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Seres de la oscuridad por devil may cry

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Notas del capitulo:

Siento la tardanza. He hecho el capítulo más corto para poder actualizar todos los fics, he estado out durante demasiado tiempo u.u

 

 

Capítulo 6: Gaara

 

Un hermoso día amanecía en el pueblo de Konoha. Deidara se preparaba el desayuno para aguantar un largo día de trabajo, y subió el de Naruto a su cuarto tras acabarse el suyo. El chico no iba a la escuela porque se suponía estaba enfermo. Al abrir la puerta de su hermano pequeño sonrió emitiendo un fuerte “buenos días, Naru”. Naruto abrió los ojos lentamente y Deidara, después de dejar su desayuno en el escritorio, le ayudó a incorporarse.

 

 

– Mmm, ¿Deidara? –se restregó las manos por los ojos– Estaba soñando contigo –sonrió contento–. Eras un perrito gigante que me perseguía escupiendo fuego.

 

–  Ah, vaya –sonrió como pudo el mayor–. ¿Eso es bueno?

 

–  Es divertido –rió. Deidara le miró dulcemente y le trajo la bandeja a la cama.

 

–  Toma, cómetelo todo –se dirigió a la puerta–. No tires nada, ¿eh? Tienes que recuperarte.

 

–  Vale –sonrió el menor–. Que tengas un buen día en el colegio –se despidió con un gesto de la mano que no estaba rota.

 

– Que tengas un buen día, Naru –le sonrió y cerró la puerta de su habitación, bajó las escaleras, cogió su bandolera y se fue en su moto al colegio.

 

 

Cuando llegó, aparcó la moto en su plaza y se dirigió directamente a la sala de profesores. Cuando estaba ya a punto de llegar a su destino, se topó en el pasillo con un muchacho pelirrojo que le miraba seriamente.

 

 

– ¿Eres profesor?

 

– ¿Eh? –menuda forma de dirigirse a un sensei– Claro. ¿Necesitas algo?

 

– Soy nuevo en el colegio, y estoy buscando a mi nuevo tutor. Se llama Kakashi Hatake –su cara no se inmutaba, y eso le dio escalofríos a Deidara.

 

– Claro, ahora le digo que estás aquí fuera –abrió la puerta de la sala–. Perdona, ¿tu nombre es…?

 

– Sabaku no Gaara –se apoyó en la pared.

 

– Está bien –sonrió educadamente. Entró en el despacho sin muchas expectativas de encontrar a Kakashi, puesto que siempre llegaba tarde, pero sorprendentemente estaba sentado en su sitio leyendo un libro–. Ah, Kakashi-san –llamó la atención del profesor–, hay un muchacho en la puerta que le está esperando.

 

– ¿Un muchacho? –miró a Deidara, aburrido– Dile que no estoy –siguió leyendo. A Deidara le cabreó la actitud de su compañero y se acercó a él.

 

– Es Sabaku no Gaara, y es un estudiante nuevo –se puso a su lado y le quitó el libro–. Salga ahora mismo y vaya a ayudarle –Kakashi miró al rubio como si llevara un vestido de flores puesto, pero aun así se levantó pesadamente, suspiró y se dirigió a la puerta.

 

– Me debes un café –dijo sonriente antes de salir. Deidara arqueó una ceja e iba a responderle cuando salió de la sala dando un pequeño portazo.

 

– A este paso van a matarme –susurró Deidara. Se preparó para su primera clase. Cogió el horario y observó que le tocaba con la clase de Itachi Uchiha. Suspiró con resignación y se dirigió al aula de arte del edificio universitario. Una vez entró vio que todos los estudiantes, que parloteaban entre ellos, dejaron de chismorrear al verle entrar. Se dirigió directamente a su escritorio y dejó la bandolera en él–. Buenos días, clase –no esperó una contestación–. Hoy vamos a hacer la práctica de la teoría de la clase anterior –cogió una tiza y dibujó en la pizarra una difícil figura geométrica–. Haréis un dosier de todas las figuras que vimos en la clase anterior y crearéis un dibujo geométrico que represente a una persona. Me da igual el contexto. Si necesitáis cualquier cosa estaré aquí corrigiendo exámenes –se sentó en su silla y todos los alumnos sacaron su cuaderno y los útiles necesarios. Deidara era un profesor muy estricto, pero también cariñoso y amable con sus alumnos. Todos le guardaban respeto.

 

 

Muchos fueron a preguntarle varias cosas, y él contestaba siempre de buenas maneras. Cuando terminó de corregir los exámenes decidió pasearse por el aula para observar el trabajo de cada uno. Pasaba por todas las mesas dando consejos hasta llegar a la última, conformada únicamente por una persona, Itachi Uchiha. No se acercó mucho a él, simplemente se dedicó a ver su trabajo muy por encima. Estaba tan ensimismado con su perfecto trazo que no se percató hasta minutos después de que su alumno le estaba mirando fijamente mientras sonreía. Deidara le miró a los ojos unos segundos y decidió marcharse a su escritorio.

 

 

– Profesor –le llamó antes de que se fuera–, ¿podría darme su opinión sobre la figura cuatro? –Deidara le miró severamente, pero se acercó de todos modos.

 

– Por supuesto, ¿cuál es el problema? –cogió el dosier, que estaba impoluto, y fue directo a la figura cuatro.

 

– Ninguno en absoluto –rió el moreno al ver la cara de enfado de su profesor al ver que el ejercicio número cuatro estaba perfectamente resuelto–. Sólo quería hablar contigo –susurró para que sólo le oyera él. Deidara le miró molesto y dejó el dosier en la mesa.

 

– No me hagas perder el tiempo, Uchiha –se fue de allí, incómodo. Itachi sólo siguió sonriendo, y no dejó de mirarle hasta que sonó el timbre. Deidara se quedó hablando con unos cuantos alumnos que no sabían cómo resolver la figura número cinco. Al despedirse de ellos empezó a recoger sus cosas distraídamente, hasta que uno de sus alumnos se quedó parado enfrente de su escritorio sin decir nada. Deidara le miró y arrugó el entrecejo–. ¿Qué pasa ahora, Uchiha? –cerró su estuche, lo metió en su bandolera y se la puso en el hombro derecho– ¿Sigues sin saber cómo hacer la figura cuatro? –se dirigió a la puerta sin mirarle, pero Itachi fue rápido y llegó a la puerta antes que él. La cerró y le miró sonriente. Deidara se dio cuenta de que estaban solos en la clase.

 

– Es usted muy cruel, profesor –rió el muchacho–. Sólo quería hablar con usted.

 

– No tengo nada que hablar contigo, y si no te importa, ahora tengo una clase en el edificio de secundaria –fue a abrir la puerta, pero Itachi se puso en medio–. ¿Qué crees que estás haciendo? –Itachi le cogió de la mano que aún estaba tendida hacia el picaporte y le atrajo hacia su cuerpo. Antes de que Deidara intentara apartarse Itachi habló;

 

– ¿Qué te parece si hacemos un trato? –Deidara le miró curioso y le dejó seguir hablando– Yo dejo a Naruto en paz si tú le sustituyes –el rubio abrió los ojos sorprendido por la propuesta y se apartó de él dándole un empujón y estampándole fuerte y agresivamente contra la puerta.

 

– ¿Quién te has creído que eres? –arrugó la nariz, enfadándose– Si quiero que te alejes de Naruto sólo tengo que matarte.

 

– ¿Y por qué no lo haces? –Deidara no respondió– Porque no puedes. Lo mejor que puedes hacer ahora es aceptar el trato.

 

– Ni en tus mejores sueños, vampirucho –le apartó de un empujón de la puerta–. No vuelvas a mencionar algo así, me da asco sólo de pensarlo –salió de clase y se dirigió hacia las escaleras. Itachi se quedó mirando al frente, pensando en lo fuerte y decidido que era Deidara. Sonrió empezando a ver el parecido entre los dos hermanos, aunque, por supuesto, él era más decidido.

 

 

En el edificio de secundaria, la clase de Kakashi acababa de terminar. Cuando el profesor salió de clase los susurros comenzaron de nuevo. Aquel chico que acababa de llegar desde Okinawa era la nueva comidilla de la clase. Gaara no se inmutaba ante los comentarios de los demás, simplemente observaba por la ventana, aburrido.

 

 

– Vaya, eres el segundo que viene a mitad de curso –un chico se acercó a él–. Me llamo Marc, encantado de conocerte –Gaara sólo le miró un momento y volvió a desviar la mirada por la ventana, pero el chico no desistió–. Tú te llamas Gaara, ¿no?

 

– Lo siento –Gaara le miró a los ojos–, no me interesa relacionarme –volvió a lo suyo. Marc, sorprendido, decidió que era mejor dejarlo solo.

 

– Perdonad chicos, me ha surgido un imprevisto –el profesor de arte llegaba diez minutos tarde a clase–, vamos a empezar con… oh –vio a Gaara sentado, mirándole fijamente–. Me alegra que pudieras hablar con el profesor Hatake –sonrió–. Mi nombre es Deidara Uzumaki, un gusto tenerte en mi clase –visto que no pensaba responderle, el rubio decidió continuar con la clase–. Bueno, como iba diciendo, hoy vamos a dibujar los bocetos del cuadro que empezaremos la semana que viene –sacó su libreta y su estuche de la bandolera–. La temática, como sabéis, es libre, pero el dibujo debe ser figurativo, no abstracto. Si necesitáis ayuda no dudéis en preguntarme. De todos modos, iré pasando por las mesas para ir mirando vuestros trabajos.

 

 

Pasaron quince minutos cuando Deidara se levantó de la mesa y empezó a pasearse por las mesas de sus alumnos. Uno a uno les iba ayudando y corrigiendo según qué dibujos. Pasó por la mesa de Gaara y se sorprendió gratamente. Había realizado ya varios esbozos, estaba dibujando el tercero. Deidara, desde atrás, observaba atentamente los trazos que realizaba su alumno. Sonrió y pasó de largo sin decirle nada.

 

El timbre sonó y todos recogieron y salieron de clase. Deidara se acercó a Gaara, que aún estaba recogiendo, y le preguntó:

 

 

– ¿Cuál vas a escoger? –Gaara le miró sin articular palabra. Cogió su mochila, se la puso al hombro y respondió secamente a su profesor;

 

– Aún no lo he decidido –salió de la clase sin mirar atrás.

 

Tsk, qué niño más maleducado –pensó Deidara molesto–. Pero no puedo negar que tiene talento.

 

 

Decidió no pensar mucho en ello. No quería volver a casa porque sabía que Naruto estaría ocupado entrenando, así que se quedaría un rato en la sala de profesores, trabajando. De camino a la sala escuchó voces alzadas en el pasillo que giraba a la derecha. Se asomó un poco para ver quién discutía cuando se encontró con su nuevo alumno Gaara y Sasuke Uchiha.

 

 

No creo que por escuchar un poco pase nada… –Deidara se quedó allí sin ser visto.

 

– ¿Qué quieres? –el moreno hablaba desganado y enfadado.

 

– Eres tú el que se ha chocado conmigo, imbécil –le miró fijamente a los ojos.

 

– Tú eres nuevo, ¿no? –se cruzó de brazos. A Gaara le pareció ver un destello rojo en los ojos del otro.

 

– Tú –Gaara agarró a Sasuke por el cuello de la camiseta–. Tú eres un vampiro de mierda –le empujó contra las taquillas y le fue a dar un puñetazo, pero Sasuke lo paró con su mano. Le miró agudamente a los ojos y sonrió de lado.

 

– ¿Otro cazador? –Gaara dio un salto hacia atrás antes de que Sasuke le atizara con una patada– Ya me estáis cansando –se abalanzó hacia él fieramente, pero Deidara se puso en medio haciéndole una llave a Sasuke, inmovilizándole el brazo con el que iba a atacar, antes de que tocara al pelirrojo. Gaara le miró impresionado y Sasuke, también sorprendido, se libró del agarre del rubio sin mucho esfuerzo.

 

– Las disputas se solucionan fuera del colegio, chicos –sonrió Deidara amablemente.

 

– Tsk, siempre tocando los cojones –se arregló la camiseta, se dio la vuelta y se fue con la cabeza erguida. Gaara dirigió su mirada al sonriente Deidara, que recogió su bandolera del suelo y se fue hacia la sala de profesores. El pelirrojo se quedó allí, en el pasillo, viendo cómo su profesor desaparecía por él.

 

 

oOoOoOoOoOo

 

 

Naruto entrenaba en su cuarto la concentración en un punto para poder aparcar sus pensamientos y sentimientos, pero le estaba costando mucho. No paraba de pensar en Sasuke, en su hermano y en lo recientemente ocurrido. Esto, por supuesto, le ocasionaba varias emociones que chocaban y confluían entre ellas como si de un remolino se tratara. Estaba cansado pero a la vez quería salir y correr, estaba enfadado, pero tranquilo y también emocionado, pero tenía miedo. Todo esto le hacía sentir vivo, pero le incomodaba no tener las cosas claras.

 

Saltó de la cama con mucha energía y se fue a la cocina a comer algo. Vio en la nevera restos de la cena anterior y se los calentó en el microondas. Se sentó a la mesa a comer, pensativo. ¿Qué pasaría si su hermano se enteraba de quién era? De lo qie era… No le gustaba mucho pensar en ello. Suspiró y, cuando acabó de comer, dejó los platos en el lavavajillas y se fue a su cuarto de nuevo. Cuando entró en él cerró la puerta y se giró hacia la ventana. Lo primero que vio fue la cara de Sasuke. Se quedó estático enfrente de la puerta y luego retrocedió un paso, sorprendido.

 

– ¿Qué estás haciendo aquí? –su tono era serio, pero denotaba inseguridad.

 

– Me he pasado a verte, hoy no has venido a la escuela.

 

– No quería ver tu cara de mongolo –intentó sonar mordaz, pero lo único que consiguió fue que Sasuke soltara un sonido parecido a una risa.

 

– ¿Te ha pasado algo? –sonó preocupado, y el rubio arqueó una ceja.

 

– Tú me has pasado, idiota –se cruzó de brazos y giró la cara para no ver la suya.

 

– Eso ha dolido –sonrió–. Después de lo que pasó… creía que nos llevaríamos mejor.

 

– No te equivoques, Uchiha –sonrojado, le apuntó con el dedo índice de su mano derecha–. Lo del otro día fue un malentendido que no volverá a ocurrir.

 

– ¿En serio? ¿Malentendido? –se cruzó de brazos y sonrió con sarna.

 

– Por supuesto –estaba tan nervioso que no podía hablar como él quería–. Así que si me disculpas, estoy ocupado.

 

– Encima de que he venido a verte…

 

– ¡Yo no te lo he pedido! –enfadado, bajó la ventana, se sentó en la cama y cerró los ojos para seguir meditando. Pero no pudo. Notaba cómo alguien le miraba intensamente–. ¡Uchiha! –gritó nervioso–, lárgate de una vez.

 

– No –ante la simple y seca respuesta del otro, Naruto se quedó sin palabras. Durante unos minutos se quedaron ahí sin hacer nada, mirándose, hasta que el rubio se levantó y abrió la ventana de nuevo.

 

– En serio –se apoyó en el alféizar–, ¿qué has venido a hacer aquí? –le miró intensamente. Sasuke, durante unos segundos, se dejó cautivar por esa penetrante y sincera mirada característica del muchacho.

 

– Ha venido un chico nuevo al colegio, creo que se llama Gaara –se levantó de la rama del árbol–. Seguro que te llevarás bien con él –Naruto, intrigado le dejó seguir hablando–. Nos vemos mañana –se giró para irse.

 

– Espera –le salió sin pensar. Sasuke se giró–. Ah, no, no sé por qué he dicho eso… –se sonrojó y Sasuke sonrió.

 

– Hasta mañana.

 

– Mañana tampoco iré al instituto –dijo cabizbajo.

 

– Mañana también vendré a verte –le sonrió como sólo él sabía hacer y desapareció antes de que Naruto pudiera reaccionar.

 

– ¡Te he dicho que yo no te lo he pedido! –le gritó a la oscuridad sin saber con certeza si Sasuke seguía allí– Imbécil –se sonrojó y se quedó mirando el árbol en el que se había sentado el vampiro. Cerró la ventana unos minutos después y corrió la cortina. Se sentó en la cama y se dispuso a meditar. Pero no pudo. Lo único en lo que podía pensar era en volver a ver a Sasuke al día siguiente.

 

CONTINUARÁ

 

 

Notas finales:

Espero poder actualizar más seguidamente... pero ciertamente soy una vaga, así que haré lo que pueda.


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