Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Single Lady por YukaKyo

[Reviews - 653]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Single Lady

 

Debes de saber que,  Fullmetal Alchemist, El alquimista de Acero, Hagane no Renkinjutsushi (鋼の錬金術師) o también Hagaren (ハガレン),  es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la creadora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría. Y este fic por el momento es Exclusivo para Amor Yaoi

Con la pareja Roy x Ed.  Oh! Y por si no se habían dado cuenta en el sumary, habrá, male pregnancy, ósea chico embarazado, ash!

También que No pretendo obtener nada a cambio, solamente unos pocos comentarios gentiles de los lectores que me sigan. Así que mucho menos espero retribución alguna de la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes)

Y como ultimo, que este fic esta basado en la grandiosa historia La Nueva Alianza de la fantástica Midhiel, y es su humilde adaptación.

 

 oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

"Únicamente para ti... con todo mi desprecio"

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

10.- Encuentro Privado

 

Se movió y gruñó un poco mientras suspiraba. Aun adormilado bostezó suavemente y estiró  su cuerpo. Renuente a abrir sus ojos del todo y con los mismos aún cerrados, se quedo quieto haciéndose a la idea de que aun dormía, a pesar de que el sueño se le había ido completamente. Se enrosco más contra las mantas y escondió un poco su rostro en la almohada. Suspiró dispuesto a dormir de nuevo, aun era demasiado temprano para despertarse, casi podía asegurar que aun y faltaba una hora u hora y media para que amaneciera.

 

Fue hasta que se mantuvo quietecito, que sintió un calido aliento contra su oreja y fue conciente entonces de los brazos que le sujetaban y al mismo tiempo le asían de la cintura, aferrándolo al cuerpo al que junto estaba. Abrió los ojos intrigado y cuando giró el rostro su mirada se abrió a más no poder al verlo.

 

El rey estaba ahí, recostado a su lado, cerca de él y de igual manera abrazándole. Sus ojos intensamente azules le miraban, de forma brillante y aun adormilados, que se vieron mas grandes y llamativos al momento que acercaba su rostro dejándolo frente con frente al suyo.

 

- Por lo que se ve, no deseabas despertarte ¿Verdad? - le murmuró juguetonamente el pelinegro mientras sonreía.

 

Edward no respondió nada, o más bien, no tuvo el tiempo suficiente de hacerlo, pues de un momento a otro, el fuerte cuerpo del rey quedo sobre el suyo. Apresándolo contra el colchón, al mismo tiempo que su mirada azul oscuro se clavaba inquietamente en su cara.

 

Roy acercó su rostro al de rubio y le miró con disimulada burla, al notar como este echaba un poco mas su cabeza contra las almohadas totalmente sonrojado, apartando su rostro de él y lo había sentido contener el aliento, expectante de sentir el fino roce de sus labios contra su piel. Ciertamente por un breve momento había creído que iba a terminar besando su mejilla, pero Roy había sido lo suficientemente rápido tomándolo una vez mas desprevenido sujetando su rostro y capturando sus labios.

 

Los deliciosos labios de Edward.

 

Eran calidos, suaves e incitantes y sabían más que bien, cosa que comprobó el pelinegro cuando su húmeda lengua los delineo dócilmente probándolos. El príncipe no abrió la boca y había permanecido muy al margen de su caricia, permitiéndose apenas suavizar los labios permitiéndole besarle sutilmente. El rey sonrió contra sus labios. Al menos había dejado de estar tan tenso y reticente con sus labios fruncidos.

 

Sin embargo, tan poco le había correspondido del todo. Tan solo estaba ahí dejándose hacer por el pelinegro. Roy recordó que tan solo en una única ocasión lo había besado de aquella misma manera y fue justamente el día de su boda. Después de ello nunca más se había preocupado por realizar ese tipo de contacto entre los dos. Había estado de mas y como extra, no se le había antojado hacerlo sino hasta ahora.

 

Y por lo que se daba cuenta, el rubio nunca antes había sido besado o había besado a nadie, al menos no más allá de los labios o tal vez ni siquiera cerca de estos. Seguramente, el xianganes se había conformado con tímidos y castos besos en las mejillas, probablemente ni eso le había dado Edward.

 

Lastima por él, porque a lo que Roy concernía.

 

Los labios de su consorte no tocarían a ningunos otros mas, que no fueran los suyos.

 

Dejando de lado el piquetito de pocesividad que le había florado sobre los labios de Edward, el rey prosiguió con lo suyo. Le masajóo la mejilla con suavidad, deleitándose con la tersa piel que recorrían sus dedos. Algunas hebras doradas se le toparon en el camino y con lentitud, las enrosco tras la oreja trigueña para luego, sujetarle de la nuca atrayéndolo una vez más a su rostro.  

 

Sus ojos azul oscuro le observaron. Las cejas rubias fuertemente fruncidas y los parpados apretados haciéndole notar su desagrado. Sonrió levemente, cerrando los ojos para luego, dejar que su lengua traviesa le lamiera otra vez los labios. Edward no pudo evitar sonrosarse esta vez con más fuerza, el calido aliento contra su rostro y la húmeda saliva que mojaba sus labios, comenzaba a repartirle deliciosas descargas eléctricas en todo su cuerpo.

 

Roy nunca antes se había dignado a besarle y mucho menos saborear de sus labios de aquella manera. Se concernía con darse placer a si mismo con su cuerpo, sin importarle si al rubio aquello le agradaba o no. Pero ahora, cada beso, caricia sobre su rostro o lamida, esperaba ser bien recibida y no repartía otra mas hasta no ver claro gesto de aceptación por parte del rubio a sus atenciones.

 

Edward abrió sus ojos nublados, con las mejillas encendidas mientras contemplaba al pelinegro que abría despacio su boca con la suya, introduciendo su lengua, degustando a placer la tibia cavidad. La sensación era extraña y calida. No había sabido que hacer al principio, más después de un momento y gracias a unos pequeños y suaves roces de Roy en su boca, se enroscaba junto a la del pelinegro, señalándole en que justo lugar deseaba que le rozara.

 

El mullido colchón había protestado y las sabanas a un lado habían sido retiradas. En medio de la enorme cama sobre él, entre sus piernas abiertas, el rey permanecía. Correspondiendo al beso que en un principio había sido suave y que para aquellos momentos se tornaba subyugado y demandante.

 

Le sujetó de las manos y las alejó de su cuerpo, donde se habían sostenido fuertemente de su pijama blanco. Su lengua siguió enredándose con la rosada del rubio aun y cuando sus labios habían dejado de tocarse y complacido notó el intenso sonrojo que se acentuaba en las mejillas tostadas del príncipe.

 

Con los pulgares presionó con ligereza las palmas abiertas de sus manos que aun sujetaba y lo veía, observándole con aquellos intensos ojos de oro nublados de deseo, deseo por él. Le soltó y nuevamente su mano izquierda tan pálida le acaricio la mejilla bronceada, adoró su semblante ansioso y agitado.

 

No pudo evitarlo y le volvió a besar.

 

De aquella manera deliciosa e incluso un poco mas, echando todo su cuerpo contra el de su consorte. Le soltó de las manos y aun sin terminar el beso, deslizo sus largos y fríos dedos por los botones del pijama y estos se abrieron sin mayores problemas, descubriendo el pecho sonrosado y quejumbroso. Fue apretándose más contra Edward cuando este volvía a estrujarle con fuerza su pijama blanco.

 

Olvidó su boca y bajo a su cuello. Lamiendo, besando y también mordiendo. Aumentando la intensidad de cada caricia, por los leves o sonoros quejidos que el rubio soltaba cuando encontraba un punto exacto para brindarle el placer que deseaba. El pijama resbaló por sus hombros, quedando tendido de forma descuidada sobre la cama, dejando a su vista los rosados pezones del rubio.

 

El pulgar del pelinegro toco uno de los botoncitos, que era tan suave y calido pero que, se endurecía dolorosamente contra la yema de su dedo. Roy abandonó su cuello y dirigió su rostro al mismo, envolviendo los labios sobre la carne turgente y  se dispuso entonces a disfrutarlo, mordisqueándolo en veces como lo había hecho con la piel de su cuello, dirigiendo su mano ahora al solitario botoncito que quedaba.

 

No tardo en ejercer la presión necesaria con sus dedos y su boca cuando...

 

- Ah - gimió fuerte el príncipe, aferrándose con fuerza de las mangas de su pijama. No pudo evitar alzar la pelvis, contra el vientre de Roy haciéndole sentir lo necesitado que estaba.

 

El rey sonrío sobre su pezón, a penas y había tocado un poco al príncipe y este ya estaba más que listo para él. Sin embargo él no se encontraba en mejores condiciones. El rojo de las mejillas del rubio estaba apunto de hervir, mas aun cuando el rey se restregó contra él haciendo que lo sintiera completamente apretado contra sus pantalones.

 

Roy estaba duro... muy duro.

 

¡Oh dios! Aquello era una tortura.

 

Edward gimió, fuerte y ruidosamente cuando el pelinegro le mordió con fuerza el pezón, mientras sus dedos comenzaban a perderse bajo los pantalones del pijama y los interiores del rubio. Y así como gimió, reprimió el sollozo de gozo al sentirlo cerrar la mano de Roy sobre su sexo, cubriéndose la boca con las manos. Fue un breve momento de lucidez entre el placer que sentía, breve, pero suficientemente largo para recordarle lo que estaba a punto de permitir que el rey le hiciera.

 

Y no iba a permitirlo, no una vez más.

 

Frunció las cejas y se mordió la lengua con fuerza evitando gemir. No iba a proporcionarle placer al rey cada vez que este lo quisiera. Era su esposo y estaba en todo su derecho de reclamarle su debito carnal. Pero Ed no estaba de acuerdo en otorgárselo cada vez que Roy así lo quisiese. Su cuerpo no lo quería, no en verdad. Además podía asegurar que el rey había todo aquello a propósito.

 

De antemano sabía que la habitación de Ling estaba junto a la que en esos momentos compartían y que aunque las paredes fueran gruesas, dejarían escapar uno que otro sonido por las pequeñas rendijas de las puertas o algún punto hueco en la pared y había disfrutado malignamente el hacerlo gemir sonoramente para atormentar con ello al otro pelinegro.

 

Con la idea de alejarse miró a Roy, prendido aun a uno de sus pezones y coloco sus manos sobre sus anchos hombros y empujo suavemente sin esperar que el rey no pusiera casi resistencia alguna. Su mente estuvo firme, pero su cuerpo grito dolorosamente al arrebatarle de golpe el placer que las manos y la boca de Roy le brindaban. Necesitaba alejarlo, debía de hacerlo.

 

Roy gruñó, cuando el rubio hizo que despegara los labios de su pecho. No se había esperado que Edward le empujara. Pues hasta solo unos segundos atrás, los pequeños brazos del chico lo habían asido de la nuca y lo había ahogado casi contra su pecho. Buscando que le ofreciera el placer que solamente Roy podía bríndale. Se le había estado entregando.

 

Podía verlo con claridad en sus pupilas doradas acuosas, en el sonrojo que había empezado en las mejillas, pero que ahora ya había coloreado de rojo hasta las orejas y en la respiración entrecortada del chico. Edward lo deseaba. Le deseaba.

 

¿Entonces porque demonios lo alejaba?

 

- No- susurró casi como un suspiro el rubio, colocando una de sus manos temblorosas en el hombro aun vestido del pelinegro empujándolo lejos de él.

 

- ¿No? - preguntó Roy extrañado, sujetando la mano del chico que se le había resistido en un principio, pero que ahora no mostraba la fuerza y decisión que había mostrado al inicio.

 

Edward había conseguido sentarse en el colchón y mantener a Roy a gatas sobre el mismo. Pero ahora se había dejado recostar una vez más y se había contenido a soltar tímidos gemidos al ser atacado en su cuello por las suaves y tibias lamidas del pelinegro. Edward apretó los labios cuando la ligera lamida fue cambiada por una juguetona mordida.

 

Se había mentido a si mismo al decirse que no deseaba nada de aquello.

 

Era la primera vez que Roy se preocupaba por hacerle disfrutar de sus caricias y habían pasado varias semanas desde la última vez que habían tenido un momento de intimidad como aquel. Se sentían tan bien aquellos labios que se cernían dulcemente sobre sus pezones y los dedos largos y fríos que jugueteaban por su torso y que descendían por su cintura, deshaciendo el lazo que sujetaba los pantalones de su pijama.

 

El rubio había cerrado los ojos dedicándose a sentir cada roce y los mismos se detuvieron de improviso haciéndole abrirlos de nuevo. Roy se había sentado en el colchón y con excesiva pausa había comenzado a abrir los botones de su pijama. La prenda cayó de forma descuidada sobre la cama y solo hasta que los hombros de Roy estuvieron desnudos, este volvió a dirigir su mirada hacia al rubio.

 

Los ojos dorados del rubio estaban acuosos y le observaban de forma suplicante y Roy estaba dispuesto a atender cualquiera de sus suplicas. Se echó sobre él y volvió acariciarlo y por un momento estuvo tentado a alejar las pequeñas manos del rubio que se habían ocupado en cubrir su boca, impidiendo que pudiera salir de la misma gemido alguno.

 

No le dio importancia y se decidió entonces a bajar el pijama y por supuesto los interiores que llevaba puestos bajo de los mismos. La prenda se deslizó con lentitud y Roy no pudo evitar soltar un suspiro de gozo al sentir la suave piel desnuda de los glúteos redonditos del rubio. Pronto, no solo sus dedos los sentirían. Estuvo apunto de bajar por completo la prenda, cuando las tibias y temblorosas manos del rubio detuvieron las suyas.

 

- Ya basta por favor - le pidió con el rostro girado a un lado evitando mirarlo.

 

- ¿Por qué? - le preguntó el pelinegro, que se había bajado de él dejándolo moverse a su antojo. Con recelo observo como el rubio se subía una vez mas los pantalones y después arreculaba hacia atrás alejándose lo mas posible del pelinegro.

 

- Yo no quiero nada de esto - susurró un poco mas que quedo el rubio y aquello logro hacer que una de las cejas de Roy se arquearan incrédulas.

 

Edward podía darle un y mil pretextos mejores que aquel y había preferido decir aquella muy grande mentira. El pequeño cuerpo de rubio hablaba por si solo y justamente el haberlo separado tan crudamente de él no le había gustado para nada. Edward en lugar de respirar jadeaba trabajosamente y ahora no solo sus mejillas se encontraban sonrojadas, todos los rinconcitos que su boca había besado, lamido y mordido, en un pálido rosado se teñían ahora también.

 

El rubio contuvo un grito de sorpresa cuando el pelinegro acorto la distancia y terminó a su lado sujetándolo con ambas manos frías de las mejillas. El calido aliento le golpeo la cara y las yemas serpentearon por los labios ahora resecos de Ed.

 

- Dime la verdad Edward - misito despacio Roy acercando un poco mas su rostro. Tanto que sus labios casi se tocaban.

 

- Porque - el rubio tomo las manos de Roy y las alejo de su rostro - Va a oírnos -

 

- ¿Qué? - Roy no entendía a que diablos se refería.

 

- Ling - musitó Ed mirándolo finalmente, mostrando un mohín apenado en su rostro  - Ling puede oírnos -

 

Roy se soltó de las manos de Ed como si estas le quemaran y lo vio de mala gana. Así que era eso, el príncipe estaba mas preocupado por futuro gobernante de Xing los escuchara disfrutando de una buena noche, que de disfrutar de todo el placer que Roy al príncipe rubio le podía brindar.

 

- Su habitación esta a un lado de esta y nos escuchará - continuo Ed comentándole aquello, como si fuese un niño pequeño que no entendía nada.

 

- No me importa -

 

- No quiero que nos oiga - acepto Ed al final.

 

- Bien entonces - soltó Roy molesto, resbalando por el colchón para levantarse de la cama.

 

- Roy - le llamó Ed moviéndose también para intentar alcanzarlo. Más se detuvo y quedo sentado en la cama cuando el pelinegro se giró de improviso a él.

 

- No te preocupes príncipe - lo vio acercarse a la cama y aunque había vencido el primer impulso que había tenido el rubio de recular hasta quedar contra la cabecera de la cama y protegerse entre los cojines y almohadas de él. No había podido evitar temblar de pies a cabeza al mirar sus pupilas de zafiro amenazantes y crueles clavadas despiadadamente sobre su persona  - Que tú querido Ling no va a escucharnos -

 

- Pues no haremos nada - siseó roncamente mientras sujetaba de forma violenta la camisa del pijama que se había quitado. La fina tela casi crujió entre su puño fuertemente cerrado y sin previo aviso se dio la vuelta dirigiéndose a la salida de la habitación.

 

- Nada - gritó furioso el monarca, antes de cerrar la puerta de golpe y con violencia cerrándola tras su espalda.

 

Edward se quedo mirando por un momento la puerta.

 

No había querido lastimar a Ling obligándolo a escucharlos, a cambio había lastimado a Roy.

 

Y eso justamente era lo último que hubiese deseado.

 

† "•" †

 

Se había quedado recostado en la cama, incapaz de dormir. Tan solo observando a la última estrella en el cielo que rápidamente se había apagado cuando los primeros rayos de sol se habían mostrado. Roy no había vuelto y era más que evidente que, no volvería en lo que restaba de la mañana. Decidió levantarse finalmente de la cama y dirigiéndose al baño bostezo ruidosamente mientras se estiraba.

 

El pequeño cuenco medio lleno de agua y dispuesto en la habitación llamo su atención y se acerco al mismo hundiendo sus dedos en el liquido cristalino. El agua estaba fresca y deliciosa. Con excesiva lentitud tomo una de las pequeñas toallitas de manos y la sumergió en el cuenco. La exprimió suavemente y con ella empezó a limpiar su rostro y parte de su cuello.

 

Al menos con aquello podría refrescarse para relajarse aunque fuese un poco.

 

Estaba distraído y concentrado en no pensar en absolutamente nada más que en realizar aquella labor de limpieza sobre su cuerpo. Dejo caer la toalla en el cuenco y cerró los ojos llevando sus manos a los botones del pijama abriéndolos perezosamente. Se encogió de hombros y la prenda se deslizo por su piel muy levemente, pero lo suficiente para casi dejarle desnudo hasta la mitad de la espalda.

 

Frunció el cejo mirando su reflejo en la media luna frente a él y sujetando entre sus dedos una cintilla, copio con cuidado la mayoría de sus cabellos anudándolos en una coleta alta. Al menos así, no los mojaría cada vez que pasara la toalla húmeda.  Volvió a su labor, cuidando de limpiar concienzudamente, cada parte de su cuerpo que la tela tocaba.

 

La brisa fresca tras su espalda el lamió la piel cuando la pequeña puerta del cuarto de baño fue abierta. No fue necesario para Ed, más que mirar frente a él donde el espejo le reflejaba a la persona que había entrado y no pudo más que tensarse cuando sus ojos dorados reconocieron el porte imponente del rey de Amestris.

 

A diferencia del día anterior, Roy no llevaba puesta ropa alguna casual y mucho menos el atuendo castrense que utilizaba casi de a diario. Sobre su cuerpo el ostentoso y llamativo vestido de rey le cubría por completo, envolviéndolo en una combinación de sedas y finas pieles a las que si no había sido suficiente el calificarlas de exóticas, las piedras preciosas y los hilos de oro, terminaban por darle el toque opulento que necesitaba para el cargo que desempeñaba el pelinegro.

 

Lo miro sin expresión alguna en el rostro y cuando vio que este, simplemente se iba a limitar a observarlo, decidió terminar con lo que había empezado, para después dirigirse al cambiador y deshacerse del pijama que aun tenia puesto. Con los dedos mojados salpicándole algunas cuantas gotitas sobre la ropa, estiro todo lo que podía su brazo, alcanzándose a rosar un poco mas de la mitad de sus omóplatos e iba a forzarse un poco mas aunque se lastimara, cuando fue que escucho el sutil susurro de la voz de Roy rozándole calidamente el oído.

 

- Déjame a mi - susurró el rey y sobre el frágil dorso del príncipe, deslizo sus dedos fríos entrelazándolos con los del rubio por un breve momento, antes de arrebatarle casi sin resistencia alguna la toallita con la que se acicalaba.

 

La suave tela comenzó a restregarse contra su cuerpo lentamente, casi parecía una sutil caricia, como si las tiernas alas de una mariposa revolotearan contra su piel. El rubio se relajo tranquilamente y levemente se hizo para adelante cuando la tela bajo un poco mas, casi de la misma manera en que lo hacia su pijama. Terminó con el mismo colgándole simplemente de los puños, pero solo fue conciente de cómo una vez mas, volvía a recorrerle la espalda, subiendo una vez mas hasta su nuca y toqueteando en ocasiones su cuello.

 

Edward se dejo hacer, ladeando la cabeza, dejando la piel expuesta de su cuello para que el rey la limpiara. La fresca caricia de la tela le lamió la piel, pero lo que hizo enrojecer sus mejillas de inmediato se debía más bien, a la suave y aterciopelada textura de los labios del pelinegro que habían sustituido la toalla y ahora eran aquellos mismos los que surcaban su piel.

 

Había temblado sin esperar su contacto dejándose envolver por la sorpresa, negándose a interrumpir la caricia. Después de todo, las descargas eléctricas que Roy le provocaba con cada pequeño roce eran, completamente placenteras y fácilmente podía decir que prefería aquel acercamiento del rey a lo que posiblemente hubiese pasado si le hubiese picado el ego por la mala cara que traía.

 

Al menos con ello, se habían olvidado del incidente de la mañana en el que Roy había dejado su habitación completamente indignado, o al menos eso era lo que el rubio creía.

 

Roy gimió contra la piel del rubio que succionaba. Era un sendero delicioso que prefería recorrer con la lengua, degustando como si por la piel hubiese sido derramada la mas dulce de las mieles. En algún momento, dejo caer la pequeña toallita, para asirse con ambas manos de la estrecha cintura del rubio. Mientras se comía a besos y lamidas el cuello del príncipe, que conciente o no, emitía ligeros quejidos de placer y de gozo a lo que su rey hacia.

 

Conciente o inconscientemente el rubio se había dejado caer hacia atrás, cayendo sobre el calido pecho del rey que no se quejo en lo absoluto de recibirlo, sus manos abandonaron la cintura y comenzaron a deslizarse sobre la piel desnuda de su vientre y lentamente bajaban por su piel. Los dedos fríos de Roy, habían empezado a juguetear ya por debajo del elástico del pijama mas de pronto dejo de mover sus dedos y despego de la piel caliente sus labios y casi de inmediato, el pequeño príncipe había gemido en completa molestia.

 

Bien, era más que obvio que ambos no habían quedado del todo satisfechos luego de haberse interrumpido tiempo atrás lo que había casi tenido en la cama y en absoluto le agradaba la idea de tomar al príncipe contra una de las paredes del baño. Se le antojaba mas bien, hacerlo gemir y vibrar de placer contra la suavidad de las sabanas blancas. Más debía de contenerse. Al menos por el momento.

 

Pues tenia en mente algo diferente.

 

- Me gustaría que hicieras algo por mí - le comunicó al rubio separándolo de él, sujetando con sus dedos el pijama volviéndoselo a colocar sobre los hombros.

 

- Es algo simple príncipe - continuó Roy ahora abotonándole la ropa.

 

- Necesito que te encargues de tus demás invitados mientras Lady Curtis y yo, acordamos algunos cuantos edictos y enmiendas que serán altamente provechosos tanto para Dublith como para Amestris -

 

Roy paso sus manos por la pijama alisando la tela y levanto su vista hacia el espejo, donde el príncipe le miraba, lo vio asentir levemente aceptando su mandato y Roy sonrío de lado mientras levantaba una de sus manos. Ed notó entonces, como los sedosos mechones rubios que tenía a cada lado del rostro, eran peinados por los hábiles dedos del rey, para colocarlos a cada lado de sus orejas.

 

- Además -  El roce de sus dedos ceso y sintió claramente como el rey empezaba a alejarse. Pero cuando intento ver una vez mas sus ojos en el espejo, encontró sus labios curvados en una sonrisa burlona - No creo que puedas poner pero alguno

 

- A... - Edward trago saliva y se giró de inmediato encarando totalmente al pelinegro. Algo le decía que nada bueno podía esperar de todo aquello - ¿A que te refieres? -

 

- ¡Oh vamos Ed! - musitó Roy con un tono que le hacia notar que lo siguiente que diría era mas que obvio - Entre todos ellos, estará tu querido Ling -

 

Edward desvío su mirada. Roy no lo había olvidado. Por supuesto que no, por un momento había pensado que Roy no utilizaría alguno de los momentos de vulnerabilidad que tuviese para herirlo con sus palabras groseras. Se había equivocado otra vez.

 

- ¿No te agrada la idea? - Le oyó preguntarle y al no contestarle lo obligo a sujetarle de la barbilla para encararlo - Vaya, pensé que te agradaría quedarte al lado de tu adorado príncipe y no tener que arrastrarte conmigo a una reunión aburrida -

 

- Por supuesto que me agrada - Siseó Edward con sus ojos brillantes llenos de reto - Estaré solo con Ling ¿Qué mas podría pedir? -

 

- Por supuesto príncipe, por supuesto - por ningún motivo dejo entrever al príncipe su desagrado con lo que el rubio había acabado de decir y su mala idea de centrarse en una junta con la mandataria de Dublith - Te veré para la hora de la comida Edward. Espero que te diviertas con él -

 

El rey lo soltó y se dio la vuelta dándole la espalda. Con pasos dudosos se encamino a la salida, pero se detuvo cuando escucho al príncipe musitar.

 

- Ya vera que sí majestad -

 

Roy sonrío y soltó un bufido molesto, pero no volvió sus pasos ni dijo nada más. Simplemente salio de la habitación dejando a Edward solo.

 

- Idiota -  murmuró el rubio y llevo una de sus manos al rostro una vez que estuvo completamente solo.

† "•" †

 

Llevaba mas de cinco minutos hablando, pero era mas que obvio que lo hacia al aire. Edward no le había prestado la más minima atención mientras avanzaban por un caminillo de piedra bola entre los jardines. Vamos, Ling no había escuchado la posible discusión que los reyes habían tenido y se había enterado de casualidad de su desacuerdo casi por cuchicheos entre criados.

 

Solo sabía que el rey había salido a muy temprana hora de su habitación, azotando la puerta y bramando maldición y media por los pasillos. En la habitación real había habido problemas y por lo visto una notable diferencia de opiniones entre ambos monarcas que, ni siquiera juntos habían tomado el desayuno.

 

- Edward - lo llamó haciéndole detenerse de golpe al haberlo sujetado de los brazos. Al parecer solo algo como aquello lo había hecho regresar a la tierra. Pues sus ojos dorados ahora lo veían.

 

Finalmente, pensó Ling

 

- Algo no esta bien ¿Verdad? - Le preguntó y notando la mirada de desconcierto del rubio agrego - Hay problemas entre el rey y tú -

 

- Vamos Ling ¡No pasa nada! Todo esta perfectamente - soltó de inmediato el rubio y al notar el rostro serio de Ling supo que, no le había creído en lo absoluto.

 

- Mentiroso - dijó Ling, Edward jamás había sido bueno para las mentiras, tenia un pequeño temblor en la voz cada vez que intentaba decir alguna mentira y era simple de notarlo - Si hubiese algo malo se sabría y si fuese bueno también -

 

- Pero Ed, no hay ningún comentario sobre ustedes en ningún lado - Ling bufó luego de decir aquello y se alejó unos cuantos pasos del rubio contemplando el intenso follaje verde frente a sus ojos.

 

- Parece que lo suyo es un matrimonio frío, distante y ciertamente indiferente -

 

Edward suspiró y con ello, los largos mechones de su flequillo dorado le cubrieron casi por completo el rostro. Una intimidad y confianza como aquella que compartía junto a Ling se le antojaban alguna vez, fuese posible con su esposo, pero estaba de más algo como aquello. Jamás sucedería. Brevemente se le empaparon los ojos, pero fue lo suficientemente fuerte para tragarse las lágrimas.

 

Abrió los ojos que por mero impulso había cerrado momentos antes, las calidas y suaves yemas de los dedos de Ling le acariciaron con delicadeza la mejilla izquierda reconfortándolo y notó los ojos dolidos de este cuando sus miradas se encontraron. Trato de sonreírle lo mejor que pudo.

 

- Mustang es un verdadero idiota - musito el pelinegro - Si fueses mi esposo jamás te trataría de esa manera -

 

- Viviría por y para hacerte feliz - sus dedos apretaron y masajearon suavemente su mejilla mientras su frente terminaba sobre la del rubio y le sonreía.

 

Fue suficiente, para sacarle a Ed un sonrojo y una tierna sonrisa.

 

- Gracias - susurró Ed, subiendo una de sus manos y posándola de igual manera sobre la mejilla de Ling.

 

El pelinegro fue el primero en separarse, pero no se negó a posar su mano sobre la cabeza del rubio, revolviendo sus cabellos y despeinadole hasta los flequillos. Aquello logro sacarle una risilla junto con un manotazo juguetón al pelinegro para que dejara de despeinarle. Casi en completo silencio siguieron con su camino, pero no habían dado muchos pasos cuando Ling se detuvo llamándole con suavidad.

 

- Edward -

 

- ¿Mmm? - los ojos dorados del príncipe lo observaron y con conmoción noto como el semblante del Xianganes se oscurecía con algo de melancolía.

 

- Si hubiese, la más minima posibilidad de que algún día estuvieras libre de este matrimonio - había intentado decirlo cargándolo todo con un sentimiento de anhelo, pero le había sido imposible - Volverías y... ¿te quedarías conmigo? -

 

Los ojos del rubio por un segundo perdieron su color y termino desviando la vista. No quería realmente, pensar en el momento en que su matrimonio de conveniencia terminaría. Pero tenia que ser realista. El rey no lo quería a su lado y era más probable que en cualquier momento aburrido de él, anularía su enlace. Era probable, mas nunca antes había pensado que haría después de ello.

 

Regresaría a Rizenbull tal vez, pero intentar retomar su compromiso con Ling, era algo que... no creía llegar a poder hacerlo y mucho menos cuando él...

 

- No creo que sea algo justo para ti Ling - el rubio apretó los puños y frunció las cejas - Mucho mas aun cuando se que yo, seguiría amando a Roy -

 

Ling asintió, mas no por ello se dio por vencido.

 

- Tu amor por él nació con el tiempo y con el tiempo podrás olvidarlo y...- la distancia que los había separado había sido eliminada con rapidez por el pelinegro que ahora volvía a posar sus manos en las mejillas tostadas del rubio - Darme una oportunidad a mi -

 

Edward lo miró con dolor. Ling no podría pedirle algo como aquello, no cuando no podía asegurarle que llegaría a quererlo como algo más que un amigo. Pues tal vez ni siquiera el tiempo, lograría hacerle olvidar todos aquellos sentimientos que ahora muy profundos en su corazón, crecían más y más cada vez por Roy.

 

- Pero no te angustiare mas ni insistiré, no hay posibilidades de que algo así suceda - susurró Ling limpiando con la yema de sus dedos dos pequeñas gotitas saladas que había derramado el príncipe que hasta ese momento se percataba de ello - Además con el encanto que tienes, es seguro que terminas enamorando a tu rey -

 

"Si supieras que darte esa oportunidad es casi tangible y mas creíble que enamorar a Roy"

 

Y Ling se había agazapado, mientras sujetaba su barbilla entre sus dedos y alzaba el pequeño mentón del rubio. Enrojeciéndose a más no poder, mientras lo veía bajar hacia él y antes de que los labios del pelinegro tocaran los del rubio, Ling vio un montón de estrellitas.

 

¿Había sido aquella una patada de mula? Y de ser así ¿Quién la había dejado entrar?

 

- ¡Ni se te ocurra intentarlo de nuevo! - bramó un Edward completamente ofuscado y por poco echando humo hasta por las orejas amenazando al pelinegro a puño cerrado frente a su cara maltrecha.

 

- ¡Oh que malo! Ya ni porque somos amigos - siseó Ling sobandose la mejilla golpeada y son varias lagrimitas bajando por sus mejillas.

 

- ¡Imbécil! - Gruñó Ed sujetándolo del cuello de su clásica chaqueta - ¡Vamos a dejar de serlo si sigues haciendo estas pendejadas! - 

 

-  Este es mi Edward, tan violento y mal hablado y tan... - Los pelos se le pusieron de punta al rubio cuando si saber como Ling lo había capturado entre sus brazos y lo mecía entre los mismos.

 

Ya se veía venir.

 

- Wahhhhh-

 

Pues lo golpeo de nuevo.

† "•" †

 

Cuando el rey le había dicho aquella mañana que le vería para la hora de la comida, jamás había pensado que terminaría buscándolo él mismo para que a la mesa se sentara. Aquel trabajo bien se lo hubiese podido dejar a cualquier mozo, pero cuando Izumi le había preguntado del paradero del rey, sin saber exactamente que contestar, había optado por levantarse accidentadamente de su asiento en el comedor y disculparse a si mismo mientras argumentaba que iría a buscar por su propio pie a quien fuera su esposo.

 

Ling inmediatamente se había ofrecido a acompañarle, mas se contuvo de hacerlo cuando la misma Izumi con una sonrisa traviesa murmuró "Déjalo ir solo niño, que acaso no notas que es un encuentro íntimo entre reyes" logrando con ello, dejar sentado al pelinegro que no pudo evitar fruncir el seño notablemente molesto, imaginando seguramente la escena.

 

Él no había podido más que girarse y salir a toda prisa del comedor real, casi indignado.

 

¡Encuentro intimo!

 

¡Tonterías!

 

Seguramente el rey se había quedado por ahí concienzudamente, negándose al fin a prestarse a toda aquella pantomima que ambos perfectamente habían montado. Edward rió por lo bajo, seguramente hasta se hubiese encerrado en alguna lejana habitación, con la única intención de dormirse como solía hacerlo.

 

Shezka en más de una ocasión le había contado que el rey, cuando no deseaba cumplir el protocolo real, volviéndose un completo flojo, llegaba a encerrarse hasta en las pequeñas bodegas para simplemente, echarse una siesta que tal vez ni siquiera necesitaba, pero que era perfecta para desperdiciar el tiempo y no hacer nada. Aunque a él nunca le había tocado encontrarlo en una situación parecida.

 

Los minutos empezaban a pasar rápidamente y por más habitaciones y rincones que había recorrido en ningún lugar había rastro alguno del rey. Incluso había llegado a preguntarles a algunos de los cortesanos que recorrían los pasillos. Muchos de ellos, no se habían dignado más que a corresponder su saludo inicial y continuaron su camino casi ignorarlo, pero las pocas personas que en el castillo le estimaban, no habían podido darle algún dato del paradero del rey de Amestris.

 

El rubio se detuvo suspirando antes de cruzar la puerta del último corredor.

 

¡Tal vez ni en el castillo se encontrara! De cualquier manera tenia que revisar hasta el ultimo lugar.

 

Camino los pasos que le faltaban y tomo con suavidad el pomo de la puerta girándolo. No hizo sonido alguno y con facilidad la pesada puerta empezó a abrirse dándole el paso. Edward parpadeo un poco queriéndose acostumbrar a la luz. O las ventanas de todo ese pasillo no tenían cortina alguna o bien eran reflectoras. De cualquier manera no pudo más que quedarse quieto para cerrar los ojos para aminorar un poco el encandilamiento momentáneo.

 

Mas unos susurros llamaron su atención, haciéndole abrir los ojos nuevamente. No eran palabras confidentes, pero si se escuchaban lo suficientemente lejanas y confiadas a la privacidad que el último pasillo de todo el castillo les confería. Después de todo nadie o casi nadie nunca por ahí pasaban. Tal vez y fuese el encuentro privado entre dos amantes y seria testigo de él. Lamentablemente y aunque no lo quisiera tendría que molestarles, podía ser posible que alguno de aquellos dos hubiese visto de casualidad al regente del castillo.

 

El príncipe se encamino entonces a donde las voces provenían y aunque sus pasos se hacían notorios por el eco en el encerrado corredor, tal parecía que aquellos dos no le habían prestado si quiera la atención necesaria. Pudo reconocer a lo lejos la tela áspera azulada que vestían y no fue necesario terminar por ver el corte o las insignias en los chalecos.

 

Militares de Amestris sin duda.

 

Edward arqueo una ceja, era completamente extraño que dos integrantes de la milicia estuviesen en aquella parte del castillo, mas no imposible. Pero casi sonrío complacido, siendo del ejército no se atreverían a dejarle con la palabra en la boca como la mayoría de los cortesanos.  Aunque aun le quedaban algo lejos de alcance. El rubio abrió la boca para hablarles mas se detuvo de golpe y contuvo la respiración cuando escucho la voz del pelinegro que le daba la espalda.

 

- ¡Por favor no te vayas! -  Era Roy, sin ninguna duda.

 

Lo vio casi correr tras una mujer rubia que se alejaba presurosa. La tomo del brazo y noto como esta se zafaba de su agarre con violencia y Edward la vio, una bella mujer de intensa mirada rojiza como la sangre. Una mujer fuerte y de mirada dolida que le reclamaba fuertemente a Roy por demasiadas cosas tan simples y fáciles de leer bajo su mirada.

 

Roy quiso abrazarla, mas ella se alejo lo mas que pudo y levanto sus manos impidiéndole acercarse.

 

- ¡Apártate! - gruño la rubia, conteniendo todas las ganas que tenia de tomar entre sus manos el revolver que tras su espalda siempre cargaba y amenazarlo con él como acostumbraba.

 

Pero sabía que era en vano, nada amedrentaría el impulso de Roy por seguirla o acercarse.

 

- No - Bramó con fuerza Roy acercándose una vez mas a ella - ¡No lo haré! -

 

Tal vez ella no se lo esperaba o bien se lo tenia bien planeado. Lo que importaba en esos momentos para los ojos de Edward era que, Roy la había apresado entre sus brazos, sosteniéndola evitándole cualquier escapatoria posible de los mismos. Pudo sentir toda la impotencia del rey y la añoranza que sentía mientras la acunaba tiernamente entre sus brazos y recargaba su rubia cabeza contra su amplio pecho.

 

- Discúlpame, discúlpame - musito Roy con una ternura que nunca antes había escuchado brotando de sus labios.  - No volveré a dejarte, nunca mas Riza -

 

Y aquello hizo que toda la sangre se le bajara hasta los pues al príncipe, destiñendo su piel  bronceada hasta dejarla de un color tan pálido como la cera. Casi se tropezó cuando giro sus piernas dándoles la espalda y la respiración le falto mientras a largas zancadas se alejaba por donde había venido. El pasillo contiguo y la puerta que los dividía se le antojaban a hora tan lejos de su alcance, que si incluso corría, nunca llegaría a los mismos.

 

Ella era

 

Ella era la mujer que Roy...

 

Edward llego al fin bajo el umbral de la puerta y lo cruzo, bajando la cabeza y cerrándola lo más rápido que podía.

 

Yo no deseaba nada de esto, aun así me casare contigo. Pero jamás abandonare a Riza.

 

Las palabras que Roy le había dicho desde su primer día en el castillo, volvió a escucharlas una y otra vez en su cabeza, produciéndole náuseas. Tantas que incluso tuvo que sostenerse de la ruda madera cuando sus piernas temblaron amanzanando con tumbarlo.

 

Ella era la mujer que Roy deseaba como esposa.

 

A la que amaba, a la que quería, a la que aun deseaba a su lado.

 

Por la que lo dejaría.

 

Ella era Riza.

 

Sabía que aquel momento algún día iba a llegar y de algún modo había creído que soportaría todo aquello, después de todo en ese momento se suponía que no amaría más a Roy Mustang. Pero la verdad, todo le había caído de golpe de repente y cuando aun le quería y le dolía.

 

Le dolía demasiado el verlos, el saberlo y el aceptarlo.

 

No era él a quien quería a su lado,  a ella. Roy no lo amaba a él sino a Riza.

 

Edward sintió como el nudo en su garganta se hacia mas punzante y al mismo tiempo como se le llenaban las pestañas de lagrimas. Sí era doloroso. Pero no le daría la satisfacción al rey de verlo derrotado por ello. Trago saliva y parpadeo varias veces tragándose las gotas saladas que evito si quiera mojaran mas de la cuenta sus pestañas.

 

Si era necesario, revestiría su corazón de materia frío y duro, para que ya no doliera.

 

Un corazón que seria tan duro, como el acero.

 

Un corazón de acero que no dejaría caer más lagrimas.

 

† "•" †

La comida se había llevado acabo aun sin la presencia del rey de Amestris y bajo la guía del anfitrión rubio, que había regresado un poco más taciturno de su búsqueda del rey pero no por ello, menos amable o solicito con todos y cada uno. Todo había transcurrido con calma y cuando la comida había concluido el príncipe se había excusado para retirarse a sus habitaciones, alegando cansancio.

 

Pero Ling lo sabía. Algo o nuevamente había pasado con los dos monarcas.

 

Y justamente no había sido nada bueno.

 

Opto por no seguirle y junto a sus dos escoltas personales se había retirado también a la habitación que les habían asignado. Después de todo aun tenía que curarse la magulladura que Ed le había regalado y que ahora empezaba a hincharle la mejilla con rapidez.

 

- Goooahhhh- gimió dolorosamente el pelinegro mientras una no muy atenta Lan Fan le cubría con una gasa el golpe en una de sus mejillas - Cada vez golpea mas fuerte la pulga con trenza -

 

- Sigo sin entender de todo ¿Qué hacemos aquí? Waka - preguntó Fu el abuelo de Lan que estaba sentado en uno de los sillones frente a ellos, mirando como los movimientos de su nieta se tensaban al momento en que hacia aquella pregunta.

 

Como si su siguiente acción, dependiera de la respuesta que el joven heredero de Xing le diera a su abuelo. Fu casi se había arrepentido de hacer la pregunta, pues sin distinción alguna de que fuese una buena o mala respuesta, la reacción que tendría su nieta no podría catalogarse como buena.

 

- Ya te lo he dicho, he venido a recuperar lo que es mío - sentencio el pelinegro girando sus rasgados parpados hacia el hombre de bigote gris - Edward, por supuesto -

 

- Si me lo permite decírselo waka, el príncipe Edward ya esta casado - Lan Fan casi asintió a las palabras dichas por su abuelo, pero se limito a cortar una pequeña cinta adhesiva para colocarla sobre la piel de su maestro.

 

- Eso lo se muy bien, pero puedo llevármelo siempre y cuando Ed así lo quiera - la chica y Fu se miraron entre si y fue este ultimo quien rompió el contacto de sus miradas para dirigirla a su soberano.

 

- No creo que el emperador, vea con agrado algo como eso maestro - Lin soltó una carcajada divertida y mientras llevaba una de sus manos a su barbilla.

 

- Claro que si, soy su heredero designado y él muy bien sabe que Edward era mi prometido en matrimonio, mucho antes de que se formara la ridícula alianza - el pelinegro sonrío con autosuficiencia y la joven morocha que lo veía no pudo evitar bajar la vista y girar el rostro compungida.

 

- Por derecho Edward sigue siendo mío y llevármelo será bien visto. Después de todo Xing, no es miembro de la Alianza y mucho menos el emperador no hará valido el enlace de Ed con el monarca de Amestris para las tierras de Xing, si así yo lo quiero - aquello atrajo una vez mas la vista de ambos hacia el joven soberano que les miraba despreocupado.

 

- Y lo que yo quiero es que Edward venga conmigo para que se convierta en mi prometido y en poco tiempo mi esposo - soltó al fin mostrando la totalidad de sus ojos oscuros y rasgados.

 

- Pero Maestro llevarse al príncipe Edward, es básicamente declararle la guerra a Amestris - acotó Fu escandalizado.

 

- El emperador no lo consen... - agrego Lan Fan mas de improviso el joven príncipe la interrumpió.

 

- ¡Lo consentirá Lan Fan! - Bramó el príncipe levantándose de su asiento - ¡No hay nada que mi padre no desee mas que derrotar a Amestris y reclamar las tierras como suyas! -

 

- ¿Entonces el príncipe Edward solo será un pretexto para iniciar una guerra que es mas que deseada? - pregunto incrédula Lan Fan mirando con los ojos muy abiertos a su alteza.

 

- Para el emperador, sí - acepto el pelinegro volviéndose a sentar - Para mí en cambio, es simplemente obtener al hombre que siempre he querido -

 

Fu simplemente negó con la cabeza. No estaba de acuerdo con los planes de su señor y aunque tampoco lo quisiera, si él se lo ordenaba, estaba dispuesto a cumplir con las órdenes que se le impusieran. Lo que ahora el hombre mayor temía era que su nieta, Lan Fan, desobedeciera todas y cada una de las mismas y que por lo visto estaba dispuesta a hacer.

 

- El príncipe acepto casarse con el monarca de Amestris para evitar una guerra - - ¿Crees que vera con buenos ojos que usted se lo quiera llevar justo para iniciar otra? -

 

- Claro que lo hará, después de todo lo sacare de un matrimonio que tan solo le esta causando daño - musito Ling sonriendo de lado.

 

Tan solo era cuestión de un poco de tiempo y claro estaba, dejarle mas que claro a Edward que a su lado, podía encontrar un futuro mas feliz y por su puesto el amor que anhelaba fuese correspondido de la misma forma de su parte.

 

Y él lo iba a hacer, Mustang no seria rival para él.

 

Nunca.

 

- Y el solo vendrá a mí - susurro y sonrío plenamente convencido de ello de solo imaginarlo

 

- Lo hará ya lo veras, Lan Fan -

 

† "•" †

 

"Estas lágrimas que caen siempre son por la misma razón"

 

N d la Y: Uff! Acabe el capi! Fue toda una odisea, estando yo tan mal como estaba. Días antes casi me moría de una, ah si! Intoxicación por almendras y luego una gripe nivel 5 que me tuvo en cama por varios días! A penas y pude escribir, así que espero que el coctel de píldoras y tóxicos que aun tengo en la sangre hayan servido de algo y les guste el capi! Byeeee!

 

Ah si! Lo olvidaba! 17 Revis! Las quiero  17 veces mas! 

 

Muchísimas gracias! Y por su puesto háganme quererlas mas!!

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).