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Watashitachi no kizuna por Sorgin

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La más cruel de las despedidas es aquella en la que no puedes decir adiós. Aún recordaba aquellas palabras que había escuchado decir al Hokage siendo un niño, y solo ahora comprendía completamente su significado.

Estiro la mano hasta que sus dedos se aferraron al tela manchada de sangre que cubría el cuerpo. Su rostro relajado daba un falsa imagen esperanzadora. Retiro con cuidado el revoltoso mechón de cabello que se había pegado a su frente. Su pálida y sudada cara aún conservaba la belleza que tuvo en vida.

Su mente trabajaba a toda velocidad haciéndole asimilar lo que ocurría a su alrededor, pero para él los gritos de los heridos y el humo de las bombas eran tan irreales como aquella perdida. La batalla había terminado del peor modo posible, las bajas se contaban por decenas y los vivos se apuraban a auxiliar a los caídos. Demasiadas víctimas inocentes, demasiada sangre derramada y todo por nada. Pero eso ya no importaba. El futuro incierto no tenía cabida en medio de aquel presente inestable.

Con cuidado retiro la tela que cubría el rostro de su antiguo compañero. El nudo deshecho de su bandana se rindió permitiendo que esta cayera al suelo, repiqueteando contra las frías baldosas de terrazo. Una nueva arcada le obligó a alejarse para tomar aire con esfuerzo. El olor de la muerte estaba impregnado en su ropa, pero no fue eso lo que le mareo sino aquello de lo que quería escapar, aquello que se negaba a aceptar.

El dolor en la boca del estómago le advertía que sería la última vez que le vería, que podría estar a solas con él; dentro de poco todos se acercarían para presentarle sus respetos. Y él se convertiría en una sombra más que acompañaría su cortejo fúnebre. Llegado el momento aceptaría con resignación el lugar que debía ocupar, pero aquel instante era solo suyo y nadie podría robárselo.

Saco la esponja de la pileta de agua fresca y la escurrió antes de frotar el rostro del hombre. Varias gotas cayeron por su cuello empapando la tela blanquecida de su camisa. Con gestos torpes y asombrosa flaqueza logro levantarle las piernas para quitarle las sandalias y el pantalón, teniendo que tirar con fuerza en las zonas en que la sangre se había secado convirtiéndose en una espesa costra que costaba separar de la piel.

Solo el ruido de sus doloridos huesos llenaba el tenso vacío del ambiente, junto con el agua que se escurría entre sus dedos. Sin prisa se demoro en la limpieza del cuerpo. Recorrió con la palma de sus manos la tersa piel que aún no había adquirido la frialdad propia de la muerte y gravó en su memoria la última imagen de aquel a quien amaba.

Ojala podría haber dado marcha atrás, solo para poder tragarse aquellas palabras que preso de los celos le escupió a la cara. Ahora solo el remordimiento le llenaba el corazón. Pesado y retorcido, se estremecía en su pecho impidiéndole respirar con normalidad. Admiro el trabajo una vez finalizado y se detuvo un instante para depositar en sus amoratados labios aquel beso que no pudo ofrecerle en vida.

El orgullo les había cegado y el pago por su error había sido excesivamente alto. El dolor y los reproches le acompañarían hasta el final asaltándole durante la lenta vigilia.
Miro a su alrededor y no tardó en encontrar lo que buscaba. Sobre la silla descansaban la ropa que Sakura había adornado con el escudo de la familia Uchiha. Sobre ella, la bandana rajada de la hoja le devolvía una indiferente mirada. Recogió la ropa la estiro antes de comenzar a adecentar el cuerpo. Mirando al techo reprimió las lágrimas que luchaban por escapa. Pero un shinobi nunca llora, un shinobi no siente, es solo un arma y como tal debe actuar.

Desde hacía años había inculcado esos conocimientos a sus alumnos, pero aunque frente a todos actuara como se esperaba de un ninja de la hoja, su mente jamás había borrado los rostros de aquellos a los que se había visto obligado a matar. Hasta que él llegó, las pesadillas le habían atormentado. Hasta que el llegó, las sombras de los fallecidos le habían atormentado buscando venganza. Hasta que él llego. Pero ahora el se había marchado para unirse a aquellos que habitaban en la oscuridad y las sombras se hacían más fuertes con la llegada del ocaso.

Sus labios se movieron tarareando una vieja canción que antaño los guerreros solían entonar cuando partían a la batalla. Hablaba de las mujeres que llorosas esperaban en casa su regreso, de los hijos que no podían ver crecer, de los amigos perdidos en los combates y de la sangre que manchaba sus manos. Hablaba de los guerreros que moralmente hundidos regresaban al hogar, heridos y sucios, pero regresaban.

Su amigo jamás lo haría, para él ya no habría más sufrimiento. La persecución había acabado, el peligros, las heridas y la incertidumbre. Y para él también. Sin su risa burlesca, ni sus peleas la vida comenzaba a parecerle una monótona forma de pasar el tiempo. Konoha pronto estaría restaurada y los ciudadanos regresarían a sus quehaceres. A algunos ya no podría saludarles al pasar y sin embargo en aquel momento le importaba muy poco.

Horas antes había visto como su antiguo sensei redactaba un borrador de la lista de fallecidos durante el asalto. El número era sobrecogedor y su corazón sangro por los pinchazos que le causaba el leer los nombres de sus amigos y compañeros en ella. Los ojos de Iruka estaban hinchados y rojizos, como profesor de la academia y antiguo bromista conocía a todas las víctimas.

Unos estridentes pasos se acercaron corriendo por el pasillo, obligándole a salir de la realidad. Recogió la ropa sucio y destrozada y salió tras asegurarse que todo había quedado en orden. Una joven clavo sus pies frente a él y tomó aire con esfuerzo. La carrera le había dejado agotada.

-Naruto … - Su voz forzada apenas llegó a los oídos de su interlocutor. Una sonrisa cansada se formo en el rostro del rubio.

-Yo … yo.- balbuceo.- Debo ayudar a poner en orden la aldea.- Se alejo casi tambaleante de la presencia de aquella a quien llamaba su mejor amiga.

-Lo siento.- La voz firme de Sakura le hizo girarse. Las lágrimas que él no había podido derramar estaban cayendo por el rostro de aquella que le había acompañado en aquella masacre.- Si no fuera por mí nada de esto hubiera pasado.

-Sakura-chan.- La llamó cerrando los párpados.

-Es cierto Naruto. Yo te obligue a hacerme esa estúpida promesa te he puesto en peligro demasiadas veces.- Su voz ahogada por las emociones luchaba por hacerse entender.

-Te equivocas. Soy yo el que siempre acaba con todo lo que aman las pesonas de mi alrededor. -Las palabras sonaban lejanas y abandonadas.- Si no fuera por mi los padres de Iruka-sensei aún seguirían vivos. Si habría llegado antes Kakashi-sensei no estaría en el hospital y Tsunade-obachan- No pudo acabar la frase, los brazos de la muchacha se aferraron a su cuello con una fuerza desmesurada.

-Nada es culpa tuya.- Le susurró al oído.- Tu nos salvaste del Kyuubi al guardarlo en tu interior.- La ropa cubierta de sangre cayó al suelo.- Y nos volviste a salvar ahora que regresaste.- Se alejó para clavar sus ojos castaño en la huidiza mirada del rubio.- Somos shinobis y como tales conocemos nuestro destino.

-Pero …

-He tenido que madurar aunque no quería Naruto.- La sonrisa sincera hizo que el muchacho la imitara.- Tu eres los mejor que le ha pasado a Konoha. Yo lo sé, Iruka-sensei, Kakashi, Jiraya, Hinata, Tsunade, Kiba, Lee, Gaara Y todos los demás también lo sabes. Y por eso te aprecian tanto.- Tomo el rostro zorruno entre sus manos y beso la punta de su nariz.- Y él también lo sabía, por eso tedío su vida.

-Sakura-chan.- Dejo caer su cabeza en el hombro de la muchacha y acepto resignado su consuelo.

-Todavía no ha acabado esta misión Naruto.- El muchacho la miro con curiosidad.- Tu has cumplido con tu parte, Sasuke ha vuelto a la aldea, pero ahora me toca a mí devolvértelo a ti.

-Sakura, el está … muerto. No hay nada que podamos hacer.

-¿Acaso olvidas que soy la mejor alumna de Tsunade?- Se colocó los guantes de trabajo y dándole la espalada se dirigió hacía la morgue.- Además también fue alumna de Chiyo-sama.

-Sí, pero … ¡Es imposible!, solo viste esa técnica una vez.

-Fue suficiente.

-Además necesitas la vida de una persona para poder …- La mano alzada de la joven le calló en el acto.

-No. Solo necesitamos parte de la energía del Kyuubi y tenemos poco tiempo.

-Pero si algúin familiar de las otras víctimas descubre lo que has hecho estarás metida en un buen lío.
-Naruto, gracias a ti y a los cuidados de Tsunade no hay víctimas mortales, almeno no de nuestra aldea.- Sakura se acerco al cuerpo pálido que reposaba sobre la camilla y comenzó a concentrar su chakra.- No se que le dijiste a Pain, pero él devolvió la vida a nuestros caídos.

-Pero yo ví la lista que Iruka-sensei estaba escribiendo.

-¿Y crees que después de ver como Genma se levantaba completamente curado te ha buscado para decírtelo?- La miro sin comprender.- Esta buscando a Kakashi-sensei. Estamos solos Naruto, nadie nos lo puede impedir; así que tu decides, ¿o me das las manos y tratamos de cumplir nuestra promesa?, ¿o dejamos que vuelva a escapar de nosotros?

Las manos de Naruto se colocaron sobre las de Sakura mientras la energía del Kyubbi despertaba en su interior.

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