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Quedate Conmigo por plushieness

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Notas del capitulo:

 

Blair dice: gorogoooo :3 espero que les guste tanto como a nosotras escribirlo (:

i Aome: si, porque somos dos! :D

 

leaan! :3

 

 

 

 

 

Quedate Conmigo

 

 

 

 

Cada segundo le parecía una eternidad. Su pequeño cuerpecito estaba pegado a la puerta de su cuarto debatiéndose entre oír o no los gritos y golpes que se sucedían en el piso inferior. Quería más que nada ir y defender a Gus, pero sabía que se enfrentaba a eso casi a diario por él y no iba a echar todo a perder, habiendo aceptado que su hermano lo protegiera, quedando como un pacto entre ellos que él permanecería oculto y no se haría oír.

 

 

Esas sesiones de golpes eran cada día más largas. Gustav ya no sabía cómo contar el tiempo que pasaba copiosamente mientras su padre disfrutaba con cada uno de los azotes que le daba a su cuerpo, pero de sólo pensar en que de esa forma estaba protegiendo a su hermanito, aguantaría hasta tener que vivir en un infierno peor que esa casa...

 

 

Sammy contuvo las lagrimitas de impotencia que se agolpaban en sus ojos al creer oír como, tras un sonido algo fuerte seguido de un jadeo, los golpes parecían detenerse.

 

Comenzó la interminable cuenta que hacia a menudo en su cabeza para asegurarse que su papa no iba a verlo salir y, tratando de controlarse para no hacer mucho ruido, abrió la puerta y se asomó, viendo la imagen de Gustav al pie de la escalera y, aunque tenía la cara algo amoratada y los ojos rojos por las lágrimas, sonrió con algo de debilidad, intentando que el pequeño con los ojos llorosos apenas asomado tras aquella puerta le devolviese el gesto.

 

Aquel intercambio de sonrisas podía traducirse en un 'ya pasó todo por hoy...'

 

Podría ser pequeño, pero esa angustia que le producía ver a su hermano así indirectamente por su culpa no se la quitaba nadie, así que ni bien obtuvo aquél gesto de su parte se apresuró a bajar, aún con cautela y algo de temor, ayudándolo a subir, o al menos tanto como su frágil cuerpo de 8 años se lo permitía.

 

Juntos subieron las escaleras i se dirigieron lentamente hasta el cuarto de Gus, el que más cerca tenían.

 

-¿Estás bien? -preguntó el mayor, acariciando una de las mejillas de su hermanito cuando se hubo sentado sobre la cama.

 

El menor asintió quedamente. De nada iba a servir decirle que ver eso todas las noches le dolía más que nada...

 

-Papá se pasó hoy -murmuró bajito, entrecerrando los ojos ante su caricia, sintiendo como sus ojitos color chocolate se aguaban nuevamente. Alzó despacio una de sus pálidas manos con la intención de devolverle el gesto, pero se contuvo, pensando que se odiaría si llegaba a causarle más dolor.

 

-Estoy bien, Sammy... -Y trató de sonreír, queriendo verse creíble.

 

-No, Gus... vos no estás bien -replicó el menor, soltándose a llorar mientras se abrazaba con delicadeza al cuerpo de su hermano, quien pronto lo rodeó fuertemente con ambos brazos, sin importarle el dolor que eso le causaba, porque nada le dolería más que perder a ese niño si no lo sujetaba tan fuerte como pudiese.

 

Los minutos pasaron lentos, abrumantes, hasta que la respiración del más chico se calmó un poco y, sin separarse, susurró contra el hombro del otro:

 

-Vamos a dormir... tenés que ponerte bien.

 

-Dale... pero primero andá a tu pieza, no quiero que él te encuentre acá -le dijo, separándolo con lentitud para luego darle un beso en la mejilla.

 

El nene salió con cuidado de la habitación de su hermano y corrió en puntas de pie hacia la suya, a esperar que llegue la hora en que podría ir a dormir con Gustav sin que su padre se enterase.

 

 

 

Daba vueltas y vueltas en su cama, pero no lograba dormirse. Sabía que Sammy estaba en su pieza, al final del pasillo, pero hasta no tenerlo abrazado y con él, bajo el edredón, no estaría tranquilo.

Su padre todavía estaba despierto, pero confiaba en que, al estar sobrio, viendo TV y ya habiéndolo castigado, no se atrevería a hacerlo de nuevo... aunque no podía confiarse demasiado.

Esperó, esperó, hasta que, aunque el televisor de la sala tuviera el volumen a más no poder, se oyeron dos piecitos caminando sigilosamente por el piso de madera gastada del pasillo. La puerta de su cuarto se abrió y se cerró con rapidez, parecía no haber entrado nadie, pero un par de segundos más tarde el de los ojos verde-amarronados sitió el edredón de su cama levantarse. Ayudó al pequeño a subir a su cama y lo abrazó con fuerza, acurrucándolo contra su pecho mientras notaba cómo empezaba a llorar.

Acariciándole el cabello empezó a susurrarle palabras tiernas al oído, tratando de calmarlo.

 

-Te prometo que ni bien cumpla los 17 voy a llevarte lejos, lejos... y vamos a vivir juntitos, juntitos... pero tenemos que ser fuertes... -Le besó la frente y lo apretó contra él con más fuerza.

 

Sabía que Gus no le mentiría, y esas solas palabras dichas por el mayor fueron suficientes para conseguir que una sonrisita bailoteara en sus labios.

-¿Me prometés que siempre vamos a estar juntos? -pidió con inocencia. Era la persona que mas quería y no deseaba separarse de él... nunca.

 

-Siempre... siempre vamos a estar juntos -respondió sonriendo.

 

-Hasta vamos a casarnos para que nadie pueda separarnos, ¿cierto? -Sus ojitos brillaron con ilusión y las mejillas del de ojos verde-amarronados se encendieron en un leve rubor.

 

Las pálidas mejillas del nene también adquirieron un ligero rubor, sintiendo una agradable calidez embargar su interior. Sabía que iban a tener que esperar, pero a pesar de su corta edad, se sentía capaz de ser fuerte por los dos sólo con el pensamiento de tener a Gus siempre a su lado.

 

-Pero los hermanos no pueden casarse... y menos si son nenes -explicó el mayor, sonriendo divertido ante la inocencia de su hermanito.

 

-No importa... nosotros somos un caso especial -replicó Sammy, sonriendo abiertamente. Su rostro se iluminó de manera encantadora, ignorando que ese ‘nosotros' salido de entre sus propios labios sacudió algo en el interior de su hermano y lo obligó a soltar una lagrimita de felicidad mientras se sentía invencible y capaz de soportar las peores tragedias sólo para volver a ver esa sonrisa brillante en medio de la oscuridad. -Mientras, quedate conmigo -dijo bajito, abrazándose más al de los ojos verde-amarronados.

 

 

No sabía si estaba dormido del todo, pero esa enorme tranquilidad que sentía jugaba a hacerle creer que su mente estaba desconectada de todo y sólo ellos dos existían dentro de una burbuja de cristal. El estar en ese momento abrazado a Gus lo hacía sentir fuerte, que nada podría separarlos nunca...

 

La mayoría de las veces le costaba horrores quedarse dormido, intentando asegurarse del momento que en su padre fuera a acostarse, pero esa vez fue distinta y sus ojos se cerraron al instante mientras su cuerpo era mecido levemente por la respiración de su hermanito.

 

 

 

Ahora sí. Estaba seguro que se estaba dejando llevar hacia los brazos de Morfeo, cuando el seco ruido de un golpe, seguido del típico rechinar de una puerta vieja, lo despertó del todo, consiguiendo que se sobresaltara y su corazoncito comenzara a latir muy rápido.

 

El ruido de la puerta no lo había despertado, pero cuando el más chico soltó un gritito ahogado, sus sentidos despertaron por completo. Se quedó quieto, expectante, esperando a que ese que estaba de pie a sus espaldas dijera algo; él sólo abrazó con más fuerza a Sammy.

 

-¿Qué mierda hace acá?, ¿no te dije que ya tenía que aprender a dormir solo?

 

-Yo... es que tuve una pesadilla, papi y no... -trató de excusarse el pequeño de ojos chocolate, pero no pudo terminar ya que una de esas enormes manos a las cuales tanto temía se cerró con fuerza sobre sus suaves cabellos, haciendo que soltara un ligero jadeo por el dolor.

 

-No, no. Dejalo... yo lo dejé entrar... No le hagas nada... -rogaba Gus, desesperado, saltando de la cama para intentar aferrarse a su hermanito, a quien su padre llevaba a rastras.

 

-Vos callate pendejo maleducado. Ya voy a venir a hablar con vos, parece que no te alcanzó lo de hoy -espetó con cinismo el mayor-. Y si no querés que tu hermano pague por tus pelotudeces, más te vale no hacer nada. Les voy a sacar las ganas de portarse como dos maricones. -Sin decir nada más, siguió arrastrando al menor de sus hijos tras cerrar con fuerza la puerta de la habitación de Gustav.

 

Su delicada anatomía no soportó la brusquedad con la que ése hombre que se hacía llamar ‘papá' tiraba de su pelo y, a pesar de que no quería dejar a su hermano solo en aquella habitación, el dolor que sentía era muy grande y no podía hacer nada más que caminar, por instinto, para amortiguarlo un poco.

 

 

Él se lo había prometido, le había prometido al nene cuidar de él y hacer hasta lo imposible por protegerlo, pero no quería actuar impulsivamente y que eso trajera consecuencias peores. Porque estaba seguro de que nada iría a pasarle a Sammy mientras a él si, pero ya eso no le importaba, sólo rezaba para que su hermanito estuviera bien...

 

 

Sammy se asustó bastante cuando, después de arrastrarlo escaleras abajo, entre varios tropezones que habían lastimado sus rodillas, el mayor lo encaminó hacia el patio trasero de la casa.

 

Había estado lloviendo casi todo el día y las temperaturas eran bajas, pero al parecer ese hecho no llegaba a conmover al hombre que, sin vueltas, abrió la oxidada puerta, saliendo al terreno con el niño, acercando peligrosamente su rostro a él.

 

-Lo que le pasa a él es todo tu culpa, así que si tanto lo querés, espero que te sirva para que sepas que cuando se les dice ‘no', es ‘NO'.

 

El castaño entrecerró los ojos. Aún con la ventisca, el denso aliento a alcohol que despedía la boca de su papi llenaba todos sus sentidos, consiguiendo asustarlo más aún ya que tenía presentes cada una de las veces en que, en ese estado, golpeaba a Gus. Totalmente inconsciente de lo que hacía, trató de zafarse de esa mano para volver con su hermano, pero obviamente no iba a ser tan fácil...

 

Con un fuerte empujón, su frágil cuerpo fue a dar de espaldas al centro de un charco de barro formado por la constante lluvia. Consiguió no golpearse la cabeza amortiguando la caída con sus brazos, lo que le provocó un fuerte dolor en su mano derecha.

 

-Quedate tranquilo que le voy a decir a Gus que te agradezca después.

 

Sin darle posibilidad a siquiera objetar algo, el mayor entró nuevamente a la casa cerrando la puerta tras de sí.

 

Sammy se puso de pie como pudo tratando de no apoyarse en la mano que le dolía, tratando de inmediato de abrir la puerta, comprendiendo que hasta la mañana siguiente -o cuando Gus pudiera levantarse en el mejor de los casos- no volvería a entrar.

 

 

 

Estaba seguro que había oído la puerta del patio trasero abrirse y cerrarse; ahora Sammy estaría encerrado allá afuera, solo, bajo una pesada llovizna, esperando a que él vaya a rescatarlo, porque nadie más iría a hacerlo.

 

En eso andaba su cabeza cuando la puerta de su habitación se abrió de golpe. Tras ella apareció su padre, con cara de ningún amigo.

 

-Enfermo -dijo, alargando con asco el sonido de la R-. Sólo a vos se te ocurre volver maricón a tu hermano también. ¿No tuviste suficiente hace un rato?

 

Sin rechistar, siquiera sin que se le moviera un solo músculo del rostro, se quitó la camiseta vieja que usaba para dormir y se aproximó a una de las paredes, de frente a ella, apoyándose con los brazos, bajando la cabeza y haciendo fuerza con la mandíbula. No iba a llorar, gemir o quejarse, sólo iba a dejarse golpear, como todos los días desde aquella noche en que los vio a él y a su hermanito darse un inocente -pero con una mínima segunda intención- beso de buenas noches en los labios.

 

 

 

Sammy alcanzó a ver por el vidrio de la puerta como su papi comenzaba a subir nuevamente las escaleras, empezando a desabrochar su cinturón, provocando en el menor una horrible sensación. Tenía razón, después de todo, con lo que le había dicho: que Gus pasara por eso casi todos los días era su culpa. Porque sabía que si no fuese tan dependiente de su hermano mayor, su papi no se enojaría tanto.

 

Antes de poder controlarlas, gruesas lagrimitas comenzaron a correr por su pálida cara, mezclándose con las primeras gotas de agua que chorreaban de su cabello. No se notarían, pero si Gus no lloraba para no hacerle mal, él tampoco lloraría. Pensando en esto, se pasó ambas manos por el rostro sin percatarse que éstas dejaban un rastro de barro sobre sus mejillas.

 

Su atención se puso de pronto en la ventana que daba al cuarto de su hermano ya que le parecía haber escuchado un quejido. Pero no... había tormenta, era imposible. Además, Gus nunca exteriorizaba nada cuando su papi lo trataba mal. Se repitió que era imposible, pero al volver a oír lo mismo sus ojos comenzaron a derramar lágrimas nuevamente y, olvidando el dolor de su mano, trató con todas sus fuerzas de abrir esa puerta, pero sabía que con desearlo con todo su corazón no conseguiría nada. Era demasiado pequeño para su edad y la mayoría del tiempo se sentía débil debido a las secuelas del principio de desnutrición que había sufrido hacía pocos meses.

 

El fino y algo gastado pijama que tenía ya estaba ligeramente húmedo por la constante llovizna y el viento hacía lo suyo también, consiguiendo que el bulto en el que se había convertido Sammy, comenzara a temblar de frío y desesperación por no poder hacer nada mientras seguía escuchando esos ruidos que no le gustaban nada.

 

 

 

Mierda... le dolía demasiado y no podía evitar soltar gritos ahogados. Los golpes que se sucedían uno tras otro en su espalda eran más fuertes que los anteriores y llegaban a arañarle la piel, dejando salir pequeñas manchitas de sangre.

 

Sus piernas ya no lo aguantaban y se sentía empezar a caer lentamente. Pero eso no lo preocupó, sino el miedo que empezó a hacerse presente en él cuando sintió una de esas enormes manos empezar a intentar bajar sus pantalones que no tardarían en ceder porque le quedaban algo grandes.

 

Pensó en dejarlo pasar y que las cosas empeoraran si tenían que empeorar, pero miles de imágenes horrorosas, imaginándose a él mismo siendo abusado sexualmente por su propio padre, empezaron a sucederse una tras otra ante sus ojos e instintivamente una de sus temblorosas manos atrapó a la otra que intentaba desnudarlo.

 

-No... -jadeó, asustado, tembloroso, esperando el golpe que lo tumbaría por completo al piso. Cerró los ojos con fuerza, intentando pensar en algo bonito mientras su cuerpo se recargaba en la pared y se deslizaba hasta el suelo, enrollándose y aplastándose.

 

Pero ese hombre que se hacía llamar papá no lo golpeó, sólo le dirigió una mirada de asco, de tremendo asco, escupió en el suelo, junto al acurrucado chico de cabellos chocolate, y se marchó, soltando palabras como ‘maricón; puto... me das asco...'

 

 

Ambos nenes, en distintos lugares de ese infierno al que llamaban casa, porque ya siquiera era un hogar, sentados en el suelo, agazapados contra las paredes, temblaban de frío y miedo, pensando en qué sería de su hermano en esos mismos momentos...

 

 

 

Algo así como 15 o 20 minutos pasaron lentos mientras él se retorcía de dolor, llorando inconscientemente, hasta que a su mente se le vino la imagen de un par de grandes y asustados ojos marrones.

 

La angustia y la preocupación por el menor lo hicieron levantarse del suelo a costa del dolor en su espalda. Que su hermanito esté bajo esa llovizna fría a esa hora podría traer graves consecuencias; estaban en pleno invierno, Sammy no vestía más que un pijama delgado y desde hacía más de media hora que lo habían dejado allí.

 

Dando tumbos silenciosos bajó las escaleras y atravesó la sala y la cocina hasta llegar a la puerta de chapa del patio trasero. Al abrirla, un bollito mojado en una esquina abrió sus enormes ojos.

 

 

 

Sammy ya no sabía cómo colocarse. Por más que estaba abrazado a sus piernas con todas las fuerzas que le quedaban, eso no era para nada suficiente para menguar un poco el frío que sentía. Para empeorar, cada vez parecía llover más y más fuerte. Sin embargo, por más mal que la estuviese pasando ahí afuera, sabía que Gus lo estaba pasando mucho peor.

 

Las gruesas lágrimas que seguían resbalando silenciosas por su fría piel comenzaron a caer con más fluidez al pensar, sin quererlo, lo enojado que podría estar su papi y cómo estaría castigando a su hermano esta vez.

 

Su corazoncito dio un vuelco al sentir el ruido de la puerta al abrirse y con miedo levantó su cabeza de entre sus brazos, pensando que sería su papi el que estuviese ahí, pero no...

 

Recargado sobre el marco de la puerta y con la respiración agitada como si hubiese estado corriendo, estaba Gus, mirándolo con muchísima tristeza, aunque pudo distinguir también rastros de dolor y una mueca que intentaba parecerse a una sonrisa.

 

-Gus... -murmuró casi imperceptiblemente, con la voz quebrada. Su primera reacción fue levantarse rápidamente para ir a aferrarse a esos brazos que eran los únicos que lo recibían con calidez en esa casa, pero al notar como el entrecejo de  su hermano se fruncía levemente, comprendió con dolor que, abrazándolo, probablemente sólo le causaría más sufrimiento.

 

Al intentar ponerse de pie sintió como si todo comenzara a ponerse negro con una enorme rapidez hasta que ya no pudo sostenerse sobre sus propias piernas.

 

 

 

Gus sentía que no podía dar un paso más, ahí, apoyado sobre el marco de la puerta. Vio cómo con indecisión el nene completamente mojado en una de las esquinas del patio se debatía entre levantarse y correr o no; cuando creyó que su hermanito saldría corriendo hacia él, vio cómo su carita se deformaba en una mueca de dolor y su cuerpecito se relajaba para empezar a caer al suelo como si fuera en cámara lenta.

 

El mayor salió corriendo hacia él y lo atrapó en brazos, sacudiéndolo con poca fuerza, gritando ahogadamente su nombre mientras sentía contra su torso todavía desnudo la blanca piel de Sammy hirviendo en fiebre.

 

Sin dudarlo un momento más, entró corriendo a la casa con el nene en brazos. Decidió llevarlo a su habitación, recostarlo en su cama y cubrir su tembloroso cuerpo con un par de mantas mientras al borde de un ataque de nervios intentaba encontrar alguna forma de bajarle la temperatura; estaba demasiado afiebrado, podía sentirlo.

 

Lo único que se le ocurrió fue buscar un tazón de agua helada y un par de paños limpios.

 

 

Pasaron una, dos horas... afuera la tormenta cada vez se hacía más fuerte y fría y Gus, llorando y con las manos temblorosas, cambiaba los paños fríos de la frente de su hermanito cada par de minutos.

 

Un trueno retumbó en sus oídos y un gemido ahogado salió de su garganta producto del susto. Una leve tosesita lo obligó a bajar la mirada, para encontrarse con un par de nublados y enrojecidos ojos color chocolate.

 

Sammy lo miró profundamente, cansado pero feliz de que no hubiese sido un sueño y que realmente su hermano estuviera bien.

 

-Te... te quiero -fue lo primero que le salió decir, aunque haciendo un esfuerzo ya que sentía la garganta rasposa. Sintió cómo un escalofrío lo recorría con violencia para luego susurrar-: Gus... tengo mucho frío...

 

-Ya sé... -dijo bajito el mayor, preocupado pero intentando que no se le notara usando un tono de complicidad-. Estaba esperando a que el bello durmiente despertara de su sueño eterno para proponerle ir a tomar un baño... con la bañera llena de agua calentita...

 

-Si... y con vos también... -dijo Sammy, con un dejo de emoción contenida en su vocecita casi apagada.

 

 

Algunos minutos después Gus estaba llevando en brazos el delicado cuerpo de su hermanito ya con la bañera llena de agua con agradable temperatura, dejándolo dentro con cuidado.

 

-No me voy... no me voy a romper -explicó el menor, interrumpido por un estornudo, aunque sintiéndose feliz porque su hermano se preocupara así por él.

 

-Pareciera... -susurró el más alto, acariciando los cabellos de su hermanito con una sonrisa, arrodillado al lado de la bañera.

 

-¿No te vas... vas...? -Pero una molesta tosesita que el nene intentaba no empeore no le dejaba terminar la frase.

 

-Quiero, pero sabés que no puedo -contestó Gus con angustia, acariciando ahora las mejillas frías y coloradas del más chico.

 

-Dale, yo... yo no le digo a nadie. -Y sonrió de la forma más dulce que pudo, convenciendo inmediatamente a su hermano, que sin quitarse la ropa interior se sumergió en la bañera, detrás del menor.

 

Al principio las heridas en su espalda escocieron y tuvo que reprimir ese gemido de dolor, pero igualmente se abrazó con delicadeza al afiebrado cuerpito de Sammy; se encogió un poco y le besó un hombro, la oreja y dejó un sonoro beso en su mejilla.

 

-Te quiero, nene... -Se mordió el labio inferior, intentando no ponerse a llorar; la situación lo superaba... el hecho de querer a su hermanito un poco más de lo normal también.

 

 

El más chico se relajó entre los brazos de su hermano, quedándose en la misma posición los cuarenta minutos que estuvieron dentro del baño, del que salieron oliendo a coco. Pero por más bien que Gus le hiciera, se sentía agotado, los párpados le pesaban y no dejaba de temblar de forma enfermiza.

 

 

-Papá se va a... a enojar mucho si te ve acá -dijo la temblorosa voz del más nene una vez que su hermano lo hubo dejado sobre la cama arropado excesivamente-, pero no quiero que te vayas... quedate conmigo.

 

-Estás... -Antes de seguir hablando confirmó lo que pensaba decir acercando la cabecita del nene a su cara, apoyando los labios en la frente húmeda del mismo. -Estás ardiendo en fiebre... no pienso moverme de al lado tuyo hasta que se te pase.

 

Gus se acomodó mejor en la cama, al lado de su hermanito arropado con varias frazadas extras, acariciándole el cabello.

 

-¿Cómo te sentís?

 

-Tengo sueño... -murmuró Sammy sintiendo como los ojitos se le cerraban, ¡pero no quería! No estando así con Gus-. Estoy mejor. -Casi se contradijo en un susurro para no preocuparlo más. Sentía como si todo su cuerpo se contrajera por momentos provocándole escalofríos que terminaban en dolor en el centro de su pecho.

 

 

 

De repente abrió los ojos. ¡Se había quedado dormido teniendo a Sammy ardiendo en fiebre!

 

Sin mirarlo siquiera sabía que estaba temblando. Su hermanito temblaba de forma frenética, le castañeaban los dientes y no estaba teniendo un buen sueño para nada, si es que estaba durmiendo.

 

-Sammy... Sammy, ¿cómo estás? -susurró a la vez que se incorporaba en la cama para apoyar sus labios en la frente del más chico.

 

El menor quiso abrir los ojos al escuchar la voz preocupada de su hermano, pero noto que los párpados le pesaban tremendamente. Estaba demasiado cansado... sin embargo, al sentir cómo besaba su frente, hizo acopio de todas las fuerzas que le quedaban y logró entreabrirlos, enfocando tras un instante a Gus.

 

-Ahá... -murmuró a penas, con la voz muy tomada como para querer decir mucho más, pero no pudo evitar que su temple de niño se quebrara, comenzando a soltar algunas lágrimas-. Tengo miedo...

 

-¿Miedo de qué, tonto? -preguntó bajito el mayor, limpiando las lágrimas del sonrojado rostro de su hermanito-. Ya falta poquito... ya vas a ver que cuando menos te des cuenta, vamos a estar en cualquier lugar que no sea esta casa... falta poquito... -Más que convencerlo a Sammy, quería convencerse a él mismo de eso que estaba diciendo muy, muy bajito.

 

Sammy no pudo evitar soltar una sonrisita al escuchar lo que su hermano le decía, y por eso tenía miedo. Un miedo absurdo y horrible de no verlo más... pero eso no iba a pasar. Gus le había prometido que iban a estar siempre juntos y él le creía ciegamente.

 

Algunos escalofríos seguidos sacudieron su delicada anatomía y no escucho si el otro le decía algo, sólo sintió como si rápidamente se moviera de su lado, y sin sentirse capaz de controlar su cuerpo, todo comenzó a volverse oscuro.

 

-¿Estás ahí?

 

-Acá estoy -respondió Gus, acomodándose mejor en la cama, de modo que no se cayera pero sin estorbarle al más chico. Pero de repente vio cómo los ojitos apenas entreabiertos del mismo se cerraban y todo su cuerpo se relajaba. El miedo lo invadió y un par de lágrimas asomaron en sus ojos-. ¿Sammy?, ey, Sammy... mirame, ¡Sammy!.. ¡Quedate conmigo!..

 

...y llorando se aferró con todas sus fuerzas al cuerpecito ya inerte de su hermanito.

 

 

 

 

"Sufrió de hipotermia grave y parece que su estado de salud ya era delicado. Debería haber sido hospitalizado de inmediato y aún así, seguramente habría sido difícil sacarlo..." Había dicho el médico que se encargó de la autopsia de Sammy...

 

 

 

Dos semanas hacían de eso. Gus cumplía sus diecisiete años y ya no vivía en su casa... sin su sammy había escapado y ahora estaba sentado sobre esa capa de césped recién colocado, mirando con tristeza la pequeña lápida de mármol blanco incrustada horizontalmente en la tierra.

 

-Vos sos mi angelito guardián, Sammy... -susurró Gus a la nada, levantando la cabeza y dejando escapar algunas lágrimas para que el viento frío de invierno que no dejaba de soplar se las llevara-. Quedate conmigo...

 

 

And if you cry, i'll hold your head up high
I'll be there by your side
I will be your guardian angel...

 

 

Notas finales:

La canción, Guardian Angel, de Lovex.. básicamente la fuente de inspiracion (:

http://www.musica.com/letras.asp?letra=1025739

http://www.youtube.com/watch?v=DzmH3-VXouw

 

nos dejan un rr? :3

blair i aome estan tremendamente deprimidas por la muerte de sammy, hagan que valga! (;


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