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Diarios indiscretos por LadyHenry

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IV. La agenda de Yuki.

   Acababa de levantarse, eran las siete de la mañana, se asomó por la ventana para ver cómo amanecía. Hacía frío y estaba nublado, la claridad se iba filtrando poco a poco, de una manera perezosa y desganada, de pronto empezó a soplar una fuerte  brisa cuya gelidez  causó un efecto estimulante en Wlad, despertándole por completo. Adoraba la sensación que producía el frío en su piel, era como si sus sentidos se agudizaran, entonces veía las cosas de una manera diferente, más lúcida, el invierno era su estación favorita y estaba dispuesto a disfrutarla al máximo ahora que había vuelto.

Después de licenciarse en bellas artes, gracias a su proyecto de final de carrera le habían ofrecido la oportunidad de trabajar en varias iglesias restaurando frescos, cosa que alternaba con su esporádica participación en exposiciones. Hasta que alguien se fijó en su trabajo y decidió apostar por él, había sido una mujer enérgica que le había obligado a realizar un trabajo agotador haciendo de éste su primera y casi única prioridad. Pero no se quejaba, tenía mucho que agradecerle a Yuki, su relación había funcionado a pesar de las dudas y reparos iniciales, después de todo tenían algunas cosas en común, su mezcla interracial por ejemplo, ambos tenían un padre americano, la madre de ella era japonesa y la suya rusa, pero lo que les unía tanto y había impedido que terminaran por matarse era su pasión por la pintura. Era eso lo que conseguía que dos personas tan dispares sacaran adelante un trabajo impecable. Aunque para ello tuvieran que ceder en cosas que podían ser sumamente molestas, como ponerse de acuerdo en los horarios. En esos momentos Wlad se arrepentía de haber accedido a madrugar tanto. Pero tenía que cumplir la apretada agenda que Yuki había trazado para él.

Primero debía asistir a un desayuno con el galerista que se encargaba de la muestra, menos mal que era un viejo conocido y la cosa se reduciría a ponerse al día de sus vidas, sin tener que recibir o dar superfluos halagos y demás estupideces propias de esas reuniones. Después tocaba ir a la galería para revisar la organización que llevaban a cabo y decidir los retoques finales, y por último tenía que recoger sus invitaciones personales.

Una sonrisa se dibujó en sus labios al pensar en ir a casa de Teo personalmente para dejarles las invitaciones, iba a invitar a sus antiguos vecinos, y de paso asegurarse de que el pequeño Teo no se escabullía de ir. Ya podía escuchar sus alborotadas quejas por tener que vestir con ropa formal y asistir a una reunión de divas del arte, como le gustaba llamarlos para molestar. Pero lejos de molestar lo que conseguía Teo era hacerle sonreír por su actitud infantil, que delataba que aún seguía importándole.

A pesar de que intentara evitarlo, esa forma de ignorarlo tan categórica, desvelaba que no le era indiferente, simplemente quería castigarlo, hacerle saber que estaba molesto. Pero ya estaba bien de tanto jueguecito, si tan enojado estaba que se lo dijera a la cara, que le pidiera explicaciones o le exigiera una disculpa, él estaba dispuesto a dárselas. Entendía que cometió un error al subestimar los sentimientos de Teo, lo había tratado como  a un niño que es demasiado infantil para preocuparse por cosas de adultos, no pensó que su marcha le afectara tanto, no le dio importancia a mantener el contacto. Simplemente creyó que Teo estaría ocupado creciendo y descubriendo cosas, que no se preocuparía por su vecino, puede que al principio lo extrañase algo, pero estaba convencido de que en poco tiempo lo habría olvidado, sustituiría sus paseos por partidos de baloncesto y sus primeras citas, y pasaría a ser un agradable recuerdo en la cabeza del menor.

Nada más alejado de la realidad, Teo se había apenado mucho, no comprendía por qué se había marchado sin despedirse de él. Lo había extrañado tanto... solía preguntarle qué tal le iba  a su madre hasta que un día escuchó a una vecina hablar por teléfono con él, al oír la frase "cuídate Wlad" y ver los labios de los que salía, su sangre se congeló. Si seguía teniendo contacto con toda la "puta" vecindad ¿por qué de él ni se había despedido? No pedía que se molestara en mantener el contacto, sabía que un crío de doce años no tenía mucho tema conversación, claro la vecinita esa tampoco lo tenía -suponía que tenía otras cosas con que suplir esa carencia- pero le hubiera gustado decirle adiós. Le resultó dolorosa la indiferencia demostrada por Wlad.

Aunque esa era su interpretación, la realidad era que Wlad detestaba las despedidas, y sólo con imaginarse la cara de cachorrito abandonado que podría ponerle Teo había desechado la opción de despedirse, le tenía mucho cariño, lo conocía desde que era un bebé, había estado cuando dio sus primeros pasos y dijo su primera palabra, le enseñó a montar en bicicleta, a jugar al ajedrez, a hablar ruso... y ahora iba a perderse cosas como su primera cita, sus dudas sobre el "amor", era un periodo confuso donde sabía que le iba a hacer falta, pero no podía estar a su lado, y no creía oportuno hablar de esas cosas por teléfono, debía tener a alguien a su lado que le apoyara. Sabía que si mantenía el contacto se aferraría a él y lo pasaría mal cuando necesitara a alguien que estuviera allí para abrazarlo o mirarlo a los ojos, al que no necesitaba contarle lo que le pasaba porque ya lo sabía. Con la intención de que Teo buscara amigos y se volviera independiente, había mantenido las distancias, creyendo que al volver retomarían su amistad.

Pero supo que esto no iba a ser así casi un año después de marcharse. Era el cumpleaños de Teo y le había mandado un regalo que escogió cuidadosamente, una edición especial de relatos seleccionados de Lovecraft, Teo lo adoraba, el terror era uno de sus géneros favoritos, estaba seguro de que era el regalo ideal. Pero una semana después de la fecha le llegó el paquete devuelto, el cartero llamó a su puerta y se lo entregó. Estupefacto, Wlad preguntó si la dirección estaba mal o si había alguna anomalía en el envío, pero el motivo era que el destinatario lo había devuelto. No salía de su asombro, había rechazado su regalo sin ni siquiera abrirlo, eso le daba a entender muchas cosas, y ninguna de ellas era mínimamente agradable. Teo debía estar muy enfadado con él, seguramente le había molestado que se marchara así. Y lo peor es que habría malinterpretado sus motivos. Con lo susceptible que podía llegar a ser no quería imaginarse lo que le esperaba a su vuelta, porque estaba claro que ya era tarde para llamarlo o intentar retomar el contacto.

 Tendría que esperar a las vacaciones para aclarar las cosas, pero esas vacaciones se fueron postergando, por proyectos, viajes largos, luego sus primeras exposiciones, había estado completamente absorto en el trabajo. Pero el suyo no era un trabajo en el que pudiera tener una rutina, siempre había sorpresas de última hora, exigencias que cumplir... porque para lograr una posición respetable había que tomarse muchas molestias que iban más allá del talento personal. Y eso le había llevado tiempo, no era una persona fácil, le gustaba tener espacio e ir a su aire, eso de andar riéndole las gracias a los críticos y demás especímenes del mundo del arte no le había agradado en absoluto. Pero ya había pasado por ese tramo del camino, ahora podía gozar de ciertas libertades y  disfrutar de más tiempo para su vida privada. Había aceptado impartir clases durante un semestre en la universidad de su ciudad, lo combinaría con una exposición y la restauración de algunos cuadros de la pinacoteca Rush. Le apetecía pasar una temporada tranquila con su familia, sus viejos amigos... volver a sentirse en casa.

Su llegada había sido algo repentina y ajetreada,  se había preocupado bastante porque su material de trabajo llegara intacto, descuidando otros detalles, como parte de su ropa de invierno, por lo que nada más llegar tuvo que ir de tiendas. Estaba en el centro comercial con su hermana, embarazada de seis meses, mirando abrigos y ropa para el bebé, después de dos horas de compras decidieron tomarse un descanso en la cafetería. Su futura sobrina no paraba de moverse y eso tenía cansada a Ellen, hablaban de los posibles nombres a ponerle, no acababan de decidirse aún y ya no les quedaba mucho tiempo. Wlad estaba escuchando las divagaciones de Ellen mientras le tocaba la abultada barriga, esa niña iba a ser muy inquieta, se estaba moviendo demasiado... Y de pronto sus ojos grises se fijaron en un pequeño grupo de adolescentes.

Había tres chicos y dos chicas, y entre ellos se encontraba Teo. Sabía que había crecido bastante, aunque sus rostro seguía mostrando rasgos aniñados su mirada no era la misma, ese aire desafiante se había incrementado considerablemente, pero ya no brillaba con esa luz ingenua tan encantadora, sus detallistas ojos de pintor percibían perfectamente como la seriedad había hecho más turbia aquellas radiantes orbes. Su aire desenfadado había sido sustituido por una pose de indiferencia, se le notaba más distante y relajado, ya no era el pequeño hiperactivo que iba corriendo de un lado  a otro sin resuello, que mostraba una encantadora timidez o se emocionaba abiertamente con las cosas que le gustaban.

 Ahora era un adolescente pasota con aire de suficiencia y por lo que podía observar sólo el rubio que en esos momentos estaba colgado de su cuello sacaba a relucir esas facetas espontáneas  e infantiles que prefería ocultar. Pero Teo siempre había tenido un temperamento explosivo, le costaba horrores controlarse cuando algo le molestaba...

Ese era su punto débil, tenía mucho aguante, y seguro que lo había desarrollado más, pero la paciencia seguía escaseando. Y si la forzaba de la manera adecuada acabaría estallando... sólo tenía que esperar la ocasión propicia para retomar el contacto.

La voz de Ellen lo sacó de sus pensamientos.

-¿Estás mirando a Teo?-preguntó mientras se terminaba su infusión.

-Sí, parece que la adolescencia ha cambiado su carácter-respondió Wlad apartando la mirada del grupo.

-Y no sólo el carácter, hay que ver cómo ha crecido-agregó Ellen sonriendo mientras miraba a Wlad acusadoramente.

-Cierto, se ha convertido en un hombrecito muy guapo-replicó.

-Guapo e indolente, fuera de su grupo de amigos y su hermana pasa de todo.

-¿No le va bien en la escuela?

-Sí, está en el mismo grupo que Wolf, suelen reñirles por alborotar...

-¿Cuál de ellos es Wolf?

-El rubio que estaba colgado de Teo cuando le mirabas.

-¿Va a tu academia de idiomas?

-No es mi academia, soy la directora, y no, Teo viene con Brian, que es el chico de ojos celestes y pelo castaño  que está sentado a su izquierda.

-Está muy bien acompañado...-susurró Wlad para sí mismo.

-¿No era eso lo que querías?-interrumpió sus pensamientos Ellen-decías que estaba demasiado pegado a tus faldas, que debería salir con gente de su edad...

-Sí, y me parece estupendo que tenga tan buenos amigos. Lo que no me gusta es que me haya dado de lado-se quejó Wlad dándole un sorbo  a su café.

-Acabas de llegar...

-Pero ha evitado el contacto por completo.

-Bueno ya sabes lo cabezota que puede llegar a ser, vas a tener que ser paciente.

-Eso no será problema-afirmó Wlad sonriendo maliciosamente, sólo debía esperar el momento adecuado para acercarse.

Ese mismo día al salir del centro comercial Teo se quedó petrificado al verlo, a pesar de estar al tanto de su vuelta nunca pensó que le impactaría tanto volver a encontrárselo, creyó que el paso del tiempo había mermado sus ganas de estar con Wlad, que le sería indiferente . Pero no fue así, en ese instante en que sus miradas se cruzaron todo esa rabia y frustración que estaban enterradas volvieron a resurgir, le hubiera gustado decirle que era un cretino, que podía meterse sus regalos por donde le cupieran y que necesitaba una disculpa por haberse marchado sin despedirse. Pero se negaba en rotundo a darle ese placer, no pensaba dejarle saber lo mal que lo había pasado por su culpa, ni lo mucho que lo había echado de menos... Iba a darle de su propia medicina.

Y eso había hecho durante dos meses, en los que sólo le dirigió furtivas miradas condescendientes y saludos por compromiso, algún que otro buenos días y un escueto hola delante de su familia, nada a solas. Hasta que se encontraron un lluvioso día y Wlad dio el paso, ya era hora de acabar con ese mutismo. De ese encuentro Teo salió algo quemado, Wlad había roto con una asombrosa facilidad esa distancia que tanto empeño en mantener tenía, y viendo el resultado el menor decidió que mejor sería intentar contraatacar. Uno pensaba en vengarse y el otro sólo podía sonreír de satisfacción al ver que su pequeño había crecido tanto sin perder esa adorable obstinación que le encantaba.

Una semana después de ese accidentado reencuentro Teo volvía a su casa algo cansado después de acudir a una de las reuniones del grupo de teatro. Jay les había comunicado ciertos cambios que le preocupaban, y no paraba de darle vueltas al asunto. Así que cuando al entrar se encontró a Wlad y a una mujer de rasgos orientales hablando con sus padres sólo atinó a saludar mostrando su confusión.

-Buenas tardes-dijo al llegar al salón.

-Oh querido, qué bueno que llegaras a tiempo. Wlad y su agente han venido a invitarnos personalmente a su exposición ¿no es fantástico?-preguntó su madre mocionada.

-Claro ¿no nos presentan?-replicó Teo mirando a Yuki con curiosidad.

-Cierto, disculpa la torpeza-dijo Wlad en tono relajado-Teo esta adorable mujer es Yuki, mi agente.

-Encantado-respondió Teo estrechando con suavidad la mano de Yuki-yo soy Teo, un vecino de Wlad.

-He oído hablar mucho de ti-añadió Yuki con una mueca que podía descifrarse como una sonrisa.

-Espero que algo de lo que haya oído sea bueno-sonrió Teo.

-Según Wlad eras un niño adorable-comentó Yuki mirando de reojo al pintor con un dejo de reproche.

-Lástima que haya dejado de serlo-agregó Teo intentando deshacerse de esa imagen infantil.

-Cierto-secundó Yuki.

-A mí me sigues pareciendo adorable-opinó Wlad obsequiándole con otra de sus sonrisas inquietantes.

-Se refería a dejar de ser un niño-objetó Yuki con un tono próximo al regaño.

-Me alegra encontrar a alguien que entienda lo que digo-dijo Teo mirando a Yuki con simpatía.

-Bueno, me parece que se nos hace tarde-cortó Wlad-debemos volver al museo para ultimar detalles, espero verlos en la inauguración.

-Ha sido un placer conocerlos-se despidió Yuki haciendo una leve inclinación.

-Nos alegramos mucho de que se tomaran las molestias de venir, vuelvan siempre que quieran-respondió la madre de Teo.

-¿Entonces contamos con su asistencia?-preguntó Wlad mirando a Teo fijamente.

-Por su puesto querido, iremos todos, no nos lo perderíamos por nada-aseguró la señora con convicción.

Al salir Yuki miró a Wlad exigiéndole una explicación, recibiendo como respuesta una sonora carcajada. Mientras tanto Teo leía las invitaciones, y su enfado iba aumentando al ver que tendría que ir de etiqueta, ya era bastante molesto no poder negarse y tener que ser testigo de cómo el resto de la cuidad le hacía la pelota a Wlad, pero vestirse de pingüino... eso era demasiado. Tenía que buscar la manera de devolverle la jugada, ya pensaría algo más tarde, llamaría a Wolf, siempre que se trataba de tramar algo para molestar tenía buenas ideas... pero ahora necesitaba darse un buen baño. El día había sido agotador.

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