Capítulo 1
LONDRES...
Llueve sobre Londres, un pronóstico que anuncian no declinará hasta mañana.
-¡Rayos!, dejé el paraguas en la oficina- reclama el chico rubio de 25 años de edad.
Su nombre es Draco Lucius Malfoy Black, un hombre de complexión delaga, fuerte, piel blanquecina, ojos grises. Tiene un carácter complicado, y está próximo a contraer matrimonio con Pansy Parkinson, su secretaria.
Hace tres años que entró en el negocio familiar, por la noche asiste a la universidad para terminar su último semestre de ingenieria comercial.
Todo parecía normal, los hechos más recientes denotaban que era una ciudad tranquila, sin mayores sobresaltos.
Al otro lado de la ciudad, un Hotel de lujo, tenía de huésped a Harry James Potter Evans, un chico de 23 años de edad, que hacia menos de 3 años se convirtió en un hijo de la sangre.
La lluvia le gustaba y a la vez no, la detestaba, porque le traía recuerdos muy amargos.
Harry recibió el don oscuro a través de su mejor amigo, Ronald Weasley. No lo pidió, ya que el pelirrojo vampiro, lo tomó por la fuerza, encadenándolo como un prisionero y procedió al acto... fue doloroso, más que una quemadura, una vez realizado, no podría revertirlo... lo terminó odiando por ello; no obstante, le salvó la vida; sin embargo, ya no podrái experimentar la muerte, claro, al menos que uno de sus hermanos o el sol, se encargaran personalmente de ello.
Dejó su vida humana, terrenal, aprendió a cazar, a beber sangre de delincuentes o mafiosos, también, aprendió a no perder ni una sola gota de su licor favorito, ni menos a manchar la camisa o ropa de sus presas... nació el deseo de ser un profesional.
Con el pasar del tiempo, notó que la sangre tená un sabor distinto dependiendo de la presa... era como si mientras más pecados acumulara, es más deliciosa, y lo contrario, menos pecado, menos sabrosa.
Esa noche era distinta a las demás... esperó a que la lluvia se acentuara y se levantó de la cama, vestido con un traje negro, camisa rojo vino y una cinta con una rosa negra... se colocó un sombrero de copa en su cabeza... se acercó al espejo, sus ojos verde esmeralda, estaban brillantes, sus uñas cristalinas.
Estaba sediento, hacia dos noches que no salía de caza, un minuto más y perdería la cordura.
Abrió la ventana, salió al balcón y saltó a la azotea del otro edificio, luego al vacío, a un callejón oscuro y se unió a la fila de peatones que caminaban deseosos por llegar a sus hogares.
Draco corría con su maletín en la cabeza, sí que se agarraría un resfríado fuerte, estaba a unos metros de entrar a la universidad, le quedaban cinco minutos para la primera clase. Fue al kiosco y compró un café, sentía muchos escalofríos, ya que una delgada chaqueta, su camisa empapada y unos pantalones mojados, eran su vestuario.
-Que bueno que llegas dragón- se aproxima Blaise a saludarlo.
-Mejor entremos o nos retarán de nuevo- dijo el rubio bebiendo un sorbo de su café.
-Estas escaleras son interminables- reclama aburrido Blaise.
-Entren todos, la clase va a comenzar- dijo un hombre alto, cabello negro, ojos negros, responde al nombre de Severus Snape.
-¿Qué crees que nos pasará hoy?- pregunta Blaise sacando el cuaderno de la mochila.
-De seguro hay prueba sorpresa.
-Saquen una hoja, interrogación escrita y sin chistar, así hacen trabajar una vez sus neuronas.
-Te lo dije- sacando la hoja.
-A veces creo que eres mago.
-No hay que saber magia para deducirlo, esta es la semana y media.
-Qué tanto cuchichean ustedes dos, parecen dos viejas alcahuetas- detrás de los chicos- pregunta número uno...
Harry seguía en su travesí, parecía que no oba a poder aguantar más hasta que... un olor delicioso detectado por su olfato lo envolvió... del suelo saltó al quinto piso de un edificio, quedaba justo al frente, sus colmillos crecieron, su cuerpo en estado febril, sino hubiese tanta gente, saltaría y rompería en ventanal, lo mordería... se imaginaba ese dulce elixir corriendo por su garganta, cerró y abrió los ojos, los posó en él, en ese chico rubio que contestaba un examen.
-Rápido, rápido, excúsate y sal de la sala- murmuraba el moreno.
Draco entrega su examen.
-Pueden salir unos momentos, los revisaré y me encantará gastar otro lápiz rojo en sus calificaciones.
Todos los alumnos salen, menos Draco, quien saca un libro y bebe su café.
Snape sale del salón y allí estaba su escenario perfecto, su presa, solo, él sediento de su sangre.
Saltó hacia el balcón, abrió el ventanal, con un rápido movimiento, el rubio quedó en el suelo, desarmado y el moreno a punto de enterrar sus colmillos.
continuará...