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Momentáneamente por arcasdrea

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Notas del fanfic:

Los personajes de Slam Dunk no me pertenecen.

Notas del capitulo:

Sé que tengo otros fic en los cuales responder, pero no pude evitar no escribir éste. Tómenlo como compensación.

 

Gracias a mi linda Beta Liho (y ademas parcera) por apoyarme con el lemon cuando quedé en blanco. Muchas gracias. 

MOMENTANEAMENTE

Capítulo Unico

Su tio Uno era homosexual, por lo mismo, su tio Uno supo que él era homosexual mucho antes que él mismo lo llegará a pensar.

Así también fue su tio Uno quien lo apoyo y estuvo a su lado cuando le contó a sus padres, le aconsejó respecto a cada una de las dudas que aparecieron y aún siguen apareciendo y lo mas importante, le ayudo a superar sus miedos. Celebró con él cuando le confeso estar enamorado de alguien. Un muchacho de su mismo equipo de basquet. El tio Uno estaba feliz, porque desde que Rukawa se había reconocido gay, éste se volvió distante y hermético al mundo. Si ya antes era serio y hablaba poco, después de salir del closet fue que apareció su personalidad Ice King. Por eso, el saber que su sobrino estaba enamorado hacia que el tio Uno venerará al chico que había rotó la coraza de hielo de su sobrino.

Tio Uno fue a un partido exclusivamente para conocer a este chico. Le reconoció apenas puso un pie en la duela, la indicación de Rukawa fue una sola y basto para saber quién era Hanamichi.

“Es pelirrojo”.

Tio Uno debio reconocer el buen gusto de su sobrino. Buen porte, buen cuerpo, ¡excelente trasero!, sonrisa encantadora, alegría desbordante; aunque frunció los labios cuando se dio cuenta que Kaede no mentía en cuanto a lo escandaloso que era.

- Pero siempre se les puede poner una mordaza – se dijo a si mismo, evocando algún recuerdo oscuro, que le hizo esbozar una sonrisa entre divertida y libidinosa.

Ese recuerdo oscuro le llevó a otro, y ahí se dio cuenta que al tal Sakuragi ya lo conocía, se justifico consigo mismo el no haberlo reconocido porque con la ropa del equipo se veía totalmente distinto, además de que ahora llevaba los cabellos al rape. La última vez que le vio fue hace dos meses, en su última visita a la ciudad y en donde fue a su feliz Jardín del Edén.

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Rukawa observaba insistentemente la tarjeta negra que sostenía entre sus dedos. Era tres de Enero, y tio Uno le había dado esa tarjeta como regalo, junto a otra tarjeta con globos y un ridículo payaso en la portada (¡Odiaba a los payasos!) que decía solamente: “Disfruta tu liberación de hormonas”.

Era vergonsozo que siempre le recordará la vez que lo pilló masturbándose cómodamente recostado en el sofá de la sala porque se creía totalmente sólo en la casa, ignorante de que sus padres le habían mandado niñero y que éste tenía las llaves de la casa.

Su mirada fija en la tarjeta se desvio a la casa de estilo victoriana que tenía en frente. Estaba con un nudo en el estómago y un vacio en la garganta y no es que yo haya escrito al revés el sentido de las frases, es que así realmente se sentía Rukawa, que todo su mundo estaba dado vuelta. El regalo de su tio Uno era una pernocta en uno de lo más exclusivos prostibulos para caballeros que buscaban a otros no tan caballeros.

- Bienvenido a Jardin del Edén, señor, me permite su tarjeta por favor – habían sido las amables palabras de la recepcionista que vestía un elegante vestido corte sastre. Demasiado clásico para lo que esperaba hallar allí. Simplemente la elegancía, sencillez y recato que denotaba todo el lugar y lo que se podía ver del salón principal desde su posición no cuadraba para nada con su pre juicio de un prostibulo. El esperaba ver a Sodoma y Gomorra en vivo y en directo, en technicolor y dolby surround, no un lugar que más parecia un restorant francés con aires de convento.

- Señor Rukawa, que gusto tenerle aquí. Le estabamos esperando, su tio ya nos dio todas las indicaciones para atenderle. Espero que sean de su agrado – la mujer se mostraba muy amable con él, pero él no demostró la misma amabilidad, estaba demasiado nervioso como para recordar sus buenos modales.

La mujer tomó el auricular de un citofono y llamó a una tal señora Mei. En pocos minutos, la tal señora Mei llevaba a un pálido Rukawa hasta el segundo piso de la casona. Caminarón por un largo pasillo atestado de puertas de color caoba, todas habitaciones supuso Kaede y aunque afinó el oido para escuchar algún ruidillo, no logró nada. (¡¡Voyerista!!)

- Pase por aquí, por favor – le indico que entrará en una de las puertas del fondo. Así lo hizo él y no dio las gracias cuando la mujer se despidió, deseándole una buena noche cerrando la puerta tras su espalda.

La habitación era minimalista y moderna. Un contraste total con el resto de la casa. Muebles rectangulares, pocos objetos decorativos, dominando solo dos colores: blanco y negro, con una alfombra a los pies de la cama en motivos de cebra. Pero delante de la ventana, cuyas cortinas estaban abiertas de par en par, sobre una repisa baja y de color negro destacaba un gran ramilletes de calas en un florero redondo de cristal.

Las flores le atrajerón como una abeja al polen. Incluso olvidó sus nervios y el lugar dónde estaba. Acerco su cara lo suficiente para aspirar su aroma, pero otro aroma que captarón sus fosas nasales le causo extrañeza. Ese aroma lo reconocería en cualquier lado, pero era imposible que él estuviera en un lugar como ese.

- Buenas noches, señor. ¿Desea beber algo antes? – esa voz le hizo ponerse en rictus. Palidecio de golpe, al tiempo que su mente comenzaba a trabajar a mil por hora, hace un rato se reprendía por creer que él podía estar ahí por un simple aroma, mas ahora esa voz... el pelirrojo le traía bien de cabeza si llegaba a pensar que esa voz pertenecía a Hanamichi, siendo que era obvio que pertenecía al “servidor” que su tio solicito para él como regalo de cumpleaños.

Con extrema cautela volteó. Y casi sufre de paro cardiaco al notar que efectivamente su “servidor” que su tio le dio como regalo Sí era Hanamichi Sakuragi.

- ¿Zorro? – Hanamichi estaba tan atónito como él.
De un momento a otro el aire de la habitación se hizo escaso para ambos. Pero también de un momento a otro, el pelirrojo rompió en carcajadas.

Kaede alzó la ceja, contrariado por no hallar lo gracioso de la situación y que hacia reir de esa manera al pelirrojo.

- Si que es irónica la vida. Mi enemigo siendo mi cliente – dijo Hanamichi cuando ya cansado de reir, se limpiaba las lágrimas de los ojos.

- ¿Cliente?

- ¿Qué haces en un prostibulo gay, en una habitación del prostibulo gay, si no eres un cliente?. Aquí no vendemos videos de basquetball por si no te has dado cuenta – el sárcasmo era algo que siempre incomodaba a Kaede, más en esta situación.

- Eso lo sé.

- ¿ Y qué haces aquí? – Hanamichi se fue a sentar en un sillón de cuero que estaba en una esquina de la habitación. Recién ahí Rukawa se pudo dar cuenta de las fachas que se gastaba el pelirrojo: pantalones negros y una camisa blanca abierta hasta el limite de lo provocativo.

- Estoy de cumpleaños...

- ¡Felicidades! – exclamó con fingida alegría. Rukawa por un milisegundo olvido lo tentador que se veía el pelirrojo.
- ... y un tio me dio de regalo esto – y mostró la tarjeta negra que habia guardado en su bolsillo.

- ¡Vaya! Una tarjeta vip... tu tio debe ser cliente habitual. ¿Cómo se llama?

- Rukawa Uno.

- Nunca supe de un Rukawa por aquí – se rascaba la barbilla como quien tratá de recordar algo – bueno, hasta ahora – Rukawa contó hasta diez concentrándose en lo sexy y sugerente que se veia el pelirrojo – pero ¿Uno?... ¿es fotografo?

- Sí...

- Entonces ya sé quien es. Es una gran persona, muy divertido también, siempre le hechamos de menos cuando hay fiestas y no está en Japón por su trabajo.

- ¿Has estado con él? – la mente del zorro gritaba que el do’aho respondiera que no. Y como para rematar, en su mente se comenzo a formar una imagen torturante de su tio penetrando a Hanamichi.

¡¡No, No, No, No... sal de mi mente... no, no... sal mi mente!!, ¡¡Soy muy joven para traumarme de este modo!!

- No, nunca, él siempre viene por Ikeda – sentía una verdadera sensación de alivio. Como quien siente por fin la brisa fresca, después de estar encerrado una habitación calurosa y agobiante.

- ¿Ikeda? – no pudo evitar sentir curiosidad por saber quién era el amante de su tio, eran muy cercanos, pero no sabía mucho de él. El hermétismo va en la sangre, se decia Rukawa.

- Su amante... tienen una relación en terminos de cliente y servidor, aunque todos sabemos que están más que enamorados entre ellos.

- Vaya... – exclamó ido en pensamientos hacia su tio.

- ¿Y tú qué haces aquí?

- Lo mismo te pregunto – no respondería algo tan vergonzoso.

- Trabajo aquí, ¿No es obvio acaso? – lo fregó. Con esa sensatez al responder Sakuragi lo había puesto en jaque – ahora si responde qué haces aquí.

- No es... no es obvio acaso – por más que pudo, no pudo sonar tranquilo.

- Nunca lo pensé de ti – contesto Hana cruzándose de piernas y apoyando un codo en el posabrazo del sofá, para sostener su cabeza con la mano. Rukawa tragó pesado al ver en cámara lenta el movimiento. ¿Era idea suya o en la habitación había subido de golpe la temperatura?.

- No sabes... no sabes muchas cosas de mi – no había caso con él, por más que lo intentará no podía sonar tranquilo.

- Pues ahora sé que te van los hombres. Aunque ya lo sospechaba.

- ¿Sospechabas?

- ¿Qué hombre, gustoso de las mujeres y con todo un sequito tras él dispuestas a arrojarse a su pies, conoces que pase olimpicamente de ellas como tú?

- Touchê – concedió Rukawa, dejándose caer sentado en la orilla de la cama.

- Me haré el idiota, pero no lo soy – Hanamichi se puso de pie, caminando lentamente hasta la cama, en donde todas las alarmas de rukawa se encendieron – O eras impotente o eras gay. Y la primera opción quedó desechada ahora.
Kaede alzó la ceja interrogativo ante la última parte del comentario y Hanamichi entendiendo su duda le indico su entrepierna, que estaba levemente abultada. La cara de Rukawa nunca había estado tan roja.

- Nunca creí verte tan avergonzado – habló Hanamichi apoyando una rodilla en el borde de la cama.

- Hace calor – no supo por qué diablo hizo ese comentario tan tonto.

- Será porque aun estás con la chaqueta puesta. Quitátela – solicito al tiempo que apoyaba sus manos sobre la colcha.

- No gracias, así estoy bien – de a poco comenzo a retroceder.

- Estarás más cómodo – argumentó mientras el colchón cedía bajo su gateo.

- ¿Qué... qué haces? – golpeó su espalda al respaldo de la cama, pero ni se preocupo por ese detalle, pues estaba su vista fija en los movimientos gatunos del do’aho.

- ¿Me tienes miedo? – pregunto Hanamichi ya subiendo lentamente por el cuerpo de Rukawa.

- Cla... cla... claro que no... en tus sueños... do’aho.

- ¡¡Jajajajajajajajaajajajajajajaja... – Hanamichi no pudo aguantar más. Cayó riendo a carcajada sobre la cama, ante un desconcertado Kaede – jajajajajajajaajajajajajajajajajaja!!.

- Do’aho – exclamó enojado. No le gustaba que se rieran de él, mucho menos el pelirrojo.

- Lo siento, lo siento – dijo entre risas, tratando de contenerlas – es que fue tan divertido ponerte nervioso.

- ¡No me he puesto nervioso!

- Siii, claro – le dijo con fingida vehemencia.

- ¡Do’aho! – estaba muy ofuscado, pero su cuerpo se tenso cuando Hanamichi en un rápido movimiento lo montó a horcajadas.

- ¿Es tu primera vez? – le susurro insinuante a solo milimetros de sus labios.

- Aja – alelado contesto apoyándose con un asentimiento de cabeza. Su mirada estaba fija en esos labios gruesos y sugerentes que se ensanchaban en una delicada sonrisa.

- ¿Yo seré tu primera vez? – el aliento caliente y que olía a chocolate era embriagante

- Aja.

- ¿Quieres dominar o ser dominado? – ya podía sentir el roce, sólo un poco más y sería su primer beso.

- Aja.

- ¡Concéntrate, Zorro! - el pelirrojo le golpeó la frente, al tiempo que se alejaba de él con decepción.

Hanamichi se acerco hasta el bar que tenía escondido en una de las cómodas dispuesta en la habitación, tomó dos botellas de cristal y con hielo (que sacó del frigobar que también estaba escondido allí) preparó dos tragos en vasos de media caña.

- Toma – le extendió uno a Kaede que aún seguía sentado en la cama.

- No bebo.

- Bebe. Lo necesitarás – Kaede tragó saliva al interpretar las intenciones tras ese ofrecimiento. Hanamichi habia percibido hace bastante su intranquilidad y le ofrecía un poco de alcohol para templar sus nervios. Además estaba ese “lo necesitarás” que obviamente auguraba lo que más tarde sucedería entre ellos. Porque era lógico que si él había venido por sexo, saldría servido con sexo de ese lugar, eso si, sexo proporcionado por Sakuragi. Su excitación creció el doble de sólo pensar en eso.

- Gracias – de un sólo trago se embutió todo el líquido. Haciendo muecas de asco y muy graciosas, según Hanamichi, cuando el Vodka con Gin le escoció la garganta.

- Te subirá de golpe – le previno de sus efectos, mientras sorbía un poco del suyo.

- Espero que sí – e increiblemente le sonrió como si fueran amigos.

- Creo que ya te subio – esboso una sonrisa, divertido con el comportamiento del Ice King.

- Así parece – soltó una leve carcajada.

El reloj de pared marcaban las once de la noche y el repique de su secundero fue todo el ruido que inundó la habitación por el lapsus de silencio que mantuvieron los dos.

- ¿Eres gay?

- Para qué preguntas si ya lo sabes.

- Sólo quería confirmar – respondió Sakuragi terminando su bebida.

- ¿Tú eres gay?

- Para qué preguntas si ya lo sabes – le contesto imitando sin mucha gracia la voz pasote del zorro.

- Sólo quería confirmar – le respondio con igual sárcasmo.

- ¿Discutiremos toda la noche? ¿A eso viniste?

- Estoy nervioso – Rukawa no supo como pudo soltar con tanta facilidad el cómo se sentía. Realmente la bebida sí le estaba haciendo efecto.

- ¿Realmente es tu primera vez? Pero teniendo tantas mujeres tras de ti, más de alguna...

- Ninguna

- ¿Y ninguno?

- Ninguno – gruño un poco ofuscado de qué supiera que era virgen por todos lados.

- ¡Santa Pantufla! – exclamó Hanamichi llevándose la mano a la frente.

- ¡No es para ponerse así! – le regaño rojo hasta las orejas.

- No es para que te averguences... es que... – Hanamichi empezó a justificarse caminando de un lado a otro de la habitación – es que me pones en un predicamento.

- ¿Predicamento?

- Sí – respondio el pelirrojo ido en lo que fuera que estuviera pensando, mientras seguía paseando de un lado a otro de la habitación.

- ¿Qué predicamento, Sakuragi?

- Tendré que enseñarte cómo se hace.

De repente iba en un ascensor y alguien cortó el cordón del cual pendía, haciéndolo caer varios metros en caida libre, hasta que alguien lo volvió a sostener de golpe. Ese vaivén violento sintió cuando entendio la embergadura de las palabras de Hanamichi.

- En fin – el suspiro de Hana lo sacó de su asbtracción – no será la primera vez que lo haga.

- ¡¿Cómo que no es la primera vez que lo haces?! – su verguenza se fue a la mierda por los celos al pensar que ya Hana habia iniciado a unos cuantos, aunque el pelirrojo lo interpreto como un arranque de enojo al sentirse avergonzado de que él fuera su primera vez.

- ¡¡Siempre recibo a primerizos por ser el mas joven del lugar!! – y recién ahí cayó en cuenta que estaba dando explicaciones - ¡¡Y no tengo que estarte dando ninguna explicación!! ¡¡¿Vamos a empezar o no?!!

- ¡¡Por supuesto!! – y se le avalanzó para besarle, pero antes de lograrlo Hanamichi lo apartó de un empujón.

- ¡¡Besos no!!

- ¡¡¿Y por qué no?!!

- ¡¡Son mi reglas!! ¡¡Nada de besos con los clientes!! – ninguno se daba cuenta que estaban discutiendo a gritos. Las habitaciones podían ser anti-ruidos, pero había un límite que toda la casona supo.

- ¡¡Yo no soy un cliente!!

- ¡¡Viniste por sexo!! ¡¡Eres un cliente!!

- ¡¡No soy un cliente!!

- ¡¡¿Entonces qué mierda eres?!! ¡¡Sabelotodo!!

- ¡¡Alguien que te ama!!

Fin de la discusión.

Ambos guardaron silencio. Uno traumado por lo que acaba de confesar y el otro atónito por lo que acaba de escuchar.

- ¿Me... me amas? – pregunto balbuceando Hanamichi, dejandose caer en el sofá que estaba tras él.

- Yo... yo no quise decir eso... – se excuso atropeyadamente Rukawa evitando a toda costa mirar al pelirrojo.

- Pero eso fue lo que me gritaste – el tono de Hana sonaba irritado.

- Uno discutiendo grita cualquier cosa – sus justificaciones eran sin fundamentos.

- ¿Así que el amarme es cualquier cosa?

- ¡NO!

- ¿No?

- ¡Digo sí!

- ¡Decídete, zorro!

El pelinegro quedó de una pieza ante semejante grito. Hanamichi se desplomó sobre el sillón, todo desparramado, al tiempo que lanzaba un grito de frustración.

- Sabes qué – en menos de lo que Rukawa demoraría en decir “te amo”, Hana se paró y camino a grandes zancadas hasta él – estoy harto de tu indecisión. Me mandarón a atenderte y eso es lo que haré, quieras o no. ¡Y me da igual el que seas virgen! ¡Yo te enseño! – le agarró la cara y le plantó un beso posesivo y casi violento.

Estaba ido, observaba estupefacto como el pelirrojo se apoderaba de su boca rígida y quieta. El do’aho con los ojos cerrados, asiéndolo por la cintura, apegando cada vez más su cuerpo al suyo, empujandolo con el mismo hacia atrás, le masajeaba los labios con pleitesía, con dominio y con conocimiento de causa. Era tan torturante la caricia, que su conciencia poco a poco le fue abandonando, convirtiendo su cuerpo en gelatina, trémulo y sumiso ante el poder del pelirrojo.

- Abre los ojos, Rukawa – el susurro en su oido le trajó a la realidad de manera suave, con lentitud abrió los ojos, enfocando la cara de Sakuragi que le miraba con diversión y algo de satisfacción.

- No... no dijiste que nada de besos – pregunto medio atontado, sintiéndose tan ligero que cuando Hanamichi pretendió soltarlo casi se desploma al suelo, por lo que tuvo que sostenerlo algo más.

- Tú no eres un cliente.

- ... eso quiere decir que... – un brillo de esperanza nació en su mirada.

- Tú mismo lo dijiste... y “el cliente siempre tiene la razón”, por lo que, si no quieres que te trate así..... no lo haré.

Agachó la cabeza abatido. El es y sería un mero cliente después de todo.

- Bésame otra vez... –solicitó quedo pasado algunos minutos.

Hanamichi no le hizo esperar. Tomó su cara entre sus grandes manos y unierón sus bocas una vez mas, sólo que esta vez Rukawa sí respondió.

No busco el dominio, pero si pretendió abarcar todo. Ansio y se entregó por igual. Dentro de lo poco de conciencia que le quedaba supo que se había hecho adicto a Hanamichi, y que por ende, quería más y más.

- Espera, Rukawa... – Hanamichi se apartó unos centimetros para tomar las manos blancas de Kaede y ubicarlas en su propia cintura, luego él enredo sus brazos alrededor del cuello del zorro –... así es más cómodo... – y volvieron a besarse.

Una y otra vez, solo se separaban para tomar aire y volver a empezar con otra sesión. En solo algunos minutos, habian provado todas las formas y posibilidades de dar un beso, y por lo menos el zorro quería ir por más.

Separándose apenas, se quitó la chaqueta e igual destino tuvo su jersey que se fue con la polera para no perder tiempo. Hanamichi le ayudaba a desabrocharse el cinturón de sus jeans, mientras Rukawa pujando con la punta el talón del otro se quitaba los zapatos.

Cayó recostado en la cama sólo en boxer, observando ensimismado, como Hana de pie frente a la cama, se iba desnudando lentamente en un show privado y que grabaría en lo más profundo de su memoria.

- Ven aquí – le ordenó-suplicó cuando Hana ya estuvo solo en boxer y éste, como un tigre caminando amenazador hacia la débil gacela, gateó hasta él.

- Estás ansioso por aprender – pregunto paseando su nariz por la piel de su cuello.

- Como ansias... – respondio besando humedamente la piel de su hombro.

- Debes ser delicado conmigo.

- ¿Delicado? – pregunto ido en como el pelirrojo jugaba con su boca y lengua en su oido.

- Duele un poco si no me preparas.

- ¿Preparar? – un lametón no pudo evitar que preguntará.

- Debes dilatarme.

- ¿Dilatar? – ya oía la voz de Hana muy lejana, el placer lo estaba volviendo sordo.

- Con los dedos... debes dilatar mi entrada.

- ¡¿Qué...queeee?! – se apartó como si el pelirrojo quemará, con los ojos tan grandes como dos huevos fritos.

Hanamichi rodó los ojos, al tiempo que suspiraba pesado.

- Ven acá, zorro – lo agarró de la nuca y de un empujón intentó besarlo.

- Esperate, Sakuragi – pero éste le apartó la cara – yo no...

- No te preocupes, lo haré yo – lo cortó antes de que siguiera hablando.

- ¡¡No dilatarás mi entrada!!

- Y no lo haré – explicó Sakuragi con una paciencia digna de un martir - yo mismo me dilataré para ti.

Nunca antes Kaede Rukawa se había excitado tanto ante alguna imagen que su mente libidinosa le mostrará.

- Pero primero, hay que poner totalmente tieso al zorro menor – y Kaede dio un respingo cuando la mano fría de Hanamichi se coló dentro de sus boxer – estate quieto zorro, no me dejas trabajar – comenzo a alegarle mientras trataba de masturbarle manualmente, pero el otro se retorcía como pescado sobre una sartén caliente.

- Es demasiado... – balbuceó ido en el placer.

- Y eso que solo es una mano – se burló el pelirrojo, siendo acreedor de una mirada enojada del pelinegro – si fuera una mamada estarías cantando el “Aleluya”.

- ¡¡Alto!! – grito Rukawa sacudiéndose a Hanamichi de encima.

- ¡¡¿Y ahora qué?!! – le espetó el otro poniendo los brazos en jarra y con una cara muy enojada.

- ¡¡Esto no es como lo quiero!!

- ¡¡¿Y cómo lo quieres?!! – ya se estaba desesperando.

- Lo quiero como si me hicieras el amor – contestó con propiedad, seguro de si mismo y con un lindo sonrojo en las mejillas.

Hanamichi bajo la mirada al ser conciente de lo que se le pedía.

- Lo siento, Rukawa... yo no puedo – murmuró bajito, Kaede casi no alcanzo a oirle.

- ¿Por qué?

- Porque yo... porque yo no te amo – por un segundo le miro a los ojos y Kaede supo, para su desgracia, que lo que le decía su pelirrojo era verdad.

El reloj de pared marcaban las once y cuarenta de la noche y el repique de su secundero fue todo el ruido que inundó la habitación por el lapsus de silencio que mantuvieron los dos.

- No importa – susurro Kaede rompiendo el silencio.

Hanamichi alzo la vista, clavándola interrogativo hacia la silueta del zorro.

- No importa – volvio a repetir, clavando sus ojos azules, fieros y decididos en los mieles de Sakuragi – yo fingiré que sí me amas y que sí me estás haciendo el amor.

- Rukawa – le nombró conmovido.

- Yo sí te amo... desde siempre creo... nunca me atreví a decirtelo... pero ya no importa. Por esta noche serás mio... y con ello ya me doy por satisfecho.

El corazón del pelirrojo se encogio dentro de su pecho. La angustia y la pena de no poder corresponder a ese ser que ahora se estaba mostrando tal cual era, un muchacho solo, incomprendido y que le amaba, le agobiaron por completo.

- Rukawa – se permitió la licencia de acariciarle la mejilla. Rukawa no rehuyo de la caricia – lo siento, pero no te amo... es la verdad y no puedo engañarte, no lo mereces – Rukawa apoyo su mano en la mano de sakuragi y la condujo hasta su boca donde la besó en un gesto de devocion pura – está noche seré tuyo, Rukawa. No quiero ilusionarte, mucho menos jugar contigo, pero si quiero compen...

- Shhhh – le acalló Kaede acercando sus labios – no me des más explicaciones – y se le aventó a besarle.

En instantes Hanamichi estuvo recostado sobre la cama con un habido zorro encima besándole hasta la saciedad, tocándole todo, explorando cada rincón de su piel con sus manos, al igual que él, que no las tenía quietas sobre la espalda fuerte y marcada de Rukawa. Cuando le liberó los labios para besarle el cuello, agradeció a Dios que el pelinegro fuera tan buen aprendiz, pues le había dejado sin aliento y ahora lo convertía en un manojo de placer al sentir esa hábil lengua pasear por su torso, entreteniéndose más de lo debido en sus tetillas.

La respiración del pelirrojo a cada movimiento de Rukawa se hacia más agitada. Hanamichi no entendia cómo alguien tan inexperto como el zorro (él lo dijo) podía moverse y torturarlo de esa manera. Si seguia a esa velocidad de progreso, no queria ni imaginar como sería Rukawa con un poco más de experiencia, pero su mente grito en ese instante que él quería estar ahí para comprobarlo.

No pudo reprimir un gemido cuando la lengua de Kaede se enrosco y profundizo en su ombligo, haciendo giros de tornillo entorno y dentro de él, provocándoles deliciosas punzadas en su bajo vientre, que le llevaron a crispar los dedos de sus pies. Su placer personal se vio eclipsado por instantes cuando sintio que su boxer era jaloneado mientras los labios del pelinegro ya iba en el interior de su muslo izquierdo. Alzó la cadera para ayudarle y tambien darle mayor amplitud de movimiento, pues esas manos blancas rápidas viajaron hasta sus nalgas, apretándolas para bajar desde allí los boxer, que fueron arrojados en la alfombra de cebra.

Kaede se alzó de su posición arrodillandose ante él y entre sus piernas. Sus ojos buscaron sus ojos azules que estaban negros por la lujuria y la excitación, el pelirrojo se relamió los labios al leer sus intenciones en ellos.

- Dime cómo... – siseó con voz ronca el pelinegro.

- Comienza por la punta... – respondió agitado, anhelante por lo que vendría. Nunca nadie le habia preguntado cómo queria que le hicieran sexo oral - sólo una lamida para que le tomes el sabor.

Titubeante se acerco hasta el miembro del pelirrojo, acercando tímidamente la punta de su lengua hasta él, como quien teme quemarse con café caliente.

- Tómalo entre tus manos... – sugirio viendo todo desde su posición. Todo un martirio para su ansiedad.

Siguió las indicaciones y un jadeo ahogado fue su recompensa y su aliciente.

- Dime qué más... – solicitó en un ronroneo, golpeando adrede su aliento contra la punta de la virilidad de Hana.

- Ah...ahora... lame hasta la base... – comenzó a obedecer – aahhh!! Vuelve hasta la puntaahhh... ahh aho..ahora...mjhhh... succionalo como si fuera una paleta o un ahhh!! así, así... perfecto – Hanamichi hecho la cabeza hacia atrás al sentir esa sensación que le recorrio como un rico escalofrio toda la medula espinal – bésame Rukawa.

- ¿En la boca o en el pe...?

- ¡En la boca, en la boca! – practicamente le agarro la cara para plantarle un beso jubiloso, ansioso y sediento de placer – mmmm delicioso – exclamó con gula – ahora vuelve a lo tuyo – dijo antes de darle un último beso.

Rukawa volvió a su faena, concentrándose en otorgarle el mayor placer vivido a su pelirrojo, siguiendo sus propias indicaciones al pie de la letra. Pronto el pelirrojo le ayudo con el vaivén de sus caderas, haciendo que casi se atragantará, pero cuando tomó posesivo sus caderas y controló sus meneos, pudo sincronizar mejor su propia boca con las caderas del pelirrojo logrando que éste jadeará por todo lo alto, como si se le fuera a desgarrar la garganta.

- Más, más, más – sus cabellos eran jalados por los dedos de Hana enredados en los mismos – más rápido, más rápido.. ahhh ahhhí viene... ahhh... me vendré... aaahh aahh ahhpartate – pero lejos de obedecerle, bombeo más duro y más rápido, hasta sentir derramar toda la semilla de Hanamichi en su boca.

- ¿Lo hice bien? – pregunto tímido, mientras se limpiaba los vestigios de semen de su mentón con el dorso de su mano.

- Pasaste la materia – jadeo Hana, quien de ojos cerrados y todo despatarrado en la cama, trataba de recuperar el aliento.

- ¿Y ahora? – pregunto avergonzado y haciéndose el tonto en verdad, porque a lo mejor era virgen pero sabía perfectamente lo que venía a continuación.

- A convertirte en hombre – respondio el pelirrojo, incorporandose de golpe y avalanzándose sobre Rukawa que feliz cayó de espaldas a la cama. Se volvieron a besar, ambos sabían que no se aburrirían nunca de besarse, habiendo averiguado lo tan buenos que eran en eso. Un jadeo alto resonó en la habitación cuando Rukawa sintio el vaiven de la mano de Sakuragi alrededor de su miembro, y aunque siguió jadeando a cada latigazo de placer, Hanamichi no le dejó abandonar el beso.

- Hana... Hana... me vengooohhh – avisó entrecortado y entrebesos, pasado algunos segundos.

- No puedes venirte si no estás adentro aún – le advirtió de manera sensual al oido.

Kaede quedó perplejo al verle alejarse y sentarse frente a él, abriendo las piernas de manera sugerente mientras se lamia tres dedos de su propia mano derecha.

- ¿Qué haces?

- Dilataré mi entrada para ti – un hilillo de saliva se deslizo sugerente cuando sacó los dedos de su boca, pero Rukawa debio ahogar un jadeo cuando esos dedos entraron en la propia entrada de Hanamichi, junto a un quejido placentero que emitio éste. Así empezó un mete y saca que fue el deleite para los concentrados sentidos de Rukawa. No perdía detalle de su cara ahogada en gozo, ni de sus jadeos cada vez más altos, ni de ese sube y baja que hacia sobre su propio cuerpo, ni de esas gotitas de sudor que bajaban sinuosamente por su piel. Era la imagen más surrealista, sensual y erótica que alguna haya visto. Ni siquiera alguna vez imagino verla, ni en sus más retorcidas fantasias sexuales.

- ¿Estás listo? – le pregunto jadeante.

- ¿Ah? – tan lelo estaba en observarle que no captó cuando el pelirrojo había dejado su tarea.

- ¿Estás listo para entrar? – volvio a preguntar al tiempo que tomaba el miembro, más que despierto del pelinegro.

- Creo que... sí – cómo odiaba entregarse entero cuando su virilidad estaba entre esas calidas manos.

Sintio la gloria en sus manos, cuando su punta rosó apenas la palpitante entrada de Hana. Hiperventilaba cuando él bajaba poco a poco sobre su miembro, apretando palmo a palmo con sus paredes, mientras más adentro se metía. Por un instante Hana se quedo quieto sobre él, totalmente empalado, mirándolo indescifrablemente.

- ¿Qué.. qué sucede? – pregunto tímido, inquieto por esa mirada miel sobre él.

- Nunca creí verte en esta faceta zorro – murmuró el pelirrojo serio. Pero cuando le sonrió Kaede no podía creer que viera fascinación en ella – me parece tan surrealista todo, creo que es un sueño.

- Para mi sí es un sueño – susurró aspirando fuerte después para poder decir con firmeza – te amo, Hanamichi.

No obtuvo respuesta, pero si una sonrisa que le supo a agradecimiento.

Unos segundos de silencio fueron la antesala para el comienzo de la cabalgata de Hanamichi sobre él. El pelirrojo apoyo sus manos a los costados de su cabeza, permitiendo que ambos encontraran sus miradas y no las apartarán en todo lo que duró el rito, por más hilarante que se pusiera segundo a segundo, por mas idos en el placer que estuvieran o por más cerca que estuvieran de alcanzar el orgasmo, no apartaron sus miradas. Mucho menos las apartarón cuando Hana cayó extenuado sobre Rukawa. Incluso cuando ya estaban entregados al sueño, los ojos del otro fue lo último que vieron al cerrarlos.

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Sus ojos azules fue lo primero que vio al despertar y no pudo más que sentirse incómodo ante ese hecho.

- Buenos días – susurró apenas.

- Buenos días – le contesto con una sonrisa de oreja a oreja. Hanamichi parpadeó varias veces antes de convencerse de que Rukawa le sonreia.

- Debes irte – y era mejor dejar todo claro, antes de que siguiera haciendose ilusiones. La sonrisa de Rukawa se borró de golpe, siendo reemplazada por un gesto de decepción.

- Tienes razón – dijo mientras se levantaba de la cama. Hanamichi desvio la mirada para no ver su desnudes.

- Zorro... Rukawa...este, yo... – le habló mientras él se subía los pantalones.

- No te preocupes, no le diré a nadie del equipo, ni tampoco te buscaré en la escuela. Todo seguirá igual – sentenció el pelinegro concentrado en su labor de ponerse la remera.

- Gracias – no supo que más decirle.

- ¿Puedo volver otro día? – pregunto cuando ya, vestido y calzado, sostenia el picaporte de la puerta entre sus dedos.

- Siempre que tengas dinero puedes volver – lo dijo con amabilidad, pero sabia que sus intenciones era dejarle bien en claro cuál era el rol de cada quien. Si venia por él sería como puto, no como su amante.

- De acuerdo. Buenos días, Sakuragi.

- Buenos días, Rukawa – le despidió cuando éste ya habia cerrado la puerta tras él.

Observo un poco más la puerta por donde se habia marchado el zorro, hasta que sus ojos se abrieron inmensos ante la revelación de un detalle de esa noche.

No habían usado preservativo.

Fin 

Notas finales:

Cada quien  piense lo que quiera con el final y con el fic en si mismo. Y ratifico que realmente Hanamichi no lo quiere.

A veces no podemos obligar al corazón y soy ejemplo de ello. 

Cariños, nos vemos pronto. 

 


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