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Single Lady por YukaKyo

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Single Lady

 

Debes de saber que,  Fullmetal Alchemist, El alquimista de Acero o Hagane no Renkinjutsushi (鋼の錬金術師) o también Hagaren (ハガレン),  es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la autora de este escrito y el © es mi Propia Autoría. Y este fic es Exclusivo para Amor Yaoi

Con la pareja Roy x Ed.  Oh, si y por si no se habían dado cuenta en el sumary, pues habrá, male pregnancy, ash!

También que No pretendo obtener nada a cambio, solamente unos pocos comentarios gentiles y otros mas no tanto, de los lectores que me sigan. Así que... Oh gran Vaca de los calzones blancos! No tengo nada en contra tuya! Y mucho menos espero retribución alguna de la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes) [Aunque un buen bote de cajeta casera no me caería nada mal, después de todo llevo días con el antojo, etto, olviden eso!]

Y como ultimo, que este fic esta basado en la historia La Nueva Alianza de la autora Midhiel, y es su adaptación.

 

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"Únicamente para ti... con todo mi desprecio"

 

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4- Lastima Me Das

 

Había tomado con demasiada fuerza su copa de oro, apurando el líquido carmesí que contenía. El vino dulce le llenó la boca, mas no menguó la extraña sensación de irritabilidad que de pronto sentía. Sus ojos lo enfocaron desde que había salido por el pasillo que tan solo minutos atrás el príncipe Edward había tomado.

 

Ataviado en ropajes oscuros un pelinegro con andar altivo, se abrió paso entre los invitados que aun baliaban y discreto tomo asiento a un lado del rey Hohenheim de la Luz. Con un elegante ademán saludó al rey y algunas damas que lo acompañaban, mas no hizo reverencia alguna para el Rey Mustang que de reojo le observaba.

 

Su copa fue llenada con premura y torpemente por uno de los pajes, el carmesí vino brillo más rojizo a la luz de las antorchas y en un mudo brindis, el príncipe Yao lo bebió en silencio.

 

- Príncipe Ling Yao, es una verdadera sorpresa tenerte por aquí - soltó el rey de Rizenbul masajeando su barba rubia y áspera, mirándolo de reojo.

 

- Lo es majestad, se que después de haber acompañado al príncipe Edward hasta este, el reino de Amestris, le comuniqué que no asistiría a su real enlace y en cambio mandaría algún representante en mi nombre - continuó Ling tranquilo, aunque algo incomodo por los reproches del rey.

 

- Y justamente fue la atenta señorita que mandaste quien presenció el enlace en tu nombre-  le comunicó el monarca rubio, cerrando por un breve momento sus ojos y solo después de unos segundos de silencio adecuado, continuó -  Pero has llegado después -

 

- A si es señor, aunque tenía mis motivos para no asistir- Ling sonrió con altanería, hacia el pelinegro regente de Amestris y achico los ojos burlonamente añadiendo una ultima frase. - No iba a dejar solo a Edward -

 

Roy lo observaba con irritación mientras apoyaba sus manos desnudas, en los antebrazos de la silla fina, intentando con ello apaciguar aunque fuese un poco su enojo. El soberbio soberano se sacudió el mismo haciendo gala de todo su control, tomando una vez mas su copa de oro, para llevar un sorbo de vino  que solo humedeció sus labios.

 

Las palabras del Yao eran fuertes e intencionadas hacia su persona, pero no caería en tan infantiles provocaciones. Hohenheim de la Luz notó la tensión palpable entre ambos pelinegros y golpeó con el pulgar su barba escogiendo las palabras correctas y solo después de meditarlas bien fue que hablo.

 

- Acompañaste a mi hijo a este reino y como su acompañante acólito debiste quedarte a su lado ¿No pensaste acaso, lo solo que se habrá sentido cuando te marchaste? ¡No tenía a nadie conocido en este lugar! - El rey se detuvo alejando sus ojos del príncipe y los dirigió entonces al rey de Amestris

 

- Aunque su soberano haya estado a su lado, era tu obligación acompañarlo. No solo como su amigo, sino como representante también de nuestra gente. Fue una completa falta de respeto para Amestris y las naciones - terminó el monarca rubio, acomodando sus gafas en el tabique nasal del que se habían resbalado.

 

Ling lo miro de mala gana brevemente para luego dejar su rostro completamente sereno. ¡Por supuesto que había pensado en que tan solo se sentiría Edward en Amestris! Pero el mismo Edward lo había, rechazado sin pensarlo siquiera y en aquellos momentos no había podido pensar mas que en su orgullo herido y en lo mal agradecido que era el rubio.

 

Había preferido a ese engreído monarca que ni siquiera conocía, botándolo a él que lo conocía mucho mejor que nadie. Auque después, mucho después se lo había pensado mejor y había decidido venir. Después de todo Edward era su mejor amigo, por sobre todas las cosas.

 

- Lo siento realmente si ofendí a su reino - Ling observaba a los ojos dorados del Rey de Rizenbul, más después, desvió su mirada hacia el rey de Amestris y la correspondió de la misma manera venenosa en que Roy le miraba - Majestad, pero es algo que de ahora y en delante no ocurrirá jamás -

 

Tensión y una fuerte rivalidad.

 

Esa era la mezcla en el ambiente que percibía Hohenheim y estaba seguro que, si no hubiese nadie mas aparte de ellos dos en los jardines, seguramente sin ninguna duda se matarían. Con la antipatía tan fuerte que se proferían ambos, dudaba que en un futuro, hubiese una buena relación entre Xing y Amestris.

 

- En cualquier momento en que el reino de Rizenbul me necesite - añadió provocando a Roy con toda la intención del mundo - O que el príncipe Edward me necesite, me tendrá ahí- y sonrió con autosuficiencia cuando este enrojeció de furia

 

- Esperemos que así sea - el replicó Roy interviniendo por primera vez en la platica, transformando su enfado a un sarcasmo agresivo y amenazante para Yao. Hohenheim de la Luz  volteó hacia él con disimulo.

 

Tenia que intervenir para terminar aquella platica hostil de inmediato.

 

- ¿No le complace la fraternidad que puede encontrar en los aliados? Rey Mustang -

 

El rey se giró hacia el, sonriendo.

 

- Claro que sí, majestad-

 

El semblante del rey Mustang se mantuvo rígido al momento de levantarse del trono. Correspondiendo al gesto del monarca, los demás se levantaron también y con una elegante reverencia se despidieron de él como cortesía para con el rey.

 

- Y ahora si me disculpan, debo de retirarme - musito dirigiéndose al corredor que daba a las habitaciones. Más a mitad del trayecto se detuvo solo para girarse y enfrentar la mirada oscura del príncipe Ling.

 

- Mi esposo me espera - acotó arrogante y supo que había ganado cuando reconoció en el Yao su desagrado a la idea.

† "•" †

 

Edward despidió con un breve asentimiento de su cabeza a las mucamas solicitas que, se habían puesto a su disposición para ayudarle a prepararle para su noche de bodas. Una a una, abandono la recamara principal que ahora compartiría con el rey y en pocos minutos quedo en la habitación completamente solo.

 

Le habían ayudado a ducharse y con una amabilidad infinita le habían preparado las ropas y peinado sus cabellos aun húmedos. Su piel olía a limpia y fresca, perfumada con una dulce esencia de rocío de rosas.

 

Recordaba como Shezka se les había unido a las demás mujeres, pero en cuanto había sabido que iban a lavarlo, se había negado completamente roja a ayudarles. Edward era antes que nada su amigo y por nada del mundo quería verlo desnudo. Rió levemente, subiendo una de sus manos cubriendo su boca elegantemente mientras lo hacia.

 

Era una suerte que no tuviese aun ninguna dama de compañía o cortesanas molestas y obsesionadas con su deber hacia su príncipe, que tuviera que sacar a trompicones de su habitación para que lo dejasen solo. Estaba seguro que en un futuro y aunque no las quisiera empezaría a tenerlas, para ayudarle cuando estuviera en estado, escogidas por él mismo o por el propio rey. El rubio dejó de pensar en ello sacudiendo ligeramente la cabeza.

 

Frente al espejo enorme de cuerpo completo, su figura se reflejaba menuda y delicada. Solo cubierto por una bata fina y casi transparente de color blanca. Sus cabellos largos y sueltos, se ondulaban casi en las puntas y el oro de los hilos que se cruzaban por la fina tela de la bata, solo se asemejaban a aquellas hebras doradas de sus cabellos.

 

Suspiro y cerró los ojos.

 

Tenía que controlarse y respirar un poco más despacio. Pues ahora al estar completamente solo en aquella habitación, empezaba a sentirse más que nervioso.

 

¿Le gustaría al rey su aspecto?

 

Y el rubio se sonrojó con fuerza de solo pensar en aquella pregunta. Las mujeres le habían asegurado que lo habían dejado irresistible para su rey y que el mismo se quedaría pasmado al verle cuando apenas y entrara a la habitación real que compartirían.

 

Edward contuvo el aliento por unos segundos, mientas caminaba por la amplia habitación alejándose del espejo y notó los numerosos jarrones adornados con orquídeas, azucenas y rosas. El aroma de las mismas llenaba la estancia y se percibía fino y agradable para su gusto.

 

Tan reconfortante.

 

Se detuvo entonces frente a la enorme cama, las sabanas limpias y blancas eran invitantes para que se recostara y las numerosas almohadas esponjosas, prometían un descanso reparador y delicioso. Si se quedaba dormido tumbado arriba de las mismas, estaba seguro que terminaría despertando, justo cuando el sol estuviese ya muy arriba en el cielo. Eso solo si alguien le despertaba.

 

Edward recorrió con sus dedos las sabanas, sonriendo gustoso por lo suaves que eran y mas que complacido con el delicioso aroma que de ellas se desprendía, al menor roce en las mismas.

 

Lavanda, sí, era exactamente aquello a lo que olían. Más detuvo sus movimientos cuando la puerta tras su espalda comenzaba a abrirse. Se mantuvo quieto y derecho mientras las pisadas fuertes del rey hacían eco en el silencio de la habitación y tragó saliva cuando el mismo de detuvo muy cerca tras su espalda.

 

- Date vuelta - Le ordenó con tono autoritario el pelinegro y el rubio no hizo mas que obedecerle.

 

El aspecto del rey lo impresionó, y es que se veía tan regio portando aun su traje militar, en algún momento se había desecho de la gorra militar que portaba durante su enlace y su cabello pulcramente peinado hacia atrás, añadía un poco mas de madurez y soberbia a su rostro.

 

Edward desvió sus ojos cuando la mirada de ambos por un breve segundo se encontró. La mirada oscura lo estudió de pies a cabeza y un cosquilleo que nunca había sentido antes recorrió el cuerpo de Ed al encontrarse tan expuesto ante el rey. Sabía de sobra que la bata que usaba no era para nada decorosa.

 

No pudiéndolo evitar mas, se dio vuelta alejándose de la mirada del rey. Edward se estremeció cuando lo sintió eliminar la distancia que los separaba. La fragancia de madera y tierra seca del rey, opacó con facilidad el de las flores de la habitación y llenó los pulmones del rubio con la misma.

 

- Luces hermoso - le susurró en el oído y casi pudo sentir sus labios húmedos rozando levemente la piel del mismo.

 

Los fuertes brazos del monarca lo sujetaron echándolo contra su cuerpo y enterró su rostro en el cuello del príncipe y depósito un suave beso sobre la tersa piel, logrando que las piernas del menor temblaran y el sonrojo en sus mejillas aumentara intensamente.

 

El rubio suspiró para luego morderse el labio, cuando los dedos del militar delinearon por sobre la bata su figura y se dejo hacer cuando el simple nudo en su cintura, fue desecho  con excesiva lentitud por el pelinegro. No terminó de quitársela, sino lo dejo así, con la bata colgando mientras se alejaba un poco de él y comenzaba a desvestirse a si mismo. Edward cerró los ojos escuchando las ropas crujir y deslizarse por el cuerpo maduro del hombre.

 

Los tintineos de las insignias sonaron ruidosamente, cuando el saco quedo tirado en el suelo y la camisa blanca lo acompaño en poco tiempo. Los labios de Roy volvieron a probar su tez tostada y se deleito con el exquisito sabor de la misma.

 

Edward suspiro y la frescura de la noche le lamió la piel, cuando la fina tela que aun cubría su cuerpo, empezó a deslizarse por sus apenas sugeridas cuervas. El pelinegro volvió a deslizar sus dedos por la piel ahora desnuda del rubio.

 

Era tan calida y deliciosa.

 

- Vayamos a la cama - le propuso con voz ronca, cargada de excitación.

 

El príncipe se recostó lentamente en la cama boca abajo. Apoyó en una de sus manos el rostro y cerró los ojos expectantes. Contuvo la respiración cuando el colchón a su lado se hundió y supo que el rey estaba muy cerca. Soltó un suspiro suave cuando la punta de los dedos fríos del hombre, recorrieron la tersa piel de sus caderas, bajando levemente por sus muslos y en medio camino de estos, tanteo la cuerva de sus glúteos toqueteándolos.

 

Tembló cuando el cuerpo mayor cubrió el suyo y enterró su cara entre las almohadas y sabanas cuando el pelinegro trazo con sus labios un camino de besos por su columna. La calida saliva humedeció la piel de su hombro derecho y no pudo más que aferrarse a las mantas enterrando dolorosamente sus dedos en ellas cuando le mordió la carne.

 

- Tranquilízate, ya veras que te gustará - susurró el rey, presionando los dedos de sus dos manos en las caderas del rubio alzándolas y solo quedó satisfecho cuando las rodillas del rubio se hundieron en el mullido colchón.

 

Rozó su pelvis aun cubierta con el pantalón, haciendo que lo sintiera, dolorosamente apretado contra la tela rugosa del mismo. El rubio apretó los dientes y clavó mas las uñas en las sabanas aferrándose. Escuchó el cierre bajando y después solo sintió la carne caliente del rey rozando su entrada.

 

Con la palma abierta se aferró a la cadera del rubio mientras que con la otra se sostenía del colchón inclinándose hacia él. Con un golpe de pelvis riguroso entró con violencia en el príncipe, arrancándole de los labios un chillido fuerte, desgarrándole la garganta.

 

Roy gimió con molestia también. El príncipe era estrecho, muy estrecho, calido y húmedo también. Además estaba deliciosamente mojado, con la sangre tibia que había empezado a manar de su, virginal entrada. Se movió despacio intentando extender un poco más aquella estrechez para que lo recibiera como era debido y jadeó de gozo sonoramente cuando el cuerpo del rubio lo acepto sin reservas dejándolo entrar más profundamente.

 

Edward se mecía sin resistencia alguna hacia delante y atrás, por los movimientos bruscos del rey. Tan brusco y desesperado le poseía, disfrutando de aquello solo él. El rubio cerró los ojos y las pequeñas lagrimillas humedecieron sus pestañas.

 

El rey lo alzo mas de las caderas, pegándolo más en su cuerpo. Un hilillo de saliva escurría de los labios abiertos del rubio y el intenso sonrojo en sus mejillas evidenciaba el leve placer que le provocaban las embestidas del rey cuando por casualidad tocaba aquel punto exacto en su interior.

 

Se estremeció y arqueo la espalda cuando los dedos fríos el pelinegro le asieron el miembro goteante y duro y lo masajeaba excitándolo. Solo aguanto unas cuantas embestidas más antes de correrse en la mano del pelinegro y dejó caer su rostro en las sabanas mordiéndolas cuando sintió el caliente semen del rey llenándole las entrañas y escurriéndole pegajoso por los muslos.

 

Roy salió de él despacio, notando como más de su esencia salía del cuerpo del rubio que continuaba con las caderas alzadas. Lo vio temblar de las piernas y como si no pudiera contenerse más, dejó caer su cuerpo pesadamente en el colchón. Su rostro se encontraba escondido entre las sabanas que aun sujetaba con fuerza entre sus dedos mientras jadeaba.

 

Sudoroso el rey se recostó a un lado suyo y suspiró mientras cerraba los ojos, escuchando los sollozos y susurros incomprensibles del príncipe.

 

† "•" †

 

Apretó los parpados negándose a abrir los ojos, como lejano escuchaba que alguien le hablaba. El trinar de los pájaros se oía como un casi sordo eco y únicamente era conciente del piqueteo en sus mejillas, ese mismo que ahora le impedía seguir durmiendo. Lanzó un manotazo y abrazó un poco más la almohada a la que sujetaba fuertemente entre sus brazos.

 

- ¡Vamos Edward ya es hora de levantarse! - Escuchó como una voz amable le susurraba y suspiró.

 

No dejaría que continuara soñando. Medio dormido intento estirar su cuerpo y un gemido doloroso escapó de sus labios cuando una violenta pulsada recorrió entero su cuerpo empezando primero desde su parte baja. Shezka se alarmó e intentó calmarlo masajeando un poco su espalda.

 

- ¿Quieres que llame al medico real? - preguntó la chica preocupada, ayudándole a sentarse en la cama. Solicita le acomodó las almohadas tras la espalda y se sentó a un lado a la orilla de la cama.

 

- No es necesario, ya se me pasara - le aseguró Ed, cerrando aun uno de sus ojos por el leve pinchazo que aun sentía.

 

Miró a la joven y correspondió a la sonrisa que esta le regalaba y la fresca brisa que se colaba por el balcón de ventanas abiertas, llamo su atención. Las cortinas abiertas ondulaban libres y la luz que entraba, le hacia saber que ya hacia mucho tiempo atrás había amanecido. Pasó las manos por su rostro y alejó con sus dedos los flequillos rubios largos, dejando su rostro despejado.

 

- ¿Qué hora es? - demandó notando al bajar la vista a su cuerpo, que continuaba vestido con la bata que había pensado, ya no llevaba puesta desde la noche anterior.

 

- Casi va a ser hora de la comida - respondió la castaña como si nada, sacando de su falda una pelusilla que se le había pegado de sabe donde. Edward la miró sin creérselo.

 

¡Era demasiado tarde! Nunca antes había dormido hasta aquellas horas.

 

El rubio alarmado alejó las sabanas de su cuerpo e intento levantarse sin hacerse mucho daño. La joven se puso de pie también y lo siguió en su lento andar por la habitación, hasta que se encerró en el baño. Shezka suspiró y apoyo su espalda contra la puerta sellada cerrando los ojos en el acto.

 

- El rey no quiso que te levantáramos temprano y te dejó dormir hasta que quisieras - reveló la chica haciendo que todos los ruidos que el joven hacia dentro del baño se detuvieran un momento, para después solo escuchar el agua corriendo de la llave del lavabo.

 

- Aun así, tu padre ha preguntado por ti desde el desayuno y aunque el rey le ha comunicado de tu condición indispuesta, desea verte para comer ya que a mas tardar para el atardecer partirá a su reino devuelta -

 

Shezka se tapó la boca de inmediato, le había prometido al rey Mustang que nadie levantaría a Edward hasta que el solo se despertara. Pero ella conmovida por la mirada triste del padre el príncipe, no había podido resistirse a entrar a la habitación de Ed, comprobar si estaba dormido y si de pura casualidad su presencia lo despertaba, o lo obligaba a hacerlo. Le contaría cualquier cosa menos aquello.

 

La puerta se abrió y de no ser porque el chico había levantado sus brazos, la joven hubiese caído al suelo sin poder evitarlo siquiera. La castaña se disculpo y se hizo a un lado, notando los cabellos húmedos del rubio y como este se dirigía de inmediato al cambiador.

 

- Para estos momentos seguramente debe de estar terminando el recorrido que el rey les preparo por la ciudad y el castillo - le informó dándole la espalda mientas el chico se vestía lo mas rápido que podía

 

- Según supe, parece que se va a firmar un acuerdo de ayuda mutua entre los dos reinos -Ed parpadeó al escuchar aquello

 

¿Ayuda mutua o unilateral únicamente para Rizenbul?

 

El rubio sonrió de forma torcida. Sabía de sobra que antes de que su compromiso con el Rey Mustang fuese un hecho. Lin Yao le pretendía y su padre quería hacer un acuerdo entre sus dos naciones para avanzar al futuro.

 

No era secreto para nadie que, con el rey o reina que fuese, lo comprometería, siempre y cuando esto le trajera enormes beneficios a Rizenbul y justamente Amestris en comparación con Xing, era la mejor opción para su tierra y sus gentes.

 

Rizenbul comparada con las demás naciones, se había quedado estancada en la edad media. Lo único por lo que destacaba era por sus reconocidos alquimistas, siendo uno principal su propio rey y por la avanzada tecnología en prótesis ortopédicas que asemejaban casi un miembro de carne y hueso. Sus tan famosos automails.

 

Amestris en cambio era toda una cosmopolita. Donde las demás naciones ofrecían sus productos y mano de obra. Con un ejército infranqueable y con un capital inmenso que podría sostener a Rizenbul aun si este no tuviera en sus terrenos más que, tierra seca. Las maquinas de vapor y los autos estaban al último grito de la moda.

 

Edward terminó de sujetarse una vez más su capa roja. Bajo la misma el pantalón oscuro y sus botas negras resaltaban el chaleco de un oscuro grisáceo que lo cubría. Se ato una alta coleta con un listón oscuro también y listo empezó a caminar hacia la puerta de sus aposentos.

 

Shezka lo siguió de cerca avanzando por los pasillos cuando salieron de la habitación y fue el murmullo de una amena plática lo que les hizo encontrar enseguida a la comitiva real y a sus guardias.

† "•" †

 

El sol rojizo de la tarde, pintaba de naranja las blancas paredes y murallas del castillo. La fuerte escolta militar rodeaba la zona y una flotilla más esperaba al último representante de las naciones para acompañarlo hasta la salida del reino de Amestris. El monarca del reino de Rizenbul y los demás se habían marchado varios minutos atrás con sus respectivas escoltas.

 

Tan solo faltaban ellos, se dijo Roy luchando por no ver de mala gana el último mitin de gente que, ahora empezaba a despedirse.

 

No sujetó a nadie de las manos y muy apenas aprobó las breves inclinaciones de cabeza que aquellos sirvientes le proferían. Edward a su lado, muy al contrario de él, regalaba incluso abrazos y sabía de memoria el nombre o los apodos cariñosos de cada uno de ellos.

 

A su parecer o los conocía muy bien o no salía del reino de aquel molesto xinganes que excesivamente lo irritaba. Un acceso de bilis le lleno la boca y no pudo evitar mostrar una mueca de desagrado con aquella idea.

 

Fue entonces que aquellas gentes subieron a sus respectivas carrozas y se despidieron afectuosamente de ambos deseándoles infinita felicidad. No se conmovió por aquellas muestras de afecto y la incomodidad lo lleno cuando el rubio limpio una de sus mejillas, al bajarle una lágrima por la misma.

 

Una ronda de caballos montada por militares enfiló junto a las carrozas y solo quedaron entonces tres oficiales, entre ellos su más cercano General de Brigada, esperando la partida del último monarca.

 

Y llegó entonces hasta su lado, acompañado por una jovencita graciosa y menuda, que llevaba recogido su cabello en un cebollin. Los cascabeles en sus ropas excéntricas sonaron cuando se inclino hacia el príncipe y el rey. Mas el príncipe Ling no hizo inclinación alguna a ambos.

 

Se acercó hasta el príncipe Edward, mas no pudo llegar a tomarle de la mano como en un principio había deseado. El rey lo había acercado a él alejándolo del pelinegro y al mismo tiempo echándolo contra él. Lo sujetó posesivamente de la cintura, el rubio se enrojeció de golpe y dejo de respirar cuando sintió un tenue beso de los labios de Roy sobre su cabeza.

 

Ling afiló los ojos odiando la escena mas no dijo más. Tragándose toda la rabia que en esos momentos sentía, inclinó el cuerpo hacia delante brindándole al rey y a su príncipe una ultima reverencia. Ran Fan lo miró expectante y de inmediato le imito. Edward meneo la cabeza elegante correspondiendo la reverencia de la mujer y del pelinegro y no borró en ningún momento la calida sonrisa que en sus labios aun se dibujaba.

 

- Vuelve a visitarme pronto Ling - le pidió mirándolo con verdadero cariño. Roy desvió la mirada hastiado. La bilis en su garganta volvió a presentarse e hizo todo lo que estaba a su alcance para no arrastrar al rubio al castillo en un gesto descortés y rudo contra el príncipe de Xing.

 

- Lo haré con gusto su alteza - murmuró Ling con dulzura para luego mirar con sorna al monarca de Amestris. Roy lo siguió con la vista mientas se giraba y se acercaba a sus caballos.

 

De un salto lo montó e hizo una seña de despedida para el rubio y le dio la espalda siendo seguido por el general y varios tenientes más. Roy lo miró sobre el hombro achicando un poco más los ojos.

 

Aquel príncipe no seria más bienvenido en sus tierras.

 

Ya se encargaría mas delante de que los demás lo supieran.

 

- Volvamos adentro - demandó el rey, cuando aquellos estuvieron lo suficientemente lejos del castillo. Alejando al rubio de su lado, empezó a caminar hacia el castillo, siendo seguido torpemente por el príncipe segundos después. No espero que se pusiera a su lado ni que le diera alcance.

 

Sus pasos eran largos y rápidos, no dando tregua alguna para que el jovencito rubio le alcanzara. Llegó hasta los aposentos reales y se detuvo en medio de la habitación, esperando que el príncipe llegara hasta la misma. Con la respiración acelerada y las mejillas encendidas Edward se detuvo y cerro la puerta tras de él.

 

La ancha espalda del militar estaba frente a sus ojos y su respirar era tranquilo. El rubio bajo los ojos al suelo y trato de controlar los fuertes latidos que golpeaban con fuerza su pecho. Estaban solos otra vez, en la habitación que compartían.

 

Roy lo había tratado tan amable, atento y cariñoso durante toda la tarde.

 

Un sonrojo mas intenso coloreo sus mejillas. No había pensado que el rey se comportaría así después de casarse. Pero agradecía enormemente ese cambio. Era justo así como había imaginado que serian sus días después de su boda y esperaba aquea si fueran por el resto de su vida. Solo así podía, pensar en un futuro junto al monarca y a los hijos que con el tuviera.

 

Lo escucho reír divertido y levantó la vista hacia el pelinegro. Lo vio girarse hacia él y dirigirse a su encuentro. Tembló cuando le sujeto de la barbilla y lo obligó a verlo intensamente a sus pupilas oscuras.

 

- Lo has hecho bien príncipe Edward - murmuró complacido, sonriendo de medio lado.

 

- ¿Qué quieres decir? - preguntó extrañado el rubio achicando los ojos. Era una sensación extraña la que sentía en esos momentos. Una fatalidad mezclada con ironía y sin quererlo se estremeció dolorosamente.

 

- ¡Que has actuado según lo acordamos aquella tarde! No podía esperar menos de un chico tan inteligente - soltó el pelinegro mirándolo con vanidad y luego agregó con falso pesar - Aunque en verdad en algunas partes me pareciste exageradamente, sentimental -

 

- No te entiendo - murmuró aun sin comprender, alejando de si aquellos dedos su rostro. Dio un paso hacia atrás. Roy lo miró con una ceja alzada y le pareció estúpido que se negara a algo obvio.

 

- Vamos lo sabes bien - soltó molesto y volvió a acercarse a él. El cuerpo grande y amenazante del pelinegro le intimido - De esta farsa. Todos los días desde que ellos llegaron, hasta que se fueron, mentimos - 

 

- Y lo hicimos realmente bien porque se lo creyeron - terminó el pelinegro volviéndole a tomar de la barbilla. Los ojos del rubio se humedecieron y abrió los labios intentando negar todo aquello.

 

…l no había fingido nada, en lo absoluto.

 

Todo aquello que Roy llamaba farsa, en él tan solo brotaban como sentimientos y emociones de verdad. ¡Mentira! Para el rey así lo era, pues todos los tratos que le había brindado eran fingidos, si lo había tratado bien había sido solamente para quedar como un amoroso rey con su consorte. Pero nada de aquello había sido de verdad.

 

Tan solo lo había hecho para quedar bien ante los ojos de todos los que habían venido para presenciar su enlace.

 

¡Por meras apariencias!

 

Edward sollozó y cerró los ojos mientras un fuerte nudo se le hizo en la garganta. El rey estudio aquel gesto y sonrió cínicamente cuando comprendió a que se debía.

 

¡Oh pobre príncipe!

 

Al parecer se había hecho ilusiones equivocadas.

 

- No imagines cosas que no son, ni serán - le ordenó, mientras encajaba dolorosamente sus dedos en la tierna piel de su rostro. El rubio no notó aquello concentrado en un dolor mas profundo proveniente de su corazón destrozado.

 

- Acéptalo y se realista Edward - le pidió soltando su rostro liberándolo.

 

- Te lo dije - le recordó- ¡No te amo y tan solo me case contigo para cumplir con la alianza! -

 

Incapaz de soportar el seguir mirando su rostro harto observándole. El pequeño rubio, giró su cuerpo dándole la espalda. Era verdad, se había casado con él sin amarlo y tan solo para cumplir la alianza.

 

El rubio se quedo callado analizándolo todo bien. Se había casado con él tal y como lo estipulaba el edicto de las naciones y la noche anterior había reclamado sus derechos conyugales, centrándose en el un acto carnal sin sentimiento alguno que los dos habían compartido. Aunque claro estaba, que quien lo había disfrutado mas, había sido el pelinegro, ese mismo que ahora lo miraba con censura.

 

Sollozó una vez más y con un leve temblor en sus piernas, luchó con todas sus fuerzas para seguir de pie.

 

- Y será mejor el que lo sepas. No volveré a quedarme en esa habitación contigo - soltó fríamente el monarca y sus penetrantes ojos oscuros miraron severo al muchachito que tozudo seguía dándole la espalda - Ya no hay necesidad de guardar las apariencias -

 

Difícilmente el rubio trago saliva al escuchar aquello. No estaba seguro si la noche anterior el pelinegro se había quedado en su cama. Pero ahora sabía que efectivamente había estado ahí con él. Tan solo para guardar las apariencias. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Aquello segundo a segundo se volvía peor.

 

Mucho peor.

 

- Una cosa más - escuchó como el rey volvía a hablarle tras su espalda, abrió los ojos y giro un poco el rostro mirándolo apenas con el rabillo del ojo - Te dejare descansar por unos días -

 

El rey se acerco a él y aunque en un principio se había negado a que lo tocara, se dejo hacer. Una de las fuertes manos del hombre tanteo su cintura, para luego deslizarse hacia su vientre, la piel plana y suave se estremeció inmediatamente por el contacto y le robó al rubio el aliento.

 

- Ya te he tomado, pero eso no me asegura que te haya encintado - Roy se apartó de él - Volveré después a repetirlo y espero con eso no tenga que volver a hacerlo mas - y dicho esto, el rey le dio la espalda y camino por la habitación hacia la puerta. El golpe sordo de esta cerrándose le hizo saber que se había ido.

 

El rubio quedó en silencio y volvió a sentir los latidos tenues del corazón destruido.

 

Una a una las gruesas lágrimas bajaron por sus mejillas y se convirtieron en pequeños riítos salados que no dejaban de fluir. Se dejó caer sobre la cama y arrugó la sabana entre sus manos mientras lloraba con fuertes sollozos contra el colchón descargando toda su tristeza.

 

Fue hasta mucho tiempo después que se levantó de la cama y con pasos lentos, arrastrando sus pies camino por la habitación como ido. La brillante luna del espejo en que se hubiese visto la noche anterior llamo su atención y atraído por el mismo se acerco hasta quedar frente a él.

 

Edward se miro al espejo, las mejillas encendidas de rojo junto a la nariz que escurría sollozando. Las gruesas lágrimas bajaban aun por sus ojos hinchados y su aspecto de un segundo a otro lo hastió.

 

- ¡Que lastima me das!- se dijo y una vergüenza le lleno el pecho.

 

¿Cómo había caído tan bajo?

 

¡Casi se había puesto a mendigar por un momento de compañía del pelinegro!

 

De un movimiento brusco termino arrojando el enorme espejo que mostraba su cuerpo.

 

Haciéndolo añicos.

 

 

† "•" †

 

TBC...

 

Si te gusto... no solo lo insinúes. Dímelo! =)

 

"Es para ti Palas, cortesía de tu amoroso carnero"

 


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