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Single Lady por YukaKyo

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Single Lady

 

Debes de saber que,  Fullmetal Alchemist, El alquimista de Acero o Hagane no Renkinjutsushi (鋼の錬金術師) o también Hagaren (ハガレン),  es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la autora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría. Y este fic es Exclusivo para Amor Yaoi

Con la pareja Roy x Ed.  Oh, si y por si no se habían dado cuenta en el sumary, pues habrá, male pregnancy, ash!

También que No pretendo obtener nada a cambio, solamente unos pocos comentarios gentiles y otros mas no tanto, de los lectores que me sigan. Y mucho menos espero retribución alguna de la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes)

Y como ultimo, que este fic esta basado en la historia La Nueva Alianza de la autora Midhiel, y es su adaptación.

 

 oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

"Únicamente para ti... con todo mi desprecio"

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

6.- Planes de Guerra

 

Se detuvo en seco frente a la puerta y antes de tocarla y giró el rostro en todas las direcciones posibles. Absolutamente nada ni nadie, tan solo bastos metros interminables de tierra roja desértica a los alrededores. Soltó el aire que llevaba atorado en sus pulmones y le dio una pasada a su atuendo. Esperaba no ser el primero en llegar y mucho menos el último. Bradley se ponía de un humor de exageradamente malo cuando la reunión había empezado y alguien inesperadamente la interrumpía.

 

Recordando las palabras exactas de la contraseña de seguridad secreta, se dispuso entonces a tocar la puerta.

 

Tres tocados moderados y luego una frase.

 

- ¡Salve Salamandra! -

 

Irónica, le había parecido aquella frase en un principio, pero el que para él era el general de generales la había empleado muy justamente con su humor torcido. Pues él protector de Amestris y al mismo tiempo de los rebeldes, era la salamandra. Lástima que salamandra no supiera los verdaderos motivos por los que lo habían requerido al trono y por su puesto a los mandos de la milicia.

 

Dejó de pensar en aquello cuando la pesada puerta se abrió. Un soldado raso y fácil de eliminar se hizo a un lado dejándole pasar y mostrándole frente a sus ojos la mesa redonda donde el Bradley junto a otros militares y por su puesto un selecto grupo burgués de Amestris esperaba.

 

Una gota fría bajo por su frente cuadrada cuando el único ojo del pelinegro se clavo en su persona, mas casi suspiró aliviado cuando con una sonrisa dibujada bajo su tupido bigote le señalo la silla vacía que le esperaba. La reunión o mas bien la asamblea que secretamente habían convocado aún no comenzaba y había llegado en el momento adecuado.

 

Frank Archer tomó asiento, dejando a un lado suyo sobre la mesa, una buena cantidad de expedientes. Como siempre que las reuniones sucedían, esperaba callado y atento hasta que su opinión o bien sus investigaciones, eran requeridas por el generalísimo, como le decía a King Bradley, quien a su parecer y a la mayoría de la milicia, debía ser el Fluher y no el incompetente de Roy Mustang, que además había sido subido hasta Rey.

 

Algo realmente indignante, si se lo preguntaban.

 

¿Cómo era posible que ese don nadie hubiera llegado a ser Rey y Fluher tan joven?

 

Eso si que había sido un golpe de suerte o mas bien de desgracia.

 

- ¿Se implementará entonces la entrada de alquimistas al ejercito? -

 

Escuchó como una de las opulentas preguntaba de pronto, interrumpiendo a Bradley que apenas y explicaba la anterior unión entre el príncipe y rey de Amestris y las ventajas que aquello había traído, así como también su supuesta boda.

 

Todo aquello ya lo sabían los nobles, pero en reuniones anteriores se les había explicado que aparte de la alianza, el príncipe Edward era un arma imprescindible para la futura guerra contra los aliados y era por eso justamente que lo habían aceptado de inmediato y sin dilatación para que escogieran a alguien mas para desposarse con su recién nombrado rey de Amrestris, Roy Mustang.

 

Aunque claro, eso nadie lo sabía más que el puñado de miliares que estaba ahí, los burgueses más sobresalientes e interesados en conflictos y los representantes envidos en secreto tanto de Rizenbul, como de Creta, Dracma, Aerugo y Xing desde un principio había quedado descartado.

 

A pesar de que el rey Hohenheim había estrechado los lazos con aquel país, haciéndolo unirse a las naciones aliadas que eran conformadas por Rizenbul, Aquroya, Ishbal, Lior, Briggs, Dublith, Kishua, Youswell y finalmente Rush Valley. Su tratado únicamente había sido para la paz, desinteresado a unirse a una guerra contra los países más grandes que los  rodeaban incluyendo a Amestris y deseaban por todos los medios apropiarse de los mismos.

 

Negándose rotundamente a apoyarles.

 

Xing quedaba descartado y era bien sabido que no era amigo ni enemigo, pero que, arremetería violentamente contra el país que atentara contra la integridad de su pueblo.

 

Pero volviendo al príncipe Edward, era él quien, siendo un alquimista reconocido e hijo del mejor de todos ellos, encabezaría un nuevo ejercito de soldados no solo instruidos en el arte y estrategia del combate, sino que además aplicarían sus conocimientos alquímicos de transmutación en beneficio del ejército.

 

Formando así a una nueva milicia de Amestris donde la alquimia y las armas de destrucción, les llevarían a la perfección del mismo y a su vez a convertirse en la armada indestructible e infranqueable contra cualquiera que deseara oponérseles en un futuro y esto último era únicamente de conocimiento de los altos mandos militares de Amestris y nada mas.

 

- Entonces ¿Si se implementará entonces la entrada de alquimistas al ejército? -  Volvió a preguntar la mujer casi de inmediato al no recibir una pronta respuesta del parchado.

 

- Sí, al menos como una primera parte para nuestra estrategia. El príncipe básicamente será el modelo a seguir de los demás alquimistas, quedará como el primer alquimista nacional y esperamos que con eso, se despierte el interés para enlistarse y presentar un examen para ser alquimista nacional. Solo los más sobresalientes serán tomados encuentra para el cargo y el mismo examen será aplicado cada seis meses a partir de unas semanas -

 

- Hay contados alquimistas en el ejército y estos claramente serán honrados con el titulo por sus hazañas en la pasada guerra, pero nuestro interés es atraer nuevas mentes, mas centradas y preparadas y por su puesto moldeables para nuestro sistema - Frank escucho las palabras de Bradley con discreción y arrastro sus dedos por la mesa hasta tocar con el borde de sus yemas los sobres amarillos.

 

No convenía que los burgueses o los demás enviados supieran aún, de los numerosos estudios que el príncipe Edward poseía y que habían llegado a sus manos por medio de excesivos informantes. Si bien sabían que, ninguno era exacto o conciso y en algunos casos no mas que retazos de susurros del príncipe o platicas bien camufladas, llamaba la atención las claras palabras que en casi todos los informes podían leerse en repetidas ocasiones.

 

Piedra filosofal

 

El elixir de la inmortalidad

 

La puerta de la verdad o bien

 

Homúnculo

 

Y este último llamaba más la atención que las anteriores, así como la fijación de almas a objetos inanimados, muñecos alquímicos o armaduras en los mejores de los casos, que podían moverse a voluntad y hacer prácticamente lo que desearan.

 

No estaba todo claro pero, podía llegar a estarlo si el príncipe se convertía también en alquimista estatal y por su puesto, cooperaba brindando sus conocimientos a otros alquimistas o científicos bien preparados que pudieran llevarlos acabo.

 

Eso definitivamente les ayudaría a ganar más de una guerra contra los aliados e incluso contra las naciones extranjeras.

 

Más aun

 

¡Podrían ganar sin resistencia alguna el futuro golpe de estado que desencadenarían ellos mismos contra el recién elegido rey de Amestris!

 

Definitivamente la unión con el príncipe Edward no había podido ser más fructífera de lo que esperaban.

 

- Pero... - La mayoría de las miradas miraron de improviso a un joven soldado entrometido que no debía hacer mas que vigilar la puerta  - El príncipe Edward tan solo se ha casado religiosamente con el rey, en ningún momento, lo ha reconocido aun, como príncipe Consorte de Amestris -

 

- Es verdad - aseguró un allegado de la burguesía con malos ojos - El día de su presentación real se negó a proclamarse y con lo mismo, a ser presentado como el príncipe consorte de Amestris -

 

- Ciertamente el nuestro, es un príncipe rebelde - acotó King Bradley cuando toda una revuelca de comentarios y dudas sobre aquella alianza empezó a notarse en los presentes, había golpeado con fuerza ambas palmas de su mano sobre la sobria superficie de la mesa de duro roble, al unísono guardaron silencio y escucharon mas que atentos sus palabras - Pero una vez que enfríe bien sus ideas, aceptara el nombramiento que les aseguro, no tardara el rey en volver a convocar para reconocerlo ante todos como su igual -

 

- Aunque si algo como ello no pasara, esto no impide que el ejército lo reconozca como tal, después de todo es el esposo del rey y después del mismo, en él recae todo el poder y mandato del ejército, con o sin reconocimiento del rey como su príncipe consorte - Les aseveró a todos los presentes Bradley

 

† "•" †

 

Con sus ojos verdes atentos observaba con cuidado cada movimiento que hacia su pequeña, dando de brinquitos, algunos pasos delante de ella agitando su vaporoso vestido rosado. Los militares que la veían la saludaban y algunos otros más se detenían para darle pequeñas palmaditas sobre su cabeza o bien se aventuraban a juguetear con las curiosas coletas a cada lado de la misma.

 

Elysia reía mientras avanzaba junto a su madre Glacier en los pasillos del cuartel central. Maes les esperaba en su oficina, a pocos minutos alejada de ahí. Saldría a comer con ellas en la cuidad y después, si no había nada mas esperándole en su oficina o bien algún mandato del rey, se retiraría junto a ellas a su hogar.

 

Glacier sonrió complacida acomodando sus cortos cabellos rubios cenizos tras su oreja después de saludar animadamente a la teniente Ross y ahora la pequeña Elysia le había robado toda su atención jalándola de la manga de su uniforme, para que la mirara mientras le mostraba su muy practicada reverencia. Tomo el dobladillo de su falda y lo alzo con gracia un poquitín arriba mientras doblaba ligeramente sus piernitas y echaba su cuerpo hacia delante.

 

Con esa reverencia quería saludar al príncipe Edward la primera vez que lo conociera.

 

Glacier por mero impulso desvió su mirada a un lado suyo encontrándose con alguien que en mucho tiempo no veía. Camino hacia ella dejando a su hija en buena compañía y no hablo hasta estar casi detrás de la militar que le daba la espalda. Indecisa miraba la puerta frente a ella, como si esperara que alguien adentro de la misma le pidiera que pasara.

 

Más era inútil, aquella oficina estaba más que vacía.

 

A un lado de la puerta, una plaquilla mostraba el nombre del oficial al que pertenecía aquel departamento.

 

Roy Mustang

 

A Glacier le pareció extraño aquello más no imposible. Parecía como si esa habitación fuese una reliquia del cuartel central, haciéndoles saber a todos los militares, que quien fuese antes su camarada, el coronel Roy Mustang, había destacado y como héroe había subido los suficientes rangos como para ser Fluher y a su vez el pueblo lo había reconocido entonces como su Rey.

 

Y sí, sabia que durante varios meses, aun y cuando tenia una nueva oficina adecuada para su rango, prefería estar ahí, cuando iba al cuartel central para gestionar sus deberes como Fluher en la milicia, pero todo aquello en esas fechas lo hacia desde su palacio y había dejado de venir, justamente desde que el príncipe Edward había llegado al castillo.

 

- Es demasiado cansado estar esperando - le susurró a la rubia, haciendo que casi diera un saltito de la impresión, mas su semblante sereno le saludo al darse cuenta de su presencia y giró despacio su cuerpo hasta quedar frente a la ceniza.

 

- Sí - aceptó Hawkey, desviando su mirada rojiza aun no muy convencida de sus palabras.

 

- Pero creo que es más cansado esperar, sabiendo que es en vano-

 

- ¿Cómo has dicho? - preguntó la rubia afilando sus ojos contra ella.

 

¿Cómo se atrevía?

 

¿Qué sabia ella de la promesa que le había hecho Roy?

 

Roy la quería y pronto, muy pronto volverían a estar juntos.

 

- Me has oído bien, pero si no deseas darte cuenta de lo inevitable, tú sabrás-

 

- Estas equivocada, Roy vendrá pronto -

 

- No lo hará, Riza - murmuró la mujer acercándose más a ella, quiso poner su mano en el hombro de la rubia mas esta lo esquivo - Ya tiene a alguien en su vida, su esposo se ha vuelto su prioridad, de no ser así, estaría aquí trabajando hasta horas insanas como casi siempre lo hacia. Pero mira, su oficina desde que Edward esta aquí, ha estado vacía -

 

- Solo es temporal y regresara como siempre - terminó la militar, dándole la espalda y tomando otro rumbo diferente por el que había venido.

 

- Esta vez no Riza - susurró mirándola alejarse - Esta vez no-

 

† "•" †

 

La risa infantil llenó la estancia con su jubiloso sonido. Una vez que fue atrapado en los fuertes brazos, por breves segundos otra vez fue lanzado al aire, no demasiado arriba y con todo el cuidado que podía evitando algún accidente. Una vez mas la carcajada estalló en el aire y con los escasos dos dientes en sus labios le regalo una gran sonrisa al hombre que con él jugaba.

 

Se sentó junto con el niño en la silla y olvido por algunos minutos más el papeleo que aun tenia esperándole en el escritorio. El pequeñito de escasos nueve meses, pataleaba inconforme en su regazo, pero se divirtió enormemente cuando sus manitas regordetas palmearon con libertad y a su antojo el rostro del rey.

 

Las cachetadas eran fuertes y sonoras, tanto que no tardaron mucho en colorear de rojo las mejillas pálidas del hombre. Más se calmo completamente cuando el mismo soltó una carcajada y echaba al pequeño más contra su pecho y le asestaba numerosos besos en su trigueña piel. La mujer no pudo más que llevar una de sus manos al rostro cubriendo levemente sus labios con los dedos afligida, aunque después sonrió y el pequeño no pudo mas que esbozar un mohín incomodo dejándose besar por el rey.

 

- Si que le agrada mucho - acoto la mujer con voz calida y animada.

 

- Le gusta mas el que lo lance por los aires, pero ya estuvo bien de eso - murmuró el rey mirando brevemente a la mujer para después centrar toda su atención en el pequeño - No queremos que tu madre se preocupe -

 

- En sus manos mi hijo esta seguro majestad - farfulló segura Rose agitando sus mechones rosados en su rostro. Su largo cabello castaño se mantenía firme en la coleta alta que se había hecho ese día.

 

- ¡Oh vamos Rose! Deja esos formalismos para alguien mas - siseó Roy girando los ojos cansado - Venga llámame como siempre -

 

- Pero es que ahora es alguien importante -

 

- Soy el mismo de siempre - aseguro Roy acomodándose el pequeño en los brazos, sus piecitos se le encajaban en su cuerpo y no dejaba de manotear en su pecho, sonajeando las insignias colocadas en sus ropas militares.

 

- Ahora, eres el rey -

 

Roy la miró y observó su gesto complacido después de decir aquello. Un orgullo que la llenaba de gozo, pero que a él le llenaba de indignación. Era verdad que cuando el antiguo rey había estado gobernando, Amestris entera había entrado en una decadencia desastrosa. Hartos de las injusticias y cegados por el hambre la mayoría de las gentes se habían alzado en guerra y Rose había sido una de ellas.

 

Le había tocado una misión difícil y peligrosa y al final la había logrado, bajo terribles consecuencias.

 

- Lo lamento - murmuró Roy bajando el rostro.

 

No podía evitar el recordar aquellos días. Esos meses donde la misión de Rose se había extendido y su infiltración al castillo había sido descubierta. Como espía había recolectado toda la información necesaria y como sirviente del rey había soportado los insultos y crueldades.

 

Hasta que siendo descubierta, el monarca la había entregado a sus guardias para que hicieran con ella lo que desearan. Casi la había encontrado muerta y si no hubiera hecho todo lo posible por ella, era seguro que para aquellos momentos no estuviese mas a su lado.

 

- Olvídalo Roy - susurró Rose notando al pelinegro ofuscado, sabia lo que en esos momentos por su mente pasaba - Lo que sucedió debía de suceder -

 

Ella lo había aceptado desde el primer momento al unirse a los rebeldes, muchos habían muerto de mil formas peores posibles, intentado mantener viva la llama de su deseo por un futuro mejor para sus hijos y para ellos mismos.

 

Rose había hecho exactamente lo mismo por su familia, ahora y siempre.

 

- Aun así -

 

- No hay nada de que arrepentirse - le aseguró levantándose de la silla y acercándose hasta él sonriendo, tomo al bebe de sus brazos para cargarlo en su regazo.  - Después de todo tengo en mis brazos a este precioso bebe -

 

El pequeño sonrió y gorgoteo en brazos de su madre, que sonrió al acto y le lleno de besos. El rey Mustang no pudo más que enternecerse ante la imagen y sonrió levemente mirando la interacción de madre e hijo. Solo hasta minutos después de la demostración de afecto entre ambos, fue que los dos trigueños dirigieron sus miradas oscuras al rey.

 

- Y tú eres rey. Un rey justo y benevolente que esta haciendo todo lo que esta en sus manos para regresar a Amestris a su esplendor, sin sacrificar a ningún sector de la población por ello -

 

El rey solamente sonrió un poco mas mientras negaba con la cabeza y le mostraba sus manos al pequeño niño que volvía a levantar los bracitos para que le cargara. Rose lo dejo ir y noto maravillada como el rey y el niño se congeniaban tan bien en tan poco tiempo.

 

Definitivamente aquel hombre seria un excelente padre, cuando sus hijos llegaran.

 

- ¿Te quedaras entonces en el castillo? - Rose dejó de mirarles enternecida al escuchar aquella pregunta y volvió a tomar asiento en su silla.

 

- Si mi antiguo puesto puede serme devuelto, claro -

 

- No es necesario que trabajes en ello - siseó el pelinegro observándola y esquivando de vez en cuando una cachetada infantil - Puedo darte un trabajo mejor ahora que el de mucama -

 

- Ese es el trabajo que realizaba antes y que deseo seguir realizando ahora que he vuelto -

 

- Tu trabajo era ese, pero porque eras... - Roy trato de buscar las palabras correctas mas la mujer le interrumpió.

 

- Una espía de los rebeldes, lo sé - advirtió como el pelinegro miraba a otro lado - Pero también me di cuenta que mi trabajo como asistenta, era un trabajo muy noble y de extremada confianza. Me agradó realizarlo tanto que ahora que puedo volver a trabajar, me gustaría que se me de devuelta -

 

- ¿Estas segura? como te dije puedo darte algo mas - insistió una vez mas el rey 

 

- Completamente segura Roy - soltó segura Rose, acercándose una vez mas al pelinegro, su pequeñito alzo sus brazos a ella y lo sujeto con suavidad acomodándolo encima de su cadera.

 

- Bien, si es lo que deseas puedes volver al castillo y con tu anterior puesto - suspiró Roy terminado de aceptar aquello y le sonrió de lado mientras el pequeño hacia burbujas de saliva en su boquita.

 

- Gracias -

 

El pelinegro asintió a la breve inclinación de la mujer y en silencio la observo darle la espalda para retirarse de su despacho. Dejó de mirarlos mientras se acercaban a la puerta y tomó entre sus manos la pluma fuente que había arrojado lejos segundos después de que llegaran.

 

Terminado aquel asunto debía de volver al papeleo.

 

- ¡Ah Roy! quiero felicitarte por tu matrimonio- la mujer se había detenido y ahora con su cuerpo medio girado le sonreía ampliamente al pelinegro - Me han contado que el príncipe Edward es muy amable y casi todo Amestris lo adora -

 

El rey tenso de inmediato los hombros y leve pero muy levemente gruño molesto.

 

- Tengo muchos deseos de conocerle y...-

 

Rose se calló de pronto al notar el ceño fastidiado del rey. Parecía como si, no soportara que nadie le recordara al príncipe y su matrimonio con él. Tal vez y lo estaba imaginando. Había escuchado muchos rumores, mas los de la relación dulce y atenta con que se les había visto días antes de la boda y después de la misma, los rumores no decían nada nuevo.

 

Tal vez y se les había acabado la magia... y en tampoco tiempo, era una lastima.

 

- Rose me gustaría que de ahora en delante, estuviera bajo tu custodia la guarda y cuidado del príncipe Edward - habló Roy tranquilo, aunque algo incomodo en su sillón

 

- Tienes experiencia por tu reciente embarazo y podrás ocuparte de él. Además eres una de las pocas personas en las que he depositado toda mi confianza -

 

- Y no te he de defraudar - murmuro y noto como el rey le observaba complacido - Roy-

 

† "•" †

 

Respiró profundo y mantuvo el aire en sus pulmones. Podía sentir los continuos riítos de sudor, resbalándole por la espalda, humedeciendo más la playera sin mangas y pegándosele a la piel. Su cabello estaba en las mismas condiciones y cada vez que alejaba sus mechones mojados una gotita salada de sudor era arrojada al viento.

 

Soltó el aire y respiro despacio, para después volver a atacar.

 

Su oponente no era otro mas que el viento, pero los puñetazos y patadas al mismo cortaban el aire con poder y destreza. Denny lo miraba horrorizado y a la vez aliviado que no haberse ofrecido a ser su pareja en combate y Maria tan solo hacia todo lo posible por echarse un poco de aire con las manos al rostro.

 

El calor era infernal y el uniforme militar la estaba torturando increíblemente por dentro.

 

Más a Edward no le importaba. Debía de entrenar aun por una hora o tal vez dos, mas. No lo había hecho desde su llegada a ese castillo y realmente ya lo extrañaba. Su maestra le había dicho que, para entrenar su mente, debía entrenar primero su cuerpo.

 

Y se había saltado todo aquello, perdiéndose esas semanas dentro de la biblioteca, junto a Shezka.

 

La castaña ahora no se encontraba más a su lado, pues había sido requerida por el General de Brigada Maes Huges para quien estaba asignada y a él no le quedaba más que seguir en la biblioteca o entrenar y eso justamente había decidido hacerlo.

 

Ese día cuando no había una sola nube en el cielo y el calor era endemoniadamente fuerte a esa hora en los jardines o más bien en aquella área de los jardines desprovista de árbol alguno que le cubriera. Edward sonrió malvadamente mientras desviaba su mirada brevemente al ejecutar una patada al aire.

 

Lo había echo a propósito.

 

Esperaba que con aquello sus guardias personales o debía decir mas bien, molestas sombras le dejaran solo y tranquilo. Era agobiante que a cualquier lugar le siguieran o que lo estuvieran observando sin decir palabra alguna mientras pasaba las horas en la comodidad de la biblioteca.

 

Edward se detuvo y se limpio el sudor de su frente con el antebrazo. Con el rabillo del ojo miró hacia los militares y sonrió decidido. Dos horas más de entrenamiento. La teniente no aguantaría el calor y tendría que deshacerse de una parte de su uniforme que se negaba incluso a abrir y el teniente, pues ahora sufriría al ser su contrincante. Se giró y empezó a andar hacia ellos.  Movió su cabeza de izquierda a derecha y el tronido de su cuello le hizo estremecerse deliciosamente de todo su cuerpo.

 

- Teniente Bloch - musitó y complacido observó como este se le paraban los pelos de punta, adivinando lo que quería.

 

Con una seña le marcó el lugar que deseaba tomara a un lado suyo. Lo vio arrastrar los pies dirigiéndose al lugar señalado, en cambio él lo esperaba sereno, mientras volvía a colocarse en posición. Sus manos enguantadas frente a su pecho con una al frente esperando algún golpe y la otra en defensa en puño sobre su pecho.

 

- Príncipe Edward -

 

El pasto crujió cerca de ellos y fue el teniente el primero en observar a la mujer de sonrisa amable que terminó a un lado de ambos.  El rubio suspiró y descanso un poco mientras se volteaba a verla. Notó entonces sus ropas comunes y su cabello en coleta y mechones bicolor. Más lo que llamo su atención fue el profundo color azul celeste de sus ojos como su piel trigueña brillante.

 

Una oriunda de Lior sin duda.

 

- Encantada de conocerlo majestad - murmuró la mujer sin dejar de sonreír en momento alguno - Mi nombre es Rose Thomas y a partir de hoy seré su dama de compañía -

 

Edward asintió moviendo ligeramente la cabeza aceptándola. Vaya, ahora le mandaban alguien mas aparte de Maria Ross y Denny Bloch. Si que el rey lo quería tener enteramente vigilado, solo esperaba que no fuera a ponerle una guardia secreta que lo siguiera de lejos y no tan cerca como aquellos militares a su lado.

 

- Tenientes - les llamó escuetamente

 

- Si - respondieron al unísono y  de un rápido movimiento los dos estuvieron al frente del monarca ofreciéndole su saludo militar con respeto y cuidando de no dejar de observarle directamente a los ojos.

 

- Como pueden ver, han sido relevados de su deber - musitó agitando una mano al viento quitándole importancia a aquello - Pueden retirarse -

 

Ambos volvieron a saludarle y agradecieron por la orden para luego romper filas y regresar a la barricada. El príncipe les siguió brevemente con la mirada para después apartarse y recoger del pasto su sobretodo rojo y el chaleco negro que se había quitado para empezar con su entrenamiento.

 

La mujer se acerco a él entonces y le ayudo a colocarse aquello, alisando la capa roja quitando las arrugas que se habían formado por estar desordenadamente echada en el suelo por un largo tiempo. Edward bufó mas no se negó a que lo ayudara.

 

- Me han dicho los demás sirvientes que no desayunó correctamente - soltó como si nada la mujer, componiéndole la trenza húmeda deshecha en que se encontraba su cabello rubio.

 

Edward se encogió de hombros molesto. Parecía que la mujer tenia poco de haber sido puesta para su guarda y ya empezaba a vigilarlo en todo lo que había hecho informándose con los demás criados de lo que hacia. Frunció el ceño y con dos dedos se acomodo los flequillos aun húmedos de su cabello frente a su rostro.

 

- Eso es algo que no le... -

 

- ¿Incumbe? - completó Rose, notando la extraña figura tras la espalda del chico. - Pues la verdad si que me incumbe príncipe. El rey le ha puesto a mi cuidado y no le defraudare en ello -

 

- Venga conmigo por favor - le pidió golpeando un poco los pequeños hombros del rubio con las palmas abiertas.

 

- Vamos a que tome un baño y después algo ligero de comer -

 

Rose camino despacio por el jardín sin mirar hacia atrás, sabia que el príncipe le seguirá sin necesidad de repetir aquello.  Puede que al principio se hubiese mostrado arisco y perplejo, pero aquellos brillantes ojos dorados que poseía le hablaban de un corazón bondadoso y amable que tenia miedo de salir lastimado.

 

Y ella lo iba a cuidar todo lo que pudiera, hasta que el rey le encomendara alguna otra tarea más.

† "•" †

 

- ¡Por favor príncipe! Coma un poco más - le pidió con dulzura la morena, mirando alerta el plato casi intacto que dejaba el rubio.

 

Edward una vez mas tomó el cubierto y pico un poco de verdura, apenas y la probo cuando volvió a revolver la comida de un lado a otro, para luego, dejar el cubierto en la servilleta de donde lo había tomado. Tomó en sus delgados dedos la copa de cristal media llena de agua y la bebió suavemente.

 

Rose lo miró preocupada, desde que habían llegado de los jardines el príncipe solamente se había concentrado en seguir las sugerencias que le había recomendado sin objetar ninguna. Edward se había cambiado de ropas para refrescarse y solamente cuando la misma Rose le había dicho que el baño estaba listo, retraído y calmado se había dirigido a la habitación para bañarse. No se había negado a que le ayudara e incluso le dejo lavar cuidadosamente su largo cabello rubio.

 

Después de la misma manera en la que había entrado, el príncipe suspiro saliendo de la tina envuelto en su albornoz celeste. Por un breve momento le había parecido muy distraído, mientras se sentaba en la mesita dispuesta dentro de la habitación para que tomara sus alimentos y su inconsciencia se había hecho más evidente cuando le había dejado el primer plato de comida ligera frente a el.

 

Había probado algunos cuantos bocados, mientras observaba a ningún lugar por la ventana, un sorbito de agua y jugueteaba con la comida hasta que dejaba todo de lado y se quedaba observando con el ceño fruncido su plato.

 

Sospechaba que algo le sucedía, tal vez y estaba incomodo aunque aun no sabia con exactitud porque.

 

La liorense negó levemente con la cabeza mientras tomaba una silla por el respaldo y la arrastraba para sentarse en ella. El príncipe ni siquiera la noto, pues sus ojos se habían cerrado y solo se concentraba en dejar escapar de sus labios semiabiertos un débil suspiro.

 

- Hágalo por su bebé - murmuró con algo de pesar viendo al rubio acongojado y se atrevió a posar su mano en la del rubio.

 

Edward la miro por un segundo como si no comprendiera y cerró los ojos frunciendo más el ceño, retiro abruptamente su mano dejando caer la de la mujer en la mesa y se giró de medio cuerpo en su silla evitándola.

 

- ¡No estoy embarazado! - le aseguró firmemente - Es por eso que el bastardo se ha enfurecido tanto -

 

El rubio se mordió el labio cuando se dio cuenta de cómo había pronunciado aquello, su deseo era decirlo mordaz y salio todo lo contrario. La voz se le quebró al principio al aceptar que aun no encargaba niño alguno y terriblemente dolida cuando había mencionado la apatía del pelinegro al saber de aquella noticia.

 

Lo recordaba bien los numerosos exámenes habían dictado la misma sentencia. En el seno del rubio no se había procreado aun vida alguna. Roy había aceptado la respuesta pero a Edward un frío duro y cruel le había calado en el corazón al notar la mirada del pelinegro hacia su persona. Lo odiaba, con todas sus fuerzas lo hacia, por no haberle dado ya un hijo. 

 

Y desde aquella ocasión no había estado ni un solo momento, ni de por casualidad cerca suyo.

 

- Entiendo, pero aun así debe comer - el rubio la escuchó claramente mientras bajaba su vista a la mesa y sin quererlo, apresaba entre sus puños el blanco mantel puesto sobre la misma

 

- Si no es por un bebé, es porque su cuerpo lo necesita o ¿Pretende matarse de hambre y de cansancio de ahora en delante? - musito la bicolor recordando el arduo entrenamiento del rubio horas antes y lo cansado que estaba, aunque se las había apañado bien para disimularlo frente a ella y al final le descubrió.

 

"No estaría mal" pensó por un momento el rubio y no pudo evitar tampoco que sus parpados se le llenaran de lágrimas. Rose observó sus ojos brillantes y el leve temblor que de momento le había recorrido por completo. El pequeño rubio no tenia que decir o hacer nada más. Ya tenía una idea de lo que ocurría.

 

Con toda la suavidad que podía la mujer tomo la tetera de porcelana y dejo caer el calido líquido sobre la tacita blanca cerca del rubio. El humeante olor de la canela caliente le lleno los sentidos e hizo que el rubio tornara sus ojos alrededor de ella. Entonces Rose le paso la taza con cuidado y dejo a un lado de la misma la tacita de los terrones de azúcar para que el príncipe se sirviera a su gusto.

 

- Al menos tome un poco de té - le sugirió con una sutil sonrisa en sus labios.

 

Ed asintió y dejo caer tres cubitos de azúcar en la taza, la plateada cucharilla giro varias veces y la tomo con pequeños sorbos mientras se echaba hacia atrás en la silla acolchonada. Rose le miro complacida cuando la taza quedo vacía una vez mas sobre la mesa y ayudo al príncipe a levantarse cuando hizo el intento de hacerlo para dirigirse a su cama.

 

El rubio se dejo caer en la cama y escondió su rostro casi de inmediato entre las almohadas. Suspiro cuando sintió los calidos dedos de la mujer desatar la coleta que alzaba sus cabellos y los dejaba caer suavemente a los lados de su rostro. La suave colcha lo cubrió de inmediato.

 

Los dedos el rubio se aferraron entonces a las almohadas cuando sintió como la mujer se sentaba a un lado suyo en la cama y acariciaba suavemente su espalda intentando reconfortarle.  Los ojos se le llenaron una vez más de lágrimas y un traicionero hipo hizo que las primeras gotas saladas humedecieran las finas fundas. 

 

Edward podía soportar la idea de que el rey lo odiara o bien con el tiempo podía llegar a hacerlo. Pero el solo pensar que también podía odiar a su hijo, le estrujaba y lastimaba el corazón como nunca nada antes lo había hecho.

 

Se había prometido no volver a llorar, ya había llorado demasiado a causa del rey, pero ahora la simple idea de evitarlo le parecía imposible y difícil por todos los medios de conseguir. Sus ojos fuertemente cerrados se negaban a dejar de manar más de aquellas calidas gotas.

 

Ahora fue el turno de Rose para morderse el labio e intentar por todos los medios de no soltar algún sollozo. Lo había escuchado claramente y los lamentos del rubio le tocaban el corazón con cada hipo o sollozo que soltaba contra las mantas. Se contuvo las ganas de abrazarle para consolarlo y tan solo pudo volver a acariciarle la espalda y los hombros como una muestra de su cariño. La trigueña se trago las lágrimas y limpio varias veces su garganta para poder decir algunas palabras claramente sin que la voz se le quebrara.

 

- Descanse un poco príncipe, le hará bien- musitó arropándolo mas con las mantas.

 

Definitivamente debía de hablar con Roy.

 

Inmediatamente.

† "•" †

 

TBC...


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