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RIVALES por Darling Kitty

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Notas del fanfic:

Pairings: SxJ

Disclaimer: Yo no poseo a los personajes de Yu-Gi-Oh, pertenecen a sus creadores y respectivos socios comerciales.

Warning: Es un fic yaoi (chicoxchico). Lemon.

CAMPAÑA: Me sumo a la campaña liderada por nuestra amiga Katrinna, no permitamos que el PLAGIO se lleve nuestro trabajo. Que sea este pequeño aviso lo único que plagiemos porque entre más luchemos, más saldremos adelante. ALZA LA VOZ, NO TE QUEDES CALLADO ANTE EL PLAGIO.

Notas del capitulo:

Buenas, tanto tiempo sin publicar nada. En primer lugar, quiero agradecer a todos por su apoyo, pues el año pasado fue un año duro para mí y me alegró bastante que se acuerden de mí y de mi fic. De verdad, gracias a todos.

¿Y esto? Una pequeña idea para distraerme de la pesada trama de MaA. No es que ya no me guste ese fic, de hecho lo amo, pero como que a veces se me hace pesado escribir de lo mismo ¿Se entiende? En la variedad está el gusto xDDDD

Esto es todo lo contrario a MaA, es un fic livianito en donde sólo están Seto y Joey, estando los demás prácticamente de cameos. No tiene más de 15 capítulos que no superaran las 2000 palabras cada uno.

¡Al fic!  

RIVALES

By Darling Kitty

Capítulo I: Desde el ventanal

 

De Seto Kaiba podría decirse que tenía la vida casi perfecta. A sus veintitrés años era el presidente de una compañía que le daba dinero a manos llenas, un atractivo que a las mujeres se le pegaban como abejas en la miel y era la envidia de los hombres que darían lo que no tuvieran con tal de obtener un poco de su suerte. Tenía un hermano pequeño a quien darle todo su afecto y no tenía con él ningún percance salvo las chiquilladas de adolescentes que no aminoraban en nada la buena relación que tenía con Mokuba.

 

Sin embargo, algo amenazaba con arruinar con su perfección. Por décimo día consecutivo, Seto Kaiba tenía una jaqueca de los mil demonios con el griterío que mantenía esa gente ¿La razón? Era por una industria que instalaría a afueras de la ciudad para fabricar a gran escala y eso, según los científicos, tendría un impacto medioambiental a gran escala. Por lo que cada día, desde temprano oía a los activistas ecológicos -que a su gusto eran hippies sin oficio- que protestaban hasta al punto de tener que cancelar algunas reuniones con tal de que se acabara pronto la pesadilla.   

 

Pensaba, mientras los miraba desde su ventanal, si no tenían nada mejor que hacer en su vida. Todo en esta vida se solucionaba con dinero y había pagado lo suficiente para que las autoridades no se inmiscuyeran en esto. Claro, no todo tenía precio y esos consideraban que la naturaleza era importante.

 

A pesar de ello, la ventana no servía únicamente para reflexionar sobre su problema más reciente, sino para observar de manera inconsciente a alguien. Porque no se percataba que sus zafiros gallardos contemplaban a alguien más de la cuenta.

 

Oh, sí, el multimillonario tenía siempre la vista en un punto fijo con la excusa de que ese soquete con cara de idiota y con complejo de perro atolondrado era el líder de aquella turba de insolentes que se atrevía a desafiarlo. Asimismo, también le era una excusa que un chico de ojos esmeraldas y de aspecto estrambótico le cayera mal de presencia por el solo hecho de que era el más cercano al rubio dirigente.

 

Odiaba a ese grupo porque sentía que lo distraía, odiaba a ese inútil perdedor por andar liderando a esos mequetrefes. Pobres diablos, otra vez venía la policía a detener a ese gentío que se ponía agresivo, pues "supuestamente" son un grupo pacífico. Sí, claro.  

 

Ahí oía los gritos de los que creía que serían los últimos del día. Pero si se hubiera quedado un poco más en la ventana se hubiera dado cuenta que una de las grandes cualidades de los caninos era que sí sabían olfatear cuando tenían un objetivo.

 

Como algo de todos los días, su secretaria llamó por el intercomunicador para darle quizás unos informes o a preguntar si necesitaba algo, como un café o un empleado, pero jamás sospechó que la voz urgente de la secretaria era para algo distinto.

 

-¡Señor Kaiba! -la mujer hablaba con un tono nervioso -Un hombre llamado Joseph Wheeler exige que quiere hablar con usted, que no se irá de aquí y que será capaz de entrar a la fuerza si es necesario.

 

-¡Llame a los guardias, yo no estoy para eso! -protestó el castaño, hacía tiempo se le hacía buena idea despedir a la secretaria incompetente que tenía.

 

De repente un sonido extraño que provenía del otro lado hizo que le molestará un poco el oído y oía una voz que quizás le sería agradable si no fuera porque estaba chillando con furia.

 

-¡Kaiba, bastardo ricachón! ¡Deja ir a mi gente tranquila que nada te han hecho! ¡Da la cara, maldito cobarde!

 

Ah, no, eso sí que no. Eso que le dijesen cobarde no se la aguantaría a nadie.

 

Colgó el intercomunicador con violencia y se puso de pie enojado ¿Qué se creía el tal Wheleer? ¿No conocía el respeto acaso? Estaba tan estresado con esta situación que resolvió terminar con esta situación él mismo. Era obvio que si quería que las cosas salieran bien, no tenía que esperar que esos inútiles lo hicieran por él.

 

Ya agarraría a ese tal Joseph y le daría el ejemplo que nunca olvidaría para que sirviera de escarmiento a todos los ecologistas imbéciles. Le daría órdenes a esos guardias para que lo sacasen de una patada y de la forma más humillante posible, lo entregaría a la policía para que le diera el castigo y la multa más rigorosa que tenía la ley y... y...

 

Oh, no pudo pensar en nada más. El leve estremecimiento que sintió lo hizo frenar drásticamente.

 

Todos sus planes murieron cuando vio que el tal Wheeler era el mismo imbécil a quien observaba insistentemente desde el gran ventanal de la todopoderosa presidencia de Kaiba Corp.

 

Miró por primera vez su aspecto de cerca, con esos cabellos dorados que poco y nada conocían la peineta y, curiosamente, lo hacían verse de maravilla; piel ligeramente bañada por el sol; vestido con sencillez, se notaba que el vago éste no tenía un solo duro en el bolsillo. Y cómo no, si se la pasaba armando revueltas.

 

Pero eran esos ojos melados eran en los que sus cerúleos se detuvieron. Esos ojos tan apasionados en que nadie entendía cómo no se desgastaban con tanto fuego y que nadie era capaz de desviarle la mirada. Seto Kaiba no era la excepción, quien durante algunos instantes había quedado perplejo ante esos ojos, cuya magia terminó por los "aullidos" del propio Wheeler.

 

-¡Contigo quería hablar, empresario de pacotilla! -los pies del rubio se dirigieron hacia el CEO -¿No puedes hablar con nosotros y llegar un acuerdo?

 

Kaiba le dirigió una mirada con desdén y sin entender demasiado qué estaba ocurriendo consigo mismo, dejó que continuara.

 

-Nadie te está pidiendo que no te desempeñes empresarialmente, pero piensa en los demás...

 

¿Qué pensara en los demás?

 

¿Quién había pensado en él aparte de Mokuba? Nadie, así que se esperara sentadito si quería que pensara en el prójimo.

 

¿De casualidad este tipo tenía el cerebro atrofiado que creía que él tenía la apariencia de samaritano?

 

-La vida no se trata solamente de dinero, Kaiba siempre hay cosas más importantes...

 

Por supuesto que sabía que habían cosas más importantes, como su hermano. Ésa era la razón por la que se partía el lomo trabajando, para darle al chico un mejor bienestar y que cumpliera todos esos sueños que él no había podido cumplir por las obligaciones impuestas por su padrastro.

 

-Nosotros podríamos ayudarte en un proyecto que yo mismo he diseñado...

 

Si su inteligencia es igual a su bocota, se imaginaba que su proyecto causaría más daño que la sola instalación de su industria. No, gracias.

 

-¡¿Me estás escuchando, Kaiba?! -inquirió ofendido al comprobar la falta de atención que el castaño tenía en la conversación.

 

El de ojos melados no tenía idea que ignorarlo era la táctica que el empresario tenía para que se enfadara, sobre todo en alguien tan inflamable como él. Y lo estaba logrando, tenía las manos empuñadas de la ira y apretaba los dientes con tanta fuerza que se podía escuchar el chirrido de ellos.

 

Lo peor de todo es que el ojiazul se encontraba divertido con la situación, otro se hubiera matado de la risa si hubiese estado en sus zapatos. Hacía años que no sentía tantas ganas de joderle la vida a alguien como ese arrabalero venido a más.

 

-Wheeler... ¿ese es tu nombre, cierto? -Seto intervino por primera vez con seriedad -Cuando aprendas algo de educación en la perrera y si tengo un espacio en mi agenda, tal vez pueda prestarte algo de atención.

 

-¡¿Qué dijiste, maldito ricachón?!

 

El rubio se iba a lanzar al castaño pero un par de guardias, que habían sido llamados por la secretaria, pudieron detener oportunamente el golpe que le dirigiría a Kaiba. Éste al ver al perro frustrado, sonrió de forma socarrona que había ganado esta partida. Y a Joseph, que le encantaba perder, se trataba de contener para no darle el gusto de dedicarle alguna palabrota al CEO.

 

-Llévenselo -ordenó el ojiazul a los guardias -, no quiero que pise este edificio a menos que quieran a poner sus puestos a disposición -después de eso, le dio la espalda y se devolvió como que nada a su oficina.

 

-¡Imbécil, ya me las pagarás! -gritaba el rubio a medida que se lo llevaban -¿Me oíste, ricachón engreído? ¡Me las pagarás! -pataleaba, luchando en vano contra los guardias para que lo soltasen.

 

Por su lado, Seto cerró la puerta sonriendo ante la victoria, sin percibir que el encuentro había sido de lo más infantil. Aún así no quería reconocer que la razón de esa leve sonrisa era precisamente porque ese chucho había sido capaz de sacarlo por unos momentos de la monotonía en la que vivía.

 

Pero luego de ello, se hizo una pregunta que le inquietó...

 

¿Por qué no había podido ser más drástico con él?

 

¿Por qué se había dado el tiempo de jugar con él haciéndole creer que le escuchaba cuando pudo perfectamente haberlo ignorado desde el principio?  

 

Su gélida personalidad no le hacía ver que ese chico de cabellos dorados le atraía mucho. No quería recordar cuando lo había visto con la secretaria y ese agradable hormigueo que le había dado en su cuerpo. Mejor no era que ni se le pasara por la cabeza que en esos momentos no podía quitar sus ojos azules de encima de ese condenado rebelde.  

 

Bueno, eso ya no importaba, ya no lo vería más salvo desde el ventanal, en donde estaba libre para verlo en esos pequeños ratos de la oficina. Y si era que, pues más temprano que tarde se tendrían que aburrir o habría una causa más interesante para manifestar, por lo que estaba tranquilo de que Joseph Wheeler ya no sería más una molestia.

 

O eso era lo que creía él...

 

 

Notas finales:

¿Les gustó? Espero que sí ^^

Un Seto y Joey no puede ser tal si no tienen encontrones xDDD y aquí verán más de uno. Es obvio que el rubito no se quedará así como así y hará algo que mmm... prefiero no adelantar.

El próximo capítulo es "Nunca antes...", cuya narrativa ahora se enfocará a nuestro cachorrito.

Besitos y se me cuidan mucho,

Shabita.

PS: MaA de una a dos semanas más, pues el tiempo escasea y me faltan unas tres escenas, pero se viene...


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