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Single Lady por YukaKyo

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Single Lady

Debes de saber que, Fullmetal Alchemist, El alquimista de Acero o Hagane no Renkinjutsushi (鋼の錬金術師) o también Hagaren (ハガレン), es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.
Y que yo soy YukaKyo la autora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría. Y este fic es Exclusivo para Amor Yaoi
Con la pareja Roy x Ed. Oh, si y por si no se habían dado cuenta en el sumary, pues habrá, male pregnancy, ash!
También que No pretendo obtener nada a cambio, solamente unos pocos comentarios gentiles y otros mas no tanto, de los lectores que me sigan. Así que… Oh gran Vaca de los calzones blancos! No tengo nada en contra tuya! Y mucho menos espero retribución alguna de la LIE (Ley de Intercambios Equivalentes)
Y como ultimo, que este fic esta basado en la historia La Nueva Alianza de la autora Midhiel, y es su adaptación.

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“Únicamente para ti… con todo mi desprecio”

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7.- Abulia

Nunca antes jamás le había gustado portar algún instrumento sobre su persona que dictara el tiempo. Prefería sentir como las horas pasaban con excesiva rapidez o lentitud, sin la constante preocupación de medirlas. Por ello ahora le parecía más que extraño, portar entre una de su manos aquel tosco, pero cuidadoso reloj de bolsillo. Tenía un grabado sobresaliente y bien revelado al frente de la tapa, donde un dragón, inequívoca marca de su ejército, se enroscaba orgulloso sobre la superficie de plata.

Suspiró y le dio vuelta, de la misma forma su seudónimo estaba escrito en el mismo.

— ¿Flame Alchemist? — Escuchó que le preguntaba Maes tras su espalda y casi de inmediato se dio la vuelta en su sillón giratorio, despegándose de la ventana.

Su íntimo amigo y general de Brigada se encontraba en el mismo lugar que ocupaba siempre, sentado en la fina silla de cuero, frente a su escritorio de trabajo. Con uno de sus dedos señalaba una y otra vez la misma línea del primer párrafo donde justamente, estaba escrito aquel distintivo.

— Sí, Alquimista de Fuego — corroboró Roy volviéndose a relajar en el sillón.

— Yo pensé que te — comenzó otra vez el militar despegando sus ojos dorados del papel.

— ¿Llamarían el alquimista salamandra? — Completó Roy quitándole las palabras de la boca, en un gesto mudo Maes asintió —No, salamandra es el apelativo del rey no del alquimista —

— ¿No es lo mismo? — Roy se encogió de hombros ante la pregunta de Hunges.

— Díselo a Bradley— siseó como si ello respondiera todo, aunque era verdad. Los dos sobrenombres que había escogido hasta el momento para aquellos que habían sido reconocidos como alquimistas estatales, denotaban su característico humor mezquino, más si alguien le preguntaba le parecía mas extraño el nombre del segundo alquimista.

El nombre de su propio príncipe.

— ¡Oh vaya! Esto si que esta pensado sin error alguno — Murmuró fuertemente Maes para si, agazapándose en la silla con los papeles en la mano.

La copia del informe que dentro de poco seria circulado por todo el ejército, siempre y cuando el príncipe Edward aceptara lo mismo, detallaba claramente el motivo de la creación del batallón alquímico, el uso de los relojes que les distinguirían de los demás militares y los rangos que tendrían desde su aceptación como parte del escuadrón, así como los grados que podrían a llegar a alcanzar con sus progresos en la milicia

Ajeno a la atención de su general, Roy despacio una vez mas giró la silla. Los enormes ventanales trasparentes y luminosos desprovistos de cortinas, bañaron con la calida luz de aquella mañana su cuerpo.

Su reloj había sido olvidado en la mesa, pero contenía celosamente el otro reloj de alquimista en su mano derecha y era poco decir que sus dedos terminarían por desgastar el grabado del mismo.

De ese reloj que le pertenecía al…

Fullmetal Alchemist
† “•” †

— ¿Sucede algo Rose? —

Preguntó Roy deteniéndose en el pasillo que conectaban todas las habitaciones. La mujer se encontraba recargada contra una de las vigas, que separaban el pasillo que conducía a las habitaciones de Edward y al parecer no tenia intención alguna ni por alejarse del mismo, mientras se mordía dolorosamente uno de sus labios pensativa.

Podría tratarse con algo relacionado al príncipe, después de todo, los tenientes que había dejado a su cargo le habían dado el reporte de su estancia con el mismo y en las hojas que había leído de su crónica, era recurrente el hecho de que el príncipe detestaba la compañía de alguien impuesto por su mandato.

Era de esperarse que hubiese tratado de igual manera a Rose.

Los dos guardias que siempre le acompañaban, terminaron deteniéndose también a su lado y con un movimiento suave de su cabeza, los despacho para que los dejaran solos. Fue entonces que la mirada azul de su compañera se poso en la suya.

— Roy, el príncipe —la bicolor se detuvo intentando encontrar las palabras correctas — Esta realmente deprimido —

Roy la observó con cautela, parecía que ella empezaba a disgustarse con él. Arqueó una ceja y se relajó cruzando los brazos sobre su amplio pecho. Había tenido un día demasiado ocupado y estresante y lo que menos necesitaba en esos momentos era que Rose lo sermoneará.

Ya había pensado que esa era una tarea única para Maes.

Y si en esos momentos se habían topado en aquel lugar, fue tan solo porque en aquel corredor se conectaba un camino mucho mas corto hacia la habitación que siempre y en delante utilizaría y que convenientemente estaba muy alejada de la del rubio.

¿Es que acaso no se notaba que estaba realmente cansado?

Los asuntos del día que supuestamente tan solo le hubiesen llevado unas cuantas horas realizarlos, se habían extendido por mas tiempo del necesario, casi consumiendo la totalidad del día, hasta esas horas entradas de la noche. Bufó molesto y empezó a tamborilear sus dedos en sus antebrazos.

Además, si Edward estaba deprimido, no era problema ni asunto suyo el remediarlo.

La trigueña no se dejo intimidar por aquel gesto.

¡Estaba decidida a hablar con el rey!

— Rose yo creo que eso en verdad no es una prioridad para mí — le aseguró el pelinegro, girando su cuerpo mientras empezaba a dar unos cuantos pasos para alejarse en el corredor y aquello solamente hizo que la mujer lo mirara mas severamente.

— ¡Salamandra! — le llamó haciendo que Roy la mirara perplejo.

Desde los días de la rebelión y a pocos días antes de que subiera al trono, aquel había sido su nombre y distintivo con que todos lo conocían. El titulo de alquimista de fuego, se había quedado corto, cuando lo habían nombrado Salamandra.

Los mismos aldeanos lo habían bautizado así, al verlo salir de entre el fuego como un de esos animales fantásticos. El elemental espíritu de la naturaleza y regente del fuego. La mítica Salamandra que había tomado forma humana, para ayudarles con sus desgracias. Y por ende ese se había convertido en su nombre de guerra casi desde el inicio de la batalla. Después de la misma eran pocos los que así le nombraban, su titulo mobiliario pesaba, pero sabía bien que entre los más pobres, cariñosamente era llamado rey salamandra.

Y ciertamente Rose así le llamaba en ocasiones para llamar por completo su atención.

— ¿Qué te ha hecho al príncipe para que lo trates así? — le preguntó con dolor en sus ojos de color acercándose a él.

Roy se relajó y desvió la mirada incomodo. Maes le había hecho una vez aquella pregunta y había respondido la misma cantaleta que de memoria se sabia, pero de sobra sabía que Rose ignoraba todo lo que había ocurrido antes y después de casarse con Edward.

Seguía firme en su decisión de tener a ese hijo por causa de la alianza y esperaba que fuese pronto para finalmente continuar su vida al lado de la persona a que en verdad amaba y que le estaba esperando y esperaría paciente hasta que fuera libre de su deber como rey.

Alguna vez le había dicho al rubio que lo odiaba y ciertamente así había sido en principio, pero si era sincero consigo mismo, lo había dicho únicamente por despecho.

Pues por el príncipe, no albergaba sentimiento alguno de simpatía u odio.

— …l…— trato de justificar su actitud de inmediato, más fue la fiera mirada de la liorense la que hizo que se le borraran todas las palabras que deseba decir.

— Si lo culpas por haberte separado de Riza — Rose contuvo su respiración y por poco y gritaba — Estas muy, pero muy equivocado pues no tuvo nada de culpa —

Rose tenia leves nociones de lo que había pasado. Su avanzado embarazo la había alejado de las cuestiones del castillo en cuanto Roy fue proclamado como rey de Amestris, pero sabía que, incluso antes de que la guerra estallara, Roy ya le había propuesto matrimonio a la rubia.

Ambos se amaban y había sido ingratamente injusto que meses después, un acuerdo político les separara. Pero el pequeño príncipe ni siquiera había estado enterado de nada hasta que todo había sucedido y su padre le había básicamente, obligado, aceptar su enlace. Rose suspiró y con toda la tranquilidad que pudo reunir murmuró.

— …l siente o sabe que lo odias por ello y peor aun — la mujer no pudo mas que desviar sus ojos a lo que seguía — Supongo que es el miedo lo que le impide darte un hijo —

— ¿Miedo? — murmuró Roy mirándola, su ceño se frunció un poco mas y regreso los pasos que había avanzado hasta quedar frente a la mujer. Era miedo lo que tenía Edward y por ello no había podido darle un hijo aun.

Miedo, pero…

¿A qué le tenía miedo?

— ¿A qué te refieres Rose? — le preguntó sujetándola rudamente de los brazos. Poco le faltó para arrojarla contra la puerta de la habitación y mordiéndose el labio evitó el volverle a preguntar nuevamente, aunque esta vez estaba seguro hubiera sido a gritos.

— No me lo dijo pero es mas que lógico Salamandra — siseó la mujer molesta, sin sacárselo de encima, aunque después bajo la vista dolida con lo que diría — Estoy casi segura que el príncipe cree que odiarás también al hijo que te de —

— ¡Nunca! — Roy la soltó de inmediato sin pensarlo y como si le quemara, mientras negaba fervientemente de un lado a otro — Yo jamás podría… —

Era verdad que el hijo que ambos tuvieran era también una imposición de los aliados y sabía que no podía llegar a odiarlo aunque lo quisiera.

Seria un pequeño inocente en todo aquello y además, sería su hijo.

Carne de su carne.

¡Jamás! ¡Jamás llegaría a odiarle!

— Entonces Roy, dile que nunca odiarías a su hijo y — Rose se acerco una vez mas a el notando el semblante afligido del monarca — Hazle sentir bien, si no lo amas al menos, hazle saber que lo aprecias, aunque sea un poquito —

Roy cerró los ojos y sintió como la mujer posaba sus manos sobre sus brazos apretándolos un poco. Deseaba hacerlo entrar en razón, aunque era algo inútil el que lo hiciera. …l mismo se había dado cuenta de su error al saber de los temores del príncipe.

— …l no ha hecho nada malo, tan solo seguir órdenes como alguna vez las seguí yo — terminó Rose finalmente y dejando que las lagrimas que había contenido por mucho se escaparan de sus ojos donde las mantenía cautivas.

† “•” †

Roy cerró despacio la pesada puerta de roble tras de él y aunque breve fue su mirada, pudo contemplar toda la habitación en segundos. No había cambiado mucho desde la última vez que había estado ahí. La alcoba del príncipe seguía tan calida y confortable como siempre, aunque por alguna extraña razón le faltaba algo de brillo.

Echo andar hacia la cama, donde un montoncito de mantas revueltas le señalaba el lugar exacto donde se encontraba el príncipe. Se acercó despacio a un lado suyo en la cama y lo observo en silencio. Sus mejillas estaban húmedas y las largas pestañas oscuras brillaban con los restos de lágrimas que asemejaban gotas de roció.

Era evidente que hasta hacia poco tiempo atrás, había estado llorando y por lo visto se había quedado dormido mientras lo hacia. Los hinchados parpados y las sonrosadas mejillas lo corroboraban. La respiración del príncipe era suave y pausada, dormía profundamente como si estuviese muy cansado. Tragó saliva con dificultad y una extraña incomodidad empezó a colársele en el pecho.

No era la primera vez que lo hubiese visto llorar o enterarse de que lo había hecho, pero en esa ocasión, el darse cuenta de ello lo había aturdido. Dio un paso mas y estuvo a punto de terminar sentado a un lado suyo en la cama, mas se detuvo.

¡Aquello estaba mal!

No podía expresarle al príncipe lo que Rose le había exigido.

No podía amarlo ni mostrarle un poco de cariño.

Llegar a hacerlo tan solo complicaría las cosas y traería confusión en los sentimientos del rubio guiándolo hacia un camino equivocado.

Más aun traicionaría a su adorada Riza.

Giró sus talones y de rápidas y largas zancadas estuvo casi de inmediato junto a la puerta. Titubeo antes de tomar el pomo entre sus manos y fue breve la mirada de reojo que lanzó hacia la cama tras su espalda. El rubio continuaba dormido, ignorante de su presencia y era mejor así.

Mejor para ambos.
† “•” †

Lo había escuchado llegar, desde el primer momento en que se había detenido frente a su puerta cerrada. Conocía el sonido exacto de sus pasos y del fino andar de su persona. La colonia distintiva que utilizaba solo el rey, había corroborado su presencia cuando hubo entrado en sus aposentos.

Pero no había querido abrir los ojos, ni hacerle saber que estaba despierto.

Se había quedado contra el colchón, cubierto casi hasta la cabeza con las mantas frescas que se había echado encima. Había querido mantener la respiración contenida mientras él estuviese ahí, pero había sido completamente obvio el que se estuviera haciendo el dormido. Por ello había optado por respirar lo más suave y pausado posible engañándolo con ello.

Escuchó como se acercaba a su cama deteniéndose justamente al filo de la misma. Escuchaba su respiración y los ocasionales ademanes que hacia, tal vez, un vano intento en acercar una de sus manos a su cabeza o su rostro y luego el arrepentimiento de haberlo siquiera querido realizar.

Estuvo apunto de sentarse en el filo de su cama, mas evitó el hacerlo.

— Imposible — le oyó murmurar calladamente al mismo tiempo que se giraba alejándose de su lado y de la habitación en la que estaba.

Lo máximo que podía aspirar el rubio, era a la lastima de su rey, pero ni siquiera esta le podía ser regalada. Edward suspiró y cerró sus ojos por breves momentos antes de abrirlos y esta vez, sus ojos en lugar de llenarse de lágrimas, brillaron furiosos en rabia.

¡Ya había tenido suficiente de todo aquello!
† “•” †

Una de las viejas costumbres del rey Hohenheim de la Luz era pasear por su reino, ataviado con las ropas más simples y viejas que tenia. Mezclándose con la gente por horas e incluso días, olvidándose por completo de sus tareas como rey y aquella ocasión no era la excepción a su regla. Con unos pantalones grises, una vieja camisa blanca y una empolvada gabardina café, silencioso caminaba por los campos verdes de su adorada y rural Rizenbul.

Los campos interminables de prado verde, se alzaban a todo lo largo en que sus ojos podían abarcar e incluso más allá. Apenas delimitada cada parcela por algunos arbustos, árboles o si era posible, por una cerca de piedra azul o bola traída del río mas cercano. Con ojos añorantes se acerco a uno de ellos.

Un precioso campo recién labrado, preparado para alguna cosecha de temporada.

El roble recio y enorme que delimitaba la propiedad agitaba levemente sus ramas con el mínimo aire y se detuvo justamente bajo de él, cerca de un columpio ya viejo y que a simple vista, tenia demasiado tiempo sin ser utilizado. Pero que en sus mejores tiempos, había traído una enorme felicidad para la jovencita que solía sentarse en el mismo todas las tardes sin excepción alguna.

La última vez ella lo había utilizado, en una mañana fresca y tranquila como la de ese día.

Su adorada Trisha.

No giro el rostro cuando escucho los pasos atrás de él, de hecho los ignoro por completo, siguiendo ahí observando el mohoso banquillo del columbio que débilmente se movía. La recién llegada observo entonces la espalda del hombre y suspiro mientras arqueaba una de sus cejas delgadas, mientras enterraba uno de sus pies con fuerza en la tierra suelta por su anterior pisada.

— ¡He! Hohenheim— el hombre se giro, observando entonces a la mujer con rastas — Pareciera como si estuvieses recordando mejores tiempos —

— Algo así — le susurro para luego girarse quedando frente a ella— ¿Qué se te ofrece? —

— Solo avisarte algo— Izumi cerró los ojos un momento para luego abrirlos mirando resentidamente al rubio — No cuentes mas conmigo—

— Si estas arrepentida por lo que le hiciste a Edward antes de que partiera— el rey bufó aburrido y noto con desagrado las sandalias de baño que llevaba calzadas en esos momentos la mujer— ¿No crees que es demasiado tarde para hacerlo? —

— No lo es, tan solo se trata de revertir el proceso y entonces será como si nada hubiese pasado — musito segura, asentándole un puñetazo a su palma abierta — Aunque es algo que debo de hacer inmediatamente—

— Esto no es algo de lo que me sienta orgullosa de haber hecho — acoto Izumi ladeando el rostro asqueada consigo misma ondeando las largas mechas torcidas de su cabello castaño oscuro — Y en todo caso tu me obligaste a hacerlo —

Y así había sido, en ese entonces su cuidad, que fue de las primeras en ser tocada por la guerra, moría de hambre y peste. Como presidenta tuvo que buscar la ayuda de las demás ciudades a parte de Amestris. Aquroya sepultada bajo las aguas no le brindo ayuda, lo mismo que Ishbal la cual, censuraba a su presidenta que practicaba fervientemente como ninguna, las artes demoníacas que prohibía Ishbala. La única que quedaba, aunque fuese extremadamente lejos, Rizenbul la única que en esos momentos de necesidad les salvo.

Poco conciente del acuerdo de las naciones, había aceptado unírseles, siempre y cuando, básicamente les rescataran de las garras de la muerte. A cambio ella, utilizaría su conocimiento en beneficio de la alianza. Aquello le había parecido bien al principio, pero no llego a imaginar que, tendría que hacer algo realmente vil en contra de quien fuera, su propio alumno.

El príncipe Edward Elric.

— Dudo que el rey Mustang te crea — soltó el rey tranquilo— Si llega a enterarse que, con la ayuda de tus conocimientos de Rentan Jutsu modificaste el cuerpo de Edward para que, al menos durante un tiempo no concibiera… —

— No tiene porque enterarse el rey, tan solo se lo diré a Edward — le interrumpió de pronto la mujer.

El rey no tenía porque enterarse y estaba segura que el príncipe le entendería. Edward siempre había sido conciente de las necesidades y prioridades de las demás gentes antes que la propia y sabia de sobra que, la comprendería por haber hecho algo como aquello que además, tenia solución, siempre y cuando se actuara rápido.

— Claro que puede enterarse, alguien que ha escuchado bien, se lo puede decir —

No directamente él, claro estaba. Podía ser cualquiera que él mandara por supuesto. De su lado estaba el apoyo de las demás naciones y a la presidenta de Dublith, nadie le creería ni ayudaría. Mucho más cuando su papel en la alianza no era, relevante siquiera.

Además no podía dejar que aquello se supiera. Al menos no todavía. Los aliados, incluyéndolo a él lo habían planeado así. Buscaban retrazar la llegada del heredero al trono lo más que se pudiera, para que así, si el rey comenzaba con algún plan de guerra, las naciones pudieran estar completamente preparadas para ella.

Dudaba mucho que, algún conflicto se diera si aun no había un heredero en camino como ellos lo habían pedido, aunque eso no los salvaba de alguno si el hijo de ambos fuese concebido de inmediato. Al mismo tiempo también, solo había sido temporal para que por falta de heredero, no comenzara una inmediatamente.

Y de eso se encargaba en aquellos momentos, el mismo príncipe Edward, aunque no lo supiera.

— ¡Eres un…— estalló Izumi a punto de insultarle, mas fue interrumpida de golpe por el monarca.

— No creo que le convenga a la ciudad de Dublith otra guerra —

Izumi guardo silencio. Era verdad, a penas unos días antes, las constantes epidemias y hambrunas habían reducido su número de victimas. Una nueva guerra, simplemente los dejaría expuestos a la muerte inminente. Sin un ejército, apoyo o capital que los sostuviera, eran más que nada, un blanco desde el principio derrotado.

— Perdiste a tu esposo e hijo durante la guerra, no quieras perder también a toda tu ciudad — murmuro el rubio mirándola fijamente. El semblante de la mujer se ensombreció de golpe, tal vez recordando a sus seres queridos perdidos para siempre.

Más lo que no sabía era que aquella mujer, tan solo en su mente comparaba el recuerdo del rey amable, cordial y por su puesto siempre sonriente que era. El Hohenheim que ahora veía, no era más que una persona solitaria y amargada por una pérdida que, simplemente se negaba a aceptar.

Suspiro cansada, no había nada más que pudiese hacer, al menos por ahora.

— Lo único que lograras con todo esto es fastidiar la vida de Edward —

— El destino me ha cambiado, se llevo lo que más quería — Y ciertamente lo había echo, había cobrado la vida de su amada esposa Trisha y la de su orgullo, su hijo mayor Alphonse.

¿Por qué le había dejado a Edward?

Sin dudar lo hubiese sacrificado a él en lugar de Trisha y Alphonse.

† “•” †

Una vez más volvía a recorrer los pasillos alejados del corredor principal de castillo. Dirigiéndose a las habitaciones del príncipe Edward. La puerta ocre quedó a su vista y no arrojó la misma como la ocasión anterior. Se atrevió incluso a tocar tres veces suavemente la vieja madera, antes de empujarla con lisura, casi sorprendiéndose de encontrarla abierta.

Los fuertes rayos de sol lo cegaron y por lo visto debía de acostumbrarse a ellos si iba a regresar en alguna otra ocasión. Los cambios violentos de luz y sombras eran brutales, pero parecían del gusto del príncipe. Cuando hubo abierto los ojos, aprecio con claridad la habitación, más al contrario de la última vez, el príncipe en sus habitaciones no se encontraba.

— ¡Buen día majestad! — La única que estaba ahí era su impuesta dama, que solicita terminaba de tender la cama y que ahora se entretenía en esponjar una de las numerosas almohadas de la misma — Si busca al príncipe, lo encontrara seguramente en los jardines del palacio —

— Esta con la señorita Shezka — continuó Rose mas de pronto se detuvo llenado una de sus manos a su mentón — Me parece que después de pasar por ahí partirán juntos a los cuartes de la milicia —

Roy asintió un tanto extrañado. El príncipe no conocía los cuartes militares de Amestris y nunca antes había demostrado el interés mínimo en los mismos. Tal vez y aquella visita se debiera a algún interesante relato que le hubiese mencionado Shezka al príncipe. Como fuera, si Edward quería ir a los cuarteles nadie se lo impedía.

Estuvo apunto de abandonar la habitación cuando un fajo de papeles casi dispersos sobre un mueble llamo su atención. En medio de la hoja como si una impresión de gota de agua se tratase, se encontraba el emblema del ejército de Amestris que bien conocía. Fue ello lo que le llamo la atención y no pudo más que tomarlo entre sus manos para leerlos de una hojeada rápida.

Y no pudo mas que abrir sus ojos en sorpresa al leer lo ahí escrito.

¡El príncipe sabía ya del proyecto del batallón alquímico!

Aquellas hojas no eran más que una copia del mismo escrito que él únicamente poseía y que tenía bien guardado un uno de los cajones de su escritorio.

¿Quién le habría facilitado aquella información al príncipe?

Había querido platicar de ello con el príncipe en incontables ocasiones pero por una u otra razón jamás había podido hacerlo y ahora lo sabía y seguramente había ido al ejército a entrevistarse con Bradley como justamente en el escrito se requería. Con los papeles en la mano salió de la habitación, aunque su presencia en aquella reunión no era necesaria, podía presentarse a la misma y presenciarla si así lo quería.

Y era justo lo que iba a hacer en aquellos momentos.

† “•” †

Caminaba despacio por los cuarteles inmaculadamente pintados de blanco. Varios oficiales con los que se topo, le saludaron con energía. No solo a ella, sino a su fiel compañero canino que caminaba unos cuantos pasos delante de ella. Las primeras horas de la mañana y nada interesante había sucedido.

Nada más interesante que la llegada del príncipe y su recorrido por todo el cuartel seguido de innumerables lamebotas que casi se tiraban al suelo para que pasara sobre ellos. Bradley con su porte vivaracho, no había parado de carcajearse con cada frase cómica que encontraba para lo que los soldados hacían ante la presencia del soberano. Incluso una de las ayudantes del general de Brigada Maes Hunges, no se despegaba para nada del príncipe.

Y lo último que ahora sabia, era que Bradley y el rubio estaban en las oficinas del primero, discutiendo un acuerdo que los concernía únicamente a ambos y realmente ella ni le interesaba.

Hayate ladró y Riza no pudo más que desviar la vista hacia donde su mascota apuntaba. Seguramente había reconocido a alguien. Havoc sin ninguna duda. Más al encontrar con su mirada a la persona a la que Hayate señalaba, no pudo más que esbozar una suave y sutil sonrisa que lentamente creció en intensidad y fuerza.

Los saludos militares de los soldados a su alrededor, fueron casi sincronizados, alzándose erguidos lo mas fuerte posible. No todos habían tenido antes o después el privilegio de tener a su Fluher y rey de Amestris caminando por los pasillos del cuartel. Su porte regio al caminar imponía y su mirada azul intenso intimidaba con facilidad a quien deseara imponérsele.

Acompañado como siempre por su escolta personal avanzaba a toda prisa. Riza sonrío complacida a solo unos pasos y ambos se encontrarían después de tanto. ¿Qué no volvería a ella? Le había dicho Graciel. ¡Que equivocada había estado! Roy estaba ahí otra vez y por su causa.

Sin ninguna duda.

Pero la sonrisa de la rubia se congelo, cuando de improviso el rey había cambiado de rumbo sus pasos, girando hacia otro pasillo alejándose de la recta que lo conducía a ella. Black Hayate había dejado de menear la cola y reanudó su avance como si nada de aquello hubiese pasado. Muy diferente a como ahora su dueña se encontraba.

Las carpetas entre sus manos crujieron casi al unísono que sus dientes demostrando su ira. El pasillo que había tomado el rey no era otro más que uno que daba hacia las oficinas de King Bradley el segundo al mando después del rey de Amestris.

¡Tan solo había venido por el príncipe!

¡Maldito mocoso fuera!
† “•” †

Se había vuelto ya una costumbre, muy mala por cierto, ya que volvía a abrir la puerta sin haber tocado antes pidiendo permiso. Su escolta había quedado entonces custodiando la entrada mientras el avanzaba a la oficina. La secretaria no se encontraba así que de todas maneras nadie hubiese anunciado su llegada. Era una excusa demasiado simple de dar, pero nadie se la había pedido en lo absoluto.

Después de todo Bradley y Edward estaban demasiado ocupados dándose un apretón efusivo de manos en lo que parecía ser el cierre de algún acuerdo entre ambos. Solo después de haberse sonreído mutuamente, recayeron entonces en la presencia de su persona y fue Bradley quien hablo primero.

— ¡Oh! Es un placer que nos visite como siempre señor — aseveró brindándole un saludo marcial que el Fluher Roy correspondió de inmediato.

— Como hemos terminado esta reunión, me retiro —

— Fue todo un gusto el conocerlo Coronel Elric — Edward recibió también el saludo marcial, aunque a diferencia de Roy titubeo algunos segundos antes de corresponderle al hombre del parche.

¿Coronel? Hasta ese grado había sido ascendido. Había pensado que sería de comienzo Mayor como todos los alquimistas que entrarán con el exámen de alquimista nacional. ¡No había esperado que empezara desde un escalafón alto. Tendría numerosos enemigos desde el principio, la mayoría creería que su titulo mobiliario habría podido influenciar para lograr ese grado.

¿Por qué Bradley no se lo había notificado antes a nadie aquella decisión?

Giró sus ojos azules del príncipe hacia el hombre notando como este se estremecía, tal vez sabiendo con su sola mirada aquello mismo y que deseaba una buena respuesta de todo aquello. Mas Bradley suspiro aliviado cuando el príncipe, se alejo de su escritorio, aproximándose as la salida de su oficina y el rey no hizo mas que seguirle.

El pequeño corredor que componía la ante sala de la secretaria de Bradley no era my amplia, pero al menos le daba unos segundos de intimidad a los monarcas antes de que la escolta personal del rey los siguiera. Roy lo sabia y también que aquella era la oportunidad perfecta para saber lo que había pasado ahí. Pero prefirió rodear el tema en lugar de sacarlo directamente como era su costumbre.

— Sabia de todo esto, pero había pensado venir hasta el día de mañana. Hubiésemos podido venir con mas calma — siseó con tranquilidad no viendo mas que la espalda del pequeño rubio que unos pasos delante de el avanzaba, espero uno segundos para que el príncipe acotara algo, mas al no recibir mas que silencio continuo hablando

— Te hubiese dado un recorrido por todo el cuartel y presentado directamente a todos los altos mandos de la mili…—

—No era necesario que viniese con usted — Lo interrumpió de forma cortante Edward — El mismo general Bradley hizo llegar hasta mí un carro especial del ejército en cuanto me comunique con él y despreocúpese que también me ha enseñado las instalaciones, mi oficina y dentro de poco me hará llegar al castillo los documentos oficiales de mi nombramiento, así como mi equipo de trabajo —

El rey casi se había detenido en seco con su respuesta. Nunca antes había escuchado que el príncipe le tratara de aquella manera tan descortés e impersonal y por lo visto empezaba a rebelarse a su forma.

Eso quería decir que pensaba hacer las cosas a su modo. Sin tomar en cuenta su palabra o mandato. Aunque si Roy lo pensaba un poco, ni siquiera le había hecho saber de todo aquello al príncipe, aun y cuando Bardley llevaba días pidiéndole una audiencia con ambos. Nunca se la había otorgado y al parecer había encontrado la manera de hacerle llegar el escrito al príncipe Edward sin que nadie lo supiera.

Típico de Bradley. Ya se las arreglaría mas tarde con él.

En ninguna ocasión el príncipe le miró y al momento de llegar a la puerta correspondió a los respetos de la guardia con cortesía. Lo vio brindarle una sonrisa calida a Shezka que de improviso se les había unido y se despidió de los soldados que curiosos habían llegado de los corredores aledaños.

Una breve y seca reverencia le fue brindada al rey cuando de improviso el príncipe se giro hacia él anunciándole su retirada sin mediar mas palabra con el mismo.

Bien, entonces ya no había marcha atrás a todo aquello.

— Edward — le llamó haciendo que el príncipe cejara en su avance y lo mirara con el ceño fruncido desafiante y fue poco decir que el rey le correspondió con el gesto mas altanero y prepotente que poseía.

Fue un movimiento rápido, pero los ojos dorados del rubio pudieron ver con claridad y casi a cámara lenta. Como el rey sacaba algo de su bolsillo y lo arrojaba al viento, en un ángulo exacto que dejaría caer lo que había aventado justo en las manos del rubio. Solo tuvo que extender sus manos y el plateado objeto termino entre sus palmas abiertas. La tapa pulcramente pulida brillo con el más mínimo atisbo de luz, remarcando su relieve distintivo.

Edward lo reconoció casi enseguida, a pesar de no haberlo visto más que descrito en las numerosas hojas que había leído del batallón alquímico.

Aquel era…

— Es tu reloj de alquimista, llego junto con el mío, hace tres días —

Edward asintió a lo dicho por el rey, con aquello, era formalmente un alquimista estatal y dejaba de ser el virtual coronel de estado, pues acababa de ser nombrado directamente por el rey. Los soldados y la guardia lo sabían, pues de inmediato lo reconocieron como tal brindándole el saludo marcial correspondiente, mas en cambio cuando fue el turno de responderle al saludo que el Fluher debía de brindarle también, se topo con que Roy tan solo le miraba fijamente.

No debía de inmutarse por ello, se lo había esperado desde un principio.

Simplemente. Lo estaba haciendo a un lado, justo de la misma manera en que ahora él también lo trataría.

— Shezka acompáñame, volvemos al castillo ya no tenemos nada que hacer aquí —

Roy lo observo por un escaso momento. Ese mismo que el príncipe le había brindado antes de girarse por completo dándole la espalda, antes de perderse por el pasillo. Lo había notado claramente. Sus ojos dorados al igual que su voz se habían teñido de una cargada abulia.

Indiferencia, fría e impersonal.

Una indiferencia que al rey de Amestris no le agrado en lo absoluto.

† “•” †

“Me dolió tanto, el no haber sido nada para ti”

TBC…

N de la Y ; Oh, Si desean saber mas sobre los elementales, pueden leer un poco de ellos aquí http : // es. wikipedia. org/ wiki /Los_Elementales, otra cosita mas, Flame Alchemist, suele ser siempre traducido como alquimista de la flama, pero siempre ha sido mi gusto llamar a Roy, Alquimista de Fuego, lo siento mas atrayente y me encanta por ello lo he llamado así aquí y espero les agrade también.


Si te gusto no solo lo insinúes. Dímelo!

=)

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