Ese día, la tarde, que pronto se convertiría en noche, tenía un ligero aspecto frágil, como aterciopelado, en su ser. El silencio y la quietud reinaban allí. Aquel vecindario, con hermosos jardines que denotaban una gran dedicación por parte de sus respectivos habitantes, aquellas calles y sus modestos hogares, que para muchos significaba demasiado y para otros, nada… estaban cubiertos de pequeñas perlas que la lluvia se encargaba de repartir a cada recóndito rincón que intentaba ocultarse de ella.
Ni un alma circulaba por las aceras, y tampoco se veía movimiento en las demás casas de alrededor. Sólo se podía ver una pequeña silueta, asomarse en uno de los ventanales del piso superior de una elegante morada que relucía, casi con orgullo, una pequeña placa de bronce que rezaba Familia Uchiha. Era la figura de una niña de largos cabellos color azabache y unos impresionantes ojos azul zafiro, que miraba de soslayo la calle que hasta ese momento solo habían pasado un par de personas. Suspiró.
-Papá…-
En los ojos del infante, se veía claramente su tristeza. Su padre a medida que pasaban los años fue perdiendo el carisma y la arrogancia que tanto lo caracterizaban, pero no por la vejez, sino porque su situación actual no era la más agradable. Hacía ya seis meses que Sasuke Uchiha se había divorciado. Sí, así era, aquella relación que se había encendido como una llama apasionada, llena de deseo, llena de sueños y planes para el futuro se había extinguido. Sólo un plan se pudo concretar: El nacimiento de Eri Uchiha.
La niña no podía negar que había sido criada en un ambiente familiar cálido, pero en los últimos años, la situación se encontraba tan deplorable, que la misma madre de Eri tomaba sus cosas y se marchaba sin ni siquiera despedirse de su hija. Así dio como resultado, finalmente, el divorcio. Eri apreciaba mucho a su padre, ella afirmaba que lo quería muchísimo más que a su madre, y por esa razón Sasuke ganó la tenencia de su hija. Luego de eso su ex –esposa, desapareció.
Una vez solo, cambió de empleo y por fin había logrado entrar a la universidad como profesor de literatura, una pasión que tenía dormida por mucho tiempo. Asimismo, Uchiha no era el mismo de siempre, toda esta situación le había dado un giro de 180° a su ser. Actuaba de forma apagada y una sonrisa amarga –y hasta a veces fingida- habían reemplazado a la natural y confiada, muy propias de él. Su hija, (como todo buen hijo) había notado este cambio paulatino, y no podía permitir que su padre cayera un pozo depresivo… pero ¿Qué podía hacer?
La ojiazul tomó su gatito negro de peluche, el cual su padre se lo regaló por un detalle curioso, el peluche tenía casi el mismo azul intenso que los ojos de su niña. Ésta lo abrazo fuertemente, escrutando la, ahora, oscuridad que envolvía más y más la calle.
-¿Qué puedo hacer Fumi? u3u - Le preguntó preocupada a su gatito.
-Papá está triste…- murmuró, recordando la sonrisa más amarga que había visto en su rostro.
De pronto recordó que su progenitor algunas semanas antes había salido con algunas mujeres. A Eri esto no le había agradado demasiado, ya que en primer lugar ella era muy celosa de él y en segundo ¡ninguna de las mujeres que habían pisado su hogar era merecedora de su tan genial papi! En especial la última, una fulana de piel pálida, de cabello largo y azabache, igual que sus ojos, que traían puestos unos anteojos en forma de rectángulo que le daba cierto aire intelectual. Eri podría haber jurado que si su padre tuviera una versión femenina de su persona, ¡ella sería esa versión! Igualmente no le gustó para nada, era demasiado vulgar y más en su manera de vestir, ¡Prácticamente se le veía todo!
Así que cuando volvieron de su cita y la mujerzuela se dirigía hacia su auto para abandonar el lugar, la pequeña le dedico una hermosa sonrisa y desde la puerta la despidió con un ¡¡¡Zorra!!! Cerrándole la puerta en sus mismas narices.
-Jejeje òwó - rió divertida y a la vez con la satisfacción de que había hecho algo malo, con lo que se ganó una regañada por parte del mayor, pero no iba a dejar que su padre se humillara saliendo con esa fulana de nuevo, ¿o si?
Pero luego de recordar aquella escena, consideró que así nunca su papi tendría una buena pareja… ¿Qué rayos les ve…? Se preguntó, mientras acariciaba inconscientemente a su gatito negro. De cualquier forma, si papá sale con otra mujer tampoco tendrá lo que necesita… Ninguna es buena para él… Recapacitaba la azabache, a la vez que se había parado y comenzado a caminar por toda su habitación.
La lluvia comenzó a azotar más fuerte el tejado e hizo que Eri saliera de su ensimismamiento. Se dirigió a la ventana y la cerró con algo de preocupación. Todavía su padre no había llegado. Volteó y notó que había dejado a Fumi en su escritorio, caminó hacia él y lo tomó nuevamente en sus manitos, alzándolo a la altura de su pequeño rostro.
-¿Qué le gustaría a papá?- Sus ojos se concentraron un momento en los ojos azul eléctrico que tenía el peluche. Y… ¡Eureka! El rostro de Eri se ilumino por completo y una gran sonrisa se dibujó en su rostro.
-¡¡¡Si papá no consigue una pareja adecuada, yo se la conseguiré a él!!! *0*- Exclamó eufórica. Abrazó fuertemente al gatito en sus bracitos de niña.-Gracias Fumi, ¡siempre me das buenas ideas!
-Eriiiiiii, ya estoy en casa…- Anunció el mayor, quitándose la chaqueta mojada por la lluvia.
-¡¡¡Papá!!! n0n - La niña bajó lo más rápido que sus piernitas le permitían, y una vez abajo se abalanzó a los brazos de su padre.
-Veo que estas de buen humor, ¿Te ha pasado algo mientras no estuve?
-Nada interesante, ¡sólo que te he extrañado muuucho! >3<
Y como dicen, “Donde llovió, paró” a la mañana del día siguiente, no solo había parado de llover, sino que el día les regalaba un cálido sol mañanero y el paisaje de miles de perlas más brillantes que nunca, esparcidas por todo paisaje verde tan característico del verano.
Ya hacía una semana que las clases, nuevamente habían comenzado sus jornadas anuales, llenas del espíritu estudiantil en el ambiente. La emoción de encontrarse luego de unas largas vacaciones y de contar anécdotas de las mismas, llenaban el aire de murmullo y bienestar. Y esa era una de las cosas que ponía de muy buen humor a Sasuke, ya que siendo profesor de algo que le apasionaba fervientemente y ver ese entusiasmo en sus futuros alumnos, simplemente le alegraba. Aunque, claro, no iba a dejar muy evidente esa pequeña debilidad suya.
Iba de la mano de su única hija, si de algo estaba seguro es que daría la vida por proteger a su pequeña niña. La amaba y había sido la causa por la cual no se había separado antes, de aquella bruja, y ahora que estaba sólo, podía disfrutarla, mimarla y consentirla cuánto quisiere. Se encargaría de que fuese una dama hecha y derecha, como todas las Uchiha de su familia y además, por sobre todas las cosas, iba a criarla con el más profundo amor y respeto que podía tener un padre hacia su hija. Y por supuesto que no dejaría que nadie… tocara a su pequeña. ¡Si alguien se atrevía él seguro lo mataría! Pero lo haría lentamente, ¿Por qué tener que hacerlo rápido y sin dolor…? ¡O no señor! Primero agarraría tal vez una tijera y…
-Papá, ¿Estás bien? o.ô
-¿Umm…? Ehh… si n_ñ- Contestó notando que había empezado a apretar la pequeña manito de su niña. –Bueno, hemos llegado- Anunció el mayor deteniendo su marcha al encontrarse frente al colegio al que Eri asistía, renombrado como uno de los más prestigiosos de la zona.
-Cariño, quiero que te portes bien, ¿si?- murmuró el azabache, acariciando con delicadeza la cabeza morena de su pequeño tesoro, como si fuera la cosa más frágil del mundo.
-¡Si! n_n- Contestó alegremente la ojiazul, dándole un tierno beso en la mejilla a su padre, antes de marcharse hacia la entrada donde se encontraba su amiga.
El azabache quedó unos minutos observándola. Era tan preciosa…
Le preocupaba enormemente que Eri no tuviera madre, ya que sin ella su familia había quedado incompleta y tal vez se sentía sola por las tardes, y ni siquiera podía salir a dar una vuelta, apenas tenía 6 años de vida y ahora su vida había dado giro inesperado. Su vida… ¿Y acaso él no se sentía solo también? Debía admitir que sí, pero era mejor así, que haber salido con esas imbéciles. ¿Por qué tenían que ser tan arrastradas? Había decidido no salir con nadie más, desde que salió con la incompetente de… ¿Cómo se llamaba? Karin… sí esa. Se había puesto una minifalda tan corta que tranquilamente podría haberle visto el hígado si se lo proponía. Y cuando por fin pudo despegarse de ella, su hija, su más grande orgullo hizo los honores y la llamó Zorra. Realmente más digna de portar el apellido Uchiha no podría ser. Aunque no podía permitir que ella se diera esos lujos, así que debió regañarla.
De pronto la campana que anunciaba el inicio de clases, se hizo escuchar, como bien lo hacía todas las mañanas. Los alumnos comenzaron a avanzar con más rapidez, y perdido en sus cavilaciones había perdido de vista a su niña. Bajó la vista a su reloj y para sorpresa del azabache, vio que se le hacía tarde para su primera clase del día. No tuvo más remedio que echar otro vistazo a su alrededor para ver donde se había escabullido su pequeña, pero sin éxito se marchó a toda velocidad del lugar.
La campana ya había sonado, pero Eri seguía de pie enfrente de la puerta principal, observando hacia el reloj que indicaba que estaba llegando 2 minutos tarde a clases, pero aún así no se movía de allí. Su amiga Haruhi, que por unos instantes también había perdido a Eri, volvió a su lado.
-¡Eri! ¿Qué haces? Tenemos que entrar… o_ó
-Es que… no sé que hacer
-¿De que estás hablando? O_ô- preguntó sorprendida y a la vez apurada por entrar
-Mejor… me voy con papá n_n- sonrió
-¿Qué? Pero si… ._.- logró balbucear señalando hacia fuera, indicando que su padre había estado allí unos minutos antes.
-No te preocupes Haru, ¡yo estaré bien!- Saludó Eri corriendo hacia el lado opuesto.
-Pero…- Haruhi se había quedado inmóvil, observando como la azabache se alejaba de su lado.
-Jijiji creo que papá se enojará mucho conmigo n_ñU- se dijo a sí misma caminando por la esquina que su padre había girado hace apenas varios minutos después. Sasuke le había enseñado a su hija en las vacaciones, el camino hacia su nuevo trabajo por si alguna vez necesitaba ayuda, pero sólo en casos de emergencia… Este precisamente no era un caso de esos pero…
Luego de caminar varias manzanas tal como le había dicho su papi, se encontró con la universidad. Era inmensa mucho más que el colegio, además de que tenía un aspecto antiguo que le daba cierta presencia al lugar. Había estudiantes por todas partes, esperando entrar a sus clases, otros saliendo de ellas, los recién llegados, los que se dirigían a la cafetería, los que iban al baño, muchos y por todo el lugar. Maravillada, Eri se encaminó hacía allí, observando cada detalle. Mirara por donde lo mirara, ese lugar parecía estar llenos de secretos y misterios por descubrir. Cada vez le parecía más interesante, en especial para ella que era una niña aventurera en potencia. Sus pequeños pies la llevaron por muchos rincones curiosos, y a pesar de que los estudiantes se preguntaban que hacía una niña allí, no le daban tanta importancia y seguían con sus asuntos. Así estuvo casi por una hora, hasta que pronto el alumnado fue vaciando los pasillos, dejándolos algo solitarios y un poco macabros… para los ojos de una niña de 6 años. Pronto el temor fue apoderándose de ella y buscando a su padre, la única persona que conocía allí y a la única que tenía en el mundo, aparte de Haruhi.
-Papá…- susurró en medio de un pasillo que se veía algo oscuro. Y pronto las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. Así rompió en un llanto silencioso y algo lastimero. Pero por más lágrimas que derramara nadie estaba allí para ayudarla. Así que reunió toda su valentía, y siguió caminando en busca de su padre. Temblaba ligeramente, tambaleándose un poco, llegó a la otra punta del edificio, pero antes de poder doblar la esquina un muchacho alto topó con ella, provocando que la niña trastabillara y cayera hacia atrás. El susto y el golpe, hicieron que Eri quebrara en llanto por segunda vez en el día.
-¡Ah! ¡Lo siento!- se disculpó apresuradamente el muchacho. Eri levantó la vista, era un muchacho de piel bronceada, con unas extrañas marcas en sus mejillas… cabello rubio y ojos zafiro, como los suyos. -¿Estás bien?- preguntó éste al ver que ya se había calmado, mientras le acaricia la cabeza suavemente.
-S-si
-Oye pequeña, ¿Estás buscando a alguien…? Es raro ver a una niña tan bonita como tú en una universidad… a menos que seas una genio- bromeó sonriéndole.
Eri rió bajito, mientras hipaba. –a-a mi papá- Qué amable… pensó.
–Bueno si quieres te ayudaré a buscarlo, dime ¿Cómo te llamas?- pregunto ofreciéndole sus fuertes manos, para que volviera a estar de pie.
–Eri….¿y tu?- preguntó tímidamente la azabache, era la primera vez que hablaba con un chico tan grande como el.
-Mi nombre es Naruto… Naruto Uzumaki, un gusto conocerte Eri
Continuará♥