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Single Lady por YukaKyo

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Notas del capitulo:

Alguien se acuerda de mi o de este fic! Siii, volvimos! Discúlpenme! Como bien algunos supieron tuve que ausentarme por cuestiones médicas y ya cuando las mismas estuvieron resueltas. La pereza me ganó la partida! Que mas se podía esperar si acostumbrarse a no hacer nada durante un mes es simplemente imposible de no hacer! Pero ya basta de hablar, vayamos al fic que es lo que interesa :D

P.D. Una disculpa por los errores que, seguro sobraran u.u

 

Single Lady

 

Debes de saber que, 鋼の錬金術師o también ハガレン,  es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la creadora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría.

Con la pareja Roy x Ed. 

También que quiero que recuerden la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes) Un capitulo por los reviews que me den.

Y que mi beta es la genial Rei Zero :3 

 

Elen Todo esto es tuyo pues es:

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

"Únicamente para ti... con todo mi desprecio"

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

 

25.- Ultimátum

 

Escondió su rostro entre la almohada, escapando del sol que le había dado justo en la cara. Al parecer se le había olvidado correr la pequeña cortina que había abierto para ver hacia los jardines del castillo, mientras había tratado de relajarse en la noche anterior. Maldijo en silencio sabiendo que no podría volver a conciliar el sueño aunque lo intentara, ni siquiera lo lograría moviéndose por toda la cama en busca de un lugarcillo agradable.

 

Pero fue un gruñido tras de él lo que lo había hecho abrir los ojos finalmente dejando atrás la idea de perderse en el sueño. Mientras parpadeaba varias veces fue conciente del movimiento del otro que se había acercado completamente a él, enroscando sus brazos en la cintura mientras su respiración calida golpeaba suavemente su oído.

 

Lo último que recordaba era que se había quedado velando el sueño del pelinegro, sentando en una silla frente a su cama. No iba a negar que tal vez se hubiera quedado dormido sobre la misma y no había forma alguna que justificara el que ahora estuviese recostado en la cama y más aun junto a Roy. Descansando un poco las manos sobre los brazos que lo sostenían, el rubio se relajó mientras se acercaba un poco más al cuerpo del pelinegro.

 

La única manera de que ahora estuviese ahí era que el mismo Roy lo había llevado junto a él a la cama en algún momento de la noche y la verdad aquello no le molestaba en lo absoluto. Una sutil sonrisa se dibujó en sus labios cuando oyó al pelinegro suspirar su nombre entre sueños y rió calladamente sin poderlo evitar cuando las cosquillas en la sensible piel de su cuello lo hicieron estremecerse gracias a la nariz de Roy.

 

El corazón del rubio latió con fuerza cuando no solo su nombre escapo de los labios del militar. Entre sueños Roy le hablaba en susurros, con palabras tiernas y suaves diciéndole no solo una sino varias veces cuanto le amaba y Edward sintió que los ojos se le llenaban de lagrimas casi hasta desbordársele haciéndolo incluso ya ver mas que borroso para aquellos momentos. Aquellas palabras se repetían una y otra vez haciendo que su corazón se encogiera de vergüenza. Había dudado de Roy sin pensarlo siquiera cuando el pelinegro no había dejado de demostrarle cuanto le amaba.

 

Incluso había puesto en peligro su vida para protegerlo de una muerte segura.

 

Un sollozo lastimero escapó de los labios e inmediatamente se llevó una mano a los mismos tratando de acallar los demás que sabia intentarían escapar aun y cuando los tuviese fuertemente cerrados. Había sido demasiado tonto al dudar, al creer que Roy le engañaba. Tan solo se habían tratado de las mentiras de aquellos que solo querían lastimarle y alejarlos.

 

Tan concentrado estaba en su lamentación que no se percató el momento en que el pelinegro había al fin despertado, mucho menos se dio cuenta como este lo miraba y fue poco conciente de que lo había girado en la cama hasta dejarlo frente a él mientras sus dedos largos y fríos recorrían las mejillas mojadas tratando con ello de calmar las lágrimas mismas que no se veía que pronto fueran a parar.

 

- Edward - susurró el nombre del rubio tratando de llamar su atención mas fue en vano, mas manos del mismo había subido hasta su rostro y lo cubrían de la mirada azul oscura del pelinegro.

 

Roy bufó molesto consigo mismo, era más que obvio que aquellas lágrimas eran por su culpa. Había tantos sentimientos encontrados en el pequeño rubio que seguramente al quererlos dejar salir con rabia, lo habían hecho quebrarse hasta terminar en aquel estado. El dolor, la impotencia y el coraje mezclado con la angustia de lo que le había pasado horas antes, había cobrado su precio y se reflejaban ahora en aquellas lagrimas incontenibles que su rubio soltaba.

 

Mordiéndose los labios y preparándose para hablar, el pelinegro volvió a enroscar sus brazos en la cintura del rubio aferrándose con fuerza a ella. Estaba dispuesto a hablar con Edward, a explicarle todo tal y como había ocurrido con Riza y sabiendo que al principio cuando intentara explicarlo el rubio reaccionaria de forma explosiva y violenta, por mas que pataleara le golpeara o se retorciera en sus brazos no iba a soltarle por nada del mundo hasta que le escuchara y supiese toda la verdad.

 

Pero cuando apenas había abierto la boca, la misma fue cerrada cuando su mentón había sido golpeado con poca fuerza por la cabeza del rubio que había refugiado su rostro lloroso en su cuello mientras se aferraba con fuerza al pecho del rey.

 

- Tenia miedo... - musito contra su piel - Tenía tanto miedo de perderte -

 

Roy se había quedado sin palabras y más aun sin saber que hacer mientras el pequeño cuerpo del rubio temblaba sin control contra él. Mas se compuso después de algunos segundos e incluso ahora volvía a apresarlo un poco mas entre sus brazos, pues la reacción anterior del rubio lo había hecho incluso soltarlo un poco del agarre en su cintura. Movió su cabeza hasta posar sus labios sobre la frente calida de Edward besando la tersa piel con suavidad, antes de soltar una de las manos en su abrazo para pasarla lentamente sobre la ropa del príncipe reconfortándolo con tenues caricias sobre su espalda.

 

- Tranquilo Ed, ya ha pasado todo - Su pequeño príncipe seguía llorando, pero sus sollozos ya habían bajado de intensidad quedándose convertidos en sutiles hipos empezando a recuperar su compostura.

 

- Y ahora estoy mucho mejor - le aseguró separándose un poco de él, mientras sus manos se cerraron en el rostro del rubio, levantando con una su barbilla para que lo viera mientras que con la otra le quitaba la humedad de las mejillas provocada por las lágrimas que finalmente se habían detenido.

 

Los ojos dorados del rubio le observaron y no pudo evitar regalarle una tenue sonrisa que fue correspondida por Edward y esta vez fueron los brazos del rubio los que se enroscaron en su cuello atrayendo al pelinegro a él. Mas la presión en el mismo cedió y el príncipe se alejó un poco del rey, tan solo lo suficiente para que sus rostros volvieran a estar cerca  y el pelinegro miró curioso el delicado rubor que había coloreado las mejillas del rubio.  

 

Y fue sorprendió por la presión calida  posesiva de los labios de Edward sobre los suyos, no hizo mas que entrecerrar los ojos mirando una ultima vez el sonrojo en su príncipe antes de cerrar los parpados entregándose a corresponder la gentil caricia que el rubio le profería.

 

Había habido poca resistencia en Edward cuando lo había echado contra la cama dejándolo bajo suyo. Roy tuvo que contener el gemido de molestia de su cuerpo lastimado y se obligo a no pensar mas en el mismo cuando los labios del rubio se abrieron permitiéndole envolver su boca con la suya.

 

Su boca era caliente, dulce y tentadora y el rey no había dudado en responder con la misma hambre o incluso mas la picara lengua del rubio que le exigía mucho mas con cada uno de sus movimientos y Edward le dio un poco mas de ese placer fuerte y vigoroso mientras disfrutaba a su antojo del fuego liquido que degustaba en la boca de Roy y que simplemente le hizo romper levemente el beso soltando un gemido fuerte y apasionado mientras enredaba sus dedos en los cabellos oscuros del rey.

 

Con un ronroneo de gozo Roy volvió a atrapar sus labios continuando con la ofensiva sensual y placentera que no solo se limitó a la guerra que se había desatado en sus bocas sino que también, buscaba amedrentar al rubio deslizando sus manos bajo la camisa holgada que este vestía. La carne caliente, que terminó retorciéndose en contra sus dedos buscando que le tocara mucho mas allá de lo posible, levantando su cuerpo incluso hasta apretarse con el de Roy. El pelinegro gimió con hambre aun devorando su boca y terminó apresando al joven entre sus brazos.

 

Sabía que no podría soportar mucho más de aquello y llego a odiar el estado de su propio cuerpo que no estaba en condiciones de permitirse llegar más allá de arrolladoras caricias y demandantes besos con Edward. A regañadientes se obligó a controlarse y rompió el ultimo beso con Edward no sin antes chupar y mordisquear el labio golosamente antes de alejarse de su cara.

 

El rubio gruñó en protesta mirándole con sus ojos vidriosos y entrecerrados, aun intensamente sonrojado y con los labios entreabiertos e hinchados por los besos que se habían dado. Aun así el rubio suspiró gustoso al momento en que Roy volvió a recostarse atrayéndolo poco después contra su cuerpo y sonrío satisfecho al sentirlo enterrar su nariz en sus cabellos rubios aspirando dulcemente su aroma único y se dispuso a disfrutar junto a Roy de aquel momento de calma.

 

- Ed - oyó que el pelinegro le llamó entre sus cabellos después del algún tiempo en silencio.

 

- ¿Huh? -

 

- ¿Estas mas tranquilo ahora? -

 

- Si - 

 

Respondió el rubio despacio jugando con los botones de la camisa del pijama de Roy mientras sentía los dedos del pelinegro enterrándose en sus cabellos sueltos. De pronto el movimiento de sus dedos se detuvo y lo sintió tensarse. Oyó claramente como tragaba saliva y el sonido de los labios del rey al abrirse llamo su atención.

 

- Edward acerca de lo que paso con Riza, tienes que saber que... - la mano de Ed que se posó sobre su boca detuvo de golpe sus palabras y dirigió su mirada al rostro del príncipe que le observaba con un leve tajo de tristeza en sus ojos dorados.

 

- No tienes que decirme nada Roy - susurró quitando sus dedos de los labios del pelinegro para posarlos sobre su mejilla - Después de pensarlo bien me di cuenta que todo había sido un malentendido -

 

- No debí de haberme comportado como lo hice y haberte juzgado sin pensar bien las cosas - Los ojos de Edward miraron directamente a los del rey - Y no solo en cuanto a lo que paso con ella, sino también lo ocurrido en los pasillos del cuartel -

 

- Nunca cometerías las mismas atrocidades que hizo ese hombre y... -

 

-Shhh- susurró suavemente Roy acallándolo. Sabía muy bien a que se refería Edward y no había necesidad de que el rubio se lo dijera. El mismo se dio cuenta también que todo lo que había dicho solo había salido de sus labios por la impotencia y su enfado. El rey tuvo toda la intención de echarlo nuevamente contra su torso mas el príncipe lo detuvo, mirándolo después dolidamente.

 

- Solo quiero decirte una cosa más - Roy asintió a sus palabras y le pidió con un movimiento de su cabeza que continuara.

 

- Puedo defenderme y ponerme a salvo Roy yo solo - el pelinegro acepto aquello a regañadientes, pues había sabido de inmediato al llegar al cuartel de la milicia que, la primera misión del rubio había sido realizada con éxito y que el príncipe mismo se había hecho cargo de un agresor que había intentado lastimarle únicamente utilizando sus puños desnudos.  

 

Él estaba realmente orgulloso de ello, aunque no por ello había dejado de estar preocupado por la seguridad de su consorte. Por ello y por el amor que por el rubio sentía no había dudado un solo segundo en arriesgarse al ver el eminente peligro que le asechaba.

 

- No había necesidad de arriesgarse de esa manera, fácilmente hubiésemos podido evitarlo  Roy -

 

El rubio suspiro ruidosamente echándose más contra las almohadas de la cama, sin molestarse siquiera por el claro tono de reproche en la voz de su rubio y desvío su mirada echándola en ningún punto en especifico de la habitación. Sabía que lo que había hecho había puesto más que en peligro su vida y que de no haber sido por Edward seguramente hubiese terminado muerto. Pero aun así y si volviera a ser necesario. No dudaría ni un solo segundo en dar con gusto su vida tan solo para protegerte a Edward.  

 

-No quiero que vuelvas a poner en peligro tu vida - soltó el rubio tomando entre sus manos el rostro del pelinegro obligándolo a mirarlo de nuevo - ¡No quiero que lo hagas! -

 

- ¡Y no quiero que vuelvas a hacerlo! - musitó como si hubiese leído sus anteriores pensamientos.

 

- Edward - susurró su nombre el pelinegro angustiado ahora él cuando notó las brillantes lágrimas que se comenzaban a acumular en los ojos dorados del rubio.

 

El haberse arriesgado había lastimado demasiado a Ed, no podía ni imaginarse lo angustiado que el rubio había estado al verlo caer ante sus ojos y mucho menos las horas que tuvo que pasar con un nudo en la garganta esperando alguna leve mejoría en su estado delicado y al borde de la muerte. El pelinegro maldijo en silencio y tuvo que tragarse de la misma manera las palabras que había deseado soltar.

 

Ed lo había sujetado rudamente del cuello de la camisa acercado su cara a la suya. El semblante preocupado y lloroso del rubio había cambiado drásticamente y sus ojos se hallaban teñidos de una rabia que hizo estremecer al pelinegro completamente de miedo de pies a cabeza.

 

- Porque si te atreves a volver angustiarme de esta manera - gruñó el rubio mostrándole incluso amenazadoramente uno de sus colmillos - ¡Te voy a patear el culo Mustang de aquí hasta el mismo infierno!-

 

Roy solo pudo parpadear ante eso sin saber que contestar y se le seco la garganta cuando el rubio le sonrío cariñosamente hasta hacerlo sudar frío cuando las manos del rubio soltaron su rostro para pasarle los brazos a la cintura aforrándose a él y acurrucándose cómodamente a su lado. Era completamente extraño como su humor había cambiado rápidamente haciéndole sentir a Roy una ternura y una tibieza que únicamente había podido sentir en Edward y se relajó casi al instante regresándole echándose mas contra el príncipe mientras dejaba que sus manos se perdieran en pelo rubio y sedoso.

 

Confiándose en el silencio delicioso que se había formado entre ambos y creyendo que podía volver a dormir de nuevo. Roy dejó caer sus pestañas cerrando sus ojos finalmente dejándose abrazar por el grato calor de su rubio que descansaba más que tranquilo. Suspiro y apenas había dejado caer su barbilla contra la cabeza de Ed cuando escuchó como este volvía a hablar.

 

- ¡Espero y lo hayas entendido! - Roy abrió los ojos de inmediato al escuchar aquello y tembló con fuerza. Edward por lo visto no se había olvidado de lo anterior y aun le amenazaba. El pelinegro solo pudo torcer la boca en una sonrisa pequeña y triste aceptando las demandas del rubio. 

 

¿Qué demonios pasaba?

 

Edward nunca había tenido estos cambios de humor, tan drásticos y repentinos.

 

† "•" †

 

Ese día para Riza había empezado simplemente mal.

 

Aun eran las primeras horas de la mañana cuando se había detenido frente a las puertas del comedor y antes de ingresar al mismo había retocado un poco su peinado discreto, peinando con la punta de sus dedos el largo flequillo tras su oreja. No había deseado llegar vistiendo de nueva cuenta el uniforme militar, pero casi a la hora en que terminaba el desayuno en el comedor real, su hora de entrada en el cuartel estaba en menos de diez minutos.

 

De haber llegado con un pomposo vestido sobre su cuerpo, le hubiese sido imposible cambiarse y llegar en una hora adecuada al cuartel. Había negado suavemente con la cabeza, a Roy no le importaba como ella se encontraba vestida, él la quería por quién era y lo demás le daba simplemente igual.

 

De eso había estado más que segura, pues de no ser así Roy no la hubiese dejado a su lado a penas y había despertado del coma y mucho menos le hubiese dejado quedarse en el lugar que se suponía le pertenecía a Edward. 

 

Aun pensaba que todo aquello que le había dicho Roy, sobre querer al rubio por sobre de ella, tenía que ser únicamente una estúpida mentira. Podía ser que a última hora el pelinegro se había atemorizado ante una guerra inminente que sería ocasionada cuando se deshiciera de Edward y la escogiera a ella como su reina. Tenía que ser eso, Roy amaba demasiado a su pueblo, muchísimo y la anterior guerra lo había marcado demasiado, hasta el punto de obligarse a quedarse en ese matrimonio que ciertamente no deseaba en lo absoluto.

 

Por ello la había tratado de engañar aquel día en la oficina. Diciéndole que no era ella a quien quería, llegando incluso a amenazarla de no acercarse mas al príncipe Edward, tratándola con una formalidad fría. La rubia había sonreído con cariño y ternura, Roy no tenia que hacer toda aquella pantomima, tan solo debía de decirle la verdad, justo como ella estaba dispuesta a hacerlo ahora.

 

Porque ella lo haría cambiar de parecer y decidirse a terminar aquel estúpido matrimonio forzado, pues no iba a dejar que Roy fuese infeliz al lado de Edward, no cuando ambos se amaban demasiado como para ignorarlo. Sí, ella lo amaba también, pues lo que en un principio había creído y era simple ambición por la corona, las riquezas y el titulo de reina que Roy le podía brindar, perdió el interés en ello cuando vio tan cerca que podía quedarse sin Roy.

 

Aquel atentado que el pelinegro había sufrido le había abierto los ojos.

 

La terrible desesperación que había sentido la había lastimado como nunca nada antes lo había hecho y el terror al saber que podía morir de un momento a otro, le habían dejado el alma tendiendo de un delgado hilo. Pero Roy se había salvado y aunque estaba en deuda con el príncipe por ello, nada ni nadie iba a mermar su espíritu, que lucharía por defender el amor que ese hombre le profesaba y que ella ahora, corro respondía de la misma forma o incluso un poco más.

 

Por eso en ese momento se había presentado a temprana hora en el castillo y se había dirigido inmediatamente al comedor en cuanto supo que Roy estaría ahí. Iba a estar cerca de él de ahora en delante y no iba a despegársele de su lado por nada del mundo. Mas ahora que el príncipe estaba quebrantado ante la poca honestidad del rey. La rubia sonrió, aquello sí que le había funcionado de maravilla y tenía que aprovecharlo lo más que se pudiera.

 

Le había dado una indicación silenciosa al guardia, le pidió en silencio que abriera la puerta y la misma sin algún sonido que delatara su presencia se entreabrió suavemente. Las risas de los ocupantes de la habitación se dejaron oírse y aquello le saco una sonrisa remembrando en cálido ambiente que había vivido en la habitación de Roy  cuando este apenas y había despertado. Parecía que todo iba a ser exactamente igual y no podía ser mucho mejor.

 

Pero la sonrisa en sus labios se le había borrado de inmediato, cuando descubrió al rey de Amestris, conversando demasiado cariñoso, con un brazo sobre los pequeños hombros de un rubio sonrojado que apenas y podía llevarse a los labios un trozo de panqueque en el tenedor. La mujer trago saliva mientras sudaba frío. ¿Qué era lo que había pasado? antes de que ella se fuera, aquellos dos ni siquiera se habían visto y aunque Roy lo había mandado llamar a su lado, Edward no había deseado ir a él.

 

Se suponía que el rubio no deseaba verlo ni escucharlo. En qué momento había  cambiado aquello.

 

Cerrando sus puños con violencia los observo con rencor. Toda la dulzura que debía de ser suya, repartida en dulces besos sobre la frente del rubio que reía mas que feliz por las atenciones que el rey le brindaba. Crujió los dientes aun mirándolos, ese maldito mocoso había vuelto a engatusar a Roy, una vez mas y frente a sus narices.

 

Y justo en ese momento las cosas había empeorado en sobre manera.

 

No le había quedado de otra más que volver al cuartel donde había pasado una mañana pesada llena de papeleo y visitas a las numerosas oficinas en la sede. Aunque podía quejarse, agradecía por aquello, al menos así el coraje y la rabia que había sentido se le había olvidado por unas horas aun y cuando tenia que compartir obligaciones con el joven coronel al que servia. Era una suerte que hubiese una intensa cantidad de trabajo en aquel día. No había tenido que soportar mucho al rubio tampoco, pues sus obligaciones se habían multiplicado pues al estar Roy imposibilitado aun para regresar a sus labores como Flüher y como Rey, el príncipe se había tomado las concernientes a la corona y aquello lo había sacado por muchas horas del cuartel.

 

Riza se había sentido bendecida por ello y lo maldijo cuando lo había visto pasar por un pasillo cercano por el que ella andaba. Pues tendría que volver a la oficina para darle un reporte completo de las actividades y más aun tener que soportar su presencia.

 

Pero el coronel se había detenido cuando el medico militar Knox se lo había topado y lo había detenido un momento. Ella se había quedado concienzudamente atrás de ambos sin hacer movimiento alguno, esperando a que el rubio retomara su camino a su oficina a la cual y lo visto no deseaba llegar y sin quererlo la rubia había escuchado su conversación.

 

- ¿Y como has estado pequeño? - le había preguntado el medico y la mujer se sintió aliviada cuando el rubio no hizo una de sus constantes rabietas infantiles que tanto la hastiaban. Simplemente había apretado un puño y soltó dos que tres palabras contestándole al hombre.

 

- ¿Así que todo ha estado bien entonces? Me da gusto escuchar eso - las palabras de Knox eran sinceras y divertido miro al rubio - ¿Entonces él ya lo sabe? - Edward había negado suavemente a esa pregunta desviando la mirada.

 

- Aun no encuentro el momento para decírselo -

 

Una ceja del medico se levanto en incredulidad. Ya habían pasado varios días desde que Roy desde que había recobrado el conocimiento y una noticia así, le haría más bien que daño. Pero bueno solo Edward tenía el derecho de decírselo y estaba seguro que lo haría cuando fuese adecuado.  Solo esperaba que ese momento no fuese hasta que haya nacido el futuro heredero del reino. Riza los miro expectante, pues parecía que el rubio le guardaba algún secreto oscuro a Roy que solo Knox sabia. Los ojos rojizos de Riza miraron como el príncipe se llevaba una mano a la boca y se dibujaba el rostro en un mohín asqueado. Aquello le llamo la atención.

 

- Como me gustarían que se me quitaran estas malditas náuseas - soltó el rubio una vez que estas se le habían pasado.

 

- Son los primeros síntomas te duraran un rato - musito Knox tratando de justificar aquel malestar y desecho la idea de enterarse de aquel secreto, no le quedaba mas duda de que se trataba de otra de los malestares que achacaban al enfermizo principe - Come galletas de soda, te ayudaran bastante ya veras -

 

- Lo haré - le aseguro el rubio sonriéndole y miro como el medico se despedía para dirigirse a sus labores.  Aunque en el ultimo momento se giro hacia él.

 

- Ah y Edward,  no trabajes demasiado, pues les puede hacer mal a ti y a tu bebé -

 

Lo demás Riza ni siquiera lo había escuchado, se había quedado ahí de pie mirando hacia la nada en el pasillo y solo fue conciente que termino llorando cuando una pequeña brisa le heló la piel por la humedad en sus mejillas. Edward una vez mas le había vuelto a robar todo que le pertenecía y no iba a perdonárselo jamás.

 

Porque Roy era únicamente suyo y nadie nunca, se lo iba a poder quitar.

 

Ni siquiera Edward o el hijo que este esperaba

 

† "•" †

 

Pasando las hojas una a una del reporte completo, el hombre de pronto se detuvo mientras suspiraba cansado. Se quito los lentes y masajeó los parpados cerrados de sus ojos tratando con ello, despejar el cansancio en los mismos. Maes tenía que aceptar solo una cosa. Bradley había sido más que inteligente al sacar casi de inmediato del castillo y de Central a Envy. Ya que si en aquellos momentos aun estuviese ahí y aunque las pruebas no estuvieran aun completamente echadas en su contra, no hubiese dudado un solo segundo en echarlo al mas asqueroso de los calabozos que poseían como castigo.

 

No le quedaba mas duda de que él había sido el culpable. Quería recuperar su lugar en el reino y reclamar la corona que por nacimiento le correspondía y para lograrlo era mas que lógico que necesitaba matar al rey o bien, enviar a alguien en su lugar para hacerlo y justamente aquella emboscada tenia toda la pinta de sus ideas malsanas.

 

Pero Envy tenía una jodida suerte de librarse de una acusación como esa. Pues incluso los pocos sobrevivientes de aquel atentado no lo habían señalado a él como su jefe y mucho menos lo habían implicado en la realización de la revuelta, mucho menos en el intento de asesinato del Rey. Aseguraban que habían sido contratados por un país ajeno a Amestris sin saber exactamente para quien habían trabajado, pues las negociaciones y el plan en si, fluctuó entre intermediarios.

 

Maes había intentado jalar el hilo para deslindar responsabilidades y al mismo tiempo llegar hasta los desconocidos causantes pero, con cada nueva pista que encontraba una y mil interrogantes mas se encontraba y mucha de la información recabada no era más que una mera barrera incasable donde topaba sin oportunidad de seguir adelante.

 

Había investigado incluso a los numerosos militares que habían cesado después de los acontecimientos de Jouswel, mas ninguno de estos tenia ni el capital ni los seguidores suficientes para lograr algo como aquello. Las altas esferas estaban consternadas por lo sucedido y aunque Bradley formaba parte de su lista de principales sospechosos, tenia cuartadas perfectas que lo defendían de cualquier acusación que pudiese imputarle.

 

Ahora solo podía confiar en el trabajo silencioso y lento de sus espías en lo basto de reino y los países vecinos. Que tardarían un poco mas de lo normal en moverse por las alertas por lo sucedido y que estarían tachados de incompetentes si era su pueblo el implicado en todo aquello.

 

Hacia mucho que las cosas no se le complicaban de aquella manera.

 

Y ahora tenia que lidiar con el reporte de la desaparición de varios elementos. Ignorando los papeles que tenia frente a él, fijo su mirada en las carpetas que descansaban en una esquina, no hizo más que espirarse un poco para tomarlas en sus manos y comenzar a observarlas. Los desaparecidos eran miembros de un mismo pelotón de soldados, su rango no llegaba más allá de raso y tenían un historial de conducta más que perfecta. Elementos que sin dudarlo, no tenían participación directa en lo sucedido.

 

Mismos que misteriosamente había desaparecido uno a uno sin dejar huella alguna de su paradero.

 

A menos que...

 

Una sonrisa finalmente se dibujo en los labios del general.

 

Tenía entre sus manos una ligera posibilidad a los implicados de aquello con la desaparición de esos soldados. No habían formado parte del plan pero era mas que obvio que se habían enterado por una u otra razón del mismo. Y la persona que temía por ser descubierta había cometido un grave error al borrarlos de la faz de la tierra como lo había hecho. Un movimiento sumamente desesperado, pero que le daba a él la posibilidad de aclarar todo.

 

Y por lo visto esa persona estaba definitivamente metida en el ejército.

 

Volvió a colocarse las gafas, ahora solo era cuestión de abrir más los ojos ante los pequeños movimientos de sus oficiales y esperar tan solo un poco mas a que se cometiera otro error como aquellos.

 

† "•" †

 

Edward suspiró justo cuando despachaba al paje que le había acompañado durante toda la mañana por los corredores y las múltiples habitaciones del castillo. Cumplir con todas las obligaciones del ejército y las reales, tanto las suyas como las del mismo rey, no estaban siendo una tarea nada fácil pero, era una suerte que tuviese múltiples aliados y sirvientes en los cuales apoyarse. Maes estaba haciendo un trabajo impecable en el ejército como en las encomiendas reales, quitándole un gran peso al rubio. Pero todas las decisiones importantes que solo podían ser tomadas por él y en ausencia del rey, le quitaban demasiado tiempo que ahora tenía que recortar de sus deberes para con el escuadrón alquímico.

 

Tampoco podía preocuparse tanto del mismo. El escuadrón alquímico se las apañaba muy bien sin su presencia pues sus discípulos eran capaces y estaban más que preparados para enfrentar el reto y las tareas que les dejaba. Edward sabía que no era nada fácil, pero todos y cada uno a su manera lograban encontrar las respuestas que necesitaba para cada situación que se les presentaba. La extensa biblioteca era una herramienta imprescindible para ellos y continuamente se mejoraba, además tenían como apoyo extra el grupo de científicos comandado por Heidrich que, purificando algunas de las reacciones alquímicas con sus conocimientos irrefutables, facilitaban la tarea de aquellos alquimistas estatales.  

 

Y ahora en ese momento, era justo cuando podía darse un respiro al terminar finalmente por ese día todas, sus obligaciones reales.

 

Cuando apenas y había decidido a donde ir para descansar un poco, sintió una mirada profunda que le observaba insistentemente. Tras de su nuca la sensación era netamente insoportable y giró el rostro con rapidez para encarar a aquella molesta contemplación encontrándose casi frente a él, una rojiza mirada que ciertamente no disfrutaba en lo absoluto observarle y aunque al principio había deseado no mirarle con el mismo desden que la rubia le profesaba, no pudo evitar que la bilis amarga le llenara su garganta y que el resentimiento empañara sus orbes doradas.

 

Al principio Riza le había parecido una buena mujer y definitivamente una excelente compañera, pero lamentablemente, ninguno de ellos se llevaría bien en lo próximo y dudaba mucho que en el futuro aquello cambiara. No mientras ella estuviese empeñada en destruir su matrimonio y alejarlo para siempre de Roy. Él era aun la manzana de la discordia entre ellos y mientras Riza no entendiera que había perdido toda oportunidad con él, los problemas entre ambos continuarían.

 

Pues Edward no iba a dejarse amedrentar ya más por ella. Mucho menos ahora que se encontraba esperando al hijo del hombre que amaba y que lo amaba ciegamente y en el cual de ahora y en delante, solo en él creería.

 

- Riza -le llamó y la mujer torció la boca antes de musitar venenosamente el nombre del rubio.

† "•" †

 

Había tardado algunas horas para digerir la noticia de la cual se había enterado y aunque anteriormente ya había tenido la vaga idea de que aquello estaba ocurriendo, tener la certeza de que era cierto le había quitado el aliento y además había roto las leves esperanzas que se había formado. Pues las palabras de Roy diciéndole que no deseaba disolver su matrimonio y mucho menos volver a su lado, tenían ahora un significado mas profundo. Edward en efecto le había quitado al rey completamente, adueñándose de su corazón y cumpliendo en ese momento uno de los pocos deseos del pelinegro.

 

Iba a darle un hijo, formarían la familia que tanto había deseado y que no podría darle ella.

 

Y eso era algo que no iba a perdonar y dejar pasar así como si nada. Podía ser que al principio ella no hubiese tenido nada contra el príncipe y de hecho su presencia no era de  importancia para ella y pasaba ignorado totalmente al creerse la única dueña del corazón del rey pero ahora que se había metido entre ambos, las cosas habían cambiado. Colocando con su mano izquierda un mechón de cabello detrás de su oreja, Riza echó andar eliminando la distancia que la separaba del príncipe.

 

Ella iba a recuperar nuevamente todo lo que ese chico le había quitado. Pues siempre había conseguido lo que quería sin importar cómo.

 

Vio la clara intención del rubio de pasar a su lado ignorándola por completo y sonrío torcidamente. Podía ser que el príncipe no deseaba mas problemas con ella, era una lastima, ella si que quería tener problemas con ese rubio. Lo dejo pasar a su lado y cuando los hombros de ambos casi se tocaron, susurro con maldad.

 

- ¿Cómo puedes ser tan iluso? Príncipe Edward -

 

El rubio se detuvo ante sus palabras y pudo ver con satisfacción como los hombros del chico se tensaban ante aquello, lo rodeo lentamente mirándolo de la cabeza a los pies con un dejo de desden que se intensifico cuando los ojos dorados se encontraron con los suyos.

 

- ¿Qué has dicho? - le preguntó Edward con voz calmada.

 

La mujer solo pudo observar el imperturbable y frío rostro del rubio. Riza sonrió complacida, el príncipe se estaba haciendo el fuerte. Aquello era perfecto, entre mas se resistiera iba a disfrutar con creces el verlo caer derrotado ante sus palabras.

 

- Eres tan inocente - susurró acercado su rostro al chico volviéndose a echar a andar alrededor de él, deleitándose al asecharlo de aquella manera - O debería de decir, tan estúpido -

 

El rubio no había soltado palabra alguna, pero su rostro había cambiado. Las cejas se habían fruncido molestas y los labios le habían temblado. Hakweye se felicito en silencio, mucho mas aquel jovencito no iba a aguantar y cuando la mujer volvió a quedar frente a él, Riza pudo notar un leve brillo en sus ojos dorados de inseguridad y casi bailo por haber logrado algo como eso. Mordió levemente sus labios rosados antes de volver a hablar.

 

- Lo perdonaste - Ensancho en sus labios una sonrisa burlona que incluso hizo notar su blanca dentadura al separar más su boca.

 

- Perdonaste a Roy ¿No es así? - Soltó venenosamente la rubia - Estoy segura que solo tuvo que justificarse muy levemente y tu, tan ingenuo le has creído nuevamente -

 

- Nada de lo que te haya dicho es verdad - susurró confidente y notó como la respiración del rubio por un momento se detenía - Ya te ha mentido en mas de una vez ¿Por qué no iba a hacerlo ahora? -

 

Miró con falsa lástima al joven.

 

- Pobre príncipe - susurró y de pronto sin que el príncipe se lo esperara, la mano de Riza había tomado el mentón del joven, obligándole a acercar más a ella el rostro.

 

- No eres más que un estorbo en nuestros planes y pronto vamos a quitarte de en medio - le dijo soltándole el rostro como si le asqueara y sus ojos rojizos recorrieron toda la imagen del joven hasta detenerse en el vientre del mismo donde clavo sus ojos con odio - Y ni siquiera ese pequeño bastardo que estas esperando va a interferir en ello -

 

Aquellas palabras habían terminado con la paciencia del rubio.

 

Riza no se lo había esperado y por ello había soltado un fuerte quejido de dolor y asombro cuando su cuerpo había sido arrojado con fuerza en una de las paredes cercanas. La mano del rubio como garra apresaba con fuerza de su chaqueta de donde la había tomado antes de echarla contra el muro y Riza debió de agradecer por ello porque, de no ser por la gruesa tela, los dedos de Edward hubiesen apresado su cuello sin consideración asfixiándola.

 

El intenso dolor tras su espalda a penas y la dejaba tener un ojo abierto, suficiente para contemplar como el rubio la miraba con ojos que destellaban casi fuego. Sus palabras sin duda habían mermado la paciencia del rubio, desatando su ira, toda la frustración y el enojo que había tenido que tragarse por sus acciones.

 

- De mi puedes decir todo lo que quieras Riza - gruño Edward, apretando mas el agarre con su mano cortándole la respiración momentáneamente a la rubia con su propia ropa - Pero no voy a permitirte que insultes a mi hijo -

 

Ahora fue el turno para ella de temblar. Lo había provocado en exceso y aunque Edward se hubiese detenido por levantar su mano contra una mujer, los ataques de esta ya habían ido demasiado lejos.

 

- Y escúchalo bien Riza, no pienso creer una sola de tus palabras. Todo lo que me has dicho ha sido siempre una mentira -

 

Su brazo firmemente tensionado le impedía a Riza mover la cabeza tan siquiera un poco, es mas la otra mano del rubio había subido también y le apresaba con saña. En algún momento el ganchillo del cuello de su chaqueta se había roto y ahora era su piel desnuda la que recibía todo el daño de esos dedos que apresaban como tenazas

 

- No pienso escucharte más y mucho menos voy a dejarme pisotear por tus comentarios o por tus burlas -

 

- ¡Así que ya basta! - Bramó el príncipe ignorando por completo los quejidos dolorosos de la rubia, mientras sus dedos se apretaban mas contra su cuello desnudo. El aire se le había acabado por completo pero ni siquiera enterrándole las uñas al chico, este dejaba de asfixiarla - ¡No sigas llenándome mas los oídos con esa mierda! -

 

Riza no pudo mas que abrir los ojos casi hasta que estos se le botaron de las orbitas, si el príncipe continuaba con aquello, terminaría matándola.

 

- ¡Edward! -

 

Su nombre dicho gravemente tras su espalda rompió aquel instante. Aquella voz la reconocía más que bien y el sonido de la misma lo había sacado de aquel arrebato de cólera. El rubio parpadeó antes de soltar el cuello de la mujer que cayó al suelo encogida en si misma, mientras tosía con fuerza e intentaba respirar de nuevo.

 

La miró en silencio unos segundos aun incrédulo de lo que había hecho, pero no arrepentido y aspiro lentamente antes de girar el rostro con parsimonia a donde había escuchado su nombre y se le secó la garganta cuando los intensos ojos azul oscuros de Roy le observaron con furia.

 

† "•" †

 

- Señor, tiene que volver a sus habitaciones - uno de los pajes intentaba razonar con el empecinado rey, mas era imposible hacerlo.

 

Los otros dos guardias que los seguían tan solo podían negar con la cabeza. El príncipe Edward se iba a molestar con ellos en cuanto dieran con él, pero no podían evitarlo, el rey Mustang se sentía mucho mejor y podía moverse con mayor facilidad y por ello había decidido levantarse de la cama a la que lo habían tenido enclaustrado durante mas de cinco días y la cual odiaba con todo su ser en cuanto Edward se levantaba de la misma.

 

Y por irónico que pareciera, estaba extrañando volver al trabajo justo en ese momento.

 

- No se preocupen de nada, que yo les excusare frente a Edward- les aseguró girando un poco el rostro hacia atrás apenas mirando a los hombres antes de volver su cara y seguir con su marcha.

 

A lo lejos pudo distinguir la figura adorada de su precioso Edward y sonrió con gusto ante ello. Soltó una risa suave cuando oyó el gemido de angustia emitido por uno de los guardias, no estaba de más el miedo que le tenían al príncipe. Edward era altamente temperamental y ciertamente daba realmente miedo enfrentársele cuando algo lo sacaba de sus casillas. Más últimamente que su estado de ánimo se encontraba más volátil y peligroso.  El rey se detuvo y esta vez giro todo su cuerpo para encararlos a ambos.

 

- Pueden retirarse yo me encargare de explicarle todo a Ed - los hombres lo miraron escépticos y no les quedo otra mas que hacer exactamente lo que el rey les pedía. Pero aun así sabían que no iban a librarse de la extrema llamada de atención que el príncipe les daría. Casi con una nube negra arriba de sus cabezas, los guardias se retiraron.

 

El pelinegro los observo alejarse, era increíble el miedo que le tenían a su pequeño y impulsivo esposo. Pero mas que nada, sabia que se trataba de un respeto profundo y una lealtad inusitada la que aquellos jóvenes le tenían a su rubio y ciertamente todo aquello su joven príncipe se lo había ganado con el esfuerzo incansable, demostrándole a todos y cada uno de los miembros de su reino, lo capaz y comprometido que estaba para con sus obligaciones con el mismo.

 

Aquello no hacia mas que estar totalmente de acuerdo con la elección correcta y precisa que habían tenido los demás lideres de los reinos, para encontrarle a la persona correcta e indicada que ahora era su consorte y lo mejor de todo aquello era que, él estaba completamente loco y enamorado de aquel rubio.

 

Se dio la vuelta entonces para encontrarse con su príncipe y no pudo mas que fruncir las cejas mas que molesto cuando por el mismo pasillo del que había salido su rubio, Riza emergió yendo tras de él como una fiera sagaz que lo rodeo varias veces mientras hablada a su alrededor y que termino tomando entre sus dedos el rostro de Edward impidiéndole ver hacia otro lado que no fuese su cara.

 

Gruño cuando las zarpas de la mujer se aferraron con violencia en la carne de los pómulos y sus pies echaron a andar con rapidez a donde ambos rubios se encontraban. Riza ya se estaba pasando de la raya y sin duda alguna con aquello.

 

† "•" †

 

Había apartado la vista echando el rostro a un lado. Roy estaba furioso y el grito del pelinegro aun se escuchaba fuerte en sus oídos. Apretó los puños cuando los pasos del rey se escucharon más cerca y más fuertes y no supo exactamente por que, mas termino mirando una vez mas a la rubia que había logrado calmarse después de casi ahogarla y que lo veía con una sonrisa socarrona en sus labios.

 

Ella también se había dado cuenta. Roy estaba furioso, furioso con él por lo que había estado apunto de hacer.

 

Pero esa maldita puta lo había provocado. No sabia como diablos se había enterado de su hijo y el que ella lo insultara había lo había sacado completamente de quicio. Había estado apunto de matarla y después de darse cuenta de ello y pensarlo una y otra vez, estaba seguro que no había llegado a hacerlo. Aun y cuando la cólera lo había cegado en un principio, se habría detenido. Estaba más que seguro de ello. Claro en un principio había pensado que no se arrepentiría de ello si la mataba, pero eso no era más que una mentira.

 

Él iba a detenerse justo en el momento en que había llegado Roy.

 

Y ahora Roy se decepcionaría de él por culpa de la rubia. Edward maldijo entre dientes cerrando los ojos con fuerza. Podía casi ver tras sus parpados cerrados la sonrisa de Riza burlándose de él y terminó tensionando los hombros esperando las reprimendas del rey.

 

- ¿Qué fue lo que te dije Riza? ¡Te prohibí volver a molestar a Edward! -

 

Después de escuchar aquello el rubio abrió los ojos y contemplo la espalda de Roy notando que todo el enfado que hasta momentos atrás había llevado en la cara y que ahora brotaba intimidante como palabras, no iba dirigido a él en ningún momento. La desazón en el rey se debía únicamente por Riza.

 

La mujer que sonreía, borro la mueca de sus labios para mirar incrédula al pelinegro y un sonrojo de vergüenza pintarrajeo sus mejillas con fuerza.

 

- Pero... ¿Cómo puedes? - Riza se atraganto con sus palabras levantándose del suelo indignada - Tu maldito príncipe estuvo a punto de matarme -

 

- Razones no le han de haber faltado para querer hacerlo - soltó seco el rey cuando la mujer se acerco a él

 

- ¡No puedes justificarlo de esa forma! -

 

- ¿Y a ti que te justifica? - Los ojos de la rubia tiritaban de miedo con cada palabra que el pelinegro soltaba -Sabias muy bien que no quería que nada de esto volviera a repetirse -

 

Y no pudo evitar gritar de terror antes de que una de las grandes manos del rey la sujetara de los pómulos con violencia como ella había hecho con Edward acercando su cara a él.

 

- Te lo advertí Riza - El rubio miró como la mujer deseaba alejarse mas la imponente fuerza del pelinegro se lo impedía.

 

- Te advertí Riza que si intentabas volver a lastimarlo de cualquier manera te iba a ir muy mal - la amenaza en la voz del pelinegro la asusto pero no por ello, contuvo su lengua envenenada a raya.

 

- Sigo creyendo que este matrimonio entre ustedes no debería de seguir, tú... -

 

- Lo que tu creas no nos interesa Riza - le cortó Roy con rapidez, mas un movimiento inesperado de la cabeza de la rubia, hizo que la soltara. La mujer se echó para atrás y después de masajearse suavemente las mejillas lastimadas volvió al ataque.

 

- Pues debería de interesarte Roy - aquella tenia que ser su oportunidad, tenia que romper la confianza inquebrantable que ambos se tenían. Simplemente no podía dejarse perder por ellos dos - !Esta embarazado sabes! -

 

El rey había parpadeado incrédulo al escuchar aquello y de inmediato había girado tanto su rostro como su cuerpo hacia el rubio, que había saltado casi de aturdimiento mirando al rey sin saber que hacer. Aquella reacción en el príncipe le había encantado a la rubia. Esa indecisión y el retraimiento en su rostro le ayudarían a cebar muy bien su siguiente mentira.

 

- ¿No lo sabias? Era de esperarse - soltó mirando con misericordia fingida al rey

 

- Es que yo no - Edward había apartado los ojos y las palabras se le habían difíciles de pronunciar en ese momento. Él no quería que Roy se enterara así, al menos no de esa manera y por supuesto, jamás de los labios de Riza.

 

- Y sabes lo más triste de todo Roy- cuando los dedos de la mujer intentaron tocar la mejilla del pelinegro, este simplemente alejo su cara de su tacto esquivándola con recelo. La rubia sonrío con ironía siguiendo con sus palabras.

 

- Ese hijo no es tuyo sino del príncipe Ling Yao - escupió la rubia completamente segura, Edward no podía tener mucho embarazado y la visita del Xianganes coincidía perfectamente en las fechas y no solo eso, pues justo a su llegada los conflictos entre los reyes con mas fuerza que nunca se habían dado, así que pensándolo por donde fuera, cabía esa posibilidad - Pues de no ser así Edward nunca te lo hubiese ocultado y -

 

- ¡Maldita perra! - Fue Edward quien la cortó esta vez y de no haber sido por que Roy lo había sujetado de la cintura impidiéndole avanzar, estaba seguro que la habría terminado golpeando. Su puño derecho ya le dolía de lo que lo tenia apretado solo con esa intención - !No es cierto! No es hijo de Ling -

 

- ¿Ah no? Entonces ¿Por qué no se lo habías dicho? - Riza casi suspiro aliviada y casi podía agradecerle al rey por su intervención.

 

- ¡Basta Riza! - Gritó el rey retumbando su voz en el pasillo atrayendo la atención de los que estaban cerca - Ya basta de tus malditas mentiras -

 

- ¿Mentiras? - preguntó indignada la rubia llevándose una mano al pecho en un gesto falso de dolor.

 

- Eso es lo que son así que deja de escupir veneno que ya no he de creerte -

 

La rubia lo miró con odio. No solo a él, también a ese maldito rubio al que sostenía cerca de su cuerpo. Eran unos malditos desgraciados. Malditos, malditos fueran. La rubia dejó de observarlos un momento antes de notar a una flotilla de guardias que se acercaba al rey esperando órdenes. No había visto en que momento el rey los había mandado traer y no se irían hasta que este les encomendara algo. No fueron los únicos en llegar, algunos sirvientes y cortesanos hicieron acto de presencia también e incluso ya cuchicheaban entre ellos lo que pensaban le esperaba de futuro a esa rubia.

 

Se había atrevido a atormentar a su príncipe y desobedecer la voluntad de su rey. Ninguno de ellos iba a pedir clemencia por esa pobre militar que definitivamente en ese momento no era bienvenida al castillo.

 

- Riza Hawkweye - la mención completa de su nombre la hizo volver la vista hacia los monarcas. Los ruidos en la habitación se detuvieron, mientras los ojos del pelinegro brillaban con frialdad.

 

- Desde este momento, serás relevada de la fuerza a la que sirves volviendo a las reservas militares donde te quedaras hasta que alguien vuelva a prescindir de tus servicios- la respiración de la rubia se detuvo y un golpeteo en su pecho golpeo con mas fuerza con cada palabra que el pelinegro soltaba - No se te permitirá regresar al castillo y mucho menos acercarte a Edward -

 

Los ojos de la mujer habían dejado de mirarle y ahora se concentraba en solo observar el suelo en silencio, aun así eran perceptibles pero muy suavemente el crujido de sus dientes como claro gesto de molestia. Nada de aquello le importo a Roy que siguió pregonando su censura hacia la mujer.

 

- Si no llegas a hacerlo, serás dada de baja del ejército así como también apresada. Acusada de inmediato de máxima traición sin derecho a juicio alguno -

 

Hawkeye volvió a mirarlo, era justamente la misma sentencia que el general Maes le había soltado cuando se había negado a participar junto al escuadrón de Edward.  Habían sido ciertas sus palabras, Roy había dicho justo aquello desde el principio y ella no lo había creído posible. Desde aquel momento Roy había soltado sobre ella sus amenazas

 

- Y créeme Riza que, el exilio será la pena más suave que podría dársete, misma que se te será negada, dejando a criterio de tus jueces el castigo - 

 

La habitación quedo en silencio mientras la mujer cerro los ojos un momento antes de abrirlos furiosa.

 

- Así lo has querido Roy Mustang - soltó con rencor y volvió su vista en los dos reyes con desprecio - ¡Ojala y sean tan desgraciados como se merecen! -

 

Edward no supo porque, pero aquellas palabras de la rubia le hicieron temblar nerviosamente. Un mal augurio que esperaba nunca se fuese a cumplir. El rey lo sintió, el leve tiritar del rubio entre sus dedos y acercándolo mas a él llamó a los guardias.

 

- Llévensela ¡Ya no es mas bienvenida a mi castillo! - Los hombres se acercaron a la mujer e intentaron tomarla de los brazos para sacarla de la presencia del rey, mas esta forcejeo hasta sacárselos y hecho a andar ella misma sin necesidad de que la llevaran.

 

- Tranquilo Ed, ya paso todo - susurró el rey suavemente mientras apretaba mas sus brazos sobre el rubio. Las últimas palabras de la mujer habían trastocado al rubio. Mas cuando Edward se había abrazado a si mismo protegiendo con sus brazos a la criatura que llevaba en su vientre.

 

El pelinegro sonrío con cariño y casi iba a soltar un suspiro de alivio cuando Edward se había echado contra el recargando su mejilla en su pecho. Él los iba a proteger a ambos, no iba a dejar que nada les pasara. Así que las amenazas y los malos deseos de la rubia no debían de atemorizar más a su Edward. Porque ellos iban a ser felices de ahora en delante.

 

Lentamente las personas fueron alejándose de los pasillos dejándoles a ambos la intimidad que necesitaban. No hubo más cuchicheos u ojos curiosos que miraran. Tan solo un cómodo silencio que les hizo compañía mientras escuchaban la respiración de ambos. Después de un rato de tranquilidad Roy tomo entre sus dedos el mentón levantando con suavidad el rostro del rubio para que lo mirara. 

 

- No quiero que algo como esto vuelva a suceder - misito el pelinegro sereno - Nadie en este lugar volverá a tratarte de esa manera y pase lo que pase quiero que me lo digas inmediatamente - Roy miró como nerviosamente Ed se mordía uno de sus labios y despegaba su mirada de él.

 

- Creí que podía manejarlo - soltó con un bufido el joven príncipe. El pelinegro sonrío y adoro el pequeño puchero que el rubio había terminado inflando los cachetes molesto.

 

- Claro que puedes, pero aun así soy tu esposo y es mí deber velar por ti siempre Edward -

 

- Lo sé - aceptó el rubio volviéndolo a mirar y correspondió a la sonrisa que Roy le regalaba, mas el rostro del pelinegro se torno serio mientras soltaba con real convicción.

 

- Si alguien te ofende, me ofende  a mí también -

 

El rubio asintió aquello fervientemente y cerró los ojos un momento cuando los labios de Roy le regalaron un sutil beso en la frente, mismo que fue repartido en sus mejillas terminando como un pequeño apachurro de sus labios contra la pequeña nariz del príncipe.

 

- Ahora dime ¿Es cierto? ¿Voy a ser padre? - Roy se soltó del abrazo en que tenía prisionero a Ed y llevo una de sus manos a su cara donde la colocó sobre la mejilla que se había coloreado de rosa. Él ya sabia la respuesta, Riza se lo había confirmado, pero ansiaba escucharlo de los labios de Edward - ¿Es verdad? -

 

- Si yo estoy... yo... - Ed suspiró negando con la cabeza alejando esa timidez que de pronto le asaltaba. No había planeado que Roy se enterara de aquella manera de la llegada de su hijo, pero lo hecho, hecho estaba - Estoy esperando a tu hijo -

 

La pequeña sonrisa en los labios del rey se ensancho con rapidez mirando a su rubio e iba a besarlo por ello, pero en lugar de eso desvío sus ojos al vientre del chico que aun protegía entre sus brazos.

 

- Ed yo... ¿puedo? - Roy señaló hacia el vientre plano del rubio, que soltó una leve risa contagiosa al mismo tiempo que separaba sus brazos de su regazo, permitiéndole a Roy acercarse una vez que se arrodillo delante de Edward.

 

- Aun no se me nota mucho - Sus dedos buscaron instintivamente el cabello de Roy y se enredaron en los oscuros mechones despacio - A penas y tengo poco más de dos meses -

 

- Lo que importa es que sabemos que ya esta aquí - susurro Roy tocando a tientas sobre la camisa de Edward el lugar donde imaginaba estaba su hijo, le dio un suave beso sobre la ropa y se quedo ahí hablando contra la tela - Y estoy impaciente ya por tenerte entre mis brazos cariño -

 

Edward no pudo contenerlo más. Las lágrimas le habían picado los ojos solo con ver como Roy se arrodillaba y el sollozo en sus labios había tenido que ser tragado con fuerza cuando lo oyó hablándole con tanto cariño a su bebé.

 

Roy tuvo que cortar un beso más en el vientre de Ed cuando sintió como el rubio soltaba sus cabellos y sintió su temblor mientras sollozaba.

 

- ¿Por qué lloras Ed? -

 

El rubio no contestó. Era toda una vergüenza y Edward estaba empezando ya odiar esos cambios de humor.

 

† "•" †

TBC...

Notas finales:

 

N de la Yuka: Tengo en mente hacer un especial para navidad, pero no se si lo deseen, tal vez mejor un capitulo normal de este fic o no se! Díganme y si quieren especial, estoy abierta a ideas de que les gustaría! Saludos y nos leemos pronto en otro fic ;D

P.D. Una disculpa si les llegó notificacion doble de este capitulo. AY siempre me ha odiado xD


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