Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Emociones por Miya_0322

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Aquí el segundo capítulo. No esperen lemon, pero quizás algunos roces.
    Se encontraba en la paz perfecta, hasta que sintió como si alguien lo empujara hacia su cuerpo de un golpe. Por el sobresalto quiso sentarse y abrir los ojos, pero todo se puso negro y cayó de espaldas con la mano derecha cubriéndose sus bellos jades.
    Realmente se sentía fatal.
    Tratando de sostenerse los ojos, rozó algo que tenía en la frente, y se dio cuenta de que tenía un paño húmedo y frío. Al mismo tiempo, con su mano izquierda tanteó sus alrededores, y se percató de que estaba en una cama, cubierto con una sábana. Lentamente fue abriendo sus ojos, y entonces…
    - ¿Shaka? -preguntó al ver dos cielos azules que lo miraban con un dejo de… ¿preocupación?- ¿Qué pasó? ¿Qué estoy haciendo…?
    El rubio estaba sentado de piernas cruzadas y con las manos sobre la falda, en una silla junto a la cama del león. En su mesa de luz había agua para remojar el paño y bajarle la fiebre, y un botiquín con vendas y demás.
    Al ver que su amigo intentaba incorporarse, Shaka colocó sus manos con delicadeza sobre el pecho bronceado, y muy despacio lo hizo recostarse. Ese roce, esa sensación… sólo se producía cuando lo tocaba, cuando lo sentía cerca… pero aún así, estaba seguro de que ya lo había sentido antes.
    - Te desmayaste hoy a la tarde… -explicó Virgo. Hizo una pausa para volver a mojar el paño, y con cuidado se la colocó en la frente, para recuperar su postura- Después de haber dado tanta sangre para reparar las armaduras de Leo y Sagitario, y haber recibido el ataque de Milo…
    - ¿Por qué estas acá, Shaka?
    - Porque te encontré casi inconciente, y a pesar de que habías cerrado los cortes en tus muñecas, se abrieron nuevamente… -respondió evasivo.
    - No me cambies de tema… -Leo se percató de la evasiva- No es a eso a lo que me refiero… ¿Por qué me estás cuidando?
    - Porque una vez, hace ya más de siete años… -el rubio le quitó el paño de la frente, y colocó el dorso de su mano para ver si tenía temperatura- prometí guardar tu vida, sin importar lo que pasara…
    Un escalofrío recorrió el cuerpo del castaño cuando sintió la mano de su amigo en su frente, pero una sensación aún más rara invadió hasta sus huesos al escuchar las palabras que éste le estaba diciendo.
    Shaka se refería a la vez que tuvieron que enfrentarse a los doce Titanes y, tras haber sido enviados a una misión especial, Aioria luchó contra uno de los dioses a costa de su vida para proteger al rubio -que en ese momento consideraba como uno de los asesinos de su hermano- que se encontraba indefenso.
    Pero tras derrotar a su oponente, Leo cayó inconciente. Dos de los gigantes se aproximaron a atacarlos, y Virgo los derrotó, peleando con ellos mientras sostenía a un malherido Aioria entre sus brazos. Y después de eso… le prometió guardar su vida a como diera lugar, porque desde ese momento… eran amigos.
    De nuevo esa extraña sensación recorrió el cuerpo del felino, haciendo que su mente trabajara a mil por hora. ¿Qué estaba pasando? Shaka era su amigo… Pero esa sensación de paz que lo invadía al saber que el rubio estaba cerca, que lo iba a cuidar… Recordó lo que sintió, a pesar de estar inconciente, cuando Shaka lo tomó entre sus brazos y comenzó a luchar contra los titanes, y nuevamente los escalofríos recorrieron su piel.
    - Aioria… -la voz del rubio lo trajo a la realidad- ¿Te sientes bien?
    - Si… -dijo tranquilamente. Su orgullo no le permitía demostrar el torbellino interior que tantos recuerdos le habían causado- Gracias…
    - Para algo están los amigos…
    - ¿Qué… qué hora es? -preguntó el felino, mirándolo directamente a los ojos, con sus dos jades que emanaban seguridad.
    Esa era sin duda una situación extraña. ¿Por qué la mirada de ese Santo Dorado tenía ese efecto en él? Ni por más que se pasara horas meditando, lograba obtener una respuesta. Era como si toda su iluminación se esfumara cuando Leo le dirigía una atención.
    Shaka desvió su mirada hacia las estrellas que se divisaban en el cielo a través de la ventana de la habitación del templo de Leo, y se quedó pensando… recordando…
    Recordando de aquella vez cuando, mientras él meditaba y expandía su cosmos, Aioria se enfrentó a duelo contra un dios, levantándose una y otra vez sin importar la cantidad de heridas, o la sangre derramada, o la cantidad de veces que estuvo al borde de la desesperanza… El León Dorado había luchado y alzado sus colmillos sólo para protegerlo, poniendo a juego su vida, a pesar de considerarlo un asesino de su hermano.
    Un hormigueo recorrió su espalda al recordar cuantas veces el castaño se había levantado valientemente para pelear y protegerlo, aún después del rencor, y de que el rubio nunca lo había tratado bien hasta ese momento. Esas cosquillas fueron acompañadas de un vacío que inundó su estómago, provocándole sensaciones totalmente desconocidas.
    Algo lo trajo a la realidad. Un pequeño tirón en su pantalón hizo que bajara su mirada celeste para encontrarse con un Aioria que trataba de llamarle la atención tironeándole de la ropa, y mirándolo con los ojos de un niño inocente.
    - Perdón… -masculló Shaka- Son casi las once de la noche…
    Intentaron charlar un poco más, pero el felino se durmió en el medio de la plática, dejando a un rubio anonadado. Aioria había madurado mucho desde que había recibido su armadura, y ahora era todo un caballero honrado, servil, poderoso… pero no por eso había perdido el alma de niño que llevaba en su interior, y eso… eso era lo que Shaka no acababa de entender.

    El sol caluroso del mediodía se reflejaba en el pasto, pero no por eso el guardián de la octava casa se iba a privar de almorzar en las afueras de su templo. Tras haber pasado un buen rato luchando con la cocina -debía reconocerlo, él no era bueno en eso- había conseguido sacar algo comestible, y había aprovechado el sol del momento.
    Justo cuando se disponía a probar bocado, sintió una presencia conocida acercándose rápidamente, y -para poder observar bien la situación- disminuyó su cosmos, y se ocultó tras una de las columnas de su templo. Segundos después, Shaka apareció corriendo en la entrada, y al no divisar a nadie, cruzó el templo de Escorpio a grandes pasos, y continuó corriendo escaleras arriba.
    - ¿Shaka corriendo? -masculló con un bocado entre los dientes- ¿Habrá decidido hacer ejercicio? -terminó de tragar- No… imposible… Y volvió a sentarse en las afueras, para continuar su interrumpido almuerzo.
    Pasó más de una hora, y Milo se decidió a subir hasta Acuario, después de todo, Camus era su amigo, y debía hablar con él.  Sin perder más tiempo, se cambió por una camiseta sin magas color negra, se alisó el cabello, y salió caminando muy tranquilamente disfrutando del sol griego de pasado medio día.
    Justo cuando entraba en el templo de Capricornio, sintió nuevamente la misma presencia, pero que ésta vez venía en bajada. Nuevamente disminuyó su cosmos, y se ocultó tras una columna: él y virgo… no eran personalidades demasiado compatibles, a pesar de ser compañeros.
    Shaka apareció por el décimo templo, pero al no percibir a su propietario, lo cruzó corriendo y se dirigió templos más abajo. Milo estiró la cabeza para observarlo, y vio que alguien también había hecho lo mismo.
    - Shura… -saludó al ver al morocho salir de atrás de otra columna- ¿Shaka corriendo? -inquirió señalando la puerta de entrada.
    - Hace un rato subió corriendo… -el español se cruzó de brazos- la verdad, no se que le puede haber pasado… La armadura de Virgo recién la van a reparar mañana, al igual que la de Acuario…
    - Que extraño… -ambos se quedaron sacando conclusiones en silencio, hasta que por fin Milo comenzó a caminar hacia la salida- Yo estoy de paso… Nos vemos…
    Y desapareció por la salida, caminando tranquilamente, mientras el viento volaba sus cabellos. Shura se acercó al otro extremo, y miró el templo anterior al propio: vacío… Suspiró preguntándose porqué Aioros no había vuelto, y sin más, volvió para contemplar la bella estatua que había en el interior.
    Mientras el rubio continuaba cruzando templos hacia abajo, el de cabellos azulados ya había llegado al onceavo, y se disponía a entrar, cuando una imagen le llamó la atención.
    Caminó hacia el lateral del templo y vio que, bajo la sombra de un árbol, Camus estaba recostado con las piernas extendidas y cruzadas, la espalda recargada en el árbol, las manos -cuyas uñas estaban pintadas en negro- entrelazaban sus dedos sobre su abdomen, y con la cabeza un poco hacia atrás, había cubierto su rostro con un libro.
    - Viejas costumbres… -murmuró el de mirada turquesa, al recordar su infancia, en la que Camus siempre solía dormir bajo ese árbol, tras haber pasado un buen tiempo leyendo.
    Sin siquiera despertarlo, se sentó del otro lado del árbol, esperando que su amigo saliera del sueño por su propia cuenta.

    Mientras tanto, y ya en el templo de Leo, el rubio de piel blanca, manos tersas, y ojos celestes como el cielo límpido entró en la habitación del guardián del lugar, sólo para encontrarlo durmiendo de lado, de espaldas a la ventana.
    Se acercó hacia él, y dudó de cómo despertarlo. Como nunca antes le había pasado, sentía una gran necesidad de tocarle el rostro, de contornear sus marcados músculos de los brazos con sus dedos… Pero algo lo detuvo.
    Colocó su mano sobre la del moreno que descansaba cerca de su rostro, y pudo sentir como el aliento de Leo chocaba contra su piel blanquecina, y lo hacía estremecer hasta los huesos.
    - Aioria, despierta… -le dijo, suavemente, y movió su mano un poco, logrando que la mirada jade se mostrara tan solo un poco- Tienes que subir…
    - ¿Qué… qué ocurrió? -preguntó, terminando de despertarse, y dándose cuenta que gracias a los cuidados de su amigo, se encontraba mucho mejor.
    - Son las armaduras de Leo y Sagitario… deberías subir al Templo del Patriarca…

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).