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Cuando robar te hace feliz por Onigiri

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Notas del fanfic:

Los personajes y todo aquello que tenga que ver con la serie/manga de Naruto, no son de mi propiedad sino que pertenecen a Masashi Kishimoto.

Notas del capitulo:

Advertencia: fanfic AU. Insinuación sexual

A pesar del resumen, no hay lemmon. Todo, en serio, es tierno. Queda claro que la pareja que se trata aquí es la de Gaara & Naruto.

OMG! Éste fanfic tiene beta reader.

Muchos agradecimientos a la chica que, como yo, tiene un sueño frustrado: ser Kishimoto. Shirou Neko. ¡Gracias Chidori por tu ayuda! Ayuda prestada, ¿verdad? No tendrás ganas de pedir regalías, ¿verdad?

CUANDO ROBAR TE HACE FELIZ 

Derechos hacia Masashi Kishimoto. Naruto no me pertenece. 

 

 

Onigiri

 

Trastornado. Agresivo. Demente. Furioso. Psicótico.

 

Gaara había sido un niño así. Él mismo al pensar en su pasado, aquel que abarcaba desde sus diez hasta los doce años, ahora no podía negarlo…

 

Quemaba bicicletas de otros niños al rociarles sustancias inflamables; mataba toda rata que viera con la gruesa suela de sus botas, es más, muchas personas afirman que le vieron matando así a una camada de cachorros de perro abandonados; ayudaba a degollar gallinas, él solo, a aquella vieja ciega que todos los niños del vecindario sabían que era una bruja; contrario a los demás de su edad, no se aprendía las canciones de género pop del momento, su música era el heavy metal; y  se acostaba tarde viendo películas retorcidas desbordantes de sangre.

 

Hasta sus hermanos le tenían miedo.

 

Por lo tanto y lo que mas había que resaltar, era lo que despertaba ese comportamiento: Gaara no se juntaba con otros, no se le enviaba a él cartas de amor con un pésimo primer intento de ligar, no era invitado a jugar fútbol (ni siquiera como arquero) y no tenía amigos.

 

Pero de igual manera, el pelirrojo tampoco es que hubiera tenido interés en alguien. No es como si fuera que de todas las podridas cabezas comerciales hubiese alguien que le llamara la atención. A Gaara no le importaba lo más mínimo las niñas vestidas de rosado, morado, azul o cualquier lindo color. No le importaba un comino los niños que querían ser futbolistas de grande.

 

Gaara concebía en su cabeza que no existía otra persona en la cual confiar y contar si no era él mismo.

 

Pero un día, Gaara cometió un craso error que lo llevó a ponerle atención a uno de esos niños. O puede que, ahora en el presente con mayoría de edad mientras le lamía el lóbulo a tal  niño ya grande igual que él, fuera más bien su mejor desliz. 

 

Próximo a cumplir los trece años, Gaara se fue a perseguir a los cabrones adolescentes de dieciséis que le habían robado su camiseta favorita, una de colección que seguro veinte años después no tendría ni precio por lo valiosa. La había colgado en el jardín para que se secara al sol, igual que cierto tierno y adorable oso de peluche que había lavado con anterioridad y que por ni mierda no secaría fuera de las instrucciones de lavado, y en ellas dictaminaba que el secado al sol era indispensable (*).

 

Entonces siguió a los ladrones y las encantadoras orejas del oso se quedaron colgadas sin protección alguna. Gaara se había alejado…

 

Y de seguro el oso viendo alejarse a su amo, puso una muy triste cara al sentirse solo.

 

Pero Uzumaki Naruto llegó. En cuanto lo vio, el rubio se había enamorado de ese oso. Lo quería, lo deseaba, y sobretodo no pudo aguantar las ganas de sentir piedad por tan solitaria y amargada criatura.

 

Entonces, obviando el hecho de que el oso se hallaba colgado en jardín ajeno, con ganchos ajenos y en cuerda ajena, Naruto se lo llevó.

 

Dos días después, el pelirrojo pensó una y mil veces formas de despedirse de este mundo. ¡Su adorado, la única cosa que casi apreciaba en este mundo, lo único cabeza hueca pero sin voz que tenía, el único capaz de ver junto a él las crueles películas en las noches, no estaba ya!

 

Pero ninguna forma con la cual efectuar sus últimas acciones le gustaba, y en última instancia no era tan idiota como para quitarse la vida por un inactivo cuerpo de felpa. Podría conseguirse uno nuevo y hacer de cuenta que era el mismo, en la Internet debería encontrar uno del mismo modelo… sí, era buena idea. Idea que se desbarató momentos después.

 

Un travieso rubio con fea ropa deportiva venía del parque del barrio riéndose con uno que otro chico. Todos los demás, viviendo en casas antes de la del pelirrojo, terminaron por despedirse del amarillento chico.

 

Este último era el único que seguía caminando en la calle, siguiendo la misma dirección a la casa de Gaara, con lo cual puso de punta al verdadero dueño del oso. Naruto había sacado de un mediano maletín al Señor Oso (nombre que Naruto le había puesto).

 

Gaara, sin pensarlo mejor, casi corrió llegando a interponerse dos metros antes del rubio, y le miró consternado, era su oso, ¡claro que lo era! Ese que tenía desde cuando era bebé.

 

Entonces Naruto lo presintió. Aquel niño pelirrojo y con el que nunca había tenido contacto porque admitía que sentía miedo a que su bicicleta llegara en un cruel fin gracias a lo que chico de ojeras profundas podía hacer, debía ser el inicial dueño del Señor Oso.

 

Volteó un poco su rostro, y sí, era el mismo jardín.

 

De tal modo escondió al objeto en cuestión detrás de su espalda. Debía protegerlo porque ese pelirrojo debía ser un mal dueño.

 

— ¿Quieres algo? —preguntó Naruto un poco escrupuloso a la vez que analizaba el terreno por si debía huir.

 

—De… devuélvemelo —hablo patoso Gaara.

 

El rubio abrió más sus ojos.

 

¿Ese era el cruel niño del que todos comentaban? Algo así se preguntó internamente Naruto. Pensándolo bien, ni siquiera se le había acercado con dos piedras en las manos para lanzárselas, luego degollarlo con los dientes  y quitarle al peluche. Y mirándolo bien, se veía bastante… tierno pidiéndole eso, sobretodo de esa forma.

 

Pero su naturaleza, siempre a flor de piel, dio cabida a su ser travieso, y así le dio ganas de hacer de las suyas.

 

— ¿Qué dijiste? No te entendí… —dijo Naruto dejando entrever un poquito al Señor Oso. Gaara al ver esa pata café sintió morirse.

 

—Devuelve… —las demás  sílabas se le atoraron a pesar de haber comenzado enérgico. Pero Naruto volvió a ocultar al Señor Oso y, Gaara, al ver que del felposo no veía nada más, trató de hablar de nuevo—. Devuélvemelo —dijo.

 

Pero Naruto decidió joder más, contrariando la presión que sentía en su propio pecho.

 

—Ah… —dijo en son de al fin escuchar bien lo dicho por el pelirrojo— ¿Qué cosa? —pero mencionó aquella pregunta mirando por completo el rostro del pelirrojo.

 

Entonces se dio cuenta por fin de los hermosos ojos encerrados en unos perfectos marcos negros. ¿Azul, verde, esmeralda, aguamarina? De esa forma otra cosa quiso hacer, deseó hacer.

 

Naruto quería aproximarse más y ver de cerca esos ojos, pero aún así su cuerpo no se adelantó.

 

—Lo que ocultas —dijo Gaara con ojos desorbitados. Parecía como si fuera a llorar, pero a pesar del acento que utilizó, más bien era lo único capaz de salir de su boca cuando en su cabeza llegaban una infinidad de cosas, todas arrumándose en el mismo lugar.

 

Él nunca hablaba con nadie así no más, nunca pedía cosas a ninguna persona, jamás pensó que llegaría a gustarle esos ojos azules del rubio al tenerlos tan cerca, nunca pensó en no hacerle daño a alguien que lógicamente se había robado algo de su propiedad.

 

Él nunca había dicho por favor, pero estaba a punto de hacerlo.

 

De alguna manera, Naruto captó algo de ese desconcierto en Gaara y se sintió una escoria. Su cuerpo al fin reaccionó y caminó los pocos pasos que le separaban de Gaara. El rubio tomó una muy tensada mano del pelirrojo y depositó en ella al oso.

 

—Lo siento, solo lo tomé prestado para estos días, iba a devolvértelo, ¡de veras!

 

Y realizando una chistosa mueca al sacar la lengua y arrugar su frente, cerrando los zafiros ojos, Naruto se fue.

 

De seguro Gaara viendo alejarse al rubio, puso una muy triste cara, debida al sentirse ¿solo?

 

--

 

Varios sucesos ocurrieron en la vida de Naruto y Gaara, sin embargo, ningún acontecimiento desde la vez en que el rubio impulsivo robó al oso del pelirrojo sangriento rodeó ambas vidas juntas. Ellos no volvieron a encontrarse en un largo tiempo.

 

Pero ninguno había olvidado al otro.

 

La acciones arrebatadas e impulsivas (como hacer graffiti en las paredes blancas del colegio, sin autorización alguna, por supuesto) del rubio sorprendían a Gaara, que aunque  las hubiera evitado (pero desde luego no), siempre las escuchó de parte de su hermano Kankuro; y las, prácticamente leyendas urbanas sobre Gaara, que aún en el presente seguían comentándose entre las roscas de infantiles amigos, en Naruto algo las contrarió cuando recordaba su único fugaz encuentro con el pelirrojo; y al final, simplemente se burlaba de ellas por lo sorprendentemente imaginativas que eran.

 

Bien, no volvieron a encontrarse frente a frente hasta un día en que los dos ya tenían diecisiete años.

 

Naruto andaba por una sencilla vía de su barrio para comprar leche, pan y huevos, soñando en volver a probar el delicioso ramen del restaurante japonés nada gourmet que se había instalado cerca de allí. Sólo esperaba a que lo volvieran a invitar. Por ahora, sería leche, pan y huevos. 

 

Entonces había estado a pocos metros de la tienda, cuando sintió que alguien lo jalaba dentro hacia un callejón.

 

¡Oh, Dios! Era Gaara. Y el callejón era uno bastante oscuro.

 

Para ese momento de su existencia, el rubio pensó en si él acaso sería la nueva victima a la que Gaara le quitaría los riñones para venderlos en el mercado negro, lo reclutaría ilegalmente para batallar en una lejana, pobre y extremista nación en guerra o lo alistaría forzosamente a ser parte de los asesinos en su red de la mafia.

 

Pero tan pronto vio el uniforme de estudiante de Gaara, igual a como lo llevaría un nerd, se tranquilizó.

 

Aún así, volvió a sentirse inseguro cuando se dio cuenta del fuerte y lastimoso agarre en su brazo con el que Gaara lo retenía.

 

— ¡Suéltame! —pero igual nadie le ganaba en fuerza. Era Uzumaki Naruto.

 

—Deja de chillar —habló el pelirrojo tomándolo nuevamente al sujetarle de los hombros,  luego de soltar al rubio ante la acción de éste, y haciendo dudar a Naruto en si era él el más fuerte—. Me debes una disculpa.

 

Naruto arrugó su ceño, pensando; ¿una disculpa? Recordó.

 

— ¿Por el oso?

 

—Por el oso —afirmó en tal momento el pelirrojo.

 

— ¿De veras? Esa vez yo me disculpe, no tienes derecho de ven… —se calló cuando al parecer efectivamente Gaara iba tras sus riñones, ¿o por qué luego el pelirrojo llevó sus manos a palpar por encima de la ropa allí en su cintura y espalda?

 

—Entonces tendrás que volver a disculparte conmigo, si es que sales vivo.

 

Naruto contuvo la respiración. ¿Sería un cobarde si gritara y pidiera auxilio en ese momento?

 

— ¿Qué dijiste? No te entendí… —dijo el rubio. Gaara alzó de nuevo su vista a la cara de Naruto, esas mismas palabras, ¿estaría éste haciéndole una broma? Aunque no, pensó; lo dicho por el rubio sonó con miedo— No entiendo, de veras. ¿Puedes explicarme? —y eso último con total inocencia. Naruto no sabía nada, por lo visto.

 

Gaara se tomó unos segundos para pensar, ver con detenimiento las facciones del rubio y considerar, luego de su búsqueda, que Naruto no ocultaba ni tenía a su oso. En eso una leve vergüenza adornó el rostro del pelirrojo, sacando sus manos de donde las mantenía: el interior de la chaqueta del rubio, muy bien sobre la cintura de éste.

 

Se alejó formando una prudente distancia entre ellos.

 

—Volvieron a robármelo —fue lo que había dicho Gaara luego de su alejamiento. Al ver que Naruto aún no comprendía, trató con sus manos de hacer unos círculos sobre su cabeza para seguidamente decir que era a su oso de peluche.

 

Aún así, las palabras fueron superpuestas por otra onda más fuerte.

 

— ¿¡Al Señor Oso?! —escandalosamente preguntó Naruto volviendo a salvar la distancia entre ambos— ¿Qué no lo cuidaste bien? ¡Yo lo sabía! ¡Habría estado más seguro si nunca te lo hubiera regresado!

 

Desde luego, Gaara también explotó, como cualquier mortal haría ante un absurdo reclamo como ese. A pesar de su nueva cordial personalidad.

 

— ¡Me lo regresaste por que es mío! No te entrometas en donde no te llaman.

 

— ¡Me jalaste a un callejón!

 

—Pensé que tú lo habías robado —habló el pelirrojo señalando con su dedo al rubio.

 

— ¿¡Ahora me tratas de ladrón?! —dijo Naruto señalándose así mismo.

 

— ¡Cállate!

 

Naruto no se hubiera callado, no habría obedecido a esa palabra lanzada por Gaara, pero cuando una rubia chica entró a donde ellos estaban, la saludó desde su lugar y vio como el pelirrojo tomaba desde el aire al Señor Oso, viejo, desgastado, con hilachas y sin un ojo, tirado por esa nueva persona.

 

—Cielos, sus gritos se escuchan hasta en el infierno —dijo la hermana de Gaara, Temari, algo seria con sus ojos entrecerrados—. Vine al rescate de Naruto, creo. Kankuro se quiso pasar de chistoso y lo dejo encima de mi cama en una comprometedora posición con la perfecta rubia muñeca que le quitó a nuestra vecinita. No pregunten que criatura saldrá de eso…

 

Entre la chica y Naruto hubo unas burlescas miradas que terminaron sobre Gaara.

 

Naruto fue el primero en soltar la carcajada.

 

— ¡Vas a ser papá! –dijo entre risas, claro, refiriéndose al oso.

 

Y luego de una disculpa de Gaara con Naruto, invitándolo a comer ramen los siguientes días –y siguientes dos años, su relación se volvió más amigable, tanto, que las manos del pelirrojo ya no volvieron a recorrer la piel de Naruto buscando osos de peluche en ello. Buscaban, acariciando y rozando la morena piel, el brillo especial en los ojos azules de Naruto.

 

Actuales dulces besos llenos de amor, igual de llenos a ardor para con el otro, cegaban los sentidos de ambos.

 

Quizá de verdad los llevaba muy lejos de la tierra, ya que ahora, en medio de unos jadeos sin prohibición alguna para sonar, no se dieron cuenta que un oso de peluche, gracias a la labor de un gigante perro blanco llamado Akamaru, cuyo dueño era el más famoso entrenador joven de perros en el mundo (o quizá no tan famoso para tener que compartir apartamento con la pareja de novios), era sacado del cuarto de ambos para estar después en la calle, siendo recogido en un bote de basura por una persona en uniforme antifluidos y minuto después tirado al camión que recogía los residuos de la ciudad…

 

No. Señor Oso no era basura, a pesar de sus arrugas por los años y los ahora dos brazos que le faltaban. Pero dentro de él latía el sentimiento de haber realizado su labor en este mundo: unir a sus dos padres.

 

¡Valía la pena su sacrificio! Aunque quizá resucitara en busca de venganza para el perro.

 

 

 
Notas finales:

(*) Vale que para tejidos suaves se lleve a la sombra, pero me gusta el sol xD.

Desde luego espero se haya disfrutado la lectura del fanfic.

Cualquier comentario es bienvenido.


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