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Single Lady por YukaKyo

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Notas del capitulo:

 

Single Lady

 

Debes de saber que, El Alquimista de Acero también Fullmetal Alchemist o ハガレン,  es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la creadora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría.

Con la pareja Roy x Ed. 

También que quiero que recuerden la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes) Un capitulo por los reviews que me den.

Que mi Beta es: Rei Zero Muchísimas gracias nena! *o*

 

 oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

“Únicamente para ti… con todo mi desprecio”

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

 

24.- El Ala Oeste

 

 

Pasó sus ojos calmadamente por toda la habitación y la monótona imagen de todos los días volvió a presenciarse. La sala del trono estaba más que vacía y solo era acompañado por los guardias que custodiaban la puerta de la fastuosa habitación y que observaban frente a él un punto muerto sin soltar un solo pestañeo, tan rectos y silenciosos mas allá de lo posible.

 

Un golpe seco tras la enorme puerta de madera, rompió el cotidiano silencio de la sala y con el debido y marcado protocolo la misma fue abierta con discreción por los guardias. Pero él recién llegado ni siquiera esperó ser presentado como era debido y avanzó a marcha rápida sobre la rica alfombra roja que adornaba el piso de mármol. Era un gesto grosero que se acrecentaba cada vez más en poca cortesía e irrespetuosidad, más ahora que veía como un igual al rey frente a él, mirándolo directamente a los ojos.

 

Pero mostró un poco de etiqueta, brindándole una respetuosa inclinación de cabeza antes de soltar.

 

— El rey de Amestris esta en peligro de muerte — los ojos del hombre no vieron cambio alguno en la faz de su rey — Justo como deseaba —

 

Fue al momento de decir aquello, cuando una sonrisa ancha y complacida se dibujó en los labios del monarca alzando los flequillos crespos y ásperos de su barba rubia. Se levantó rápido del trono en el que estaba sentado y avanzó hasta los amplios ventanales en la habitación donde los verdes prados fueron observados por sus ojos dorados añorantes.

 

No era justamente la noticia que esperaba, pero, ciertamente tampoco le desagradaba del todo. Aunque tal vez en unas horas recibiría la noticia de que el rey estaba más que muerto y ciertamente nada le alegraría más que aquello.

 

Sonrío un poco mas curvando sus labios rasguñando su barba con las uñas y como si se le hubiese olvidado, giró el rostro encarando al hombre.

 

— ¿Y Edward? —

 

El hombre parpadeó confuso un momento, más de inmediato entendió lo que sucedía y sonrío mostrando una perfecta dentadura afilada en uniformes colmillos. Llevó una de sus manos a los cortos flequillos oscuros de su cabello, levantados contra toda fuerza de gravedad y mostró orgulloso el tatuaje rojizo en el dorso de su mano mientras lo hacía.

 

— Está vivo — informó secamente para añadir con saña — Por ahora —

 

El rey asintió y volvió su vista hacia la ventana y la sonrisa que llevaba en sus labios se acentuó un poco más, incluso mostró desdeñosamente uno de sus colmillos blancos con saña. 

 

Edward necesitaba seguir con vida, al menos por unos momentos más.

 

† “•” †

 

Finalmente habían decidido llevarse al rey al castillo, aunque su situación siguiese siendo delicada. Parecía hasta el momento, la opción más indicada y práctica. El castillo era mas seguro que el hospital en donde había estado. La entrada al mismo era más que estricta y no todos los que intentaban entrar eran admitidos.

 

Los guardias eran recelosos en su trabajo y los sirvientes precavidos en exceso, con un amplio sentido de la comunicación entre todos que, si algún extraño llegarse a colarse sin que alguien se diera cuenta, alguno de ellos que lo hubiese visto por casualidad, se lo comunicaría de inmediato a todos los demás.

 

Un lugar más que perfecto para custodiar la recuperación del rey, quien podía volver a sufrir un atentado de igual o mayor magnitud si no era bien protegido por los suyos.

 

Fue por ello que Maes había insistido tanto para el cambio de Roy aun y en contra de las indicaciones de Knox, se había traído al rey al castillo y era justo ahí donde ahora se monitoreaba el avance en la condición de Roy y ahora estaban ahí, a las afueras de la habitación donde estaba instalado el rey esperando buenas nuevas del mismo.

 

Emisarios de otros reinos habían llegado apenas la noticia se supo, trayendo con ellos las cartas de condolencias y las muestras de indignación ante el atentado que el rey había sufrido. Maes sabia mejor que nadie que pocas de las mismas eran en verdad sentidas y la mayoría solo era para guardar las apariencias ante el reino.

 

No todas las naciones estaban a favor del rey y muchas de ellas le habían puesto incluso, precio a su cabeza. Pero por las relaciones internacionales y tratados de paz, lo mejor hasta el momento era ignorar los roces que tenían entre ellos e informales aunque fuera muy superficialmente el estado del rey de su nación.

 

Maes soltó un bufido, incluso en sus mismas filas generales y oficiales de rango alto estaban ahí, atestando el modesto corredor, incluso plagándolo de sillas que en pocas ocasiones se encontraban vacías. De todos aquellos, solo había un pequeño puñado que le interesaba la pronta recuperación de Roy y los demás ya incluso hacían comentarios de quién sería el próximo regente del ejército. El de lentes torció la boca molesto.

 

Tan solo eran aves de mal agüero que incomodaban la frágil tranquilidad en el lugar que era quebrada cada vez que la puerta se abría o se cerraba cuando el doctor llegaba, llevándolos a la incertidumbre de lo desconocido.

 

El antiguo equipo de Roy y que ahora era del príncipe también, se encontraba ahí de igual manera, de hecho, habían montado guardia desde el primer minuto en que el pelinegro había sido dejado en la habitación y en ningún momento de ahí se habían movido. La conmoción de lo que había pasado les había calado profundamente a cada uno, incluso mas a la teniente que no había hecho otra cosa que llorar calladamente desde el primer momento en que había visto a Roy en medio de aquel charco de sangre.

 

Recordaba que en el justo momento en el que había caído, la rubia se había lanzado al suelo junto a él y lo había sostenido en sus brazos mientras gritaba su nombre con la garganta rota. Edward no había hecho aquello, había dominado los impulsos y había dejado que los enfermeros trabajaran con rapidez y eficiencia sobre las heridas del rey, pero ahora Riza con aquella actitud tan solo estaba entorpeciendo sus labores y al mismo tiempo arriesgando la posibilidad de salvarle la vida al pelinegro.

 

Havoc fue quien había intercedido adelantándose al príncipe queriendo razonar con ella sin resultado alguno, pero cuando el príncipe se había acercado a ella y le había pedido, no mas bien, le había ordenado que lo soltara, la mujer lo había mirado con furia apenas contenida en su mirada rojiza, haciéndose a un lado a regañadientes dejando que atendieran al rey.

 

El general dirigió sus ojos a la misma, Riza aun lloraba y aunque Havoc pasaba una y otra vez su mano por la pequeña espalda de la mujer, esta no parecía reconfortarse en lo más mínimo. Mirándola detenidamente notó que en algún momento alguien, tal vez el mismo Jean, la había convencido de ir a cambiarse las ropas manchadas de sangre que hasta un día atrás aun vestía.

 

Los rostros de todos se encontraban cansados y demacrados, pues aunque la vida de Roy ya no estaba corriendo peligro alguno, su futuro en si seguía siendo desconocido.

 

Los ojos de Maes volvieron entonces al lugar que había estado observando en los últimos días, la puerta blanca y cerrada que resguardaba la habitación donde el rey se encontraba. El hombre apretó los labios y frunció las cejas dolido.

 

Habían pasado exactamente cuatro días desde que todo aquello había pasado, cuatro días desde que Ed había intentado salvarlo utilizando su alquimia y casi había muerto por la tremenda pérdida de energía en la misma. Pues se había desmayado y al igual que Roy su estado de salud había pasado a un nivel crítico y alarmante. Pero Edward apenas unas horas atrás había despertado casi milagrosamente.

 

Y solo había dejado que Knox lo revisara lo más rápido posible para dirigirse de inmediato a las habitaciones de Roy y desde entonces no había salido de la misma en lo absoluto. No había dudado un solo momento en arriesgarse para salvarlo y seguía haciendo lo mismo aún y cuando necesitaba descansar lo más que se pudiera para recuperarse, más no le importaba si llegaba a tener alguna recaída. El descansaría cuando Roy volviera a abrir los ojos y no le importaba el tiempo que aquello tomara.

 

El general sonrío tristemente. Edward estaba luchando incansablemente para sobreponerse a todo aquello. Con determinación, fuerza y sin derramar alguna lagrima, tragándose las ganas que tenia de hacerlo. Maes se mordió un labio confundido, él también tenia esperanzas, pero, si Roy no volvía a despertar, Edward no iba a soportar algo como aquello.

 

† “•” †

 

Con suavidad Rose  dejó sobre el taburete y cerca de Edward el cuenco de agua fresca que el rubio le había pedido y tímidamente posó sus ojos en el rostro durmiente de Roy que parecía un poco mas compuesto a comparación de horas atrás. Seguía igual de pálido como el papel, pero al menos sus labios ya no estaban resecos y su respiración se había hecho más acompasada y tranquila.

 

Tuvo que hacerse a un lado cuando Edward hundió una pequeña toalla en el cuenco y en el mismo estricto silencio ahora observó al rubio moverse con lentitud a cada paso. Exprimiendo la toalla muy apenas dejándola lo suficiente mojada antes de llevarla al rostro del rey aseándolo con ella.

 

— ¿En que mas te puedo ayudar Ed? — le preguntó con todo el tacto que pudo y atrajo la mirada dorada del joven a ella poco después de eso.

 

Edward dibujo en sus labios una sonrisa sutil tratando con ello de tranquilizarla y asegurarle que en verdad todo estaba bien y sintiendo que no solo con ello podría convencerla, tragó saliva antes de decir.

 

— Es todo por el momento Rose — le dijo — Puedes retirarte —

 

Lo había mirado de forma dudosa pero la sonrisa que el rubio le había brindado había intentado calmarla y podía decirse que casi lo había logrado. Había sentido levemente dándose la vuelta para dirigirse a la salida de la habitación. Edward deseaba quedarse a solas con Roy y cuidarlo tan solícitamente como se pudiera y aquello era totalmente comprensible. En silencio abandonó la habitación, pero se iba a asegurar de estar lo mas cerca que se pudiera si es que el rubio llegaba a necesitarla cerca.

 

Cuando la puerta finalmente se cerró, el joven suspiró cansado notablemente. Era difícil seguir fingiendo que todo estaba perfectamente cuando no lo estaba. Frunció sus cejas preocupadas y mordió levemente uno de sus labios, aun pasando con suavidad la fina tela por la frente del pelinegro. Ya habían pasado demasiados días desde que había realizado la transmutación y parecía que los mismos días en que había estado inconsciente, no le habían servido en lo absoluto para componerse del todo.

 

Sentía los párpados horrendamente pesados y el cuerpo cortado y dolorido.

 

Aunque en todo lo demás se sentía bien.

 

Según Knox había terminado considerablemente cansado después de practicar el rentan jutsu para salvar a Roy. Edward tenía que aceptar que había sido una completa falta de escrúpulos el hacerlo más en su actual estado. Podía haber provocado la muerte de su hijo e incluso la suya propia. Pues aquella rama de la alquimia sólo trabajaba con la energía vital de la persona que la usaba.

 

En el estado crítico en el que Roy se había encontrado, le había pasado vagamente por la cabeza la necesidad absoluta de dar su vida a cambio de la del pelinegro y lo hubiese hecho sin rechistar si el intercambio necesariamente tenia que ser así. Pero algo había pasado en medio del círculo transmutado y la luz plateada que los había envuelto a ambos.

 

Él se encontraba perfectamente bien y su bebe también. Había utilizado su energía para salvar a Roy, pero no en una exagerada cantidad como era ineludible para arrebatar al pelinegro de las garras de la muerte. Edward agitó la cabeza con fuerza, en aquellos momentos no importaba ya pensar en nada de aquello.

 

Lo único que en esos momentos deseaba era que Roy abriera los ojos una vez más.

 

Observando al pelinegro detenidamente, las palabras del doctor militar llegaron a su cabeza, la transmutación había sido perfecta y un completo éxito o al menos eso fue lo que le dijo una vez que lo reviso horas atrás y lo encontró plenamente curado. Continuaba inconsciente por la falta de sangre, pero al menos tenía un poco mas de color y respiraba con normalidad.

 

Varias enfermeras se habían puesto a su disposición solícitas para terminar con su trabajo, pero él las había rechazado amablemente al igual como lo había hecho con Rose. Él podía ocuparse de atenderlo y darle en aquellos momentos un pequeño baño con las esponjas, paños y agua fresca que la bicolor le había traído.

 

Rose lo había dejado solo con el rey para que realizara aquella labor, tan íntimamente como quisiera. Edward observó la pequeña tina con agua fresca estaba a su lado y remojó en la misma un pedazo de franela blanca, exprimiéndola levemente dejándola húmeda.

 

Abrió los botones del pijama que el pelinegro vestía y continuó con su labor. La piel se humedecía y brillaba limpia con cada roce de la tela y fue pasando por sobre el cuello y el pecho avanzando mas por el vientre hasta girar concienzudamente a la herida que Roy había recibido. La bala no había hecho un orificio de salida y ellos al momento de realizar la transmutación rompieron completamente la piel para sacarla.

 

No había quedado cicatriz alguna, denotando con ello el perfecto trabajo que el rubio había hecho.

 

Pero estaba seguro que desde el costado hasta detrás de la espalda de Roy, si había quedado la marca de la piel quemada que el mismo rey se había cauterizado, sin que nadie se percatara de ello. Era una lástima, pero la cicatriz inmensa en su costado no tendría forma alguna de quitarla. Le cerró la camisa de fresco algodón cuando hubo terminado y se limitó a limpiar una vez más el rostro sereno de Roy terminando ya así con sus labores.

 

El rubio tomo entonces la mano izquierda del rey y agachó la cabeza y con lentitud depositó un sutil beso en el dorso de la mano, antes de dejar su cara descansando contra la misma. El rostro compungido del rubio.

 

No quería que el rey muriera.

 

No deseaba por nada del mundo perderlo.

 

† “•” †

 

— ¿Qué sucedió? —

 

Escuchó que alguien preguntaba en la habitación, pero la voz le había parecido tan lejana y muy apenas murmurada. Pero la presión en su mano proveniente de la que sostenía y que se había girado hasta sujetarle la suya lo había hecho retirar su rostro y abrir los ojos viendo directamente hacia el pelinegro que recostado aún estaba.

 

Seguía igual de pálido y tal vez tenía los labios resecos, pero los intensos ojos de zafiro lo observaban intensamente, parpadeando, aún notablemente cansado. Despacio dejó ir su mano y casi sonrió jubiloso al ver que podía moverse el rey a voluntad propia.

 

— Si que nos diste un buen susto— murmuro el príncipe un poco molesto observándolo con la misma molestia, pero el rey pudo ver como Edward cerraba los ojos, echaba para delante su cuerpo y se tragaba un suspiro al tiempo que susurraba entrecortadamente — Rey incompetente —

 

Roy le miró extrañado, su cabeza le daba vueltas y recordaba vagamente lo que había sucedido. Haciendo un esfuerzo por levantarse, muy apenas y pudo quedar sentado sobre los numerosos cojines en la cama con la ayuda de Edward y llevándose una de las manos al rostro, fue entonces que, como flechazos las imágenes llegaron a él de pronto.

 

Su pelea en medio del pasillo, los gritos de las personas alrededor, un hombre apuntándole a Edward con el arma y luego, el calor abrazador del misil penetrando la carne viva de su cuerpo y el brillo dorado incrédulo de los ojos del rubio que había dejado de mirar cuando sus propios parpados se habían cerrado.

 

Gimiendo dolorosamente, Roy cerró los ojos con fuerza y pasó la lengua por sus labios resecos y agrietados. Abrió la boca para hablar pero ni siquiera pudo soltar alguna sílaba cuando fueron interrumpidos.

 

— Edward ¿Cómo se encuentra…—

 

Maes quien simplemente había empujado a la puerta sin tocar antes, se había quedado de piedra bajo el umbral de la misma. Al parecer no había soportado mas el no tener noticias de Roy y se había quedado completamente callado al verlo despierto.

 

El ceño angustiado de Maes se había borrado de inmediato y una enrome sonrisa adornó sus labios, agradecido con lo que ocurría antes de girarse en la puerta y gritar a todo pulmón más que jubiloso.

 

— ¡El rey ha despertado!—

 

Maes no pudo evitar sonreír mostrando su perfecta dentadura mientras soltaba aquello a todo pulmón, echando una mirada tras su espalda donde todo un séquito de conocidos y sirvientes esperaba noticias del rey, afuera de las habitaciones del príncipe. Roy simplemente le veía arqueando una ceja y el príncipe sentado en una silla al lado de la cama evitaba mirarle a los ojos.

 

Se oyeron varias exclamaciones de gozo, antes de comenzar a ver como una a una las personas entraban llenando la estancia. Edward la vio, había escuchado claramente su sollozo y Riza haciéndose paso entre las gentes fue a dar a donde estaba el rey. Sentándose en la cama de lado contrario a donde estaba el príncipe y sin mediar palabra alguna, terminó colgándose del cuello del pelinegro mientras soltaba un sollozo, acompañado de incontables lágrimas.

 

— ¡Roy!— el pelinegro que en un principio se había quedado azorado, simplemente correspondió al llamado pasando uno de sus brazos por la esbelta cintura de Riza, atrayéndola un poco más a él.

 

Edward tembló ligeramente ante aquello, que lo había tomado de sorpresa también y apartó la mirada de ambos, sintiéndose fuera de lugar en todo aquello. Pues ahora cuando Riza lloraba por Roy, él ni siquiera no había podido derramar una sola lágrima por lo sucedido. No pudo evitar sentir un nudo en la garganta.

 

Era como si ella, estuviera en su lugar.

 

Más bien parecía como si él estuviese quitándole el lugar que a Riza le pertenecía.

 

— Rey Mustang — Otras personas le saludaron y se arremolinaron a su alrededor.

 

Integrantes de la corte, soldados, algunos sirvientes y uno que otro vasallo que había podido burlar la estricta seguridad del castillo, todo en aras de cerciorarse de la buena salud del rey. Alguien le había pasado un vaso de agua para que se humedeciera los labios y otra persona más le colocó un cojín más tras su espalda para que estuviese un poco más cómodo. Notó la sonrisa confiada y confort con el que el rey se expresaba. El rubio tan solo les observaba en completo silencio y fue entonces que comprendió.

 

Él no formaba parte de aquello, su presencia en aquella habitación estaba de más.

 

Despacio y sin atraer la atención de alguno, se levantó de la silla y amablemente pidió el paso, alejándose de la cama donde descansaba el rey. No le costó mucho llegar hasta la puerta y abrirla con suavidad. Roy sonrió y aunque aun le costaba respirar, pudo contestar a la mayoría de las preguntas y corresponder a los reclamos. Levantó la vista un poco y notó los rostros de todos, Riza, Maes, Rose e incluso el mismo Bradley se encontraba ahí.

 

Pero el dueño de los ojos de oro líquido, en ningún rincón de la habitación encontraba. Estaba seguro que hasta momentos antes él había estado ahí a su lado, donde ahora una mujer mayor se había sentado y le contaba alguna anécdota de sus mejores años que nadie o muy pocos escuchaban.

 

Fue cuando al parecer la mujer dijo alguna frase graciosa que, la mayoría empezó a reír y pudo vislumbrar la puerta que delimitaba la entrada a la habitación. La pequeña figura ataviada en rojo y de larga trenza dorada abandonaba la habitación en silencio.

 

Dejándolo solo con todos aquellos.

 

— Edward — murmuró, tan bajo y solo para él que incluso la rubia que estaba recostada casi sobre su cuerpo no llegó a escucharlo siquiera.

 

† “•” †

— ¿Príncipe? —

 

Edward giró el rostro al notar como uno de los guardias le llamaba. Se había quedado de pie en medio de la habitación que daba al balcón principal del castillo. Había organizado todo aquello o más bien otros mas lo organizaron y tan solo debía de continuar con lo estipulado.

 

— No se preocupen, todo está bien — les aseguró volviendo a andar hacia el palco con paso decidido.

 

Era su tarea ahora darle a conocer al pueblo de Amestris el estado del rey. Miles de personas se habían congregado a las afueras del castillo y muchas más habían entrado hasta los jardines y debajo de aquel mirador. La noche había llegado y las antorchas se habían encendido. Los cánticos de plegarias se alzaban al cielo y los sollozos llenaban también el ambiente abatido de la gente.

 

Apenas y lo vieron en el balcón y todo sonido cesó.

 

— Pueblo de Amestris, no te desesperes mas — el rubio aguardó el tiempo adecuado y continuó — El rey esta a salvo y finalmente ha despertado —

 

Las exclamaciones de gozo no se hicieron esperar y ahora los cánticos volvieron con mayor fuerza, entonando canciones y odas dedicadas a su rey. Edward les escuchó por algunos momentos deleitándose con el amor incondicional que sus vasallos le proferían a su rey y el corazón se le encogió gustoso.

 

Un caudal de cálidas lágrimas bajo por su mejilla y terminó cayendo en la fría balaustrada de piedra dura, mientras sollozaba.

† “•” †

 

Hasta algunos momentos atrás, la gente aún se encontraba atestando su alcoba e incluso habían mandado traer la cena para el rey y los demás, modificando la estancia personal e íntima del rey, a un comedor cualquiera. A decir verdad Roy no se había quejado por ello en lo absoluto, el trato y la compañía habían sido amenas, además por más que se quejara y en su convaleciente estado, no podía hacer nada más que aceptar lo que los demás, Maes exactamente, dijeran.

 

El pelinegro frunció las cejas molesto, no podía seguir engañándose, no había estado cómodo y se había sentido completamente solo, aún rodeado de gente. Y la razón era simple de predecir. Le había faltado la presencia de Edward a su lado, pues el príncipe no había vuelto a entrar en aquel que era su dormitorio.

 

Y a decir verdad, hubiese preferido pasar aunque fuese unos cuantos minutos más a solas con Ed, que las largas horas que había perdido rodeado de todos los demás. Pasando su lengua por los labios agrietados, mas ya no muy resecos.

 

Roy recorrió con su mirada la habitación, se encontraba en su antigua pieza y aunque antes aquel era su guarida, donde se refugiaba para serenarse de los pesados días que vivía regularmente en el castillo. La misma, ahora le parecía fría, incómoda y oscura. Nada comparable a la habitación del rubio donde había estado los días anteriores y que extrañaba estando en aquel lugar.

 

Sonrió para sus adentros, al menos ya no había nadie en su habitación, aparte de los sirvientes que se encontraban recogiendo la pieza en un silencio sepulcral, cerca de él y al mismo tiempo lejos evitado incomodarlo con su presencia. Carraspeó al momento en que giró los ojos y notó los movimientos de Rose por la habitación.

 

— Rose —  la llamó con voz fuerte haciendo que la mujer dejara a un lado lo que hacia.

 

— ¿Si? —

 

— Llama al príncipe a mi presencia, por favor — le pidió humedeciéndose los labios después de ello. Aun sentía esa resequedad en los mismos y aunque había tomado la suficiente agua la sensación no se iba.

 

— Lo siento mi señor, pero el príncipe ya se encuentra durmiendo — le informó la bicolor y notando como los ojos del pelinegro se oscurecían un poco mas agregó — Antes de que acabara la cena, fui a visitarle a la alcoba que acondicionamos para él cerca de esta y ya se encontraba postrado en su cama —

 

Roy desvío su mirada de la mujer y se imagino la escena, Rose no tenía porque mentirle y además Edward al poco tiempo que había entrado en sus obligaciones, tanto reales como para con el ejército, se iba a la cama demasiado temprano para dormir, pues mucho antes de despuntar el alba tenia que estar ya mas que despierto y preparado para cumplir con el protocolo de cada día. Suspiró decepcionado antes de volver a abrir la boca.

 

— Entiendo, gracias de todas formas — soltó Roy cerrando los ojos y echándose mas contra las almohadas suaves.

 

— Descanse mi señor. Estoy segura que mañana a primera hora Ed vendrá a visitarle — le explicó comprensiva mirando como el rey fruncía el entrecejo molesto, al parecer la idea no le agradaba del todo y por lo visto quería verlo cuanto antes.

 

Roy asintió a regañadientes a sus palabras y con ello despachó a la muchacha para que siguiera con sus labores y sin volver a prestarles atención alguna fijó su mirada azul oscura en sus puños fuertemente cerrados sobre las sabanas que lo cubrían. Sabía que no debía de ser tan imprudente hasta el punto de exigir que despertaran a Edward, pero sabía bien que no iba a poder esperar hasta mañana para verle.

 

Pero…

 

Necesitaba saber si lo que le había dicho Knox antes de retirarse era cierto. Knox tan solo había sido un testigo ocular de la escritura de círculos, dagas y fuente de energía que el rubio empleaba con determinación para arrancar al rey de una muerte segura. Edward había estado a punto de morir también por salvarle. El príncipe Edward  había puesto en práctica todos sus conocimientos alquímicos para ayudarlo y había caído realizando su trabajo.

 

Y aunque el médico le había asegurado que el rubio estaba ya mejor, necesitaba saber él mismo y por su propia mano si en verdad aquello era cierto.

 

Además…

 

Aún tenía que hablar con Edward, tenía muchísimas cosas que explicarle y más aun hacerle saber a su rubio, que no había nadie más importante para él que Edward. No podía reprocharle al joven que dudara de él, más cuando tan solo lo había tratado con desprecios y burlas. La poca confianza tenía que ser reforzada y borraría sus dudas aunque fuese poco a poco y no iba a lograr nada de aquello si se quedaba descansando en esa cama, sin mover un solo dedo para solucionar el o los problemas.

 

Aunque teniendo a tanta gente dentro, tenia que esperar al menos un poco.

 

Dejó que aquel grupo de gente saliera y dio tiempo al tiempo esperando que estuvieran lo suficientemente alejados en los pasillos para notar algún movimiento sospechoso en su habitación. Si lo llegaban a ver caminado tan pronto, volverían a llevarlo a la cama y mas aun, iba a quedarse alguien vigilándolo para que no cometiera alguna tontería.

 

Knox se lo había advertido así, justamente dicho según las palabras del mismo príncipe Edward.

 

Cuando sintió que ya había pasado el tiempo suficiente, retiró las sabanas de su cuerpo y se había mordido la lengua con fuerza. Casi había sentido el metálico sabor de la sangre llenándole la boca. El cuerpo le dolía, sentía los músculos en su totalidad golpeados y cansados y era curioso que hasta aquel momento lo sintiera.

 

No reprimió la fuerte maldición que abandonó sus labios al ponerse de pie y notó de mala gana que no tenía más que pocas fuerzas para moverse con increíble lentitud casi arrastrando los pies en el suelo.

 

No importaba, se arrastraría si fuera necesario, además la habitación donde se encontraba Edward no estaba tan lejos o al menos eso creía.

 

† “•” †

 

Con una de sus manos delgadas, Edward despejó su frente de los largos mechones rubios que siempre la circundaban. Una cola sencilla sujetaba sus largos cabellos de oro y no había tenido más ganas que vestir una simple, pero fresca playera larga de algodón blanca que le bajaba más allá de los muslos y que ciertamente, le quedaba tan holgada como una bata.

 

Su habitación inmensa y aunque había suficientes muebles y objetos de uso personal y muchas de sus pertenencias, la misma le pareció incluso vacía. Apenas y el lugar estaba iluminado gracias a un sencillo quinqué colocado cerca de su cama en una pequeña mesita. Pero la luna le daba toda la iluminación que necesitaba colándose por las ventanas desnudas, desprovistas de cualquier cortina, mismas que se encontraban corridas y amarradas.

 

Edward suspiró largamente mientras escuchaba como la puerta se abría lentamente chirriando las bisagras. Una vez mas su dama de compañía hacia acto de presencia en su habitación para intentar persuadirlo de descansar y alimentarse. Negando con la cabeza busco las palabras justa para decir, que no sonaran groseras y tampoco cortantes.

 

Rose no hacía aquello con malas intenciones. Aunque ya era la cuarta vez en pocos minutos y parecía que no iba a cesar en su empeño de convencerlo, pero en verdad que…

 

— Rose, por favor, no pienso tomar alimento alguno y si…—  Murmuró aún de frente y contra la ventana, sin girarse para ver a quién ingresaba a la habitación, sin importarle en absoluto si era tan descortés al no dejarla pronunciar palabra alguna y con ello básicamente sacarla de su habitación antes de que entrara — En un momento me iré a recostar —

 

Casi jadeando Roy se recargó sobre el umbral de la puerta. La habitación de Edward no había estado para nada cerca. Se le había olvidado por completo el pequeño inconveniente de que estaban separados de ala a ala, siendo el ala oeste donde la habitación del rubio se encontraba. Había tenido que aguantar todo el trayecto, el dolor y apenas y había podido burlar a los numerosos cortesanos y guardias que casi se habían topado con él en los corredores de las habitaciones.

 

Tragando saliva humedeciendo su garganta reseca, soltó.

 

— Lamento decirlo pero, no soy Rose —

 

Edward se giró de inmediato al escuchar la voz profunda tras su espalda. En el umbral de la puerta se encontraba Roy, a duras penas sosteniéndose con el brazo en la misma, con el sudor frío empapándole la frente y con una de sus manos apoyada fuertemente en el costado izquierdo en un claro gesto de la incomodidad que este le producía.

 

Sin pensárselo dos veces el príncipe se alejó alarmado de donde estaba y se encaminó con premura hacia el rey. Lo ayudó a apoyarse sobre él y escuchó calladamente los gruñidos del pelinegro mientras abalanzaban pues aunque había deseado que Roy dejara caer todo su peso sobre él mientras lo sujetaba, el pelinegro impasiblemente se había negado a hacerlo andando muy apenas casi arrastrando los pies, dejándose guiar por el rubio.

 

— No deberías de andar a pie — le reprochó molesto y muy apenas, mientras terminaba de acomodarlo sobre su cama.

 

Tan solo se había sentado sobre la cama y Edward ya le estaba ayudando a subirse completamente en ella, acomodando las almohadas para su confort tras la espalda y a los lados de su cuerpo. Resoplando el pelinegro dejo caer su espalda contra las mismas apenas soportando estar sentado y con un ojo medio cerrado miró al rubio acomodando las mantas sobre su cuerpo.

 

— Podrías decirme ¿Por qué aún duele si esta curado totalmente? — Preguntó Roy atrayendo la atención de Ed hacia su persona.

 

El rubio parpadeó confuso un momento, antes de soltar un bufido y sentarse en la orilla de la cama. Con los dedos rascó el cuero cabelludo de sus flequillos rubios y cuando pudo tener una respuesta simple y rápida volvió a mirar a Mustang.

 

— Estas curado solo de las lesiones mas severas y del exterior. Las demás heridas pequeñas en tu interior las dejamos para que sanaran según el trascurso que marcara tu cuerpo.  No podíamos forzar mucho a tus defensas de todas maneras, ya habías perdido mucha sangre y casi no tenías nada de fuerza para soportar algo así — Edward detuvo sus palabras y dejó de mirar a Roy.

 

— Aún tienes que mantener reposo por varios días y créeme que no vas a curarte pronto si vuelves a hacer esto — la voz del rubio estaba impregnada de reproche, pero Roy pudo notar que también había cierta preocupación en ella— Terminarás abriéndote las heridas internas que no estén bien sanadas —

 

Cuando terminó de hablar volvió a mirarlo y los ojos de ambos hicieron contacto directo por interminables segundos, hasta que el pelinegro asintió lentamente haciéndole saber que había entendido totalmente sus advertencias. El rubio sonrío secamente antes de levantarse con suavidad de la cama, aunque se quedo ahí de pie solo observando al pelinegro.

 

Roy suspiró cerrando los ojos y no pudo evitar que se le fruncieran las cejas cuando respiró profundamente y el costado le dolió. Se mordió la lengua para evitar gemir y trató de relajarse lo más que pudo. La fragancia impregnada en las almohadas le estaba ayudando a ello. Suave, dulce y completamente familiar a sus sentidos.

 

Sin duda alguna, era el aroma de Edward.

 

— Roy — lo llamó el rubio — ¿Te sientes bien? —

 

El rubio esperó pero no hubo respuesta alguna. Probablemente Roy se había quedado ya dormido, producto de la fatiga, y soltó un suspiro apenas audible mientras lo veía. Su rostro estaba relajado y un poco perlado por el sudor de su hazaña anterior. Las largas pestañas negras sobre los pómulos fuertes, iluminados por la lámpara en la mesita cercana, su cabello azabache brillaba contra el blanco de las almohadas y su piel estaba mucho más pálida de lo normal, pero sin llegar a ser tan blanca como las mantas que lo cubrían.

 

Miró entonces los carnosos y sensuales labios resecos y un poco agrietados y se lamentó por ello. El impulso de inclinarse y besarle era tan fuerte que tuvo que esforzarse para contenerlo, de la misma forma que obligó a sus manos a cerrarse en puños fuertemente apretados contra sus costados para no tocarlo.

 

Visto así, con los ojos azul oscuro tras los párpados cerrados, parecía más joven y completamente indefenso.

 

Sin poder evitarlo levantó la mano esta vez dirigiéndola al rostro del pelinegro, pues deseaba acariciar esos labios que gritaban por ser curados y se detuvo en el aire cuando Roy los abrió levemente dándole a entender que iba a contestar a su pregunta al fin y más determinado entonces volvió a tensar el brazo. El rubio se había acercado hasta él y sus cálidos dedos habían cepillado sus cabellos lentamente alejando los largos flequillos oscuros de su cara.

 

— Un poco —

 

Respondió Roy aún con los ojos cerrados y ahora casi podía decir que se sentía mucho mejor. Casi había ronroneado en medio de la caricia y gruñó calladamente cuando aquellos dedos se alejaron de él. El rubio sonrío divertido.

 

— Bueno, iré a buscar a las enfermeras y a Knox para que te revisen —  Las negras cejas se fruncieron, pero los ojos siguieron cerrados — No se ve que te hayas lastimado en el trayecto, pero no está de más que te den una rápida revisada —

 

— ¡No! —

 

Sin abrir los ojos, Roy le agarró la mano con fuerza. Edward soltó un gemido de sorpresa y los párpados de él se alzaron con pesadez mirándolo.

 

— ¡No! — repitió con más fuerza.

 

— ¿Qué ocurre? — preguntó Ed luchando contra el pánico que crecía en su interior. ¿Qué era lo que le sucedía ahora a Roy?

 

— No quiero que vayas por nadie — soltó Roy apretando un poco más su agarre en la mano de Ed.

 

— No quiero que nadie más este aquí — se notó su cansancio según hablaba y la presión en sus dedos poco a poco fue cediendo.

 

 

— Tan solo te quiero a ti aquí a mi lado—  Se le nublaron los ojos y los párpados volvieron a caer — Ed —

 

La mano del rubio se vio liberada de pronto cuando la de Roy cayó sin fuerza una vez más contra el colchón. El pelinegro no había podido ganarle la batalla al cansancio y había sucumbido ante el mismo.

 

Tan solo te quiero a ti aquí a mi lado Ed.

 

Aquellas palabras hicieron que el corazón del rubio latiera casi desbocado en su pecho y le sacó de sus labios una sonrisa genuina de felicidad. Un asombroso contraste con el miedo y la aprensión que había sentido al principio al oír la desgarradora inquietud y desesperación en la voz de Roy. Se acercó una vez más al lado del pelinegro. Roy solo lo quería a él a su lado y a nadie más. Aquello había sido lo único que había necesitado oír.

 

Sus dedos se volvieron a perder entre las hebras oscuras del cabello de Roy y a sabiendas de que el pelinegro estaba dormido y no lo oiría, musitó en voz alta. Sus palabras eran demasiado importantes para guardárselas.

 

—  Y aquí me quedaré contigo Roy — dijo el rubio con voz cargada de emoción — Todo el tiempo que quieras, para siempre cerca de ti —

 

En ese momento, por fin, ya no tuvo fuerzas para evitar las lágrimas. Dejó que surcaran sus mejillas como una cascada. No le importó, eran lágrimas de felicidad, la expresión del júbilo que sentía en su interior.

 

 

† “•” †

 

TBC…

Notas finales:

 

N de la Yuka: Paso algo de… tiempo, ash! No me maten por ello TvT, antes déjenme decirles que… Tengo una nueva beta!!! Lle y es la genial Rei Zero, ya les había dicho que escribe genial! Soy su fan, así que es para mi todo un honor que sea mi beta y editora! Se lo agradezco mucho! Sii ♥♥♥ , así que estoy nerviosa! Espero el capitulo les agrade =s

 

Besitos y hasta la proxima!


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