Me miro. Por primera vez me miro viéndome, reconociendo mi existencia y sin dejar de reír melodiosamente clavo sus ojos negros en mí.
-Ryutaro- susurre, sin importar si me escuchaba o no- eres hermoso.
No parpadeo. En cambio inclino su rostro, descansándolo suavemente contra mi mano sin dejar de sonreír.
En el momento cuando aquel eco llego a mis oídos supe inmediatamente que era. Camine hasta que pude verle allí sentado, completamente solo y aferrado a sus rodillas, como un niño, con su rostro escondido entre sus brazos, sus pálidas manos entrelazadas resplandeciendo sobre su atuendo negro. No me escuchó hasta que estuve lo suficientemente cerca como para invadir su espacio personal. Toque su hombro y levanto su cabeza.
Me miro como si fuera la primera que me viera, sus ojos acuosos clavados en mí, las lagrimas lamiendo su blanquecino rostro dejando su oscuro sendero sobre aquella tersa piel. Quise contenerme pero no pude.
-¿sabes?, aun así, eres hermoso- le dije sin apartar mis ojos de los suyos- de verdad creo que no es justo- le sonreí.
Parpadeo incrédulo y casi pude ver una sonrisa en sus labios a punto de escapársele pero nunca logro su cometido y su rostro permaneció impasible.
-oh, Ryutaro,- Sin dejar de mirarnos le susurre entre jadeos- eres…ah…. tan hermoso.
Pero antes que la ultima silaba hubiese dejado mis labios sus ojos se cerraron para mi, dejando en cambio su boca abierta en un perfecto circulo mientras un gutural gemido escapaba de su garganta mezclado con mi nombre Tatsuro.
Al llegar a su departamento encontré a Tadashi y Akira sentados en el living, tomando café y fumando un cigarrillo cuyo aroma me molesto al instante. Ambos se volvieron para saludarme con una triste sonrisa, de esas que uno nunca desea ver pero que tan a menudo son obsequiadas en los momentos menos apropiados.
Camine la corta distancia hasta su recamara y pude divisarlo echado sobre cama de dos plazas, boca arriba mirando el techo. Me senté a su lado y fui totalmente ignorado. Me moví hasta irrumpir en su campo de visión y sus ojos pudieron haberse encontrado con los míos aunque no estoy muy seguro. Me miraba como sin verme, como viendo a través de mi.
Con mi dedo índice recorrí las líneas de su cara, sus mejillas, sus labios, sintiendo el aire entrar y salir de su cuerpo y queriendo robarle el aliento le bese, tan solo posando mi boca sobre la suya, compartiendo el aire entre nosotros.
Con mis labios reposando sobre los suyos le susurré sin hablar: “eres hermoso”
No respondió, no parpadeó, no sonrió… no me miró.
En ese momento comprendí, que sin aquellos ojos, sin aquella mirada, yo estaba completamente ciego, ya que mis ojos desde un principio y por siempre, han estado ligados a los suyos.