O n l y T h e F o o l s R u s h I n
Diez años.
Diez años ya pasaban desde que no se veían. Desde que él se había. Desde que él lo había abandonado. Desde que él lo había dejado solo.
Diez años de soledad, de vacío, de sentirse ahogado, de sentir ese dolor en su pecho...
Pero seguramente lo había echo por alguna razón, ¿no? No podía pensar en que lo había echo sin pensar en este, que se había ido olvidándolo como si nada...
No se puede pensar así de la persona de la que uno está enamorado. Porque sí, él estaba enamorado. Y lo amaba, con él había descubierto el amor, y este había sido anfitrión de casi todos sus encuentros, al igual que las risas y el llanto.
Era él al que deseaba siempre, con el que quería estar. No quería a nadie más, no quería amar a nadie más. Sí, estaba más que encaprichado con su ser.
Y no le importaba que digan que sólo los tontos se enamoran, al pelirrojo igual le gustaba tomarle la mano, besarlo, abrazarlo, seguirlo. Porque si pudiera lo habría echo por siempre sin problema alguno.
Y le molestaba pensar que ya no estaban juntos, que todo se había ido. Que ya no iba poder hacer más esas cosas, que no iba a volver a sentir su calor, sus besos, sus caricias tan reservadas para él, que estaba enamorado de algo que ya no se presentaba frente a él, alguien que podía estar tanto muerto como vivo y él sin saberlo, que el amor sólo era parte del pasado y sí lo sentía, pero con recuerdos, sólo recuerdos.
¿Y qué si eso era de tontos? Él no era tonto, en realidad era un alumno prodigio que no dejaba nada que desear ¿Acaso amar a alguien lo volvía tonto? Seguro Mihael pensaba así... Mihael... Mihael... Mihael... Mello... Mello... Mello... Harto lo tenía ese rubio, completamente harto. Estaba harto de todas las vueltas que daba en su cabeza, estaba harto de soñar con él, estaba harto de vivir para él... Y no podía, pero tampoco quería dejar de amarlo.
Ya estaba cansado de extrañarlo, de extrañarlo hora tras hora, día tras día, mes tras mes, año tras año... Ya no quería sufrir más por él, el dueño de sus recuerdos y si apareciera en este momento, de su presente.
Por eso, por eso iba a cortar con el sufrimiento, iba a dejar que los recuerdos se lo llevaran. Estaba harto de vivir en el pasado, pero tampoco podía pensar en el presente o en algún futuro sin él... Que seguía sin aparecer, sin venir a buscarlo.
Al pelirrojo siempre le pareció tonto hacerlo por amor, por sufrimiento. Pero ahora era él el que lo estaba viviendo y ya no lo aguantaba, ya no.
Sentía cómo su vista se nublaba, sólo podía ver la sangre, y a él, el rubio que ahora se estaba llevando su vida... Si había vivido por él, también moriría por él.
Al final tenían razón, el amor lo volvía tonto.