I Love You
-¡Espera!-
Ahora soy yo quien corre, yo corro tras de ti, a tropezones torpes te sigo, levantándome lo más rápido que mi físico me permite para seguir corriendo.
-¡Detente!-
Ahora soy yo quien se deja ver como en realidad es, ahora soy yo quien esta desesperado por detenerte, ¿por qué no haces lo que te pido?.¿por qué no me esperas?
-¡Mello!-
Mi garganta esta raspada de gritar, de forzar mi voz a niveles críticos,.¿por qué no te detienes?, por favor, espera.... espera...
Tu figura finalmente hace lo que pedí a gritos, te detienes frente al par de puertas. Puedo ver que tus ojos están fijos en la entrada. divisé tu mano al palpar la hendidura, miras con nostalgia el salón a tu derecha antes de empujar levemente del picaporte, ya leo tus intenciones.
-Mello-
Volteas, tu sonrisa burlona me indica que debo de estar agotado, que debes de haber logrado ver cosas que jamás habías visto durante los años que compartimos en wammy’s. Apreció como esa mueca se borra de tu cara, dejando salir palabras pronunciadas de manera gélida.
-¿qué quieres?-
Tu voz tan fría, ¿así te sentías cuando yo respondía?, ¿así respondía yo?, ¿cómo es que ahora soy yo quien se tiñe de emoción por ti?, ¿soy yo quién ah perdido el control?.
-No...no te vayas-
Te tomé por sorpresa, pero tu sonrisa burlona volvió a aflorar, compitiendo con tus ojos abiertos de par en par.
-Muy tarde- dijiste entonces, riéndote – luces patético Nate -
Estoy desesperado, ¿no lo ves?, ¿no lo sientes?.
-No... Mello... no te vayas- volví a insistir, apartaste tu mano de la puerta, sin duda me dio un alivio momentáneo, eso antes de observarte caminar en mi dirección.
-¿Y qué harás para que no me vaya?- escuché tu pregunta, sintiendo tu aliento a afrodisíaco natural entrar en todos mis sentidos, mientras tu fría mano me sujetaba el cuello de la playera – No puedes hacer nada-
Te miré, intentando rogarte con mis ojos, observando los tuyos que ahora eran los que bloqueaban tus emociones. A pesar de que tu agarre era cruel y brusco, yo te sujeté la mano con suavidad. Al segundo me soltaste, como si mi cuerpo quemara, observándome con odio.
-Desaparece-
Mello...
Mi mirada se quedó fijamente pegada a la tuya, tu la ignoraste pasados unos momentos y te volviste a girar, comenzando a andar a pasos lentos.
-Por favor detente- eso fue lo único que mi voz alcanzó a pronunciar, eso antes de que me miraras desde tu posición una segunda vez.
Fue curioso cuando me indicaste que me acercara, sin duda acaté tus ordenes, pero en silencio y con cautela.
Te mire, fijamente, no me di cuenta de la distancia hasta que tomaste firmemente mi muñeca, acercándome hasta tu pecho. Me quedé estático, en eso reíste de nuevo, levanté la mirada y ahí estaban tus ojos gélidos, hermosos diamantes azules más duros que el hielo dirigidos hacia mis orbes negras.
-Laméntate Nate, piensa en que pudiste detenerme, pero no lo lograste- susurró, arrojándome de un golpe al medio del salón, le miré desde mi posición, mis ojos denotaban tristeza, los tuyos rencor.
Noté que el lugar comenzaba a llenarse de personas, ya no estábamos solos en este salón, pero eso no me detuvo a levantarme y volverte a pedir que no te fueras, de mis ojos ahora caían lagrimas, todos miraban la escena con estupor, si, el chico sin capacidad de mostrar emociones ahora se humillaba y destruía por la persona que más le odiaba.
¿Alguien se imaginaría que YO intentaría detenerte?, ¿qué yo lloraría por ti?, ¿qué yo te rogaría por que te quedaras?.
Nadie, pero sin duda que el silencio y el a sombro de todos aumentaría en unos segundos, pero ya no me importaba, ya no me interesaba mi máscara de piedra.
-Mello, te lo ruego, no te vayas- sollocé, me observaste pero no dijiste nada, te volteaste y ahora abriste las puertas.
Hasta Roger estaba allí, perplejo, sin terminar de creerse que de mis ojos caían gruesas hileras de lagrimas, que mi cuerpo temblaba, que mi corazón latía furioso por ti, solo por ti...
Quizás fue un impulso, no se explicarlo, sentí el viento frío chocar con mi rostro cuando las dos puertas se separaron, y creo que fue la única vez en mi vida que grité como lo hice.
-¡Te amo Mihael Keheel!-
Tus pies se quedaron duros, no pude ver que expresión tenías por que te hallabas de espaldas, solo supe que pasados unos segundos de mi confesión te giraste hacia mi, ahora en el marco de la puerta.
-Pues siento decirte, que no eres correspondido-