Escogió con cuidado un rojo carmín, un color seductor, que invitaba a ser probado, el cual se veía más apetecible en esos labios voluptuosos, un poco de sombras para resaltar sus hermosos ojos color avellana y finalmente algo de rubor en sus mejillas, solo para parecer más inocente y femenina. Con una liga agarro su melena risada, tan obscura como el azabache, para después mirarse al espejo mientras se colocaba los pendientes de rubí.
Era una mujer hermosa, no cabía duda, alta y de figura fina, con rasgos finalmente cincelados como en marfil, su piel tostada por el sol del lugar y una sonrisita carmesí que adornaba ese rostro perfecto, haciendo juego con su mirada traviesa e insinuante.
Se vistió como experta, usando ese vestido rojo con varios volantes y muchas enaguas, todo adornado con una fina puntilla que simulaba flores de color negro, se puso el liguero en las piernas y esos zapatos incómodos de tacón, que le molestaban a sobre manera, pero la hacían ver hermosa y sensual; Y finalmente se colocó un broche con flores y plumas en el costado de la cabeza
Todas las noches era lo mismo, prepararse a tiempo para la función de las 10:00, que era cuando el lugar estaba más concurrido, y cuando más dinero podía ganar; Salió con ese paso marcado, balanceando de forma coqueta su cadera y dejando que los volantes exageraran el movimiento hipnotizarte, mientras arrebataba miradas de todos los que estaban a su paso; Subió al escenario, segura de sí misma, cerrando los ojos para darse un poco valor.
La música comenzó estridente y vigorizante ‘galop infernal’ una de las piezas más conocidas del can-cán, seguido por los chiflidos y aplausos de todos los clientes, en su mayoría varones; Habían asistido mozuelos precoces que deseaban tener un encuentro cercano con el sexo opuesto, en un capricho cumplir sus fantasías sin necesidad de la insípida mano, hombres aburridos y cansados de tanto trabajo, que buscaban refugio en los brazos de mujeres que no acarreaban compromisos, viejos cuyas esposas ya no entraban en ganas cuando les susurraban peticiones comprometedoras, solteros con poca suerte en la conquista que solo podían pagar por amor de una sola noche y uno que otro que solo iba a pasar el rato sin intención alguna.
Pese a que hacía eso casi todas las noches aun no se acostumbraba a esas miradas llenas de lujuria, curiosidad y deseo. Le resultaban incluso más incómodas que esos zapatos de tacón alto, las odiaba, miradas de doble moral, eso eran. Pasaban de ella como si no existiera cuando caminaba por las calles como una persona ‘normal’ como si no la hubieran visto danzar la noche anterior; Mientras que las damas, le miraban con desprecio, haciendo uno que otro comentario indiscreto sin importarles si les escuchaba o no, recalcando su falta moral y el trabajo despreciable que tenía, satanizándola ante los demás como una cualquiera, una roba hombres, una frívola doncella que se vendía por dinero y pervertía a los jóvenes ‘inocentes’; Casi todos se apartaban de su camino, como si el solo hecho de tratar con ella les fuera a infectar de una enfermedad contagiosa, y no faltaba la ‘santurrona’ que se ventilara con el abanico haciendo parecer que de ella se desprendía un hedor insoportable, diciéndole a sus hijos –No la veas … te puede dar lepra-
Sostenía la falda a lo alto mientras levantaba la pierna y la movía desde la rodilla, de vez en cuando alguna intrépida vuelta de carro, que terminaba en un Split. Su sonrisa adornaba su rostro, sonrisa fingida, pero que no importaba a los espectadores, mientras hiciera bien su trabajo y mostrara su ropa interior en alguno de esos movimientos, levantaba las faldas mientras giraba siguiendo el compás de 2/4, casi podía sentir que su alma se escapaba al tomar aliento en ese baile rápido y vivaz que ocasionaba tanto furor, algunos reían mientras uno que otro graciosillo soltaba en voz alta propuestas indecorosas –Si tienes esa flexibilidad en el escenario ¿cómo estarás en la cama?- -¿Cuanto cobras por noche?- -!esa potra me la monto yo¡-
Lo único que le quedaba era terminar el acto de forma inolvidable para bajar del escenario agotada, tanto física como emocionalmente. Pero la noche aun era joven y lo bueno apenas comenzaba.
La profesión era de familia, su madre, que en paz descanse, había sido una bailarina profesional, mujer fatal, que se había entregado a los vicios nocturnos y a la vida fácil llena de placeres ‘mundanos’; Iba de varón en varón según lo que pudiera sacar, ya fuera dinero, joyas o propiedades, tomaba todo lo que sus encantos le permitían y cuando ya no tenían nada más que dar, se iba en busca de otra presa. Cuando se supo embarazada, ya era tarde para abortar, padre no sabía cuál de todos sería y no estaba segura de que alguien quisiera hacerse responsable, por lo que no le quedo más remedio que el de criarle sola. El embarazo fue desgastante y tuvo que retirarse un tiempo del ‘negocio’, a los clientes les incomodaba ver ese vientre abultado, ya que les hacía recordar que esa prostituta también era mujer, igual que sus madres, hermanas o hijas.
Cuando al fin pudo recuperarse de la enfermedad de 9 meses, volvió a las andadas, pero casi nadie le contrataba, había perdido esa figura, producto del descuido durante su ‘retiro involuntario’, eso agregándole que casi todos la veían como una madre, ya no como la potra indomable a la que habían deseado. Así, la mujer, sumida en la pobreza que tanto despreciaba, descargo su frustración en la pequeña hasta el final de sus días.
Se acomodó nuevamente el vestido, tratando de controlar los constantes temblores de su cuerpo, levantándose con cuidado, en movimientos suaves para después, mirar a su cliente, sonreír coqueta y retirarse a su cuarto, ignorando las punzadas entre sus piernas; Quería huir, correr lejos de ahí, desaparecer para siempre, pero sabía que eso no era posible, esa era una noche como todas las otras hasta el final de sus días.
Así, una vez estando sola en su habitación, dejó liberar ese mar de lágrimas que inundaba su alma todas las madrugadas.
La puerta rechino y una última persona fue a pedir un poco de su amor, una dulce caricia seguida por tiernos besos, para poder borrar todo rose no deseado y beso forzado de la noche que había llegado a su fin; Solo por eso, era capaz de seguir, aquel cariño sincero sin morbosidad ni afán, le daba la fuerza de desear un nuevo amanecer, para poder compartir aunque fuera por unos minutos, todo ese dolor con esa mujer que al igual que ella portaba la letra escarlata.