Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lo Que Provocan Las Tormentas por AthenaExclamation67

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Lo Que Provocan Las Tormentas

By AthenaExclamation67

Maldita sea la hora, y maldito sea el día en el que inventaron esta salvajada. Seguramente alguien que estaba muy aburrido, sin nada que hacer, pensó que lo mejor para divertirse en ese día era joder al prójimo.

Y sí. Digo joder porque para mí la bendita celebración de Halloween era martirio horroroso. Sí, ya sé. No debería de ser asustadizo, pero es que se pasaban, y me daba igual quedar como el caballero dorado más cobarde, las bromas del resto, me hacían tener pesadillas durante largos días.

Ese año, no iba a ser diferente, los juerguistas de mis compañeros, ya tenían sus ideas listas, todo tipo de salvajadas y atrocidades para asustar a los niños del pueblo que se acercaban a los templos para recibir caramelos.

Del primero al último, incluyendo a Shion que era el peor de todos, organizaban la celebración. Preparaban concienzudos, los disfraces y la decoración. Este año, la temática escogida a voto popular (léase los cazurros del resto de caballeros que escribieron todos lo mismo en el papelito escogido al azar) fueron los vampiros.

Todos sin excepción, saltaron y gritaron cuando conocieron el tema elegido, todos excepto yo lo que los miraba mientras un escalofrío recorrió mi cuerpo. Una sonrisa histérica se dibujo en mi rostro viéndolos tan entusiasmados y exaltados. Como siempre, estaba casi seguro de que en cuanto abandonara la reunión tramarían alguna maldad en mi contra.

"Eres un soso"

Me repetían constantemente, tratando de que me divirtiera en esa festividad, que disfrutará igual que ellos, pero... ¿qué diversión había o podía ver en asustar a la gente?

Para mí la respuesta estaba más que clara... ¡ninguna!

  • - Milo... ¿qué harás, como adornarás tu templo? - Preguntó Shion, interrogándome con su mirada fría, dejándome petrificado al ver sus ojos mirándome de ese modo - ¡entiendo! - Dijo - pero se nos parte la diversión el octavo templo chicos- añadió haciendo realidad resto.

Me sentí humillado a la par y ofendido, esa "acotación" me jodio en demasía, fruncí el ceño y salí allí corriendo, sin mostrar ningún tipo de educación o respeto a mis compañeros que se reían de mí como unos posesos.

Cuando llegue a mi templo, sólo pude maldecirlos a todos ellos, mientras en mi mente resonaban las palabras ofensivas de Shion y de mis compañeros de los cuales algunos creía que eran mis amigos, pero tarde me di cuenta que no era cierto.

Me arrebate, el coraje de recorrió mi cuerpo y desahogue mis ansias con mi único y fiel el compañero, el chocolate, eso era lo único que me tranquilizaba cuando me desesperaba o cuando sentía nervios.

Y así acabe ese día, mientras todos permanecieron reunidos sin preguntarse si me sentía bien, yo estaba solo y  frustrado en mi templo, amargado, pensando en la que me estarían preparando para asustarme como cada año.

Sólo quedaban dos días para el evento y tal como dijo Shion, empezaron a decorarlo todo hasta la séptima casa, deteniéndose en la parte trasera sin tocar una sola de las escaleras que ascendían hasta la mía. Los observaba, miraba todo lo que hacían, incluso tratando de adivinar cuál sería la bromita que me harían sin lograr descifrar nada. Veía cómo entraban y paseaban por mi templo de reojo, vigilándoles, temiendo cualquier fechoría.

  • - ¡Qué me ves! - exclamé de pronto la noche antes de la celebración - ¿acaso tengo monos en la cara Camus? - Renegué viendo cómo me miraba tan fijamente, incluso sonrojándome sin saber muy bien porque.

En esa mirada,  como siempre tan fría e inexpresiva,  jamás era capaz de intuir lo que pasaba por la cabeza de Camus, siempre era como un pedazo de hielo conmigo, seguro que me tenía por el más débil de los caballeros.

  • - No - contestó arqueando una ceja - solo esa araña gorda y peluda que te pasea por el pelo - añadió como siempre con esa mirada fija clavada en mi.

No le creí, las bromas serían al día siguiente, pero por las dudas, averigüé si era cierto llevando las manos a mis cabellos.

El saldo que di casi me hace pegar contra el techo al tocar esas patas peludas. Se había aliado con su amigo canceriano  y mientras yo le preguntaba, él dejo ese bicho de broma sobre mi cabeza.

Los dos se rieron de mí descaradamente mientras salían corriendo de mi templo cuando traté de alcanzarlos para agarrarlos a golpes, cosa que me impidió Shion que venía recordarme algo.

  • - ¡Vaya! ¿Qué te han hecho? - Preguntó riéndose, sabiendo perfectamente el mejor que nadie lo que me sucedía siempre en esa noche - Milo, recuerda que estás obligado a asistir a la cena - dijo mirándome triste - olvida ya el pasado y trata de divertirte... ¿sí? - Acabó y se marchó sin dejarme darle una respuesta.

Sus palabras me estremecieron, no quería ir a esa maldita cena en la que seguro me harían alguna jugarreta, mucho menos, después de lo que acaba de ocurrir con esos dos graciosos que seguro ya habían puesto al corriente de todo al resto.

La noche avanzó rápida, tanto que ni me di cuenta y nos plantamos en la tarde de la noche de brujas, tarde en la que sin remedio debía acudir a la cena en el templo de Aries como cada año desde que tenía mi armadura.

Sin ánimo, llegue al primer templo, viéndolos a todos disfrazados, vestidos con capas y trajes negros, incluyendo colmillos y algunas manchas rojas a modo de sangre para que en conjunto, todo luciera perfecto.

Se hizo un gran silencio a mi entrada, seguido de murmullo de palabras que se decían los unos a los otros, seguramente, recordándose su parte del plan para joderme la noche, acercándose algunos a saludarme efusivamente, cosa que me dejó bastante angustiado, más viéndolos a todos con sus capas y colmillos. Nada bueno esperaba de ellos, así que no pensaba darles el gusto de mostrarle es que sentía algo de miedo en esa noche, olvidándome de todo cuando Camus se acercó a mi sonriente, para saludarme como si no hubiese sucedido nada.

  • - Hola Mi... - empezó a decir pero tuvo que callase al estrellar mi mano contra su cara, mientras respiraba furioso por todo lo humillado que me hacía sentir.

Entonces se hizo un silencio mayor, no hubo murmullos ni cosas raras, sólo caras de asombro por mi reacción y por la inexplicable contención de Camus el cual esperamos todos que me devolviera la bofetada, cosa que no sucedió y me extrañó.

Inmediatamente, le di la espalda, sin importarme que me golpeara traición, cosa que de sobras sabía que no haría y me senté en mi lugar, el mismo de todos los años, al lado de Dohko y de Aioros que me miraban alucinados. No podía olvidar la rabia que sentía mientras duró la cena, cena corta, la más corta de mi vida que justo término después de los postres, la mejor parte de todas ya que Mu preparó un suculento helado de chocolate con crema batida.

Después de eso, me fui de allí, no quería ver a ninguno de ellos, estaba realmente molesto, no respetaban que no quisiera hacer el burro, no me gustaban los sustos y mis motivos tenía, así que tonto de mí, pensé que lo aceptarían pero no fue así. Me levanté, despidiéndome de todos ellos por educación y regresé a la soledad de mi templo, ascendiendo lentamente y atravesando las casas que me separaban de la mía y justo cuando salía de la de Virgo para ir hasta Libra, sucedió lo que más me temia, lo único que conseguía sacarme de mis casillas, que me hacia recordar amargos momentos de mi vida.

El cielo ennegreció en pocos segundos, empezando se abría los truenos a lo lejos, tornando en algo intensos cuando cayeron los primeros rayos.

Mi cuerpo se tensó, quede petrificado, viendo cómo empezaba diluviar. Corrí, lo más rápido que pude, mojándome con la lluvia copiosa, empapandome antes de llegar a mi templo. Justo cuando esto sucedía, algo atravesaba el umbral de mi casa, un rayo la iluminó y un trueno hizo que todo se moviese a mi alrededor. Temblé de miedo, para mí era imposible no hacerlo, esas tormentas me estremecian y me dejaban fuera de control por culpa del pánico que sentía.

Los minutos se me hacían eternos, sólo deseaba que acabase la pesadilla, que cesara la tormenta y que pasara esa noche maldita. Tapaba mis oídos y cerraba mis ojos cuando los rayos caían evitándome recordar momentos dolorosos de mi infancia, sin conseguirlo, asustándome una cada vez más, haciendo lo que solía hacer cuando era un niño, esconderme bajo la cama, tapándome con una manta, temblando, incluso llorando hasta quedar dormidos.

Lentamente, el cansancio me fue dejando atrás puesto, también gracias a calorcito de la manta que me tapaba, quedando medio dormido, sin advertir que alguien entraba llamándome y buscándome sin encontrarme.

  • - ¡¿MILO?! - Gritó una voz que hizo que despertará y me sobresaltara, que provocó que golpeara mi cabeza contra el somier de la cama.

Abrir los ojos tras el golpe y me lleve las manos a la cabeza, tratando de calmar el dolor del chichón, acercándome agazapado hasta poder ver al que me llamaba, alzando la vista para descubrir una figura que da miedo al tiempo que otro rayo iluminó la habitación.

Escapar un grito ahogado inconscientemente, revelando mi posición, viendo cómo ese intruso entraba y caminaba lentamente hacia mi cama. Retrocedí, esa figura, esa silueta me recordaba algo, algo que tenía, que me intimidaba.

  • - ¡MILO! - Grito más fuerte - haz el favor de salir de ahí, no me obligues sacarte - seguía.

Quede quieto, muy callado, sin moverme para no darle más pistas de dónde estaba esto no sabía qué hacer, seguro que venía atacarme, a golpearme, y ésa silueta se acercaba cada vez más a mí, no sabía por qué, pero se dirigía directo a pesar de la oscuridad reinante, como si supiera perfectamente cómo detectar mi cosmo que permanecía al mínimo, lo suficiente alertado para poder defenderme por sí algo pasaba.

  • - ¡YA BASTA! - Gritó - ¡eres un cobarde! - Añadió levantando la cama entera, empotrándola contra la pared, dejando me ver quién era.
  • - ¡¿CA... Camus?! - Me sorprendí tanto que mi corazón empezó a latir como un loco.
  • - ¿Se puede saber qué te pasa? - Preguntó que si gritando, respirando nervioso - ¿cómo puede asustarte una simple tormenta?
  • - ¡Tú que sabrás! - Refute - ¡nadie que ha pedido que vengas! No me entendéis, encontráis diversión en algo que a mí me aterroriza y me hace recordar los peores momentos de mi infancia, aún recuerdo cada una de las palabras de aquel día de lluvia, de aquél día de tormenta grandiosa que entraron a mi cuarto para llevarme a mis entrenamientos.

 Me miró, frunció el ceño y se sentó a mi lado, murmurando, diciendo unas palabras que me sorprendieron.

  • - Si no me lo explicas... ¿cómo quieres que lo sepa? - Dijo haciéndome abrir los ojos de par en par, sintiendo que debía explicarle lo que sucedía en los días la tormenta, más en ese día.

"Flashback"

Los rayos me asustaban, era muy pequeño, cada vez que el cielo se iluminaba y le seguía ese horrible estruendo, salía corriendo y me ocultaba bajo la cama. Nunca antes mis maestros me habían visto hacerlo, pero ése día, ese día que las once de la mañana que cielo estaba negro y empezó a diluviar y sin poder remediarlo, me oculte bajo la cama o sin poder imaginar lo que conllevaría hacerlo.

Y maestro me buscaba por todo el templo a gritos, gritos que yo no escuchaba a tener mis oídos tapados, pero gritos que pude oír perfectamente una vez que me encontró y me sacó arrastras de debajo de la cama, mirándome con los ojos furiosos, casi inyectados en sangre, gritándome y golpeándome.

  • - ¡¿COBARDE?! No quiero un discípulo así - decía aterrorizándome, sujetándome de una pierna mientras me sacaba del templo y seguidamente, me arrojó al suelo cuando salimos al exterior - yo te enseñare a no temer una simple tormenta - increpaba, golpeándome al suelo, castigándome con una vara mientras me gritaba y chillaba todo tipo de insultos.

Cada vez que caían rayo me asustaba, recibían golpe de vara, vara mojada que impactaba contra mi cuerpo, que me lastimaba y magullaba, haciéndome llorar y retorcer de dolor mientras la lluvia me mojaba, hasta que se agotaron las lágrimas y los llantos desfalleciendo medio muerto el frío suelo.

"Fin Flashback"

  • - Ese día fue un 31 de octubre Camus, por eso no me gustan vuestros juegos - dije, sin darme cuenta de que Camus paso de estar sentado a mi lado a estar pegado a mí cuerpo, escuchándome y mirándome de un modo extraño, uno que me hacía sentir un calor raro, raro pero muy agradable hasta que sucedió algo...

Un fuerte relámpago cayó. Uno que me asustó tanto que me lancé a sus brazos sin pensarlo, agarrándome fuerte a su camisa, crispándola entre mis dedos, escondiendo mi cabeza en su pecho, sorprendiéndome gratamente cuando me abrazó, cuando sus brazos me rodearon y me pegaron a su cuerpo, haciéndome sentir protegido, haciendo que estando así no tuviera miedo de que algo me pudiera pasar.

Lentamente, me fui relajando, sintiéndome reconfortado por ese abrazo tan inesperado, escuchando en silencio de la noche latir su corazón agitado, latiendo muy rápido como queriendo salirse de su pecho.

Alcé mi rostro para mirarle, para agradecerle que estuviera a mi lado tratando de tranquilizarme o al menos apoyándome en ese momento tan delicado para mí. Pero su sonrisa, la que había dibujada en su rostro me impidió mediar palabra.

Quedé estático, embobado mirando sus ojos que tenían un brillo extraño, notando como mis orejas ardían, provocando que me sintiera muy nervioso.

  • - ¿Mejor? - preguntó sin borrar esa sonrisa - quiero que me cuentes la próxima vez, quiero conocerte mejor para poder comprenderte, para apoyarte como te mereces - susurró.

Me sonrojé, mis mejillas empezaron a enrojecer. Esas palabras me consolaron, no me juzgaba, no se reía de mí, tan solo me apoyaba haciendo que mi estomago se estremeciera con cada sílaba que pronunciaba.

  • - S... Sí Camus - susurré desviando mi mirada a un lado de su cuerpo - solo es que me daba vergüenza explicarlo, se supone que un caballero no debe temer a nada - añadí cerrando los ojos, sintiendo mis lágrimas resbalar por mi cara.
  • - Milo... - susurró alzando mi mentón, obligándome a mirarle - todos tenemos miedo - añadió inclinándose, pegando sus labios a los míos, robando un beso de ellos.
  • - Ca... mus... - le miré conmocionado por el beso - ¿a qué le tienes miedo? - pregunté cuando realmente debí decir... ¡QUÉ HAS HECHO!
  • - Tengo miedo de perderte, de no volver a estar contigo así, abrazados. Besándote, amándote Milo... - dijo sin pensarlo un segundo - siento realmente lo de ayer, solo quería llamar tú atención - sonrió sin dejar de mirarme, sin soltar mi barbilla.

Me estremecí completamente, sus palabras, sus gestos, ese beso... me hicieron sentir tan bien que ni cuenta me daba de la tormenta, solo podía mirar a sus ojos que me miraban, a sus labios que me sonreían, sintiendo como no solo no me soltaba, si no que estrechaba el abrazo para que no me escapara de su lado, algo que no tenía pensado hacer.

  • - Camus... - susurré aflojando mis dedos de su camisa, acariciando después su pecho semi-mojado por la lluvia - no pienso marcharme.

Sonreí al tiempo que caía otro relámpago, al tiempo que volvía a besarme, a tranquilizarme, ha hacerme sentir que todo estaría bien si permanecíamos juntos, sin alejarme de su lado, logrando que con sus besos, con las caricias que me dio mientras me hacía suyo, se borrase ese horrible recuerdo, convirtiéndose en uno inmejorable. Uno que no nos cansamos de repetir nunca, sobre todo en los días de tormenta en los que siempre corre a abrazarme, ha protegerme y amarme mientras yo me entrego a él completamente al único hombre que me enseño a amar, al que devolvió la sonrisa a mis labios en los desafortunados días de tormenta...

Camus... No sabes cuánto te amo...

-Fin-

 

 

 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).