horrendamente! bwahaha

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