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walk along por Fujiwara_Midori

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Notas del capitulo:

Experimento de historia feliz.

Porque es una vergüenza (y va contra natura) que en los fics relacionados con LUNA SEA aparezca MiyavixSUGIZO.

Kisu.

~Walk Along~


Como tantos otros días, tan sólo esperaba verle pasar a través de la cristalera del local. …l era la úncia razón que aún le mantenía atado a ese trabajo, el cual, sinceramente, no era de su agrado. Todos los días esperaba el momento en que aquel misterioso rubio pasase frente a él y se detuviera al otro lado de la cristalera, bien para observar alguna revista que pudiera llamarle la atención desde el escaparate o bien para, simplemente, encender un cigarrillo. Y él siempre le observaba; poco le importaba la gente que esperaba en la cola para pagar sus productos, o si algún cliente necesitaba su ayuda. No, nada de eso importaba cuando su desconocido aparecía irrumpiendo en la ajetreada escena.

Observó el reloj de su muñeca. Sabía que se acercaba la hora en que ese chico aparecería de nuevo ante sus ojos, aunque únicamente fuera una visión de unos pocos segundos, y eso hacía que el tiempo corriese de un modo tan lento que casi parecía detenerse. A veces, se preguntaba estúpidamente si ese chico sabría de su existencia, si podría fijarse en él. Comenzaba a llover, pero eso no importaba, aquel chico aparecía cada día a la misma hora aunque lloviese a cántaros, aunque el sol rajase las piedras. Una sonrisa que sólo duró unos segundos apareció en sus labios. De forma distraída, pasaba por el lector los productos de una cesta dejada sobre el mostrador. Miró nuevamente de reojo su reloj. Se dio prisa en cobrar aquella compra; su rubio desconocido estaba por llegar.

-Gracias por su compra. Vuelva pronto.

Tras haber dicho el típico cliché que estaba obligado a ofrecer a cada cliente, se giró hacia la calle, ya oscura a esas horas de la tarde, para poder verle. Ahí se encontraba, su desconocido observaba distraídamente el escaparate. Aquellos ojos nunca le miraban, ni tan siquiera sabían que él estaba allí. …l simplemente le observaba en la distancia, sintiéndose como una colegiala enamorada. ¿Enamorado? ¿Cómo podía estar él enamorado de alguien a quien ni tan siquiera conocía? "Love at first sight". Ese chico era como una ilusión que cada tarde aparecía ante sus ojos a la misma hora, una ilusión que no podría alcanzar nunca, porque no era más que una figura que desaparecía en el aire en tan poco tiempo. Un suspiro se escapó de sus labios al ver que el chico se marchaba de nuevo sin tan siquiera echar un vistazo al interior, donde él casi rogaba porque mirase. Pero qué estúpido estaba siendo. ¿Qué podía hacer, acaso olvidarle? ¿Cómo se olvida a alguien a quien no conoces?

Un renovado suspiro de cansancio salió de sus labios mientras apoyaba sus manos en mostrador y dejaba reposar la parte superior de su cuerpo sobre el mismo. A veces quisiera no haber visto jamás a ese chico que parecía perseguirle, quisiera dar marcha atrás en el tiempo y no haberse girado nunca hacia la calle, así jamás le habría visto, jamás se habría enamorado de esa ilusión que no conocía.

-¡Inoue-san! ¡Levante la cabeza del mostrador y trabaje, que para eso se le paga! -una voz grave le gritó a su lado.

-Lo siento, señor, sólo descansaba un... -le dedicó una mirada de molestia al chico que, frente a él, reía a carcajadas-. Sugihara, eso no ha tenido ninguna gracia.

-En eso te equivocas. Ha tenido mucha gracia ver cómo saltabas de tu asiento -volvió a reír mientras le alcanzaba al joven lo que parecía ser una funda de guitarra-. ¿Ha pasado ya "Mr. J"?

-Sugihara, no me jodas -sus mejillas se ruborizaron mientras agarraba el objeto que el otro le pasaba sobre el mostrador y lo ponía en un lado.

-No es por joder. Es que me lo he vuelto a perder, mierda -chistó con fingida molestia-. Aún no sé qué aspecto tiene el misterioso y desconocido enamorado de mi mejor amigo.

-¿Quieres hacer el favor de bajar la voz? -le susurró viendo cómo el moreno le sonreía mientras intentaba sentarse en el mostrador-. No hagas eso -de un golpe impidió el intento de su amigo-. Ah, Sugihara, ¿por qué vienes a molestarme al trabajo?

-Porque te echo de menos, Inoran -besó la mejilla del menor y vió cómo le regresaba el rubor-. Y, ¿qué te he dicho de llamarme por mi apellido? ¡Que nos conocemos desde que estábamos en el útero de nuestras madres!

-Sugihara...

-Sugizo...

-Bien. Sugizo -una sonrisa triunfal apareció en el rostro del pelirrojo-. ¿No deberías estar en clase?

-No.

-¿No?

-No -se dio la vuelta y buscó algo en los estantes-. Inoran, ¿no tienen taiyaki?

-A la derecha. ¿Por qué no vas hoy a clase de violín?

-Hoy no tengo -dio un gran bocado a su dulce de pasta de judías mientras la mirada acusadora del otro se posaba sobre él-. ¿¡Qué!? No me mires de esa manera. ¡Es verdad!

-Ah, Sugihara...

-¡Es Sugizo!

Ambos chicos rieron ante la forma que había tenido el mayor de recriminarle su nombre. Por un instante, Sugizo había hecho que se olvidara del desconocido que aún esperaba que entrase algún día a esa tienda. Miró hacia el exterior y pudo notar que la lluvia de hacía unos instantes ya había parado. Pronto terminaría su turno y, nuevamente como cada noche, tenía la ilusoria esperanza de quizás encontrar al rubio de camino a casa, aún sabiendo que el otro se marchaba en sentido contrario. ¿Quién sabe lo que podría depararle el caprichoso destino? …l lo sabía, su desconocido seguiría siéndolo por siempre, nunca se atrevería a hablarle por miedo a perder la razón que le obliga a acudir cada día a ese lugar; la misma razón que, día sí y día también, le regalaba una pieza de visión para su colección.

Siempre había algo que le decía que volvería a verle al día siguiente, aunque continuara siendo a distancia tras un grueso cristal como único muro entre ambos. Fantaseaba con que quizás, si su imaginación no era demasiado retorcida, su desconocido entrase a ese lugar y, de nuevo quizás, sólo quizás, sus miradas se encontrasen durante un segundo. Un segundo. Tan sólo ese tiempo bastaría para que su interior reconociera por siempre el verdadero sentimiento. "First love".



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Miraba su reloj, si no se daba prisa llegaría tarde y no podría verle. Aunque aquél fuera el camino más largo hacia su trabajo, no podía dejar de pasar por allí, no podía simplemente tomar otro camino. Ya no. Se había acostumbrado a la presencia de aquel joven de cabello largo y negro; cada día, le observaba desde la calle durante unos minutos, con disimulo, con la cobardía de acercarse a él. Pensaba que, quizás, el joven se había dado cuenta de su presencia cada tarde frente a él, siempre a la misma hora. Soñaba con que, quizás, el joven también observaba su reloj esperando el momento de verle tras la cristalera.

Aceleró el paso, sumido en sus pensamientos, mientras recorría los callejones de esa gran ciudad. ¿Realmente era imposible que dos personas pudieran ser perfectas una para la otra en la enorme ciudad que era Tokyo? ¿Qué probabilidades había de encontrar a ese ser perfecto justo en tu ciudad? Muy reducidas, casi nulas. Y, ¿qué pasa si lo encuentras y te quedas callado por el paralizante miedo? "No way". …l lo sabía. Sabía que había encontrado su punto de luz en el camino, sabía que ese chico era su mitad perfecta. Saber que cada día podría verle era algo que le mantenía la sonrisa aún dibujada en el rostro. Nunca faltaba a su "cita" de apenas minutos, a metros de distancia; tan cerca que parecía tocarle, tan lejos que parecía un sueño.

Giró la esperada esquina y se detuvo en seco. Los latidos de su corazón aumentaron cuando levantó la vista y leyó nuevamente aquel letrero que ya se había grabado en su memoria. Volvió a mirar su reloj, a fin de cuentas, no había llegado tan tarde como esperaba. Con el nerviosismo de alguien que acude a su primera cita importante, el joven de cabellos rubios colocó bien sus ropas, abrochando varios botones de su chaqueta vaquera. Suspiró sonoramente cerrando los ojos, visualizando el tímido rostro de aquel que ansiaba. Unas risas cercanas a él interrumpieron su intento de calmarse. Observó de mala gana a un grupo de niñas que le miraban sonrientes. Las ignoró y emprendió su corto camino hacia el cristal que le permitía ver su regalo porque, sin duda alguna, aquel chico era un regalo que alguien había colocado allí para que él pudiera apreciarlo. ¿Tan sólo eso, acaso no quería escuchar la voz de aquel que le hacía perder la suya cada vez que intentaba entrar en el lugar? ¿Acaso no deseaba tocar ese rostro tan delicadamente como si de porcelana se tratase? ¿Acaso no deseaba besar los labios que le tentaban en la distancia?

-Será hoy.

No importa cuántas veces lo intentase, nunca podía entrar. Aquel joven le paralizaba con su sola presencia. Aunque había comenzado a llover débilmente, él ni tan siquiera podía mover un músculo y, bajo la lluvia, se empapaba por completo. Como cada día desde el mismo instante en que le vio por primera vez, sentía miedo. Miedo, no de ser rechazado por la hermosa criatura que velaba en la distancia, sino por quizás sentir su indiferencia. Si realmente lo contrario al amor no es el odio, sino la indiferencia, su mayor miedo era que su primer y, sabía, único amor ignorase su presencia. No soportaría verle y saber que jamás, ni siquiera en sueños, ese expléndido joven podría ser suyo.

Tan repentinamente como había llegado, la lluvia dejó de caer sobre él y, como si eso fuera un indicador de cuándo debía reaccionar, comenzó a caminar hacia el lugar de su esperada cita de todas las tardes. Su corazón se aceleraba a cada paso que daba hacia aquella cristalera, su respiración se hacía cada vez más rápida y cortada, en sus manos empezaba de nuevo el ligero tembor que le había dicho en un principio qué le ocurría. Como un autómata, continuó caminando hasta llegar a su posición diaria frente al cristal. Su corazón se detuvo, su respiración desapareció y sus manos quedaron absolutamente inertes. Le vio a siquiera un par de metros ante él, al otro lado del transparente muro que les separaba. Tenía esa hermosa sonrisa que adoraba ver y su largo cabello negro caía sobre sus hombros, deslizándose por sus delgados y firmes brazos. Casi podía escuchar el sonido de la risa que procuraba ese joven. "So beautiful".

Su alrededor desapareció en ese instante, y el joven de negros cabellos se convirtió en su centro, su todo. Ya no escuchaba el ruido de la calle a sus espaldas, no sentía caer nuevamente la lluvia sobre su piel, así como tampoco veía ya las decenas de revistas que se apostaban ante él en el escaparate. Una vez más, se preguntó cómo sería sentir que una de aquellas sonrisas se dirigía a él; cómo se sentiría al rozar aquellos labios; cómo se sentiría al pasar sus dedos sobre aquella blanquecina piel. Tan sólo un segundo cerró los ojos, el suficiente tiempo para provocar que una sonrisa apareciera en su propio rostro.

Un escalofrío recorrió su espalda cuando, al abrir los ojos, creyó que el joven había reparado en su presencia pero, al fijarse nuevamente, pudo notar que lo que el joven observaba no era más que la puerta del local. Tan cerca y tan lejos. Si no actuaba rápido, pasaría un día más sin él, un día más viviendo como un cobarde. Un día más sin saber lo que se siente al recibir una de aquellas sonrisas. Bajó el rostro y una mueca de inseguridad y molestia se dibujó en sus labios. ¿De verdad podría?

-¿Onose?

Como si alguien hubiera pronunciado una palabra mágica, volvió a la realidad, y la calle apareció otra vez a sus espaldas, clavándose en él nuevamente su insoportable ruido. Giró hacia su derecha y vio a un chico de gran sonrisa a su lado. En un primer momento, no le reconoció. Le observó, ladeando ligeramente la cabeza, hasta que recordó de quién se trataba.

-¿Sugihara-kun?

-¡Argh! -su expresión se volvió rápidamente de molestia mientras pegaba una patada al suelo como si fuera un crío enojado- ¡Onose! Es Sugizo. ¡SU-GI-ZO!

-Yo... lo siento -bajó avergonzado el rostro-. Creía que te llamabas Sugihara...

-Y me llamo así. Pero prefiero que me digan Sugizo -se acercó a él y le pasó un brazo por los hombros mientras la sonrisa regresaba a su rostro-. Es un acto de rebelión artística -le guiñó un ojo antes de soltarle-. ¡Ah! Acompáñame. Quiero presentarte a alguien.

-Sugizo, la verdad es que yo estoy ocupado ahora mismo. Iba a...

-¿A dónde? Si estabas parado ahí como si el cristal te hubiera hipnotizado -agarró al menor de una de las manos y le arrastró consigo-. Será cuestión de un segundo, Jun. Oh, puedo llamarte Jun, ¿cierto?

-Sí, pero...

¿Estaba siendo arrastrado por ese joven hacia la entrada de la tienda? El tiempo parecía haberse ralentizado en demasía mientras su cuerpo volvía a ser recorrido por el miedo de verse frente a su objeto de admiración. Intentó soltarse del agarre de aquel chico de rojos cabellos, pero era imposible, le aferraba con demasiada fuerza. A cada paso que daba, podía sentir con mayor claridad la esencia que tanto ansiaba, podía ver aquel rostro un poco más cercano. Con una pequeña campana, traspasaron esa puerta corrediza que nunca se había atrevido tan siquiera a rozar con la mirada y bajó el rostro mientras intentaba soltarse de nuevo del agarre de Sugizo. Su corazón estaba latiendo tan rápido que casi temía que pudiera detenérsele de un momento a otro y dejase de latir de repente. Entrar en aquel lugar era lo que había estado planeando durante tanto tiempo, era lo que había decidido hacer ese día. ¿Por qué aún estaba nervioso si era lo que quería?

El pelirrojo se había detenido, aún asiéndole la mano, pero él no se atrevía a levantar la mirada para ver directamente a su joven de cabellos negros. Casi temía que conociéndole pudiera romperse la magia de verle a través de un muro de cristal. Con su mirada clavada en un punto sin definir en el suelo, podía sentir la mirada del chico que durante tanto tiempo había ansiado, ahora la tenía fija sobre él y ni tan siquiera era capaz de observarla un segundo para comprobar que era real. Sugizo le dio un par de tirones de la mano que tenía agarrada y él sólo desvió su mirada hacia el otro lado.

-Inoran, éste es Jun. Va conmigo a la escuela de música -soltó la mano que agarraba únicamente para tomarle por los hombros y empujarle un poco hacia delante-. Jun, él es Inoran.

Finalmente, levantó la vista y se encontró con los inquisitivos ojos de aquel chico, quien le miraba fijamente como si estuviera sorprendido de verle frente a él. En el momento en que sus miradas se cruzaron, Jun pudo sentir cómo una fina punzada atravesaba velozmente su corazón. …sa era la sensación que nunca había logrado alcanzar mientras le observaba tras el cristal. En silencio, ahora podía recorrer por completo aquel rostro con sus ojos, le tenía tan cerca que contenerse para no rozar su piel era una tortura. Separó los labios, pero ningún sonido salió de ellos. Sugizo le empujó y él tuvo que adelantarse un par de pasos para terminar apoyándose en el mostrador donde se encontraba el otro. Ahora se encontraba a escasos centímetros del rostro del joven y, aún así, de su boca no pudo salir palabra alguna.

-Soy Inoran...

-Yo... yo...

-"I am Mr. J". Vamos, Jun. No es tan difícil -Sugizo le guiñó un ojo y, son una sonrisa de complicidad con Inoran, le dio una pequeña palmada al más alto.

-S-Sugizo, ¿tú cómo...?

-Inoran, eres mi mejor amigo. ¿Cuándo aprenderás que yo lo sé todo sobre ti?

Ninguno de los dos jóvenes reparó en el hecho de que el pelirrojo se había marchado de su lado, ni tan siquiera veían más allá de quien tenían frente a sus ojos. De nuevo, el mundo alrededor de ambos había desaparecido y, aunque otra vez eran incapaces de dirigirle la palabra a esa persona que tanto habían deseado sentir, sus miradas lo decían todo. En un instante, supieron lo que el otro quería decirle y no se sorprendieron al saber que ambos tenían escritas las mismas frases en su mirar.

Jun finalmente pudo ver dirigida a él esa sonrisa que necesitaba para poder continuar.

Al fin, la imagen ilusoria que Inoran obseravaba cada día, se había materializado frente a él para no dejarle escapar.

"I fell in love with you".


Notas finales:

Lo sé, mis historias no felices son mejores.


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