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Boomerang. por VAYPER

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Notas del fanfic:

Lo he modificadop hasta tal punto que no es, casi, nada de lo anterior.

Sus dedos volvieron a deslizarse sobre la argolla dorada, ser o no ser, había tanto en juego…y un mundo que se ofrecía excitante y añorado con tan solo la simple acción de quitarse la sortija de matrimonio. ¿Valió la pena dejarlo todo por lo que ahora tenía? La respuesta posiblemente seria afirmativa… Entonces ¿Por qué no se sentía completo?

No era indecisión, no señor. El haber vivido esos tres años bajo el fiel papel de esposo sumiso le había afectado su personalidad y comportamiento pero no hasta el punto de faltar a su palabra. De domar esa parte rebelde e irreverente que defendía apasionadamente su libertad y territorio, eso que le hacia ser él.

Además, ya era hora de que Uchiha Sasuke se diera cuenta de que su esposo se había hartado de esperarle tranquilamente sin ninguna queja o replica por la hora tardía de llegada o el hecho de haber faltado, para variar, a su aniversario de bodas. Ya no soportaba mantener por más tiempo la atmósfera de paz y quietud, estabilidad y solidez, con tal de que Sasuke se sintiera por fin completo, que fuera consiente que había logrado, con creces, todo lo que se había propuesto en su niñez. Que ya no tenia porque matarse día a día por esconderse tras la frialdad y venganza, deseos de ser el mejor, solo para convencerse a si mismo de que no era como su padre. Cuando en el fondo Naruto era testigo de que repetía de manera inconsciente los mismos fallos y errores de Fugaku. Era como un maldito circulo vicioso del cual, aunque sacrificara su amor por el azabache, se negaba a dar en holocausto la mente frágil e inocente de su hijo.

Tres años, en los cuales, mirando en retrospectiva, no se reconocía.

Callando, soportando, y de paso teniendo la carga mas grande sobre sus hombros, fingir que era feliz cuando en verdad estaba arto de un matrimonio que había caído hacia tiempo en la monotonía.

Recién esa misma mañana, cuando Haru le llevó entre sus pequeñas manos las polvorientas y viejas fotografías que encontró en su conquista de la nueva zona de juego que antes era el ático, chocó contra el muro de la realidad, todo pareció darle vueltas vertiginosamente para luego encajar con fría y esclarecedora realidad. Su sonrisa no era la misma que en años pasados y su actitud se había vuelto tan cínica y superficial que se espantó de su propio proceder, el ambiente se tornaba tenso cuando estaba en presencia de Sasuke y hasta el mismo Haru era consiente de eso.

‘Todos menos su pequeño, no importa que todo carezca de sentido si lo tengo a él…y a Sasuke’ de este ultimo llegaba a dudarlo.

Ya no sentía esa euforia al pensar en su vida de casado y la hermosa familia que tenia, el vivir en una zona privilegiada, tener tarjeta de crédito ilimitada, organizar tardes de té y fiestas de gala para los socios de la compañía y pareja de los mismos, lo tenia harto.

Harto de guardar las apariencias, de tener siempre una manera de actuar y vestir tan pulcra y correcta que se le antojaba una armadura vacía y sin calidez a la que se tuvo que adaptar para encajar en el mundo sofisticado de Sasuke. Un mundo del cual siempre denegó aun siendo esa su procedencia.

Se miró por cuarta vez por el espejo retrovisor y los ojos azules brillantes le devolvieron la mirada, como si le culparan del estado actual en que estaba estancada su vida.

22 años, una carrera terminada pero sin ejercer, de eso no culpaba el haber salido embarazado sino que su propia debilidad hacia el dueño de los ojos ónice que le hubo encandilado desde los 14 años y que pareciera que solo hizo controlar su vida con la misma sistemática y fría organización con que llevaba la prestigiosa empresa Uchiha.

¿Cuándo fue la última vez que escuchó una palabra de cariño de su parte? No lo recordaba, y si en algún momento la hubo, tampoco su mente lograba registrarlo. Pero era muy olvidadizo, debió haberlo olvidado, ¿Verdad? Pero se engañaba, una vocecita hacia tanto silenciada, llamada conciencia, se lo decía con insistencia molesta pero tan certera. No es que fuera un romántico y nada de eso, por kami, si estaba casado con un témpano de hielo, variando claro en la cama donde ambos parecían compaginar perfectamente. Y eso también estaba llegando a ser monótono y ‘’No, eso si que no’’ suficiente falta de emoción y adrenalina tenia ya en su vida como para agregarle el aburrimiento.

Apoyó la frente en el volante y repasó mentalmente lo que tenia que hacer antes de llegar a casa. Entregar a la vieja lo que lograra averiguar y pasar por casa de Hinata a recoger a Haru. Hacer la cena y estar totalmente limpio de todo olor para que el fino olfato o mirada inquisitiva de su perceptivo marido, no sospechara nada.

Aunque ese noche habría cierta variación en el menú y que decir de la hora del mismo.

Ya la pava no pondría donde lo hacia.

Miró hacia las luces de neón que parecían burlarse de su indecisión y con un suspiro se cuadró de hombros y embozó una de esas sonrisas zorrunas y desafiantes que bien le había caracterizado en el pasado.

Lo haría por la vieja borracha y por Ino, de paso por si mismo. Le rompería un hueso a cualquiera que se pasara de listo y de paso seria divertido volver a las andadas con la emoción de saber que podrían descubrirlo y desencadenarle mas problemas que una discusión como las que comenzaba a echar en falta, con su esposo.

Bien, era hora de tomar el toro por los cuernos y salir del cascaron donde voluntariamente, aunque con cierta renuencia puesto que solo quería agradar a su marido, y de la misma manera saldría.

Era tiempo de dejar las sutilezas y hablar, actuar y ponerse en movimiento porque sino explotaría en mal momento y no solo el Uchiha saldría perjudicado sino que también su hijo, y eso nunca lo permitiría sobre su cadáver. Suficientes malos recuerdos, golpes y miradas de odio, sabia de primera mano como se sentía le vivir en un hogar disfuncional y la poca aceptación de la sociedad que condenaba y castigaba cruelmente a cualquiera que no fuera legítimamente de tal o cual estatus social. Era como una norma, tacita, en que todo tenía su lugar. En un instante se despojó de la sortija y colocándola con cierto esfuerzo en su dedo pulgar, sintió como si se liberara de una cadena pesada y fría que le impedía avanzar.

Con esa resolución, el Uzumaki ejecutó los movimientos mecánicos de salir del auto y tomar la primera bocanada de aire frió de la bulliciosa y concurrida calle. ‘Sé que puedo’

Con elegancia y soltura, y la sonrisa, un tanto nerviosa, pero sonrisa al fin y al cavo, se encaminó hacia la puerta del bar con el sonido del largo chaleco de cuero al golpearle las desnudas piernas y el cinturón apretado, innecesariamente, como una muestra de darse valor, el pecho cubierto por una ínfima camiseta de rejillas y una suave sombra roja sobre los zafiros que poseía por ojos.

El silbido de uno que otro de los transeúntes le infundieron confianza, ‘’Vaya, aun soy deseable’’ y con ese pensamiento positivo entró en el oscuro y abarrotado lugar.

No se fijó en el portero ni en la larga fila que permanecía esperando para entrar, solo miró haca adelante con la frente en alto y conteniendo la respiración para evitar respirar la inicial sensación de asfixia, el tufo a sudor, humo y alcohol, y así no gemir de espanto cuando la puerta fue serrada a su espalda y la oscuridad le envolvió de tal forma que creyó revivir el pasado cuando las sombras de sus demonios le hundían más y más en esa inescrutable oscuridad.

Pero el ya no era un chiquillo asustadizo e inexperto, por ello cuando sus ojos se adecuaron a la escasez de luz y fueron consientes de los cuerpos sudorosos y agitados que se movían como al son de una marea, movidos por la adormeciente música. Sonrió con la certeza de salir airoso de entre la mugre y la inmundicia, averiguando de paso el autor de consumador de la muerte de Ino por medio del snuff.

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