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Triángulo Rosa por Shirota_Soubi

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Notas del capitulo:

He tratado de ser lo más realista posible, y no he dejado opiniones de valor propias, por ende, lo que quiero decir, es que no soy Nazi ni racista ni nada por el estilo.

 

El último de los recién llegados había descendido ya del tren, todos y cada uno de ellos con la obligada insignia dorada, el teniente a cargo daba las ordenes generales. Mientras tanto algunos soldados y prisioneros ordenaban en filas según sexo a los nuevos.

-Bienvenidos al campo Auschwitz, su traslado aquí se ha debido a una de las tantas normas de seguridad que ha implementado el gobierno para ustedes....

Algunos hombres y mujeres en condiciones de trabajar fueron separados del resto, los que quedaban eran ancianos, niños y enfermos, el teniente indicó a uno de sus subordinados y este dando un paso adelante se dirigió a ellos.

- Los que quedan tengan el favor de acompañarme a las duchas, una vez allí, dejarán sus pertenencias en un cuarto y las recuperarán cuando terminen, posteriormente se les estará esperando en el comedor ubicado a mano izquierda...

Los prisioneros trataban de advertir a los recién llegados del peligro inminente, Adler mientras tanto era uno de los que guiaba a los seleccionados, pero no podía evitar echar un vistazo atrás, había escuchado rumores e historias con respecto a lo que les sucedía a quienes eran invitados a las duchas, pero nada certero, solo estaba seguro por la preocupación de los demás que nada bueno les podía esperar a esos impuros.

Ya en el cuarto, los elegidos fueron nuevamente dispuestos en filas, allí les esperaba un par de barberos quienes les cortarían el cabello. Ante la negativa de las mujeres, un uniformado de mayor rango les dijo -Señoras por favor no teman, esta medida se ha tomado para evitar el contagio de parásitos molestos, es por su propio bien.

Ante estas palabras las mujeres se tranquilizaron, después de todo eso era mucho mejor que tener piojos o cualquier otra barbaridad.

Al término de esto se les entregó a cada uno el uniforme que desde ahora usarían a toda hora todos los días, se les indicó sus habitaciones, las mujeres fueron llevadas a otro sector del campo.

Uno de los prisioneros se atrevió a preguntar, ¿Dónde están los que llevaron a las duchas?

El capitán Kuhn detuvo su marcha y dijo. Ellos han sido imprevistamente trasladados a otro campo mientras ustedes estaban en la barbería.

Obviamente nadie creyó en esto, pues no se había escuchado ningún ruido del motor de la máquina, ante las caras de desconcierto, temor y odio de los semitas, Adler se apresuró a salir de las barracas siguiendo muy de cerca a su capitán.

Antes de retirarse a su cuarto se encontró afortunadamente con Garin, quien había ido con el grupo contrario.

-¡Hey! ¡Garin!... ¿A qué horas se fueron esos judíos de aquí?- a lo que una mirada seca se dispuso sobre él.

-¿De qué carajo estás hablando?... Esos insectos están muertos.... Como cucarachas, ¿Te creíste que se los llevaban para tomar un baño de relajación?...¿EH?- a cada palabra iba aumentando su tono y su expresión se iba endureciendo y a la vez tomando un aire desquiciado.

-¿Pero cómo?- preguntó atónito Adler, y tratando de bajar el humor de su compañero. -Simple.... Gas... Ziklon B, lo ponen sobre las duchas y reacciona con la humedad del cuerpo, poco a poco se van sofocando hasta que sueltan sus esfínteres...todo eso en 25 largos y deliciosos minutos de agonía... jajajajajajaja...

No podía creer lo que escuchaba, todos muertos... Aunque fueran indeseables no podían merecer eso, después de todo la mayoría eran ancianos y mujeres.... Seguramente, era lo correcto, la raza superior debía recuperar lo que le correspondía.

 

 

Sintió que la sangre se le congelaba, un segundo le pareció una eternidad, y al final de este un intenso dolor en el pecho, angustia, miedo, rabia, dolor, decepción, cada una de estas sensaciones calando en lo más profundo de su humanidad. Él finalmente le había delatado, en solo unas horas... Tenía que hacer algo inmediatamente, salir de ahí, irse de la ciudad, no quería pasar un tiempo en la cárcel, solo la idea le aterraba, pero si no se presentaba sería peor.

Nuevamente lagrimas brotaron de sus ojos, Zelig al ver esta escena no pudo más que conmoverse y abrazar a su amigo, sabía lo terrible que debía ser para él ir a parar a la cárcel, él que siempre había tenido todas las comodidades del mundo, él cuyas facciones lo hacían parecer un joven indefenso, eso sería terrible para él, pobre de Heller, con el corazón herido y el miedo infinito de la persecución.

Un fuerte estruendo se escuchó en la sala de un salto el dueño de casa se puso en pie, pero antes de que pudiera hacer nada dos hombres uniformados abrían la puesta. ¿Cómo era posible?, ¿Acaso le habían seguido?...en eso la respuesta apareció tras los oficiales, él estaba allí, el causante del sufrimiento de Heller. Por otra parte este levantó la cabeza, su cara ahora sin expresión miraba directamente en dirección al muchacho que estaba atrás de los uniformados... Era Él... Stein.

-¿Qué creen que están haciendo, esta es propiedad privada y no tiene derecho a entrar en ella sin mi autorización o la de un juez?... Y dudo que la tengan.

-¡Silencio! Hemos venido por indicación de este joven que ha denunciado a Heller Andersen de Homosexualidad, y por orden debemos de llevarlo al cuartel más cercano.

-¿Cómo pueden estar tan seguros de los que les dijo este sujeto es verdad?

-¡Eso es algo que decidirá el juez!- y con un empujón uno de los oficiales tiró a Zelig a la cama para dejarse un espacio libre y poder agarrar al acusado, este apenas consciente de lo que sucedía, y de pronto en un segundo de lucidez Heller comenzó a gritar para que lo soltaran.

-¡¡¡AUXILIO!!! ¡¡¡ZELIG AYÚDAME!!! NO DEJES QUE ME LLEVEN... ¡¡¡¡POR FAVOOOOORRRRR!!!! AUXILIO... ¡¡¡¡¡¡SUELTENMEEEEEE!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡NNOOOOOOO!!!!!!!!

Desgraciadamente, Zelig estaba siendo imposibilitado por el otro de los oficiales, mientras que veía con impotencia la escena, no podía creer que Stein, el amigo de toda una vida de Heller lo hubiera delatado y entregado a la justicia, el que más sabía cuanto temía este a las cárceles, esto no podía quedar así, no era justo. Una vez el oficial que retenía a Zelig se hubo marchado, Stein también se disponía a hacerlo, pero fue rápidamente intercedido por Zelig.

-¿Dónde crees que vas?....¡Me debes una explicación y una disculpa a Heller!

-Yo no le debo nada a nadie- dijo Stein con la mirada fría y dura en dirección a su receptor- Sólo cumplí con mi deber de ciudadano de informar alguna irregularidad, nada más.

-MIRA MALDISTO BASTARDO- esta vez tomando por el cuello de la camisa a su contrincante- SI ALGO LE LLEGA A PASAR A HELLER EN ESA CÁRCEL, SERÁ TODA Y EXCLUSIVAMENTE TU CULPA, Y NO DESCANSARÉ HASTA ENCONTRARTE Y HACERTE PAGAR...¿ENTIENDES?

Sin dar una respuesta y mirando con su mirada más desafiante a Zelig, Stein salió de la casa, sin un ápice de remordimiento, había hecho lo correcto con denunciar a Heller ante la ley, no importaba si eran amigos de toda la vida, Heller era una oveja descarriada que debía enmendarse.

 

 

Eran semanas ya y la única forma de entretenerse mientras veían a los nuevos prisioneros era ver cuantos triángulos veían de cada color, y apostaban quienes predominarían esta vez. Hace unas semanas habían comenzado a llegar mujeres con triángulos negros, símbolo de lesbianismo, feminismo o antisocialismo. También estaban llegando poco a poco triángulos violetas correspondientes a Testigos de Jehová, o Bibelforscher, como se les llamaba a los estudiosos de la Biblia, o pueblo de la Biblia. Muy pocas veces se veían triángulos rojos, los que denominan a los presos políticos.

Adler ya era inmune a la idea del genocidio de miles de esos indeseables, estaba llegando a pensar que era lo justo que se merecían.

Durante estas semanas Adler había tenido un encuentro cercano con ese gitano que tanto le había llamado la atención, Diandro, de verdad esos ojos producían cierta inquietud si los mirabas mucho rato, pero este hombre no parecía ser mala persona, talvés si lo hubiera conocido en otras circunstancias podría incluso entablar una conversación o amistad con él, pero el destino no quiso que fuera así, Adler era el carcelero, y Diandro era su prisionero, además este pertenecía a una raza impura que debía ser arrancada de esas tierras.

Así transcurrieron los días, semanas y finalmente un mes más...ya eran tres desde que había descendido del tren, hace tres meses que se había horrorizado con las cámaras de gases... Pero eso ya había quedado atrás.

 

 

Tres largos meses, no sabía cuantos más estaría allí, lo había olvidado, tontamente lo había olvidado, sus pensamientos en el momento de escuchar su sentencia estaban en otra parte, fuera de este mundo, por suerte para él, había alguien que le era como un cable a tierra, su compañero de celda afortunadamente era una persona de fácil trato, Ferdinand estaba allí por la misma razón que Heller, su nombre había aparecido en la lista rosa, y temiendo por represalias contra su familia se había presentado voluntariamente.

     

-Algo está pasando... Los guardias están inquietos el aire está denso- Anunció Ferdinand

-¿Qué crees que sea?

-No lo sé, pero creo que no será que nos dejen libres a todos- sonrió con su propio comentario tranquilizando así un poco a su compañero de celda.

Un sonido de llaves se escuchó al fondo del pasillo, luego las bisagras de la reja quejarse. -¡Apresurense!...Serán trasladados todos.- era la vos de uno de los carceleros.

-¿Dónde nos llevan?

-No sé, pero no creo que sea peor que esta pocilga- otra ves su comentario había relajado un poco los ánimos de Heller.

     

El turno de que su celda fuera abierta llegó, rápidamente salieron de ella siguiendo a los demás presos. Afuera los esperaban camiones donde debían subir, apretándose unos con otros. Uno de los reos que estaba más cerca del lado del conductor escuchó que los llevarían al campo de Mauthausen cerca de Viena (Austria) ya que Dachau la más próxima a Münich (Alemania) no tenía cupos para ellos. Uno de los soldados que estaba encargado de la cárcel les entregó unos parches que debían poner en una parte visible de la ropa de forma obligatoria, este símbolo era un triángulo rosa invertido.

Fueron largas horas de viaje en camión, el frío de la noche calaba hasta los huesos, los estómagos sufrían de hambre, las gargantas de sed, la incomodidad del viaje y la incertidumbre de no saber que pasará.

Por fin habían llegado, y luego de ser acomodados, se dieron cuenta que en ese lugar venían muchos criminales desde Dachau, quienes al ver sus insignias se sonreían maliciosamente. Heller inconscientemente se apegó a Ferdinand, lo cual produjo una risa colectiva entre los criminales.

-Miren a la nenita, está asustada... Por suerte tiene a su novio aquí para que la proteja- dijo uno de los prisioneros en forma burlesca a Heller, mientas nuevas carcajadas se daban paso.

Al parecer esa no sería una muy agradable estadía... Hubiese preferido quedarse en la seguridad de su celda.

Notas finales:

Stein: Piedra

Ferdinand: Viajero valeroso.

Este fué un poco más largo que el anterior, y para el próximo capitulo hablaré más de Diandro para las interezadas.


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