Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Nueva Alianza por midhiel

[Reviews - 100]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo Nueve: Las festividades de Drambôr



Regalo de cumpleaños para PrinceLegolas.


Mil gracias, Ali, por las correcciones.

..............................

Frases en élfico:

Mae govannen, Aran Elessar: Bienvenido, Rey Elessar.

Mae govannen, Aran Celeborn: Bienvenido, Rey Celeborn.




................



Habían transcurrido cuatro horas desde que partiera de Minas Tirith. Aragorn descorrió las cortinas blancas del carruaje para observar el bosque.

Se palpó el bolsillo derecho de la camisa, donde guardaba la carta con los nombres de los elfos que viajarían a Drambôr. El secretario se la había entregado antes de partir y él aún no la había leído.

Los altos árboles, que escondían al sol, lo adormecieron. Corrió las cortinas y echó la cabeza hacia atrás, sin cerrar los párpados. Trató de ocupar su mente en asuntos de estado para no dormirse y volver a soñar con su esposo.

Se asombró de la ironía de su situación: él, Aragorn II, el arrogante Rey de Gondor, capaz de enfrentar a la Muerte cara a cara, temía evocar a Legolas en sueños. Recordó el beso que le había dado la noche anterior y cómo sus labios se habían encorvado.

-Es ridículo – pensó con una sonrisa socarrona -. Ni siquiera lo amo.

Pero le costaba convencerse.

Cruzó los brazos a la altura del pecho y cerró los ojos. Las últimas semanas habían sido agotadoras y necesitaba descansar.

El carruaje se detuvo de golpe. Uno de los jinetes que conformaban su escolta, se acercó a la ventana.

-Llovió mucho por esta zona, Majestad, y el lodo convirtió el área en un pantano. Será mejor que demos la vuelta y tomemos el camino más largo.

-¿Nos retrasará mucho? – preguntó Aragorn, abriendo los ojos.

El hombre se alejó de la ventana y llamó al guía que se aproximó al instante.

-Lo siento, Majestad. No sabía que el camino estaba en tan malas condiciones. Si viajamos por los montes, llegaremos al pueblo un día después de lo previsto.

El Rey sacudió la cabeza.

-La gente me está esperando para iniciar los festejos. Debemos seguir por este rumbo.

-Majestad, es peligroso – replicó el guía -. El carruaje podría quedar empantanado.

Aragorn abrió la puerta del coche y bajó de un salto. Se acomodó el traje gris y miró a los hombres.

-Entonces cabalgaré – los hombres lo observaron con sorpresa. El Rey caminó hacia el cochero que continuaba sentado en su sitio y le ordenó -. Suelta al caballo más veloz y lleva el carruaje a Minas Tirith.

-Sí, Majestad – el hombre brincó del asiento.

Aragorn volteó hacia su escolta.

-Continuaremos el viaje por el bosque como lo habíamos previsto – aseveró. Lanzó una severa mirada al guía -. La próxima vez, cumple con tus funciones como debes hacerlo. Si te ordenan que investigues la zona, hazlo y prevé estos inconvenientes.

El hombre, avergonzado, bajó la cabeza.

El cochero liberó un corcel negro y se lo entregó al monarca. El Rey lo montó de un salto y jaló las riendas para continuar la marcha.

-Monten ahora mismo. Tenemos poco tiempo para llegar al pueblo.

El cochero reagrupó a los animales y subió a su asiento. Los jinetes dieron un brinco sobre sus caballos.

Aragorn encabritó el suyo. La carta con la lista de los elfos voló del bolsillo de su camisa y cayó al suelo. Los cascos de su corcel la pisotearon, dejándola sepultada en el lodo.




.............................



El castillo de Drambôr era una antigua fortaleza que se levantaba sobre una colina, cerca del pueblo. De forma rectangular, tenía cuatro torres, largas y oscuras, ubicadas en cada vértice. La puerta principal era de roca sólida y estaba tallada con motivos élficos.

El Rey de Gondor llegó exhausto el mismo día en que empezaban los festejos y se mudó a los aposentos del ala norte que eran los más chicos.

Los elfos de Lothlórien habían llegado tres días antes y se habían distribuido en las cuatro torres. Celeborn había ocupado las habitaciones que daban al oeste y Arwen se había ubicado en las de la torre opuesta.

Al mediodía, horas antes de la apertura de la ceremonia, Aragorn bajó a la sala principal para saludar a los elfos y almorzar con ellos. Él no sabía que Arwen se encontraba allí, ya que había perdido la lista con su nombre.

La habitación estaba repleta de elfos que tocaban flautas y cítaras, y entonaban canciones. Unos comían frutas de las bandejas, otros bebían vino y algunos sólo conversaban en grupos reducidos.

Aragorn entró y el ambiente le recordó a su añorada Rivendell. Por un instante, deseó que Legolas se encontrara con él para disfrutar de la música de su gente y de sus poemas.

Celeborn, que se hallaba cerca de la puerta, lo vio ingresar y se le acercó.

-Mae govannen, Aran Elessar – lo saludó con una cortés sonrisa.

-Mae govannen, Aran Celeborn – replicó el hombre, inclinando la cabeza.

El Rey elfo le señaló unos sillones vacíos y se sentaron. Un sirviente pasó con una bandeja con copas de vino y se las ofreció a los monarcas. Aragorn bebió un largo sorbo y depositó el recipiente en una mesa. Celeborn estudió sus movimientos y advirtió que no se veía perturbado. Algo extraño, pensó, ya que había esperado hallarlo nervioso por el encuentro con su nieta.

-El viaje te debe haber cansado – opinó para iniciar la conversación.

Aragorn asintió y volvió a levantar su copa.

-El atajo del bosque era un desastre. Abandoné mi carruaje allí y llegué cabalgando.

-Se nota que deseabas llegar a tiempo – sonrió Celeborn, pensando que su apuro tenía relación con las ganas de encontrarse con Arwen. Pero la respuesta de Aragorn lo desconcertó.

-Le prometí a esta gente que estaría aquí para la inauguración de los festejos y no quise fallarle. Agradezco a los Valar no haber viajado con Legolas, hubiese sido muy incómodo para él cabalgar durante días en su estado.

-Legolas es un elfo – replicó el Rey de Lothlórien con fastidio -. Puede cabalgar días enteros y no se cansaría.

-Así es, a veces me preocupo por él en exceso – reconoció Aragorn y bebió los últimos sorbos de su copa. Un sirviente pasó y recogió el recipiente vacío.

Celeborn esperó a que el hombre se marchase y adujo con una misteriosa sonrisa:

-Es una suerte que no hayas traído a Legolas. Así podrás estar tranquilo para reencontrarte con quien tanto amas.

Aragorn, desorientado, enarcó una ceja. Su perplejidad desconcertó más a Celeborn.

-¿Acaso no sabes quién te está esperando en el castillo? – el hombre sacudió la cabeza -. ¿No recibiste la carta con la lista de elfos invitados?

-La perdí en el camino, antes de leerla.

Celeborn rió y bajó la mirada hacia su copa, aún repleta de vino.

-Arwen está aquí, Elessar. Te está esperando.

Aragorn quedó sin habla. Celeborn estudió su rostro y notó un brillo más intenso en sus pupilas grises. El Rey de Gondor observó los distintos grupos de elfos dispersos por la sala y reconoció a Arwen en un rincón, jugando distraída con los pliegos de su vestido turquesa.

-Arwen – musitó embelesado.

La joven volteó hacia él y le sonrió. Aragorn se levantó del sillón y caminó rápidamente a su encuentro. Ella permaneció en su lugar con la mirada cargada de dulzura.

-Arwen – suspiró, mientras la envolvía en un fuerte abrazo. La elfa apoyó el mentón en su hombro y cerró los ojos.

Aragorn la apartó con suavidad para observarla de frente. Su etérea belleza, sólo comparable a la de su esposo, lo encandiló.

-Arwen – repitió su nombre como si se tratase de un canto. Tomó su mentón entre sus dedos y la besó con pasión. Arwen abrió la boca y saboreó cada porción de sus labios.

Aragorn circundó su cintura y la atrajo hacia sus caderas. La joven se estremeció al sentir su masculinidad rozando su sexo.

-La gente nos ve – rió nerviosa, sin dejar de besarle la boca.

El hombre deshizo el abrazo y acarició sus mejillas con los dedos.

-Eres hermosa – le besó la cabellera, los pómulos, las manos -. Extrañaba tu cuerpo. Extrañaba tu perfume. Te extrañaba a ti.

Arwen sonrió, esas eran las palabras que había esperado escuchar. El dolor de los últimos meses sólo cobraba sentido al confirmar que Elessar también la había echado de menos.

Celeborn dejó su copa en la mesa y se acercó a los jóvenes. Sus besos y caricias poco discretos habían atraído la atención de la sala.

Aragorn notó que Celeborn se aproximaba y se apartó de su amante.

-Los festejos comenzarán enseguida – le besó la mano y luego se la soltó -. Quiero verte pronto.

-Arwen se hospeda en los aposentos del ala este – explicó su abuelo.

Aragorn miró a Arwen que replicó con una sonrisa.

-Entonces nos veremos esta noche – aseveró el Rey de Gondor.

La joven asintió y luego miró a su abuelo. Celeborn hizo un gesto de aprobación y apoyó la mano en el hombro de su nieta.

-Yo te acompañaré hasta sus aposentos, Elessar – replicó el Rey de Lothlórien.

-Hannon lle – agradeció el hombre en la lengua de los elfos.


.............................




Aragorn cabalgó por las calles de Drambôr bajo una lluvia de pétalos azules, el color preferido del soberano. El pueblo lo amaba, él le había devuelto la paz y Gondor crecía prósperamente bajo su reinado.

Los festejos comenzaron en la plaza principal y duraron hasta la tarde. Por la noche, el Rey volvió al castillo para una cena de gala en compañía de los elfos y las autoridades de Drambôr.

Arwen no asistió, ni a los festejos ni a la cena. Aragorn comprendió que había preferido permanecer en su cuarto, esperándolo.

Antes de los postres, el Rey de Gondor se despidió de los presentes y subió a sus aposentos. Celeborn aguardó un rato y se dirigió a las habitaciones del monarca.

Al entrar, encontró a Aragorn, levantando su correspondencia de una bandeja.

-Acaban de llegar las cartas de Minas Tirith, no he sabido nada de mi familia en estos días – aclaró, dejando los sobres en el escritorio, sin leerlos -. Espero que Legolas me haya escrito. Me preocupa su estado y el del bebé.

El elfo se acercó a él con una recelosa mirada.

-Mi nieta te espera. Será mejor que te apures.

-Aguarda aquí. Me cambiaré la camisa y me pondré un pantalón más cómodo – caminó hacia una mesa y levantó una botella de vino -. ¿Quieres beber algo?

Celeborn sacudió la cabeza y tomó asiento en un sillón junto al escritorio. Aragorn se sirvió un trago, volvió a colocar la botella en su sitio y entró en la habitación contigua para vestirse.

El elfo se inclinó hacia el escritorio y alzó la correspondencia para leer los sobres de soslayo. La mayoría de las cartas eran de Faramir, pero dos tenían el nombre de Legolas. Celeborn hizo una mueca de fastidio: ese miserable Príncipe no podía interponerse en la felicidad de su nieta.

Separó las dos cartas y las escondió en un bolsillo de su túnica. Luego se levantó y fue hasta la chimenea encendida. Sacó los sobres y los arrojó al fuego, las llamas consumieron rápidamente el papel.

Aragorn volvió a entrar, vestido con una camisa blanca de seda y unos pantalones oscuros.

-Ya estoy listo – adujo, levantando el picaporte -. Llévame a su habitación.

Celeborn lo estudió de pies a cabeza y asintió. El hombre abrió la puerta y abandonaron el cuarto.




....................





-¿Quieres cenar con nosotros? – preguntó Faramir, de pie en el umbral de los aposentos del Príncipe.

Legolas, que se hallaba en el balcón, volteó hacia él con una triste sonrisa.

-No, gracias – replicó -. Ordené que me trajeran la cena. Ahora saldré a los jardines para practicar con mi arco.

-Pero es de noche.

-La oscuridad no aplaca mis sentidos – entró a la habitación y se acercó a la mesa donde yacían su arco y su carcaj.

Faramir caminó hacia él, preocupado por su comportamiento extraño.

-¿Estás bien?

Legolas asintió.

-Deseo estar solo, Faramir. Es todo.

El Senescal no se convenció, pero tampoco quiso insistir.

-Llámanos, si necesitas algo.

-Así lo haré.

Faramir inclinó la cabeza a modo de saludo y salió del recinto.

Legolas volvió a salir al balcón y miró los árboles de los jardines que mecían sus ramas por la brisa. El elfo cerró los ojos y respiró profundo para escuchar, una vez más, lo que decían a través del murmullo de sus hojas. Ellos nunca le mentían, por eso, lo que susurraban debía ser cierto: su esposo lo estaba traicionando con Arwen.

Legolas entró en la habitación, alzó su arco y se acomodó el carcaj en el hombro.

Levantó la vista hacia el cielorraso, encima del lecho, y contempló las escenas románticas de los reyes antiguos. Sacudió la cabeza con determinación, no se lamentaría por la miserable actitud de su esposo.

No lloraría más, ya lo había jurado. Una persona tan soberbia y egoísta como Aragorn no merecía ninguna lágrima.


TBC


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).