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El acosado por Arima_Shiro

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~~SUSPECT 2~~

 

Hoy hace un tiempo fantástico. El aire es cálido y el sol brilla iluminándolo todo con su suave luz. Incluso con la ventana cerrada puedo escuchar el canto de los pájaros y respirar el aire de la primavera. Con este tiempo tan maravilloso tengo que quedarme encerrado en la clase y aguantar el rollo del profe de historia. No soy el único que está aburrido. Toda la clase, incluso los más empollones, ansia que la hora llegue a su fin y podamos salir fuera y tomar el almuerzo. El profesor también anda bastante distraído, ni siquiera le importa si escuchamos o no.

Me giro a y mira hacia atrás. Allí está Akaba, con sus gafas azules y su expresión indescifrable. ¿Estará igual de aburrido que yo? Seguro que sí, al fin y al cabo es un ser humano como cualquier otro. De repente, Akaba sujeta sus gafas con los dedos y se las baja de manera que pueda verle los ojos. Nuestras miradas chocan y noto un ligero rubor sobre mis mejillas. Akaba me guiña un ojo.

Ya han pasado dos semanas desde el día en que me pidió para salir y, sinceramente, no tengo ninguna queja. A pesar de su extraña fijación en la música, es muy atento conmigo. Es muchísimo más fácil de tratar que la mayoría de los borregos de mi clase. Supongo que puedo hacer el esfuerzo e intentar acostumbrarme a sus rarezas. Vale la pena, los tíos como él se pueden contar con los dedos de la mano.

Intento responderle guiñándole el ojo, pero lo único que consigo es cerrar los dos ojos. Pero si siempre he sabido hacerlo, ¿por qué no me sale ahora? Lo intento de nuevo, pero el resultado es el mismo. Veo como Akaba se lleva una mano a la boca y ríe disimuladamente. Siento tanta rabia que acabo actuando de forma muy poco elegante: le saco la lengua. Los hombros de Akaba se agitan violentamente. Se está tronchando en plena clase y consigue hacerlo en silencio.

Me doy la vuelta para no darle más motivos para reírse. Lo malo es que, si no miro a Akaba, tengo que atender a lo que dice el profesor y eso no me apetece para nada. Intento concentrarme en la lección, abro la página que toca del libro, miro a la pizarra. ¡Es imposible, no entiendo ni una palabra!

Y el aburrimiento aumenta con cada minuto que pasa. Cuando, tras una corta pero intensa batalla, el aburrimiento me supera, me trago mi orgullo y me vuelvo para ver a Akaba. A pesar de levar gafas oscuras y el perlo rojo parece un estudiante modélico. Me lo quedo mirando y él se da cuenta. Veo con asombro como su lengua rosada se asoma entre sus labios. Se relame de forma sensualmente pervertida; pasa la lengua por el labio superior, luego por el inferior. No puedo evitar pensar en sus besos y siento un cosquilleo en varias partes de mi cuerpo. Tengo una imperiosa necesidad de hacer el amor con Akaba, pero está claro que no puedo cumplir mi deseo en medio de la clase de historia. Se me ocurre una buena idea: quedar con él después del entrenamiento y llevarlo a mi casa.

Empiezo a gesticular con las manos y la cara para explicarle mi plan. Es bastante complicado expresar algo así con gestos, pero confío en la inteligencia de Akaba y sigo moviendo los brazos. Entonces, una mano fría con un agarre de hierro se posa sobre mi hombro. Automáticamente, pienso en el acosador y pego un salto. De mi boca sale un grito digno de una película de terror. Ya es muy tarde para darme cuenta de que el que me coge es el profesor. Mi patada impacta con un sonido seco en las partes bajas del pobre profe, que lo único que pretendía era llamarme la atención.

Cinco minutos después la clase continua, con un maestro magullado, eso sí. Pero yo ya no estoy en clase. Camino por el pasillo con una expulsión y un billete directo al despacho del director. Bueno, miremos las cosas por el lado positivo, al menos me estoy petando ese tostón de clase. Decido dejar la visita al director para más tarde y salgo al patio.

¡El aire es tan cálido y huele tan bien! A pesar del ridículo que acabo de hacer no puedo evitar sentirme feliz y libre. Me acerco a la zona verde del fondo del patio y me tumbo sobre la hierba. Voy a olvidarme de los hipócritas de mis compañeros, del profesor rancio, del malévolo Akaba y a relajarme bajo el sol.

De repente, la paz de la que disfruto se ve salvajemente cortada. La siento con una intensidad abrumadora, como un golpe en la cara. La mirada del acosador. Estoy solo, tumbado sobre el césped y él me observa desde algún lugar cercano, con más insistencia que nunca.

Me incorporo bruscamente y escruto los alrededores intentando descubrirlo. Entonces lo veo. En el pasillo del segundo piso, apoyado sobre el alféizar de la ventana abierta. Lleva el uniforme de otro instituto. No lo conozco. La distancia que nos separa es grande, pero intento distinguir los rasgos de su cara o algún detalle que me permita identificarlo luego. Él no me deja tiempo y desaparece en el edificio.

Por unos momentos me quedo tan alucinado que no puedo mover ni un músculo. ¡He estado cara a cara con el acosador! ¿Qué debería hacer ahora? Lo primero es no perder la calma. Tengo que esperar a que termine la clase e ir a hablar con Akaba. Él me ayudará si las cosas se ponen feas. Pero todavía me queda esperar media hora y estoy tan nervioso que me tiemblan las manos.

Uno de los lugares más seguros del instituto es la cafetería. Iré a refugiarme allí, en una mesa apartada, y tomaré algo que me dé fuerzas y me calme. Por muy complicado y terrible que pueda ser, el acosador ya no es un hombre sin cara. Ahora que lo he visto me desharé de él de una vez por todas.

 

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Poco me faltó para escupir el café que tenía en la boca cuando el acosador entró en la cafetería. Lo vi desde mi mesa y el corazón me dio un vuelco. Por suerte, él no se percató de mi presencia. Se acercó a la barra, pidió una bebida caliente y un bocadillo y se fue a sentar al lado de la ventana. Pensé que los papeles se había invertido: ahora me tocaba a mí espiarlo. Desde donde estaba podía verlo perfectamente.

El desconocido era muy alto y tenía la piel clara y el pelo negro. Parecía fuerte, lo cual jugaría en mi contra. Su uniforme me sonaba muchísimo, pero no lograba acordarme de dónde lo había visto ni de qué instituto era. No era un mal uniforme, quizás un poco serio, pero no se salía de mi concepción de buen gusto. Para ser un mirón no estaba nada mal. Era mejor que un viejo verde baboso. Escuché el sonido de un móvil y vi que el acosador se apresuraba a sacar el teléfono del bolsillo. ¡Era una oportunidad de oro! Su conversación me podría revelar más datos sobre lo que estaba ocurriendo.

- Hola - saludó al aparato. - ¿Cómo es que me llamas ahora? ¿No tienes clase?

Adoptó una expresión seria y molesta. Si se llegase a enfadar daría miedo. En mi cabeza rectifiqué lo de que un acosador joven era mejor que uno viejo. Probablemente, si fuese viejo no sería tan amenazador.

- Bueno, no te preocupes por esta tarde. No tendrás que hacer nada, la salud es lo primero - hizo una pausa. Estaba escuchando a su interlocutor. - No digas eso. Ya te queda muy poco. Lo más importante es que te recuperes y estés al cien por cien.

La otra persona debió de decirle algo que no se esperaba, pues se quedó en silencio y con la mirada baja. Poco después se despidió y colgó.

La hora de clase se había terminado y la cafetería se estaba llenando de estudiantes que corrían a por su almuerzo. Era el momento de ir a buscar a Akaba. Pero, bien pensado, si dejaba al acosador sin vigilancia no habría garantía de que se quedase donde estaba. Por fortuna, alguna especie de fuerza sobrenatural atrajo a Akaba hasta la cafetería. Entró, rondó un par de minutos entre las mesas, me localizó y se acercó. Le tenía enseñado que no quería abrazos ni carantoñas en público, asó que se quedó de pie al lado de mi mesa.

- Hola, guapo - me dijo con la voz moderada para que nadie lo oyese. - Tengo la infundada sospecha de que nuestro querido profesor de historia ya no podrá tener hijos. ¿No te había enviado con el director?

- Sí, pero eso no importa ahora - mi ansiedad se filtraba a través de mi voz. - ¡Necesito que me ayudes! Mira a ese tío de allí...

Su mirada siguió a la mía y vio al desconocido al que yo señalaba. El acosador también nos miraba directamente. Por alguna razón que no conseguí comprender, la cara de Akaba se iluminó con una sonrisa amistosa y se fue hacia la mesa del extraño. Se saludaron y, acto seguido, se fueron. ¡Como si yo no existiera! De la sorpresa se me cayó la mandíbula. ¿¡Mi novio y el depravado eran amigos!?

No pude quedarme pensando mucho más porque acababa de entrar la persona a la que menos me convenía ver: el profesor de historia. No hubo más remedio que esconderme tras las mesas y dirigirme casi arrastrándome por el suelo hacia la salida de la cafetería.

Cuando salí al exterior le metí una patada a una papelera haciéndola volar y me fui a buscar a Akaba y al acosador. Los encontré felizmente sentados en la sombra de un frondoso árbol. Hablaban como dos colegas, acompañados por los acordes de la guitarra de Akaba. Me planté delante de ellos y les dirigí una mirada furibunda.

- ¿Qué te ocurre? - preguntó Akaba. - Estás tan acelerado que te vas a salir del pentagrama. Si es por lo de la clase, perdóname. No tenía que haberte distraído. Pero es que me aburría tanto...

- No es por la clase, tonto. ¿Quién es el que está sentado a tu lado?

Akaba y el del uniforme serio se miraron y me volvieron a mirar a mí. Distinguí que el supuesto acosador tenía los ojos de un color azul verdoso espectacular.

- Este es Kakei Shun, el linebacker de Kyoshin Poseidon. Es un jugador con talento y uno de mis mayores rivales. Aunque hayamos hablado más bien poco, hace ya un par de años que nos conocemos.

Las cosas se empezaban a aclarar. No era de extrañar que me sonase el uniforme del instituto de uno de los equipos rivales. Un momento. ¿Entonces qué hacía el tal Kakei en nuestro instituto? No era normal. Otra confirmación de mis sospechas.

- Kotaro, no pongas esa cara - me reprochó Akaba. - Aunque sea de un equipo contrario, no puedes tratarlo como si fuera una cobra venenosa. Lo que de verdad importa es el espíritu deportivo. ¿O es que, acaso, lo que te pasa es que estás celoso?

Los colores me subieron a la cara. Definitivamente, no era mi día. Y lo que más rabia daba era que la culpa de toda esa historia la tenía yo mismo. Si no fuese tan guapo, ni tan buen jugador, ni me arreglase tanto, ningún acosador vendría a molestarme. Kakei jugaba con ventaja, como si conociese el terreno y yo tenía que defenderme con uñas y dientes.

- Me has malinterpretado - le dije a Akaba, intentando sonar tranquilo y, a ser posible, amistoso. - Sólo me estaba preguntando qué haría un estudiante de otro instituto en Bando. Me había encontrado un par de veces con él y me pareció que me estaba observando. Me miraba mucho - les dirigí una mirada significativa a los dos. A ver si pillaban la indirecta. -, así que pensé que, quizás, querría algo de mí.

Akaba se revolvió inquieto y dejó la guitarra en el suelo. Clavé mis ojos en los claros ojos de Kakei. Él no se dejaba intimidar; parecía tranquilo y amo de la situación. Abrió la boca y dejó fluir su voz:

- Estás en lo cierto. He venido aquí para encontrarme contigo. Primero tanteé un poco el terreno con Akaba y a él le parece bien. Tengo una proposición que hacerte.

Miré a Akaba con los ojos fuera de las órbitas. Se había dejado engañar por el acosador, se había aliado con él y me estaba entregando en bandeja de plata. A lo mejor lo tenía planeado desde el principio. ¿Es que sus besos, sus caricias y sus palabras de amor no significaban nada? Sentí que la traición me quemaría por dentro.

El acosador siguió hablando:

- Kotaro-kun, ¿te gustaría...

... jugar conmigo en un amistoso contra los Deimon Devil Bats?

¿Qué?

- ¿Qué?

- Sonará precipitado, pero tenemos que jugar esta tarde y no podemos hacerle frente a Deimon porque tenemos la línea descompuesta. Hiruma me sugirió que creáramos un equipo uniendo a los mejores jugadores de Kyoshin y de Bando. ¿Estarías dispuesto a ayudarnos?

Toda la película que me había montado se había convertido en cenizas. Era evidente que Kakei sólo se interesaba por mí movido por el deseo de ganar. Había visto tan claro que él era el acosador que ahora me costaba pensar lo contrario. Akaba se reía por lo bajo. Tarde, pero había adivinado qué línea habían seguido mis pensamientos, y le parecía divertidísimo. ¡Qué porquería de día!

- De acuerdo, jugaremos - dije, dándole el consenso con aire de capitán. - ¿Venías sólo para eso?

- Claro, para qué otra cosa podría venir. Ni que fuera para espiarte a escondidas - dijo Akaba y lanzó una sonora carcajada.

 

 

TO BE CONTINUED 

Notas finales:  

Y en el próximo capítulo: Suspect 3. ¿Y si fuera su mayo rival? La rivalidad es algo tan obsesivo que puede levarte fuera de los límites de la moral. El detective Kotaro tiene un nuevo sospechoso y un objetivo: defender su integridad cueste lo que cueste.


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