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Por 200 euros por Gadya

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Notas del capitulo: Sin comentarios...

                          POR 200 EUROS

 

 "A brillar, mi amor...

Vamos a brillar, mi amor..."

("La bestia Pop"-Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota-)

 

 

-No vas a poder-

 

-Por supuesto que si- la risa de Aioros, estridente, ofuscaba a Shaka, traduciendo su rabia en el furioso carmín de sus mejillas. Odiaba que lo consideraran incapaz de cualquier cosa, incluso de apostarle a Camus que no era capaz de acostarse con otro hombre.

 

                  Camus, ahhh, Camus, el rey de los hielos, el hombre que, con frías sonrisas, lo había conquistado sin intención, y sin saber que lo había hecho. Shaka suspiró, iba a ser la apuesta más difícil de cumplir, pero ya se había entregado, no había marcha atrás.

 

-200 euros a que no puedes- Aioros sonrió venenoso. No era común que hiciera esas cosas, pero por Saga lo hacía todo.

 

                  Saga, su amigo, casi hermano, el hombre que había hecho hasta lo imposible para que pudiera conquistar a Mu. Aioros le debía mucho y estaba dispuesto a pagárselo; sabía que Saga deseaba a Camus, y estaba dispuesto a entregárselo en bandeja de plata.

 

-Acepto- refunfuñó el rubio desconfiado, con Aioros nunca ganaba para sustos.

 

-Entonces ve y apuéstale a Camus a que no puede acostarse con Saga. Si gana, yo pago.-

 

-De acuerdo- masculló Shaka, y partió de Sagitario, dejando a Aioros sonriendo en las tinieblas (N de A: No sé por qué pero no me imagino a Aioros tan desgraciado XDDD)

 

                  *

 

                  Los pasos de Virgo sonaron pesados en las escaleras de piedra bajo el sol griego, retrasados a conciencia, evitando, por todos los medios, llegar a la Onceava Casa, que se recortaba majestuosa en el cielo. Cerró los ojos y respiró profundo, intentando entender cómo había dejado que Aioros lo enredara en su pegajosa telaraña sin salida, y cómo se había enterado de sus sentimientos hacia Acuario. Tan bien ocultos que creía tenerlos, y de pronto, una sola frase derrumbaba su teatro de máscaras eternas, arriesgándolo a perder todo lo que su corazón albergaba, por 200 euros y su estúpido orgullo.

 

                  Frenéticamente intentó buscar una forma de salir airoso sin que Camus pudiera ganar, repasó mil y un posibilidades en su mente, cada una más imposible que la otra, mientras sus manos sudorosas se enredaban entre sí, intentando, inútilmente, calmarlo. Una voz lo llamó desde atrás, y al girarse, los ojos del Santo de la Virgen se encontraron con otros, tan azules y tan fríos como el hielo bajo un cielo despejado.

 

-Camus- dijo Shaka, encantado por el ligero acento que acusaba al francés.

 

-¿Qué haces aquí, Shaka?-

 

                  El corazón de Virgo comenzó a latir a toda prisa, y su mente, a toda velocidad, halló la respuesta en la sombra de Acuario...

 

-Vine a hacerte una apuesta- Las cejas partidas de Camus se alzaron sorprendidas, mientras Shaka se aclaraba la garganta un poco más seguro.

 

-Soy todo tuyo- el rubio rió nervioso. Hubiera deseado oír es frase en otra situación, en oto contexto y con otro significado, pero sabía que eso nunca sucedería, porque el corazón de Acuario ya estaba ocupado, precisamente por el hombre con quien debía acostarse para ganar la apuesta. Sintió que el mundo se caía sobre sus hombros, y sinceramente rezó, para que su plan diera resultado.

 

-Te apuesto 200 euros a que no puedes acostarte con Saga... esta noche.- y su lengua relamió la frase "esta noche" como si fuera un mantra implacable. Camus sonrió divertido ante la situación. Por mucho tiempo había deseado tener a Géminis en su cama, y aquella apuesta era todo lo que necesitaba para, por fin, dar el paso definitivo.

 

-Fue idea de Aioros ¿Verdad?- dijo, imaginando la respuesta. Sagitario era el único capaz de enredar a Shaka en esa clase de juego que desaprobaba.

 

-Si- suspiró Virgo fastidiado- fue todo su idea. -No tienes que aceptar si no quieres- trató de persuadirlo- simplemente la apuesta era apostarte a ti que no podías dormir con Saga.-

 

-Así que volvió a meterte en esto- dijo Acuario conteniendo la risa.- te fastidió y tu aceptaste sin pensarlo, y ahora esperas que termine aquí-

 

-Si, algo así- el color subió a las mejillas de Shaka, y por dentro, imploró que Camus no se involucrara en aquel juego estúpido en el que él había entrado por no poder evitar que Aioros lo molestara.

 

-Pero no contabas con algo... y es que yo también acepto tu apuesta- sentenció el acuariano, completamente seguro de ganar. Shaka quedó estupefacto ante aquellas palabras, simple y sencillamente se había quitado toda posibilidad con él con esa apuesta. Los ojos de Camus brillaban bajo el sol, y la sonrisa que sus labios trazaron, demolió las últimas esperanzas de Virgo. -200 euros, Shaka. Ten por seguro que esta noche Saga será mío. Ve y dile a Aioros que vaya vaciando su cartera- rió- Y tú ve vaciando la tuya... - y se marchó hacia su Templo, dejando a Shaka desolado, bajo el sol de verano.

 

                  *

 

                  Los pasos de Mu retumbaron en la Novena Casa, y sus brazos, ansiosos, se enredaron en la cintura del arquero, en un abrazo enamorado. Aioros sonrió, sin dirigirle la mirada, y tomó suavemente sus manos. Amaba a ese hombre, amaba cada gesto, cada movimiento, cada modal infantil, como el de entonces, de abrazarlo por la espalda, y sabía que, de no haber sido por Saga, nunca lo hubiera sentido como lo sentía, aferrando su cuerpo con ternura.

 

-Todo fue como esperabas- dijo el carnero, apoyando su mentón en el hombro de Sagitario, quien seguía perdido en el horizonte.

 

-Entonces Camus aceptó- Mu sonrió, confirmando sus palabras, aunque, en realidad, no estaba muy de acuerdo con aquel plan. -Si, es lógico... hace años que posterga la idea.-

 

-Aioros... - protestó por fin Aries. -¿Tiene que ser así? Quizás no salga como esperamos.-

 

-Lo hará, créeme- respondió Aioros, volteando a ver a su amante. -Tiene que funcionar. Es mi única forma de agradecerle todo lo que hizo por nosotros-

 

-Pero y si…-

 

-No, Saga no va a negarse, Mu… por eso no te preocupes. Todo lo que esos dos necesitan es un pequeño empujón- y su sonrisa maliciosa estampó en los labios de Aries un pícaro beso.

 

                  *

 

                  Camus se sumió en la gélida oscuridad de su Templo con un sabor agridulce paseándose en su boca. Saga… ese nombre, clavado como un estigma, se pavoneaba de su torpe inseguridad, y sentándose entre sus cabellos, se coronaba soberano de sus pensamientos... Saga… ¿Cuánto hacía ya que lo deseaba? Quizás más de lo que quisiera admitir, aún más de lo que pudiera recordar, aquello se prolongaba en su mente hasta perderse en los límites de su memoria, hundiéndose en su alma imperturbable. ¿Cómo hacer para colarse en su cama? ¿Qué planes utilizar para vencer sus propios miedos y adueñarse de aquel cuerpo antes del alba? Muy a pesar de todo, Camus temía echarlo a perder, y eliminar con su torpeza, cualquier oportunidad de poseer a aquello hombre que lo desvelaba, pero no sabía cómo enfrentar aquella situación.

 

                  Mil y un planes desfilaron por su mente conforme las horas pasaban, cada cual más extraño que el anterior, desde simples irrupciones a su vida privada, hasta un descabellado secuestro, pasando por drogas, raptos alienígenas y otras ridículas situaciones que ni Acuario podía concebir… todas deshechables, todas imposibles, y tras cada fracaso onírico, Saga volvía a parecerle tan inalcanzable como al principio.

 

                  *

 

                  Shaka entró como un vendaval en su Morada, con la mente turbada, y arrasando con todo lo que se interpusiera en su camino, incluyendo al pobre Aioria, que estaba allí en busca de un poco de sal para poder preparar su cena.

 

                  Ambos quedaron tumbados en el piso, en una posición por demás incómoda, que acabó por poner nervioso al León, atrapado bajo el cuerpo del rubio; la boca de Virgo profería maldiciones contra todo y contra todos, en un modo en el que Aioria nunca hubiera imaginado, y su aliento, cargado de furibundas palabras, chocaba constantemente en el oído del muchacho, más preocupado en olvidar la intimidante cercanía.

 

-Oye, oye, oye, cálmate- dijo Aioria sentándose en el suelo, y arrastrando el cuerpo de Shaka en el proceso. - ¿Qué sucede?-

 

-¡¡¡SOY UN IMBÉCIL!!!- seguía gritando Virgo, su rostro, por lo general pálido como la nieve, hervía de rabia -¡¡Y TODO ES MI CULPA POR SEGUIRLE EL JUEGO A ESE IDIOTA!!-

 

                  Aioria sonrió, "ese idiota" sólo podía ser una persona. Nadie, aparte de su hermano, podía exasperar a Shaka hasta hacerle perder el control...

 

-Bueno, bueno, ya... - intentó en vano calmar al rubio. -Tranquilízate, respira hondo…- Le obligó a cerrar los ojos y a relajarse, intentando él mismo mantener la calma que la cercanía de aquel hombre le anulaba por completo, y con cada exhalación, la ira del Caballero del la Virgen fue desapareciendo en el aire enviciado del Templo. -Ahora, ¿Qué te sucede?-

 

-Nada- respondió, reticente, Virgo.

 

-Bien, no quieres contarme, no quiero saberlo- mintió Leo, que en realidad, se moría por saber qué nueva maldad le había jugado su hermano. -¿Podrías darme un poco de sal? Ya no tengo nada…-

 

-No…- suspiró Shaka, buscando aliviar su desazón. -Mejor quédate a cenar… Creo que necesitaré algo de compañía.-

 

                  *

                  Camus observó el cielo con la inseguridad pintada en los ojos… Ya era de noche, el tiempo se estaba agotando, y ni siquiera tenía un plan. Todas y cada una de sus ideas habían pasado por su mente analítica, y acabado destrozadas sistemáticamente por su sentido común sin la más mínima piedad o contemplación, y al final, no le había quedado nada… nada más que unas inmensas ganas de hacerle el amor a Saga… Respiró hondo, intentando acaparar todo el aire de la noche, y con él, un poco de valor, y resuelto, bajó hasta el Tercer Templo aún sin un plan… iba a jugárselo todo.

 

                  *

                  Aioria tomó el primer bocado de comida en toda la noche, había estado tan embobado observando a su anfitrión que había olvidado por completo que el resto del mundo también existía… Delicioso… la comida obnubiló sus sentidos por un momento, eclipsando, incluso, al par de ojos celestes que le observaban divertidos.

 

                  Shaka sonrió, nunca hubiera imaginado que el simple acto de lamer una cuchara resultara tan provocativo, pero Aioria lograba tornarlo casi pecaminoso, encendiendo, por un instante, un deseo que, creía Virgo, estaba reservado únicamente para el custodio de la Onceava Casa… Camus… en esos momentos debía estar acostándose con Saga en el Tercer Templo, y Shaka sintió como su corazón se partía en mil pedazos que ya no podían ser pegados para repararlo. Los ojos de Aioria se posaron en la triste mirada de aquel ángel rubio sentado frente a él, y en un gesto inconsciente, rodeó la mesa hasta alcanzarlo, y recargándose en sus rodillas, buscó los cielos con los que miraba, aquellos que le cortaban la respiración cada vez que se enfocaban en él.

 

-¿Qué sucede, Shaka?- preguntó, intuyendo una respuesta de una sola palabra.

 

-Nada- fue toda la respuesta que Shaka formuló. No necesitaba decirlo, de seguro Aioria lo sabría; el León Dorado tenía la curiosa capacidad de saber lo que no decía, lo que, afanosamente, escondía del mundo.

 

-Camus, ¿Verdad?- Dijo fastidiado, no porque Camus le cayese mal, sino porque, con el tiempo, había aprendido a odiarlo, a detestar cada actitud con la que, inconscientemente, lastimara al rubio.

 

-Y tu hermano también- suspiró Shaka, resignado a decirle todo al dueño de los ojos verdes que ocupaban toda su visión.

 

-Cuéntame- Pidió Aioria, preocupado en saber por qué sufría ahora aquel espléndido muchacho.

 

                  Y Shaka le contó; lentamente fue desgranando aquella historia tan ridícula que acuchillaba su corazón, ante la mirada tranquila de Leo, que sin palabras, consolaba sus tristezas.

 

                  Le habló de la apuesta, de cómo había dejado que un simple comentario le sacara de quicio, de la respuesta de Camus y de su propio dolor al arrojarlo a los brazos de otro hombre sin poder hacerlo desistir. Todo escuchó Aioria con el alma triturada, hasta que, finalmente, decidió enfrentar a Virgo, e intentar borrar el recuerdo de aquel mal trago

 

-Deberías olvidarte de Camus- le dijo en tono de consejo. Ya no quería seguir consolando al rubio como amigo, y por eso, decidió que era hora de decir la verdad.

 

-¿Qué quieres decir?- Preguntó Shaka desconcertado.

 

-No tienes oportunidad con él, lo mejor es que lo olvides. Mira a tu alrededor, hay miles de personas que te miran con otros ojos y podrían amarte como él no lo hace.- Virgo sonrió incrédulo ante las palabras de Aioria, nadie podría amarlo tal como era, nadie podría ver en su interior y descubrir la realidad, que era un hombre despechado que penaría siempre por haber empujado al hombre que amaba a la cama de su rival; y aunque alguien pudiera verlo, ¿Podría acaso aceptarlo?

 

-¿Por ejemplo quién?- preguntó, intentando demostrarle a Leo su error.

 

-Yo, por ejemplo- Respondió Aioria, y sus labios aprisionaron a los de Shaka en un beso que lo dijo todo.

 

                  *

                  Los pasos helados de Acuario resonaron en la inmensidad del Sagrado Templo de los Gemelos, acrecentando su inseguridad, pero ya no había vuelta atrás. Recorrió con ansia el lugar, temeroso de no encontrar en él al hombre que había venido a buscar, y acabó hallándolo en la sala, sentado en una silla, con un libro en las manos.

 

                  "La Eneida" leyó en el lomo del libro, y sonrió… aquella imagen lo hechizó por completo, y por un momento, olvidó por  qué estaba allí… cada gesto de aquel hombre lo enloquecía, y sólo bastó el verle mojar un dedo con la punta de la lengua antes de pasar la hoja, para recordarle cuántas ganas tenía de llevárselo a la cama.

 

                  Avanzó con paso decidido a través de la habitación, hasta donde Saga se encontraba, quitó el libro de sus manos y le plantó un beso sin más rodeos, sin plan, sin palabras, tan sólo con todo el deseo que llevaba cargando desde hacía tantísimo tiempo.

 

                  La silla no soportó el repentino desequilibrio de ambos cuerpos sobre ella, y cayó pesadamente hacia atrás, arrastrándolos consigo hasta la improvisada cama del suelo.

 

                  Camus aterrizó sobre aquel cuerpo que lo enloquecía, y sin mediar palabra se coló bajo su camisa, explorando cada rincón de piel, imaginando lo que no podía ver, grabando en su mente todo lo que sus dedos veían por sus ojos.

 

-Es… espera- dijo Saga, intentando zafarse de aquel acalorado beso, sin muchas ganas. Camus lo calló con un fugaz roce para luego susurrarle al oído.

 

-Te deseo, Saga, te deseo con toda esta maldita ama, y sé que tú también, así que por una vez vamos a dejar de mentir.- El helado aliento de Acuario retumbaba en las paredes de su oído; sus gélidas manos desterraban cada botón de su camisa, y sentado en su vientre, no hacía más que estremecer al gemelo, haciéndole olvidar el respaldo de la incómoda silla, que se clavaba afanosamente en su espalda.

 

-¿Qué… qué quieres?- preguntó Géminis con la voz entrecortada, sintiendo cómo la lengua de Camus se deslizaba sobre su cuello, impidiéndole pensar con claridad.

 

-¿Qué quiero?- resopló el Custodio de la Onceava Casa en su oído.- Quiero hacerte el amor hasta que ya no me queden fuerzas, quiero que grites tanto mi nombre que tu voz se quede ronca, quiero que esta noche me pertenezcas… por completo- y aquella frase se enredó en su lengua, que ágilmente se deslizaba por los pliegues de su oreja. Saga se estremeció ante aquel contacto, sentir el cuerpo de Acuario cubriendo su propia humanidad, arrastrándose sobre su piel cubierta de tela, arrancando, con sus finos dedos, la camisa que, todavía, se aferraba, insistente, a su cuerpo, era demasiado; las sensaciones se mezclaban, confundiendo su mente hasta no poder resistirse a los reclamos mudos del francés.

 

                  Su torso pronto quedó desnudo, campo abierto para los provocativos juegos de Camus, que, sin contemplaciones hacia las sonrojadas mejillas de su anfitrión, recorría sin pudores aquella blanca piel, cosechando a su paso, rosarios de jadeos encendidos de deseo. Saga sintió la excitación de Acuario, atrapada en su pantalón, pasearse sobre su abdomen, y a su propia masculinidad reaccionar ante el contacto, y unos débiles gemidos escaparon de su garganta, confirmándole al Guardián del Onceavo Templo que estaba totalmente entregado a aquel juego de pasión y lujuria que estaban jugando.

 

                  Presuroso, Camus se quitó la camisa, arrojándola a un lado con fuerza, y regresó al cuello de Géminis, a besarlo con deleite, mientras corría hacia adelante a su amante, creando un espacio para poder sentarse entre sus piernas, que aún descansaban apoyadas en las patas de la silla. Fue dejando rojizas pisadas a lo largo de todo el cuerpo, señalando su paso a través de la locura, marcando a aquel hombre como su propiedad para que nadie más intentara quitárselo. Recorrió su pecho con sus manos enfermas de delirio, arrancándole al gemelo, gemidos cargados de deleite, hasta llegar a su entrepierna, que, ansiosa, intentaba sin éxito escaparse de la prenda que la contenía. Descorrió el cierre del pantalón con lentitud, disfrutando del ruido infinitamente amplificado por la inmensidad del Templo, y entre caricias desvergonzadas, fue subiendo la ropa por sus piernas, aún reposadas en las patas de la silla, desnudando por completo al hombre que desvanecía su gélida apariencia, disfrutando de los jadeos que sus manos le producían.

 

                  Los labios de Saga se curvaron en una llamativa sonrisa, podía Camus asegurar que estaba riendo, y poniéndose nuevamente de rodillas, enfrentó a su amante, acorralándolo contra el piso.

 

-¿De qué te ríes?- preguntó curioso.

 

-Nada, no es nada- ronroneó Saga, y le plantó un descarado beso en los labios, que encendió aún más la pasión del francés.

 

                 Acuario regresó a su ocupación al bajo vientre de Géminis, que se alzaba imponente entre ambos cuerpos lo recorrió con su lengua, en toda su extensión, mientras sus manos, impacientes, se deshacían de sus propios pantalones, que acabaron regados junto a la camisa del gemelo. Los dedos de Saga se aferraron al terciopelo rojo que, bajo su espalda, evitaba que la madera se le clavara de lleno; lo torturaron de mil y una maneras, intentando retener la cordura que el francés estaba llevándose con su boca, con la cálida tortura que le imponía a sus sentidos. Camus había capturado aquel miembro momentos antes, y se deleitaba con cada sensación que le provocaba, con los gritos que la garganta de su amante lanzaba a al aire sin tapujos, con el inconfundible olor a sexo que empezaba a llenar el ambiente, nublando por completo sus sentidos, desatando una ola de lujuria que a duras penas podía controlar.

 

-¡¡ YA, POR DIOOOOSSSSSSSSS!!- el grito escapó de la boca de Géminis con sorda locura, como inconfundible señal de un placer que ya no podía contener; escurrió entre sus labios curvados en aquélla lasciva sonrisa entre jadeos y gemidos desatados, haciendo sonreír a Camus, quien soltó su miembro para apresar su boca en un frenético beso.

 

                  *

 

                  Shaka se entregó a los brazos de Aioria, a su abrazo, a los juegos de sus manos sobre su espalda, a toda la pasión que el León le demostraba en aquel beso, y sintió, por un momento, que olvidaba. Se dejó caer en aquella vorágine de sensaciones que la hechizante boca de Leo le producía, y casi sin darse cuenta, acabaron en la cama, enredados en un juego de confesiones y olvidos condimentado con sexo. Borraron con ardor cada regla que hubiera podido detenerlos, cada tabú que frenara aquel acto de liberación, aquel lascivo culto a la negación de sus recuerdos, a la consumación de sus deseos, a la creación que sus mentiras inocentes habían creado para ese momento, para ese ritual, para ese olvido, para ese recuerdo.

 

                  Shaka se entregó a su moreno consuelo llamado Aioria, Aioria se hizo con su rubio anhelo llamado Shaka, y trenzados entre las sábanas, se tomaron, se entregaron, se permitieron vivir su propio universo, sólo por esa noche...

 

                  *

 

                  Las piernas de Saga descendieron hasta el piso, mientras el cuerpo de Camus, aferrado al suyo propio, lo arrastraba hasta sentarlo frente a él. Aquellas albas manos enredadas en su hirsuta melena le hacían delirar, y sentía que no podía pasar un segundo sin sentirlo en su interior, tomándolo, haciéndole el amor sin restricciones. La boca de Camus seguía devorando su cuello, y Saga supo que no podía esperar más. Sin preámbulos se sentó sobre el sexo de Acuario, quien se sorprendió por la iniciativa de su amante.

 

                  De repente, Camus sintió su hombría rodeada por la estrecha humedad que protagonizaba cada una de sus fantasías, el más  oscuro de todos sus deseos, y creyó, por un momento, que perdería el control sobre sus actos. La cálida intimidad de Géminis hechizaba sus sentidos, desatando una delirante necesidad de poseerlo. Placer y lujuria hicieron presa de su mente, nublando su juicio, y clavando sus dedos en las caderas de Saga, comenzó a moverse en su interior, intentando llegar cada vez más hondo, y arrancarle aquellos gritos que le hacían enloquecer de placer. Las manos del gemelo surcaban su espalda, trazando composiciones escarlata de goce irrefrenable, al tiempo que Acuario entraba y salía de su interior con deseoso frenesí. Los gemidos inundaron la habitación y se colaron entre los pliegues del oído de Camus, acompañados del tibio aliento que empañaba su cuello; sentía las piernas de Saga enroscadas en su cintura, y su pene frotándose contra su abdomen, despertando la demencia lujuriosa de sus más bajos instintos. Sus movimientos se hicieron cada vez más febriles, su garganta se permitió débiles jadeos, mientras la voz ronca de su amante gritaba su nombre cargado de deseo; sus dedos se apretaron aún más fuerte en las blancas carnes de Géminis, y con un grito sordo se vació en el interior del Custodio del Tercer Templo, recargando su cabeza en el mullido terciopelo escarlata del asiento de la silla. Momentos después, Saga se descargó en el vientre de ambos, y con la respiración agitada, apoyó su cabeza en el hombro de Acuario, que aún dentro de él, volvió a besar su cuello con deseo, abriendo las puertas nuevamente al desenfreno.

 

                  *

                  Aioros sonrió sentado en la oscuridad de su Templo, contemplando su billetera vacía. Ya casi no le quedaba dinero, pero no importaba, su objetivo había sido cumplido. Sintió unos pasos retumbar en la inmensidad de su Casa, y sonrió aún más al escuchar la voz que, irónica, le reprochaba.

 

-Fue idea tuya. ¿Verdad?- Saga sonreía divertido ante la mirada escrutadora de Sagitario… Aioros no cambiaba, y no iba a cambiar nunca.

 

-¿Te divertiste?- peguntó, señalando un moretón en el cuello de su amigo, disimulado en la mata de cabello azul

 

- Y ¿Cuánto te costó?- dijo inquisidoramente Géminis, omitiendo el descarado comentario de Sagitario.

 

-400 euros- respondió el muchacho despreocupadamente.

 

- Aioros- suspiró divertido- vas a quedarte sin dinero-

 

- Ya no tengo dinero- Aioros agitó su billetera vacía son sorna, enfatizando su comentario -Pero lo hice con gusto- y una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios

 

                  Saga rió, y su carcajada se multiplicó incontables veces en el caleidoscopio de Sagitario, retumbando en la Vacía Morada. Se acercó hasta Aioros y le plantó un "Gracias" en los labios, disfrazado con un beso sin vergüenzas… curiosa amistad la que tenían, hasta ellos lo pensaban, pero así les divertía (N de A: versito fácil XDDD)

 

-¿Te has puesto a pensar en lo que haremos ahora? -acabó preguntando Géminis, ya sin poder aguantar las ganas de hacerle notar a su compañero lo que había sucedido. -Ahora tu tienes a Mu, y yo tengo a Camus cuando quiera… Se nos acabaron las tardes aburridas en tu cama…-

 

                  Sagitario frunció el ceño pensativo… era verdad, se había acabado aquella complicidad amigo / amante, aquella sensación de lo indebido que tanto amaban ambos… y es que Mu era Mu, pero no había amor que reemplazara en sexo con Saga…

 

                  Géminis observó dubitativo la actitud seria de Aioros… se habían acabado sus juegos, y era algo para lamentar, a pesar del beneficio que ambos habían sacado, por eso no entendió la pícara sonrisa que los labios de Sagitario desgranaron, hasta que abrió la boca.

 

-Y ¿Crees que les moleste de a cuatro?-

 

                  Y Saga rió, rió tanto como nunca hubiera imaginado.

 

                  Definitivamente, Aioros no cambiaría nunca.

Notas finales: Virus no... que después de esos 25 troyanos mi computadora no lo soportaría...

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