- Debo irme, sabes?
- No!, no quiero… me niego.
- Ya es tiempo.
- No, claro que no!. Tu… tu tienes que quedarte conmigo.
- No puedo, no debo.
Dicho esto él se levantó del suelo y salió de aquella habitación tan blanca como las ropas de su amada.
- vendré por ti. Recuérdalo.- un susurro en su oído y un ligero sonido de una puerta cerrarse se reprodujo en su mente.
- Te esperaré…
Observó la silueta de su moreno a través del pequeño cristal.
Vio como caminaba lento y apacible a través de aquel pasillo, con ese andar tan característico en él, sus pelos negros moviéndose acompasadamente con la brisa del lugar… con sus manos en los bolsillos, cantando levemente aquella canción que siempre los uniría… aquella melodía que por el resto de sus días iba a recordar y guardar como al más dulce tesoro dentro de su corazón…
hitori kiri janai shinji rare nai mada mayotte
kimi o shiru made sou jibun sae mienakatta
hitori de aruita kizu kana katta kono mabushisa
subeteto fure au koto sou naze ka kowaku te
I miss you kimi no hitomi
I love you ukande iru
Cantaba cada vez más despacio, más lento… su voz iba haciéndose un susurro que golpeaba débilmente las acolchonadas paredes de esa pequeña habitación en la que apenas entraban él y su cama… cada vez más débil, con menos fuerzas, hasta que aquella voz grave y dulce se apagó, dejando un suave sollozo resonando en el medio de la nada.
Poco a poco se quedó dormido.
- como se encuentra, doctor?- preguntó el joven rubio.
- Matsumoto-san se encuentra bien, es lo normal, habla horas y horas solo, como si estuviera con alguien…
- Entiendo.- musitó.
- Suzuki-san, quiere usted pasar a verlo?.
- Yo iré.- el alto castaño, acompañante de Akira habló saliendo de su ensimismamiento, calando profundo en el alma del rubio con su inerte mirada.
- Solo unos minutos Takashima-san. Y, por favor, absténgase de algún comentario hiriente hacia Takanori. No sabemos como pueda reaccionar.
- Haii.-contestó.
Los tres hombres se encaminaron por aquel largo pasillo rumbo a la habitación del más pequeño.
El más alto se mantuvo callado todo el camino, mientras que el rubio preguntaba al médico cada detalle de su amado enano. Quizás… esperaba alguna mejoría, saber de algún indicio en su pequeño Takanori, un indicio que le dijera que volvería y que nunca más se iría de su lado, aunque, los diagnósticos eran completamente desalentadores, y él, él no sabría si aguantaría tanta agonía, no sabría si podría soportar que él.. su pequeño Taka, estuviera en aquel lugar, en ese encierro, entre aquellas paredes blancas que delataban su demencia, que inevitablemente dejaban al descubierto su locura…
- bien, aquí es.- indicó el médico.- son solo unos minutos y, por favor señor Kouyou, manténgase dentro de lo que le he indicado, no queremos que el paciente haga algún retroceso
- haii.
El castaño ingresó a la habitación lentamente bajo las miradas de sus dos acompañantes, su semblante se destensó al momento de ver a Ruki sentado en su cama, con sus pies colgando, mirando hacia el suelo, cantando, irremediablemente aquella canción que él, Takashima Kouyou odiaría toda su vida…
Aún así, en su rostro, se formó una sonrisa…
- Taka-chan… - le llamó con un tono dulce.
- Shima… que bueno que viniste!
El petiso vocalista saltó de su cama y corrió a abrazar a aquel joven amigo suyo… siendo correspondido fríamente por el otro.
- Yuu vino a visitarme hoy también, que hermoso día ha sido hoy para mi!.- exclamó… Pero la cara del mayor se transformó completamente, sus ojos destellaban ira
- tu!- lo empujó bruscamente haciéndolo caer de bruces.- tu!, maldito enano, tu me lo quitaste!- gritó con todas sus fuerzas dejando que las lágrimas salieran sin más ni más. Rápidamente lo tomó del cuello levantándolo algunos centímetros del suelo.- vas a pagar enano del demonio… tu lo mataste!
- Uru-chan… era necesario, tú lo hacías sufrir.
Takanori, que hasta ese momento había tenido apariencia de niño pequeño, cambió su semblante drásticamente, reflejando, en sus ojos, cuánto odiaba a aquel muchacho alto de piernas prodigiosas. Su sonrisa inocente se volvió una completamente siniestra, mientras que, con sus manos, tomaba fuertemente las de su rival, presionándolas en las muñecas, haciendo que automáticamente lo suelte.
- tu lo hacías sufrir, lo tenías engatusado, no dejabas que me ame…- le habló tranquilo.- él me amaba a mi… nos hacíamos compañía… me mimaba y se acurrucaba en mi pecho mientras yo le cantaba… sabes cuántas veces me dijo que tu no eras nada? sabes?...
- Maldito!, tu deberías estar muerto!, tu!.... el no te amaba, imbécil.
- Que ingenuo eres Uru-chan. Eso te decía a ti. Pero en realidad a quien quería era a mi.
- Jamás soportaste que te dejara… utilizaste a Reita para darle celos y no te funcionó.
- Tu! Lo confundiste cuando te metiste en su cama, como una perra cualquiera! Hiciste que me dejara.- le contestó.
- Eres una mierda! Te odio!
Uruha se abalanzó sobre Ruki, golpeándolo salvajemente, mientras que el éste no hacía nada por defenderse, solo se reía estrepitosamente, cada vez más audible, aumentando la ira de su atacante, que lo pateaba con más insistencia en el estómago.
- Takashima!.- oyó el castaño detrás suyo.
- Te odio! Te odio te odio!- gritaba sin dejar de patearlo.
- Basta Shima!, déjalo…- Reita intentaba hacerlo entrar en razón, mientras lo tomaba fuertemente de la cintura y arrastraba consigo fuera de la habitación.
Algunas enfermeras corrían hacia la habitación con jeringas en sus manos, yendo directamente con el desquiciado de Takanori que no paraba de reír estruendosamente, gritando una y otra vez que Yuu ya no era de nadie.
A Akira se le había hecho pedazos el corazón al oír a su amado proferir aquellas desquiciadas palabras, al verlo tan demente, aunque lo que más martillaba en él era que aquel hombre, ni en sus más retorcidos sueños, le correspondería… para él ya no habría vuelta atrás…
Takashima había caído de rodillas al piso, sollozando, con los puños cerrados apoyados levemente sobre el frío suelo, retorciéndose del dolor por no tener más a aquel ser que tan feliz le había hecho en su condenada vida…
- vamos, Shima, esto no nos hace bien, ni a ti, ni a mi… será mejor que no volvamos a verlo.
- Haii- contestó bajito.
El más alto se levantó con pesadumbre, dejó que su rubio amigo lo abrace por la cintura y ambos, con mucha tristeza en sus corazones, salieron de ese lugar para no volver nunca más en lo que les restaba de vida…
- Aoi-shi, dejarás de visitarme ahora?... ahora que realmente no tengo amigos…-hizo una pausa, como oyendo la voz de su amado, en lugar del silencio.- Que bueno…porque si tu estás ya no necesito a nadie más…-bostezó- tengo sueño. Hasta luego, amor…
El rubio lentamente se dejó vencer por el sueño, en su débil corazón aún vivía aquel ser que tanto amó, aquel al que él con sus propias manos mató… ese hermoso pelinegro que alguna vez le traicionó y que poco después pagó con su vida por el desamor…