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Single Lady por YukaKyo

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Notas del capitulo:

Single Lady

 

 

Debes de saber que, Fullmetal Alchemist O El Alquimista De Acero  es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

 

Y que yo soy YukaKyo la creadora de este escrito y él © es de mi Propia Autoría.

 

Con la pareja ロイエド

 

También que quiero que recuerden la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes) Yo escribo y a cambio ustedes comentan.

 

Y como último mas no por ello menos importante, deben de saber que este fic nació y es una adaptación gracias a la increíble historia La Nueva Alianza de la gran autora Midhiel.

 

 

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28.- Decisiones Equivocadas

 

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— Puedo ver que se encuentra ya mucho mejor a como lo vi antes de marcharme mi príncipe — Edward casi respingó ante el sonido de aquella voz e inmediatamente dejó a un lado su libro para llevar sus ojos dorados hacia el que hablaba.

Con una suave sonrisa dibujada en sus rosados labios correspondió al saludo hecho por William y asintió en silencio cuando este con una silenciosa seña le preguntó si podía tomar asiento cerca de él. El rubio había asentido y  por un momento Edward hasta había creído que no lo haría, pues había mirado de mala manera el que el príncipe ni siquiera tuviese debajo de él alguna manta cómoda o cojín que separara de la tierra. Mas de pronto, se había dejado caer muy cerca a un lado suyo como si de verdad no le importase manchar su inmaculado traje blanco.

— Muchas gracias William y es un gusto volverte a ver —

Era agradable conversar con aquel chico y lo disfrutaba enormemente tanto que, las pocas ocasiones en las que lo habían hecho, los minutos pasaban excesivamente rápido dejándoles consumidas varias horas compartiendo desde la menor trivialidad hasta el mas debatido asunto real que tuviesen hasta el momento.

Paseando su mirada violeta por sobre Edward, Envy notó que ciertamente el joven era bello y hasta cierto grado hermoso y era así que sentía más que justificado que la gente considerara a aquel rubio como “La más preciada y perfecta joya de la corona que el rey Mustang atesoraba y cuidaba con esmero”. William tragó saliva, si nadie se hubiese levantado en contra de su padre y las cosas hubiesen seguido como en ese entonces, tal vez y hubiese tenido la oportunidad de conocerlo e incluso cabía la posibilidad de que aquel rubio fuese únicamente suyo.

El hombre ladeo su cabeza agitando con ello sus largos cabellos verdosos, apretando con fuerza sus puños mientras tensaba la mandíbula lleno de rabia e impotencia. Si tan solo hubiesen sabido aunque fuese solo uno de los planes de aquellos insurgentes y evitado con ello la guerra, Mustang no le hubiese arrebatado su reino, la corona y mucho menos a su consorte. 

William cerró los ojos y se obligó a respirar suavemente para tranquilizar la cólera que sentía. Bradley se lo había dicho ya una vez, tenía que empezar a dejar el pasado atrás, nada iba a volver a ser como era pero si se esforzaba como se debía y avanzaban hacia adelante como habían planeado, la corona del rey de Amestris volvería a estar donde debería. Sobre la cabeza de un heredero de sangre pura y real.

Y sin duda alguna esa era su propia cabeza.

Tenía que aceptar que no había escuchado mucho de lo que el rubio le platicaba mas podía excusarse brevemente pidiéndole que repitiera lo último y dibujando en sus labios una mueca agradable que hasta le salió chueca de lo poco creíble que era, volvió a abrir sus ojos violetas.

Edward le había correspondido la sonrisa y mientras hablaba nuevamente había levantado sus manos haciendo señas realmente motivado en lo que contaba completamente ajeno a aquellos ojos malva que mas que asombrados se habían clavado sobre su estomago.

Se había quedado helado al ver el redondo vientre del rubio que aunque no fuese muy grande, comenzaba a llamar la atención al tensar su ropa contra la abultada redondez. Él supo muy bien e incluso antes que nadie cuando el rubio quedo en estado, pero las emociones y sensaciones eran muy distintas al solo saberlas que a vivirlas en carne propia. La lengua se le había secado y su piel usualmente blanca se torno demasiado pálida.

 

Ahí en ese vientre se encontraba creciendo quien en verdad podía llamarse su verdadero enemigo.

Cuando naciera aquel pequeño bastardo podía quitarle lo que él celosamente estaba peleando. Aquella guerra, todas las humillaciones que había sufrido y las que faltaban por sentir, no significarían absolutamente nada si ese niño llegaba a nacer. Porque ese hijo, el hijo de Roy Mustang y Edward Elric, provenía de dos fuertes reyes que le heredarían el trono en cuanto lo quisieran. William podría derrocarlos, reducirlos a escombros y adueñarse de la corona pero si el pequeño heredero vivía, cuando tuviese la edad necesaria tendría que pasarle el reino aun y cuando no lo quisiera.

Pues el mismo reino le había arrebatado a él la corona y dudaba mucho que ese mismo reino quisiese dejarla sobre su sien, mucho menos si había ya otro príncipe que gozaba de su cariño y lealtad aun y cuando ni siquiera había nacido.

Y la única forma de evitar todo aquello era matándolo.

¡Al diablo si lo iban a utilizar como una arma!

Para Envy tenia mucho más valor muerto que vivo.

Willian se levantó de golpe y Edward tuvo que agradecer a que lo hiciera pues solo así había podido evitar el ver el rostro del hombre que se había transformado en una mueca grotesca que incluso mostró los colmillos en la sonrisa psicótica que por poco había terminado en una carcajada burlona que apenas y contuvo.

— ¿Quieres dar un paseo príncipe Edward? — preguntó el peliverde con el largo cabello cubriéndole la cara y su blanca mano fue ofrecida siendo observada tan solo unos segundos por los ojos dorados antes de que el rubio levantara la suya hasta posar confiadamente sus dedos en la pálida palma.  

Le había ayudado a levantarse pero sostenerse de aquella mano que se le ofrecía fue la peor decisión que había tomado Edward.

† “•” †

Roy soltó un bufido para luego bostezar con fuerza mortalmente aburrido, después de las audiencias reales que eran casi eternas y monótonas, la segunda cosa que mas le aburría de su trabajo era el cotejo mensual oficial del estado. Una tarea tan burda que su propia secretaria podía realizar pero que a regañadientes tuvo que escuchar cuando Maes llegó anunciando un inusitado desvío de impuestos y aranceles que hasta en aquel momento se habían percatado.

Su escritorio se encontraba atiborrado de papeles, mismos que ya había dejado de prestar atención desde media hora atrás y aunque él no estuviese presente en mente en aquel lugar, su oficina estaba repleta de personas a las que si así lo quería, podían responder por él cualquier pregunta que Maes hiciera.

No había pensado que aquel día fuese a ser tan pesado y cansado, de hecho ya hasta le había prometido a Edward tomar con él una pequeña caminata por los jardines del castillo, mas tendría que aplazar la misma hasta que aquella reunión hubiese terminado y a como iban las cosas seria toda una suerte que pudiese compartir con su rubio aunque fuese la cena.

Cuando volvía a bostezar Maes detuvo su plática y lo miró enfadado mas el pelinegro tan solo lo ignoró haciendo su vista a un lado. Sabia que se comportaba de manera muy infantil al hacer aquello pero no podía evitarlo pues en toda la semana no le habían dado un solo día de descanso y aunque fuese el rey, amo y señor de todo, no podía simplemente hacer lo que quisiera.

Edward sería el primero en impedir que lo hiciera.

Incluso el reloj de la pared le pareció más interesante que las palabras de su general. Pero entonces una figura que conocía más que bien se dejó ver en la lejanía de la ventana de su despacho. Ahí no había nada más que el principio de lo que parecían los interminables corredores del jardín real y claro, la pequeña colinilla donde se alzaba el encino favorito bajo el cual Edward gustaba pasar sus tardes de lectura.

La sonrisa no se hizo esperar para dibujarse en sus labios cuando el rubio con un poco de trabajo logró sentarse bajo la fresca sombra del encino, para luego acomodar sobre sus piernas el voluminoso y viejo libro de pastas rojas demasiado ajeno al silencioso escudriño de Roy. 

Los minutos pasaban rápido y a Roy no le quedo mas que volver su atención a Hughes de tanto y tanto. Estaba seguro que Ed iba a quedarse a leer ahí hasta que su junta acabara. Podía que incluso supiera que Roy le observaba desde la comodidad de su sillón tras el escritorio mas en ninguna ocasión había hecho el intento por buscarle en la ventana. Después de todo sabia muy bien que Roy si que podía verlo y Ed no se iría de ahí hasta que cumpliera su promesa de pasear juntos por los jardines aun y cuando estuviese todo completamente oscuro.

Tal vez motivado por aquello el pelinegro volvió a tomar una vez mas sus apuntes y dio sus criticas, consejos e incluso dio algunas propuestas. La sonrisa en los labios de Maes no tardó en dibujarse en sus labios y justo cuando Roy compartía ideas con los demás el hombre de lentes miró hacia donde Roy había visto algunos minutos antes. Solo negó levemente con la cabeza mientras su sonrisa se ensanchaba un poco más.

Únicamente Edward era capaz de hacer que Roy hiciera lo que menos le gustaba tan solo para complacerlo y justamente había caído como un milagro del cielo en medio de aquella junta que ahora si parecía próxima a terminar temprano.

Cuando la última de las carpetas fue entregada a cada uno de los integrantes de la junta, Roy suspiró ya mas relajado. Estaban a casi nada de terminar con aquello y se permitió por un breve momento desviar sus ojos a la ventana y observó un tanto sorprendido cuando alguien llegó al lado del rubio. Casi suspiró tranquilo al percatarse que solo se trataba de William y aunque Maes compartió con él una mirada desaprobatoria por el acompañante de su esposo, simplemente decidió ignorarle siguiendo con la reunión.

Entre mas pronto terminaran el trabajo menos tiempo tendría que compartir William con Ed.

Al parecer su amigo de toda una vida había entendido perfectamente sus intenciones pues incluso agilizó el informe y no se tardó mucho en dar sus puntos de vista al respeto y justo cuando estaba por firmar en los papeles que daban por terminada aquella sesión, algo le hizo al rey volver su mirada a donde estaba su esposo.

Edward había sujetado la mano que le tendía William ayudándolo para levantarse, pero en cuanto estuvo completamente erguido, algo había pasado. El corazón de Roy se detuvo en cuanto vio a su esposo cayendo por la pequeña colina donde estaba ese árbol.

† “•” †

El salón estaba en un profundo silencio a pesar de estar casi completamente lleno de gente. Si alguien se levantaba para ir a algún lado de la habitación, se movía con una lentitud inusitada para no hacer ningún ruido que molestara el armonioso silencio que envolvía a las personas que trabajaban presurosas y calladas bajó el atento escrutinio de su emperador.

El soberano de los mil días consideraba al silencio como el más precioso de los tesoros de su reino y si este era rompido de manera estrepitosa, aquello era tomado como una ofensa para su majestad que era cobrada con mano dura para seguir el ejemplo. Fue por ello que cuando el mensajero irrumpió en el recinto azotando la puerta y sonando ruidosamente sus botas contra las baldosas brillantes, todos a su alrededor dejaron inmediatamente de hacer lo que hacían para mirar con cierta lastima y pesadumbre a aquel desgraciado.

Una gota de sudor resbalo por su frente al verse observado completamente y dudó en mas de un segundo en acercarse al emperador que le observaba fríamente desde su trono, pero se tuvo que obligar a caminar los pasos que le faltaban antes de dejar caer una de sus rodillas al suelo levantando con ambas manos antes de agachar la cabeza, un impecable sobre sellado. Entregarlo sin contratiempo alguno había sido su misión y hasta que el mismísimo emperador de Xing no lo tuviese en sus manos no estaría completa.

El sobre le fue arrebatado con furia y casi al instante el sonido de las espadas de la guardia del emperador sonaron al cortar el aire y descansaron sobre la piel del cuello del mensajero, solo necesitaban una orden para que el mensajero terminara sin cabeza. Pero la orden estaba tardando demasiada en ser dada.

El emperador observó curioso el sobre cuando notó el conocido sello de cera azul que lo cerraba y aún y cuando no lo deseara, tensó los hombros cuando sus dedos se posaron sobre el mismo para destruirlo y abrir la carta. Podía que aquellas no fueran buenas noticias. Amestris no se caracterizaba por ser una nación tranquila y aun y cuando tuviesen un tratado de paz más que beneficioso para ambos, el mismo podía ser roto en cualquier momento para empezar una guerra.

Con un hambre inusitada devoró las letras y parpadeó incrédulo al terminar la lectura para volver una vez más a releer la carta, aunque en esta ocasión lo hizo con mas calma disfrutando de cada letra relajándose cada vez un poco mas cuando terminaba cada frase hasta casi atreverse a soltar un suspiro de paz cuando llegó al punto final.

Aquellas no eran malas noticias, al contrario, eran justo las mejores para su reino y mas en concreto para él, aunque borró inmediatamente la sonrisa complacida que se había formado en sus labios, estaba seguro que aquellas no iban a ser excelentes noticias para una persona en especial de su reino. Con el ceño serio dobló la carta para después guardarla entre sus ropas y luego hizo un ademan con el que sus guardias dejaron de amenazar al pobre mensajero y lo despidió inmediatamente haciendo que abandonara la habitación.

Después se encargaría de enviar sus respectivos honores para aquellos que le habían mandado aquella carta. Con un movimiento de su cabeza, uno de los mas allegados de sus sirvientes se acercó hasta el y solícito con la cabeza gacha esperó pacientemente arrodillado las ordenes de su amo.

— Quiero que traigas a mi hijo ante mi presencia — el sirviente asintió de inmediato a sus exigencias poniéndose de pie, mas se quedo ahí como piedra.

No sabía exactamente a cual de sus hijos, pues su majestad el emperador contaba con una numerosa familia que cada año era bendecida con dos o más herederos. El siervo tragó saliva, preguntar por cual de ellos no era una buena opción, aunque tampoco lo era quedarse encimado en si mismo como hasta ahora lo hacía.

Al menos no si deseaba conservar la cabeza aun sobre sus hombros.

— ¿Qué es lo que esperas? — Gruñó el soberano — ¡Trae a Ling ante mi presencia! — aun asustado por la reacción de su señor, el sirviente echó a andar tropezando aunque sin llegar a caer al suelo.

Una sonrisa arrogante se dibujo en los labios del emperador y descuidadamente acaricio los largos bigotes que caían por su pecho. No es que gozara del abuso de su poder mas sin embargo, disfrutaba enormemente que sus órdenes fuesen cumplidas sin rechistar y aquello le recordó algo. Movió su cabeza una vez más y esta vez fue uno de los guardias el que se acercó a él y tan solo tuvo que decir una palabra para que en menos de un parpadeo sus silenciosos ejecutores salieran disparados por la puerta del recinto.

Aquel mensajero de Amestris había marcado su destino al insultarlo de aquella manera y el emperador no iba a dejar que aquello quedara sin castigo.

† “•” †

Su espalda había golpeado con fuerza el tronco áspero, fue tan doloroso que aun y cuando su saco fuese de un material más que resistente y grueso, la fina piel de su espalda se había escoriado, tal vez hasta el grado de sangrarle. Pero aquello ni siquiera fue la mitad de doloso como el puño bien marcado que llevaba en su mejilla que por dentro le había reventado la carne y sangraba teniéndola que degustarla y tragársela aunque le asqueara. Pues si intentaba al menos moverse un poco la filosa hoja del sable que descansaba en la piel de su cuello terminaría rebanándolo.

William apenas y pudo entreabrir sus ojos encontrándose con los de Roy Mustang fijos en él. Su rostro estaba contraído en rabia, pero lo que por breves momentos le había robado el aliento era la llama danzarina en sus pupilas azul oscuro, que brillaba con hambre, furia y deseo por su sangre derramada.

Una vez más había llegado demasiado lejos y nuevamente había terminado actuando sin medir las consecuencias. Y terminó chillando ruidosamente cuando la hoja del sable cortó levemente su garganta, sintiéndose completamente humillado por ello. Las pupilas de Roy brillaron complacidas cuando la gota rojiza resbaló dejando una estela carmesí en su paso sobre la filosa hoja. William se había burlado de él, Roy siempre había sido considerado con él y cuando todos habían pedido por su destierro y repudio, solamente Roy se había puesto en contra de ello permitiéndole quedarse en el reino y cuando el peliverde le había jurado lealtad absoluta confió en su palabra y le dejó unirse una vez mas a la corte donde si al menos ya no era tratado como el príncipe que había sido por lo menos contaba con el suficiente respeto para no sentirse ultrajado por ello.

Pero aun después de todo aquello William se había atrevido a morder la mano que él le había ofrecido.

Maes se lo había advertido en más de una ocasión, confiar en aquel hombre no había sido la decisión mas inteligente que había tomado y tal vez quitarle la vida en ese momento tampoco lo fuera, pero aquello era justamente lo que ahora deseaba su corazón.

— De… déjalo Roy — la voz entrecortada de Edward había impedido justo en el preciso momento que deslizará con fuerza la hoja y Roy volvió el rostro hacia donde estaba su esposo.

Edward le miraba con los ojos dorados entre cerrados de dolor, aun tendido en el suelo justo donde había quedado después de su caída donde Maes y otros hombres trataban precariamente de atenderlo. Algunos mas habían salido disparados momentos antes gritando en los corredores tratando de encontrar algún paje que pudiese ayudarlos, doctor o al menos alguien que tuviese los suficientes conocimientos médicos que el príncipe necesitaba.

Y cuando una de las manos del rubio, que hasta entonces se encontraron sujetando fuertemente su vientre, se alzó hacia él llamándole mudamente. Roy soltó su sable y a William para correr hacia donde estaba Ed.

Dos guardias no tardaron en rodear al peliverde que se había llevado la mano a la garganta que sangraba no tan profusamente como él se lo imaginaba. Maes había tenido que hacerse a un lado cuando Roy había llegado hasta a ellos tomado al rubio entre sus brazos manteniéndolo muy cerca de su pecho donde las manos del rubio se habían aferrado a sus ropas ahora gimiendo con dolor.

William había resbalado por el tronco hasta quedar toscamente sentado en el suelo y había llevado su mano al cuello y la quito de inmediato creyendo ver la palma completamente llena de sangre. Mas tan solo unas cuantas gotitas manchaban la piel. Volvió sus ojos violetas coléricos hacia la pareja cuando el miedo inicial se le había pasado y dibujó en sus labios una sonrisa burlona cuando el general del rey le miró al volver el rostro, haciendo que Maes se diera cuenta que todo aquello no había sido un accidente. Su intención había sido desde el principio deshacerse del bebé e incluso de Edward.

— Llévenselo de aquí — soltó momentos después Maes mirando a los guardias — Póngalo en alguna celda ¡Rápido! — Los hombres asintieron y sujetaron al peliverde rudamente de los brazos levantándolo en vilo, antes de hacerlo caminar a puros empujones. Enfilaron hacia el pasillo que daba a las afueras del castillo y de ahí pasarían inmediatamente a las fuertemente resguardadas cárceles de central.

— ¡A las mazmorras! — soltó el rey colérico aún y cuando su atención preocupada estaba en su esposo que continuaba doliéndose sobre el suelo esperaba a que llegara la ayuda médica. Los guardias se detuvieron en el acto ante las palabras de su regente, dudosos mas que nada en cumplirlas. Los calabozos ocultos bajo el castillo no habían sido utilizados en mucho tiempo y aquel lugar era considerado todo un suplicio incluso y cuando solo se estuviese ahí por pocas horas.

El rey Mustang los había repudiado y por ello había creado las cárceles y aunque su rey tuviese mano dura para quien lo traicionaba, dudaba mucho que aquella decisión la hubiese tomado con la cabeza fría. Uno de los guardias le mandó una mirada dudosa a Maes que solo negó para que no cumplieran la orden hecha por el rey y echaron a andar en dirección contraria a donde él rey había ordenado.

— ¡HE DICHO QUE AL CALABOZO! — se oyó la voz del rey mas que furiosa y se detuvieron en seco sin saber que hacer, mas fue el jefe de aquella guardia el que se levantó de donde estaba con él rey y tomando él mismo a William lo obligó a avanzar.

— Como usted ordene majestad — musitó dando una ligera reverencia para luego alejarse siendo seguido por los demás tras de él.

— Ro… Roy — la voz entrecortada de Edward le estremeció sintiéndose terriblemente culpable por sus descuidos y sujetó entre las suyas la mano del rubio que se había aferrado con fuerza a su chaqueta militar. Roy levantó un poco la vista cuando escuchó pasos acercándose a ellos y por un breve momento se sintió un poco aliviado cuando vio a Knox y varias enfermeras corriendo en su dirección.

— Todo va a estar bien Edward — susurró acariciando la mejilla del rubio que con cada segundo se tornaba cada vez mas pálida — Todo va a estar bien —

† “•” †

Le había hecho esperar.

 

No demasiado pero si lo suficiente y a pesar de su enfado, el emperador de los mil días miró con agrado como Ling se arrodilló frente a él al igual que sus guardias personales que estaban unos cuantos pasos atrás y antes de presentarle sus respetos al emperador, Ling desenfundo su siempre fiel Yuen Dae dejándola descansar en el suelo a la derecha suya y solo hasta después de inclinarse lo suficiente y por el tiempo necesario,  el pelinegro levantó la cabeza mirando directamente a los ojos al emperador.

— Estoy aquí Padre — el hombre asintió a sus palabras permitiéndole permanecer ahí, sentado sobre sus piernas esperando paciente sus palabras.

Mas el regente de Xing no pronunció palabra alguna limitándose a levantarse de su trono avanzando seguro los pasos que lo separaban de su hijo y cuando estuvo finalmente frente a él le tendió la misma carta que había leído.

Ling había tenido que sujetarla entre sus dedos recelosamente, el que su padre no hablara ya le hacia desconfiar de sus intenciones y el sobre manchado de azul donde antes había estado el sello de cera, ya le daba una idea de donde provenía. Aun desconfiado lo abrió y saco la única hoja que contenía. En un principio sus ojos no habían querido leer más allá de las primeras letras pero se obligó a hacerlo.

Fue entonces que el emperador estuvo muy consiente de las emociones de su hijo. La piel del príncipe se había puesto pálida y la mueca de desconcierto no tardó en dibujarse en su faz mientras negaba una y otra vez con la cabeza. Había dejado de respirar en algún momento y cuando termino de leer agachó la cabeza mientras cerraba los ojos apretando los parpados fuertemente donde las pestañas oscuras brillaron al humedecerse.

Soltó furiosamente el aire de sus pulmones y los papeles en su mano se arrugaron e incluso rasgaron cuando cerró el puño con rabia apenas contenida y levantó una vez mas el rostro abriendo los ojos para mirar más que dolido con sus pupilas oscuras a su padre. La mirada de desconsuelo en los ojos de su hijo le caló profundamente al emperador mas ni siquiera dejó entrever aunque fuese un poco de esa emoción en su siempre imperturbable serenidad.

— ¿Cómo has podido inventar todo esto? — las pupilas del príncipe destilaban rabia hacia el emperador quien por primera vez había sido tomado por sorpresa y sus pobladas cejas oscuras se fruncieron de inmediato.

— ¿Gozas lastimándome así? — Gritó el príncipe levantándose de golpe, tomando por sorpresa a Fu y a Lan Fan— ¿Es que te complace humillarme así?—

Mas solamente pudo dar un paso al frente del emperador, arrojando a los pies de este el papel arrugado antes de empuñar a Yuen Dae queriéndola dirigir al cuello del soberano. Mas ni siquiera llegó a rozarle, una lanza había detenido su filosa espada a medio camino y tres mas ahora amenazaban el cuello de Ling.

Los guardias del príncipe tenían sus armas dispuestas a atacar al menor movimiento pero no podían precipitarse o la vida de a quien resguardaban se escaparía de sus manos, pues aun siendo el hijo del emperador y el favorito del mismo para ser su sucesor nada le salvaría si su padre dictaba que le dieran la pena máxima por sus ofensas.

—  Bajen sus armas, ahora —

Fue la orden escueta del emperador y el jefe de sus guardias demoró algunos segundos en cumplir con la misma. Era completamente deshonrosa la forma en que el príncipe se había comportado y aunque su señor pudiese perdonarle aquello, su honor como xianganes exigía un castigo ejemplar para aquel majadero.

—  ¿Qué no han escuchado lo que dije? —

Casi a regañadientes lo hicieron y volvieron a posarse a un lado del trono como momentos antes lo habían hecho. El emperador los miró por un segundo con sus ojos oscuros serenos. Tal vez y ellos no pudieran comprender el actuar de su hijo pero podía que mas delante pudieran hacerlo. No podía tomarse como ofensa hacia él lo que había hecho Ling, después de todo no había sido mas que el actuar tonto e irresponsable de un muchacho herido, que estaba seguro no hubiese llegado a consecuencias mayores a las de ese susto.

Porque estaba seguro que Ling se hubiese detenido antes de que la hoja de su arma le tocase la piel. Lo conocía más que bien para saber eso y esperaba que en un futuro sus guardias lo reconocieran también.

— Necesito hablar a solas con mi hijo — soltó el emperador girándose a donde se encontraba su heredero y aunque el rostro de Ling no lo miraba de buena manera  — Así que les pido que se retiren —   

Uno a uno los sirvientes abandonaron la sala del trono e incluso los guardias les acompañaron. Por un momento el soberano de los mil días había pensado que batallaría un poco mas en sacarlos del recinto por las acciones de su hijo, mas su palabra era considerada una ley para su gente.

Los únicos que faltaban de retirarse eran los guarda espaldas de Ling, mas bien la guardaespaldas era la que no deseaba moverse aun y cuando ya había sido incluso jalada por su propio abuelo.

— Maestro Ling — le llamó suplicante, era más que notorio que no deseaba alejarse de él aun y cuando había sido el mismo dueño de su vida quien lo había ordenado. Mas su lealtad no se encontraba centrada en el rey de todos ellos, sino en el nuevo heredero de aquella milenaria dinastía.

—  Esta bien Lan Fan, puedes dejarnos solos — por unos breves momentos la mujer dudó mirando la espalda de Ling y desvió sus ojos brillosos al emperador y por primera vez este mostró una ligera sonrisa muy apenas dibujada en sus labios y con un movimiento suave y gentil de su mano le pidió en silencio que saliera. La mujer asintió mirando al sabio señor tranquila y le dio una ligera reverencia antes de alejarse.

Todavía con sus ojos fijos en la pequeña espalda de la mujer, agradeció el cariño y la preocupación sincera de la joven. Sintiéndose realmente orgulloso de haber escogido a aquella familia para el cuidado de su mas preciado hijo.

Cuando el último de ellos terminó por salir, las enormes puertas de la sala del trono se cerraron y una vez mas los ojos del padre e hijo se encontraron por breves segundos. Fue el emperador mismo quien rompió el contacto y se volvió entonces hacia donde estaba su silla. Ling siguió sus movimientos y los notó distintos.

El andar del señor de los mil días era cansado, demasiado pesado y simplemente se había dejado caer en el cojín sin ninguna elegancia o porte. Un suspiro exhausto fue exhalado de sus labios y por un breve momento a Ling le pareció notarlo incluso viejo y acabado y con un suspiro que más bien fue una exhalación cansada el hombre habló.

— Nunca llegué a imaginar siquiera que podrías imaginar ese tipo de bajezas de mí —

Ling podía escuchar la voz dolida de su padre y sintió incluso un pequeño nudo en la garganta. Sabía que su padre podía ser estricto y severo pero jamás cruel o vil, pero también que podía ser capaz de todo para proteger a sus hijos y a su reino y Edward para él se había convertido en un problema no solo para la integridad de su hijo sino para la tranquilidad misma de sus tierras.

— El sobre con la noticia es autentico, mas aun si te quedan dudas puedes preguntarle a quien gustes en cualquiera de los reinos — los ojos oscuros del emperador brillaron provocadores — Incluso puedes ir a Amestris a comprobarlo tú mismo —

Lo hubiese hecho, pero sabía que aquello tan solo era una provocación. Marcharse de aquellas tierras solo significaba su destierro donde sería solo una paria que echaría a su suerte a todo su clan, la cual no prestigiaba ningún buen futuro para el mismo y aunque Ling deseara mas que nada estar en aquellos momentos junto al rubio, no era tan desgraciado como para simplemente pensar en sus deseos egoístas mandando al diablo las vidas inocentes de su gran familia.

— Más ese no es un menester importante — La voz del emperador fue seca y tosca — Sino que él a partir de este momento y en lo que sigue por delante a quedado completamente fuera de tu vida — Ling apretó los puños con furia.

— El príncipe consorte de Amestris Edward Elric, esta próximo a dar a luz al futuro heredero de Amestris — tras decir aquello el emperador notó como su hijo rehuía de su vista notoriamente decepcionado por aquello — Y tu hijo mío, por mas que lo desees no puedes dar por falsos esos hechos — Ling gruñó ante las palabras de su padre y bajó la cabeza derrotado.

— Espero que con esto te des por vencido en tu empeño por partir hacia Amestris — la mirada del hombre se suavizó ante el dolor de su hijo e incluso su voz se notó reconfortante deseando que pudiese comprender que debía ya darse por vencido — No tienes ya nada mas que hacer ahí —

— La vida de Edward y de muchísimas personas inocentes esta en peligro —

— Eso es verdad — soltó su padre y por un momento el pelinegro guardó en su pecho un breve dejo de esperanza — Mas no es tu obligación inmiscuirte en ello —

— Padre, en una ocasión me dijiste que un buen emperador sabio jamás buscaba la guerra — soltó Ling dando un paso al frente  del trono — Y una guerra es lo que tendremos si no evitamos todo esto —

— Primero caerá Amestris, pero no estés tan seguro que el grandioso reino de Xing estará seguro después de eso. Esas naciones querrán seguir en su conquista, no se quedarán tranquilos con solo obtener una nación fuerte como lo es Amestris. Lo van a querer todo y eso incluye a Xing — el emperador no dijo nada, tan solo le miró brevemente antes de mandar sus ojos a un punto muerto en la habitación mientras sus dedos acariciaban su larga y fina barba de arriba a abajo.

— ¿Qué es lo que propones hacer? —

— Prepararnos para la guerra, avisar al rey de Amestris y proteger a todos los que estén siendo obligados a participar en esta nueva revuelta disfrazada en una engañosa alianza —

— Convocaré a una junta especial a mis generales y discutiremos tus ideas hijo mío —

— Padre — Ling sonrió complacido ante sus palabras, mas la mueca en sus labios se borró con sus siguientes palabras.

— Pero de ninguna manera participaremos en la revuelta —   

— ¡No puedes quedarte de brazos cruzados sin hacer nada! — Explotó Ling  nuevamente — Son reinos amigos los que están en juego —

— Xing se ha levantado solo desde sus inicios y se ha defendido a su manera de cualquier invasión extranjera. Las provocaciones no son lo nuestro Ling. Somos un pueblo fiero y fuerte cuando se nos provoca, mas preferimos evitar las confrontaciones innecesarias —

— Aunque has mencionado que deseas proteger la vida de personas inocentes, tu interés verdadero es únicamente salvar a Edward — el pelinegro bajó la cabeza ladeándola levemente y aquello hizo que el emperador supiera que estaba en lo correcto.

— Puede que lo logres Ling. Podrás salvarlo e incluso traerlo contigo a Xing —  los ojos del príncipe volvieron al soberano — Y aunque logres arrebatárselo a Roy Mustang, nunca podrás hacerlo tu consorte y mucho menos tu sucesor a su hijo —

— Me interesa primero salvar su vida — lo demás vendría después.

— Entonces haz lo que creas conveniente hijo mío —

Ling sonrió, pues eso era justamente lo que iba a hacer.

† “•” †

 

TBC...

Notas finales:



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