Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Luna roja por chibi yoruichi

[Reviews - 144]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hace ya algunos meses que tenía esto escrito, y creo que ya era hora de sacarlo a la luz, más que nada porque ahora que termina enero...tengo tiempo!!!

Nota: ni One Piece ni sus personajes me pertenecen (vaya!)

Espero que os guste^^

 

LUNA ROJA

I

Un estruendo, que hizo estremecerse el barco entero, los despertó violentamente. Ussop cayó al suelo y su voz sonó nerviosa.

–¿Q…qué pasa?

Como contestación a su pregunta, un trueno se oyó, e inmediatamente, y por un segundo, se iluminó la habitación, dando paso a la oscuridad más absoluta.

Chopper se acurrucó en su hamaca y empezó a temblar. Luffy se sentó excitado por la nueva aventura y, sonriente, se puso su sombrero.

–Ya has visto. Una tormenta.– dándose la vuelta en su hamaca, Zoro volvió a cerrar los ojos, dispuesto a dormir.

–No podemos dormirnos, marimo. Habrá que arriar las velas. Levanta.– Sanji se levantó y al pasar al lado del peliverde le golpeó en la cabeza.

–¡OI! ¿Eres idiota? Además tú no me das órdenes.

El destino se alió con el rubio y la trampilla se abrió, dejando ver una capucha amarilla, de la que caía casi un río, y los rayos que iluminaban el cielo.

–Levantad, tenemos que arriar velas y levar el ancla o nos hundiremos con la próxima ola.– la voz de Nami quedó opacada por otro trueno.

Los chicos salieron de su camarote y corrieron a sus puestos. Los continuos rayos iluminaban el cielo. El agua corría por la cubierta y se colaba por las rendijas; las olas trepaban por el barco y lo golpeaban, haciendo que se moviera violentamente. Luffy corrió a levar el ancla y Chopper se hizo cargo del timón. Ussop ataba y tapaba los árboles y cuanto pudiera salir volando con el ajetreo del barco. Mientras tanto Zoro y Sanji intentaban recoger las velas, mas el trabajo se les estaba complicando, pues las rachas de viento y agua eran constantes, y les costaba mantenerse en pie.

Nami y Robin miraban cómo se desarrollaban los acontecimientos desde la puerta de la cocina, a salvo de la mayor parte del viento y el agua. Los chicos casi habían acabado su trabajo, Luffy ya estaba llegando a la cocina, y Ussop terminaba de atar los últimos cabos. Nami sonrió satisfecha al ver qué bien habían obedecido a sus órdenes, miró a los últimos que quedaban y su sonrisa se borró de un plumazo. Al mirar hacia Zoro y Sanji vio cómo una ola inmensa se acercaba a ellos. Gritó a pleno pulmón, pero sus palabras se perdían entre el agua y el viento. Zoro, que estaba de cara a ella, la vio hacer grandes aspavientos con las manos, y giró su cara hacia donde señalaba. Sus ojos se abrieron con horror al ver la inmensidad de agua que se les venía encima. Miró a Sanji, que de espaldas a la pelirroja no se había dado cuenta todavía, y agarrándose fuertemente a los cabos que ataba, gritó.

–¡ERO-KOKKU!

Sanji ni lo miró, terminaba de atar la vela y sonriente se volvió para mandar algún que otro beso a sus chicas. La cara de angustia de Nami le paró el corazón durante un segundo, giró su cara y lo único que vio fue una pared gigante de agua venírsele encima.

El impacto de la gran ola hizo que todo el aire de sus pulmones saliera de una bocanada por la boca, obligándole a abrirla y tragar de aquella fría agua salada. Su cabeza giraba sin control, y lo único que pudo hacer fue cubrirse con los brazos. Todo su cuerpo daba vueltas, no podía hacer nada contra aquella fuerza, notó cómo la sangre brotaba de su cabeza al chocar contra la cubierta, cómo algunas de sus costillas se partían al ser arrastrado e impactar contra la barandilla, y sintió el frío mar tragárselo hasta sus profundidades.

No se movía, no podía accionar sus piernas y nadar hasta la superficie, no podía mover los brazos y subir hasta alcanzar el aire que llenaría sus pulmones. Lo único que podía hacer era mirar cómo se hundía en el vasto océano, cómo la negrura del fondo se confundía con él y las luces de los rayos dejaban de ser visibles. Cerró los ojos y su último pensamiento se dirigió a un niño que, mucho tiempo atrás, se encontraba en su misma situación.


–¡ERO-KOKKU!

Zoro gritó a Sanji, intentando que lo mirara y se diera cuenta de lo que se les avecinaba. Su intento fue en vano y con horror vio cómo la gran ola se cernía sobre ellos. El agua lo golpeó duramente y a punto estuvo de ser arrastrado, pero sus manos se aferraron a los cabos como si su vida dependiese de ello, y así era. Le faltaba el aire y las fuerzas se le iban, pero apretó aún más su agarre, hasta que sus manos sangraron, y se mantuvo al lado del mástil.

Su cuerpo cansado y vapuleado se levantó después de que la ola hubiera pasado y miró a todos lados con desesperación. En la cocina Robin y Nami se levantaban del suelo tras el golpe. Luffy estaba sujeto por diez manos que lo aferraban a la escalera. Chopper, temblando pero a salvo, salía de detrás de las chicas, y Ussop apareció por la cubierta de popa, con los ojos abiertos desmesuradamente y tosiendo a causa del agua tragada.

“No puede ser” Sus ojos miraban enrojecidos el mar y a sus compañeros. Su corazón parecía que iba a salírsele del pecho y notaba un nudo en la garganta. Corrió hasta la baranda y vio cómo un trozo había sido arrancado. Sus ojos buscaron en las negras aguas algún indicio de su compañero, pero nada se revelaba ante ellos.

–¡SANJI!– su gritó alertó a todos los demás, aún conmocionados por la sacudida. Miraron al peliverde y con pánico comprobaron cómo no había rastro del rubio en cubierta. Se apresuraron a correr a su lado.

–¿Dónde está Sanji?– Luffy, habitualmente sonriente, mantenía un gesto serio y preocupado, sus ojos miraban a Zoro impacientes. La fina lluvia que ahora caía mojaba su pelo, haciendo que mechones verdes taparan su frente normalmente despejada. Las gotas resbalaban por su cara dándole un aspecto desolado y triste. Nami llegó junto a los demás hasta sus dos compañeros y recordó sus intentos de prevenirlos. Las lágrimas afloraron en sus ojos y gritó al mar.

–¡SANJI!

–¡Me niego a abandonar a un compañero!– dijo con seguridad el capitán. Se agarró a la baranda dispuesto a saltar al mar.

Zoro detuvo a Luffy con un brazo, lo miró, vio el llanto de Nami, las caras abatidas de sus compañeros, volvió la vista al mar, y saltó. Él tampoco estaba dispuesto a perder a un compañero.

El agua helada lo paralizó durante unos segundos, y el dolor en sus brazos y piernas se hizo más agudo, como si millones de cristales se clavaran en ellos. Sacudió su cabeza y se obligó a nadar. Tenía que encontrar a aquel idiota que se dejaba arrastrar por una ola.

Miraba a derecha e izquierda, pero el mar estaba revuelto y sin el sol que alumbrase un poco las profundas aguas, era casi imposible encontrar al cocinero. Subió a la superficie para coger aire, y se giró para cerciorarse de que el barco estaba allí.

Se sumergía y volvía a salir. Cada vez el barco estaba más alejado y veía los gestos de sus compañeros, diciéndole que volviera. Como si eso fuera posible, no se iría de allí sin encontrar a aquel imbécil, y cuando lo hiciera le daría la paliza más grande de su vida. Nadie le hacía esto a él.

Estaba al límite de sus fuerzas y el agua volvía a agitarse más violentamente. Tomó el máximo de aire posible y se hundió en el mar. “No saldré de aquí sin ti. ¡SANJI!” El aire de sus pulmones llegaba al fin, notaba un pinchazo cada vez más fuerte en el pecho, pero seguía bajando. “Esta vez sí que te voy a encontrar” se decía cada vez que volvía a sumergirse. “Cuando te saque de aquí te voy a dar una paliza” repetía su cabeza. “Como te mueras… ¡TE MATO!” Un pinchazo más fuerte le hizo doblarse sobre sí mismo, necesitaba aire. Cuando ya estaba dispuesto a subir a la superficie, lo vio. Un reflejo dorado en aquel mar negro. Su corazón saltó nervioso y sus brazos y piernas, con renovada energía, nadaron hasta aquel reflejo.

Con el pelo tapándole la cara y los brazos y piernas flotando inertes, estaba el rubio en mitad de aquel océano. Zoro agarró por la cintura su delgado cuerpo y pataleó con fuerza hasta la superficie. Su boca se abrió antes de que su cabeza hubiera salido del todo, haciéndole tragar algo de agua, tosió con fuerza y respiró como si fuera la primera vez en su vida, como si nunca más pudiera volver a hacerlo. El dolor de su pecho disminuyó pero no se extinguió, ahí seguía, como un recordatorio de su amarga experiencia. Miró al rubio que sostenía en su brazo izquierdo. Tenía un tono blanco, casi azul en su piel, los labios amoratados y su cuerpo inmóvil se apoyaba sobre Zoro.

–¡Sanji! –el peliverde cogió la pálida cara con su mano derecha y le dio unos suaves golpes en la mejilla. –¡Sanji, despierta!

El rubio seguía sin dar señales de vida y las piernas de Zoro estaban ya muy cansadas.

–¡MALDITO COCINERO! NO TE MUERAS.

Las lágrimas se agolpaban en sus ojos. Sus pensamientos volaban. “¿Qué hago ahora?” Se había quedado en blanco, viendo entre sus brazos el pálido rostro, pero de pronto en su mente apareció la idea. “¡Tengo que hacer que llegue aire a sus pulmones!”

Con su mano libre echó la cabeza rubia hacia atrás. Un nudo se le formaba en el estómago al ver así a su compañero. Entreabrió su boca y tapó su nariz. Tomó aire y se acercó a sus labios. Juntó sus bocas y pudo sentir lo suaves que eran los labios de Sanji, pero no fue eso lo que hizo que su corazón se alterase, sino lo fríos que estaban. Con decisión insufló el aire dentro de sus pulmones y se alejó a comprobar los resultados. Ningún signo de que hubiese funcionado. “¡Mierda!” Volvió a tomar aire y repitió la misma operación. Tres, cuatro, seis veces y cada vez que miraba al rubio su esperanza disminuía.

–¡DESPIERTA! ¡DESPIERTA! –de sus ojos cerrados caían lágrimas de dolor, y con cada palabra su mano golpeaba el pecho del rubio, con fuerza, obligándole a que devolviera los golpes, iniciando una de sus peleas. –¡DESPIERTA, IDIOTA! ¡Aún tengo que darte una paliza! –los golpes seguían, cada vez con más fuerza, necesitaba desahogarse, necesitaba descargar su frustración con alguien, le necesitaba a él.

Un ruido le hizo detenerse. Era como un gorgoteo. Abrió los ojos y vio cómo el cuerpo de Sanji sufría pequeños espasmos y el agua salía de su boca.

–¡SANJI!

El peliverde miraba incrédulo la escena. Sanji respiraba, estaba vivo. En su boca se dibujó una sonrisa y abrazó el cuerpo inconsciente de su compañero.

–¡Bien! Es hora de irse.

Levantó la mirada del cocinero y se giró para nadar hacia el barco. Ahora la felicidad se reflejaba en su cara, pero poco pudo disfrutar de su estado de gracia. Sus ojos se abrieron con terror y su cuerpo volvió a sufrir un pinchazo al darse la vuelta y no ver el Going Merry. Desesperado braceó y giró para mirar detrás de él. Nada. No había rastro del barco. Su nerviosismo creció y su cansancio con él. Giraba desesperado, mirando cada milímetro de horizonte, para comprobar si su barco estaba. El brazo en el que descansaba Sanji le dolía horrores, y con esfuerzo cambió al rubio a su lado derecho. Ahora la dorada cabeza reposaba en su hombro.

–Dios mío. He elegido el peor sitio para perderme.

Echó otra ojeada a su espalda y vio flotando algo. Se acercó como pudo y descubrió la madera que Sanji había arrancado. Era un trozo de la barandilla del barco bastante grande, pero en el que sólo podía dejar descansando al rubio. “Al menos descansaré el brazo”. Dejó a Sanji tumbado de lado en la madera y se agarró a ella. El cansancio pronto venció al espadachín, quien se recostó sobre sus brazos y cayó en un inquieto sueño. Poco a poco la tormenta iba amainando y una gran luna se asomó en el cielo, iluminando las dos almas que vagaban sin rumbo en el desierto azul.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer^^

Nos vemos :D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).