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Caminando sobre la nieve por Winamark

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Notas del capitulo:

      Los personajes no me pertenecen sino a su creador, Masami Kurumada, y demás personas y entidades que tengan derechos sobre éstos.

      No hay intención de lucro alguno.

Capítulo I.

  

     El joven regresaba a su casa después de que finalizaran las clases, por el mismo camino de siempre y seguramente tomaría el atajo por el bosque, aunque sus padres le habían repetido más de mil veces que no lo hiciera que era más segura la carretera. Pero tenía quince años y sino era rebelde ahora nunca lo sería.

 

    Además necesitaba abstraerse un poco en la tranquilidad y el sosiego del bosque. Desde que se levantara por la mañana tenía la extraña sensación que algo era diferente, todo le parecía más real, no esa no es la palabra, sino más vivo, como si sus sentidos se hubieran agudizado más, juraría que podía oír el latido del corazón de su madre en la cocina que estaba en el piso de abajo. Seguramente el causante de todo eso era que el zumo de Pierre, no había sido tal cosa, lo cual era lo más favorable con los zumos de su mejor amigo hacía, su padre tenía un bar, lo que le daba fácil acceso al alcohol y su querido amigo le gustaba hacer extrañas combinaciones.

 

     Había recorrido la mitad del camino en dirección a su casa, pasaba por delante de la casa de los señores Soissons y Tin no paraba de ladrarle como siempre. La fuente funcionaba perfectamente, después de su restauración durante el invierno.  Fue en el preciso instante que observaba la fuente que comenzó a encontrarse más raro. Sentía unas punzadas sobre el pecho, un malestar general y un sudor frío, a lo mejor después de todo tan sólo tenía una gripe.

 

    Entonces se hizo el silencio más absoluto, los pajaros habían enmudecido, el agua que brollaba de la fuente no hacía el más mínimo ruido y los ladridos del perro del señor Soissons  habían cesado. Miró a su alrededor y es como si todo se hubiera detenido, de la fuente no salía ni una gota de agua. Se sintió observado, no, más bien acechado. Pero,  ¿por quién? Sintió arcadas, que le procaron que se arqueara haciendo que expulsara todo el contenido de su estómago.  Al incorporándose nuevamente fue cuado los vio al lado de la fuente, cinco personas envueltas en capas grises, como la de los monjes de aquel monasterio que ya ni recordaba el nombre y que había visitado cuando era niño con sus padres.

 

     Todas las fibras de su cuerpo gritaron peligro, que corriera por su vida , normalmente no hacía caso a su instinto, sino a su mente lógica, pero en esta ocasión confió en el instinto. Se adentró de inmediato en el bosque, le pareció más seguro que dirigirse a la comisaría que tan solo estaba apenas a unos quinientos metros de la fuente. Corría, corría como nunca lo había hecho estaba seguro de que había batido su propia marca de atletismo, esquivando de cualquier forma los diferentes obstáculos que encontraba en su camino, como las raíces y ramas caídas de los árboles. De repente se detuvo, el dolor de una nueva punzada en su pecho más dolorosa que las anterioes le impidió seguir corriendo.

 

    Su expresión de dolor se transformó en una de alarma cuando vio que aquellas cinco personas le tenían rodeado, que creía que había dejado atrás en la fuente. No sabía quienes demonios eran, no les reconocía envueltos en su  capas grises y raídas.

 

   - ¿Qué diablos queréis?- su voz había sonado segura, aunque en esos momentos sentía miedo.

 

    Oía como se reían, no eran carcajadas sino una risa sinuosa. Antes de que pudiera reaccionar uno de ellos se había colocado a un escaso metro de él. No lo había visto moverse, nadie se podía mover tan rápido, al menos un humano.

 

   - Parece que hemos encontrado a uno, pero es una cría- la voz era muy grave, provenía a sus espaldas.

 

   - Me temo que ni eso, es prácticamente humano –dijo el que estaba enfrente suyo. - De todas formas no podemos dejarle vivir. Además tengo tanta hambre, hace meses que no pruebo a uno de ellos y me conformaría con este.

 

    El joven retrocedió un paso hacia atrás, levantando su puños en señal de defensa.

 

     - Ni se os ocurra acercaros a mí, el primero que se me acerque la partiré la cara – amenazó el joven, sintiendo que algo dentro de él quemaba.

 

     Los encapuchados miraron hacía arriba, pequeños copos de nieve empezaron a caer, el hecho pasaría desapercibido sino fuera que era finales de primavera, y dentro de dos semanas sería verano.

 

    - Interesante - dijo el encapuchado enfrente de él.- Creo que quiere jugar un poco antes de morir.

 

    - No tenemos tiempo para esto – dijo el otro de los encapuchados.- Devóralo si quieres pero no te entretengas más. Tenemos una misión que cumplir.

 

   - Si encontrar a nuestro objetivo, lo sé muy bien- dijo agarrando al muchacho por el cuello quien no puedo impedir el agarre.

 

El muchacho no sentía sus pies sobre el suelo, la mano que apretaba su cuello apenas le permitía respirar, comenzó a golpear el brazo con el objetivo de que le soltara, pero era inútil y en el momento que se sentía desfallecer y todo comenzaba a volverse borroso. No quería morir, él no podía morir, todavía no.

 

   - Sería mejor que dejaráis al chico en el suelo. Además  me parece que me estáis buscando.

 

    Todos los encapuchados se voltearon hacía donde provenía esa voz, liberando al joven que comenzó a toser como un loco, intentando recuperar la respiración, para inmediatamente  alejarse a rastras de su captor, quien se concentraba en las dos figuras que habían aparecido de la nada y que en un pestañeo se encontraban al lado del joven.

 

    - Pero si es uno de los nuestros, se puede saber que haces tú solo con ellos.¿Quién eres? ¿Dónde está tu maestro?

 

    El joven observó quien le había hablado, era una mujer de larga melena azul turquesa y bellas facciones, con un coqueto lunar en la mejilla izquierda , con ojos rasgados y luminosos, que le miraba con insistencia esperando una respuesta. Mientras que el otro era un hombre con un melena violácea y un perfil atractivo. Ambos vestían una gabardina negra, al igual que el pantalón y el jersey. Aquellos que parecían ser sus salvadores le producían la sensación de estar recibiendo corrientes eléctricas. 

 

    - Las presentaciones deberán esperar unos segundos Aphrodite, antes debo ocuparme de la escoria- dijo el otro de sus protectores, quien se posicionó delante del muchacho, enfrente de los cinco encapuñados que se habían agrupado y ahora les parecían más temibles.

 

     - De acuerdo Milo, pero los próximos que nos encontremos serán míos- el tono de su voz denotaba molestia.

 

    -Así que tú eres el Escorpión, qué decepción no pareces tan temible como nos habían informado, aquel que ha exterminado tantos de los nuestros. Somos...

 

   - No me importan vuestros nombres, ni nivel, ni rango, ni clase, porque en diez segundos habréis dejado de existir.

 

    - Lo dudamos mucho – dijeron al unísono los cinco encapuchados desprendiéndose de sus capas, dejando ver sus rostros los cuales les quedaba  poco de humano y unas túnicas marrones que cubrían sus cuerpos.

 

    El joven comenzó a temblar de miedo, ante esos rostros deformados, con grandes cicatrices,  su piel era amarillenta y carencia de cabello o vello alguno, las cuencas de sus ojos solo había un resplandor blanco, aquellos seres no tenían ojos.  ¿Qué eran esas cosas?

 

   - Rectifico, me bastan cinco segundos, para unos simples rastreadores.  

 

   Al acto desaparecieron los seis, quedando únicamente el muchacho con Aphrodite, quien con un movimiento de su mano hizo aparecer una rosa roja,  para luego murmurar unas palabras ininteligibles. Los pétalos de la rosa se convirtieron en destellos rojos, al instante el muchacho vio como una especie de cristal rojizo les había rodeado, haciendo que todo lo que estuviera en el exterior a menos de dos metros se pudriera en segundos sin importar que fuera un árbol o una flor. El joven alargó la mano para tocarlo, siendo detenido al instante.

 

     - Es que quieres morir envenenado muchacho, ¿qué no te han enseñado que los escudos de ataque solo los toca su creador  o es que acaso tienes el nivel Aurum? – gritó la mujer, para luego mirar hacia arriba. - Cuando quieras, puedes empezar.

 

     Entonces todo se oscureció y hubo un destello rojo, apareciendo los cinco seres en diferentes posiciones, alguno incluso suspendido en la nada, y todos ellos gritando, no, aullando de dolor, al mismo tiempo que se evaporaban en un humo color mostaza.

 

    - Y estos son los Aniquiladores de los que tenía que preocuparme, unos rastreadores de nivel tres. Saga siempre está exagerando – dijo el otro al aparecer  enfrente de ellos y atravesar el cristal como si no estuviera . – Esto ha sido un aburrimiento, ni siquiera puedo considerarlo como un entrenamiento.

 

    - He visto que empleabas tres agujas en cada uno de ellos, cuando lo normal es que utilices una, eran de nivel seis, el máximo- dijo con una sonrisa en los labios. – No me mientas, te has divertido un poco.

 

    - Bueno chico, ¿qué hacías con esos rastreadores?- ignorando el comentario de Aphrodite y fijando su atención en el muchacho que aún permanecía en el suelo.

 

    - ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué eran esas cosas? ¿Esto es un programa de cámara oculta?- dijo incorporándose de inmediato mirando a Aphrodite.- Señora, esto no tiene gracia y exijo saber que ha sucedido aquí.

 

    - ¡Señora! ¿A quién llamas tú señora? – gritó Aphrodite, mientras que su compañero reía como un loco. - ¡Cállate Milo! ¡Y tú pequeño estúpido! ¡No ves que soy un hombre! ¡Ni siquiera sabes diferenciar hombres de mujeres!

 

    - Parece mujer, esas facciones son muy femeninas – intentó justificarse el muchacho, que se sentía sumamente avergonzando de no haberse percatado de ello.

 

   - Aphrodite parece una mujer, es  víctima de su propia hermosura. Pienso incluirlo en la próxima reunión como punto del día, Deathmask y Aioria van a estar riéndose tres días- decía con lágrimas en los ojos.

 

     - ¡Ni lo sueñes Milo! ¡Ni una palabra y sobretodo a esos dos!- Aphrodite estaba furioso. – Y tú maldito mocoso, vas a decirnos quién eres y qué haces aquí. No eres consciente de que podías haber muerto, o peor, devorado.

 

     - Me llamó Camus Laclaire y vivo aquí con mis padres, voy al instituto y hoy he tenido el día más raro de mi vida. No sólo con las sensaciones más extrañas que he sentido, sino que esas cosas me han perseguido y luego aparecéis vosotros, haciendo trucos de magia. Soy yo el que necesito explicaciones- al acabar de hablar sus dos oyentes le miraban sorprendidos.

 

    - Un momento, estás diciéndonos que aún eres humano- dijo Aphrodite completamente asombrado.- No es posible, al menos tienes el nivel de aprendiz, vimos como concentrabas tu cosmos y la manifestación de este en forma de nieve, técnicas de hielo, como Natacha.

 

    - Claro que soy humano, que otro ser sería – antes de que Camus pudiera continuar los ojos violetas de Milo le observaban con intensidad, no podía dejar de mirarlos, aunque esas cosas volvieran o el mundo se acabara, estaba hipnotizado por esos ojos que escudriñaban su interior buscando respuestas que él no podía dar.

 

    - Miraré de decírtelo de una forma que puedas comprender y creer Camus. Tú como nosotros, eres especial y harás cosas que se escapen del entendimiento humano, también te sucederán cosas que irán contra lo que sabes y que desafían las leyes naturales que tu conoces – Milo con delicadeza apoyo sus manos en los hombros del muchacho. - Somos de otra especie, parecemos humanos pero no lo somos. El cambio ha comenzado hoy en ti, de forma natural y tardía, no comprendo como es que no te han encontrado antes, pero te aseguró que no pasarás por esto solo.

 

     Se separó del chico, el cual estaba boquiabierto y continuó hablando.

 

    - Aunque yo de ti comenzaría a despedirme de la gente que conoces porque lo más seguro es que no los vuelvas a ver nunca, por el bien de ellos mismos, porque van a aparecer mas de esos seres, cuyo objetivo es matarte o devorarte, como todo aquél que te rodea- dijo Milo, sonriéndole. – Vete a casa y descansa, nosotros te cuidaremos hasta que llegue el momento que tú decidas partir y venir con nosotros, porque ese momento llegará tarde o temprano.

 

    - Espera, no podemos quedarnos aquí, vendrán más cuando se enteren que esos rastreadores están muertos. Ninguno de los tres podemos quedarnos, estamos en territorio de combate, pondrás a este pueblo y los pueblos de alrededor en peligro, los Aniquiladores les mataran – dijo Aphrodite al tiempo que extendía la mano hacia delante, provocando que el escudo de cristal desapareciera.

 

    - Camus me gustaría que tomarás la decisión lo más rápido, por el bien de todos- dijo Milo.

 

    Sin pensarlo siquiera, Camus salió corriendo hacia su casa, al mismo tiempo que lágrimas traicioneras caían por sus mejillas, todas aquellas palabras no tenían sentido, aquellos hombres estaban locos, eran mentiras, todo eran mentiras. Sin embargo, en su interior, su instinto le decían que eran verdad. Aquellas cosas habían sido reales y en su vida había tenido tanto miedo como hoy, el hecho de que fueran aparecer más de ellas y que pudieran hacer daño a alguno de su seres queridos le parecía horrible. Pero por ello tenía que irse, para protegerles tenía que marcharse con dos tíos locos.

 

   - ¡Maldición!- gritó.


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