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La Nueva Alianza por midhiel

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La Nueva Alianza

Capítulo Doce: ¿Y Si Alguna Vez Me Amó?


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Regalo de cumpleaños para PrinceLegolas. Espero que lo disfrutes.


Mil gracias, Ali, por corregir.



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Aragorn volvió a leer la orden de arresto contra Lord Ecthil que acababa de firmar y se la entregó al Capitán de la Guardia Real.

El hombre tomó el papel, hizo una reverencia y se retiró.

Faramir se levantó de su silla, frente al escritorio del Rey, y caminó hacia el umbral.

-Llevaré los documentos que me mostraste para leerlos en mi despacho – explicó el Senescal con la mirada retraída.

-¿Te sucede algo? – Aragorn frunció las cejas al ver su expresión y se sentó en su asiento.

-Esta mañana …owyn no se veía bien. Le pedí que descansase, aunque dudo que me haya hecho caso.

-¿Quieres retirarte? Falta poco para la hora del almuerzo y me imagino que querrás estar con ella.

-Tengo mucho trabajo, Aragorn.

El Rey se puso de pie y caminó hacia su amigo.

-Anda, Faramir. Ya hemos revisado los asuntos más importantes. Deja que yo me encargue de todo.

Faramir asintió débilmente.

-¿Estarás bien sin mí?

Aragorn sacudió la cabeza, fingiendo enfadarse.

-Si no te retiras ahora mismo, te echaré a los golpes, Senescal de Gondor.

Faramir sonrió a su amigo y salió del despacho.

Al quedar solo, Aragorn giró hacia la ventana, junto al escritorio, para observar los jardines. Enseguida, su mirada seria y tranquila se ensombreció. Hacía tres semanas que había regresado de Drambôr y la traición hacia Legolas seguía torturándolo.

Tenía los ojos cansados, ya que pasaba las noches sin dormir, pensando en la vileza que había cometido.

Recordaba el rostro de Legolas al preguntarle por Arwen y sus facciones contraídas por la angustia cuando él lo amenazó con abandonar a la criatura si resultaba una niña.

¿Cómo había podido ser tan cruel? Buscar herir a una persona de esa manera. Y no a una persona cualquiera, sino precisamente a su consorte, alguien de quien jamás había recibido daño alguno.

Ahora él y Legolas ya no pasaban el tiempo como antes. El elfo le permitía que lo visitase sólo por el niño, pero ya no se sentaban juntos a mirar atardeceres, ni a alimentar a los pájaros. Si cenaban, lo hacían en silencio, y Aragorn ya no se quedaba por las noches.

El trato de Legolas era frío, sólo hablaba lo necesario, para comentarle alguna novedad referente al bebé o a los preparativos para su llegada. Y ya no tenían contacto físico, el hombre sólo le acariciaba el abdomen para sentir los movimientos de la criatura.

Aragorn recordaba con melancolía la calidez del elfo antes de su traición. Su mirada inocente cubierta de dulzura que tanto lo había atraído. Ahora que la evocaba, se preguntaba si no había amor detrás de esos ojos azules. Si el elfo, quizás, hubiera estado enamorado de él desde su llegada.

No. Imposible. Sacudió la cabeza. Legolas era un príncipe orgulloso que había venido a cumplir con su misión, sin ningún tipo de compromiso.

Pero… ¿y si lo hubiese amado siempre y Aragorn, ensimismado en sus asuntos, no lo hubiera notado?

Miró el anillo con la piedra negra y se cuestionó cuáles eran sus sentimientos hacia Arwen. …l creía amarla, en verdad lo hacía, pero estaba sintiendo que su pasión hacia la elfa se estaba enfriando. La seguía queriendo, jamás dejaría de hacerlo, pero sentía que su cariño por ella ya no tenía la misma fuerza que su amor por Legolas.

-Legolas – suspiró su nombre.

Se quitó el anillo y lo guardó en el cajón del escritorio junto a las cartas de Arwen.

Debía decidirse.

Ya era hora de que lo hiciera.


..................



Legolas estaba atravesando el quinto mes de embarazo y se veía más hermoso que nunca. Su luz interior se intensificaba con la del bebé, dándole a su piel un brillo especial.

Su belleza se había convertido en el comentario de la corte, todos estaban fascinados con él. Las damas y los hombres cuchicheaban a su paso y le sonreían, cautivados por su encanto.

Pero Legolas, en lugar de vanagloriarse, eludía los halagos y buscaba refugio en la soledad de los jardines. No soportaba las fiestas bulliciosas ni las conversaciones vacías de la corte, donde los hombres parecían esconderse detrás de máscaras y reían aunque no existiera un motivo.

Además, a medida que transcurrían los meses y su embarazo progresaba, la comunicación con su hijo se hacía más intensa. Los bebés de los elfos eran seres muy sensibles y activos que transmitían sus emociones con más fuerza que las criaturas de otras razas. Sus madres o sus adas podían percibir sus sentimientos y conversar con sus hijos, aún desde sus vientres.

Legolas salía todas las tardes a caminar solo, y se sentaba en un banco frente a un grupo de pinos. Allí aspiraba la brisa para conectarse con la Naturaleza y se frotaba el abdomen para que su hijito también la sintiera.

El bebé le replicaba con suaves pataditas y le transmitía sus emociones: si se sentía tranquilo, ansioso, alegre, o un poquito triste.

El elfo le replicaba sonriendo y comenzaba a hablarle: si lo sentía triste lo consolaba, si lo sentía alegre le cantaba canciones.

-Hoy te entusiasmó mi práctica de tiro – exclamó Legolas, masajeándose el abultado estómago -. Parece que cuento con un hermoso guerrero o guerrera – rió. El bebé pataleó con fuerza. Su ada agregó después de un rato -. Ayer te sentí triste. No es la primera vez que te siento así en la noche.

El pequeño quedó quietito, sin replicar.

Legolas cerró los ojos. Su hijo era un bebé alegre con muchas ganas de vivir. …l estaba muy orgulloso de ello. Pero por las noches, cuando su ada se acostaba para conciliar el sueño, el niño se tornaba triste.

-¿Qué te sucede? – le preguntó a su vientre con una tímida sonrisa -. ¿Extrañas a tu papá?

El niño pateó despacio. Legolas entendió que era un sí y suspiró.

-…l ya no puede pasar las noches con nosotros, amor – explicó con la voz suave -. Se portó mal con nosotros. ¿No lo recuerdas? – sacudió la cabeza -. Es cierto, tú lo perdonaste. Pero mi situación es diferente. Lo siento, pequeño.

Observó los pinos. Ya no hablaba con los árboles desde aquella vez que recibiera la noticia de la traición de su esposo. No quería que le comentasen nada más referente a Aragorn. Ya había sufrido demasiado por culpa del Rey.

Se levantó del banco y caminó hacia la residencia.

El bebé había quedado quieto, como adormecido.

Desde las escaleras de la entrada, bajó un mensajero rápidamente.

-Alteza, acaban de acomodar la cuna en la habitación del niño.

-¿La cuna? – preguntó Legolas, enarcando una ceja -. Pensé que no estaría lista hasta dentro de dos meses.

-Su Majestad quería daros una sorpresa – replicó el hombre -. …l se encargó de dirigir su confección.

Legolas apenas sonrió y empezó a subir los escalones.

-¿La viste? ¿Cómo es?

-Preciosa, Alteza – se detuvo el mensajero y miró al Príncipe -. Una cuna digna del Heredero de Gondor – se detuvo un segundo, antes de agregar con una tímida sonrisa -. O de una hermosa Princesita.

-Iré a verla – Legolas le agradeció el gesto con otra débil sonrisa antes de continuar ascendiendo.

El niño volvió a patalear y, esta vez, parecía complacido.



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Aragorn observaba enternecido a su esposo que, deleitado, caminaba en círculos alrededor de la cuna, estudiándola.

-Es bellísima, Aragorn – volteó hacia él, sonriendo. Era la primera vez que le regalaba una sonrisa desde la discusión que habían tenido y el gesto conmovió al hombre -. Me gusta que esté pintada de dorado.

-¿Viste el dibujo en la cabecera? – preguntó Aragorn, aproximándose.

Legolas apoyó las manos en los bordes de la cuna, miró la cabecera y descubrió un dibujo que representaba al Árbol del Rey con sus ramas entrelazadas a un abeto. Los símbolos de Gondor y Mirkwood.

El elfo quedó boquiabierto por la sorpresa.

-Quería algo que pudiera simbolizar lo que este niño significa para los dos – explicó Aragorn, que se había detenido a su lado y también contemplaba la figura -. Es nuestro hijo, Legolas.

Legolas extendió la mano y acarició la almohadita con los dedos.

-Imagínalo cuando esté durmiendo allí, quietito – los ojos azules se le humedecieron -. O cuando extienda sus bracitos para que lo alcemos.

Aragorn volteó la cabeza hacia su esposo, no soportaba más las ganas de darle un beso en agradecimiento por ese niño y por ser alguien tan bello y dulce.

Legolas se acarició el vientre y cerró los párpados. Su esposo aproximó sus labios a su boca, pero los retiró antes de que el elfo abriese los ojos.

-Está pateando con energía – rió Legolas. El hombre colocó la mano en su estómago abultado y presionó con suavidad.

-Creo que le agradó la cuna – sonrió el Rey.

Legolas sacudió la cabeza.

-No, Aragorn. Le agrada que estés aquí, con él.

-¿Y qué hay de ti? – preguntó con un leve temblor -. ¿También te agrada que esté contigo?

La mirada del elfo se volvió seria.

-Me siento feliz de que el bebé esté contento. Pero sabes bien cómo me siento respecto a nosotros.

Aragorn asintió con un dejo de tristeza y siguió acariciando el vientre de su esposo.

-Déjame preguntarte algo – solicitó el hombre. El niño no dejaba de moverse por sus caricias y eso lo hizo sonreír, a pesar de la respuesta de Legolas -. No lo tomes como un reproche porque no lo es. Sólo quiero saber algo.

-¿Qué es?

-Cuando llegaste a Minas Tirith y yo te confesé que continuaría mi relación con Arwen, tuviste la opción de irte. Sin embargo, te quedaste y te casaste conmigo. ¿Por qué?

El elfo se sonrojó un poco. Aragorn continuó:

-¿Sentías algo por mí?

Legolas asintió sin bajar la mirada.

El hombre sintió un balde de agua fría sobre los hombros.

-¿Por qué no me dijiste nada, Legolas? – preguntó con enfado -. Yo nunca imaginé que tú...

-Porque estás enamorado de Arwen – lo interrumpió con la voz dulce pero firme -. Tú la amas, Aragorn, y eso es algo que ni yo ni nadie puede cambiar.

-Pero te gustaría que mis sentimientos cambiasen, ¿verdad?

-Ya no.

Aragorn retiró su mano del vientre y volvió a contemplar el dibujo de los árboles entrelazados. En ese momento golpearon la puerta.

-Adelante – ordenó el Rey, volteando hacia la entrada.

El Capitán de la Guardia Real entró, preocupado.

-¿Qué sucede? – preguntó Aragorn, frunciendo el ceño.

-Majestad, disculpad que os interrumpa pero no pudimos detener a Lord Ecthil. Huyó esta madrugada.

-Pero, ¿cómo? ¿Quién le avisó?

-Todavía no lo sabemos, Majestad. Se llevó dinero y joyas. Los soldados ya están recorriendo los niveles de Minas Tirith, aunque dudo que a estas horas lo encontremos en la ciudad.

-Ordena a tus hombres que investiguen las zonas aledañas, y manda algunos a Osgiliath.

El Capitán asintió.

-Hay algo más, Majestad. Lord Ecthil abandonó a su hija de cinco años. Despidió ayer a su nana, la única que la cuidaba, y no se conoce el paradero de la mujer – sacudió al cabeza -. Los hombres están consternados por su actitud tan despiadada.

-¿Dónde está ahora esa niña? – preguntó Legolas, preocupado.

-En su casa. Los soldados trataron de calmarla, sin embargo, la pobre sigue llorando desconsolada. Le servimos alimentos, pero no quiso comer ni beber en todo el día. No sabemos qué hacer con ella. Pobrecita, nos partió el corazón a todos.

El elfo apretó el brazo de su esposo para que lo mirase directo a los ojos.

-Aragorn, debemos hacer algo por la niña – murmuró.

-¿Qué podemos hacer?

-Buscarla. Darle abrigo. Debe tener miedo de los soldados que invadieron su casa. Y se debe sentir muy sola sin su papá.

El Rey volteó hacia el Capitán.

-¿Ecthil no tenía esposa?

-Murió hace dos años, Majestad.

Aragorn miró a Legolas y asintió.

-Llévanos a su casa, Ferdol. Queremos ver a la pequeña.

-Sí, Majestad – replicó el hombre, hizo una reverencia y caminó hacia la puerta.

Legolas masajeó el brazo de su esposo.

-Gracias – musitó.

Aragorn sonrió, tocado por el agradecimiento, y salieron de la habitación.



........................





La residencia de Ecthil estaba situada en la zona más prestigiosa de Minas Tirith y sus vecinos eran personas de la nobleza que conocían al soberano en persona y concurrían a la corte. Sin embargo, ninguno pudo suprimir un grito de sorpresa al ver el Carruaje Real en la entrada de la casa y luego el descenso del Rey de Gondor y su Consorte.

Los soldados, que hacían guardia, se inclinaron ante la pareja, pero Legolas no lo notó. Entró en la sala principal y buscó a la pequeña. Un soldado se la señaló con el dedo.

La hija de Ecthil era una hermosa niña de cabellos oscuros y ojos negros que se encontraba sentada en un rincón, llorando desconsoladamente.

Legolas caminó veloz hacia ella y se arrodilló a sus pies. La miró con los ojos húmedos y entendió enseguida que la pequeña estaba muy asustada y lloraba de miedo. Acercándose con cuidado para que la pequeña no se asustará más y le rechazara, la estrechó fuertemente y le empujó la carita para que la posara sobre su hombro.

La niña abrazó su cuello sin dejar de llorar.

Aragorn se les acercó y se sentó junto a ellos. Le acomodó las hebras oscuras y le secó las mejillas. Ella empezó a sosegarse despacio, cobijada por esas dos personas que no conocía, pero que eran las únicas que se habían acercado a hacerle mimos y a abrazarla.

-¿Cómo te llamas? – le preguntó el Rey con suavidad, cuando la vio más calmada.

-Lillian – hipó la niña.

-Es un hermoso nombre. Yo soy Aragorn y él es Legolas.

La pequeña se alejó ligeramente del elfo, para clavar la mirada en su rostro y estudiarlo con atención. Le impactaron sus orejas puntiagudas y el tono dorado de su cabello.

-¿Conoces el Palacio Real? – preguntó Legolas. Lillian, más serena, asintió -. Es grande y está lleno de lugares para jugar. ¿Te gustaría venir con nosotros y pasar la noche allí?

-Extraño a mi nana – gimió.

Legolas sonrió con tristeza. Aragorn le palpó la cabecita para que lo mirase.

-Están buscando a tu nana, Lillian.

-Pero no la encuentran.

-La encontrarán. Te lo prometo – aseguró el Rey con una determinación que asombró al elfo -. Ahora es de noche y debes cenar y dormir. Pero te prometo que mañana ordenaré que la busquen por todos lados, hasta que aparezca.

-¿Puedes hacer eso? – preguntó la niña sorprendida.

-Sí, puedo – afirmó el Rey.

-¿Vendrás con nosotros? – preguntó Legolas, pasándole los dedos por las mejillas -. Tienes unos ojitos preciosos. No vale la pena que llores así.

La pequeña sonrió y asintió con timidez. El saber que encontrarían a su nana la había dejado más tranquila.

Aragorn le hizo un gesto a su esposo para que se apartara de ella; el elfo le acarició la cabecita y se irguió.

El Rey alzó a Lillian y la acomodó en sus brazos.

-Volvamos a casa – decidió el hombre. Legolas asintió -. Ordenaré a los hombres que recojan su ropa y sus juguetes para llevarlos al palacio. Allí le darán de cenar y después se acostará a dormir.

-Yo me quedaré cuidándola – besó la frente de la pequeña -. ¿Quieres que te cuide, Lillian?

Ella le sonrió al elfo, y luego cerró los ojos y posó la mejilla en el hombro de Aragorn. El Rey sonrió, enternecido.

-Vamos, Legolas – murmuró despacito para no molestarla -. Nuestra amiguita está cansada.

Legolas volvió a asentir y, otra vez, le besó la frente a la niña para darle consuelo.



..................



Faramir estaba sentado frente a la puerta de su dormitorio, frotándose la sien con preocupación. Elboron apuntaba con su arco hacia una ventana, pero tenía la mirada triste.

Su padre vio su expresión y lo llamó para que se sentara en sus rodillas. El niño obedeció y apoyó la cabeza en su pecho.

Faramir le acarició el rostro y le besó la cabellera rubia.

De repente, la puerta del dormitorio se abrió y el sanador salió con una sonrisa. El Senescal suspiró aliviado y empujó al niño para que se levantase.

-¿Cómo se encuentra mi esposa? – preguntó ansioso mientras se erguía.

-Muy bien. Sólo está cansada.

-¿Y ese malestar? Se desmayó por la tarde.

-Son los síntomas – replicó el hombre con una mueca de picardía.

-No entiendo – sacudió la cabeza.

-Su esposa está embarazada.

Faramir quedó mudo. El sanador rió con entusiasmo.

-Son los síntomas del embarazo. Náuseas, mareos. La examiné y lleva dos meses.

-Dos meses – repitió el Senescal con la mirada extraviada. Otro hijo con su amada …owyn venía en camino, apenas alcanzaba a creerlo.

El sanador acarició la cabeza de Elboron que se encontraba de pie, junto a su padre, sin entender la situación.

-¿Puedo entrar a saludarla? – preguntó Faramir, volviendo a la realidad.

-Claro que sí. Lo está esperando – inclinó la cabeza en señal de saludo para marcharse.

El Senescal le estrechó la mano y llamó a un sirviente para que lo acompañase hasta la salida. Luego alzó a su hijo y entró en el dormitorio.

…owyn, que se encontraba de pie observando su figura aún esbelta frente al espejo, corrió hacia su esposo y hacia su hijo.

-Mi amor – suspiró Faramir, mientras descendía a Elboron para abrazarla -, no puedo creerlo.

La mujer le besó los labios, primero con ternura, luego con pasión.

-¿No era eso lo que tanto querías, Faramir? ¿Otro bebé?

-Lo buscamos durante tanto tiempo.

-Y ahora lo tenemos – rió …owyn.

Elboron, que continuaba sin entender lo que ocurría, tironeó del vestido de su madre para que le prestase atención.

-¿Qué paza? – preguntó, frunciendo el ceño.

Faramir se apartó de su esposa y se inclinó hacia el niño.

-Elboron, tu mamá y yo tenemos una noticia para darte – explicó con una cálida sonrisa.

El niño alzó la cabeza hacia …owyn, buscando respuestas.

La mujer lo alzó y lo acomodó entre sus brazos.

-Vamos a la sala, Elboron – le besó la mejilla -. Tenemos algo hermoso que debemos explicarte.

Faramir rodeó la cintura de su esposa y volvió a besarle los labios.

Llevaban más de un año buscando ese bebé, y ahora, finalmente, lo conseguían.



....................


En el Dormitorio Real, Lillian devoró la cena que le sirvieron y luego se puso a dibujar con sus crayones en una hoja.

Legolas la observaba, sentado junto a ella, sonriendo con ternura.

Aragorn se había retirado a su despacho y firmaba nuevos documentos para la captura de Ecthil. También ordenaba la búsqueda de la nana de la pequeña.

Lillian dibujó a su familia, casas, árboles y flores. Después bostezó y Legolas comprendió que había llegado la hora de acostarla. La llevó a una habitación continua que los sirvientes habían preparado y la arropó en el lecho.

-Si necesitas algo, estaré durmiendo detrás de esa puerta – le mostró una puerta lateral que conectaba los dos cuartos. La niña asintió. Legolas le besó la frente -. Dulces sueños, Lillian.

Esperó un rato hasta que se durmiera y volvió a su dormitorio.

El Rey acababa de regresar y estaba aguardándolo, sentado frente a los platos vacíos de la niña.

-¿Ya se durmió?

El elfo asintió.

-Es una niña muy dulce. No quiero pensar lo que habrá sufrido al encontrarse sola y desprotegida – se acercó a Aragorn y le frotó el brazo -. Gracias por haber sido tan comprensivo. La trataste de una manera tan paternal, tan cariñosa – sonrió -. No te había visto actuar así desde mi llegada. Esta niña te abrió el corazón.

El hombre quiso replicar que había sido la súplica en los ojos de Legolas lo que le había abierto el corazón. Sólo él, con su hermosura y nobleza. Pero prefirió callarse.

El elfo caminó hacia el umbral para despedirlo. Aragorn guardaba la esperanza de que lo dejase estar con él un rato más, pero entendió que Legolas no deseaba que pasara la noche a su lado.

-Adiós, Aragorn – le sonrió, abriendo la puerta.

-Namarië, Legolas – lo despidió en su lengua. Le acarició la curva del vientre y musitó -. Nos encontraremos mañana, pequeñita – rió – o pequeñín.

Salió del cuarto y el elfo cerró la puerta.

-No puedo negar que lo amo – susurró Aragorn, apretando los puños con impotencia -. ¿Cómo pude ser tan estúpido de rechazarlo así? ¿Cómo pude traicionarlo de esa forma? – caminó por el pasillo en silencio, mientras sacudía la cabeza con remordimientos -. Ojalá me perdone algún día – deseó y besó su anillo de bodas.

Legolas apagó las velas y se acostó en el lecho. Se frotó el vientre con ternura y sintió que el bebé había vuelto a sentirse triste.

-Hoy tu papá se comportó como un verdadero Rey, preocupándose por los que sufren – le comentó para devolverle la alegría -. Vas a estar orgulloso de él. Ya verás – el pequeño replicó con suaves golpecitos, no quería seguir lejos de su papá por las noches, pero también le agradaba que Legolas le hablase de él. El elfo se sentó en el lecho y con la mano apoyada en el estómago empezó a explicarle a su hijo lo bondadoso que Aragorn había sido con Lillian.

El bebé se alegró y no tardó en conciliar el sueño.



TBC

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