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MANSAKA por arcasdrea

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Notas del capitulo:

No he olvidado mis fics, pero como siempre la excusa es la falta de tiempo y el exceso de cosas por hacer y que son prioritarias a mi creación.

Espero les guste...

MANSAKA

Día Cinco.... continuación y final.

- ¿Quiere que le lleve a casa, Rukawa? – pregunto Taiyo al chico pelinegro que les había seguido en estricto silencio.

- No se preocupe, él se va conmigo – de la nada apareció Sendoh, abrazando posesivo por los hombros al pelinegro.

- Hola, Sendoh – le saludo Hanamichi. Sendoh respondió al saludo con una venia de cabeza – te presentó a Taiyo, mi novio.

- Mucho gusto – saludo Taiyo con respeto y caballerosidad.

- Igualmente – concedió Sendoh, para comentar después – Tienen buen aspecto – primero miró al pelirrojo y luego, tomándolo del mentón, observo a sus anchas la faz de Rukawa.

- Gracias a Dios – comentó Taiyo con alegría – mi pelirrojo sigue con su cara tan bonita – y tomándolo del mentón le dio un beso ligero, pero dedicado y profundo.

Sendoh sonrió ante la muestra de cariño, y pretendió hacer lo mismo con Rukawa, pero éste le corrió la cara. El pelopincho lo miró de mala manera, más el pelinegro bajo la vista musitando un “estoy cansado”.

- Bien, nosotros nos vamos – anunció Taiyo mientras se separaba de Hanamichi. No habían visto el extraño desplante del zorro – debo castigar a este peleonero – y rió por todo lo alto acompañado por Sendoh de igual modo y con una risa nerviosa por parte del pelirrojo.

- Buenas noches – se despidió el puercoespín extendiéndole la mano y que fue recibida en un estrecho apretón – tal vez un día podamos salir en cita doble.

- No es mala idea – concedió el castaño, mientras asía la cintura del pelirrojo – pero un partido de basquetball no por favor, que soy nulo en ese deporte. Además aun estoy en recuperación.

- Igual Sakuragi, supongo – conjeturó Sendoh.

- Sí, no podemos hacer mucho esfuerzo – y lanzándole una mirada evidentemente depredadora a Hanamichi agregó - aunque eso no quita el que nos divirtamos de vez en cuando.

- ¡Taiyo! – le reclamó éste irritado por el comentario indirecto, pero ilustrativo.

- Bueno, no retenemos más a la parejita. Hasta luego – dijo Sendoh con su eterna sonrisa de póker. Y tomando la mano de Rukawa, giró para encaminarse en dirección contraria.

- Vamos Hanamichi – le susurro Taiyo al oído, haciendo que éste pegara un brinco por el susto.

- Sí, vamos – contesto más o menos repuesto.

Como le dio la espalda a la pareja pelinegra, y que ya llevaba bastante distancia, no vio como uno de ellos se soltaba de la mano del otro con un movimiento brusco; tampoco vio como éste no hizo caso a los reclamos de su pareja; ni mucho menos vio como éste corría hacia ellos.

Sólo sintió cuando su mentón fue tomado con agresividad, siendo obligado a voltear el rostro del mismo modo, recibiendo los labios de Rukawa tomándolo por total sorpresa. Esos labios le acapararon todo, le incitaron con posesividad y sintió que le iban robando la conciencia, pues su cuerpo poco a poco comenzó a sentirse ligero como una pluma. Sólo fue consciente de sí cuando el pelinegro se separó de él apenas unos milímetros para decirle algo en un susurro, y que le trajo a la realidad de golpe.

- Por favor, Hanamichi, no te vayas con él.

- ¡Suéltalo! – Taiyo de un empujón apartó de Hanamichi a Rukawa, cayendo éste sentado en suelo, pero no contento con ello, el castaño lo tomó del cuello de la camisa, jalándolo hacia si – ¿Qué has dicho? – siseó amenazadoramente y muy cerca de la cara de Rukawa.

- Que no se vaya contigo – le dijo frio y serio, si las miradas matarán, el pelicastaño hace mucho que estaría tres metros bajo tierra.

Kaede de un empujón se sacó a Taiyo de encima y en cosa de segundos le atusó un puñetazo en la quijada. Éste, aunque perdió el equilibrio por el golpe, se dio impulso para darle un golpe en plena boca del estómago, con tal brío que Rukawa llegó a despegar los pies del suelo. El zorro aprovecho la cercanía de su oponente para sujetarle la cara y atusarle un rodillazo en plena nariz, sin embargo, éste, que había caído al suelo, desde su posición lanzo una patada en la entrepiernas, por lo que el pelinegro cayó arrodillado ante él. Cada uno hizo a un lado sus dolores personales y mirándose con verdadero odio, se lanzaron uno encima del otro, enfrascándose en una pelea de patadas, puñetes, empujones y forcejeos, que Hanamichi miraba absortó e impresionado desde su posición; sólo despertó cuando Sendoh llegó cerca de los contendientes gritándoles que se separarán mientras buscaba algún hueco por el cual meterse para detener la pelea.

Ninguno lo vio venir y fue tan rápido el ataque, que cada quién cayó lejos. Hanamichi en cosas de milésimas de segundo les había dado un golpe en el ojo a cada quien obligándolos a separarse.

- ¡¡Idiotas!! ¡¡Están dando un espectáculo cerca de la comisaria!!

El pelirrojo estaba de pie entre los dos, con gesto furioso y el cuerpo tenso, sus puños se crispaban por la rabia. Y ambos peleadores, desde su posición en el suelo, vieron a uno que otro curioso que se había detenido a observar la pelea. Estaban en un estacionamiento, a media cuadra de la comisaria, si no se movían rápido, era más que seguro que alguno de los curioso ya haya dado aviso.

Taiyo fue el primero en reaccionar, parándose en un dos por tres, a pesar de sus heridas y golpes; y tomándole la mano a Hanamichi lo obligo a correr con él.

- ¿Pero el auto? – le advirtió el do’aho.

- ¡¡Después volveremos por él!!

Rukawa también se paró de golpe y hecho a correr tras ellos. Sendoh ni se molesto en llamarle, simplemente metió las manos en sus bolsillos y giró en dirección contraria a los corredores, no sin antes decir – Buena suerte, Kaede.

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Llevaban corriendo tres cuadras. Hanamichi hace mucho que se había soltado de Taiyo e iba corriendo a la par suya; ser jalado por alguien entorpece la carrera y con la poca paciencia que se gasta el pelirrojo casi manda al suelo al castaño cuando le soltó la mano de un tirón.

Sin embargo, aunque iban muy embalados, de un momento a otro Hana frenó en seco y se paró erguido mirando hacia la dirección contraria a la que corrían.

- Hana, ¿Qué haces? – le apremio Taiyo alarmado, deteniéndose también y acercándose a éste.

- ¡¡Détente ahí!! – grito Hanamichi a la nada, sin hacer caso de su llamado, dando un paso al frente.

Pronto Taiyo escucho pasos de carrera acercarse rápido hacia ellos y por el sonido se podia suponer que sólo era un sujeto el que los seguía.

- ¡¡Détente ahí, te he dicho!! – grito nuevamente el pelirrojo a su perseguidor.

A unos pocos metros, Taiyo pudo vislumbrar la silueta de Rukawa que se acercaba a grandes zancadas.

- ¡¡Alto, détente ahora!! – le volvió a gritar con furia. Taiyo estaba impresionado de la reacción de su novio. Ojos apretados, manos empuñadas, cuerpo tenso, y la furia latente en su cara – ¡¡Détente ahí, Rukawa o te mato!!

- Hana... – le llamo el castaño en un susurro, anonadado por esa amenaza. Extendio un brazo hacia el pelirrojo, pero el aura furiosa que éste expelía lo detuvo.

Rukawa ya había detenido su carrera, pero igualmente se acercaba a ellos con lentos pasos. Uno a la vez, tanteando el terreno.

- ¡¡¿Acaso eres idiota?!! ¡¡He dicho que te detengas!! – Rukawa paró en seco, como un perro inferior ante el amenazante alfa de la manada.

- Hanamichi, ¿Qué te sucede? – se atrevió a preguntar Taiyo, pero sin mover ni un músculo de su cuerpo mas que su boca.

- Ya no puedo más con esto... – murmuró al fin, después de unos angustiantes segundos de silencio.

- Hanamichi... – intento acercarse para abrazarle, pero éste estallo en alaridos.

- ¡¡Mira lo que parecemos!! ¡¡Tres idiotas corriendo por las calles!! ¡¡Escapando después de haber peleado frente a una comisaria!! – se había acuclillado, escondiendo la cabeza entre las rodillas, protegiéndosela con los brazos – ¡¡Ya no doy más!! ¡¡Quiero terminar con todo!!

Por fin, pudo abrazarle, aunque éste se retorciera y siguiera gritando. No lo soltó hasta que se desahogó y calmara, todo ante la atenta y confundida mirada de Rukawa, que no se movió ni un ápice de su posición desde que se lo ordenara el pelirrojo.

- Quiero irme a casa – le dijo al rato de separarse del cuerpo de Taiyo pero sin romper el abrazo.

- Debemos llevar a Rukawa...

- ¿Es necesario? – comentó contrariado, mirando de reojo al aludido. Quien alzo una ceja como diciendo “¿Están hablando de mi?”

- Tú mismo lo dijiste. Esto ya tocó fondo. Debemos hablar y éste no es el mejor lugar.

Claro que no era el mejor lugar, se dijo el pelirrojo después de que sus ojos barrieron el lugar. Una calle residencial, oscura y solitaria, con uno que otro vehículo pasando esporádicamente y muchos vecinos atentos al menor escándalo. Claro que no era buena.

- Está bien – concedió finalmente, rompiendo definitivamente el abrazo al ponerse pie.

- Espérenme aquí. Iré por el auto – le habló a él, pero lo señalo en voz lo suficiente alta como para que el pelinegro también escuchara – Pronto estaremos en casa – le susurro antes de besarle la frente y marcharse.

Sin embargo, cuando iba pasando al lado de Rukawa se detuvo unos instantes, sin voltear a verle.

- No digas nada hasta que lleguemos a casa.

- Yo... – intento hablar el pelinegro.

- ¡Chit! – le calló y mirándolo de soslayo, con el seño levemente contraído agregó – no arruines la única oportunidad que se te está dando.

Rukawa giró en redondo para seguir el caminar de Taiyo, que desapareció calle abajo, luego de emprender carrera.

Cuando escucho un ruido tras suyo, volteo hacia Hanamichi, quien se había apoyado en un pared cruzados de brazos y mirando hacia adelante, a un punto indefinido que no fuera él.
- Sakura... – le hablo avanzando unos cuantos pasos hacia él.
- Quieto – su cuerpo de manera automática obedeció la orden – ya Taiyo te dijo que no hablaras hasta que estuviéramos en casa.

“...no arruines la única oportunidad que se te está dando.” Otra vez las palabras del castaño martillaron en su mente.

No sabía qué rayos estaba sucediendo, ni qué iba a suceder.

Estaba muy confundido.

Hace un rato había actuado por impulso, y ahora recién su mente cuadraba todo al hacer una revisión de los hechos.

Era consciente de que no ser por la inoportuna llegada de Taiyo, se le hubiera declarado al do’aho en la celda. A medida que fueron caminando hacia el exterior de la comisaria, su mente se nublo y la razón dio pasó a sus irracionales celos, los mismos que fueron incrementándose durante la inconveniente aparición de Sendoh y su charla tan amistosa con Taiyo. Por eso mismo actuó de manera tan egoísta y posesiva, cuando volvió sobre sus pasos y en un arrebato le suplico al pelirrojo que no se fuera con el castaño. Mismo arrebato que se convirtió en rabia al momento de irse a golpes con el castaño y misma rabia que se convirtió en ansiedad al verles marchar. Su mente era un calvario desde que se entero que Sakuragi tenía novio y ya no soportaba ni un segundo más que esos dos estuvieran juntos. Antes de su lesión a la espalda, simplemente se sentía atraído hacia él, pero a medida que le hizo falta por su recuperación fue evolucionando a un “me gusta”, luego a un “lo quiero” y con la aparición de Taiyo, derivo a un posesivo “lo amo”.

Por juicio prefirió hacer caso, se quedo quieto en su posición observando atentamente al pelirrojo, hasta que el llamado de un claxon indico que ya Taiyo había llegado.

Todo el viaje fue en un incómodo silencio para los tres. Rukawa despaturrado en el asiento trasero, con los brazos cruzados y con cara de aburrido y fastidiado, mirando de vez en cuando a Hanamichi, quien en el asiento del copiloto, miraba por la ventanilla sin realmente estar viendo el paisaje, en la misma posición de codo apoyado en el marco y mano sujetando el mentón que había asumido al subir. Mientras Taiyo miraba de vez en cuando a Hana y a Rukawa por el retrovisor, y cuando con éste último sus miradas coincidían, el castaño hacia una mueca que se asemejaba a una sonrisa de burla, lo que aumentaba el fastidio del pelinegro.

- ¡¡Me dejaras la puerta como giratoria!! – le increpó ofuscado el castaño cuando, ya habiendo arribado al condominio de departamentos donde vivía Taiyo, el pelinegro le dio un buen azote a la puerta del auto.

Una muerte lenta y dolorosa era poco al lado de todo lo que le prometió el zorro en una sola mirada al castaño, quien después de activar el cierre centralizado del auto, apresuró el tranco tras el pelirrojo, que ya les llevaba bastante tramo adelantado hacia el ascensor de los estacionamientos.

Once pisos de silencio engorroso antes de llegar al pasillo que mostraba cuatro puertas de labrada madera; ante la enumerada como 1104 esperaron que Taiyo diera con las llaves en algún bolsillo de su pantalón. Con un gentil “Pasa, estás en tu casa” Rukawa fue invitado a pasar. El pelirrojo hace un buen rato que había entrado primero empujando al castaño en su paso. Su cara era de pocos amigos y Taiyo tenía la certeza que ésta se fue haciendo más severa conforme pasaba el tiempo y se iban acercando a destino.

- ¿Quieres algo de beber?

- ¡¡Prefiero que aclaremos toda esta mierda!! – estalló Rukawa ante el amable ofrecimiento del anfitrión.

Ahora encerrados en cuatro paredes, viéndose los tres las caras a solas, Rukawa no tenia por qué contener más su ansiedad. Estaba harto de tener que guardar silencio, cuando su garganta suplicaba por desgarrarse clamando por Hana; estaba harto de tener que estar sentado cuando su cuerpo atesoraba apegarse al pelirrojo, quien sentado frente a él le mirada con reproche por su arrebato.

- Si gritas de esa manera, te pido que te retires – protestó Taiyo ya repuesto del grito del pelinegro.

- Tú no me mandas – le espetó con furia clavada en la mirada.

- Estás en mi casa...

- Una mierda me importa – no hizo caso a la advertencia.

Más imperioso era el aclarecer todo y para jugar a la “Negociación por las buenas” no tenía ánimos. Sin embargo, el peso de Hanamichi sobre el suyo, agarrándolo firmemente de la solapa de su chaqueta, frenó todo intento de armar un escándalo.

- Tendrá que importarte – siseó amenazante a centímetros de su rostro – por que yo estoy tan cabreado como tú, zorro.

- Niños, niños – les llamó Taiyo con tonillo de reproche al tiempo que aplaudía para llamar su atención – vamos calmando los temperamentos. No quiero peleas en mi casa.

El pelirrojo con desdén soltó al pelinegro de su agarre, arrojándolo como si fuera un trapo viejo sobre el sofá y volvió a sentarse en el sillón que ocupara antes.

- Bien, Hana, buen niño – ni se inmuto cuando éste le miro con cara de asesino por el comentario. Prefirió mirar a Rukawa, quien ya se había acomodado bien en el sofá, agregando – ahora lo importante es curar nuestras heridas. Hanamichi ve por el botiquín.

- Pero...

- Ve – hasta Rukawa se inquieto por el tono seco e inapelable con que Taiyo dio la orden. Sakuragi sin chistar, pero profiriendo maldiciones mentales, se perdió por el pasillo que llevaba hacia las habitaciones, para volver minutos después cargando algodón, líquido desinfectante y pomada cicatrizante.

- ¿Cómo está tu nariz? – le pregunto al castaño, cuando le alcanzo todo su cargamento. Al parecer el mini paseíto le había servido para apaciguarse.

- No está fracturada si eso temes.

- ¿Seguro? – sus ojos denotaban preocupación, mientras su mano levantaba el mentón de Taiyo para escrutarlo mejor. La zona estaba levemente roja e hinchada, pero no había rastros de sangre ni amoratamiento. Sólo su labio inferior tenía un pequeño corte en la comisura y su pómulo derecho estaba abultado.

- Créeme... mi nariz es una roca – le sonrió amablemente para que confiara en él y mirando luego al pelinegro agregó – Rukawa necesita un poco de hielo. Su ojo está cerrado – y dicho y hecho se puso de pie, para perderse en la cocina.

Recién con este comentario, tanto Sakuragi como Rukawa cayeron en cuenta que el pelinegro era el que mejor había recibido el golpe que dio el pelirrojo cuando los separo o quien salió peor parado de la pelea. El ojo izquierdo del pelinegro estaba increíblemente hinchado y amoratado, así como su quijada que también estaba inflamada; era ver la cara de un boxeador al abandonar el ring después de una brutal pelea.

En instantes, Taiyo volvía a la sala con una bolsa de hielo en la mano y ya se disponía a aplicársela al pelinegro, cuando Hanamichi la solicito.

- ¡¡Ahh!! – se quejo el pelinegro cuando la tela tocó su inflamada y adolorida piel, a pesar de que el pelirrojo intento hacerlo con toda la delicadeza posible.

- Lo siento – se disculpo al tiempo que alejaba rápidamente la bolsa, pero la mano de Kaede tomó la suya y empujo para que el hielo volviera a hacer contacto con su cara.

- No te disculpes – aprisiono más su mano sobre la de Hana – me lo merezco por pelear.

- No hablaba de eso...

- Yo sí – susurro el zorro con un halo de arrepentimiento tal, que Hanamichi prefirió no hacer más protesta.

- Yo iré a curarme al baño – comentó Taiyo como quien no quiere la cosa y tomando el desinfectante y el algodón los dejo a solas.

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- Tengo una historia que contarte.

La mano de Rukawa aun sujetaba la de Hana, que a su vez sostenía la bolsa de hielo contra el ojo del pelinegro. Ninguno de los dos era consciente de cuánto tiempo habían estado sentados allí en silencio, sin mirarse, ido cada quien en sus pensamientos o remordimientos.

- Es la historia... – dudó de seguir hablando ante la nula respuesta del morocho -... de como nos hicimos novios con Taiyo.

- Por favor, Sakuragi – su regaño más sonó a suplica cuando intento alejarse para no escuchar lo que no deseaba oír. Mas la mano de Hana que se aferro con más fuerza a la bolsa de hielo, y la otra mano que se aferro a la mejilla contraria evitaron todo intento de huida.

- Es necesario...

- No quiero escuchar – el ojo sano de Kaede se clavo en él, mirándole severo, terco e implorante, consiguiendo remover algo en su interior.

- Tendrás que escuchar – intento convencerlo.

- ¡¡He dicho que no quiero!! – de un manotazo la bolsa de hielo cayo al suelo.

Rukawa desde un extremo del sofá miraba enojado al pelirrojo, quien desde el extremo contrario soltó un sonoro suspiro para luego recoger la bolsa. Se acerco nuevamente al pelinegro y aunque éste se negó, a punta de manotazos, logro colocar la bolsa contra el ojo de boxeador otra vez.

- Eres peor que un niño de pre-escolar, zorro – comentó de manera jocosa, cuando el pelinegro se enfurruño en su lugar.

- El burro hablando de orejas – le espetó con sarcasmo.

- Sé que no soy la madurez con pies – le concedió la razón - pero de los dos, ahora, soy el que más maduramente está actuando.

Hanamichi casi se ríe a carcajada limpia cuando el zorro hizo un puchero, que pretendió pasar desapercibido.

- ¿Escucharás mi historia? – pregunto después de largos minutos de silencio, a la espera de poder retomar su pretensión original.

El pelinegro no contesto.

- Tomaré tu silencio como un “sí”

Kaede lanzó un bufido mientras su ojo sano, después de rodar con molestia, se fijaba duramente en un punto impreciso de la pared frente a ellos.

Hanamichi pidió un poco de paciencia al cielo, antes de comenzar su relato.

(POV de Hanamichi)

“Llevaba unas cuantas semanas en la clínica y con Taiyo disfrutábamos de un poco de descanso frente al mar, luego de caminar unos cuantos kilómetros a lo largo de la playa.

Estábamos charlando de lo mejor, cuando tú apareciste trotando a lo lejos. Cierto que no era la primera vez que nos topábamos en la playa, además de cuando me mostraste la camiseta de la selección juvenil, está ya la contabilizaba como la décima vez que nos veíamos en estas circunstancias desde que entre a rehabilitación. Sin embargo, era la primera vez que nos encontrábamos y Taiyo estaba ahí.

- Ese zorro apestoso – masculle apenas te divise.

Taiyo miro hacia donde yo estaba mirando.

- ¿Quién es él?

- Es un petulante. Se cree el gran jugador de Kanagawa, cuando no es más que un borde y antisocial zorro.

- Te cae pésimo – fue una afirmación.

- Lo detesto, siempre estamos peleando. Siempre me busca camorra. – y mi mirada la dirigí al frente, hacia como las olas rompían en la orilla.

- ¿De qué equipo es?

- Desgraciadamente de Shohoku.

- ¿Es tu compañero de equipo? – exclamo impresionado, yo reafirme asintiendo con la cabeza – pero... ¿Por qué se odian tanto?

- No quiero hablar de eso – mire a otro lado, de lo poco o mucho que conocía a Taiyo sabia que era un tipo insistente.

- ¡Oh, Vamos! Ni que fuera tu rival en el amor – debió ser tal mi sonrojo cuando Taiyo dio en el clavo con sus suposiciones, que éste rompió a reír cayendo pesadamente en mi regazo.

- No me hace ni una gracia – berrinche cruzándome de brazos.

- Pues soy muy intuitivo, eh? – me guiño un ojo de forma maliciosa, acomodando su cabeza en mis piernas – y cuéntame pelirrojo, cómo es que ése se convirtió en tu rival.

- La chica que me gusta está enamorada de él – le conté de mala gana.

- ¿Y él le corresponde?

- No – reconocí. Bien sabía que aunque Haruko te miraba con los ojos transformados en corazones, tú no le dabas ni la hora.

- ¿Tiene novia acaso?

- No, no tiene ninguna. Su vida es solo basquetbol. Tiene todo un fans club detrás de él, pero no lo toma en cuenta.

- Oouh - exclamó como cuando alguien hace un gran descubrimiento.

- ¿Qué?

- Es que pensaba que... – su gesto se hizo más pensativo aun – ¡Naah! No me hagas caso – señalo después meneando la mano restándole importancia al asunto.

- Dime Taiyo – exigí.

- Está bien – suspiró y luego añadió – es que pensaba que a lo mejor no le van las chicas.

Realmente no le entendí y mi cara debió ser tal que me espetó:

- Estoy diciendo que a lo mejor le van los chicos.

Yo no tuve tiempo de decir nada, pues tú justo ibas pasando frente a nosotros y nos miraste. Sorpresivamente Taiyo se arrojo a abrazarme y me beso la mejilla. Yo quede paralizado, no pude reclamar, ni mucho menos gritarte alguna explicación, cuando tú después de eso, volteaste en la dirección que venias y te alejaste corriendo.

- ¡¡ ¿Qué fue eso Taiyo?!! – reclame enojado una vez que me repuse de la impresión.

- Comprobado – fue todo lo que dijo Taiyo, mientras se ponía de pie y se sacudía la arena de la ropa.

- ¿De qué mierda hablas?

- Que acabo de comprobar que a ese tipo le gustas tú.

Debieron pasar muchos minutos antes de que mi mente asimilara las palabras de Taiyo.

- ¡¡Estás loco!! ¡¡ ¿Yo gustarle al zorro?!!

- Aja - afirmo meneando la cabeza - ¿No viste la cara de asesino que puso cuando te abracé?

- Te insolaste – no quería creer en lo que Taiyo decía .

- Las señales son claras, Sakuragi – y comenzó a enumerar contando con los dedos – Uno: no tiene novia y no se le ha conocido a nadie. Dos: Supongo que varias se le han declarado y no le correspondió a ninguna – tuve que concederle la razón en ese punto – Tres: todas sus energías las voltea sólo al basquetball, cuando es un adolescente en pleno crecimiento, con toda una explosión de hormonas en su interior y que podría canalizar de mejor modo... y Cuatro: Casi me asesina, cuando te abrace y te bese en la mejilla. Sin contar el que volvió por donde llegó, cuando pudo haber seguido su camino como si nada.”

El zorro estaba conmocionado ante la narración del pelirrojo. Se acordaba perfectamente de aquella vez, cuando halló al castaño acomodado en las piernas del do’aho y como luego le saltó a abrazarle y besarle. No pudo tolerar la escena y llevado por sus impulsos, escapo del lugar. Fue en ese preciso instante que se dio cuenta que el pelirrojo le importaba más de lo que creía. De ese modo se dio cuenta de que su atracción ya había tomado una connotación más profunda. Gracias a esto, reconoció que Sakuragi le gustaba.

- Después de esa charla, Hanamichi estuvo insoportable – la voz de Taiyo atrajo la atención de los dos.

- Tú no te habías retirado – le recrimino el pelirrojo con el entrecejo contraído y con clara incomodidad en la mirada.

- Decidí volver al escuchar tanto silencio – adelanto unos pasos, para sentarse en el sillón que antes ocupara Sakuragi – Yo pensé que cinco minutos solos y ya estarían matándose, incluso pretendía llamar a una funeraria. Pero tanto silencio me llamo la atención, así que decidí volver.

- Idiota – le espetó cruzándose de brazos.

- ¿Cómo es eso de que... – la voz de Rukawa sonó demasiado tímida cuando se dirigió a Taiyo.

- Por qué digo que Hanamichi estaba insoportable, es lo que quieres preguntar – el pelinegro asintió para horror del pelirrojo, que se sonrojo hasta las orejas. Su cara era el simulacro de un semáforo.

- Porque estuvo fastidiándome todo el tiempo con... – y distorsionando un poco la voz para simular la de Hana, dijo – “¿Realmente crees que le gusto a Rukawa?”.

El ojo sano de Rukawa se abrió descomunalmente, dando la impresión de que saldría disparado de su cavidad en cualquier momento.

Y si Hanamichi era el simulacro de un semáforo, ahora era un perfecto tomate maduro.

- ¡TAIYO IDIOTA! – le grito berrinchudo – ¡No te metas donde no te llaman! - El castaño lo miro burlón mientras le hacia un gesto de manos de que su opinión no le importaba.

- No te comportes como un crio de cinco años, Hana – le llamo la atención como si fuera un paciente profesor – tú mismo dijiste estar harto de todo, por eso trajimos a Rukawa, creo que él merece todos los pormenores.

- Idiota... – mascullo el pelirrojo, contrayéndose sobre si mismo en el sofá.

Taiyo no pudo evitar reírse de la actitud tan malcriada de Sakuragi. Luego miro a Rukawa, que ya le miraba atentamente. La bolsa de hielo había caído al suelo.

- Creo que es mi turno de contarte el “por qué” de todo – recogió la bolsa, extendiéndosela después al pelinegro, quien asintió en conformidad, antes de ponerse la bolsa en el ojo, posar su vista en el castaño, que ya había retornado a su asiento.

POV de Taiyo

- “Desde esa mañana en que le dije a Sakuragi que tú gustabas de él, éste no me dejo tranquilo. Cada minuto, hora o momento de los días que vinieron me preguntaba si yo realmente creía en mi suposición.

A tanto llegó mi fastidio que un día le regañe que al parecer era él quien realmente gustaba de ti.

Tú, Rukawa, has de creer que Hana grito y berrincho la negativa como para ser escuchado hasta al otro lado del globo, pero lo más sorprendente es que Hana... se sonrojo furiosamente”
 

Otra vez el ojo sano de Rukawa se abrió hasta no más poder y la bolsa de hielo nuevamente encontró mejor lugar en el suelo.

Hanamichi automáticamente al ser mencionado en el relato, había escondido su rostro tras un cojín. Y al llegar a la última parte de la narración, perfectamente se pudo escuchar un grito de desesperación, deformado y amortiguado por la tela del cojín.

- Hanamichi – musitó Rukawa inclinándose hacia él, después de haberse repuesto de la impresión que le causo la magnitud de las palabras dichas por Taiyo. Pero apenas su mano rozo el antebrazo del pelirrojo, éste se aparto como si su tacto quemara.

- Aléjate... – suplico en un murmullo.

- Pero... – hizo un nuevo intento, sin embargo la intromisión del castaño le detuvo.

- Dale espacio, Rukawa. Aún no asimila todo.

La mirada asesina no basto para amilanar al castaño, quien sin hacerle caso a la clara advertencia de que no se entrometiera en su avance, siguió hablando como si comentara el clima.

- Me tomo varios días convencerle de que realmente tú le gustas...

- ¡Cállate, Taiyo! – el pobre muchacho recibió un cojinazo en pleno rostro. Hanamichi estaba bastante enojado, pero también enrojecido hasta la médula.

- ¡Oh, vamos Hana! Tú fuiste quien insistió en arreglar esto. Rukawa tiene que saberlo todo. Además tengo sueño, y ya quiero irme a dormir.

- ¡Esto es vergonzoso! – manoteo las manos en el aire, mientras sus ojos se cerraban con presión.

- ¿Y quién dijo que no sería así? – se cruzo de brazos y piernas acomodándose en el sillón, conservando increíblemente la seriedad ante el histérico pelirrojo.

- ¡No quiero seguir! – éste se paro y planto delante de Taiyo. Sus puños estaban crispados por la tensión.

- ¡Eres un gallina, un bebe! – por mas controlado que tratará de ser, llegó al punto que comenzó a gritar también.

- ¡No soy un cobarde! – berrinchó.

- ¡Entonces dile que lo quieres! – y con su índice derecho indicó enérgico al pelinegro, que con ojos deslumbrados miraba tan particular discusión.

Cuando su vista se dirigió hacia quien el dedo del castaño indicaba, y con solamente posar su vista en los azules de Rukawa, su cuerpo se detuvo al instante y la mente de Hanamichi entró en un estado de shock. Era una estatua en medio de la sala.

- Hanamichi – Rukawa se paro y aferrándolo por los brazos comenzó a sacudirlo.

- ¡Suéltame!

El pelirrojo se repuso de su introspección, comenzando a forcejar para que le soltara evitando por todos los medios de no mirar al pelinegro.

- Dime que me quieres.

- Suéltame.

- Dile que lo quieres – Taiyo también se había unido, asomando por detrás del hombro de Rukawa, mirándolo de modo severo.

- Déjenme en paz – ejerciendo fuerza logro soltarse mandando dos puñetes a ciegas, pero con sorprendente precisión. Rukawa y Taiyo cayeron de culo al suelo.
Hanamichi los miraba sorprendidos y con la respiración agitada, y viceversa los otros dos.

- Esto esta fuera de si – bufo con cansancio Taiyo – no he visto manera más inmadura de solucionar un embrollo que esta.

- Amén – le concedió la razón Rukawa.

El pelirrojo se dejo caer en el sillón, echando la cabeza hacia atrás y tapándose el rostro con las manos.

Ni Taiyo ni Kaede se pusieron de pie, se dedicaron a observar las nulas reacciones por parte del pelirrojo, que por más de cinco minutos ni movió músculo. El silencio era incómodo, y la espera hacia que la ansiedad creciera más y más a cada segundo que pasaba.

- Cuando lo supe... – la voz de Hanamichi irrumpió en el lugar, captando la atención completa de los hombres en el suelo - ... todo fue un caos para mí. Me lo negué mucho, muchos días. Taiyo insistió, hasta convencerme, así también me aconsejo qué hacer. Para cuando lo asumí completamente, sólo quedaban tres semanas para volver al Shohoku... no sabia qué hacer y mucho menos sabia que haría cuando... – sus manos se retiraron de su rostro y su mirada indescifrable se poso en el pelinegro - ... cuando te viera.

- Así fue cómo se me ocurrió el hacernos pasar por novios – señalo Taiyo mientras se ponía de pie y se iba a sentar al lado del pelirrojo, quien agacho la mirada cuando el castaño le abrazo por sobre los hombros.

Por tercera vez en la velada, el ojo sano de Rukawa se abrió a más poder. Taiyo creyó que había dejado de respirar cuando cinco segundos después el pelinegro no mostraba movimiento alguno. Luego, cuando por fin soltó el aire, abrió la boca varias veces para intentar decir algo mientras su ojo se paseaba de un lado a otro, su gesto era claro, buscaba alguna explicación lógica.

De un momento a otro se puso de pie, pero lentamente, arrastrando los pies, fue a tomar asiento frente a los muchachos. Se refregó las sienes por algunos segundos, ocultando sus ojos tras las manos.

- Explícame – fue toda la orden que dio cuando su mirada fiera y seria se poso exclusivamente en el pelirrojo.

Rukawa era la perfecta representación de un jefe Yakuza, imponente e implacable desde su posición; el aura que emanaba, a pesar de vestir de chándal y tener el rostro adusto, inexpresivo; era terrorífica.

Hanamichi miró a Taiyo con una mezcla entre confusión y preocupación, por lo que éste le sonrió para darle confianza y apoyo.

- Quedaban menos de tres semanas para volver y yo era un manojo de nervios. El sólo pensar que te volvería a ver y sabiendo este nuevo sentimiento hacia ti, me ponía peor. Sin embargo, lo que más me preocupaba era... – y calló su explicación, escondiendo su mirada y su sonrojo.
Kaede alzo una ceja interrogativo, por lo que Taiyo decidió intervenir.

- Le preocupaba el que tú no le correspondieras.

- ¡¡Pero sí yo... – grito Rukawa perplejo poniéndose de pie en un salto y yendo directo hacia Hanamichi. .

- ¡Pero él no lo sabía! – le interrumpió Taiyo, quien también se había puesto de pie, anteponiéndose a Hanamichi, bloqueándole el paso al enfurruñado pelinegro.
Se desafiaron por bastante segundos con la mirada, Taiyo le dio a entender que si buscaba hacerle daño al pelirrojo no le cedería ni un centímetro de ventaja. Le exigió con la mirada que se calmara y no se dejara llevar. Que pensara bien las cosas antes de actuar. Cuando por fin lo entendió, se dejo caer en el sillón, con la respiración tensa, haciendo esfuerzos por controlarla tomando grandes bocanadas de aire, que silbaba cuando pasaba entre sus dientes chirriantes.

- ¿Así decidieron hacerse pasar por novios?... – el murmullo apagado de Rukawa interrumpió el incómodo silencio. Hana no alzo la mirada, el tono del susurro era muy sombrío como para atreverse a posar sus ojos en el pelinegro - ... ¿para darme celos y así saber si yo también gustaba de Sakuragi?

- Si – contesto Taiyo, sin moverse ni un milímetro de delante del pelirrojo.

Rukawa posó su mirada en el pelirrojo, que escondido tras el castaño, era un bulto de nervios en el sillón; luego miro a Taiyo pero éste no supo leer su mirada, se remitió simplemente a contestarle con una que le dijera que todo lo hasta ahora hablado era la pura verdad.

De un momento a otro se puso de pie, encaminándose rápidamente a la salida del departamento.

- ¡Rukawa! ¡¿A dónde vas?! – le grito el castaño, pero Rukawa ni le contesto ni mucho menos se detuvo a verle. Y así, sin más que decir o hacer, fue que cerró la puerta de salida tras de si.

- Me odia... - Taiyo volteo a ver a un sollozante Hanamichi, que con la vista clavada en la puerta por donde saliera Rukawa, temblaba de pies a cabeza. Sus nudillos se volvían blancos de la presión que ejercía en un inocente cojín del sofá –... ahora me odia.

- Hanamichi... – intento acercársele para abrazarle, pero éste le rehuyó.

- ¡Aléjate! ¡Tú y tu brillante idea! ¡¡Ahora me odia!! – le grito con rabia.

- Hay solución – trato de defenderse.

- ¿Siguiendo con el jueguito de ser novios? ¿O acaso inventando una boda falsa? ¡¡Estás demente Taiyo!!

- Ahora sabemos que tú le gustas... usemos eso a favor...

- ¡No quiero! Ya hemos hecho suficiente daño con tu grandiosa idea.

- Pero...

- ¡¡He dicho que no!! – y lo tomó de la nunca con toda la pretensión de darle uno de sus famosos cabezazos mortales, pero el sonido del timbre le salvo la vida al castaño.

Taiyo se zafó del agarre del pelirrojo, corriendo a atender la puerta. Sin embargo quedo en una pieza cuando se topó con Rukawa.

- Ru... kawa... – por la mente del castaño pasaron las imágenes de un enojado kitsune haciéndolo añicos a base de puñetazos.

-Eres tú quien debe irse, no yo – y asiéndole de la manga de su sweater lo jalo al pasillo del edificio cerrando la puerta por dentro.

Taiyo estaba desconcertado, tirado en el pasillo frente a la puerta de su departamento. Cuando su mente por fin pudo cuadrar todo lo sucedido, no pudo evitar reírse con ganas.

- Creo que deberé irme a dar una vuelta, pero no me dio tiempo de traerme la chaqueta.

Y como si le escucharan del otro lado, la puerta se abrió. Su chaqueta junto con su billetera y las llaves del auto, le cayeron en la cabeza, antes de que la puerta nuevamente se cerrara.

- Ok, ok, entiendo la indirecta – entretenido con la situación, agarro sus cosas y se dirigió al ascensor. No sin antes, dirigir sus ojos hacia la puerta de su departamento - ... espero que no me hagan muchos destrozos – y con una amplia sonrisa, se metió al interior del ascensor.

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- ¿Quieres golpearme?

Rukawa no contesto, simplemente se deshizo de su chaqueta y arremango las mangas de su poleron, para después adoptar actitud de boxeador esperando por el campanazo inicial.

- Entiendo... – exhaló un pesado suspiro el pelirrojo, y se plantó frente al pelinegro, adoptando la misma posición de pelea – comienza... seré tu saco de golpes.

En milésimas de segundos el derechazo de Rukawa se implantaba de manera seca en la mandíbula de Hanamichi, que como prometió no hizo nada para evitarlo.

Se tambaleo un poco hacia atrás, pero equilibrando su eje, se planto nuevamente frente a Rukawa para recibir el siguiente.

Dos golpes más a su cara, seguidos de una arremetida en el abdomen, para finalizar con su caída en la alfombra cuando recibió una patada en el costado.

- Espero estés contesto – le hablo quejumbrosamente, apenas tenia el aire necesario como para articular palabra, pero hizo el esfuerzo – sigue golpeando hasta que estés satisfecho... no me defenderé... seré tu saco de boxmmmhhfff – ese fue el golpe más aturdidor de todos. Un beso apasionado, caliente y sorpresivo. Rukawa lo estaba besando.

En automático sus brazos se enrollaron entorno a su cuello; sus manos comenzaron a bajar por su espalda mientras la lengua del pelinegro hacia estragos en el interior de su boca, mandando su conciencia a la mierda.

Le siguió el juego en todo, y también se la ingenio con innovaciones que sacaron más de un jadeo a ambos. Se deseaban demasiado, sus cuerpos se pegaron como si imanes fueran, no eran conscientes de como se refregaban ansiando más contacto, estaban aturdidos en la pasión. El beso fue muy largo, pero la sensación muy pobre. Quedaron insatisfechos con un simple beso, así que fueron por más y más... hasta quedar exhaustos. Sus golpeados pulmones fueron su único obstáculo.

- Estoy sin aire – Hana fue el único capaz de expresarse luego de que ambos quedaran desplomados en la alfombra.

- Me duele el labio – Rukawa poso sus dedos en sus labios, descubriendo un poco de sangre.

- Se te abrió la herida – Hana se recargo sobre él y lamio la poca sangre que brotaba por su comisura.

- No excedimos con los golpes... pero quiero...

- Yo también quiero, no sabes cuanto, pero eso nos matará.

- Puedo con el esfuerzo – la sonrisa brillante y picara del zorro fue deslumbrante para el pelirrojo, que maravillado no pudo articular palabra. Situación que aprovecho Kaede para plantarle otro beso.

- Creo que me rompiste una costilla – se quejo Hanamichi cuando se separaron finalmente.

- Nuestra primera cita será en un hospital, ¡demonios! – maldijo con sarcástico animo el pelinegro.

- Ambos nos lo buscamos

- Tshk!

- Ayúdame a pararme en vez de maldecir por lo bajo.

Como se lo pidió, se puso de pie en el acto y le ofreció la mano, cuando lo alzo, lo jalo hacia si para abrazarle y darle otro beso.

- ¡Auch! – dijeron al unísono.

- Mi costilla – se quejo Hana.
- Mi labio – se quejo Kaede.

- Pero esto no será nada, a la mansaka que quedará mañana en Shohoku – comento divertido Hana, mientras Rukawa le ayudaba a ponerse la chaqueta.

- Después del hospital me explicaras algunas cosas que quedan en el tintero.

- ¿Ah? – le miro confundido. Y la mirada de Rukawa fue tan significativa, que el pobre pelirrojo tembló de pies a cabeza – ¡No quiero! – berrincho como niño pequeño - y Sendoh... que fue de él zorro. Tu también me debes explicaciones. 

- Despecho. 

- ¿Así de simple? - exclamo atonito ante el desinterés del pelinegro. 

- Vamos torpe, esa costilla debe verse.

- No quiero zorro idiota, das miedo.

- Más miedo te daré si no te apuras. Y las explicaciones serán si o si.

- Eres un dictador.

- Ahora eres mío.

- ¡¿Desde cuando soy tuyo, kitsune?!

- Desde que quisiste ser mi novio.

- ¡Estás loco, kitsune imbécil! ¡Nunca me lo has pedido!

Rukawa se acerco en dos zancadas y le abrazo, apegando su cuerpo contra el de él.

- ¿Quieres ser mi novio? - le dijo al oido. 

Hanamichi le miro con resentimiento, pero después, cuando una brillante idea paso por su mente, sonrió perversamente.

- Lo siento, no puedo. No puedo hacerle esto a Taiyo.

- Pero... – otra vez el ojo sano del zorro se abrió a más no poder. Y el pelirrojo no pudo evitar reírse ante eso.

- Kitsune, tonto - se burlo de él - claro que quiero.

- ¿Y Taiyo?

- Taiyo era sólo era una pantalla. El está de novio con un compañero suyo de la universidad.

- Esa es una de las cosas que deberás explicarme.

- Después del hospital – Sakuragi abría la puerta.

- No te escaparas – le advirtió Rukawa con gesto serio.

- No deseo escaparme – le guiño el ojo de manera sensual, antes de reír con ganas ante el sonrojo del pelinegro.

- Do’aho

- Teme Kitsune

 

Notas finales: Un placer volver a verles... espero que les haya gustado, es lo mejor que pude hacer sin mi muso... una historia muy larga de contar.

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