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Sol y Luna por Alex JB

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Notas del fanfic:

Ohayoo!!! Aquí vuelve Alex con otra de sus atrocidades !!! Wohohoho...
Esta vez quería hacer un fic más simple, sin líos, sin misterios, sin muertes, sin... sin argumento, ya que estamos...
Es simplemente una historia de amor que llevaba pensando hace mucho, además, creo que el protagonista se identifica un poco conmigo...
Trataré de que sea amena y no muy desagradable de leer ^^

Notas del capitulo: >.< Primer capítulo!!
Como siempre: una mierda.
Me inspiré en un sueño que tuve en el que un chico de ojos plateados se mordía la lengua.
Ojalá guste.
Discalimer: Estos chicos y su historia son de mi invención. Respeta su propiedad.


Si por algo era famoso, aparte, claro está, de sus increíbles notas, sus dotes para el dibujo, la música, los deportes y el trato con los profesores, era por su gran popularidad entre las chicas de todos los cursos. Las traía locas a todas, a pesar de que casi ninguna había hablado nunca con él.

Y yo las entendía… Ya que yo también andaba loquito por él a pesar de que nunca me había mirado. Normal. Yo era un tío. Seguramente él se fijaría en la tía más pechugona que se le pusiese por delante.

Y en ese día, con seguridad serían muchas las que se pondrían relleno en el sujetador con tal de lograr su atención, ya que era, nada más y nada menos que San Valentín…

Suspiré y apoyé mi frente contra el cristal de la ventana. Afuera brillaba el sol con fuerza a pesar de ser pleno Febrero.

Se podía ver a los estudiantes tumbados en el césped de los jardines del centro, aprovechando las horas libres que se concedían.

Las mismas que yo tenía. Pero yo, a diferencia de esos chavales, no tenía ningún interés en salir a ver cómo se liaban las parejas recién hechas. Tampoco tenía ganas ver cómo atosigaban a don popular, y mucho menos tenía intención de ligarme yo a nadie, ya que mis ojos eran solo para él…

Volví a suspirar y cerré los ojos. Maldita la hora en la que me había enamorado de él… Si al menos fuese una chica pechugona… Pero no, estaba más plano que la mesa.

Me rasqué la cabeza distraídamente. Bueno, un tío con pechos habría sido demasiado extraño de ver…


Alguien me golpeó el brazo con urgencia. Abrí los ojos y me giré con reticencia.

Frente a mi mesa se encontraba Virginia, la única chica que he visto que es capaz de combinar ocho tonos de rosa y que no parezca un bollo de fresa.

-¿Qué pasa? –No tenía muchas ganas de aguantarla, y ella tampoco parecía venir con esa intención, ya que llevaba colgado del brazo su bolsito magenta y sus chismosas amigas la esperaban en la puerta del aula.

-¿No vas a salir?-Inquirió ignorando mi pregunta anterior.

-Estoy muy bien aquí, gracias. No sabes lo cómoda que es esta silla.

Me echó una mirada entre asesina y de idiota y se encogió de hombros.

-Lo que prefieras. De todas formas en algún momento tendrás que salir y te quiero pedir un favor para que hagas cuando decidas dejar esta sala de tortura.

Me acomodé mejor en la silla.

-A ver. Deslúmbrame.

Virginia rebuscó un rato en su diminuto bolso para acabar sacando un sobre que me puso encima de la mesa.

-Es una carta.- Informó con voz seria. ¡Cómo si no me hubiese dado cuenta ya!- Quiero que se la des a Taiyo en cuanto lo veas. ¿De acuerdo? Te lo pido como una amiga, por favor.

Ella no sabía qué era eso de la amistad…

Miré el sobre receloso. Aquello que había estado evitando un día entero ahora se encontraba sobre mi mesa a escasos centímetros de mi mano.

-¿Es una carta de amor?

Pareció molesta ante mi pregunta.

-¡Pues claro que sí! Quiero pedirle que salga conmigo, pero no quedaría bien que se la diese yo en persona.

-Y por eso se la das a un tío, porque parecería que tienes el poder suficiente como para mandar a alguien… Muy inteligente por tu parte.

Virginia puso los ojos en blanco. Ciertamente era divertido verla exasperada.

-¿Pero lo vas a hacer o no?

Me encogí de hombros.

-¿Qué más remedio?- Cogí la carta y me la guardé en el bolsillo procurando arrugarla un poco. –Se la daré en cuanto lo vea.

-Muchas gracias, pero procura que nadie te vea, si no sabrán que te he mandado yo y no quiero que nadie se entere.

Contemplé a las cotorras que la esperaban en la puerta. Si no quería que nadie se enterara lo primero que tenía que hacer era cortarle la lengua a esas víboras.

-Está bien. –Volví a acomodarme en mi asiento y aparté mi mirada de ella.

-Entonces hasta luego, y gracias.

Hice un movimiento con la mano y esperé que la puerta se cerrase.

Era un idiota. ¿Por qué coño había aceptado darle la carta? Eso significaba que tenía que plantarme delante de él y verle la cara… y… y… no sabría si me resistiría a tirarme encima suya… Me di un cabezazo contra la ventana y volví a cerrar los ojos. Quizás había aceptado ese favor por verle la cara… Lo que era aún más idiota…



El timbré sonó justo en el momento en el que creí que por fin mi frente se fusionaría con el cristal.

Recogí mis cosas y salí al corredor entre el jaleo de los estudiantes, que se preparaban para su picnic en los jardines, algo típico el día de los enamorados.

Me abstraí de todo el barullo y seguí con lo mío.


Una vez fuera no me resultó difícil encontrarlo.

En mitad de la explanada de césped había una concentración espectacular de chicas con faldas a cada cual más corta que chillaban y daban pequeños saltitos. Evidentemente, el centro de aquel huracán de estúpidas colegialas era Taiyo, como no.

Me escondí tras un árbol y esperé pacientemente a que las aves rapaces se dispersaran. Cuando lo hicieron- una media hora después-, me armé de valor y me acerqué lentamente a su sentada figura.

Se había acomodado tranquilamente en una manta roja, en la que se sentaba leyendo un libro sin tapas.

Mientras me aproximaba a él, oí unas estridentes risas. Miré a un lado y descubrí a Virginia y a su grupo sentadas unos metros más allá.

Entorné los ojos. O sea, que Virginia no podía entregarle ella misma la carta pero sí podía quedarse cerca para vigilar lo que hacía.

Seguí caminando tratando de olvidar que sus ojos estaban clavados en mi nuca.

Una vez en frente de Taiyo, me detuve y aferré con manos temblorosas el arrugado sobre.

Tras unos instantes de inmóvil espera, pareció percatarse de mi presencia. Alzó la mirada y me observó en silencio.

El labio inferior me temblaba.

-Hola.- Su voz era tan suave, tan sugerente… Sus cabellos castaños tan brillantes… Sus ojos dorados tan bellos… Y sus labios entreabiertos…

-Ho-hola.- Mi voz vibraba y sonaba ronca. Era demasiado guapo…

Me miró paciente.

-¿Quieres algo?

-Eh… No… -¿Qué hacía?- Bueno… sí… yo… verás… yo venía porque… porque…

No me salían las palabras. ¿Por qué era tan complicado? Sólo tenía que darle la maldita carta e irme, no era tan difícil.

…l se incorporó un poco, rodeándose las rodillas con los brazos.

-Tranquilo, nadie va a comerte.

Mi corazón latía a mil.

-Yo… yo venía a… porque… venía a… -respiré hondo, cerré los ojos con fuerza y lo solté del tirón.- Apedirtequesalgasconmigo.

Lo dije demasiado rápido, pero aún así el pareció entenderme, ya que durante un instante su rostro fue una mueca de sorpresa.

La respiración se me cortó al percatarme de lo que acababa de hacer.

Miré con horror a aquellos pozos dorados que me contemplaban entre confusos e incrédulos.

No había logrado retenerme más.

Idiota. Rematadamente idiota. Idiota… y encima sin remedio…

Abrí la boca con intención de decir algo que arreglase la situación cuando su media sonrisa me detuvo.

-No venías por eso, ¿verdad?- Su voz sensual seguía manteniendo el mismo tono misterioso.

Me sentí incluso más incómodo. ¿Cómo podía saber a lo que venía?

Saqué la carta sin mucho ánimo. Acababa de ignorarme olímpicamente, y eso dolía. Al final iban a ser ciertos los rumores de que era un capullo sin sentimientos…

Le tendí el sobre sin mirarlo. …l lo cogió y lo abrió. Leyó rápidamente su contenido sin cambiar la expresión de su cara.

-No es mío-murmuré-. Es de una amiga.

Taiyo asintió y se quedó contemplando pensativo el trozo de papel.

Tras unos segundo esperando a que dijese algo, me di cuenta de que estaba haciendo el ridículo allí plantado. Me giré y comencé a alejarme cuando su pausada voz me detuvo.

-Espera- dijo con tranquilidad.- Aún no he respondido.

Me giré de medio lado.

-Escríbele una carta, seguro que te lo agradece.

-No me refiero a esto.- Dijo señalando el papel doblado. Me giré por completo y lo observé un tanto perdido.

-¿Entonces…?

Me sonrió, mostrando sus blancos dientes.

-Está bien. Saldré contigo.

No creí haber oído bien.

-¿Per…perdón?

Su sonrisa se ensanchó.

-Que acepto. Saldremos. –Se rascó la barbilla distraídamente.- Esta semana estoy un poco ocupado con las clases, así que… ¿el viernes te viene bien?

Aún me costaba creer que aquello fuese real.

Asentí como un tonto… Ni en mis mejores sueños ocurría eso…

-Bien, entonces el viernes por la tarde te recojo junto al río, ¿vale?

Era una fantasía hecha realidad…

-Genial…-dije con un hilo de voz. …l me dedicó una amistosa mirada.

-¿Algo más?

Negué nervioso.

-N-no… nada más.

-Entonces hasta el viernes.

-A-adiós…- Me giré y caminé hacia la salida del recinto tratando de que mi paso pareciese normal. Aunque lo cierto es que me moría de ganas de echar a correr.

Andaba como un zombie, ignorando la alegría y el barullo que me rodeaba.

-¡¿Qué te ha dicho?!- Exclamó una voz delante mía. Alcé la mirada y me topé con una Virginia histérica. Se había plantado frente mí, con los brazos en cruz, impidiéndome la salida.

La contemplé sin mucho ánimo. Me hubiera gustado gritarle que, sorprendentemente, había conseguido una cita con Taiyo, y que él ni siquiera había mencionado su carta.

-Se la he dado… Y ha dicho que ya te responderá… -No había por qué quitarle la ilusión.

Comenzó a pegar saltitos de alegría. Yo la ignoré y salí corriendo en cuanto vi que se acercaban sus amigas.

Cuanto más lejos de las cotorras mejor.


Mi casa estaba vacía cuando llegué, pero aquello no era algo que me extrañase ni preocupase. Una de los inconvenientes que tenía el vivir en un pueblo de la montaña era que había que irse a la ciudad todos los días si, como mis padres, trabajabas en un banco.
Pero a diferencia de lo que pudiera parecer, esa situación era de mi agrado, ya que me permitía una libertad que de cualquier otro modo no habría podido tener.

Pasé de comer y me dirigí directamente a mi cuarto.

Me tumbé en la cama sin molestarme en deshacerla. Estaba bastante cansado.

Me quité los zapatos pero no el uniforme.

Aquello no podía ser real. Las cosas no salen tan bien por pura suerte.

Cerré los ojos, convencido de que cuando los abriera volvería a ser por la mañana y tendría que enfrentarme de nuevo a un tedioso y horrible día de San Valentín en el que no pasaría nada en especial.

Seguro que sí.


Ni loco Taiyo podía fijarse en mí…


El cansancio me pudo y por fin caí dormido.
Notas finales: Continúo??

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