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Amado...¿Amado? por suou

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Notas del capitulo:

 Buenas, aqui la actualizacion.

Los personajes no me pertenecen son de kouga Yun.

 

 

 

Capitulo XI “Un mañana al fin”

 

Luego de dos días Yuiko comenzó a preocuparse, sentirse mal no era parte de ella; su personalidad eufórica, desaparecía poco a poco. Llamo una gran cantidad de veces a Ritsuka y esté no le contesto ni una sola vez. Se estaba preocupando e insistió que Yayoi también llamara al pelinegro, pero no dio resultado alguno.

 

Su ultima alternativa… Su maestra. Así que luego de las clases terminaran se acerco a la maestra:

 

—Sensei.

 

— ¿Si?, yuiko

 

—Esto, usted sabe ¿qué ha pasado con Ritsuka?

 

— ¿Eh?... ¿Cómo? Eso no ¿deberías saberlo, como Ritsuka es tu amigo?

 

—Si, pero no lo sé…—puso unos ojitos pequeños y gimoteo.

 

—Cálmate, Yuiko. Lo averiguaré.

 

—Gracias, sensei.

 

Al terminar la conversación con yuiko se comenzó a preocupar. Si había notado la ausencia del menor, pero le daba vergüenza ir a la casa, luego de que la madre la mirara con rabia y rencor. Esa mujer le daba miedo.

 

Camino en dirección, hacia su oficina y busco el número del niño, mientras era observada por los demás profesores, con los cuales compartía la habitación. Marco el número y espero a que le contestaran.

 

 

 

Esa minúscula luz, que flotaba intermitentemente, entre las estrellas y las nubes que le acompañaban, danzaba rítmicamente hacia su persona.

 

De vez en cuando la intentaba agarrar entre sus dedos, pero al ser atrapada se desvanecía. Le sacaba burla, porque ella si podía cambiar, si podía moverse a cualquier lugar, aparecer donde quisiera…

 

— ¿Quién eres?— y su voz retumbo en la mesura lunar. —Vamos, ¿Quién eres?— pregunto nuevamente. Se hallaba cansado, de recorrer tantos kilómetros, que no llevaban a ningún lugar…

 

— ¿Quién eres?– repetía cada vez que se acercaba a esa luz, que iba trazando un ligero camino de partículas brillantes.

 

—te…a…— escucho la voz en lo lejano, que empezaba a ser interferida.— m…— y se le hacia conocida.—o…Ritsuka— y al final escuchaba su nombre, retumbar una y otra vez.

Esa voz le desgarraba un poco de su cordura. Lo añoraba y lo deprimía. Y lo más curioso de todo, es que cada vez que la escuchaba, en su cuello aparecía una palabra, que se marcaban tanto que enrojecía furiosamente la piel, bajando en un hilillo color sangre. “Loveless” se marcaba hasta que la voz dejaba de buscarlo y luego simplemente se esfumaba.

 

—Ritsuka…—

 

Cansado de andar, se detuvo. Busco un lugar completamente difícil, que alguien le fastidiara y se acuno. Tenia sueño y  su cuerpo se encontraba agotado…fatigado.

 

Se interno en la cueva, buscando refugio, en alguna orilla que le sirviera para poder sostenerlo y mecerlo en su regazo. Como si fueran unos brazos calidos que se posaban antiguamente en los suyo, pero había sido hace mucho tiempo.

 

—Te…— y la voz volvía  hablar. Su cuello ardía y la palabra se comenzaba a formar— doy…— se iba marcando con dolor. — mi…al…— y dolía, se apretaba su cuello. —…ma…— para poder detener el dolor, para acallarlo. —m…i… to…d…—para que menguara y dejara de sentirlo—…o…Ritsuka.

 

—Soubi—decia una y otra vez, cada vez que escuchaba esas palabras, pero, ¿Quién era, Soubi?

 

Y repetía constantemente ese nombre en su cabeza; deambulaba como un alma sin rumbo en el lago blanquecino, que era su memoria.

 

—Ritsuka… t…e…a….m…— y se callaba.

 

Y la marca se esfumaba. Y su piel ya no dolía.

 

—ma…má— y se abrazaba, observado por la partícula de luz.

 

Soñaba con voces de niños de primaria, que reían; el sonido de los grillos en el verano y su sofocante calor. Soñaba con una mano que lo sostenía la suya y otra que le acariciaba la cabeza, pero ambas no eran ambas; una era diferente a otra. Una fría y otra calida; una verdadera y otra falsa.

 

—Soubi— y sonreía en sueños. Un dulce sueño, con ese alguien llamado, Soubi…

 

—Sólo quiéreme— salio de su boca.

 

 

 

 

El teléfono sonó insistentemente, pero nadie se dignaba a  contestarle. Lo intento una última vez.

 

— ¿Si?

 

—Buenas tardes— dijo sumamente nerviosa — soy shinomiya  hitomi, profesora de Ritsuka

 

—ah, si. ¿Qué desea?— pregunto con amabilidad.

 

—etto…Ri…Aoyagi-kun, ¿se encuentra enfermo? Es que no ha venido a clases y sus compañeros están preocupados.

 

—Si, más o menos.

 

—Ah, espero que mejore pronto.

 

—Si. Yo le diré. Si me disculpa.

 

—Si, gracias.

 

—buenas tardes.

 

La profesora sonrió, abrazando el teléfono a su pecho. Por alguna rara razón la persona que le contesto fue muy amble con ella. Posiblemente era la madre de Ritsuka, pero ¿por qué el trato así?

 

—jajá— rió. Ya se podía decir que era una verdadera profesora.

 

 

 

 

Extendió su mano para cubrirse el rostro, ya que la luz era muy fuerte. Eran como los rayos solares, pero demasiado cerca para poder soportarlos.

 

Hace unas horas que había despertado y su refugio que había encontrado en la noche, ya no se encontraba. Si no ese abrumador calor.

 

—Ritsuka…— la voz de ese alguien desconocido se volvía a presentar. — Ritsuka…Te…a…

 

Y los labios quemaban, sus mejillas se acaloraban, pero no entendía lo que seguía en la frase, ni estaba interesado en descífralo…solo deseaba que el camino se terminara y listo.

—Ritsuka, yo…te…prote…geré…

 

Y la incandescente partícula le esperaba a unos pasos del. Seguía con su baile perpetuo y ensayado.

 

— ¿Quién eres?— preguntaba. Teniendo esperanza de que se lo digiera. Pero la luz nunca le respondía. Se guardaba las palabras y caminaba más rápido, para que el menor la siguiera. Y esté volvía a repetir  la misma pregunta:

 

— ¿quién eres?

 

—Ritsuka…—respondió por primera vez, desde que llego a ese lugar.

 

— ¿Ritsuka?, ¿Cómo? , ¿También posees el mismo nombre?

 

—No, yo soy ritsuka.

 

—no puede ser, yo soy ritsuka.

 

—Si, eso es verdad— reafirmo y detuvo su paso danzarín—pero yo soy Ritsuka de allá y tú de aquí.

 

—No, entiendo.

 

—no sé como explicártelo, sólo se que soy de allá y tú de aquí. Nos podemos encontrar y conversar, pero nuca ser uno.

 

—Pero tú no tienes cuerpo.

 

—Si lo tengo, pero es más cómodo deambular de forma incorpórea. Puedo ir a donde sea, ser lo que sea.

 

—mmm…

 

— ¿quieres probarlo?

 

—no, gracias. Debo seguir mi camino, quiero que esto termine pronto…

 

—Nada termina, solo se detiene o crece— lo ultimo lo dijo en un murmuro y desapareció.

 

— ¿Ritsuka?— pregunto. Pero la partícula no regreso.

 

 

 

 

Ambos jóvenes llegaron al hospital. Había costado mucho saber que el pelinegro se encontraba allí.

 

Yuiko había ido a visitar a ritsuka, pero en casa no había encontrado a nadie; fue una y otra vez. Ya un poco tarde se encontró con el papá y esté le contó lo que ocurrió con el chico.

 

Yayoi se sorprendió al saber la historia y así ambos decidieron ir a visitarlo, pero antes llamaron a Soubi. Aunque esté no quiso ir.

 

La recepcionista les indico el cuarto en el cual se encontraba el pelinegro:

 

— ¿Qué haremos?— pregunto la pelirosa.

 

—No entiendo.

 

—Es que si nos encontramos con la familia, ¿Qué diremos?—parecía bastante nerviosa y yayoi no comprendía el porque de su estado

 

—Saludar y decir que somos amigos de Ritsuka, eso.

 

—Si, yuiko entiende. Pero si ritsuka no nos quiere ver…

 

—Ahí él, pero no nos vamos hasta que nos reciba.

 

Al pasillo en el cual llegaron se encontraba en completo silencio y solo se escuchaba el retumbar del silencio.

 

— ¿Es lo correcto?

 

—Si, no te preocupes. Si algo pasa me tienes a mí. Yuiko-san— respondió seductoramente y colocando su mejor rostro, pero la chica ni se fijo en él y continuo. — ¡yuiko-san!

 

—Shuuuu—le silencio.

 

—lo siento.

 

La puerta se presento ante los jóvenes y esperaron a que alguien se las abriera. La tocaron con cuidado y esperaron.

 

—Adelante— una suave voz se escucho desde adentro de al habitación.

 

Entraron pidiendo permiso, pero para su sorpresa, Ritsuka se encontraba despierto; sonriendo y hablando animadamente con su madre. Demasiado contento, para ser cierto.

 

—Buenas tardes, Ritsuka— dijeron ambos niños.

 

—Buenas tardes, chicos— y les regalo una hermosa y deslumbrante sonrisa.

 

Los jóvenes se quedaron extrañados ante el comportamiento del niño. “¿Era realmente Ritsuka?”, vago por la mente de cada uno.

 

—Adelante dijo nuevamente la madre.

 

—Le trajimos flores. — le mostró el ramo de flores la pelirosa.

 

—Gracias— se levanto y las cogio entre sus manos, para salir del cuarto. —Permiso, ya regreso. —saliendo.

 

— ¿Estas mejor?

 

—Siempre lo he estado, Yayoi. Y ¿Cómo ha estado la escuela?

 

—bien.

 

—Y ¿Tú?— Yuiko le quedo mirando, preocupada.

 

—Ah. Mejor. Mamá me ha estado cuidando.

 

–Que bueno.

 

Aquella tarde la pasaron muy bien, solo que para ambos chicos, fue hablar con casi un extraño.  Sintieron que no era el Ritsuka de siempre, por su forma de actuar, de hablar y por la acción amistosa con que los trato. Sin duda alguna, ese era un nuevo Ritsuka o era el mismo niño, su personalidad verdadera…

 

Se despidieron y se marcharon del lugar:

 

— ¿Qué habrá sucedido con Ritsuka?

 

—No lo sé, ¿Se mejorará verdad?

 

—Si, Yuiko-san. Esperemos que eso pase.

 

La madre arropo calmada y dulcemente a su hijo. Le dio un beso en la frente.

 

—descansa, cariño.

 

—Si, mamá.

 

La mujer al ver que su hijo ya sé había quedado dormido, agarro las flores y se las llevo. No aguantaría eso, nadie tenía el derecho de regalarle flores a su hijo. Aún le pertenecía. Y se lo recordaría.

 

—Ritsuka.

 

 

 

El suave cantar de los insectos fue ocultándose, al ser arrastrado por la noche.

 

El niño estaba completamente dormido y su madre había tenido que dejarlo. Nadie le hacia guardia.

 

Las cortinas se removieron un poco, dando paso a que las ventanas se abrieran.

 

Una pequeña mariposa entro. Agito sus alas y llego a donde se encontraba el pequeño. Aleteo hasta llegar a él y se poso en su nariz. El dulzor que desprendía invadió la pequeña nariz, haciendo que Ritsuka, despertará.

 

La observo. Su color azul, igual cuando la luna le da de lleno al mar en una noche después de la tormenta, con leves manchas negras. Su  majestuoso revoloteo y su…verdadero dueño.

 

–Soubi…

 

Un viento, sin sensación apareció e hizo que cerrara sus ojos, cuando los volvió a abrir, está ya no estaba.

 

Se había esfumado.

 

Las cortinas se comenzaron a agitar, pero el niño no se asusto. Se sentó en la cama y volvió a pronunciar:

 

—Soubi…Vamos  te estoy esperando— y toco la cama, dando suaves palmaditas, para que así el hombre apareciera y se sentara.

 

—Ritsuka— apareció, cuando las cortinas se calmaron y las ventanas se volvieron a cerrar.

 

—Soubi, ¿Te encuentras, bien?

 

—Ritsuka…

 

—Tú deberías saberlo. Ven siéntate a mi lado.

El hombre le hizo caso. Se sentó a la orilla de la cama.

 

—Ritsuka yo…

 

—Soubi. No digas nada.

 

—Pero…

 

—Es una orden. Así es, se bueno. Se que te has dado cuenta de que no soy, el Ritsuka que tú conoces, pero soy él que quiere mamá. Se que es una pena, esto, pero mamá me necesita. ¿Puedes entenderlo?

 

—Si…— se guardo lo que iba a decir. Pero ya no lo soportaba, esto era demasiado injusto. Ya no podía aguantar. Siempre se le dejaba en otros planos menos importantes, por aquellos a los cuales no era importante; ya no necesitaban y lo trataban para algo inservible, sin valor alguno. Le abandonaban. —Ritsuka— debía de ser sincero. Se había entregado por completo a ese niño. — no quiero que me alejes de ti.

 

—No lo haré, Soubi.

 

—Pero, ahora mismo tú…

 

—Si, solo quiero estar un tiempo más así, como están las cosas. Mamá está feliz. Ella es feliz.

 

—Pero yo…

 

— ¿Soubi?

 

—Si. — levanto y giro levemente su rostro para mirar de frente a Ritsuka.

 

— ¿Me puedes esperar?

 

— ¿Qué?

 

—lo que escuchaste. —se destapo y gateo a donde se encontraba el mayor. — ¿Me puedes esperar?— repitió. Lo abrazo. —Prometo que cuando sienta que mamá ya no me necesita, volveré. Te recogeré. Seremos uno.

 

—Ritsuka, yo…

 

—Soubi…—se miraron. Y por primera vez el menor comenzó el beso. Fue tan claro y cariñoso, que hizo que a Soubi creer en las palabras del menor.

 

—Esta bien, Ritsuka—volvió a besarlo y luego lo abrazo.

 

Había entendido que su destino estaba entrelazado al del pelinegro. Por más que hubiera obstáculos, saldrían adelante.

 

—Te amo, ritsuka. — lo arropo en la cama.

 

—Yo también.

 

Millones de mariposas azuladas inundaron la habitación, para luego desaparecer.

 

La noche se llevo lo que tenia que llevarse.

 

—Quiéreme, Soubi…— dijo entre sueños.

 

 

 

 

El camino se hacia cada vez más ancho. Había recorrido gran parte de su vida. Su nacimiento, sus  primeros años; el amor de la familia, todo. Pero no entendía como su madre le había dicho que había cambiado, que no era él.

 

Se dio cuenta que todos van cambiando paulatinamente. Todos empiezan a crecer y a creer en otras cosas, a tener gustos diferentes.

Él no era el problema. Su madre era la que había cambiado. Ella había despertado de una burbuja inconsciente, que la había consumido por años y al n no soportarla, lo había reflejado en él.

 

— ¡Ritsuka!—  llamo a la partícula— ¡Ritsuka! ¡Entiendo lo que debo hacer! ¡Ritsuka!

 

La calma del lugar, le era gratificante. Podía entender completamente todo. Como su familia se había desmoronado, el actuar de Soubi y de los demás… Y su propio ser. Se había dado cuenta de lo que era obvio. Era tan sencillo y estupido a la vez, que aún no entendía  como no lo pudo descifrar antes.

 

— ¡Ritsuka!— volvió a llamar.

 

El sitio se fue transformando, se asusto un poco. Pero al darse cuenta de lo  que veían sus ojos, se lleno de dicha. Era soubi y… él estaba abrazándole. Le decía palabras comprometedoras y le decía que lo amaba.

 

— ¡No! Ese no soy yo.

 

—Si lo eres. — apareció la partícula.

 

—No lo soy. Nunca diría algo así.

 

—Si lo harías. Sólo que ese niño, allí, eres tú mismo. Eso es lo que siempre has querido decirle. Porque tú…

 

— ¡No! No es verdad.

 

—Ritsuka, debes ser sincero con tus sentimientos. No los  puedes negar..

 

— ¿Qué?—enrojeció furiosamente.

 

—debes de cumplir con lo que dijiste a Soubi.

 

— ¿Qué?

 

—debes  ir a buscarlo, cuando tú madre  ya no te necesite…

 

—Pero ella…

 

—Sólo tú sabes eso.

 

— ¿Cuándo ya no me necesite?

 

—Si, ahora deberías de despertar completamente. Necesitamos que vuelvas.

Una luz incandescente descendió, los cubrió y se transformaron en suaves y gruesas gotas que los bañaron, al igual que el lugar.

 

El chico se impregno de todo. Su corazón se alegro. Al fin había entendido el significado de todo…Si sólo Semen, estuviera, aquí.

 

 

 

 

 

Soubi no sabia que debía de hacer. Había pensado que hacer. Como visitar al menor, sabía que no podía presentarse con los amigos del pelinegro; pero si lo hiciera en la noche podrían hablar calmadamente.

 

Ese día desarrollo un nuevo cuadro. Ocupo todo su tiempo en el y por la noche decidió su visita.

 

Al entrar en la habitación vio al pequeño dormido. No había nadie, así que utilizo una ilusión para despertarlo.

 

Cada palabra que tuvo con el chico, entendió y a la vez comprendió que algún día, Ritsuka seria del y  él seria del menor.

Sabia que en aquel día compartirían el mismo destino.

 

Ahora, sólo debía de esperarlo.

 

Si había esperado por veinte años, todavía podía seguir haciéndolo…

 

Lo esperaría sin importar los años.

 

 

 

 

 

A los días dieron el alta. Sus padres estaban allí para acompañarlo. Su estadía allí, había sido buena. Entendió todo lo que tenia que hacer de ahora en adelante.

 

Los tres como familia abandonaron el hospital.

 

Y a los dos días regresó al colegio. Empezó poco apoco a crecer, a expandir su burbuja. Dejo de ser antisocial. Comprendió que las personas poseían algo bueno dentro de ellas, solo había que conocerlas mejor para darse cuenta.

 

Ritsuka entendió al fin lo que significa amar el mundo. Y darse cuenta que solo había un Ritsuka, sólo que este dependía de la situación de donde se encontraba.

 

Ritsuka siempre seria el mismo. Solo con el pasar del tiempo, crecería en mente. Se volvería un adulto.

 

 

 

 

Los años pasaron rápido, durante todo ese tiempo Ritsuka fue entendiendo mejor a su madre y está fue aceptando poco a poco los cambio de su pequeño.

 

Ella había sido buena, pero poco tolerante al cambio. Se había desesperado, al darse cuenta que estaba en peligro la familia. Pero, no era así ¿Lo habría imaginado?

 

—    ¡Mamá, voy a salir un momento!— grito el niño desde el living.

 

—Ten cuidado.

 

—Si…— y la puerta se cerró.

 

La mujer continuo con  su trabajo de secar la loza, pero nuevamente sintió que la puerta había sido abierta, así que fue al pasillo haber que había olvidado su hijo, pero…

 

—Semen, ¿Eres tú?— dejo caer el plato que llevaba entre las manos.

 

Ritsuka corrió apresurado por las calles, después de tanto volvería a  ver a Soubi. Y le echaba mucho de menos.

 

— ¿Cómo estaría?— pensó.

 

Sonrió. Pronto estaría con Soubi, pronto le demostraría que esos dos años habían valido la pena, la espera y jamás le volvería a dejar…

 

 

“El mundo va avanzando, va creciendo y nos va demostrando lo que realmente somos. Como podemos hacer feliz a quienes queremos.

 

…Sólo debemos entender lo que sentimos y comprendernos completamente, así algún día llegaremos a ser adultos…”

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno el 11 capitulo,debo decir que este es el penultimo capitulo, asi que ya se va a cerrar el fic.

Pronto les subiere el ultimo capitulo, solo esperenlo.

Gracias por leer.

Bye, cuidense.

Nos vemos en el ultimo capitulo.

 


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