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El acosado por Arima_Shiro

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~~INTRO~~

 

Últimamente, no dejo de tener la extraña sensación de que algo o alguien me persigue en todo momento. Me sigue a unos pocos pasos en la calle, en el instituto, en la pista, incluso en mi casa. Siento como si unos ojos desconocidos se clavasen en mí. Estoy seguro de que no son imaginaciones mías porque nunca antes me había pasado nada igual. No soy paranoico.

Después de darle vueltas, he llegado a la conclusión de que estoy siendo acosado. Bien mirado, no es algo imposible: soy un chico joven y agraciado, por no decir que soy el alumno más a la moda del instituto Bando. Era de esperar que, tarde o temprano, los ojos de algún depravado se posasen en mí. ¡Pero no es algo que pueda aguantar por mucho tiempo! Esa mirada furtiva capta cada uno de mis gestos, recorre cada rincón de mi cuerpo. Quién sabe, a lo mejor ese acosador anónimo me acaricia, me desnuda y me viola en su imaginación.

¡No, por dios! Esto no puede seguir así. Necesito ponerle fin a todo esto, pero no sé cómo. El mirón podría ser cualquiera y yo no tengo ninguna prueba tangible de su existencia. No puedo llamar a la policía, me tratarían como a un loco, incluso me podrían multar por alterar el orden público. Tampoco puedo compartir mis preocupaciones con mis compañeros de instituto. Tengo una imagen que salvaguardar. Si se empezase a murmurar que Sasaki Kotaro es la víctima de un acosador, el equipo de fútbol americano perdería credibilidad. Y lo que es peor, ninguna chica querría salir conmigo.

Sólo hay una cosa que puedo hacer. Debo andar con pies de plomo y mirar a mi alrededor. Si espero con los ojos abiertos, es muy probable que mi enemigo cometa un error. Entonces tendré una prueba y podré enfrentarme a él. ¡No me quedaré de brazos cruzados! Es arriesgado, peligroso, temerario. Pero yo soy un hombre y no tengo miedo.

¡Ese acosador las va a pasar canutas! 

 

~~SUSPECT 1~~

 

Como cada mañana, salgo de mi casa y me dirijo hacia el instituto. Voy a pie porque está sólo a cinco minutos. Estaréis de acuerdo en que sería más elegante llegar en un coche lujoso o en una limusina. A mí también me lo parece. Cuando vaya a la universidad tendré una excusa perfecta para hacerlo.

Voy pensando en el color y el modelo de coche que me gustaría tener, pero, a la vez, estoy muy pendiente de lo que ocurre a mi alrededor. Ya ni siquiera miro los escaparates de las tiendas que hay a cada lado de la calle. El acosador tiene que estar en algún lugar cercano, recreándose la vista con mi traje bien planchado y mi lustroso cabello. Sólo pensar en el acosador me da grima, pero debo ser fuerte.

Siguiendo la rutina, llego al instituto, entro, subo las escaleras y accedo a mi clase. Dejo la cartera sobre mi mesa, la más céntrica y limpia del aula. En el preciso momento en que me siento, la puerta de la clase se abre y entra mi sospechoso número uno: Akaba Hayato.

Tengo muchas razones para sospechar de Akaba. Siempre me ha parecido un tipo difícil de entender, especialmente cuando se pone a hablar de sus teorías musicales. Su mente es retorcida como una caracola y oscura como una cueva. Toda su existencia es bastante enigmática: pasamos juntos la mayor parte del día, pero apenas sé nada sobre sus gustos, sus amigos o su familia. Hace un año fue el MVP de Tokio, sin embargo nunca fue entrevistado. Nadie sabe dónde aprendió las técnicas que convierten sus jugadas en infalibles.

Lo que más dudas me suscita son los ojos de Akaba. Rojos como la sangre, parecen poderte leer la mente. Los que conocen a Akaba de vista creen que lleva lentillas por cuestiones de estética. Mas yo sé que no es así, el color de sus ojos es auténtico. Igual que el de su pelo. Lo primero lo comprobé cuando practicábamos los bloqueos, encarados y a escasos centímetros el uno del otro. Lo segundo, en las duchas.

Es imposible saber hacia donde mira Akaba. No necesita quitarse sus gafas añiles cuando está en clase, pues consiguió un permiso especial del director. En el campo, muy a menudo lleva el eyeshield. Lo cierto es que puede espiarme impunemente durante todo el día. Estoy casi seguro de que el acosador es él.

Ahora el problema está en cómo puedo decírselo. Es imposible que uno se tome bien que lo acusen de inmoral. Akaba es un jugador de primera y no me conviene que deje el equipo por mi culpa. Voy a tener que hablarle con calma, dialogar para encontrar un compromiso satisfactorio para los dos. Si tanto le gusto, que me pida para salir, pero que pare de espiarme.

Después de la primera clase, me acerco a su mesa. Él está rasgando las cuerdas de su guitarra, como siempre, y al principio no me hace ni caso. Al fin, levanta la cabeza y yo aprovecho para hablarle:

- Oye, Akaba...

- Ah, hola - me dice con parsimonia. - ¿Qué te pasa hoy? Te noto raro.

- Nada en especial. ¿Qué tiene que pasarme?

Akaba es el único raro aquí. Es evidente que sabe que estoy nervioso porque él me acosa. A ver si se descuida y puedo pillarlo.

- Veamos - suspira y me habla como a un niño de primaria. -, hoy tienes un ritmo más irregular que de costumbre. Estás al acecho y, a la vez, te mueres de nervios. Además, normalmente suenas en sol sostenido mayor, pero hoy estás un tono y cuarto más alto. Eso significa que...

- ¡Noooo! ¡Ya basta! - grito y me agarro la cabeza con las dos manos. - ¿¡Qué tiene que ver la música conmigo!?

- La música es la base de todo.

- Claro, y yo soy Shingo Mama. Mira, ya está bien. Que va a empezar la clase. Sólo quería preguntarte si podríamos hablar a solas antes del entrenamiento de esta tarde.

- Me parece bien. Después de la clase de historia.

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

Sobra decir que en la clase de historia no me enteré absolutamente de nada. Me pasé la hora planeando como tenía que hablarle a Akaba. No me arriesgaba a girarme y a mirarlo. Podría asustarse y después intentar evadirme. Pensé que, a pesar de actuar con tacto, necesitaba mostrarme decidido y directo.

Cuando (¡por fin!) el profesor dio por concluida la clase me quedé sentado y esperé a que todos mis compañeros se marchasen. Después de cinco minutos no quedó nadie. Entonces me levanté y me acerqué a la mesa de Akaba. Él ya estaba sacando su guitarra de la funda, pero yo lo detuve cogiéndolo de la mano.

- Haz el favor. Quiero que, por una vez, hablemos sin ningún ruido de fondo - dije manifestando lo mucho que me molestaba que tocase.  

- Lo que pasa es que tienes miedo de que intente manipularte con mi melodía - sentenció Akaba, pero terminó guardando su guitarra.

- No voy a negar que tu manera de tocar me produce escalofríos. Pero no he venido a hablar de eso. Es por otro problema que hay entre tú y yo.

- Bueno, te escucho.

Reuní todo mi valor, conté mentalmente hasta diez y me dirigí a él intentando sonar natural.

- Yo te gusto muchísimo, ¿verdad?

Silencio. Akaba parecía haberse quedado de piedra. ¡Ja, te pillé, acosador! ¿Creías que era tan ingenuo y que no me daría cuenta? Pues no. Por algo soy el alumno más sofisticado de Bando. Pasaron cinco minutos y Akaba seguía quieto y callado. Lo sacudí un poco para hacerlo reaccionar. Él se estremeció, pero recuperó el control enseguida. Muy lentamente, se quitó las gafas y me miró con sus ojos escarlata.

- No eres tan estúpido como creí.

Parecía enfadado, pero no conseguiría avasallarme. Ya estaba más que acostumbrado a su mirada. Saqué el peine, me lo pasé un par de veces por el cabello exhibiéndome y le dediqué una sonrisa triunfal.

- ¿Qué pasa ahora, rockero? ¿Qué vas a hacer? En el fondo te entiendo, no tenías ninguna esperanza de poder conquistarme. Porque no me voy con cualquiera, y menos con un compañero de equipo. Por eso, a pesar de ser popular, no has salido con niguna chica. Intentaste reprimir tus sentimientos, que se acabaron conviritendo en una obsesión...

No terminé de hablar porque Akaba me acalló con un beso. Me esperaba un beso violento, incluso que me mordiera o me rompiera la ropa. Pero no pasó nada de eso. Akaba me besó con pasión y dulzura, como si hiciera siglos que deseaba hacerlo. Pasó las manos mi pelo jugando con algunos mechones rebeldes, luego me acarició el cuello, los hombros, la espalda. Cuando recuperé el aliento, sus manos se encontraban, misteriosamente, sobre mi culo y su boca sobre mi cuello. Me besó varias veces mientras yo intentaba apartarlo inútilmente.

Mi cara ardía y mi respiración se había acelerado notablemente cuando le rogué con voz entrecortada que parase.

Me hizo caso y dejó de darme besos en el cuello, aunque no me soltó. Me dirigió una mirada seductora. El rojo de sus mejillas combinaba a la perfección con el color de su pelo y sus ojos. Casi inconscientemente pensé que si apareciese con esa cara en la portada de una revista de moda arrasaría.

- ¿Quieres salir conmigo? - me dijo. Noté su aliento sobre mi boca. Estaba a unos pocos centímetros de mí y sus ojos empezaban a marearme.

- Pensé en darte calabazas - observé que su mirada se endurecía. -, pero este beso me ha hecho cambiar de parecer. Podríamos intentarlo.

Tuve que sujetarlo con todas mis fuerzas para que no se abalanzase sobre mí. Antes que nada, había algo que era importante dejar claro.

- Primero quiero que prometas que no volverás a acosarme con la mirada. Es algo que me molesta y que me pone nerviosísimo. Hasta pensé en llamar a la policía, imagínate.

Él me miró extrañado, como si no comprendiese. ¿De qué le servía hacerse el inocente a esas alturas? Había algo que olía a chamusquina. Hablé lo más claro posible:

- Desde hace un tiempo siento como si alguien me observase a todas horas. Me espían en la calle, en el instituto, vaya a donde vaya. Sin duda, se trata de un acosador. ¿Acaso no eras tú el que me perseguía?

Medio minuto de silencio y Akaba me soltó, se apretó la barriga con las dos manos y se puso a reír a mandíbula batiente. Teía una manera de reír terrible: se contorsionaba violentamente, dejaba escapar carcajadas estridentes y lloraba de tanto esfuerzo. No era nada elegante, era grotesco. ¿Cómo podía reírse así de un problema tan grande? ¡Era un egoísta asqueroso! ¡¡Y pensar que acababa de aceptar salir con él!! 

Para hacerlo volver a la realidad, le di una patada en la rodilla. Él dejó de reír y arrugó la frente.

- ¿Cómo te atreves a reírte así cuando yo estoy en un lío? Si no eres tú, no sé quién puede ser el acosador. ¡Akaba estúpido! Te importa un rábano lo que me pase, ¿no es así?

Sentí un fuerte deseo de golpearlo otra vez, pero no conseguí llevarlo a la práctica, ya que él se me volvió a pegar como una lapa.

- No te estreses, Kotaro-chan - canturreó mientras me achuchaba. - Voy a vigilarte para que ningún acosador no vuelva a molestarte. Si pillo a alguien mirándote demasiado, me aseguraré de que no vuelva a hacerlo más.

Sus palabras me tranquilizaron un poco. No había conseguido dar con el acosador, pero había hallado un poderoso aliado en mi lucha. Quizás el pervertido desistiría al ver que yo tenía novio. En todo caso, ya no estaba tan desprotegido.

Akaba volvió a mirarme directamente y vi que en sus pupilas ardía el deseo. Se puso a lamer mi cuello y, mientras hacía que todo mi cuerpo se estremeciese, me dijo:

- No soy al acosador al que tanto temes. Pero soy algo peor. ¡Soy un violador!

Entonces tuve el presentimiento de que lo pantalones iban a abandonarme muy pronto.

 

TO BE CONTINUED 

Notas finales:  

Y en el próximo capítulo: Suspect 2. Un estudiante desconocido empieza a rondar por el instituto Bando. Kotaro se siente más acosado que nunca y empieza a sospechar del forastero. Sin embargo, Akaba parece llevarse bien con él y hace oídos sordos a las quejas de Kotaro. ¿Saldrá a la luz la identidad del miterioso acosador? Descúbrelo dentro de poco.    


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