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La Nueva Alianza por midhiel

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Regalo de cumpleaños de PrinceLegolas. Para que lo sigas disfrutando.


Mil gracias a Ali por corregir.

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Capítulo Dos: Aceptando el Destino


El llanto de Legolas se apagó hasta convertirse en un sordo sollozo. Hinchó los pulmones de aire y apoyó la cabeza sobre la almohada para analizar la situación con más calma. …l era Legolas, el príncipe guerrero, famoso por sus hazañas durante la Guerra del Anillo, que acababa de llegar a Gondor para casarse con el Rey más importante de los hombres. Pensándolo así, el asunto entero se reducía a un obvio negociado, sólo él podía haber sido tan ingenuo al confiar en que había sentimientos detrás del trato político.

Aragorn no lo había escogido, el hombre seguía enamorado de otra persona, y mo estaba ni remotamente de acuerdo con la elección del Consejo. Legolas había sido una mera imposición, la herramienta para conseguir el fortalecimiento de una alianza sin sentido, ya que los elfos más sabios partirían a Valinor en pocos años y sus nombres quedarían grabados en el recuerdo.

Legolas mordió la almohada con fuerza y cerró los ojos, ahora la realidad se le presentaba más clara: Thranduil, como Rey de Mirkwood, formaba parte del Consejo de los Pueblos …lficos, y era él quien había alentado a su hijo para que viajara a Minas Tirith, enseñándole las ventajas que esa alianza traería para su reino.

Y el Príncipe le había creído, confiando en que Aragorn había pedido el enlace. ¿Cómo podía ser tan ingenuo? ¿Cómo podía haber pensado que el hombre abandonaría a la hermosa Arwen para solicitar su mano?

-Es que...yo...lo amaba – balbuceó para sí mismo, tratando de justificar con razones, la desazón que sentía. Soltó la almohada y alzó las rodillas para cubrirlas con sus brazos, quedando en posición fetal.

Era verdad, Legolas amaba a Aragorn con locura, aún antes de la Guerra contra Sauron, aún antes de visitar Rivendell para el Concilio. Lo había amado desde la primera vez que lo vio en Mirkwood, hacía tres décadas. Sin embargo, siempre supo que el corazón del hombre pertenecía a otra persona y había aprendido a aceptarlo, sólo hasta que su padre le explicó que había sido seleccionado para contraer matrimonio con el Rey, se atrevió a pensar en un futuro con Aragorn. Entonces, Legolas creyó que los sentimientos de Aragorn habían cambiado. ¡Qué ingenuo había sido! ¡Qué tonto se sentía!

Una voz conocida detrás de la puerta lo trajo a la realidad.

-Legolas, soy Haldir. Déjame pasar.

El príncipe se sentó en el colchón y se secó las lágrimas con las manos. Haldir entró sin esperar respuesta y suspiró al ver la expresión de su amigo.

-Legolas, lo siento – se disculpó, acercándose al lecho -. Quería saber cómo te sentías después del encuentro con Aragorn pero esos ojos enrojecidos me explican todo.

-No – susurró, sacudiendo la cabeza -. Yo debo aceptar.

-¿Aceptar qué? – se sentó junto a él con el ceño fruncido.

-Que tenías razón al prevenirme. Fui un estúpido, creí que la verdadera causa era...creí que Aragorn me amaba.

Haldir le sonrió, compasivo, y le frotó el brazo para consolarlo.

-Aragorn es un hombre, Legolas. No comprende la sensibilidad de nuestra raza.

-Sí, la entiende – se deslizó lentamente y volvió a posar la cabeza sobre la almohada, el dolor era inmenso, no existían palabras para describirlo -. …l continúa...amándola – musitó y su voz se consumió como una llama.

-Yo lo sabía, mellon – confesó Haldir, retraído -. Elladan me lo dijo.

-¿Qué seguía amándola? - murmuró.

-Aragorn presentó a Arwen ante el Consejo y éste la rechazó. Los motivos no quedaron claros, parece que ella escondía un misterio, parece que Galadriel descubrió algo en su espejo. Lo cierto es que se opusieron a que Arwen representara a nuestra gente y subiera al trono de Gondor.

-Entonces mi padre presentó mi nombre y el Consejo aceptó – adujo, cerrando los ojos.

-La decisión fue unánime – replicó con orgullo -. Los elfos sabios reconocieron que tú eras el mejor candidato.

-Pero Aragorn no lo hizo.

Haldir lo observó, apenado. No era justo que Legolas sufriera de ese modo.

-Aragorn nunca se rehusó – repuso, tratando de que el tono suave lo aliviara -. Estuvo de acuerdo con la alianza y aceptó que te convirtieras en el Príncipe Consorte.

-Aceptó que le diera un heredero porque no tenía opción, Haldir. Me lo acaba de confesar en la Sala del Trono y también me propuso que nos divorciáramos cuando el niño haya nacido.

-¿Te propuso qué? – estalló, levantándose de un salto -. ¡Por los Valar! ¿Cómo se atreve?

Legolas cerró los párpados con más fuerza y estrujó las sábanas con los dedos.

-Esto es inaudito, mellon – Haldir empezó a recorrer la habitación, indignado -. Pero no te preocupes, aplazaremos la boda y expondré esto ante el Consejo.

-¡No! – se incorporó en el colchón -. Por favor, no hagas nada.

El capitán se detuvo en seco y volteó hacia él, enfurecido, pero el rostro desesperado del Príncipe lo apaciguó un poco y respiró profundo para calmarse.

-Legolas – su voz se volvió más serena -. Los miembros del Consejo deben estar al tanto de esta ofensa, especialmente tu padre. Ese humano no puede despreciarte así.

-Aragorn no me despreció – adujo, bajando la vista hacia las sábanas -. Únicamente puso las cosas en claro. Fue honesto.

-Ese hombre no te merece – suspiró, decepcionado.

Legolas lo miró con una mezcla de sosiego y resignación.

-Sin embargo, me casaré con él.

-Legolas, no puedes hacerlo – insistió mientras volvía a aproximarse a su amigo -. No bajo estas condiciones. No te obligará a darle un hijo para luego alejarte de su lado.

-Las cosas quedaron claras – replicó, y giró la cabeza hacia el balcón, cerca del lecho -. Daré a luz al heredero varón que tanto necesitan y seré libre.

-Legolas, no puedes estar hablando en serio – exclamó, incrédulo.

El Príncipe lo miró con la determinación impresa en el rostro.

-Permaneceré aquí para criar a mi hijo. No quiero dejar Minas Tirith, no quiero perder a Aragorn. Además, el hacer público este acuerdo solamente acarrearía nuevos conflictos, hasta la alianza podría destruirse. Seguiré viviendo aquí.

-Estás loco, no soportarás esa vida – se sentó en el colchón y lo observó persuasivo -. No te cases, Legolas. No permitas que los hombres te arruinen.

-Amo a Aragorn con todo mi corazón.

-Pero él no te ama.

Legolas quedó en silencio y volvió a sentir los latidos tenues del corazón destruido. Haldir se arrepintió de haberle hablado así, pero era la verdad y no podía seguir negándola. Se levantó del lecho y caminó hacia la puerta.

-El Consejo me ordenó que te acompañara hasta Minas Tirith. He cumplido la orden – volteó hacia el príncipe que continuaba observándolo, callado -. Partiré hacia Lothlórien al anochecer. No quiero estar aquí el día de tu boda.

-Te entiendo.

-No, Legolas – sacudió la cabeza -. Si me entendieras, no te casarías.

Abrió la puerta y abandonó el cuarto. Legolas se levantó y salió al balcón: el sol se esparcía sobre los campos de Gondor y destellaba sobre los picos nevados.

La alianza de las dos razas más importantes de la Tierra Media; quién hubiese creído, años atrás, que sería él, Legolas Thranduilion, el escogido para mantenerla. Cerró los párpados y se acarició el vientre. Desde la adolescencia había sabido que estaba capacitado para gestar vidas en su seno. Algo mágico e inusual, algo sagrado. Su padre le había dicho que tendría el honor de cobijar al heredero de los Númenor dentro de su cuerpo y él había reflexionado en la alegría de dar a luz a los hijos de Aragorn.

Pero ahora sabía la verdad, y aunque dolía, estaba seguro del camino que debía tomar. Abrió los ojos y divisó el sendero por el que había llegado a Minas Tirith. No podía echarse atrás, esa alianza no podía quebrarse. Tenía que casarse con el Rey y gestar al futuro monarca, aunque Aragorn no lo amase y nunca lo hiciera.


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Legolas se entretuvo mirando el paisaje desde el balcón y vio el atardecer que llegaba. Recordó que Haldir partiría a esa hora, llevándose con él a la delegación de elfos que lo había traído. Ahora sí quedaba solo en el reino de los hombres.

El mismo sirviente que lo había acompañado a sus aposentos, le acercó la cena más tarde. El Príncipe comprendió que Aragorn no lo acompañaría y se dispuso a comer en la soledad del cuarto.

Por la mañana, otros sirvientes lo despertaron para llevarlo hasta el sastre encargado de confeccionarle el traje de bodas. Legolas pasó allí hasta el mediodía cuando lo buscaron para que almorzase, solo otra vez.

Cuando concluyó el almuerzo, se dispuso a recorrer el palacio, que no había cambiado mucho en los últimos cinco años, y salió al jardín para respirar aire fresco. En un rincón, encontró a …owyn, la esposa de Faramir y princesa de Rohan, sentada en un banco, jugando con su hijo de dos años que recogía los pétalos esparcidos en el pasto.

-Legolas – exclamó al verlo -. Acércate.

El elfo respondió a la invitación con una sonrisa y se aproximó. …owyn alzó al niño y se corrió un poco para hacerle espacio en el banco.

-Siéntate. Es bueno hallar a viejos amigos.

Legolas obedeció y lanzó al pequeño una divertida mirada. La madre sonrió y movió a su hijo para que Legolas pudiera verlo.

-…ste es Elboron, Príncipe de Ithilien – lo presentó orgullosa.

-Hola, Elboron – lo saludó, atrapando la manito que el niño extendía hacia el rostro de …owyn -. Parecías entretenido con las flores.

-Le gusta recoger lo que ve en el suelo y llevárselo a la boca, por eso debo vigilarlo a cada rato.

-Suena agotador.

-Lo es, a veces – rió, observando a Elboron que se agachaba para alcanzar nuevos pétalos -. Pero no me quejo. Soy feliz, Legolas.

-Se nota en tu sonrisa.

La mujer asintió sin apartar la vista de su hijo.

-Soy feliz ahora que pude casarme con Faramir.

Legolas la miró y sintió pena al recordar lo que …owyn había sufrido durante los primeros años luego de la destrucción del anillo. Cuando la guerra concluyó y su hermano Eómer se convirtió en Rey de Rohan, ella fue obligada a casarse con un prestigioso guerrero para fortalecer las fronteras que continuaban infectadas de orcos, a pesar de que amaba a Faramir. El matrimonio resultó un fracaso y cuando dos años después, su esposo murió en una emboscada de las bestias, …owyn no lloró, se encerró en sus aposentos y mandó un mensaje a su hermano, anunciándole que ya era libre de contraer matrimonio con quien ella quisiera. Eómer le respondió y cuatro meses después ella llegó a Minas Tirith para su boda con el Senescal de Gondor.

-Tu primer matrimonio fue arreglado por razones políticas – suspiró Legolas y presionó los dedos contra el banco, nervioso. No podía dejar de relacionar esa historia con su propia vida -. Y fuiste infeliz porque amabas a otra persona.

-Fui infeliz porque amaba a Faramir y porque odio que me impongan órdenes – corrigió, veloz, sin reparar en la asociación que Legolas hacía -. Me sentí un instrumento de mi hermano, me sentí un objeto que los hombres podían canjear para la paz de Rohan.

-Y tu primer esposo, ¿te maltrató? – preguntó con temor.

-No – sacudió la cabeza -. …l siempre me trató como la Princesa de Rohan pero sé que nunca me amó, ni se esforzó en hacerlo.

Legolas tragó saliva.

-¿Y tú?

-Yo amaba a Faramir y él lo sabía. También entendía que yo jamás lloraría el día de su muerte. Por eso detesto a las personas que aún me miran con desprecio por no haber derramado una lágrima durante su funeral – volteó hacia Legolas con los ojos suplicantes -. Yo no lo amé y cuando murió me sentí...libre.

Legolas bajó la cabeza, no podía seguir enfrentando su mirada, feliz y melancólica. Pensó que así sería la de Aragorn si algún día se deshacía de él y se casaba con Arwen.

Elboron alcanzó un pétalo rojo y se lo llevó a la boca. …owyn se lo quitó con dulzura y le besó la frente.

-La vida es hermosa, Legolas, cuando podemos ser libres y luchar por lo que queremos. Yo no me di por vencida y esperé, sabiendo que algún día volvería a estar con Faramir.

-Imagino las cadenas que habrás sentido durante tu primer matrimonio.

-Cadenas que duraron sólo dos años y luego se rompieron.

-¿Despreciaste a tu primer esposo?

-No, pero me sentía usada todo el tiempo. Especialmente - bajó la vista, avergonzada – ...durante...la noche de bodas.

Legolas sintió un puñal en el centro del estómago. …owyn se mantuvo callada por un momento y luego volteó hacia él con una sonrisa.

-Tú también pasarás por eso, amigo.

-¿Qué quieres decir? – balbuceó.

-Te casarás con Aragorn y pronto deberás darle hijos. Eso es lo que todo el mundo espera.

Legolas desvió la mirada hacia un rosal del que caían los pétalos, la confianza con que …owyn hablaba le dio seguridad para abrirse.

-Yo no sabía que este matrimonio estaba arreglado – confesó, revelando su dolor en cada sílaba -. Es decir...lo sabía pero no quería aceptarlo. Creía que Aragorn... – no pudo continuar y miró a la princesa con los ojos nublados.

-Tú amas a Aragorn – adujo suavemente mientras le levantaba la barbilla con los dedos -. Se nota el temblor de tu voz cuando pronuncias su nombre.

-Pero él...no – sollozó.

…owyn suspiró, la mirada se le llenó de compasión y tristeza.

-Arwen es hermosa, tú también lo eres y vas a ser su esposo, no tienes que avergonzarte de ello. Durante la noche de bodas...

-No sigas – apretó los párpados con fuerza.

-... no debes sentirte humillado – concluyó …owyn. Legolas abrió los ojos y la miró, más tranquilo, ella seguía sosteniendo su barbilla -. No sientas vergüenza, por favor.

-No la sentiré – murmuró.

-Aragorn es un buen hombre y te respetará.

-Lo sé.

…owyn le soltó el mentón y volteó hacia Elboron que seguía recolectando pétalos del pasto y llevándoselos a la boca.

-Este período puede resultarte difícil – adujo …owyn, mientras trataba de sacar al niño sus tesoros -. Pero todo va a cambiar cuando nazcan tus hijos. Ya vas a ver.

-Espero tener tu paciencia – rió, entretenido por las maniobras de Elboron para eludir a su madre.

-La tendrás, Legolas.

Un sirviente se acercó desde el palacio para buscar al Príncipe.

-Alteza, comenzará el ensayo de la ceremonia.

-Iré enseguida.

El hombre asintió. Legolas se levantó y acarició la cabeza de Elboron.

-Es bueno encontrar viejos amigos. Ya me sentía solo.

-Pero no lo estás – replicó …owyn con una sonrisa.


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El ensayo se realizó en el Salón de Ceremonias y Aragorn no asistió. Legolas suspiró, resignado, era obvio que el hombre lo eludía. Un secretario le extendió una hoja con las líneas que el elfo debería memorizarse, se trataba de cortas respuestas a preguntas formales del ministro que oficiaría la boda. En ese momento Legolas recordó que Gandalf, el Mithrandir, llegaría esa misma mañana para celebrar la boda y ese pensamiento le hizo sonreír , feliz de saber que contaría con el bondadoso Istari Blanco. …l sabría como consolarlo con sabios consejos.

-Alteza, si deseáis, podéis leer en vuestros aposentos – le sugirió el secretario.

Legolas asintió y dobló la hoja con cuidado. Mientras lo hacía leyó una frase de soslayo: hasta que la muerte nos separe.

-Alteza, ¿estáis bien? - preguntó el hombre, afligido al descubrir el temblor en las manos del elfo.

-Sí – replicó, con calma, pensando cómo se sentiría Aragorn cuando mintiese al pronunciar sus votos.



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Esa noche Legolas no durmió y permaneció acostado, sosteniendo el papel. A la mañana lo esperaba una jornada agotadora, el sastre tenía que terminar el traje y luego lo buscarían para ensayar los pasos de la ceremonia. Ya sabía de antemano que Aragorn no lo visitaría, un secretario lo había excusado, comentándole que había asuntos que lo estaban requiriendo.

¿Asuntos?, pensó Legolas con sorna. ¿Qué podía ser más importante que su propia boda? Suspiró y cerró los ojos con resignación. Podría jurar que si se hubiera tratado de Arwen, no hubiesen existido razones para retener al Rey con sus ministros.


TBC

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