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Viajaremos esta noche rumbo a la eternidad por Graziella

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Notas del fanfic:

Mi parte favorita *-*

Esta historia esta especialmente dedicada a… ¿Qué? … no, déjenme y comienzo de nuevo.

Esta historia ES de Setsuka_ yatouji… La escribí únicamente por ella y para ella. Evidentemente el fic tiene una historia tras las habladurías que se cuenta y fue idealizado una de las noches en las cuales mi Mosntrua y yo no teníamos absolutamente nada más que hacer que hablar idioteces la una con la otra… so, esta historia, está de más decirte que es para ti, o más bien, es tuya Monstrua Tomi… porque te he tomado un cariño irremediable y eres, de alguna forma, parte de mi vida, aunque me digas cursi y me des patadas voladoras todo el rato xD


Disfrútenla.

Notas del capitulo: Solo para aquellos que quieran (y los que leen mis fics están habituados a que siempre o casi siempre recomiendo una canción) La cancón de este es una de las versiones de Titanic:

Unable to stay, unwilling to leave - James Horner

Link en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=hXUCDSNRMxI

De más está decirles que en este capítulo no habrá ningún encuentro, es simplemente conocer como van estos Bill y Tom xD
En las profundidades del frío Atlántico descansa ya, esas aguas silenciosas y lejanas son la tumba de un navío que viajó a la eternidad, un barco de sueños que llevó hacia su último atardecer a miles de personas que, con sus maletas llenas de esperanzas, fueron arrastradas hacia el último suspiro… que llevó a su último atardecer un amor prohibido que deliraba en un hilo de ilusión por poder volverse realidad…

>> En el fondo del frío Atlántico descansa ya, una triste y apasionada historia recorre como una sombra fantasmal, cada rincón de los restos que aun se alzan imponentes en su eterno y solitario puerto, el eco de un cariño profesado retumba es sus desgastadas paredes de hierro oxidado.

“- Prométeme que siempre me recordarás…” – Había susurrado su ultima petición a través de la puerta de hierro “– Solo necesito saber que existiré en tu memoria hasta el final de los tiempos… perdiendo el color del recuerdo más no el fervor del cariño”

Y nunca lo olvidó, tampoco dio oportunidad al tiempo a desgastar aquel relato sólo conocido por sus únicos protagonistas, pues aquella noche, bajo la atenta mirada de infinidad de estrellas titilantes que adornaban macabramente el cementerio que se exponía ante ellas, permitió que sus labios agorasen el único deseo de su alma:

“- Y nos volveremos a encontrar –…”







10 de Abril – 1912

El día era soleado, había que agradecer a Dios por tal sorprendente irregularidad en un país como lo era Inglaterra, siempre frío y nublado… aunque en su opinión personal, toda Europa parecía estar sumida interminablemente bajo aquellas espeluznantes nubes que solo lograban ponerlo de mal humor y llevarlo a un nivel nostálgico y depresivo casi insoportable.

Lo odiaba.

Aunque le diera todas las vueltas posibles, no encontraba hallar la razón por la cual su padre había insistido obstinadamente en mudarse a tal lugar, era completamente absurdo, odiaba aquel clima depresivo tanto como él y en absoluto eran felices en aquella gran mansión que no hacía más que recordarles lo solos que estaban y los mantenía en un constante protocolo. Aunque francamente eso ya no importaba demasiado…

Aquel era el gran día. Dejaría, si era posible para siempre, aquel horrible lugar y viajaría a America. Hacía ya varios años que la idea de dejar de una vez por todas Europa rodaba por su cabeza como una fantasmal tentación que se burlaba de él, pues no cabía duda de que su padre no tenía la menor intención de mover su enorme trasero de ese sitio, ya que cuando su madre (que bien descansara en paz) les había abandonado para unirse al porcentaje de mortalidad temprana, su padre había jurado permanecer en Alemania. Así que grade fue su sorpresa, hacía dos mese cuando le había informado que viajarían a Inglaterra y que después se irían para siempre de Europa a conquistar nuevas tierras en aires americanos… y allí se encontraba, con sus lujosos baúles listos y más que dispuesto a abordar el majestuoso Titanic.

Lucía un espectacular traje negro, haciendo que su piel casi traslucida brillara al sol aun más que cualquier otro día y creando un constaste con su brillante cabello negro que por rebeldía y por llevarle la contraria a su progenitor, lo llevaba largo en una coleta. Su padre odiaba ese estilo, millones de veces había amenazado con cortárselo pero él ni caso le hacía, sabía que aquel señor era más amenazas que palabras certeras y sinceras… no solo con él, con todo él mundo. De todas formas, no podía dejar que su sonrisa se esfumase, por primera vez en 4 años podía decir que se encontraba realmente entusiasmado.

- Luces feliz – Le halagó su padre sin ningún entusiasmo. Ese señor era así, un hombre frío y alejado, él no sabía si el dinero era el factor que le mantenía la soberbia a flor de piel o simplemente había nacido con eso, de todas formas, no le interesaba, él había crecido rodeada de gente parecida, estaba acostumbrado y quizás hasta se podía decir que compartía características apáticas al igual que ellos, de cualquier forma, 4 años importantes a merced de su padre, no habían pasado en vano… y evidentemente habían dejado huellas.

- Estoy feliz – Afirmó con seguridad y sin voltear a ver a su progenitor cuando el coche se detuvo.

Sin esperar respuesta, abrió con un poco de brusquedad la puerta del lujoso móvil y salió dando una gran bocanada de aire. Algún amable muchacho de aspecto debilucho y temeroso murmuró algo que él no pudo entender, por su puesto no por la lengua, sino porque su atención estaba completamente enfocada al glorioso navío que lo llevaría a explorar tierras del nuevo mundo.

- ¿Bill Kaulitz?

Y esa no era la voz de su padre, ni la del muchacho que ahora cargaba varios baúles lujosos con un considerable esfuerzo a decir de su expresión. Volteó la cabeza rápidamente y frunció el ceño.

Una joven blanca, de cabellos rizados y dorados – perfectamente peinados en un moño flojo – ojos miel y una tímida sonrisa, intentaba sin éxito alguno sostenerle la mirada helada que mandaba el moreno. Él volteó imperceptible y pudo confirmar sus sospechas: su padre y una pareja adinerada les miraban con atención y juntaban sus cabezas. Suspiró entre confundido y molesto y volvió su atención al barco.

- Él mismo – respondió. Su educación delante de una dama jamás flaqueaba, aunque su tono pretendía dejar claro a su desafortunada acompañante que no quería dar mas largas a sus infructuosos intentos de conversación.

No lo consiguió.

- Si se me es permitido presentarme – Continúo un poco cohibida por el rechazo indirecto recibido, pero con intenciones de no quedarse atrás.

Él volteó de nuevo, esta vez para encontrarse con una mirada más expectante y con falsa modestia insertó la típica sonrisa de “relaciones públicas” que muy bien sabían manejar los de su mundo.

- Lamento profundamente ser descortés y mi intención, que quede claro, no es ofenderla, dama, pero… por ahora no poseo ningún interés en ceremonias introductorias.

La joven pareció sorprendida y un tanto dolida, después de todo, había sido ella la que se le había acercado, aunque fue bajo las ordenes de los adultos, no había sido el caballero que, educadamente le había cortejado, más bien parecía completamente indiferente a su presencia. De todas formas, mantuvo su serenidad y al igual que él, desvió la mirada al barco.

- Su padre me dijo o probablemente haya sido una advertencia de que es Ud. una persona considerablemente difícil – confesó con intención.

Él frunció el ceño por segunda vez.

- Padre dice y adviertes muchas cosas, señorita, si quiere un consejo, solo escuche la mitad de lo que dice.

Suspiró y en un acto reflejó metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

- Debo abordar de todos modos. Si la dama viaja a New York, es más que probable que nos volvamos a encontrar – Esta vez mostró una sonrisa educada y genuina que deslumbró a la joven – en caso contrario, me alegra saber que no llegó a pronunciar aquel nombre al que responde – amplió su sonrisa – pues no regreso a estas tierras de hielo.

La muchacha sonrío dulcemente y acto seguido extendió su mano que inmediatamente fue besada por el moreno en un educado y rutinario gesto de saludo.

- No se preocupe, caballero. Espero tengamos la grata compañía del otro cuando mi nombre se haya dicho y el barco haya zarpado al fin.

Él sacudió con suavidad la cabeza afirmativamente y con paso seguro caminó hacia el hermoso barco que se erguía solemne delante él, retándolo silencioso hacia un viaje sin puerto en tierra firme.








- ¡Que si no te apuras nos deja el barco! – señaló con irritación por cuarta vez.

- Pues que nos deje, la verdad es que lo que menos quiero es abordarlo – respondió con voz atragantada.

Lo cierto era que Tom Trümper le tenía pánico a los barcos, o mejor dicho, al océano abierto. Odiaba la idea de tener que navegar unos 4 o 5 días sobre un “pedazo de hierro flotante” como solía llamarle con tono frustrado.

No era la primera vez que viajaba, pero tampoco lo hacía continuamente, su dinero y el de su hermano Gustav a penas alcanzaba para nada y tenían que trabajar duramente ambos para poder subsistir. La economía en Inglaterra se les venía encima cada vez más fuerte y ellos habían tomado la decisión de regresar a America, de donde nunca habían debido salir, tal como les había dicho su madre. De todas formas esto resultaba increíblemente triste para el menor de los hermanos, él adoraba Europa, adoraba Inglaterra y aunque el trabajo muchas veces se le hacía sumamente pesado, salir de allí era un cruel castigo.

- O te mueves, o vas a lograr que me moleste, hermanito – advirtió el mayor con su suave tono que no vaticinaba nunca nada bueno.

Agarró su bolsa de lana donde llevaba su poco ropaje y se apoyó en la puerta. La cabeza le daba vueltas y tenía fuertes ganas de vomitar.

- ¿Estás seguro de que debemos regresar? – Le cuestionó al mayor.

- No lo sé. Pero de lo que si estoy seguro es que nos dejará el endemoniado barco si no salimos inmediatamente.

Tom cerró los ojos y rezó internamente porque todo saliera bien. Agarró con más fuerza la bolsa de lana y abriendo los ojos caminó hacia la puerta despidiéndose de la casa que alguna vez les perteneció.

Nada podía salir mal, al fin y al cabo, viajaría en el mejor barco que alguna vez haya existido… aunque su alma no estaba tan segura de eso.

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