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Nací para Amarte por arcasdrea

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Notas del capitulo:

Disculpen la demora, pero mi vida últimamente ha sido una vorágine. Nada excepcional, pero si muy ocupada. 

En fin, espero que este capítulo les guste.  Lo que es a mi, ni un poco. Lo detesto, pero era necesario. 

Nací para Amarte
Capítulo número uno: Sacrificio


- ¿Mamá? – pregunto por cuarta vez con inquietud, pero sin levantar el tono de voz; sin embargo, solo silencio obtuvo como respuesta.


- ¿Mamá, aún duermes?... son las tres de la tarde – estaba ya entrando en angustía. Su madre había salido la noche anterior con su prometido (el padre del maldito Zorro) , pero había regresado relativamente temprano y con muy mal aspecto, encerrándose en su habitación para no salir hasta ahora, en que ya desesperado con no saber nada Hanamichi había decido ir por ella y sacarla a jalones si era necesario.


- ¡¡MAMA SAL DE AHI AHORA MISMO O MANDO LA PUERTA ABAJO!! – gritó enérgico, dando de golpes a puño cerrado contra la madera.


Algunos segundos después desistió de su intento al escuchar ruido desde el otro lado de la puerta, por lo que agudizó el oido. En instante su madre abría la puerta, con pijama, deslavada, despeinada y con cara demacrada.


- Puedes hacer menos escándalo... – le reprendió sin energía, con un tono cansado y abatido, detalle que preocupo a Hanamichi.


- Mamá... – la llamo cuando ésta le paso de largo por el pasillo, pretendiendo ir hasta la cocina - ¿Sucedio algo?


- Nada Hanamichi... – contesto con simpleza, pero sin volverse para reanudar la marcha después.


No muy convencido con la respuesta la siguió hasta la cocina, donde desde el umbral de la puerta observo con detenimiento cada uno de los movimientos de la mujer, que corcovada y arrastrando los pies, pretendía beber agua. Mas cuando sostenía el vaso bajo el chorro de la llave, éste cayó pesado sobre el acero del lavaplatos, al tiempo que la mujer se inclinaba hacía adelante tapándose la cara con las manos para comenzar a sollozar.


Hanamichi corrió a sostenerla.


La mujer se recargó en su hijo cediendo ante su propio peso, llevando a Hanamichi con ella, para terminar sentados en el frio suelo de la cocina. La mujer escondida en su pecho, llorando hasta hipar y Hanamichi abrazándola fuerte por los hombros con cara de circunstancia y descolocado de no saber el por qué de tan angustiante cuadro.


- Heiwa... – musitó la mujer cuando ya más repuesta del llanto, comenzo a limpiarse la cara con el dorso de la mano, pero sin levantarla hacía su hijo.


- ¿Qué sucedio con el padre del zorro? – preguntó Sakuragi demandante.


- Él... Heiwa... – balbuceó volviendo a romper en llanto. Hanamichi estaba totalmente desesperado.


- ¿Qué te hizo el idiota ése? – exigió saber tomándola por los hombros remeciéndola enérgico.


- ¡Heiwa rompió conmigo! – grito su madre con dolor, para levantarse como un resorte y correr hasta su habitación encerrándose de un portazo.


ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo


Subía de a dos escalones para llegar rápido hasta la terraza de la escuela. Su cabeza era un hervidero de rabia y dudas, quería aclarar todo de una buena vez y la persona que estaba arriba debería de ayudarle.


Desde el mismo instante en que le vio parado allí, en la mesa de aquel restorant, con una cara tan desconcertada como la suya, armó una escándalo de proporciones monstruosas en su contra, y el pelinegro por obviedad se defendió con igual fiereza, eso si, sin dejar su cara de desabrido. Su madre lo increpó para que guardara compostura, pero simplemente no podía concebir en su cabeza que el prometido de su madre fuera el padre del apestoso zorro, su más acérrimo rival. ¿El zorro convertido en su hermano? Eso no cuadraba ni en este mundo ni en ningún otro.


Se marchó haciendo berrinches, espantando demonios invisibles a punta de maldiciones y malas palabras, déjando sola a su madre con la vergüenza de todo un restorant murmurando por su reprochable comportamiento. Apenas llegó casa, se encerró en su habitación, pero no se acostó hasta que atuso bastantes golpes en su saco de boxeo para descargar la rabia del mal rato. Ya cuando su cuerpo no daban más por el repentino ejercicio, se desplomó cuan largo era en su cama, sin sacarse los guantes siquiera, para esperar medio adormilado a que su madre llegará para seguramente castigarlo, no obstante no fue hasta el desayuno que ésta lo reprendio por la escenita de la noche anterior. Aguanto estoico y callado toda la regañina, sorbiendo de vez en cuando su leche. Cuando su madre ya hastiada de su actitud indiferente dio por finalizado el monólogo en su contra encerrándose en su pieza con un portazo, fue que él, aparentemente muy calmado, salió a callejear para sólo volver cuando la atmosfera densa de su casa hubiera desaparecido.

 

Esa misma noche fue que su madre salió con su prometido, haciéndoselo saber por medio de una nota colgada por un imán en el refrigerador. No quiso cenar, y de mal humor fue a su habitación para dar otra ráfaga de golpes a su gastado saco de box. A las dos horas, sintió la puerta del departamento abrirse, por lo que asomó al pasillo para darle la bienvenida a su madre, pero ésta como un bolido se encerró en su habitación. Sin embargo, aunque fue rápido, pudo vislumbrar algunas lágrimas en sus ojos. Este hecho no le ayudo a pegar ojo en toda la noche.

 

A pesar de ser domingo, su madre tenía el hábito militar de levantarse con el canto del gallo, pero esa mañana no había asomado ni la nariz. Por lo que, pasada la hora de almuerzo, Hanamichi decidio tomar cartas en el asunto, y así fue como después de sorprenderse con la escenita de su madre llorando en su regazo, ambos sentados en la cocina, se enteró que Heiwa Rukawa había roto su compromiso.

 

Ahora, lunes en la mañana, al primer descanso de la jornada corría rumbo hacía la terraza. Unas cuantas preguntas debía hacerle a su casi-disque-hermanastro. En un principio, se había sentido feliz con la noticia de la ruptura, pero a medida que fue más conciente de la depresión y melancolía de su madre, se vio obligado a aclarar algunas cosas y quien mejor que el zorro para disipar todo el embrollo o parte de él. Aunque la sola idea de tener que intercambiar palabras con el pelinegro le daba urticaria. Pero era un sacrificio mínimo, si la felicidad de su madre estaba en juego.



- Etto...zorro... – le llamo de mala gana, dándole un puntapie leve en un pie inerte del pelinegro.


Rukawa dormía de medio lado al centro de la terraza. Hana se detuvo a pensar que cómo era posible que éste no se rostizara al sol, siendo que era un día esplendoroso y muy caluroso.


- Zorro, despierta... necesito hablar contigo.


Su puño se crispo ante la cero repuesta de parte del pelinegro, por lo que no conteniendo más la rabia, simplemente le dio una patada en el costado al tiempo que gritaba con todo lo que daba.


- ¡¡LEVANTATE PORQUERIA!! ¡¡QUE NO TENGO TODO EL TIEMPO PARA PERDERLO EN TI!!


Rukawa se sentó en automático, abrazándolo por las rodillas, provocando que el pelirrojo cayera de cara al suelo. Hanamichi intento pararse, pero el cuerpo de Rukawa le cubrio por entero inmovilizándolo de manos y piernas.


- ¡¡SUELTAME MALDITO ZORRO!! – demando retorciendose como culebra para librarse de la presión.


- No perdono a los que... – murmuro Rukawa, dándose cuenta Hanamichi de que el pelinegro en realidad seguía durmiendo.


- AAHHHHHH!!!! – como si fuera el dios Atlas(*)cargó el cuerpo del zorro por sobre su cabeza para lanzarlo unos metros más allá.


El pelinegro voló por los aires para caer desplomado sobre su espalda. Hasta Hanamichi hizo una mueca de dolor por la mala caída.


- ¿Eh? ¿Qué paso? –musito Kaede llevándose una mano a la nuca, con los ojos apenas bien abiertos como para dar cuenta de que estaba completamente despierto. Al pelirrojo le cayó una gota por la sien ante lo ridiculo de la situación – ¿do’aho? ¿qué haces aquí? – pregunto con tono somnoliento y tallándose los ojos.


- Eres un idiota – mascullo Hanamichi al tiempo que metía las manos en los bolsillos y pateaba algo inexistente – he venido a hablar contigo.


- Yo no tengo nada que hablar contigo – se sacudía el polvo de las rodillas, su pantalón negro distaba mucho de estar pulcro.


- Tu viejo rompió el compromiso con mi madre – soltó de una, impulsado por el enojo.


Para sorpresa de Hanamichi, la cara de Rukawa se desencajo. El pelirrojo esperaba que éste supiera de la ruptura, pero por la turbación y luego preocupación que mostró el rostro hasta ahora siempre estoico del pelinegro, supo que la noticia le afecto tanto o más que a él.


- ¿Hablas en serio? – pregunto Rukawa con tono dudativo, incrédulo aún.


- Por supuesto que no miento... el sábado mi madre llegó bastante afectada después de su cita con tu viejo, pero no supe el por qué hasta ayer.


Rukawa encaminó sus pasos hasta la reja, donde apoyo su espalda y cruzo sus brazos, asumiendo una actitud pensante. Hanamichi se preguntaba qué estaría pensando el zorro, pues su complexión no era la mejor; mostraba preocupación, duda, extrañeza, turbación; suponía que tenía un verdadero debate mental, por todas las expresiones que su ceño mostraba. Por primera vez, podía leer tan abiertamente los sentimientos de Rukawa y, de cierto modo, eso lo inquieto.


- No lo sabía... – habló rukawa en un murmullo apenas audible.


- Me lo suponía... – Hanamichi alzo la cabeza, haciendo sombra con su mano para proteger su vista del sol.


- ¿De qué querías hablar conmigo exactamente?


- Ya no me sirves. Quería saber los motivos de tu padre, pero en vista de que no sabías nada, mejor dejar las cosas como son – pretendió dar la media vuelta, pero la voz de Rukawa hablándole le detuvo.


- Si quieres... puedo averiguar algo.


- No gracias... lo haré por mi cuenta –esbozo una media sonrisa que al pelinegro le supo a traviesa – me llevarás a tu casa cuando termine la jornada, después del entrenamiento. – y con simpleza desaparecio de la terraza.


Rukawa quedó atrás, mirándole marchar, hundiéndose después en sus recuerdos.


“¿Es él?”...


Esa simple pregunta había armado todo un lio del cual debía encargarse, y no sería cuando Hanamichi fuera hablar con su padre, tenía que ser ahora mismo.


ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo


Heiwa Rukawa aparentemente veía la televisión. Una taza repleta de café frio descansaba en la mesa ratona a un lado del control. Aun vestía pijama y tampoco tenía pretensiones de dejar de hacerlo.

 

Ni se movio de su lugar, ni siquiera giró la cabeza cuando Rukawa gritaba el acostumbrado Tadaima al ingresar a casa. Eran las once de la mañana, momento en el que debía estar en la escuela, pero Heiwa no estaba en este mundo como para dar cuenta de ello y por ende no se tomaría la molestia de reprender a su hijo por escapar del instituto.


El muchacho se sentó en el sillón al costado del que ocupaba su padre, cayendo con pesadez, al mismo tiempo que su mochila caía al suelo con estruendo. Tomó el control apagando el televisor, aun así Heiwa no apartó la mirada del aparato.

- Rompiste con la madre de Sakuragi por mi culpa – era un afirmación.

- No sería sano para ti – murmuró Heiwa luego de unos instantes de calcular muy bien sus palabras. Nunca miró a Kaede.

- ¡Eres extremista! – le acuso exacerbado, penetrando su rostro con la mirada.

- ¿Soportarías tener al chico que amas a solo una puerta de distancia? – pregunto calmadamente Heiwa, pero con la mano tensa en la taza de café que cargaba hacía la cocina.

Heiwa Rukawa lo sabía todo. Sabía que su hijo era gay, sabía que amaba a un chico que no le correspondía y que éste estaba enamorado de una chica, que estaba enamorada de Kaede. ¡Menudo triángulo!. Sin embargo, no sabía que ese chico era el hijo de su prometida.

Flash back

Después de dejar a Nare en un taxi para que retornará segura a casa, ambos regresaban en absoluto silencio a casa. Heiwa se concentraba en la conducción y Kaede aparentaba dormir para no tener que hablar en un ambiente tan incómodo y tenso.

- ¿Es él? – pregunto el pelinegro mayor, aunque solo pretendía confirmar lo obvio. Kaede asintio con la cabeza sin abrir los ojos, ya no había caso negar nada.

- Tienes buen gusto – Rukawa no supo si lo dijo en serio o con sárcasmo, por lo que lo miró interrogativo.

- Realmente no le caes bien – Heiwa estaba enterado de todo. Kaede le tenía mucha confianza, tal vez en un principio le negaba o ocultaba cosas, pero de alguna manera siempre llegaba a él para contarle todo, era con quien siempre estaba cómodo, tranquilo y a gusto. Pues era el único que no le había abandonado nunca en su vida, siempre estaba ahí para él, fuera como fuera.

- Eso lo sé... – trató de dar a su tono de voz un caracter tajante, para dar cuenta de que no quería seguir hablando, pero sabía bien que su padre era tan terco como él. Lo que no se hereda, se hurta.

- ¿Estás aturdido? – pregunto con condecendencia bajando el volumen de la radio, que ya estaba lo suficientemente baja como para ser inaudible.

- Al igual que tú

- Te prometo que no sabía... no sé los motivos de por qué nunca hablamos tan abiertamente de nuestros hijos con Nare.

- Nos habrían ahorrado el mal rato.

- Es cierto... pero – se detuvo por unos segundos - por algo Dios hace las cosas.

Rukawa ante tal comentario, solo entorno los ojos y suspirando pesado se apoyo en el respaldo para fijar su vista ida en el techo del auto. En silencio llegaron a casa, solo se dirigieron la palabra para darse las “Buenas Noches” y así desaparecer cada quien por la puerta de su habitación.

Fin Flash Back

- ¿Y tú estás realmente dispuesto a romper con Nare sólo para evitar que me violé a Sakuragi? – arremetió Kaede con sárcasmo, recargando su hombro en el marco de la puerta de la cocina.

- No serías capaz – sentenció Heiwa mirándolo seriamente.

- Entonces...

- No quiero que sufras – murmuró girando nuevamente hacía el lavaplatos, donde vertió el contenido de la taza para que evacuará por el desagüe.

- Ya he sufrido lo suficiente...el tenerlo a una puerta de distancia no me llevará al suicidio – bromeo para distender un poco el ambiente, pero el comentario no fue el más adecuado, pues Heiwa le miro con tal cara de terror que debió rectificar al instante – ¡Bromeo Heiwa!. ¡Nunca haría eso!... estás paranoico... estas extralimitándote con todo esto.

- ¿Tú crees? – pregunto como niño pequeño ante una duda existencial.

- Por supuesto – sentencio con severidad – Sakuragi es un amor platónico. Nunca en mi miserable vida me mirará con otros que no sean de odio. Además partamos de la base de que es Hetero... es decir, cero posibilidad de que entre nosotros pase algo. ¿Cómo pudiste llegar a pensar que convirtiéndolo en mi hermanastro me harías sufrir al punto de caer en depresión y pensar en el suicidio? ¡Estás viendo demasiadas películas durante los vuelos!

El pelinegro mayor emitió una leve sonrisa mientras secaba la taza, fregándola con una toalla un tanto sucia.

- ¿Qué harás? – se atrevió a preguntar Kaede.

- Hablar con Nare.

- Mmhh...

- Descuida no le diré nada que te afecte, solo repondré nuestro compromiso.

- Sakuragi quería que le trajerá a casa para hablar contigo. Quería saber tus razones.

- Ahora entiendo tu escapada.

- Es mi culpa, yo debía enmendar mi error. No él.

- No es un error amar a alguien.

- Gracias. Pero aun así, por ello tomaste la decisión de no casarte. Prefiero sacrificarme a vivir con mi amor imposible bajo el mismo techo, a aguantar tu cara larga y vivir con la culpa de tu infelicidad.

- Exagerado

- ¿A quién lo habré heredado? – soltó con burla a lo que ambos sonrieron – anda a bañarte que apestas y corre a hablar con la madre de Sakuragi. Mereces tener una oportunidad de ser feliz.

- Gracias hijo.

- Se hace lo que se puede – contesto con simpleza alzando los hombros.

- ¿Irás a entrenar?

- Sí, debo hablar con él. Y así evitar que te estrangule. Estaba furioso.

- Supongo. Nare también será díficil.

- Deben ser igual de tercos.

- Sé como convencerla – esbozó una sonrisa socarrona y segura. Kaede puso los ojos en blanco.

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

- ¿Está bien la corbata? – pregunto por onceava vez. Kaede le clavo una mirada de hastio, lo que le basto como respuesta – lo siento, estoy nervioso.

- Mmhh

- ¿Por qué diablos tienes que ser tan antipático?. Aún no entran.

- Lo sé. Pero tenemos público – con los ojos indico al profesor Ansai y a los del equipo de basquet que habían sido invitados por Nare.

- No pude negarme. Lo siento – justificó Heiwa mirando otra vez hacía la puerta por donde debía entrar su futura esposa.

- Cálmate – le indico como si fuera su médico en vez de su hijo.

- No puedo... ya está atrasada cinco minutos.

- Es tradición que la... – pero no pudo seguir hablando pues una cabellera roja aparecio por la puerta. Todos los invitados se pusieron de pie, para ver el ingreso de la novia del brazo de su hijo. Ambos sonriéndose con complicidad. Nare se veía radiante, vestida con un traje dos piezas de color perla, finamente maquillada, con el cabello cobrizo recojido enun apretado pero distinguido moño alto. Ella pronto dirigio su mirada al encuentro de la de Heiwa. El cuadro de amor era perfecto, en solo una mirada se prometian el mundo entero.

Pero Kaede sólo concentró su vista en él, quien evitaba a toda costa mirar hacía adelante, distrayéndose en mirar a su madre o saludar a los invitados. Sin embargo, Rukawa aprovecho esto para mirarlo a sus anchas. Pantalones de tela, rectos y sin pinzas; a tono con la chaqueta de corte perfecto para su cuerpo, camisa blanca sin corbata y desabotonada en el cuello. Kaede ladeó la cabeza al constatar que el cabello de Hanamichi tenía un corte distinto, se preguntó si habría ido a la peluquería, el corte era muy actual quedándole perfecto para su rostro.

- Si quieres traigo una cubeta – le susurró su padre al oido abstrayéndolo de sus pensamientos. En respuesta gruño molesto.

Hanamichi profirió unas palabras en voz baja a Heiwa cuando le entrego a su madre, aunque Kaede no pudo escucharlas, supuso que fueron palabras de buena crianza, pues Heiwa carcajeo, dejando a todos los asistentes con la interrogante en la cabeza. Nare le dio un beso en la mejilla cuando Rukawa padre le ofrecio el brazo para así ponerse a disposicion del juez que los casaría. Rukawa creyó oir unos cuantos suspiros desde el público, pero prefirió no voltear para no hallar la vista de la hermana del capitán Akagi clavada en él, como hace rato que la sentía. Usando su flequillo como escudo, giro sus ojos para poder ver a Sakuragi. Menuda sorpresa se llevo cuando dio cuenta de que éste ya le observaba, pero la mirada era punzante y con carga de odio.

Kaede Rukawa aspiro fuerte y luego botó pesadamente el aire, mientras su interior le pedía a Dios que le diera toda la paciencia del mundo. Su futuro no auguraba nada bueno.



Notas finales:

(*)Dios Atlas: según la mitología griega era el dios que sostenia sobre sus hombros a la Tierra.

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Creo, y estoy cien porciento segura de ello, que mi manera de narrar a cambiado. Hasta mi beta uno se dio cuenta de ello, y mi beta de la oscuridad lo ratificó: "Esta vez no diste tantas vueltas, estás más dinámica"

No supe en su momento, si tomármelo a bien o a mal. Preferí lo primero, para no hacerme caldos de cabeza.

Ahora tengo poca inspiracion, pero se debe a que mi mente esta en nula actividad. Las vacaciones me afectan, creo que cada día me hago un pelin mas floja y tonta, por lo mismo me compré dos libros. Me tienen atrapadísima, y a la velocidad que voy creo que pronto deberé comprarme un tercero.  

Me acuso de ser ratón de biblioteca. Una snob, y a mucha honra lo digo. 

Ya no las aburró mas, un placer nuevamente estar entre ustedes. 

Hasta la próxima. 

Cariños, Andre. 

PD: Si quieren dejar aportes o ideas, bienvenidas serán. 


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