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Single Lady por YukaKyo

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3- Romanza

Single Lady

Debes de saber que, Fullmetal Alchemist, El alquimista de Acero o Hagane no Renkinjutsushi (鋼の錬金術師) o también Hagaren (ハガレン), es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la autora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría. Y este fic es Exclusivo para Amor Yaoi

Con la pareja Roy x Ed. Oh, si y por si no se habían dado cuenta en el sumary, pues habrá, male pregnancy, ash!

También que No pretendo obtener nada a cambio, solamente unos pocos comentarios gentiles y otros mas no tanto, de los lectores que me sigan. Así que… Oh gran Vaca de los calzones blancos! No tengo nada en contra tuya! Y mucho menos espero retribución alguna de la LIE (Ley de Intercambios Equivalentes)

Otra cosa que suelo advertirles es que, no tengo muy buena ortografía que digamos, así que hay errores que por mas que lea en ocasiones se me irán algunos colados por ahí, les pido que no me hagan roña con eso. Veré si consigo a alguien para que lo corrija antes.

Y como ultimo, que este fic esta basado en la historia La Nueva Alianza de la autora Midhiel, y es su adaptación.

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“Únicamente para ti… con todo mi desprecio”

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3- Romanza

— ¿Y dónde se encuentra el príncipe? —

Por un momento Maes pensó que había escuchado de más, pero no era así.

Roy apenas y miraba los papeles que debía de firmar y sus anchos hombros estaban tensos esperando la respuesta a la pregunta que le había formulado.

¡Era la primera vez que el rey se preocupaba por el paradero del príncipe!

— No pensé que te interesaba, pero bien—

Maes se tomo su segundos para recordar lo que los sirvientes le había comentado y se apresuro a repetirlo cuando las oscuras orbes azuladas del pelinegro lo miraron fijamente dejando a un lado la pluma fuente que hasta momentos atrás llevara sujeta entre sus dedos.

— Todos los días desayuna y después si no hay otra cosa estipulada para él, se dirige de inmediato a la biblioteca. Pasa ahí todo el día y es hasta que cae la noche cuando regresa a sus habitaciones a descansar —

El pelinegro asintió y volvió a tomar la pluma centrándose en los papeles nuevamente. Al parecer el rubio había pasado de encerrarse en su habitación, a encerrarse en la biblioteca. Era curioso pero, estaba seguro que la misma estaba aun en reparaciones o más bien, en reagrupamiento y búsqueda.

O al menos esa era la orden directa que le había dado a la castaña Shezka.

Pero si Edward ya pasaba sus días ahí, significaba que la misma ya estaba terminada. Sonrió levemente y comenzó a plasmar su sello sobre las hojas de edictos. No se había equivocado al asignarle aquella misión a la castaña. Era toda una suerte que al menos la biblioteca estuviese ya lista y en tan poco tiempo. Aunque era extraño que no se le hubiese avisado de ello.

Se encogió de hombros y no le dio importancia. En un completo silencio el rey continuo su trabajo, sellando y leyendo por varios minutos una a una las hojas que el general Maes le pasaba. Después de algunas horas de esa, aun temprana mañana, unos suaves golpes en la puerta interrumpieron el silencio y la jornada laboral del monarca. Dio la orden para que entraran y uno de los silenciosos sirvientes ingreso con paso vacilante a la estancia. Después de la reverencia correspondiente y sin mirar a los ojos al monarca, tosió levemente limpiando su garganta para decir con voz fuerte.

— El rey Hohenheim de la Luz ha llegado con la comitiva de los aliados — Por algunos breves instantes los ojos dorados y oscuros, de tanto el militar como el rey se encontraron.

Finalmente con aquello, la boda podría realizarse inmediatamente.

† “•” †

Ed bostezó cansado aun tirado en el pasto en los jardines del castillo. Durante toda la mañana había utilizado su alquimia para reparar infinidad de cosas descompuestas. No había sido aquella la forma ideal de pasar el día, pero una vez que Shezka lo había convencido de olvidarse por unas horas de la biblioteca.

Uno a uno, cada aparato con fallas o inservible había terminado en sus manos.

Y lo último había sido el restaurar la vieja cerca de los rosales a un costado suyo.

Para aquellos momentos se le antojaba tomar una siesta reparadora, ahí justo en los jardines. No había nadie a su alrededor, mas que la castaña, que además por cierto, extrañamente se había perdido de su vista desde algunos minutos atrás.

Perezosamente se estiro en el pasto para luego doblar sus brazos utilizándolos como almohadas. Era una suerte que el día estuviera medio nublado y fresco. Pues no pensaba seguir la idea de quitarse su vieja y sucia capa roja que siempre portaba.

— Hum… huele rico — murmuró con los ojos cerrados, negándose a abrirlos — Algo dulce —

— Si, bollos rellenos de crema de vainilla — murmuró Shezka que se encontraba ya sentada a un lado suyo y sobre su regazo se encontraba una canasta pequeña, adornada con un mantelito de cuadros rojos y blancos que apenas cubría los numerosos panecillos calientes y humeantes — Pensé que tal vez, tendrías hambre —

¡Oh y si que lo había adivinado!

De un solo movimiento rápido el chico quedo sentado en el césped y sin pedir permiso siquiera tomo dos panecillos, uno en cada mano y empezó a devorarlos con premura. Casi no masticaba y por su glotonería en poco tiempo la canastilla quedaría más que vacía.

Shezka sonrió complacida notando el buen apetito del rubio.

— Gra… fias…— soltó masticando ruidosamente en cada bocado y con la boca abierta, olvidándose de las reglas de etiqueta que de memoria se sabía.

— De nada — murmuro la castaña, con una gotita de sudor bajando por su mejilla. Verlo comer de aquella manera no era en si nada agradable.

Dejó al rubio atragantándose con los panecillos y giró su rostro cuando las pisadas y murmullos empezaron a acercarse a donde se encontraban. Pudo ver el oscuro traje de la policía y otros de la milicia acomodándose en sitios específicos a lo largo del atalaya y por la rapidez y la hermeticidad en que lo hacían, dedujo entonces que alguien realmente importante había llegado al castillo.

Tal vez algún miembro mas de la realeza, en una visita al rey Mustang.

Pero fue otra cosa la que ahora llamaba su atención, todo un sequito de sirvientes reales empezaba a dispersarse en distintas direcciones, aun y cuando habían llegado juntos. Al parecer buscaban algo o a alguien, no le dio mucha importancia. Tareas como aquellas nunca le eran encomendadas, a menos claro que el mismo rey se lo pidiese.

Volvió su vista a su regazo y antes de que el rubio arrasara con el último panecillo, lo tomo ella y le dio una suave mordida.

¡Deliciosos!

Con razón el chico no había podido evitar el devorarlos tan rápido. Estaba tan concentrada disfrutando de su panecillo que no noto cuando uno de los sirvientes dio con ellos y con paso apresurado se encamino a su lado. Extrañada observo como el recién llegado hacía una reverencia y le fue imposible el notar como se fruncía el ceño molesto al rubio.

— Majestad le hemos estado buscando — murmuró enérgico y a la vez aliviado el paje, dirigiéndose exclusivamente al rubio — Su padre el rey Hohenheim de la Luz ha llegado y su alteza el rey Mustang requiere de su presencia en la Sala del Trono —

— ¿Qué? — Grito Shezka, siendo mirada severamente por el paje — ¿Eres el príncipe Edward Elric? —

— Si —

— Pero, pero… ¿Por qué jamás me lo dijiste? — La castaña noto como la mirada del sirviente se volvía mas hosca al dirigirse a su majestad de aquella forma tan cercana — Quiero decir ¿Por qué jamás me lo dijo majestad? —

— Gracias por tu servicio. En un momento me reuniré con él, puedes retirarte —

El ciervo asintió a las palabras del príncipe y solo después de añadir una reverencia, se alejo lentamente con su característico andar silencioso. Edward lo observo alejarse y hasta que hubo desaparecido de su vista, volvió el rostro hacia la joven que lo miraba con más de mil preguntas en su cara. Suspiro sereno y humedeció sus labios.

— Tu eres la única persona que honestamente me ha brindado su compañía — soltó mirando a la joven fijamente, Shezka se quedo completamente muda al escuchar aquello.

— Todas las demás personas aquí en el castillo, simplemente estaban conmigo por mi titulo y aunque en ocasiones no estuvieran de acuerdo con lo que decía, para ellos era lo correcto pues era el príncipe quien lo decía y nada más —

— Yo ni siquiera sabia que…— Shezka no podía decir que no sabía que el príncipe Edward estaba en el castillo, pero nunca antes había reparado en intentar conocerlo.

Había estado tan enfrascada con la encomienda del rey sobre la reapertura de la biblioteca que jamás tuvo el tiempo y cuando finalmente fue así, se había encontrado con la sorpresa de que el mismo príncipe era quien la acompañaba

— Bueno yo no — trato de excusarse la castaña.

Nunca tampoco había necesitado saber quien era el rubio que la ayudaba tan solícitamente, extasiado con cada libro nuevo que acomodaba y revelándole en secreto que moría por abrirlo y sentarse a leer, más que si llegaba a hacerlo, jamás terminaría de ayudarle como le había asegurado lo haría.

Y ella se había vuelto su amiga y ambos trabajaban para restaurar aquella biblioteca, esa biblioteca que estaba siendo regenerada, como regalo de bodas para ese príncipe que ni siquiera lo sabia.

Era el regalo de bodas para el príncipe Edward, por parte del rey Mustang…

Pero a ella no le confería el decírselo.

— Es tan agradable estar contigo, no necesitabas saber quien era y me brindaste tu amistad — El príncipe seguía hablándole y fue hasta después de un momento la chica pudo comprender a que se refería. Sonrió enternecida con las palabras del rubio — Eres la primera amiga y conocida cercana que tengo y deseo que eso no vaya a cambiar —

— Pero majestad — trato de replicar la joven

— Olvídate de ello — siseo el rubio, tomándola de una de las manos menudas.

— Príncipe yo creo que… —

— Edward — el rubio la corrigió y Shezka parpadeo al escuchar el nombre.

— Edward, Ed incluso puedes decirme Eddie — murmuro el joven sonriendo — Llámame como desees decirme, pero no me trates con excesivo respeto —

— Pero es que usted es… — un ligero sonrojo se había apoderado de las mejillas de Shezka, ya se imaginaba como la iban a mirar con envidia o reprobación los demás allegados a la corona.

El solo pensarlo le dio escalofríos, generalmente ella era invisible para todos.

— Soy tu amigo y solo eso — termino firme el rubio estrechando un poco mas fuerte la mano de la joven acrecentando su sonrisa.

— De acuerdo… — acepto la chica y le devolvió la sonrisa, mientras agitaba entre sus dedos la mano del rubio — Ed —

— Bien y ahora debo volver — musito el joven, no muy de acuerdo con la idea. Se levanto suavemente y agito de su capa las hojitas y hierba que se le habían adherido. Shezka lo miro levemente y al igual que él se levanto alisándose la falda azul de gruesa tela. Aun sonriendo le se acerco a y solicita como ninguna añadió con dulces palabras.

— Puedo acompañarte si gustas —

† “•” †

Roy paseo la vista por lo largo de la catedral. A pesar de que la misma fuese inmensa, había sido necesario sacar las bancas de ella. El número de personas reunidas ahí para ver la unión real era realmente, ridículo. Aunque los primero círculos solo podía contemplarse los rostros de los aristócratas de todo Amestris y los reyes de las demás naciones, detrás de estos la servidumbre e incluso el pueblo expectante esperaba.

…l simplemente no podía estar más reacio y tranquilo.

Como lo había pedido, ese día vestía su infranqueable ropaje de Fluher, rechazando por sobre todas las cosas, las telas de seda y terciopelo que debía utilizar siendo rey. La gruesa y tosca tela azul militar le asentaba mejor. Era verdad que era todo un rey, pero había sido la misma milicia la que lo había subido al trono y no la sangre real que, no corría por sus venas.

Era un hombre del pueblo y elegido por este como su rey y como tal, para aquella unión se representaba.

Con el sable militar desenfundado y clavado en el suelo, se sostenía con los brazos firmes apoyándose en el mango. Respiro profundo, logrando que con ello, las numerosas condecoraciones fijas a su pecho se movieran y correspondió la condescendiente sonrisa que el cardenal le mostraba y movió ligeramente la cabeza como saludo para cualquiera que posara sus ojos en su persona, cuando por cortesía dejaban de observar hacia la entrada de la capilla donde todos esperaban que el príncipe Edward apareciera.

Soltó un suspiro y cerró los ojos levemente. Se estaba empezando a desesperar por que todo aquello no terminaba pronto. Su gorra se movió levemente y con un movimiento rápido volvió a colocarla en su posición correcta.

Giro los ojos de inmediato cuando las trompetas reales anunciaron la llegada de la carroza que traía del castillo a Edward. Un pajecillo se apresuro a abrir la puerta de la carroza y el primero en salir fue el rey Hohenheim de la Luz orgulloso, que se giro para ayudar a descender a su hijo.

Cuando el pie del príncipe se poso sobre el suelo de la iglesia, una modesta orquesta comenzó a tocar entonces la marcha nupcial. Las exclamaciones de fascinación no se esperaron a escucharse cuando el príncipe quedo a la vista de todos. El sastre se había esmerado en su trabajo, el príncipe lucia radiante vestido de negro, cubierto con una interminable capa blanca.

Bajo una lluvia de pétalos blancos y de la mano de su padre avanzo por la alfombra moviendo graciosamente su capa que brillaba con refulgencia plateada y ondeando al aire su hermoso cabello rubio sujeto en una larga trenza entrelazada con listones blancos y plateados de seda fina.

Una preciosa tiara se amoldaba perfectamente sobre sus cabellos, perdiéndose en ocasiones con cada paso tranquilo que avanzaba. Los largos mechones rubios ocultaban por breves segundos, las numerosas y perfectas perlas que finamente entretejidas, se amoldaban al tocado. Los exquisitos diamantes deliciosamente cortados destellaban acomodados en la tiara como por descuido y un toque de color verde añadía a la joya un aire fresco con las hojas de guirnaldas que la decoraban selectamente.

Era la corona perfecta para el consorte de Amestris.

Llegando hasta el monarca, el príncipe se despido de su padre y tranquilo quedo frente a sus ojos. Se miraron por breves segundos y el contacto se rompió con la misma rapidez. El príncipe con los labios rosados apenas curvados en una sonrisa, agradeció el gesto del rey, que le había sujetado una de las manos delicadas, para llevarlas a sus labios besando sus nudillos.

Así, justamente lo había practicado con Ling, al pie de la letra seguían el protocolo real de aquella boda.

Cuando la sala hubo estado en completo silencio, dio inicio la ceremonia. Edward no presto atención a lo que el cardenal decía, sus ojos recorrieron discretamente al rey Mustang por algunos minutos y después, desvió su mirada hacia donde su padre había marchado.

Infinidad de conocidos y amigos estaban ahí presentes, dándole ánimos para aquella boda. Deseándole la infinita felicidad que se merecía.

Su sonrisa se amplio un poco mas, pero de inmediato se ensombreció con tristeza. Todos estaban ahí, menos uno. Edward cerró los ojos un momento dolido. Ling había cumplido con su promesa. No había llegado días atrás, ni lo siguientes al arribo de su padre. Ni se había parecido para presenciar aquella boda.

Nunca había sido su intención el lastimarlo rechazando su proposición y le dolía haberlo perdido.

Roy noto el cambio del príncipe y aquello lo molesto. Estaba próxima la culminación de la ceremonia y el rubio ni enterado estaba. Aprovechando la cercanía, el pelinegro le sujeto de una mano, apretándola con brusquedad, logrando con ello, sacar al pequeño príncipe de sus meditaciones. Ed le miro expectante y después de notar como el rey viraba sus ojos al cardenal, el rubio lo hizo también.

Termino con una larga frase, antes de sonreírles a los dos contrayentes. La ceremonia había terminado y solo faltaba una cosa.

Edward sabía que era lo que seguía, pero estaba seguro que el rey no lo besaría. Tal vez y por condescendencia denostaría un breve beso sobre su mejilla como mucho. Así que no hizo más que alzar el mentón y girar un poco la cabeza dejando accesible su mejilla.

Pero en cambio el rey le tomo por la barbilla con sus dedos enguantados y girándole delicadamente el rostro hasta dejarlo frente a él, le beso en los labios cerrados, humedeciéndolos cuando intento profundizar el beso. El contacto terminó poco después y solo pudo observar al pelinegro perplejo, mientras las ovaciones y las felicitaciones llenaron el recinto, para la pareja real.

† “•” †

Los jardines lucían hermosamente abarrotados de personas. Los manteles blancos reflejaban las luces amarillas de las antorchas y la calida atmósfera de alegría, lograba nublar los sentidos de cualquiera que paseara por ahí. Era la celebración perfecta para una boda tan fría.

O al menos así le parecía a Edward.

Sentado a la mitad de la mesa principal y aun lado de su rey, tan solo se dedicaba a contemplar su plato lleno y copa media de vino, mientras intercambiaba algunas frases dirigidas hacia él. Había logrado estar lo mas animado posible durante la velada, para no preocupar a su padre o conocidos. Pero en verdad que todo aquello, ya estaba logrando llevarlo a su limite.

El rey en cambio, se notaba alegre y vivaracho. Disfrutando todo lo que podía la celebración.

Estaba apunto de excusarse para retirarse a sus habitaciones, cuando sintió que el rey había pasado uno de sus brazos por sus delicados hombros atrayéndolo hacia él. Se quedo quieto contra el pecho del hombre, sintiendo el calor que despedía bajo la gruesa tela de su uniforme militar.

— Aun es muy pronto para retirarse… Edward— murmuró el monarca cerca del oído del rubio, haciéndole cosquillas con su calido aliento.

Ed escondió su rostro en el pecho del hombre sintiendo sus mejillas enrojecerse, mientras su cuerpo se estremecía. Con su mano libre, el militar jugaba ahora con la piel de su cuello y mejillas, trazando pequeños círculos con las puntas de sus dedos.

Era extraño, mas no por ello poco reconfortante y a decir verdad, disfrutó enormemente de aquellos delicados mimos que el rey le hacia.

— Quiero darte mis regalos de bodas — murmuró otra vez y más cerca de su oído, rozándolo con la tersa piel de sus labios —Espero y sean de tu agrado — el rey hizo un pequeño ademán y uno de sus súbditos inmediatamente acato la orden de su señor.

El bullicio que hasta segundos antes se oyera, de improviso se silenció. Al centro de los jardines, el número de antorchas había aumentado drásticamente e iluminaban como si el mismo sol les alumbrase. Una orquesta completa había formado filas y frente a la misma un grupo de coristas empezaba a vocaliza a capela las primeras notas de cantos armoniosos, seguido poco después por la orquesta.

Edward lo reconoció enseguida, era el mismo grupo que había escuchado armonizando en su primera excursión por el castillo.

—Se bien que gustas de los cantos e hice que se compusiera una bella romanza para ti— comento el pelinegro, revelando su secreto mientras depositaba un sutil beso en los cabellos rubios del chico por encima de la tiara bella— Lamentablemente, descubriste otro de mis regalos antes de tiempo.

El chico se sacudió mientras sujetaba entre sus dedos las ropas del pelinegro, se humedeció los labios rosados resecos al mismo tiempo dirigía su mirada dorada por primera vez a las azuladas oscuras profundas del rey.

— ¿A que te refieres? — preguntó entre intrigado y tímido.

El monarca sonrió mostrándole un de sus mas seductoras sonrisas, volviéndolo a apresar mas cerca de su cuerpo, casi subiendo al pequeño rubio sobre él. Notaba las miradas de los invitados fijas en ellos, mas no le importaban.

Después de todo, Edward era ya finalmente su consorte y príncipe por derecho.

— ¿Fue de tu agrado también la biblioteca? — Edward parpadeó incrédulo.

¡La biblioteca también!

Fue entonces que recordó una de sus tantas pláticas con Shezka. El rey le había encomendado la tarea de restaurar la biblioteca pero jamás le había preguntado para que, en un principio había creído que únicamente se debía para recuperar el acervo cultural que habían perdido con la guerra, pero el verdadero motivo había sido otro.

Era una sorpresa para el rubio, al igual que la orquesta que aun tocaba y el coro que cantaba para él.

Todo lo había preparado el rey para el agrado de su príncipe.

Realmente el rey si lo tomaba en cuenta y pensaba en él, muy al contrario de lo que creía. Aunque con sus anteriores actitudes, nunca lo hubiera podido creer posible, aun y cuando frente a sus ojos todo aquello ocurriera.

Pero lo había dicho claramente, todo había sido idea de él.

Se sonrojo un poco mas y aferrándose al pelinegro, escondió de lleno su rostro contra el pecho de este cubriéndose de la mirada inquisidora del mismo. Tal vez y el rey de ahora y en delante deseaba hacer mas llevadera la vida en común que llevarían.

Y si era así, entonces todo seria más sencillo y también un poco más feliz.

— Yo no tengo nada que…— se encontró murmurando el chico, mas un dedo frío y largo sobre sus labios impidió el que siguiera hablando. Roy lo alejo de su pecho y encorvo el cuerpo hasta estar a la altura del chico. Coloco su frente sobre la del rubio y sus narices se tocaron suavemente.

— Claro que me darás un regalo de bodas también — murmuró lento, haciendo que su calido aliento golpeara las mejillas sonrojadas del chico. Su pulgar recorrió los rosados labios de Edward y los abrió levemente humedeciendo la piel de su dedo con la tibia saliva del rubio.

— Y esta misma noche, lo recibiré —

† “•” †

La fiesta estaba casi por concluir y era momento de que se retirara a descansar a las habitaciones que ahora compartiría con su rey. Un numeroso grupo de doncellas lo acompañaban para ayudarlo a prepararlo para su noche de bodas. Aun sonrojado y cohibido las seguía o más bien lo arrastraban por los corredores.

El rey lo alcanzaría a poco tiempo después y debían prepararlo cuanto antes.

Mas Ed se detuvo, ocasionando la molestia de las jóvenes, cuando sus ojos dorados reconocieron a la persona que oculta entre las sombras le esperaba. Camino despacio y fue rápido el cambio en su rostro, una sincera sonrisa se dibujo cuando el joven salio a la luz, regresándole al rubio la sonrisilla que este le regalaba.

Corrió a él con fuerza y el pelinegro hizo lo mismo yendo a su encuentro.

— Ling — gritó Edward emocionado abrazando fuertemente al joven. El pelinegro de larga coleta regreso el saludo con el mismo ánimo que el rubio. Momentos después se separaron y Yao no pudo evitar sentirse miserable al notar los ojos húmedos del príncipe.

— ¡Viniste! —

— Si — acepto el chico y seco con uno de sus dedos una lagrimilla que se había escapado de los ojos Edward

— No podía perderme la boda de mi mejor amigo —

Edward rió, soltando otras lagrimas, mientras volvía a abrazar fuertemente al pelinegro. Ling lo abrazo con fuerza, negándose a soltarlo aunque se lo pidieran. En ese momento quería creer que el rubio, estaba únicamente para él.

— Ling — musitó el rubio e intento alejarse mas el pelinegro se lo impido.

— No me digas nada mas Edward — soltó apresándolo mas entre sus brazos — Sabia que no te irías conmigo cuando te lo propuse —

— Yo lo sabía Ed — confeso el pelinegro, aspirando el dulce perfume de los cabellos del rubio — Pero me negaba a creerlo —

— Tú lo amabas ya aun sin conocerlo ¿Te acuerdas? Solo hablabas del rey Mustang después de que se anuncio tu compromiso —

— No, yo no… — lo negó de inmediato en los brazos de Ling

— Tal vez no lo quieres aceptar, pero lo amas — insistió Ling — Por eso me rechazaste, no por el convenio, ni por una guerra inminente. Sino porque querías intentar amarlo y que él te amara Edward—

Edward se quedó en silencio ahogando un suspiro entre sus labios fuertemente cerrados.

¿Cómo era que Ling se había dado cuenta de algo que, ni el mismo se podía creer del todo?

— Espero que seas muy feliz Ed — despacio lo alejo de él y lo miro directo a los ojos con cariño, el rubio no pudo reprimir las lagrimas y volvió a echarse contra el pecho del pelinegro — Y que ese hombre, sepa amarte como lo mereces—

¡…l también esperaba que Roy le pudiese hacer tan feliz!

— Y si en algún momento llegas a necesitarme, sepas que estaré ahí, para ti, desde hoy y para siempre —

† “•” †

TBC

02/08/09

11:57 a.m.

N de la A: Uff, al fin aquí la boda! ¿Qué les ha parecido el capi? Sus revis fueron ya contestados vayan y busquen el suyo! Nos leemos pronto!

Si te gusto… no solo lo insinúes. Dímelo! =)


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